EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO
ALLAN KARDEC
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ÍNDICE
PREFACIO
INTRODUCCION. - Objeto de
esta obra - Autoridad de la doctrina espiritista. - Comprobación universal
de la enseñanza de los espíritus. –Noticias históricas. - Sócrates y
Platón precursores de la idea cristiana y del Espiritismo. - Resumen
de la doctrina de Sócrates y Platón
CAPÍTULO I. - YO NO HE VENIDO A DESTRUIR LA LEY. Las tres revelaciones: Moisés, Cristo; el Espiritismo. - Alianza
de ciencia y de la religión. - Instrucciones de los espíritus: La nueva
era
CAPÍTULO II. - MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO. La vida futura. - El reinado de Jesús. - El punto de vista.
– Instrucciones de los espíritus: Un reinado terrestre
CAPÍTULO III - HAY MUCHAS MORADAS EN LA CASA DE
MI PADRE. Diferentes estados del alma en la erraticidad - Diferentes
categorías de mundos habitados. - Destino de la Tierra. – Causas de
las miserias humanas. - Instrucciones de los espíritus: Mundos superiores
y mundos inferiores. - Mundos de expiación y de prueba. –Mundos regeneradores.
- Progresión de los mundos
CAPÍTULO IV. - NADIE PUEDE VER EL REINO DE DIOS
SINO AQUEL QUE RENACIERE DE NUEVO. Resurrección y reencarnación. - Lazos de familia fortificados
por la reencarnación y rotos por la unidad de existencia. - Instrucciones
de los espíritus: Limites de la encarnación. - ¿La encarnación es un
castigo?
CAPÍTULO V. - BIENAVENTURADOS LOS AFLIGIDOS. Justicia de las aflicciones. - Causas actuales de las aflicciones.
– Causas anteriores de las aflicciones. - Olvido de lo pasado. - Motivo
de la resignación. - El suicidio y la locura. - Instrucciones de los
espíritus: Sufrir bien y sufrir mal. - El alma y el remedio. - La felicidad
no es de este mundo. - Pérdida de las personas queridas. - Muertes prematuras.
– Si hubiese sido un hombre de bien, hubiera muerto. - Tormentos voluntarios.
-Desgracia real. - Melancolía. - Pruebas voluntarias. - Verdadero cilicio.
-¿Debe ponerse término a las pruebas del prójimo? - ¿Es permitido abreviar
la vida de un enfermo que sufre sin esperanza de curación? - Sacrificio
de la propia vida. - Provecho de los sufrimientos por otro.
CAPÍTULO VI. - EL CRISTO CONSOLADOR. El yugo ligero. - Consolador prometido. - Instrucciones de
los espíritus: Advenimiento del espíritu de Verdad.
CAPÍTULO VII. - BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU. Lo que ha de entenderse por pobres de espíritu. - El que se
eleva será humillado. - Misterios ocultos a los sabios y a los entendidos.
–Instrucciones de los espíritus: Orgullo y humildad. - Misión del hombre
inteligente en la tierra.
CAPÍTULO VIII. - BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE
CORAZÓN. Dejad a los niños venir a mí. - Pecado de pensamiento. - Adulterio.
–Verdadera pureza. - Manos no lavadas. - Escándalo. Si tu mano te escandaliza,
córtala.- Instrucciones de los espíritus: Dejad venir a mí a los niños.
- Bienaventurados los que tienen cerrados los ojos.
CAPÍTULO IX. - BIENAVENTURADOS LOS MANSOS Y LOS
PACÍFICOS. Injurias y violencias. - Instrucciones de los espíritus: La
afabilidad y la dulzura. - La paciencia. - Obediencia y resignación.
- La cólera. CAPÍTULO X - BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS. Perdonad para que Dios os perdone. - Reconciliarse con sus
enemigos. – El sacrificio más agradable a dios. - La paja y la viga
en el ojo. - No juzguéis para que no os juzguen. - El que esté sin pecado
que arroje la primera piedra. - Instrucciones de los espíritus: Perdón
de las ofensas. – La indulgencia. - ¿Es permitido el reprender a los
otros, observar sus imperfecciones y divulgar su mal a otro?
CAPÍTULO XI. - AMAR AL PRÓJIMO COMO A SI MISMO. El mayor mandamiento. - Hacer por los otros lo que quisiéramos
que los otros hicieran por nosotros. - Parábola de los acreedores y
deudores. – Dad al César lo que es del César. -. Instrucciones de los
espíritus: -La ley de amor. - El egoísmo. - La fe y la caridad. - Caridad
para con los criminales. -¿Debe exponerse la vida por un malhechor?
CAPÍTULO XII. - AMAD A VUESTROS ENEMIGOS. Volver bien por mal. - Los enemigos desencarnados. - Si alguno
te hiere la mejilla derecha, preséntale también la otra. - Instrucciones
de los espíritus: La venganza. - El odio. - El duelo.
CAPÍTULO XIII. - NO SEPA TU IZQUIERDA LO QUE HACE
TU DERECHA. Hacer bien sin ostentación. - Los infortunios ocultos. - Dinero
de la viuda. –Convidar a los pobres y estropeados. - Obligar sin esperanza
de recompensa. - Instrucciones de los espíritus: La caridad material
y la caridad moral. - La beneficencia. - La piedad. - Los huérfanos.
– Favores pagados con ingratitudes. - Beneficencia exclusiva.
CAPÍTULO XIV. - HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE. Piedad filial. - ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
–Parentesco corporal y parentesco espiritual. - Instrucciones de los
espíritus: La ingratitud de los hijos
CAPÍTULO XV. - SIN CARIDAD NO HAY SALVACIÓN. Lo que es menester hacer para salvarse. Parábola del buen samaritano.
– el mayor de los mandamientos. - Necesidad de la caridad según San
Pablo. –Fuera de la iglesia no hay salvación. - Sin la verdad no hay
salvación. –Instrucciones de los espíritus: Sin caridad no hay salvación.
CAPÍTULO XVI. - NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A LAS
RIQUEZAS. Salvación de los ricos. - Guardaos de la avaricia. - Jesús
en casa Zacheo. –Parábola del mal rico. - Parábola de los talentos.
- Utilidad providencial de la fortuna. - Pruebas de la riqueza y de
la miseria. - Desigualdad de las riquezas. - Instrucciones de los espíritus:
La verdadera propiedad. –Empleo de la fortuna. - Desprendimiento de
los bienes terrestres. –Transmisión de la fortuna.
CAPÍTULO XVII. - SED PERFECTOS. Caracteres de la perfección. - El hombre de bien. - Los buenos
espiritistas. –Parábola de la semilla. - Instrucciones de los espíritus:
El deber. – La virtud. - Los superiores y los inferiores. - El hombre
en el mundo. – Cuidad del cuerpo y del espíritu.
CAPÍTULO XVIII. - MUCHOS SON LOS LLAMADOS Y POCOS
LOS ESCOGIDOS. Parábola del festín de las bodas. - La puerta estrecha. - Los
que dicen: ¡Señor! ¡Señor! no entrarán todos en el reino de los cielos.
- Se pedirá mucho al que haya recibido mucho. - Instrucciones de los
espíritus: Se dará al que ya tiene. - Se conoce al cristiano por su
obras.
CAPÍTULO XIX. - LA FE TRANSPORTA LAS MONTAÑAS.
Poder de la fe. - La fe religiosa. - Condición de la fe inalterable.
– Parábola de la higuera seca. - Instrucciones de los espíritus: La
fe madre de la esperanza y de la caridad. - La fe divina y la fe humana.
CAPÍTULO XX. - LOS OBREROS DE LA ÚLTIMA HORA. Instrucciones de los espíritus: Los últimos serán los primeros.
- Misión de los espiritistas. - Los obreros del Señor.
CAPÍTULO XXI. - HABRÁ FALSOS CRISTOS Y FALSOS PROFETAS. Por el fruto se conoce el árbol. - Misión de los falsos profetas.
- No creáis a todos los espíritus. - Instrucciones de los espíritus:
Los falsos profetas. -Caricticidad. - Jeremías y los falsos profetas.
CAPÍTULO XXII. - NO SEPARÉIS LO QUE DIOS HA UNIDO. Indisolubilidad del matrimonio. - Divorcio.
CAPÍTULO XXIII. - MORAL EXTRAÑA. El que no aborrece a su padre y a su madre. - Dejar a su padre,
a su madre y a sus hijos. - Dejar a los muertos el cuidado de enterrar
a los muertos. –Yo no he venido a traer la paz, sino la división.
CAPÍTULO XXIV. - NO PONGÁIS LA LÁMPARA DEBAJO DEL
CELEMÍN. Lámpara debajo del celemín. - Porque Jesús habla por parábolas.
– No vayáis hacia los gentiles. - Los que están sanos no tienen necesidad
de médico. - El valor de la fe. - Llevar su cruz. - El que quisiere
salvar su vida, la perderá.
CAPÍTULO XXV. - BUSCAD Y ENCONTRARÉIS. Ayúdate y el Cielo te ayudará. - Contemplad las aves del Cielo.
- No os acongojéis buscando el oro.
CAPÍTULO XXVI. - DAD GRATUITAMENTE LO QUE RECIBÍS
GRATUITAMENTE. Don de curar. - Oraciones pagadas. Mercaderes echados del templo.
–Mediumnidad gratuita.
CAPÍTULO XXVII. - PEDID Y SE OS DARÁ. Cualidades de la oración. - Eficacia de la oración. - Acción
de la oración. –Transmisión del pensamiento. - Oración inteligible.
- De la oración para los muertos y para los espíritus que sufren. -
Instrucciones de los espíritus: Modo de orar. - Felicidad de la oración.
CAPÍTULO XXVIII. - COLECCIÓN DE ORACIONES ESPIRITISTAS. Preámbulo.
I. - ORACIONES GENERALES. Oración dominical Reuniones espiritistas Para los Médiums
II. - ORACIONES PARA SÍ MISMO. A los ángeles guardianes y espíritus protectores Para alejar a los malos espíritus Para corregirse de un defecto Para resistir a una tentación Acción de gracias por una victoria obtenida contra una tentación.
– Para pedir un consejo En las aflicciones de la vida Acción de gracias por un favor especial obtenido Acto de sumisión y resignación En un peligro inminente Acción de gracias después de haber salido del peligro. El en momento de dormirse Cuando se prevé una muerte próxima
III. - ORACIONES PARA OTRO. Para los que están en la aflicción Acción de gracias por un favor concedido a otro. Para nuestros enemigos y para los que nos quieren mal Acción de gracias por el bien concedido a nuestros enemigos.
- Para los enemigos del espiritismo Oración para un niño recién nacido Para un agonizante
IV. - ORACIONES PARA LOS QUE YA NO ESTÁN EN LA TIERRA. Para los recién fallecidos Para las personas que se han amado Para las almas que sufren y piden oraciones Para un enemigo muerto. Para un criminal Para un suicida Para los espíritus arrepentidos Para los espíritus endurecidos
V. PARA LOS ENFERMOS Y LOS OBSESADOS Para los enfermos Para los obsesados * * *
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* * *
CONTIENE
LA EXPLICACIÓN DE LAS MÁXIMAS MORALES DE CRISTO, SU
CONCORDANCIA CON EL ESPIRITISMO Y SU APLICACIÓN A LAS DIVERSAS POSICIONES
DE LA VIDA
POR FEDERAÇÃO ESPÍRITA BRASILEIRA DEPARTAMENTO
EDITORIAL Rua Souza Valente, 17 (20941) - Rio - RJ – Brasil e Av. L - 2 Norte - Q. 603 - Conjunto F (78830)
- Brasilia - DF - Brasil. Edição Brasileira (2ª) do original español
Do 11º ao 15º milheiro Capa de CECCONI Prefácio de Francisco Thiesen
NRBN 17-AA; 001.5-O; 9/1988 Copyright 1979 by FEDERAÇÃO ESPÍRITA BRASILEIRA (Casa-Máter
do Espiritismo)
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– Brasil Reprodução fotomecânica e impressão offset das Oficinas
do Departamento Gráfico da F E B - Rua Souza Valente, 17 20941 - Rio
- RJ - Brasil C.G.C. nº 33.644.857/0002-84 I.E. nº 81.600.503 - Impresso no Brasil PRESITA EN BRAZILO.
(Da edição brasileira da FEB, de 1979) * “El Evangelio según el Espiritismo” (“O Evangelho
segundo o Espiritismo) de Allan Kardec (Prefácio de Francisco Thiesen) EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO, por Allan Kardec __________ Observação:
Livro em língua espanhola, precedido de PREFÁCIO EM PORTUGUÊS.
“El Evangelio según el Espiritismo” (“O Evangelho segundo o Espiritismo”) de Allan Kardec
A Federação Espírita Brasileira, desde muitos anos, tem sido
solicitada a publicar uma edição em língua castelhana de “O Evangelho
segundo o Espiritismo), de Allan Kardec. Confrades das Américas e mesmo do Brasil não deixaram jamais
de insistir sobre empreendimento desse porte. Não era fácil, no entanto,
atender-lhes o desejo, pois uma tradução nova para línguas estrangeiras,
de livro do pentateuco kardequiano, impor-nos-ia dificuldades quase
intransponíveis. No entanto, o tempo, diante de denúncias descabidas de pessoas
inexperientes ou de má-fé, de que o Evangelho elaborado por Allan Kardec,
com a assistência dos Espíritos Reveladores e Orientadores, estaria
sendo divulgado sem respeito à fidelidade aos textos originais (vide
artigo de “Reformador”, junho de 1978, “Uma Prova de Fidelidade ao Codificador”),
fez-nos estudar o caso em profundidade, a fim de dirimir, de uma vez
por todas, as questiúnculas suscitadas por leitores, mas sobretudo por
tradutores afoitos, desconhecedores do assunto e da bibliografia com
a qual jamais se haviam familiarizado. Principalmente um deles, que não dispunha da 3ª edição original
francesa, nem havia lido a 1ª edição publicada em 1864, em Paris, com
diferente título, aventurou-se a uma tarefa que exige muito tirocínio
e perfeito domínio de ambas as línguas - francesa e portuguesa -, fora
outros requisitos mais, valendo-se da tradução espanhola de Barcelona,
muito antiga e de tradutor anônimo, hoje no domínio público ou comum. Como informamos em “Reformador” no artigo citado linhas acima,
o tradutor de edição espanhola aludida serviu-se, pelo que deduzimos
da pesquisa efetuada, de edição comum da obra em francês, integral,
definitiva, mas posterior à 3ª edição, utilizando, no entanto, para
comparações, a 1ª edição original de 1864. Por ter constatado que o
autor (ou seus revisores) suprimira ou reduzira algumas notas, decidiu-se
o tradutor a restabelecer os respectivos textos na tradução de que se
incumbiu, mas deixando de proceder às anotações competentes. A Federação Espírita Brasileira, correspondendo à solicitação
de confrades de países do Continente Americano, apresenta a versão em
castelhano - que tanta celeuma suscitou - mediante reprodução fotomecânica.
Ela atende simultaneamente a impositivos da difusão evangélica e de
comprovação documental dos fatos. Ao mesmo tempo, para terminar com as controvérsias e gratuitas
acusações, decidiu a Casa-Máter do Espiritismo no Brasil, através do
seu “Departamento Editorial”, lançar as 1ª e 3ª edições francesas originais
neste mesmo ano de 1979. Era a explicação que nos parecia
indispensável. Aduzindo, ainda, como necessário, o seguinte: 1) Que importantes estudos
introdutórios foram incluidos naquelas edições francesas,
as quais devem ser consultadas por estudiosos e pesquisadores; 2) que
este volume é dos programados segundo a idéia de cristãmente comemorar-se
os Centenários de “Reformador” e da Federação Espírita Brasileira, que
se estenderão a 1983 e 1984, respectivamente, quando a sede central
da Casa estiver funcionando provavelmente em caráter definitivo em Brasília
(DF), no coração do país.
Rio de Janeiro (RJ), 16 de fevereiro de 1979
Francisco Thiesen Presidente da Federação Espírita Brasileira |
PREFACIO
Los espíritus del Señor que son las virtudes de los cielos,
se esparcen por toda la superficie de la tierra como un ejército inmenso,
apenas han recibido la orden; parecidos a las estrellas que caen del
cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los ojos a los ciegos. En verdad os digo, que han llegado los tiempos en que todas
las cosas deben ser restablecidas en su verdadero sentido, para disipar
las tinieblas, confundir a los orgullosos y glorificar a los justos. Las grandes voces del cielo retumban como el sonido de la trompeta,
y se reúnen los coros de ángeles. Hombres, os convidamos a este divino
concierto; que vuestras manos pulsen la lira; que vuestras voces se
unan y que en himno sagrado se extiendan y vibren de una a otra parte
del Universo. Hombres, hermanos a quienes amamos, estamos a vuestro lado: amáos también unos a otros, y decid desde el fondo de vuestro corazón, haciendo la voluntad del Padre que está en el cielo: ¡Señor! ¡Señor! y podréis entrar en el reino de los cielos.
EL ESPÍRITU DE VERDAD
NOTA.
- Esta instrucción, obtenida medianímicamente, resume a la vez el verdadero
carácter del Espiritismo y el objeto de esta obra, por cuya razón ha
sido puesta aquí como prefacio.
INTRODUCCIÓN
Objeto de esta obra
En cinco partes pueden dividirse las materias que los Evangelios
contienen: "Los actos ordinarios de la vida de Cristo, los milagros,
las profecías, las palabras que sirvieron para establecer los dogmas
de la iglesia, y la enseñanza moral". Si las cuatro primeras han
sido objeto de controversias, la última ha subsistido inatacable. Ante
este código divino, la misma incredulidad se inclina; es el terreno
donde pueden encontrarse todos los cultos y el estandarte bajo el cual
todos pueden abrigarse, cualesquiera que sean sus creencias, porque
nunca ha sido objeto de disputas religiosas, siempre y por todas partes
suscitadas por las cuestiones de dogma. Por lo demás, si las sectas
la hubiesen discutido, hubieran encontrado en esa enseñanza su propia
condenación, porque la mayoría han tomado en consideración más la parte
mística que la parte moral, que exige la reforma de sí mismo. Para los
hombres, en particular, es una regla de conducta que abraza todas las
circunstancias de la vida pública o privada, el principio de todas las
relaciones sociales fundadas en la más rigurosa justicia; en fin, y
sobre todo es el camino infalible de la felicidad verdadera, la parte
que nos descorre el velo que cubre la vida futura. Esta parte es el
objeto exclusivo de la presente obra. Todo el mundo admira la moral evangélica, todos proclaman su
excelencia y su necesidad, pero muchos lo dicen porque lo han oído decir
a tos otros, o bajo la fe de algunas máximas proverbiales; pocos son
los que la conocen a fondo, y menos aun los que la comprenden y saben
deducir sus consecuencias. En gran parte, la razón consiste en la dificultad
que presenta la lectura del Evangelio, ininteligible para el mayor número.
La forma alegórica y el misticismo intencional del lenguaje
hacen que la mayor parte lo lean por conciencia y por deber, como leen
las oraciones, sin comprenderlas, es decir, sin fruto. Los preceptos
morales diseminados y confundidos en la masa de otras narraciones, pasan
desapercibidos, siendo entonces imposible atender al conjunto y hacer
de él una lectura y una meditación separadas. Es verdad que se han hecho tratados de moral evangélica, pero
su estilo literario moderno le ha quitado la sencillez primitiva, que
constituye a la vez su encanto y su autenticidad. Lo mismo sucede con
las máximas que de ella se han entresacado, reducidas a su más sencilla
expresión proverbial, pues entonces se reducen a aforismos que pierden
una parte de su valor e interés, por la falta de los accesorios y de
las circunstancias en que se dieron. Para evitar estos inconvenientes, hemos reunido en esta obra
los artículos que pueden constituir, propiamente hablando, un código
de moral universal, sin distinción de culto; en las citas hemos conservado
todo lo útil al desarrollo del pensamiento, quitando o separando sólo
las cosas extrañas al objeto. Por lo demás, hemos respetado escrupulosamente
la traducción original de Scio, así como la división por versículos. Pero en lugar de seguir un orden cronológico imposible y sin
ventaja real en este asunto, hemos agrupado y colocado metódicamente
las máximas, según su naturaleza, de manera que tengan relaciones las
unas con las otras en lo posible. Las llamadas de los números de orden
de los capítulos y de los versículos, permite recurrir a la clasificación
vulgar, si se juzga necesario. Si así no hubiésemos procedido, nuestro trabajo que hubiera
sido material, hubiese tenido sólo una utilidad secundaria; lo esencial
era ponerlo al alcance de todos por la explicación de los puntos obscuros
y el desarrollo de todas las consecuencias, con el fin de que fuera
aplicable a las diferentes posiciones de la vida. Esto es lo que hemos
intentado con la ayuda de los buenos espíritus que nos asisten. Muchos puntos del Evangelio, de la Biblia y de los autores
sagrados, en general, nos son ininteligibles, y muchos de ellos sólo
nos parecen irracionales por falta de la clave que nos haga comprender
su verdadero sentido; esta clave está completa en el Espiritismo, como
han podido convencerse de ello aquellos que lo han estudiado formalmente,
y como se comprenderá mejor aún en lo venidero. El Espiritismo se encuentra
por doquiera, así en la antigüedad como en las demás épocas; en todas
partes se encuentran sus huellas, en los escritos, en las creencias
y en los monumentos, y por esta razón, si abre nuevos horizontes para
el porvenir, también arroja una luz no menos viva sobre los misterios
del pasado. Como complemento de cada precepto, hemos añadido algunas instrucciones,
elegidas entre las dictadas por los espíritus en diferentes países y
con la intervención de diferentes médiums. Si estas instrucciones hubiesen
salido de un solo origen, hubieran podido sufrir una influencia personal
o la del centro, mientras que la diversidad de orígenes prueba que los
espíritus dan sus enseñanzas en todas partes, y que no hay nadie privilegiado
bajo este concepto.
[1]
Esta obra es para uso de todos; cada uno puede sacar de la
misma los medios de arreglar su conducta a la moral de Cristo. Además,
los espiritistas encontrarán en ella las aplicaciones que les conciernen
más especialmente. Desde hoy en adelante, gracias a las comunicaciones
establecidas de una manera permanente entre los hombres y el mundo invisible,
la ley evangélica, enseñada a todas las naciones por los mismos espíritus,
ya no será letra muerta, porque todos la comprenderán y será inducidos
incesantemente, por los consejos de sus guías espirituales, a ponerla
en práctica. Las instrucciones de los espíritus son verdaderamente "las
voces del cielo" que vienen a iluminar a los hombres y a convidarles
"a la práctica del Evangelio".
II. - Autoridad de la doctrina espiritista
COMPROBACION UNIVERSAL DE LA ENSEÑANZA DE LOS ESPÍRITUS
Si la doctrina espiritista fuese una concepción puramente humana
no tendría otra garantía que las luces del que la hubiera concebido,
y nadie en la tierra podría tener la pretensión fundada de poseer él
solo la verdad absoluta. Si los espíritus que la han revelado se hubiesen
manifestado a un solo hombre, nada garantizaría su origen, porque sería
menester creer bajo su palabra al que dijera que había recibido sus
enseñanzas. Concediéndole
una completa sinceridad, a lo más, podría convencer a las personas que
le rodeasen; podría tener secretarios, pero nunca conseguiría reunir
a todo el mundo. Dios ha querido que la nueva revelación llegase a los hombres
por un camino más rápido y más auténtico, por esto ha encargado a los
espíritus el llevarla de uno a otro polo, manifestándose en todas partes,
sin conceder a nadie el privilegio exclusivo de oír su palabra. Un hombre
puede ser engañado puede engañarse a sí mismo, más no podría suceder
lo mismo cuando millones de ellos ven y oyen la misma cosa: esto es
una garantía para cada uno y para todos. Por otra parte, puede hacerse
desaparecer a un hombre, pero no puede hacerse que desaparezcan las
masas; pueden quemarse los libros, pero no se pueden quemar los espíritus;
pues si se quemaran todos los libros, el origen de la doctrina no sería
menos invulnerable, por lo mismo que no está en la tierra, sino que
surge de todas partes y que todos pueden obtenerla. A falta de hombres
para explicarla, habrá siempre espíritus que alcanzan a todo el mundo
y a quienes nadie puede alcanzar. En realidad, los mismos espíritus son los que hacen la propaganda,
con el auxilio de innumerables médiums. que ellos mismos suscitan en
todas partes: Si no hubiesen tenido más que un intérprete, por favorecido
que se viera, apenas se conocería el Espiritismo; este mismo intérprete,
a cualquier clase que perteneciese, sería objeto de prevención de muchas
gentes, no le hubieran aceptado todas las naciones; mientras que comunicándose
los espíritus en todas partes, a todos los pueblos, a todas las sectas
y a todos los partidos, son aceptados por todos. El Espiritismo no tiene
nacionalidad y está fuera de todos los cultos particulares; no se ha
impuesto por ninguna clase de la sociedad, puesto que cada uno puede
recibir instrucciones de sus parientes y de sus amigos de ultratumba.
Así debía ser para que pudiese llamar a todos los hombres a la fraternidad,
pues de no colocarse en un terreno neutral, hubiera mantenido las discusiones
en vez de aclamarlas. Esta universalidad en la enseñanza de los espíritus constituye
la fuerza del Espiritismo y esta es también la causa de su rápida propagación;
mientras que la voz de un solo hombre, aun cuando hubiese tenido el
auxilio de la prensa, hubiera tardado siglos en ser oída de todos. Ahora
tenéis millares de voces que se hacen oír simultáneamente en todas partes
para proclamar los mismos principios y transmitirlos, tanto a los más
ignorantes como a los más sabios a fin de que nadie quede desheredado. De esta ventaja no ha gozado ninguna de las doctrinas que han
aparecido hasta hoy. Sí, pues, el Espiritismo es una verdad, no teme
ni la mala voluntad de los hombres, ni las revoluciones morales; ni
los cataclismos físicos del globo, porque nada de todo esto puede alcanzar
a los espíritus. Pero no es esta la sola ventaja que resulta de semejante posesión
excepcional: el Espiritismo encuentra en ella una garantía muy poderosa
contra los cismas que podrían suscitarse, ya por la ambición de algunos,
ya por las contradicciones de ciertos espíritus. Seguramente que estas contradicciones son un escollo; pero
llevan consigo el remedio al lado del mal. Se sabe que los espíritus, a consecuencia de la diferencia
que existe entre sus capacidades, individualmente están lejos de poseer
la verdad absoluta; que no a todos les está dado el penetrar ciertos
misterios; que su saber es proporcionado a su purificación, que los
espíritus vulgares no saben más que los hombres, y menos que ciertos
hombres; que hay entre ellos, como entre estos últimos, presumidos y
sabios de falsa instrucción, que creen saber lo que no saben; sistemáticos
que toman sus ideas por la verdad, y, en fin, que los espíritus de un
orden más elevado, los que están completamente desmaterializados, son
los únicos que se han despojado de las ideas y de las preocupaciones
terrestres; pero también se sabe que los espíritus mentirosos no tienen
reparo en tomar nombres supuestos para hacer aceptar sus utopías. Resulta
de esto, que todo lo que está fuera de la enseñanza exclusivamente moral,
las revelaciones que cada uno puede obtener, tienen un carácter individual
sin autenticidad, que deben ser consideradas como opiniones personales
de tal o cual espíritu y que se cometería una imprudencia aceptándolas
y promulgándolas ligeramente como verdades absolutas. La primera comprobación, sin duda, es la de la razón, a la
que es preciso someter, sin excepciones, todo lo que viene de los espíritus;
toda teoría en contradicción manifiesta con el buen sentido, con una
lógica rigurosa, y con los datos positivos que se poseen, sea quien
quiera el que la firme, debe ser rechazada. Pero esta comprobación,
es incompleta en muchos casos, a consecuencia de la insuficiencia de
las luces de ciertas personas, y de la tendencia de muchos a tomar su
propio juicio por único árbitro de la verdad. En caso semejante ¿qué
hacen los hombres que no tienen confianza absoluta en si mismos? Toman
consejos del mayor número, y la opinión de la mayoría en su guía; así
debe ser respecto a la enseñanza de los espíritus, cuyos medios nos
proporcionan ellos mismos. La concordancia en la enseñanza de los espíritus es, pues,
la mejor comprobación; pero es menester también para ello que tenga
lugar en ciertas condiciones. La menos segura de todas es la de un médium
que pregunta a muchos espíritus sobre un punto dudoso, es evidente que,
si está bajo el imperio de una obsesión y si tiene que habérselas con
un espíritu mentiroso, este espíritu puede decirle la misma cosa bajo
nombres diferentes. Tampoco hay una garantía suficiente en la conformidad
que se puede obtener por los médiums de un solo centro, porque todos
pueden estar bajo la misma influencia. "La única garantía formal
de la enseñanza de los espíritus, está en la concordancia que existe
entre las revelaciones dadas espontáneamente con la intervención de
un gran número de médiums desconocidos los unos de los otros y en diversos
países". Se concibe que no hablamos ahora de las comunicaciones
relativas a intereses secundarios, sino de lo que hace referencia a
los mismos principios de la doctrina. La experiencia prueba que cuando
un principio nuevo debe recibir su solución, se enseñe espontáneamente
en diferentes puntos a la vez, y de una manera idéntica, sino en la
forma, al menos en el fondo. Si, pues, le place a un espíritu formular
un sistema excéntrico, basado sólo en sus ideas y fuera de la verdad,
puede tenerse por seguro que este sistema quedará circunscrito y caerá ante la unidad de las instrucciones dadas en las demás
partes, como ha habido ya diferentes ejemplos. Esa unanimidad es la
que ha hecho caer todos los sistemas parciales, nacidos en el origen
del Espiritismo, cuando cada cual explicaba los fenómenos a su modo
y antes de que se conociesen las leyes que rigen las relaciones del
mundo visible con el mundo invisible. Tal es la base en que nos apoyamos cuando formulamos un principio
de la doctrina, sin que lo demos como verdadero porque esté conforme
con nuestras ideas; de ninguna manera queremos ser árbitros supremos
de la verdad, y no decimos a nadie: "Creed tal cosa porque la decimos
nosotros". Nuestra opinión sólo es una opinión personal, que puede
ser justa o falsa, porque no somos más infalibles que los otros, ni
tampoco es verdadero para nosotros un principio porque se nos ha enseñado,
sino porque ha recibido la sanción de la concordancia. En nuestra posesión, recibiendo las comunicaciones de cerca
de mil centros espiritistas formales, diseminados por todas las partes
del globo, estamos en el caso de ver los principios en que se establece
esta concordancia; esta observación es la que nos ha guiado hasta hoy,
y la que nos guiará en los nuevos campos que el Espiritismo está llamado
a explotar. Así es que, estudiando atentamente las comunicaciones que
vienen de diferentes partes, tanto de Francia como del extranjero, notamos
por las revelaciones de una naturaleza enteramente especial, que hay
una tendencia a entrar en una nueva senda y que ha llegado el momento
de dar un paso más. Estas revelaciones, hechas a menudo con palabras
encubiertas, han pasado desapercibidas para muchos de aquellos que las
han recibido; otros creen que sólo ellos las han recibido. Obtenidas
aisladamente, no tendrían ningún valor para nosotros; pero su coincidencia
les da mucha gravedad; cuando llegue el momento de darlas toda la publicidad,
cada uno se acordará de haber recibido instrucciones en el mismo sentido.
Este es el movimiento general que observamos, que estudiamos con asistencia
de nuestros guías espirituales, y que nos ayuda a juzgar de la oportunidad
que hay para nosotros de hacer una cosa o abstenernos de ella. Esta comprobación universal es una garantía para la unidad
futura del Espiritismo, y anulará todas las teorías contradictorias.
En esto se buscará en el porvenir el criterio de la verdad. Lo que ha
contribuido a que tuviera buen éxito la doctrina formulada en el Libro
de los Espíritus y en el Libro de los Médiums, es que, en todas partes,
todos han podido recibir directamente de los espíritus la confirmación
de lo que esos libros contienen. Si en todas partes los espíritus los
hubiesen contradicho, hace tiempo que esos libros hubieran sufrido la
suerte de todas las concepciones fantásticas. Ni aun el apoyo de la prensa les hubiera salvado del naufragio,
al paso que, privados de él, no por esto han dejado de hacer un camino
rápido; porque han tenido el apoyo de los espíritus, cuya buena voluntad
compensa con ventaja la mala voluntad de los hombres. Lo mismo sucederá con todas las ideas que, viniendo de los
espíritus o de los hombres, no puedan soportar esta comprobación, cuyo
poder nadie puede negar. Supongamos, pues, que ciertos espíritus quieran dictar, bajo
cualquier título, un libro en sentido contrario; supongamos además que
con una intención hostil y con la mira de desacreditar la doctrina,
suscitase la malevolencia de comunicaciones apócrifas; ¿qué influencia
podrían tener estos escritos, si son desmentidos en todas partes por
los espíritus? Es menester asegurarse de la adhesión de estos últimos
antes de lanzar un sistema en su nombre. Del sistema de uno solo al
sistema de todos, hay la misma distancia que de la unidad al infinito.
¿Qué pueden todos los argumentos de los detractores sobre la opinión
de las masas, cuando millares de voces amigas, salidas del espacio,
van a todas las partes del universo, al seno de cada familia, a batirlos
en brecha? La experiencia, con respecto a este asunto, ¿no ha confirmado
ya la teoría? ¿En qué han venido a parar todas esas publicaciones que
debían, digámoslo así, anonadar al Espiritismo? ¿Cuál es la que tan
siquiera ha detenido su marcha? Hasta hoy no se había mirado esta cuestión
bajo este punto de vista, cuestión de las más graves sin duda; todos
han contado consigo mismo, pero no con los espíritus. El principio de la concordancia es también una garantía contra
las alteraciones que podrían hacer experimentar al Espiritismo las sectas
que quisieran apoderarse de él en provecho suyo y acomodarlo a sus miras.
Cualquiera que intentase desviarlo de su objeto providencial, fracasaría,
por la sencilla razón de que los espíritus con la universalidad de su
enseñanza, harían desaparecer toda modificación que se apartase de la
verdad. De todo esto resulta una verdad capital, y es, que cualquiera
que pretenda poner trabas al curso de las ideas establecido y sancionado,
podrá muy bien causar una pequeña perturbación local y momentánea, pero
nunca dominará el conjunto, ni en el estado presente, ni en el porvenir. También se desprende de esto que las instrucciones dadas por
los espíritus sobre les puntos de la doctrina, que aun no se han dilucidado,
no pueden tener fuerza de ley mientras permanezcan aisladas, y que,
por consiguiente, no pueden ser aceptadas sino con todas las reservas
y a título de reseña. De aquí la necesidad de tener en su publicación la mayor prudencia;
y en el caso en que se creyese deber publicarlas, conviene no sean presentadas
sino como opiniones individuales más o menos probables, pero teniendo
en todo caso necesidad de confirmación. Esta confirmación es la que
es necesario esperar antes de presentar un principio como verdad absoluta,
si no se quiere ser acusado de ligereza o de credulidad irreflexiva. Los espíritus superiores en sus comunicaciones, proceden con
extremada prudencia y no abordan las grandes cuestiones de la doctrina
sino gradualmente, a medida que la inteligencia es apta para comprender
verdades de un orden más elevado y cuando las circunstancias son propicias
para la emisión de una nueva idea. Por esta razón no lo han dicho todo
desde un principio ni tampoco lo han dicho todo hoy, no cediendo jamás
a las instigaciones de las personas demasiado impacientes que quieren
coger el fruto antes de estar sazonado. Sería, pues, superfluo querer
precipitar el tiempo designado a cada cosa por la Providencia, porque
entonces los espíritus verdaderamente formales niegan positivamente
su concurso, y los espíritus ligeros, importándoles poco la verdad,
contestan a todo; por esta razón, sobre todas las preguntas prematuras,
siempre hay respuestas contradictorias. Los principios emitidos más arriba no son producto de una teoría
personal, sino consecuencia forzosa de las condiciones en que se manifiestan
los espíritus. Es evidente que si un espíritu dice una cosa por un lado,
mientras que millones de espíritus dicen lo contrario por otro, la presunción
de verdad no puede hallarse de parte del que está solo, ni siquiera
aproximarse a su parecer; por lo demás, pretender que uno solo tenga razón contra todos, sería tan ilógico de
parte de un espíritu como de parte de los hombres. Los espíritus verdaderamente
sabios, si no creen estar bastante ilustrados sobre una cuestión, no
la resuelven jamás de una manera absoluta; declaran que sólo la tratan
desde su punto de vista, y aconsejan ellos mismos que se espere la confirmación. Por grande, hermosa y justa que sea una idea, es imposible
que desde su principio cuente con todas las opiniones. Los conflictos
que de ello resultan son consecuencia inevitable del movimiento que
se opera; son hasta necesarios para hacer resaltar más la verdad, y
es útil que tenga lugar en su principio para que las ideas falsas se
gasten más pronto. Los espiritistas que concibiesen sobre ello algún
temor, deben estar bien tranquilos. Todas las pretensiones aisladas
caerán por la fuerza de las cosas, ante el grande y poderoso criterio
de la comprobación universal. No
se unirán a la opinión de un hombre, sino a la voz unánime de los espíritus;
no será un hombre, y mucho menos yo, el que funde la ortodoxia espiritista;
tampoco será un espíritu el que venga a imponerse a cualquiera que sea;
será la universalidad de los espíritus, comunicándose en toda la tierra
por orden de Dios; este es el carácter esencial de la doctrina espiritista,
y ésta es su fuerza, ésta es su autoridad. Dios ha querido que su ley fuese asentada en una base indestructible;
por esto no ha querido que se apoyasen en la frágil cabeza de uno solo.
Ante este poderoso areópago, que no conoce ni espíritu de corporación,
ni rivalidades celosas, ni sectas, ni naciones, vendrán a estrellarse
todas las oposiciones, todas las ambiciones, todas las pretensiones
a la superchería individual, "si nosotros quisiéramos sustituir
nuestras propias ideas a sus decretos soberanos, nosotros mismos nos
estrellaríamos"; El solo es el que resolverá todas las cuestiones
litigiosas; el que acallará las disidencias y dará la razón a quien
de derecho la tenga. Ante este imponente concierto de todas las voces del cielo,
¿qué puede la opinión de un solo hombre o de un espíritu? Menos que
una gota de agua que se pierde en el Océano, menos que la voz del niño
que la tempestad sofoca. La opinión universal es el juez supremo, la que habla en definitiva
y se forma de todas las opiniones individuales; si una de ellas es verdadera,
sólo tienen en la balanza su peso relativo; si es falsa, no puede sobrepujar
a las otras. En este inmenso concurso las individualidades desaparecen,
y este es un nuevo jaque al orgullo humano. Ese conjunto armonioso se dibuja ya, y no concluirá este siglo
sin que brille en todo su esplendor de una manera que fije todas las
incertidumbres, porque de aquí a entonces, voces poderosas habrán recibido
la misión de hacerse oír para reunir a los hombres bajo un mismo estandarte,
apenas el campo esté suficientemente cultivado. Mientras tanto, el que fluctúa entre dos sistemas opuestos,
puede observar en qué sentido se pronuncia la opinión general; este
es el indicio cierto del sentido en que se manifiestan la mayoría de
los espíritus en los diferentes puntos en que se comunican, y esta es
también la señal no menos cierta del sistema que vencerá.
III. - Noticias históricas
Para
comprender bien ciertos pasajes del Evangelio, es necesario conocer
el valor de muchas palabras que se emplean en él con frecuencia, y que
caracterizan el estado de las costumbres y de la sociedad judaica de
aquella época. No teniendo ya estas palabras para nosotros el mismo
sentido, han sido mal interpretadas a menudo, y por la misma razón,
han dejado una especie de incertidumbre. La inteligencia de su significado
explica además el sentido verdadero de ciertas máximas que parecen extrañas
a primera vista.
Samaritanos. Después del cisma de las diez tribus,
Samaria vino a ser la capital del reino disidente de Israel. Destruida
y vuelta a edificar muchas veces, fue, bajo el dominio de los romanos,
la capital de la Samaria, una de las cuatro divisiones de la Palestina;
Herodes, llamado el Grande, la embelleció con suntuosos monumentos,
y para lisonjear a Augusto, la dio el nombre de Augusta en griego Sebaste. Los
samaritanos casi siempre estuvieron en guerra con los reyes de Judá;
una aversión profunda, que databa de la separación, se perpetuó constantemente
entre los dos pueblos, que evitaban todas las relaciones recíprocas.
Los samaritanos, para hacer la separación más profunda y no tener que
ir a Jerusalén para la celebración de las fiestas religiosas, se construyeron
un templo particular y adoptaron ciertas reformas: sólo admitían el
Pentateuco, que contenía la ley de Moisés, y rechazaban todos los libros
que se unieron después. Los libros sagrados estaban escritos en caracteres
hebreos de la mayor antigüedad. Para los judíos ortodoxos, eran herejes
y por lo mismo, anatematizados, despreciados y perseguidos. El antagonismo
de las dos naciones tenía, pues, por único principio la divergencia
de opiniones religiosas, aunque sus creencias tuviesen el mismo origen;
eran los protestantes de aquel tiempo. Aun se encuentran hoy samaritanos en algunas comarcas de Levante,
particularmente en Naplousa y en Jaffa. Observan la ley de Moisés con
más rigor que los otros judíos, y sólo entre si contraen alianza. Nazarenos. Nombre dado en la antigua ley a
los Judíos que hacían voto, ya temporal ya vitaliciamente, de conservar
una pureza perfecta; se obligaban a la castidad, a la abstinencia de
los licores y a conservar sus cabelleras. Samsón, Samuel y Juan Bautista,
eran nazarenos. Más tarde los judíos dieron este nombre a los primeros cristianos,
por alusión a Jesús de Nazareth. Este fue también el nombre de una secta herética de los primeros
siglos de la era cristiana, que, lo mismo que los ebionistas, de los
que adoptan ciertos principios, mezclaban las prácticas mosáicas con
los dogmas cristianos. Esta secta desapareció en el siglo cuarto. Publicanos. En la antigua Roma, se llamaban
así los arrendadores de las contribuciones públicas, encargados del
cobro de los impuestos y rentas de toda clase, ya en la misma Roma,
o ya en las demás partes del imperio: eran análogas a los arrendadores
generales y tratantes del antiguo régimen en Francia, y a los que aun
existen en algunas comarcas. Los peligros que corrían hacía que pasasen
desapercibidas las riquezas que adquirían muy a menudo y que para muchos
eran producto de exacciones y beneficios escandalosos. El nombre de
publicanos se extendió más tarde a todos aquellos que tenían el manejo
del tesoro público, y también a los agentes subalternos. Hoy se toma
esta palabra como epíteto para designar a los hacendistas y agentes
de negocios poco escrupulosos; algunas veces se dice: "Avido como
un publicano", "rico como un publicano", tratándose de
una fortuna mal adquirida. De la dominación romana, el impuesto fue lo que los judíos
aceptaron más difícilmente y lo que les causó más irritación; de aquí
se siguieron motines, y se hizo de esto una cuestión religiosa, porque
se miraba contrario a la ley. Hasta se formó un partido poderoso, a
cuyo frente estaba un tal Judá, llamado el Golanita, que tenía por principio
no pagar el impuesto. Los judíos tenían, pues, horror a éste, y por
consiguiente, a todos los que estaban encargados de cobrarlo; de aquí
vino la aversión a los publicanos de todas clases, entre los cuales
podía haber personas muy estimables, pero que en razón de su oficio,
eran menospreciadas, lo mismo que los que se relacionaban con ellos,
y que eran confundidos en igual reprobación. Los judíos de distinción
hubieran creído comprometerse teniendo con ellos relaciones de intimidad.
Los Peageros. Eran los preceptores de baja esfera,
encargados principalmente de cobrar los derechos de entrada en las ciudades.
Sus funciones correspondían, poco más o menos, a las de los aduaneros
y receptores de derechos de puertas, quienes merecían la misma reprobación
que los publicanos en general. Por esta razón en el Evangelio se encuentra
con frecuencia el nombre de Publicano unido al de gentes de mala vida;
esta calificación no implicaba la de disolutos y vagos; era un término
de desprecio, sinónimo de gentes de mala compañía, indignas de relaciones
con las gentes de buena conducta. Fariseos (del hebreo Pharasch, división, separación).
La tradición formaba una parte importante de la Teología judaica; consistía
en la colección de las interpretaciones sucesivas dadas sobre el sentido
de las Escrituras y que habían venido a ser artículos de dogma. Entre
los doctores, este asunto era objeto de interminables discusiones, y
las más de las veces sobre simples cuestiones de palabras o de forma,
por el estilo de las disputas teológicas y de las sutilezas escolásticas
de la edad media; de ahí nacieron diferentes sectas que pretendían tener
cada una el monopolio de la verdad, y como acontece casi siempre; se
detestaban cordialmente las unas a las otras. Entre estas sectas, la más influyente era la de los fariseos
que tuvo jefe a Hillel, doctor judío que nació en Babilonia, fundador
de una escuela célebre, en la que se enseñaba que la fe sólo se debía
a las Escrituras. Su origen se remonta al año 180 ó 200 antes de J.
C. Los fariseos fueron perseguidos en diversas épocas, notablemente
bajo el mando de Hirtano, soberano pontífice y rey de los judíos, de
Aristóbulo y de Alejandro, rey de Siria; sin embargo, este último habiéndoles
vuelto sus honores y sus bienes, afianzaron su poder, que conservaron
hasta la ruina de Jerusalén; el año 70 de la era cristiana, época en
que desapareció su nombre a consecuencia de la dispersión de los judíos.
Los fariseos tomaban una parte activa en las controversias
religiosas; serviles observadores de las prácticas exteriores del culto
y de las ceremonias, llenos de un celo ardiente de proselitismo, enemigos
de los innovadores, afectaban una grande severidad de principios; pero
bajo las apariencias de una devoción meticulosa, ocultaban costumbres
disolutas, mucho orgullo, y sobre todo, un amor excesivo de mando. La
religión era para ellos antes un medio de medrar, que objeto de fe sincera.
Sólo tenían el exterior y la ostentación de la virtud; mas así ejercían
una grande influencia sobre el pueblo, a cuyos ojos pasaban por unos
santos, y por esto eran tan poderosos en Jerusalén. Creían,
o al menos hacían ver que creían, en la Providencia, en la inmortalidad
del alma, en la eternidad de las penas y en la resurrección de los muertos.
(Cap. IV, número 4). Jesús, que apreciaba ante todo la sencillez y las
cualidades del corazón, que prefería en la ley el espíritu que vivifica
a la letra que mata, se dedicó, durante su misión a desenmascarar la
hipocresía de aquellos y por consiguiente, tuvo en ellos enemigos encarnizados;
por esto se unieron con los príncipes de los sacerdotes para amotinar
al pueblo contra El y hacerle perecer. Escribas. Nombre dado en un principio a los secretarios de los
reyes de Judá, y a ciertos intendentes de los ejércitos judaicos; más
tarde esta designación se aplicó especialmente a los doctores que enseñaban
la ley de Moisés y la interpretaban al pueblo. Hacían causa común con
los fariseos, de cuyos principios participaban, así como de su antipatía
contra los innovadores, y por esto Jesús les confunde en la misma reprobación. Sinagoga, (del griego Sunagogué, asamblea, congregación). En
Judea sólo había un templo (que era el de Salomón), en Jerusalén, en
donde se celebraban las grandes ceremonias del culto. Los judíos acudían allí todos los años en peregrinación por
las principales fiestas, tales como la de Pascua, la Dedicación, y los
Tabernáculos. Con motivo de estas fiestas hizo Jesús muchos viajes a
Jerusalén. Las otras ciudades no tenían templos, sino sinagogas, edificios
en donde se reunían los judíos el día de sábado para hacer las oraciones
públicas bajo la dirección de los ancianos y de los escribas, o doctores
de la ley; había también lectura de libros sagrados, que se explicaban
y comentaban; todos podían tomar allí la palabra, y así es que Jesús
sin ser sacerdote, enseñaba en las sinagogas los días de sábado. Después de la ruina de Jerusalén y de la dispersión de los
judíos, las sinagogas, en las ciudades que habitaban, les servían de
templos para la celebración de culto. Saduceos. Secta judaica que se formó hacia el año 248 antes
de J. C.; llamada así de Sadock, su fundador. Los saduceos no creían
ni en la inmortalidad del alma, ni en los buenos y malos ángeles; sin
embargo, creían en Dios, pero no esperando nada después de la muerte,
no le servían sino con la mira de recompensas temporales, a lo que,
según ellos, se limitaba su providencia; la satisfacción de los sentidos
era también a sus ojos el objeto esencial de la vida. En cuanto a las
escrituras, se atenían al texto de la antigua ley, no admitiendo ni
la tradición ni ninguna interpretación; colocaban las buenas obras y
la ejecución pura y simple de la ley, sobre las prácticas exteriores
del culto; como se ve, eran los materialistas, los deístas y los sensualistas
de la época. Esta secta era poco numerosa, pero contaba con personajes
importantes, y vino a ser un partido político constantemente opuesto
a los fariseos. Esenienses o Esseneenses, secta judaica fundada hacia
el año 150 antes de J. C.; en tiempo de los Macabeos, y cuyos miembros,
que habitaban en una especie de monasterio, formaban entre sí una clase
de asociación moral y religiosa. Se distinguían por sus costumbres dulces
y virtudes austeras, enseñaban el amor a Dios y al prójimo, la inmortalidad
del alma y creían en la resurrección. Vivían en el celibato, condenaban
la esclavitud y la guerra, sus bienes eran comunes y se entregaban a
la agricultura. Opuestos a los saduceos sensuales que negaban la inmortalidad,
y a los fariseos rígidos por sus prácticas exteriores entre los cuales
la virtud era aparente, no tomaron parte en ninguna de las querellas
que dividían a estas dos sectas. Su género de vida se aproximaba a la
de los primitivos cristianos, y los principios de moral que profesaban
han hecho pensar a algunas personas que Jesús formó parte de esta secta
antes de que empezara su misión pública. Lo que es cierto es que debió
conocerla; pero nada prueba que se hubiese afiliado a ella y todo lo
que se ha escrito sobre este asunto es hipotético
[2]
. Terapeutas, (del griego therapeutai, derivado
de therapeuein, servir, cuidar; es decir, servidores de Dios, o curanderos);
sectarios judíos contemporáneos de Cristo, establecidos principalmente
en Alejandría de Egipto; tenían mucha relación con los essenienses,
cuyos principios profesaban, y se entregaban a la práctica de la virtud
como ellos. Su alimento era en extremo frugal; entregados al celibato,
a la contemplación y a la vida solitaria, formaban una verdadera orden
religiosa. Philon, filósofo judío, platoniano de Alejandría, fue el
primero que habló de los terapeutas, y los llama una secta de judaísmo.
Eusebio, San Jerónimo y otros padres, creen que eran cristianos. Ya
fuesen judíos, ya cristianos, es evidente que lo mismo que los essenienses,
formaron el eslabón entre el judaísmo y el cristianismo.
IV. - Sócrates y Platón PRECURSORES DE LA
IDEA CRISTIANA Y DEL ESPIRITISMO
De que Jesús conociera la secta de los essenienses, no se sigue
por esto que tomase de ellos su doctrina, y que si hubiese vivido en
otro centro, hubiera profesado otros principios. Las grandes ideas nunca
se desarrollan súbitamente; las que tienen por base la verdad tienen
siempre precursores que parcialmente preparan el camino, y después,
cuando llega su tiempo, Dios manda a un hombre con misión para resumir,
coordinar y completar estos elementos esparcidos y formar con ellos
un cuerpo; de este modo, no llegando la idea bruscamente, a su aparición,
encuentra espíritus dispuestos para aceptarla. Así ha sucedido con la
idea cristiana, que fue presentida muchos siglos antes de Jesús y los
essenienses, y cuyos principales precursores fueron Sócrates y Platón. Sócrates, lo mismo que Cristo, no escribió o al menos no ha
dejado ningún escrito; lo mismo que El, murió como los criminales, víctima
del fanatismo, por haber atacado las creencias vulgares y por haber
sobrepuesto la virtud real a la hipocresía y a las formas externas;
en una palabra, por haber combatido las preocupaciones religiosas. Así como Jesús fue acusado por los fariseos de corromper al
pueblo con sus enseñanzas, también fué Sócrates acusado por los fariseos
de su tiempo, pues, los ha habido en todas épocas, de corromper a la
juventud, proclamando el Dogma de la unidad de Dios, de la inmortalidad
del alma y de la vida futura. Del mismo modo que no conocemos la doctrina
de Jesús mas que por los escritos de sus discípulos, tampoco conocemos
la de Sócrates más que por los escritos de su discípulo Platón. Creemos
de utilidad el resumir aquí sus puntos más culminantes, para demostrar
su concordancia con los principios del Cristianismo. A los que acaso viesen en este paralelo como una profanación
y pretendieran que no puede haber paridad entre la doctrina de un pagano
y la de Cristo, contestaremos que la de Sócrates no era pagana, puesto
que tenía por objeto combatir el paganismo; que la doctrina de Jesús,
más completa y más depurada que la de Sócrates, no pierde nada en la
comparación; que la grandeza de la misión divina de Cristo no puede
ser aminorada por ello, y que, por otra parte, estos son hechos históricos
que no pueden negarse, El hombre ha llegado a la época en que la luz
por sí misma sale de debajo del celemín y está bien dispuesto para mirarla
de frente: tanto peor para los que no se atreven a abrir los ojos. Ha
llegado el tiempo de mirar las cosas con libertad y de muy alto, y no
desde el punto de vista mezquino y reducido de los intereses de secta
y de casta. Por otra parte, estas citas probarán que si Sócrates y Platón
presintieron la idea cristiana, se encuentran igualmente en su doctrina
los principios fundamentales del Espiritismo.
RESUMEN DE LA DOCTRINA
DE SOCRATES Y PLATÓN
I. El
hombre es un alma encarnada. Antes de su encarnación existía unida a
los tipos primordiales, a las ideas de lo verdadero, del bien y de lo
bello, de las que se separa encarnándose, y recordando su pasado, está
más o menos atormentada por el deseo de volver a él. No puede enunciarse más claramente la distinción y la
independencia del principio inteligente y del principio material; además,
es la doctrina de la preexistencia del alma, de la vaga intuición que
conserva de otro mundo al cual aspira de su supervivencia al cuerpo,
de su salida del mundo espiritual para encarnarse y de su vuelta a este
mundo después de la muerte; es, en fin, el germen de la doctrina de
los ángeles caídos. II. El
alma se desvía y se turba cuando se sirve del cuerpo para considerar
algún objeto; tiene vértigos como si estuviera ebria, porque se une
a cosas que están por su naturaleza sujetas a cambios, en vez de que,
cuando contempla su propia esencia, se dirige hacia lo que es puro,
eterno, inmortal, y siendo de la misma naturaleza, permanece allí tanto
tiempo como puede; entonces sus extravíos cesan, porque está unida a
lo que es inmutable, y este estado del alma es lo que se llama sabiduría. De este modo el hombre que considera las cosas de la tierra
desde el punto de vista material, se hace ilusiones; para apreciarlas
con exactitud, es menester verlas desde arriba, es decir, desde el punto
de vista espiritual. El verdadero sabio debe, pues, aislar hasta cierto
punto, el alma del cuerpo, para ver con los ojos del espíritu. Esto
es lo que nos enseña el Espiritismo. (Cap. II, número 5). III. Mientras
que tengamos nuestro cuerpo y el alma se encuentre sumergida en esta
corrupción, nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos: la verdad.
En efecto, el cuerpo nos suscita mil obstáculos por la necesidad que
tenemos de cuidarle; además, nos llena de deseos, de apetito, de temores,
de mil quimeras y de mil tonterías, de manera que con él es imposible
ser prudente ni un instante. Pero si es imposible conocer nada con pureza
mientras el alma está unida al cuerpo, es necesario que suceda una de
estas dos cosas: o que nunca jamás se conozca la verdad o que se conozca
después de la muerte. Desembarazados de la locura del cuerpo, entonces
conversaremos, es de esperar, como hombres igualmente libres, y conoceremos
por nosotros mismos la esencia de las cosas. Por esto los verdaderos
filósofos se preparan a morir, y la muerte no les parece espantosa.
("Cielo e Infierno", 1ª parte, cap. II; 2ª parte, cap. I).
Este es el principio de las facultades del alma, obscurecidas
por el intermediario de los órganos corporales y de la expansión de
sus facultades después de la muerte; pero aquí se trata de las almas
escogidas, ya purificadas, pues no sucede lo mismo con las almas impuras. IV. El
alma impura, en este estado, es arrastrada e impelida de nuevo hacia
el mundo visible por el horror que tiene a lo invisible e inmaterial:
entonces está errante, se dice, alrededor de los monumentos y de los
sepulcros, cerca de los cuales se han visto a veces tan tenebrosas,
como deben ser las imágenes de las almas que han dejado el cuerpo sin
estar enteramente purificadas, y que conservan algo de la forma material,
lo que hace que puedan verse. Estas no son las almas de los buenos,
si la de los malos, que están obligadas a permanecer errantes en estos
parajes, adonde llevan consigo la pena de su primera vida y en donde
permanecen errantes hasta que los apetitos inherentes a la forma material
que ellas se han dado, las conducen a un cuerpo, y entonces vuelven,
sin duda, a tomar las mismas costumbres que durante su primera vida
eran objeto de sus predilecciones. No solamente se explica aquí el principio de la reencarnación
con claridad, sino que está descrito, del mismo modo que lo demuestra
el Espiritismo en las evocaciones, del estado de las almas que aun están
bajo el imperio de la materia. Hay más, y es que dice que la reencarnación
en un cuerpo material es consecuencia de la impureza del alma, mientras
que las almas purificadas están dispensadas de hacerlo. El Espiritismo
no dice otra cosa; añade solamente que el alma que ha tomado buenas
resoluciones en el estado errante, y que se halla en conocimientos adquiridos,
tiene, al renacer, menos defectos, más virtudes y más ideas intuitivas
que no tenía en su precedente existencia; y que de este modo, cada existencia
implica para ella un progreso intelectual y moral. (Cielo e Infierno, 2ª parte: Ejemplos). V. Después
de la muerte, el genio (Daimón, demonio) que nos ha sido destinado durante
nuestra vida, nos lleva a un paraje, en donde se reúnen todos aquellos
que deben ser conducidos a las Hadas para ser juzgados. Las almas, después
de haber permanecido en las Hadas el tiempo necesario, vuelven a ser
conducidas a esta vida "en numerosos y largos períodos.". Esta es la doctrina de los ángeles guardianes y espíritus protectores,
y de las reencarnaciones sucesivas después de intervalos más o menos
largos de erraticidad. VI. Los
demonios llenan el intervalo que separa el cielo de la tierra; son el
lazo que une el gran todo con el mismo. No entrando nunca la Divinidad
en comunicación directa con el hombre, por la mediación de los demonios
es como los dioses se comunican y hablan con él, sea en estado de vela
o durante el sueño. La palabra Daimón, de la que se ha formado demonio, no se tomaba
en mal sentido en la antigüedad, como entre los modernos; no se aplicaba
exclusivamente a los espíritus malhechores, sino a todos los espíritus
en general, entre los cuales se distinguían a los espíritus superiores,
llamándoles dioses; y a los espíritus menos elevados o demonios, propiamente
dichos, que comunicaban directamente con los hombres. El Espiritismo
dice también que los espíritus pueblan el espacio; que Dios no se comunica
con los hombres sino por mediación de los espíritus puros, encargados
de transmitir su voluntad; y que los espíritus comunican con ellos durante
la vela y durante el sueño. Substituid la palabra demonio por espíritu,
y tendréis la doctrina espiritista; poned la palabra ángel, y tendréis
la doctrina cristiana. VII. La
preocupación constante del filósofo (tal como la comprendía Sócrates
y Platón), es la de tener muchísimo cuidado con el alma, menos por esta
vida, que sólo dura un instante, que por la eternidad. Si el alma es
inmortal, ¿no es acaso más prudente el vivir para alcanzar la eternidad? El Cristianismo y el Espiritismo enseñan esto mismo. VIII. Si
el alma es inmaterial, debe pasar después de esta vida a un mundo igualmente
invisible e inmaterial, del mismo modo que el cuerpo, cuando se descompone
vuelve a la materia. Sólo
que conviene mucho distinguir bien el alma pura, verdaderamente inmaterial,
que se alimenta como Dios de la ciencia y de los pensamientos, del alma
más o menos manchada de impurezas materiales, que la impiden elevarse
hacia lo divino y la retienen en los lugares de su morada terrestre. Sócrates y Platón, como se ve, comprendían perfectamente los
diferentes grados de desmaterialización del alma, e insisten sobre la
diferencia de situación que resulta para ella de su mayor o menor pureza.
Lo que ellos decían por intuición, el Espiritismo lo prueba con numerosos
ejemplos que pone a nuestra vista. (Cielo e Infierno, 2ª parte). IX. Si
la muerte fuese la completa disolución del hombre, sería una ventaja
para los malos, después de su muerte, el quedar libres, al mismo tiempo,
de sus cuerpos, de sus almas y de sus vicios. Aquél que adornaba su
alma no con una compostura extraña, sino con la que le es propia, sólo
aquél podrá esperar tranquilamente la hora de su partida para el otro
mundo. Esto es decir, en otros términos, que el materialismo que proclama
la nada para después de la muerte, sería la anulación de toda responsabilidad
moral ulterior, y por consiguiente, un excitante del mal; que el malo
cree ganarlo todo con la nada; que sólo el hombre que se ha despojado
de sus vicios y se ha enriquecido de virtudes, puede esperar tranquilamente
el despertar a la otra vida. El Espiritismo nos enseña con los ejemplos
que pone todos los días a nuestra vista, cuán penoso es para el malo
el tránsito de una vida a otra y la entrada en la vida futura. (Cielo
e Infierno, 2ª parte, cap. I). X. El
cuerpo conserva los vestigios bien marcados de los cuidados que se han
tenido por él o de los accidentes que ha experimentado; lo mismo sucede
con el alma; cuando se despoja del cuerpo, lleva las señales evidentes
que cada uno de los actos de su vida le han dejado. De este modo la
mayor desgracia que puede sucederle al hombre, es el irse al otro mundo
con un alma cargada de crímenes. Ya ves Callicles, que ni tú, ni Polus,
ni Gorgias, podríais probar que debe seguirse otra conducta que nos
sea útil para cuando estemos allá. De tantas opiniones diversas, la
única inquebrantable es la de que "vale más recibir una injusticia
que cometerla", y que ante todo debe uno dedicarse, no a parecer
hombre de bien, sino a serlo. (Conversaciones de Sócrates con sus discípulos
en la prisión). Aquí se encuentra este punto capital, confirmado hoy por la
experiencia, es a saber; que el alma no purifícada, conserva las ideas,
las tendencias, el carácter y las pasiones que tenía en la tierra. La
máxima: "Vale más recibir una injusticia que cometerla", ¿no
es enteramente cristiana? Es el mismo pensamiento que Jesús expresa
con esa figura: "Si alguno os hiere en una mejilla, presentadle
la otra". (Cap. XII, núms. 7 y 8). XI. Una
de dos: o la muerte es una destrucción absoluta, ó es el tránsito del
alma a otro paraje. Si debe
aniquilarse todo, la muerte será como una de esas noches raras que pasamos
sin soñar y sin ninguna conciencia de nosotros mismos. Pero si la muerte
sólo es un cambio de morada, el tránsito a un lugar en que los muertos
deben reunirse, ¡qué diera volver a encontrar a los que hemos conocido!
Mi mayor placer fuera poder examinar de cerca los habitantes de esa
morada y distinguir en ellos, como aquí, a los que son sabios, de aquellos
que creen serlo, y no lo son. Pero ya es hora de separarnos, yo para
morir y vosotros para vivir. (Sócrates a sus Jueces). Según Sócrates los hombres que han vivido en la tierra, se
vuelven a encontrar después de la muerte y se reconocen. El Espiritismo
nos lo ofrece continuando las relaciones que tuvieron de tal modo, que
la muerte no es ni una interrupción, ni una cesación de la vida, sino
una transformación sin solución de continuidad. Si Sócrates y Platón hubiesen conocido las enseñanzas que Cristo
dio 500 años después, y las que dan ahora los espíritus, hubieran dicho
lo mismo. No debe sorprendernos esto si consideramos que las grandes
verdades son eternas, que los espíritus adelantados debieron conocerlas
antes de venir a tierra, a donde los trajeron; que Sócrates, Platón
y los grandes filósofos de su tiempo, pudieron ser más tarde del número
de aquellos que secundaron a Cristo en su divina misión, siendo elegidos
precisamente porque estaban más que los otros en disposición de comprender
sus sublimes enseñanzas, y que, finalmente, pueden hoy formar parte
del número de los espíritus encargados de venir a enseñar a los hombres
las mismas verdades. XII. "Nunca
debe volverse injusticia por injusticia, ni hacer mal a nadie por daño
que nos haya hecho". Pocas personas, sin embargo, admitirán este
principio y las gentes que sobre este punto están divididas, se desprecian
las unas a las otras. ¿Acaso no es este el principio de caridad que nos enseña no
volver mal por mal y perdonar a nuestros enemigos? XIII. "Por
el fruto se conoce el árbol". Es preciso calificar cada acción
según el fruto que resulta de ella; llamarla mala, cuando de ella proviene
el mal, y buena, cuando de ella nace el bien. Esta máxima : "Por el fruto se conoce el árbol",
se halla repetida textualmente en muchos parajes del Evangelio. XIV. La
riqueza es un gran peligro. Todo aquel que ama la riqueza, no se ama
a sí mismo ni a lo que está en él, sino a una cosa que le es más extraña
que lo que está en él. (Capítulo XVI). XV. Las
más hermosas oraciones y los más bellos sacrificios, agradan menos a
la Divinidad que una alma virtuosa que se esfuerza en parecérsele. Sería
muy grave que los dioses aceptasen más bien nuestras ofrendas que nuestras
almas: por este medio, las más culpables podrían hacérselos propicios.
Pero sólo son verdaderamente justos y prudentes aquellos que por sus
palabras y por sus actos cumplen con lo que deben a los dioses y a los
hombres. (Cap. X, números 7 y 8). XVI. Yo
llamo hombre vicioso a este amante vulgar que prefiere el cuerpo al
alma. El amor está en todas partes: en la naturaleza, invitándonos a
ejercer nuestra inteligencia; hasta se encuentra en el movimiento de
los astros. El amor es el que adorna a la naturaleza con sus ricos tapices
y pasa y fija su mirada en donde encuentra flores y perfumes; también
es el que da paz a los hombres, calma al mar, silencio a los vientos
y tregua al dolor. El amor que debe unir a los hombres como un lazo fraternal,
es una consecuencia de esta teoría de Platón sobre el amor universal
como ley de la naturaleza. Habiendo dicho Sócrates que "el amor no es un Dios, ni
un mortal, sino un gran demonio", es decir, un gran espíritu que
preside el amor universal, esta palabra, sobre todo, fue la que se le
imputó como un crimen. XVII. La
virtud no puede enseñarse; viene como un don de Dios a los que la poseen. Con poca diferencia es la doctrina cristiana sobre la gracia;
pero si la virtud es un don de Dios, es un favor y puede preguntarse
por qué no se concede a todos; por otra parte, si es un don, no tiene
mérito para el que la posee. El Espiritismo es más explícito; dice que
el que posee la virtud, la ha adquirido por sus esfuerzos en sus existencias
sucesivas, despojándose poco a poco de sus imperfecciones. La gracia
es la fuerza con que Dios favorece a todo hombre de buena voluntad para
despojarse del mal y hacer el bien. XVIII. Hay una disposición natural en cada uno de nosotros, y es que nos apercibimos
menos de nuestros defectos que de los ajenos. El Evangelio dice: "Veis la paja en el ojo de vuestro
vecino y no veis la viga en el vuestro". (Cap. X, números 9 y 10). XIX. Si
los médicos fracasan en la mayor parte de las enfermedades, "es
porque tratan al cuerpo sin el alma", y no estando el todo en buena
disposición, es imposible que la parte esté buena. El Espiritismo da la clave de las relaciones que hay entre
el alma y el cuerpo, y prueba que existe una reacción continua entre
una y otro; de este modo abre un camino nuevo a la ciencia, enseñándole
la verdadera causa de ciertas afecciones y proporcionándole los modios
de combatirlas. Cuando la ciencia conozca mejor la acción del elemento
espiritual sobre la economía, fracasará con menos frecuencia. XX. Todos
los hombres a contar desde la infancia, hacen mucho más mal que bien.
Estas palabras de Sócrates tocan la grave cuestión del predominio
del mal en la tierra, cuestión irresoluble sin el conocimiento de la
pluralidad de mundos y del destino de la tierra, en la que sólo habita
una fracción muy pequeña de la humanidad. Sólo el Espiritismo da la
solución que se desarrolla más adelante en los capítulos II, III y V.
XXI. La
verdadera sabiduría está en no creer saber lo que no se sabe. Esto se dirige a las gentes que critican aquello de que a menudo
no saben ni una palabra. Platón completa este pensamiento de Sócrates
diciendo: "Procuremos antes, si es posible, hacerles más circunspectos
en palabras; sino, no nos ocupemos de ellos y no busquemos sino la verdad.
Procuremos instruirnos, pero no injuriemos". Así es como deben
obrar los espiritistas con respecto a sus contradictores de buena o
de mala fe. Si Platón viviese hoy, encontraría las cosas poco más o
menos como en su tiempo y podría usar el mismo lenguaje. Sócrates encontraría
también quien se burlase de su creencia en los espíritus y le tratase
de loco, lo mismo que a su discípulo Platón. A causa de haber profesado Sócrates estos principios, cayó
en el ridículo primero, después fue acusado de impío y condenado a beber
la cicuta; tan cierto es que las grandes verdades nuevas, sublevando
contra ellas los intereses y las preocupaciones que destruyen, no puede
establecerse sin lucha y sin hacer mártires.
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EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO
CAPÍTULO PRIMERO
Yo no he venido a destruir la ley
Las tres revelaciones: Moisés; Cristo; el Espiritismo. - Alianza de la ciencia y de la religión. - Instrucciones de los espíritus: La nueva era.
1. No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas:
no he venido a abrogarlos, sino a darles cumplimiento; porque en verdad
os digo, que hasta que pase el cielo y la tierra, no pasará de la ley
ni un punto, ni un tilde, sin que todo sea cumplido. (San Mateo, cap.
V, v. 17 y 18). Moisés 2. La ley mosáica se compone de dos partes distintas: la ley
de Dios, promulgada en el monte Sinaí, y la ley civil o disciplinaria,
establecida por Moisés; la una, es invariable, y la otra, apropiada
a las costumbres y al carácter del pueblo, se modifica con el tiempo. La ley de Dios está formada en los diez mandamientos siguientes: I. Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto,
de la casa de servidumbre. - No tendrás Dioses ajenos delante de mí.
- No harás para ti obra de escultura ni figura, de lo que hay arriba
del cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que
están en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni les darás culto. II. No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano. III. Acuérdate de santificar el día de sábado. IV. Honra a tu padre y a tu madre para que seas de larga vida
en la tierra, que el Señor tu Dios te dará. V. No matarás. VI.
No cometerás adulterio. VII. No hurtarás. VIII. No levantarás contra tu prójimo falso testimonio. IX. No desearás la mujer de tu prójimo. X. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de las que son de él. Esta ley es de todos tiempos y de todos los países y por lo
mismo tiene un carácter divino. Las leyes establecidas por Moisés, obligado
a contener por el miedo a un pueblo naturalmente turbulento e indisciplinado,
en que tenía que combatir abusos arraigados y preocupaciones adquiridas
en la servidumbre de Egipto, son muy diferentes. Para revestir de autoridad
sus leyes, debió atribuirles su origen divino, como lo hicieron todos
los legisladores de los pueblos primitivos; la autoridad del hombre
debía apoyarse en la autoridad de Dios, pues sólo la idea de un Dios
terrible podía impresionar a hombres ignorantes, en quienes el sentido moral y el sentimiento
de una exquisita justicia estaban aun poco desarrollados. Es evidente
que el que había establecido en sus mandamientos: No matarás, no harás
mal a tu prójimo, etc., no podía contradecirse elevando a deber el exterminio.
Las leyes mosáicas propiamente dichas, tenían, pues, un carácter esencialmente
transitorio.
Cristo
3. Jesús no vino a destruir la ley; es decir, la ley de Dios;
vino a darle cumplimiento, esto es, a desarrollarla, a darla su verdadero
sentido, y a apropiarla al grado de adelantamiento de los hombres; por
esto se encuentra en esa ley el principio de los deberes para con Dios
y el prójimo, que son la base de la doctrina. En cuanto a las leyes
de Moisés propiamente dichas, por el contrario, las modificó profundamente,
ya en el fondo, ya en la forma; combatió constantemente los abusos de
las prácticas exteriores y las falsas interpretaciones y no pudo hacerlas
sufrir una reforma más radical que reduciéndolas a estas palabras: "Amar
a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo", añadiendo:
"Esta es toda la ley y los Profetas". Con esas palabras: "El cielo y la tierra no pasarán sin
que todo sea cumplido hasta un tilde", Jesús quiso decir, que era
menester que la ley de Dios recibiese su cumplimiento: es decir, que
fuese practicada por la tierra en toda su pureza, con todo su desarrollo
y todas sus consecuencias; pues ¿de qué serviría haber establecido esta
ley, si quedase subsistente el privilegio de algunos hombres o de un
solo pueblo? Siendo todos los hombres hijos de Dios, son, sin distinción,
objeto de una misma solicitud. 4. Pero la misión de Jesús no fue simplemente la de un legislador
moralista sin más autoridad que su palabra; vino a cumplir las profecías
que anunciaron su venida; recibía su autoridad de la naturaleza excepcional
de su espíritu y de su visión divina, vino a enseñar a los hombres que
la verdadera vida no está en la tierra, sino en el reino de los cielos;
a enseñarles el camino que conduce a ella, los medios para reconciliarse
con Dios, y hacer presentir la marcha de las cosas futuras, para el
cumplimiento de los destinos humanos. Sin embargo, no lo dijo todo,
y sobre muchos puntos se limitó a dejar el germen de verdades que El
mismo declara que no podían ser comprendidas; habló de todo, pero en
términos más o menos explícitos, porque para entender el sentido oculto
de aquellas palabras, era preciso que ideas nuevas y conocimientos nuevos
vinieran a dar la clave, y estas ideas no podían venir antes de cierto
grado de madurez del espíritu humano. La ciencia debía contribuir poderosamente
al nacimiento y al desarrollo de estas ideas; luego era preciso dar
a la ciencia el tiempo para progresar.
El Espiritismo.
5. El Espiritismo es la nueva ciencia que viene a revelar a
los hombres, con pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza
del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corporal; nos lo
presenta, no como una cosa sobrenatural, sino, al contrario, como una
de las fuerzas vivas y que incesantemente obran en la naturaleza, como
el origen de una multitud de fenómenos incomprensibles hasta ahora y
relegados, por esta razón, al dominio de lo fantástico y de lo maravilloso.
A estas relaciones es a las que Cristo hace alusión en diferentes circunstancias;
y por esto muchas de las cosas que dijo han sido ininteligibles o falsamente
interpretadas. El Espiritismo es la clave con que todo se explica fácilmente. 6. La ley del Antiguo Testamento está personificada en Moisés,
y la del Nuevo en Cristo; el Espiritismo es la tercera revelación de
la ley de Dios, pero no está personificado en ningún individuo, porque
es producto de la enseñanza dada, no por un hombre, sino por los espíritus,
que son las "voces del cielo" en todas las partes de la tierra
y por multitud de innumerables intermediarios; es, en cierto modo, un
ser colectivo que comprende el conjunto de los seres del mundo espiritual,
viniendo cada uno a traer a los hombres el tributo de sus luces para hacerles
conocer aquel mundo y la suerte que en él les espera. 7. Así como Cristo dijo: "No vengo a destruir la ley,
sino a cumplirla", el Espiritismo dice también: "No vengo
a destruir la ley cristiana, sino a cumplirla". No enseña nada
contrario a lo que enseñó Cristo, pero desarrolla, completa y explica,
en términos claros para todo el mundo, lo que se dijo bajo la forma
alegórica; viene a cumplir en los tiempos predichos lo que Cristo anunció,
y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Es, pues, obra de
Cristo, que el mismo preside, así como a la regeneración que se opera
y prepara el reino de Dios en la tierra como igualmente lo anunció.
Alianza de la ciencia
y la religión
8. La ciencia y la religión son las dos palancas de la inteligencia
humana; la una revela las leyes del mundo material, la otra las leyes
del mundo moral; pero teniendo "las unas y las otras el mismo principio,
que es Dios", no puede contradecirse; si una es la negación de
la otra, la una tiene necesariamente razón y la otra no, porque Dios
no puede querer destruir su propia obra. La incompatibilidad que se
ha creído ver entre estos dos órdenes de ideas, se debe a una falta
de observación y al sobrado exclusivismo de una y otra parte; de esto
se ha seguido un conflicto, del que han nacido la incredulidad y la
intolerancia. Han llegado los tiempos en que las enseñanzas de Cristo deben
recibir su complemento, en que el velo echado a propósito sobre algunas
partes de esas enseñanzas, debe levantarse; en que la ciencia, cesando
de ser exclusivamente materialista, debe tomar en cuenta el elemento
espiritual, y en que la religión, cesando de desconocer las leyes orgánicas
e inmutables de la materia, apoyándose la una en la otra y marchando estas dos fuerzas de concierto, se presenta
mutuo apoyo. Entonces la religión, no siendo ya desmentida por la ciencia,
adquirirá un poder indestructible, porque estará conforme con la razón
y porque no podrá oponérsele la irresistible lógica de los hechos. La ciencia y la religión no han podido entenderse hasta hoy,
porque mirando cada uno las cosas desde su punto de vista exclusivo,
se rechazaban mutuamente. Faltaba algo para llenar el vacío que las separaba, un lazo
que las aproximase; este lazo consiste en el conocimiento de las leyes
que rigen y entrelazan el mundo espiritual con el mundo corporal; leyes
tan inmutables como las que regulan el movimiento de los astros y la
existencia de los seres. Una vez patentizadas estas relaciones por la
experiencia, hase hecho una nueva luz, la fe se ha dirigido a la razón,
la razón no ha encontrado nada ilógico en la fe, y el materialismo ha
sido vencido. Pero en esto, como en todo, hay personas que se quedan
rezagadas, hasta que son arrastradas por el movimiento general que les
aplasta, si quieren resistir, en vez de entregarse a él. Es una verdadera
resolución moral la que se opera en este momento y trabaja los espíritus;
después de haberse elaborado durante más de dieciocho siglos, toca a
su cumplimiento y va a marcar una nueva era de la humanidad. Las consecuencias
de esta revolución son fáciles de prever; debe introducir en las relaciones
sociales inevitables modificaciones, y no está en el poder de nadie
el oponerse a ellas, porque entran en los designios del Todopoderoso
y son consecuencia de la ley del progreso, que es una ley de Dios.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
La nueva era
9. Dios es único, y Moisés el espíritu que Dios envió en misión
para darle a conocer, no sólo a los hebreos sino a los pueblos paganos.
El pueblo hebreo, fue el instrumento del que Dios se valió para hacer
su revelación por medio de Moisés y los profetas, pues las vicisitudes
de este pueblo eran a propósito para impresionar y rasgar el velo que
ocultaba a los hombres la divinidad. Los mandamientos de Dios dados por Moisés envuelven el germen
de la más alta moral cristiana; los comentarios de la Biblia restringían
el sentido, porque puesta en obra en toda su pureza, no se hubiera comprendido;
pero los diez mandamientos de Dios no dejaron por esto de ser el frontispicio
brillante, como el faro que debía iluminar a la humanidad en el camino
que tenía que recorrer. La moral enseñada por Moisés era apropiada al estado de adelanto
en que se encontraban los pueblos que debía regenerar, y estos pueblos,
medio salvajes en cuanto al perfeccionamiento de su alma, no hubieran
comprendido que se pudiese adorar a Dios de otra manera que por medio
de holocaustos, ni que hubiese de perdonarse al enemigo. Su inteligencia, notable respecto de las cosas materiales y
aun respecto de las artes y de las ciencias, estaba muy atrasada en
moralidad, y no se hubiera sujetado al imperio de una religión enteramente
espiritual; les era necesario una representación semi-material tal como
la ofrecía entonces la religión hebrea. Así es que los holocaustos hablaban
a sus sentidos, mientras que la idea de Dios hablaba a su espíritu.
Cristo fue el iniciador de la más pura moral, la más sublime, de la
moral evangélica cristiana que debe renovar el mundo, reunir a los hombres
y hacerlos hermanos; que debe hacer brotar de todos los corazones humanos
la caridad y el amor al prójimo, y crear entre todos los hombres una
solidaridad común; en fin de una moral que debe transformar la tierra
y hacer de ella una morada para espíritus superiores a los que hoy la
habitan. Es la ley del progreso, a la que está sometida la naturaleza,
que se cumple, y el Espiritismo es la palanca de que Dios se sirve para
hacer avanzar a la humanidad. Han
llegado los tiempos en que las ideas morales deben desarrollarse para
realizar los progresos que entran en los designios de Dios, siguiendo
el mismo camino que han recorrido las ideas de libertad y que fueron
sus precursores. Pero no creáis que este desarrollo se realice sin luchas,
no; esas ideas necesitan, para llegar a la madurez, sacudimientos y
discusiones, con el fin de que llamen la atención de las masas; una
vez fijada la atención, la hermosura y la santidad de la moral impresionarán
a una ciencia que les da la clave de la vida futura y les abre las puertas
de la eterna felicidad. Moisés fue el que abrió el camino; Jesús el
que continuó la obra; el Espiritismo la concluirá. (Un espíritu israelita.
Mulhouse, 1861). 10. Un día Dios, en su caridad inagotable, permitió al hombre
viera que la verdad atravesaba las tinieblas; este día fue el advenimiento
de Cristo. Después de la luz viva, volvieron las tinieblas; el mundo,
después de las alternativas de verdad y de oscuridad, se perdía de nuevo.
En ese momento es cuando los espíritus, semejantes a los profetas del
Antiguo Testamento, os hablan y advierten; ¡el mundo está conmovido
en sus cimientos: el trueno rugirá, estad firmes! El Espiritismo es de orden divino, puesto que descansa en las
mismas leyes de la naturaleza; y creed que todo lo que es de orden divino,
tiene un objeto grande y útil. Vuestro mundo se perdía; la ciencia, desarrollada a expensas
de lo que es de orden moral, conduciéndoos al fin material, redundaba
en provecho del espíritu de las tinieblas. Vosotros lo sabéis, cristianos; el corazón y el amor deben
marchar unidos a la ciencia. El reino de Cristo ¡ah! después de dieciocho
siglos, y a pesar de la sangre de tantos mártires, aun no ha llegado.
Cristianos, volved al maestro que quiere salvaros. Todo le es fácil
al que cree y ama; el amor le llena de un goce inefable. Sí, hijos míos;
el mundo está conmovido, los espíritus buenos os lo dicen a menudo,
dobláos bajo el soplo precursor de la tempestad, a fin de que no seáis
derribados; es decir, preparáos, y no os parezcáis a las vírgenes locas
que estaban desprevenidas a la llegada del esposo. La
revolución que se prepara es más bien moral que material; los grandes
espíritus, mensajeros divinos, inspiran la fe para que todos vosotros,
operarios, esclarecidos y ardientes, hagáis oír vuestra humilde voz;
porque vosotros sois el grano de arena, y sin granos de arena no habría
montañas. Así, pues, que esta expresión "somos pequeños",
no tenga sentido para vosotros. A cada uno su misión, a cada uno su
trabajo. ¿No construye la hormiga el edificio de su república y los
animalitos imperceptibles no levantan acaso continentes? La nueva cruzada
ha empezado; apóstoles de una paz universal y no de la guerra, san Bernardos
modernos, mirad y marchad adelante: la ley de los mundos es la ley del
progreso. (Fenelón. Poitiers, 1861). 11. San Agustín es uno de los más grandes propagadores del
Espiritismo; se manifiesta casi en todas partes, y la razón de ello
está en la vida de este gran filósofo cristiano. Pertenece a aquella
vigorosa falange de Padres de la Iglesia a los cuales la cristiandad
debe sus más sólidos apoyos. Como muchos, fué arrebatado al paganismo,
mejor dicho, a la más profunda impiedad, por el resplandor de la verdad.
Cuando en medio de sus desvíos sintió en su alma esta vibración extraña
que le hizo volver en sí mismo y comprender que la felicidad estaba
en otra parte y no en los placeres embriagadores y fugitivos; cuando,
en fin, marchando por el camino de Damasco, oyó también la voz santa
que le gritaba; Saul, Saul, ¿por qué me persigues?, exclamó: ¡Dios mío!
¡Dios mío! perdóname, creo, ¡soy cristiano!; y desde entonces fue uno
de los más firmes defensores del Evangelio. Se pueden leer en las notables
confesiones que nos dejó este espíritu eminente, las palabras características
y proféticas al mismo tiempo, que pronunció después de haber perdido
a santa Mónica: "Estoy convencido de que mi madre volverá a visitarme
y a darme consejos, revelándome lo que nos espera en la vida futura".
¡Qué enseñanza en estas palabras, y que resplandeciente previsión de
la futura doctrina! Por esto hoy día, viendo llegada la hora para divulgar
la verdad que en otro tiempo presintió, se ha hecho su ardiente propagador
y se multiplica, por decirlo así, para acudir a todos los que le llaman.
(Erasto, discípulo de San Pablo. París, 1863). Nota. - ¿Acaso San Agustín viene a echar abajo aquello que
edificó? Seguramente que no; pero como tantos otros, ve con los ojos
del espíritu lo que no veía como hombre; su alma desprendida entrevé
nuevas claridades y comprende lo que no comprendía antes; nuevas ideas
le han revelado el verdadero sentido de ciertas palabras; en la tierra
juzgaba las cosas según los conocimientos que poseía, pero luego que
se hizo para él una nueva luz, pudo juzgarlos más sanamente; así es
que ha reformado su creencia respecto a los espíritus íncubos y síncubos
y sobre el anatema que lanzó contra la teoría de los antípodas. Ahora
que el cristianismo se le presenta en toda su pureza, puede pensar sobre
ciertos puntos de otro modo que cuando vivía, sin dejar de ser el apóstol
cristiano y sin renegar de su fe, puede hacerse propagador del Espiritismo,
porque ve en él el cumplimiento de las cosas predichas; proclamándolo
hoy, no hace otra cosa que conducirnos a una interpretación más sana
y más lógica que los textos. Lo mismo sucede con otros espíritus que
se encuentran en una posición análoga. |
CAPÍTULO II
Mi reino no es de este mundo
La vida futura. - El reinado de Jesús. - El punto de vista. - Instrucciones de los espíritus: Un reinado terrestre.
1.
Volvió, pues, a entrar Pilatos en el pretorio y llamó a Jesús y le dijo:
¿Eres tú el rey de los judíos? - Respondió Jesús: "Mi reino no
es de este mundo". Si de este mundo fuese mi reino, mis ministros
sin duda pelearían, para que no fuera yo entregado a los judíos; mas
ahora mi reino no es de aquí. - Entonces Pilato le dijo: ¿Luego Rey
eres tú? - Respondió Jesús: Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací,
y para esto vine al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel
que es de la verdad, escucha mi voz. (San Juan, cap. XVIII, versículos
33, 36 y 37).
La vida futura
2. Con estas palabras Jesús designa claramente la vida futura,
que presenta en todas las circunstancias como el término a donde iba
a parar la humanidad, el cual debe ser objeto de las principales ocupaciones
del hombre en la tierra; todas sus máximas se refieren a este gran principio.
En efecto, sin la vida futura, la mayor parte de sus preceptos de moral
no tendrían ninguna razón de ser; por esto aquellos que no creen en
la vida futura y se figuran que sólo habla de la vida presente, no los
comprenden o los encuentran pueriles. Este dogma puede ser considerado como el eje de la enseñanza
de Cristo; por esto está colocado entre los primeros, al principio de
esta obra porque debe ser el punto de mira de todos los hombres, El
solo puede justificar las anomalías de la vida terrestre y concordar
con la justicia de Dios. 3. Los judíos tenían ideas muy inciertas de la vida futura;
creían en los ángeles, a quienes miraban como seres privilegiados de
la creación, pero no sabían que los hombres pudieran ser un día ángeles
y participar de su felicidad. Según ellos, la observancia de las leyes
de Dios era recompensada con los bienes de la tierra, con la supremacía
de su nación y las victorias alcanzadas sobre sus enemigos; las calamidades
públicas y las derrotas, eran el castigo de su desobediencia. Moisés
no podía decir otra cosa a un pueblo pastor e ignorante que debía conmoverse,
ante todo, por las cosas de este mundo. Más tarde vino Jesús a revelarles
que hay otro mundo en el que la justicia de Dios sigue su curso; este
es el mundo que promete a los que observan los mandamientos de Dios,
y en donde los buenos encontrarán su recompensa; este es su reino; allí
es donde está en toda su gloria, y a donde regresará al dejar la tierra.
Sin embargo, Jesús, acomodando su enseñanza al estado de los
hombres de su época, no creyó deber darles una luz completa que les
hubiera deslumbrado sin iluminarles, porque no la hubieran comprendido;
de cierto modo se limitó a anunciar en principio la vida futura como
una ley de la naturaleza, la cual nadie puede evitar. Todo cristiano
cree, pues, en la vida futura forzosamente; pero la idea que muchos
se forman de ella es vaga, incompleta, y por lo mismo, falsa en muchos
puntos; para un gran número, ésta sólo es una creencia sin certidumbre
absoluta: de aquí se siguen las dudas, la incredulidad. El espiritismo ha venido a completar en este punto, como en
muchos otros, la enseñanza de Cristo, cuando los hombres han estado
en disposición de comprender la verdad. Con el Espiritismo la vida futura
ya no es un simple artículo de fe, una hipótesis; es una realidad material
demostrada por los hechos, porque son testigos oculares los que vienen
a describirla en todas sus fases y con todas sus peripecias, de tal
modo que no sólo no es posible la duda, sino que la inteligencia más
vulgar puede representársela bajo su verdadero aspecto, como nos representamos
al país del que se lee una descripción detallada; así, pues, esta descripción
de la vida futura es de tal modo circunstanciada, y las condiciones
de existencia feliz o desgraciada de los que se encuentran en ella son
tan racionales, que es forzoso decir que no puede ser de otro modo,
y que esta es la verdadera justicia de Dios.
El reinado de Jesús
4. El reinado de Jesús no es de este mundo esto es lo que comprenden
todos; pero ¿no tiene también su reinado en la tierra? El título de
Rey no implica siempre el ejercicio del poder temporal; se da de común
consentimiento a aquel a quien su genio le coloca en el primer rango
en un orden de ideas cualquiera que domina su siglo e influye en el
progreso de la humanidad. En este sentido se dice: El rey o príncipe
de los filósofos, de los artistas, de los poetas, de los escritores,
etc. Este reino, nacido del mérito personal, consagrado por la posteridad,
¿no tiene muchas veces una preponderancia mucho mayor que el que supone
la corona? El uno es imperecedero, mientras que el otro es juguete de
las vicisitudes; el primero siempre es bendecido por las regeneraciones
futuras, mientras que el otro es algunas veces maldecido. El reinado
terrestre acaba con la vida, el reinado moral gobierna aún, y sobre
todo después de la muerte. Bajo este concepto, ¿no es Jesús mucho más
poderoso que los potentados? Con razón decía, pues, a Pilato: Soy Rey,
pero mi reino no es de este mundo.
El punto de vista
5. La idea clara y precisa que nos formamos de la vida futura,
da una fe indestructible para el porvenir; y esta fe tiene inmensas
consecuencias sobre la moralización de los hombres, porque cambia completamente
"el punto de vista desde el cual se contempla la vida terrestre".
Para el que se coloca, con el pensamiento, en la vida espiritual, que
es indefinida, la vida corporal sólo es un pasaje, una estancia corta
en un país ingrato. Las vicisitudes y las tribulaciones de la vida sólo
son incidentes que sufre con paciencia, porque sabe que son de poca
duración y deben ser seguidas de un estado más feliz; la muerte nada
tiene de horrible; ya no es la puerta de la nada, sino la de la libertad
que abre al desterrado la entrada de una morada de felicidad y de paz.
Sabiendo que mora en un paraje temporal y no definitivo, toma los pesares
de la vida con más indiferencia, y de esto le resulta una calma de espíritu
que dulcifica su amargura. Con la simple duda sobre la vida futura, el hombre dirige todos
sus pensamientos a la vida terrestre; incierto del porvenir, todo lo
dedica al presente; no entreviendo otros bienes más preciosos que los
de la tierra, es como el niño que nada ve más allá de sus juguetes,
y para procurárselos, lo hace todo; la pérdida del menor de sus bienes
es una tristeza penetrante; un desengaño, una esperanza perdida, una
ambición no satisfecha, una injusticia, cuya víctima es el orgullo o
la vanidad herida, son otros tantos tormentos que hacen de su vida una
agonía perpetua "dándose de este modo voluntariamente un verdadero
y continuado tormento". Tomando su punto de vista de la vida terrestre,
en cuyo centro está colocado, todo a su alrededor toma vastas proporciones;
el mal que le alcanza, así como el bien que incumbe a los otros, todo
adquiere a sus ojos una grande importancia. De la misma manera que aquel
que está en el interior de una ciudad todo le parece grande, tanto los
hombres que están elevados, como los monumentos, pero que transportándose
a una montaña, todo lo encuentra pequeño, los hombres y las casas; así
sucede con el que mira la vida terrestre bajo el punto de vista de la
vida futura; la humanidad, así como las estrellas del firmamento, se
pierden en la inmensidad; entonces se apercibe que grandes y pequeños
están confundidos como las hormigas sobre un terrón de tierra; que proletarios
y potentados son de una misma talla, y compadece esos efímeros que se
toman tantas molestias para conquistar una plaza que les eleva tan poco
y que tan poco tiempo conservarán. Por esto la importancia que se da
a los bienes terrestres está siempre en razón inversa de la fe en la
vida futura. 6. Se dirá que si todo el mundo pensase del mismo modo, nadie
se ocuparía de las cosas de la tierra y todo se paralizaría. No; el
hombre busca instintivamente su bienestar, y aun con la certeza de permanecer
poco tiempo en el puesto, quiere estar lo mejor posible; no hay nadie
que encontrando una zarza a su paso no la quite para no pincharse. Así,
pues, los deseos de buscar el bienestar, fuerzan al hombre a mejorar
todas las cosas, impulsado por el instinto del progreso y de conservación
que está en las leyes de la naturaleza. Trabaja, pues, por necesidad,
por gusto y por deber, y en esto cumple las miras de la Providencia,
que con este fin le ha colocado en la tierra. El que considere sólo
el porvenir, no da al presente sino una importancia relativa, y se consuela
con gusto de las contrariedades del presente pensando en el destino
que le espera. Dios no condena los goces terrestres, sino el abuso de
estos goces en perjuicio de las cosas del alma; contra este abuso se
precaven los que se aplican estas palabras de Jesús: "Mi reino
no es de este mundo". El que se identifica con la vida futura, se parece a un hombre
rico que pierde una pequeña cantidad sin ninguna emoción; el que concentre
sus pensamientos en la vida terrestre, es como un hombre pobre que pierde
todo lo que posee y se desespera. 7. El Espiritismo ensancha el pensamiento y abre nuevos horizontes;
en vez de esa vista estrecha y mezquina que le concentra en la vida
presente, que hace del instante que se pasa en la tierra el único y
frágil eje del porvenir eterno, enseña que esta vida sólo es un anillo
en el conjunto armonioso y grandioso de la obra del Creador; enseña
la solidaridad que reúne todas las existencias de un mismo ser, todos
los seres de un mismo mundo y los seres de todos los mundos; da también
una base y una razón de ser a la fraternidad universal, mientras que
la doctrina de la creación del alma en el momento del nacimiento de
cada cuerpo, hace que todos los seres sean extraños unos a otros. Esta
solidaridad de las partes de un mismo todo, explica lo que es inexplicable,
si se considera un solo punto. Este es el conjunto que en tiempo de
Cristo no hubieran podido comprender los hombres, y por esto reservó
su conocimiento para otros tiempos.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Un reino terrestre
8. ¿Quién mejor que yo puede comprender la verdad de estas
palabras de Nuestro Señor? Mi reino no es de este mundo. El orgullo
me perdió en la tierra. ¿Quién comprendería la nada de los reinos de
ese mundo si yo no lo comprendiese? ¿Qué me he traído de mi reinado
terrestre? Nada, absolutamente nada; y para que la lección fuese más
terrible, ni siquiera lo conservé hasta la tumba. Reina fuí entre los
hombres, reina creí entrar en el reino de los cielos; ¡engañosa ilusión!
¡Qué humillación cuando en vez de ser recibida allí como soberana, vi
sobre mí, y mucho más altos, hombres a quienes creía muy pequeños y
que yo despreciaba porque no eran de sangre noble! ¡Oh! ¡Entonces comprendí
la esterilidad de los honores y de las grandezas que con tanta avidez
se buscan en la tierra! Para prepararse un lugar en este reino, es necesario
la abnegación, la humildad, la caridad en toda su celeste práctica,
y la benevolencia para todos; nadie os pregunta lo qué habéis sido,
qué rango habéis ocupado, sino el bien que habéis hecho, las lágrimas
que habéis enjugado. ¡Ah! Jesús, tú lo has dicho, tu reino no es de
la tierra porque es preciso sufrir para llegar al cielo, y las gradas
del trono no aproximan a él: los senderos más penosos de la vida son
los que conducen allí; buscad, pues, el camino a través de los abrojos
y de las espinas y no entre flores. Los hombres corren tras los bienes
terrestres como si debieran conservarlos siempre; pero aquí ya no hay
ilusión, ven muy pronto que solo se asieron a una sombra y despreciaron
los únicos bienes sólidos y duraderos, los únicos que les sirven en
la celeste morada, los solos que pueden franquearles la entrada. Tened
piedad de aquellos que no ganaron el reino de los cielos; ayudadles
con vuestras oraciones, porque la oración aproxima al hombre al Todopoderoso;
es el eslabón que une el cielo a la tierra; no lo olvidéis. (Una reina
de Francia. Havre, 1863.). |
CAPÍTULO IV
Nadie puede ver el reino de Dios sino aquel que renaciere
de nuevo
Resurrección y reencarnación. - Lazos de familia fortificados por la reencarnación y rotos por la unidad de existencia. - Instrucciones de los espíritus: Límites de la encarnación. - ¿La encarnación es un castigo?
Resurrección y reencarnación
1. Y vino Jesús a las partes de Cesárea de Philippo, y preguntaba
a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el hijo
del Hombre? – Y ellos respondieron: los unos que Juan el Bautista, los
otros que Elías, los otros que Jeremías, o uno de los profetas. - Y
Jesús les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? - Respondió Simón
Pedro, y dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. – Y respondiendo
Jesús le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos. (San Mateo, capítulo XVI, v. de 13 a 17; San Marcos, cap. VIII,
v. de 27 a 30). 2. Y llegó a noticia de Herodes el Tetrarca todo lo que hacia
Jesús, y quedó como suspenso, porque decían algunos: Que Juan ha resucitado
de entre los muertos; y otros: Que Elías había aparecido; y otros: Que
un profeta de los antiguos había resucitado. - Y dijo Herodes: Yo degollé
a Juan. ¿Quién, pues, es este de quien oigo tales cosas?, y procuraba
verlo. (San Marcos, capítulo VI, v. 14 y 15; San Lucas, cap. IX, v.
7, 8 y 9). 3. (Después de la transfiguración). Y sus discípulos le preguntaron,
y le dijeron: ¿Pues por qué dicen los escribas que Elías debe venir
primero? Y él les respondió y dijo: Elías, en verdad, ha de venir y
restablecerá todas las cosas. - Pero os digo que ya vino Elías, y no
le conocieron, antes hicieron con él cuanto quisieron. Así también ellos
harán padecer al hijo del hombre. - Entonces entendieron los discípulos,
que de Juan el Bautista les había hablado. (San Mateo, capítulo XVII,
v. 10 a 13; San Marcos, cap. IX, v. 10, 11 y 12). 4. La reencarnación formaba parte de los dogmas judaicos, bajo
el nombre de resurrección; sólo los saduceos, que pensaban que todo
concluía con la muerte, no creían en ella. Las ideas de los judíos en
este punto, como en muchos otros, no estaban claramente definidas, porque
sólo tenían nociones vagas e incompletas sobre el alma y sus lazos con
el cuerpo. Creían que un hombre que había vivido podía volver a vivir,
sin explicarse con precisión la manera cómo esto podía suceder; designaban
con la palabra resurrección, lo que el Espiritismo llama más juiciosamente
reencarnación. En efecto, la resurrección supone la vuelta a la vida
al cuerpo que está muerto, lo que la ciencia demuestra ser materialmente
imposible, sobre todo cuando los elementos de su cuerpo están dispersos
y absortos después de mucho tiempo; la reencarnación es la vuelta del
alma o del espíritu a la vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente
formado para él y que nada tiene de común con el antiguo. La palabra
resurrección podía de este modo, aplicarse a Lázaro, pero no a Elías
ni a los otros profetas. Si, pues, según su creencia, Juan Bautista
era Elias, el cuerpo de Juan no podía ser el de Elías, puesto que se
había visto a Juan niño y se conocía a su padre y a su madre. Juan podía,
pues, ser Elías reencarnado, pero no resucitado. 5. Y había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, príncipe
de los judíos. - Este vio a Jesús de noche, y le dijo: Rabbi, sabemos
que eres maestro venido de Dios porque ninguno puede hacer estos milagros,
que tú haces, si Dios no estuviera con él. Jesús le respondió, y le dijo: En verdad, en verdad te digo,
"que no puede ver el reino de Dios si no aquel que renaciere de
nuevo". Nicodemo le dijo: ¿Cómo un hombre puede nacer siendo viejo?
¿por ventura puede volver al vientre de su madre y nacer otra vez? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo, que no puede
entrar en el reino de Dios, si no aquel que fuere renacido de agua y
de Espíritu Santo. Lo que es nacido de carne, carne es: y lo que es nacido de
espíritu, espíritu es. - No te maravilles, porque te dije: os es necesario
nacer otra vez. - El espíritu donde quiere, sopla; y oyes su voz: mas
no sabes de donde viene, ni adonde va; así es todo aquel que es nacido
de espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? – Respondió
Jesús y le dijo: ¿Tú eres maestro de Israel y esto ignoras? - En verdad,
en verdad te digo: que lo que sabemos, eso hablamos, y lo que hemos
visto, atestiguamos, y no recibís nuestro testimonio. - Si os he dicho
cosas terrenas, y no las creéis, ¿cómo creeréis, si os dijese las celestiales?
(San Juan, capítulo III, v. de 1 a 12). 6. La idea de que Juan Bautista era Elías y que los profetas
podían volver a vivir en la tierra, se encuentra en muchos pasajes de
los Evangelios, particularmente en los relatos anteriores (números 1,
2 y 3). Si esa creencia hubiese sido un error, Jesús la hubiera combatido
como combatió tantas otras, lejos de esto la sancionó con toda su autoridad
y la pone en principio y como una condición necesaria, cuando dice:
"Que no puede ver el reino de Dios sino aquel que renaciere de
nuevo"; y añade insistiendo en lo mismo: "No te maravilles
porque te dije: os es necesario nacer otra vez". 7. Estas palabras: "si no aquél que fuere renacido de
agua y de Espíritu Santo", han sido interpretadas en el sentido
de la regeneración por el agua del bautismo; pero el texto primitivo
dice simplemente "de agua y del espíritu"; mientras que en
ciertas traducciones se ha substituido Espíritu por Espíritu Santo,
lo que no está conforme con el mismo pensamiento. Este punto principal
sobresale en los primeros comentarios hechos sobre el Evangelio, lo
que un día se hará constar sin equívoco posible
[3]
. 8. Para comprender el verdadero sentido de esas palabras, es
menester referirse a la significación de la palabra agua, que no se
emplea en su acepción propia. Los conocimientos que los antiguos tenían
sobre las ciencias físicas eran muy imperfectos; creían que la tierra
había salido de las aguas, y por esto consideraban el agua como elemento
generador absoluto; así es que en el Génesis se dice: "El espíritu
de Dios era llevado sobre las aguas; flotaba sobre las aguas; - Que
el firmamento fue hecho en medio de las aguas; - Que las aguas que están
bajo del cielo se junten en un solo punto y que el elemento árido aparezca;
-Que las aguas produzcan los animales vivientes que nadan en el agua,
y los pájaros que vuelan sobre la tierra y bajo el firmamento".
Según esta creencia, el agua venía a ser el símbolo de la naturaleza
material, como el espíritu era el de la naturaleza inteligente. Las
palabras: "Si el hombre no renace del agua y del espíritu, o en
agua y en espíritu", significan, pues "Si el hombre no vuelve
a nacer con su cuerpo y su alma". En este sentido fueron comprendidas
al principio. Esta interpretación está, además, justificada con estas palabras:
"Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido de espíritu,
espíritu es". Jesús hace aquí una distinción positiva entre el
espíritu y el cuerpo. "Lo que es nacido de carne, carne es",
indica claramente que el cuerpo sólo procede del cuerpo, y que el espíritu
es independiente del cuerpo. 9. "El espíritu donde quiere, sopla y oyes su voz: mas
no sabes de dónde viene, ni a dónde va", puede entenderse del "espíritu
de Dios" que da vida a quien quiere o "del alma del hombre";
en esta última acepción: "No sabes de dónde viene, ni a dónde va",
significa que no se conoce lo que ha sido, ni lo que será el espíritu.
Si el espíritu o alma fuese creada al mismo tiempo que el cuerpo, se
sabría de donde viene, puesto que se conocería su principio. En todo
caso este pasaje es la consagración del principio de la preexistencia
del alma, y por consiguiente de la pluralidad de existencias. 10. Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino
de los cielos padece fuerza y los que se la hacen lo arrebatan. - Porque
todos los profetas y la Ley hasta Juan profetizaron. - Y si queréis
recibir, "él es aquel Elías que ha de venir". - El que tiene
orejas para oír, oiga. (San Mateo, cap. XI, v. de 12 a 15). 11. Pero si el principio de la reencarnación expresado en San
Juan, podía en rigor ser interpretado en un sentido puramente místico,
no sucedería lo mismo en el pasaje de San Mateo referido, que está sin
equívoco posible: "El es aquel Elías que ha de venir"; aquí
no hay figura ni alegoría; es una afirmación positiva. - "Y desde
los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece
fuerza". ¿Qué significan estas palabras, puesto que Juan Bautista
vivía aún en aquel momento? Jesús las explica claramente diciendo: "Si
queréis recibir, él es aquel Elías que ha de venir". No siendo
Juan otro que Elías, Jesús hacia alusión al tiempo en que Juan vivía
bajo el nombre de Elías. "Hasta ahora el reino de los cielos padece
fuerza", es otra alusión a la violencia de la ley mosaica que ordenaba
el exterminio de los infieles para ganar la Tierra de Promisión, paraíso
de los hebreos, mientras que según la nueva ley, el cielo se gana con
la caridad y el amor. Después añade: "El que tenga orejas para oír, oiga".
Estas palabras, tan a menudo repetidas por Jesús, prueban claramente
que no todos estaban en estado de comprender ciertas verdades. 12. "Vivirán de nuevo tus muertos", mis muertos resucitarán;
despertáos, y dad alabanza los que moráis en el polvo; porque tu rocío
es rocío de luz. Y la tierra de los gigantes la reducirás a ruina. (Isaías,
cap. XXVI, v. 19). 13. Este pasaje de Isaías, también es explícito: "Vivirán
de nuevo tus muertos". Si el profeta hubiese querido hablar de la vida espiritual,
si hubiese querido decir que aquellos que se había hecho morir no estaban
muertos en espíritu, hubiera dicho "aun viven" y no "vivirán
de nuevo". En el sentido espiritual, esas palabras no tendrían
sentido; puesto que implicarían una interrupción en la vida del alma.
En el sentido de "regeneración moral", son la negación de
las penas eternas, puesto que establecen en principio el que "todos
aquellos que están muertos, volverán a vivir". 14. Mas el hombre después que haya muerto, y despojado que
sea y consumido, ¿dime dónde está? - ¿Crees, por ventura, que muerto
un hombre tornará a vivir? Todos los días de mi presente milicia, estoy
esperando hasta que llegue mi mudanza. (Job, Cap.
XIV, v. 10, 14. Scio). Mas cuando un hombre ha muerto una vez, que su cuerpo separado
de su espíritu está consumido, ¿qué es de él? - El hombre estando muerto
una vez, ¿podría acaso vivir de nuevo? En esta guerra en que me encuentro
todos los días de mi vida, espero que mi cambio llegará (Id. traducción
de Sacy). Cuando el hombre muere pierde toda su fuerza, expira ¿después,
en dónde está? - Si el hombre muere ¿volverá a vivir? Esperaré todos
los días de mi combate hasta que llegue algún cambio. (Id. traducción
protestante de Osterwald). Cuando el hombre es muerto, vive siempre; concluyendo los días
de mi existencia terrestre esperaré porque volveré a ella de nuevo.
(Id versión de la iglesia griega). 15. El principio de la pluralidad de existencias, está claramente
expresado en estas cuatro versiones. No se puede suponer que Job quisiese
hablar de la regeneración por el agua del bautismo, que ciertamente
no conocía. "El hombre estando muerto una vez, ¿podría acaso vivir
de nuevo? La idea de morir una vez y volver a vivir implica la de morir
y volver a vivir muchas veces. La versión de la iglesia griega es aún
más explícita, si es posible. "Concluyendo los días de mi existencia
terrestre, esperaré, porque volveré"; es decir, volveré a la existencia
terrestre. Esto es tan claro como si uno dijera: "Salgo de mi casa,
pero volveré". "En esta guerra que me encuentro, todos los días de mi
vida, espero que mi cambio llegará". Job quiere evidentemente hablar
de la lucha de la vida; espera su cambio, es decir, se resigna. En la
versión griega yo esperaré, parece más bien aplicarse a la nueva existencia:
"concluyendo los días de mi existencia terrestre, esperaré, porque
volveré". Job parece colocarse después de la muerte. en el intervalo
que separa una existencia de otra, y decir que allí esperará su vuelta. 16. No es, pues, dudoso que bajo el nombre de resurrección,
el principio de la reencarnación era una de las creencias fundamentales
de los judíos, siendo confirmada por Jesús y los profetas de una manera
formal; de donde se sigue que negar la reencarnación, es negar las palabras
de Cristo. Sus palabras serán un día autoridad sobre este punto, como
sobre muchos otros, cuando se mediten sin prevención. 17. Pero a esta autoridad, desde el punto de vista religioso,
viene a unirse desde el punto de vista filosófico, el de las pruebas
que resultan de la observación de los hechos; cuando de los efectos
quiere uno remontarse a las causas, la reencarnación aparece como una
necesidad absoluta, como una condición inherente a la humanidad en una
palabra, como una ley de la naturaleza; se revela por sus resultados
de una manera, por decirlo así, material, como el motor oculto se revela
por el movimiento, ella sola puede decir al hombre "de dónde viene
y dónde va y porque está en la tierra", y justificar todas las
anomalías y todas las injusticia aparentes que presenta la vida
[4]
. Sin el principio de la preexistencia del alma y de la pluralidad
de existencias, la mayor parte de las máximas del Evangelio son ininteligibles;
por esto dieron lugar a interpretaciones tan contradictorias: ese principio
es la clave que debe restituirles su verdadero sentido.
Los lazos de familia
fortificados por la reencarnación y rotos por la unidad de existencias
18. Los lazos de familia no son destruidos por la reencarnación
como creen ciertas personas; al contrario, se fortifican y estrechan:
el principio opuesto es el que los destruye. Los espíritus en el espacio forman grupos o familias unidas
por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones; esos espíritus
felices porque están juntos, se buscan; la encarnación sólo les separa
momentáneamente, porque después que vuelven a la erraticidad se encuentran
como los amigos al regresar de un viaje. También se siguen muchas veces
en la encarnación, en la que se reúnen en una misma familia, o en un
mismo centro, trabajando juntos para su mutuo adelanto. Si los unos
están encarnados y los otros no, no están menos unidos por el pensamiento;
los que están libres velan por los que están cautivos; los más adelantados
procuran hacer progresar a los rezagados. Después de cada existencia, han dado un paso en el camino de
la perfección; cada vez menos unidos a la materia, su afecto es más
vivo, por lo mismo que es más puro, y que ya no es turbado por el egoísmo
ni por la oscuridad de las pasiones. De este modo pueden recorrer un
número ilimitado de existencias corporales, sin que nada perturbe su
mutuo afecto. Se comprende que hablamos ahora del afecto real de alma a alma,
único que sobrevive a la destrucción del cuerpo, porque los seres que
no se unen en la tierra sino por los sentidos, no tienen ningún motivo
de buscarse en el mundo de los espíritus. Sólo son duraderos los afectos
espirituales; los carnales se extinguen con la causa que los ha ocasionado,
pero esta causa no existe en el mundo de los espíritus, mientras que
el alma existe siempre. En cuanto a las personas unidas por el sólo
móvil del interés, no son realmente nada la una para la otra; la muerte
las separa en la tierra y en el cielo. 19. La unión y el afecto que existen entre parientes, son indicio
de la simpatía anterior que les ha aproximado; por esto se dice, hablando
de una persona cuyo carácter, gustos e inclinaciones no tienen ninguna
semejanza con sus allegados, que no es de la familia. Cuando se dice
esto se dice más verdad de lo que se cree. Dios permite en las familias
estas encarnaciones de espíritus antipáticos o extraños con el doble
objeto de servir de prueba para los unos y de medio de adelanto para
los otros. Además, los malos se mejoran poco a poco con el contacto
de los buenos y por los cuidados que de éstos reciben; su carácter se
suaviza, sus costumbres se purifican, las antipatías se deshacen, y
así es como se establece la fusión entre las diferentes categorías de
espíritus, como en la tierra se establece entre las razas y los pueblos.
20. El temor que se tiene por el aumento indefinido del parentesco
a consecuencia de la reencarnación, es un temor egoísta, y prueba de
que no se siente un amor bastante grande para tenerlo a un gran número
de personas. Un padre que tiene muchos hijos, ¿acaso no les ama tanto
como si tuviera uno? Pero tranquilícense los egoístas: ese miedo no
es fundado. De que haya un hombre que haya tenido diez encarnaciones,
no se seguirá por esto que ha de encontrar en el mundo de los espíritus
diez padres, diez madres, diez mujeres y un número proporcionado de
hijos y de nuevos parientes; encontrará siempre los mismos objetos de
su afecto, que se le habrán unido en la tierra con títulos diferentes,
y aun puede ser con el mismo. 21. Veamos ahora las consecuencias de las doctrinas de la no
reencarnación. Esta doctrina anula necesariamente la preexistencia del alma,
siendo las almas creadas al mismo
tiempo que el cuerpo, no existe entre ellas ningún lazo anterior; son
completamente extrañas unas a otras; el padre se extrañó a sus hijos;
la filiación de las familias se encuentra de este modo reducida a la
sola filiación corporal, sin ningún lazo espiritual. No hay, pues, ningún
motivo para vanagloriarse de haber tenido por antepasados tales o cuales
personajes ilustres. Con la reencarnación, antepasados y descendientes
pueden ser conocidos, haber vivido juntos, haberse amado y encontrarse
reunidos más tarde para estrechar sus lazos simpáticos. 22. Esto es en cuanto al pasado. En cuanto al porvenir, según
uno de los dogmas fundamentales que se desprende de la no reencarnación,
la suerte de las almas está irrevocablemente fijada después de una sola
existencia; fijar definitivamente la suerte, implica la cesación de
todo progreso, porque si hay algún progreso, no hay suerte definitiva,
según vivieron bien o mal, van inmediatamente a la morada de los bienaventurados
o al infierno eterno; de este modo están "separados para siempre
y sin esperanza de unirse jamás", de tal modo, que padres, madres
e hijos, maridos y mujeres; hermanos, hermanas y amigos, nunca están
ciertos de volverse a ver; esta es la rotura más absoluta de los lazos
de familia. Con la reencarnación y el progreso, que es su consecuencia,
todos los que se han amado se encuentran en la tierra y en el espacio,
y marchan juntos para llegar a Dios. Si hay algunos que tuercen el camino,
retardan su adelanto y su felicidad, pero no se ha perdido toda la esperanza;
ayudados, animados y sostenidos por los que les aman, saldrán un día
del cenagal en donde se metieron. Con la reencarnación, en fin, hay
solidaridad perpetua entre los encarnados y desencarnados y de aquí
viene que se estrechan más los lazos de afecto. 23.
En resumen, cuatro alternativas se presentan al hombre para su porvenir
de ultratumba; 1ª la nada, según la doctrina materialista; 2ª la absorción
en el todo universal, según la doctrina panteista; 3ª la individualidad
con fijación definitiva de la suerte; según la doctrina de la iglesia;
y 4ª la individualidad con progresión indefinida, según la doctrina
espiritista. Según las dos primeras los lazos de familia se rompen después
de la muerte, y no queda ninguna esperanza de volverse a encontrar;
con la tercera, pueden volverse a ver con tal que estén en un mismo
centro, y este centro puede ser el infierno o el paraíso; con la cuarta,
o sea con la pluralidad de existencias, que es inseparable del progreso
gradual, hay certeza en la continuidad de relaciones entre los que se
han amado, y esto es lo que constituye la verdadera familia.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Límites de la encarnación
24. "¿Cuáles son los límites de la encarnación?" - Propiamente hablando, la encarnación no tiene límites bien
marcados, si se entiende por tal la envoltura que constituye el cuerpo
del espíritu atendido que la materialidad de esta envoltura, disminuye
a medida que el espíritu se purifica. En ciertos mundos más adelantados
que la tierra, es menos compacta, menos pesada y menos grosera, y por
consiguiente, sujeta a menos vicisitudes; a un grado más elevado, es
diáfana y casi fluídica; de grado en grado se desmaterializa y acaba
por confundirse con el periespíritu. Según el mundo en que debe vivir
el espíritu, toma éste la envoltura apropiada a la naturaleza de aquel
mundo. El mismo periespíritu sufre transformaciones sucesivas; se
hace cada vez más etéreo hasta la completa depuración, que constituye
la esencia de los espíritus puros. Si mundos especiales están afectos,
como estaciones, a los espíritus muy adelantados, estos últimos no están
sujetos a ellos como en los mundos inferiores; el estado libre en que
se encuentran les permiten transportarse a todas las partes a que les
llaman las misiones que les son confiadas. Si se considera la encarnación desde el punto de vista material,
como tiene lugar en la tierra, se puede decir que está limitada a los
mundos inferiores; por consiguiente, depende del espíritu desembarazarse
de ella más pronto, trabajando para su purificación. Debe
también considerarse que en el estado errante, es decir, en el intervalo
de las existencias corporales, la situación del espíritu está en relación
con la naturaleza del mundo al que le liga su grado de adelanto; así
es que en la erraticidad, es más o menos feliz, libre e ilustrado, según
esté más o menos desmaterializado (San Luis. París, 1859).
Necesidad de la encarnación
25. "¿ Es un castigo la encarnación y están sujetos a
ello sólo los espíritus culpables?" El
tránsito de los espíritus por la vida corporal es necesario para que
éstos puedan cumplir, con el auxilio de una acción material, los designios
cuya ejecución les confía Dios; es necesario para ellos mismos, porque
la actividad que están obligados a desplegar, ayuda al desarrollo de
la inteligencia. Siendo Dios soberanamente justo, debe hacer parte igual
a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la
misma aptitud, las "mismas obligaciones que cumplir y la misma
libertad de obrar", todo privilegio sería una preferencia, y toda
preferencia una injusticia. Pero la encarnación, para todos los espíritus,
sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar
su vida, como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío.
Los que desempeñan este deber con celo, pasan rápidamente y con menos
pena los primeros grados de iniciación y gozan más pronto del fruto
de sus trabajos. Por el contrario, aquellos que hacen mal uso de la
libertad que Dios les ha concedido, retardan su adelanto; así es que
por su obstinación, puede prolongarse indefinidamente la necesidad de
reencarnarse, y entonces es cuando la encarnación viene a ser un castigo.
(San Luis, París, 1859). 26. Nota. Una comparación vulgar hará comprender mejor esta
diferencia. El estudiante no obtiene los grados de la ciencia sino después
de haber recorrido la serie de clases que a ellos conducen. Esas clases,
cualquiera que sea el trabajo que exijan, son un medio de llegar al
fin, y no un castigo. El estudiante laborioso abrevia el camino, y encuentra
en él menos abrojos; lo contrario sucede al que por pereza y negligencia
le obligan a duplicar ciertas clases. No es, pues, el trabajo de una
clase lo que constituye el castigo, sino la obligación de volver a empezar
el mismo trabajo. Lo mismo sucede al hombre en la tierra. Para el espíritu del
salvaje, que está casi al principio de la vida espiritual, la encarnación
es un medio de desenvolver su inteligencia; pero para el hombre ilustrado
cuyo sentido moral está muy desarrollado, y que está obligado a redoblar
las jornadas de una vida corporal llena de angustias, cuando podía ya
haber llegado al fin, es un castigo por la necesidad en que está de
prolongar su morada en los mundos inferiores y desgraciados. Por el
contrario, aquel que trabaja activamente en su progreso moral, puede,
no sólo abreviar la duración de la encarnación moral, sino pasar de
una sola vez los grados intermedios que le separan de los mundos superiores. ¿No
podrían los espíritus encarnarse sólo una vez en el mismo globo y cumplir
sus diferentes existencias en esferas también diferentes? Sería admisible
esta opinión cuando todos los hombres estuviesen en la tierra, exactamente
en el mismo nivel intelectual y moral. Las diferencias que existen entre
ellos, desde el salvaje hasta el hombre civilizado, manifiestan los
grados que están llamados a recorrer. Por otra parte, la encarnación
debe tener un objeto útil; de otro modo, ¿cuál sería el de las encarnaciones
efímeras de los niños que mueren en edad temprana? Hubieran sufrido
sin provecho para ellos ni para otro; Dios, cuyas leyes son soberanamente
sabias, no hace nada inútil. Por la reencarnación en el mismo globo,
ha querido que los mismos espíritus encontrándose de nuevo en contacto,
tuviesen ocasión de reparar sus faltas recíprocas: por el hecho de sus
relaciones anteriores, ha querido además fundar los lazos de familia
en una base espiritual, y apoyar en una ley de la naturaleza los principios
de solidaridad, de fraternidad y de igualdad.
|
CAPÍTULO XXIV
No pongáis la lámpara debajo del celemín
Lámpara debajo del celemín. - Por qué Jesús habla por parábolas. - No vayáis hacia los gentiles. - Los que están sanos no tienen necesidad de médico. - El valor de la fe. –Llevar su cruz. - El que quisiere salvar su vida, la perderá.
Lámpara debajo del celemín. - Por qué Jesús habla por
parábolas
1.
Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín sino sobre el
candelero, para que alumbre, a todos los que están en la casa. (San
Mateo, cap. V, y. 15). 2. Nadie enciende una antorcha y la cubre con alguna vasija,
o la pone debajo de la cama: mas la pone sobre el candelero, para que
vean la luz los que entran. - Porque no hay cosa encubierta que no haya
de ser manifestada: ni escondida, que no haya de ser descubierta y hacerse
pública. (San Lucas, capítulo VIII, v. 16 y 17). 3. Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas
por parábolas? - Y les respondió y dijo: Porque a vosotros os es dado
saber los misterios del reino de los cielos: mas a ellos no les es dado.
- Porque al que tiene se le dará y tendrá más, mas el que no tiene aún
lo que tiene se le quitará. - Por eso les hablo por parábolas: porque
viendo no lo ven, y oyendo no oyen ni entienden. –Y se cumple en ellos
la profecía de Isaías que dice: De todo oiréis y no entenderéis; y viendo,
veréis y no veréis. - Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
y cerraron sus ojos: para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas,
y del corazón entiendan; y se conviertan, y los sane. (San Mateo, cap.
XIII, v. de 10 a 15). 4. Nos maravillamos cuando oímos decir a Jesús que es menester
no dejar la luz debajo del celemín, mientras que él mismo oculta sin
cesar el sentido de sus palabras bajo el velo de la alegoría que no
puede ser comprendida de todos. El lo explica diciendo a sus apóstoles:
Les hablo por parábola, porque no están en estado de comprender ciertas
cosas; ven, miran, oyen y no comprenden; decírselo todo sería inútil
en este momento; pero a vosotros os lo digo, porque os es dado comprender
estos misterios. Obraba, pues, con el pueblo, como se hace con los niños
cuyas ideas no están aún desarrolladas. De este modo indica el verdadero
sentido de la máxima: "Nadie enciende una antorcha y la cubre con
una vasija, o la pone debajo de la cama, mas la pone sobre el candelero,
para que vean la luz los que entran". No significa que sea necesario
revelar todas las cosas inconsiderablemente: toda enseñanza debe ser
proporcionada a la inteligencia de aquel a quien se dirige, porque hay
gentes a quienes una luz demasiado viva las deslumbra sin darles claridad.
Lo mismo sucede con los hombres en general que con los individuos;
las generaciones tienen su infancia, su juventud y su vejez; cada cosa
debe venir a su tiempo, pues el grano sembrado fuera de la estación
no fructifica. Mas lo que la prudencia aconseja callar momentáneamente,
debe descubrirse más o menos tarde, porque llegados a cierto grado de
desarrollo, los hombres buscan ellos mismos la luz viva; la oscuridad
les pesa. Habiéndoles dado Dios la inteligencia para comprender y guiarse
en las cosas de la tierra y del cielo, quieren razonar su fe; entonces
es cuando no se debe poner la antorcha debajo del celemín, porque "sin
la luz de la razón, la fe se debilita" (Capítulo XIX, número 7). 5. Si, pues, en su sabia previsión, la Providencia sólo revela
las verdades gradualmente, las descubre siempre que la humanidad está
en disposición de recibirlas; las tiene reservadas, pero no debajo del
celemím. En cambio, los hombres que están en posesión de estas verdades,
la mayor parte de las veces sólo las ocultan con la idea de dominar;
verdaderamente ellos son los que ponen la luz debajo del celemín. Así
es que todas las religiones han tenido sus misterios, cuyo examen prohíben;
pero mientras esas religiones van quedando rezagadas, la ciencia y la
inteligencia han marchado y han roto el velo del misterio; el vulgo
se ha vuelto adulto y ha querido penetrar en el fondo de las cosas,
y ha sido cuando ha expulsado de su fe lo que era contrario a la observación.
No puede haber misterios absolutos, y Jesús está en lo verdadero
cuando dijo que no hay nada secreto que no deba ser conocido. Todo lo
que está oculto será descubierto algún día; y lo que el hombre no puede
aún descubrir en la tierra, le será sucesivamente descubierto en los
mundos más avanzados y cuando esté purificado; en la tierra está aún
en las tinieblas. 6. Se pregunta: ¿qué provecho pudo el pueblo sacar de esta
multitud de parábolas cuyo sentido estaba oculto para él? Es de notar
que Jesús no se expresaba con parábolas sino respecto a las partes,
hasta cierto punto abstractas, de su doctrina; pero habiendo hecho de
la caridad hacia el prójimo y de la humildad la condición expresa de
salvación, lo que dijo concerniente a esto es perfectamente claro, explícito
y sin ambigüedad. Así debió ser, porque es la regla de conducta, regla que todo
el mundo debía comprender para poderla practicar; es la esencial para
la multitud ignorante a la que se limitaba a decir: Esto es lo que debéis
hacer para alcanzar el reino de los cielos. Sobre los otros puntos sólo
desarrollaba su pensamientos a sus discípulos, estando éstos más adelantados,
moral e intelectualmente. Jesús había podido iniciarles en las verdades
más abstractas; por esto dijo: "A los que tienen se les dará más".
(Cap. XVIII, núm. 15.). Sin embargo aun con sus apóstoles se dejó en la vaguedad muchos
puntos, cuya completa inteligencia estaba reservada a los tiempos ulteriores.
Estos son los puntos que han dado lugar a interpretaciones tan diversas,
hasta que la ciencia por un lado y el Espiritismo por otro han hecho
comprender su sentido verdadero. 7. El Espiritismo viene hoy a hacer luz sobre una porción de
puntos obscuros; sin embargo, no la hace inconsideradamente. Los espíritus
proceden en sus instrucciones con una admirable prudencia; sólo sucesiva
y gradualmente han abordado las diferentes partes conocidas de la doctrina
y del mismo modo serán reveladas las otras a medida que llegue el tiempo
de hacerlas salir de la oscuridad. Si la hubiesen presentado completa
al principio, sólo hubiera sido accesible a un reducido número; hubiera
asustado hasta a los que no estaban preparados, y esto hubiera sido
un obstáculo para su propagación. Si, pues, los espíritus no lo dicen
aún todo ostensiblemente, no es porque haya en la doctrina misterios
reservados para los privilegiados, ni que pongan la antorcha debajo del celemín, sino porque cada cosa debe venir
en tiempo oportuno. Dejan que una idea madure y se propague antes de presentar
otra, "y que preparen su aceptación los acontecimientos".
No
vayáis a camino de gentiles
8.
A estos doce envió Jesús mandándoles y diciendo: No vayáis a camino
de gentiles, ni entréis en las ciudades de los Samaritanos. - Mas id
antes a las ovejas, que perecieron de la casa de Israel. - Id y predicad
diciendo: Que se acercó el reino de los cielos. (San Mateo, cap. X,
v. 5, 6 y 7). 9. Jesús prueba en diferentes circunstancias que sus miras
no están circunscritas al pueblo judío, sino que abrazan a toda la humanidad.
Si, pues, dijo a sus apóstoles que no fuesen entre paganos, no fue porque
desdeñase la conversión de éstos, lo que hubiera sido poco caritativo,
sino porque los judíos, que creían en la unidad de Dios y esperaban
el Mesías, estaban preparados por las leyes de Moisés y de los Profetas
a recibir su palabra. Entre los paganos, faltando la base, todo estaba
por hacer, y los apóstoles aún no estaban bastante ilustrados para tan
ruda tarea; por esto les dijo: Id al rebaño descarriado de la casa de
Israel, es decir, id a sembrar en un terreno ya desmontado, sabiendo
bien que la conversión de los gentiles vendría a su tiempo. En efecto,
más tarde los apóstoles fueron a plantar la cruz en el mismo centro
del paganismo. 10. Estas palabras pueden aplicarse a los adeptos y a los propagadores
del Espiritismo. Los incrédulos sistemáticos, los burlones obstinados,
los adversarios interesados, son, para ellos, lo que los gentiles eran
para los apóstoles. A ejemplo de éstos, que busquen primero los prosélitos
entre las gentes de buena voluntad, a los que desean la luz, en quienes
se encuentra un germen fecundo y el número es grande: sin perder el
tiempo con aquellos que rehúsan ver y oír y se resisten tanto más por
el orgullo, cuanto más valor se quiere dar a su conversión. Más vale
abrir los ojos a cien ciegos que deseen ver claro, que a uno solo que
se complace en la oscuridad, porque es aumentar el número de los adeptos
de una causa en más grande proporción. Dejar a los otros en paz, no
es indiferencia, sino buena política; ya les tocará su turno cuando
serán dominados por la opinión general y cuando oirán sin cesar repetir
la misma cosa a su alrededor; entonces creerán aceptar la idea voluntariamente
y no bajo las impresiones de un individuo. Además, hay ideas que son
como las semillas: que no pueden germinar antes de la estación y aun
únicamente en un terreno preparado; por esto es mejor esperar el tiempo
propicio y cultivar primero las que germinan, y no ser que aborten las
otras precipitándolas demasiado. En tiempo de Jesús, y a consecuencia de las ideas limitadas
y materiales de la época, todo estaba circunscrito y localizado; la
casa de Israel era un pequeño pueblo y los gentiles eran los pueblos
pequeños que existían a su alrededor; hoy las ideas se universalizan
y se espiritualizan. La nueva luz no es privilegio de ninguna nación;
para ella no existen barreras; tiene su hogar en todas partes y todos
los hombres son hermanos. Mas los espiritistas tampoco son un pueblo: es una opinión
que se encuentra en todas partes, y cuya verdad triunfa poco a poco,
como el cristianismo ha triunfado del paganismo. Ya no se le combate
con armas de guerra, sino con el poder de la idea.
Los
sanos no tienen necesidad de médico
11. Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa en la casa,
vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con El,
y con sus discípulos. - Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos:
¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? - Y oyéndolo
Jesús, dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos.
(San Mateo, cap. IX, v. 10, 11 y 12). 12. Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados,
porque éstos son los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos
dóciles y de buena fe porque quieren ver, y no a los orgullosos, que
creen poseer toda la luz y no faltarles nada. (Véase la Introducción,
art. "Publicanos y Peageros".) Estas palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación
en el Espiritismo. Algunos se admiran de que la mediumnidad se concede
a gentes indignas y capaces de hacer mal uso de ella; parece, dicen,
que una facultad tan preciosa debería ser atributo exclusivo de los
más meritorios. Digamos, ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición
orgánica de la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oír
y hablar. De todas puede abusar el hombre en virtud de su libre albedrío,
y si Dios no hubiese concedido la palabra, por ejemplo, sino a los que
son incapaces de decir cosas malas, habría más mudos que parlantes.
Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre para usar de ellas,
pero castiga siempre al que abusa. Sin
el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más
dignos, ¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría
el límite de la dignidad? La mediumnidad se ha dado sin distinción a
fin de que los espíritus puedan llevar la luz a todas partes, a todas
las clases de la sociedad, así a la casa del pobre como a la del rico,
lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el bien, que entre
los viciosos, para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los enfermos
que necesitan el médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del
pecador, le privaría del socorro que puede sacarle del cenagal? Los
espíritus buenos vienen, pues, en su ayuda, y los consejos que recibe
directamente son de tal naturaleza que le impresionan con más viveza
que si los recibiera por caminos indirectos. Dios, en su bondad, para
ahorrarle el trabajo de ir a buscar la luz más lejos, se la pone en
la mano; ¿no es mucho más culpable si no la mira? ¿Puede excusarse con
la ignorancia cuando él mismo haya escrito, visto, oído y pronunciado
su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es cuando es castigado
por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella los malos
espíritus para observarle y engañarle, sin perjuicio de las aflicciones
reales con que Dios castiga a sus servidores indignos y a los corazones
endurecidos por el orgullo y el egoísmo. La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habituales
con los espíritus superiores, sino que es sencillamente una "aptitud"
para servir de instrumento más o menos flexible a los espíritus en general.
El buen medium no es, pues, el que comunica fácilmente, sino el que
es simpático a los buenos espíritus y sólo está asistido por ellos.
Únicamente en este sentido es poderosa la excelencia de las cualidades
morales sobre la mediumnidad.
Valor
de la fe
13.
Todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, lo confesaré
yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. - Y el que me
negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre,
que está en los cielos. (San Mateo, cap. X, v. 32 y 33). 14. Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se
afrentará de él el hijo del hombre, cuando viniere de su majestad, y
con la del Padre, y de los santos ángeles. (San Lucas, cap. IX, v. 26). 15. El valor de la opinión se ha tenido siempre en estima por
los hombres, porque es un mérito de desafiar los peligros, las persecuciones,
las contradicciones y aun los simples sarcasmos a que se expone casi
siempre el que no teme confesar muy alto las ideas que no son de todo
el mundo. En esto, como en todo, el mérito está en razón de las circunstancias
y de la importancia del resultado. Siempre hay debilidad en retroceder
ante las consecuencias de su opinión y regenerarla, pero hay casos en
que es una cobardía tan grande como huir en el momento del combate.
Jesús anatematiza esta cobardía desde el punto de vista especial
de su doctrina, diciendo que si alguno se afrentare de sus palabras,
también se afrentará de El; que El negará al que le niegue; que el que
le confesará ante los hombres le reconocerá ante su Padre que está en
los cielos; en otros términos: "Los que temerán el confesarse discípulos
de la verdad, no son dignos de ser admitidos en el reino de la verdad".
Perderán el beneficio de su fe, porque es una fe egoísta que
guardan para ellos mismos, pero que la ocultan por miedo de que les
ocasione perjuicio en este mundo, mientras que aquellos que colocando
la verdad sobre sus intereses materiales la proclaman abiertamente,
trabajan al mismo tiempo para su porvenir y para el de los otros. 16. Lo mismo sucederá con los adeptos del Espiritismo, puesto
que su doctrina no es otra que el desarrollo y aplicación de la del
Evangelio; a ellos se dirigen también las palabras de Cristo. Siembran
en la tierra lo que recogerán en la vida espiritual; allí recogerán
los frutos de su valor o de su debilidad.
Llevar
su cruz. - El que quisiera salvar su vida, la perderá
17. Bienaventurados seréis, cuando os aborrecieran los hombres
y os apartaren de sí, y os ultrajaren y desecharen vuestro nombre como
malo por el Hijo del hombre. - Gozáos en aquel día y regocijáos: porque
vuestro galardón grande es en el Cielo: porque de esta manera trataban
a los profetas los padres de ellos. (San Lucas, cap. VI, v. 22 y 23). 18. Y convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: si
alguno quiere seguirme niéguese a sí mismo: y tome su cruz, y sígame.
- Porque el que quisiera salvar su vida la perderá, mas el que perdiese
su vida, por mí y por el Evangelio la salvará. - Porque, ¿qué aprovechará
al hombre si granjease todo el mundo y pierde su alma? (San Marcos,
cap. VIII, v. 34 a 36. - San Lucas, cap. IX, v. 23 a 25. - San Mateo,
cap. X, v. 33. - San Juan, cap. XII, v. 24 y 25). 19.
Regocijáos, dijo Jesús, cuando los hombres os aborrecerán y os perseguirán
por mi causa, porque el cielo os recompensará. Estas palabras pueden
traducirse de este modo: Sed felices cuando los hombres, por su mal
querer hacia vosotros, os proporcionen la ocasión de probar la sinceridad
de vuestra fe, porque el mal que os hacen se vuelve en provecho vuestro.
Compadecedles, pues, por su ceguedad, y no les maldigáis. Después añade: "Que el que quiera seguirme lleve su cruz";
es decir, que sobrelleve con ánimo las tribulaciones que su fe le proporcionará;
porque el que quisiera salvar su vida y sus bienes renunciando a mí,
perderá las ventajas del reino de los cielos, mientras que aquellos
que lo habrán perdido todo en la tierra, y aun la vida por el triunfo
de la verdad, recibirán en la vida futura el precio de su valor, de
su perseverancia y de su abnegación; pero aquellos que sacrifican los
bienes celestes a los goces terrestres, Dios dice: Vosotros habéis recibido
ya vuestra recompensa.
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III. - ORACIONES PARA OTRO
Para los que están en la aflicción
42.
Prefacio. Si está en el interés del afligido que su prueba siga su
curso, no se abreviará por nuestra demanda; pero sería impiedad el
desanimarse porque la súplica no sea atendida; además, en defecto
de la cesación de la prueba, se puede esperar obtener algún otro consuelo
que atempere la amargura lo que es verdaderamente útil para el que
sufre, es el valor y la resignación, sin lo cual lo que sufre es sin
provecho para él, porque estará obligado a empezar de nuevo la prueba.
Con
este objeto, pues, es menester dirigir todos los esfuerzos sea llamando
a los buenos espíritus en su ayuda, sea aumentando uno mismo la moral
del afligido por medio de consejos y animándole, sea, en fin, asistiéndole
materialmente si se puede. La oración en este caso, puede además,
tener un efecto directo, dirigiendo sobre la persona una corriente
fluidica con la mira de fortificar su moral. (Cap. V, núms. 5 y 27;
capítulo XXVII, núms. 6 y 10). 43. Oración. Dios mío, cuya bondad es infinita, dignaos aliviar
la amarga posición de N... si tal es vuestra voluntad. Espíritus
buenos, en nombre de Dios todopoderoso, os suplico que le asistáis
en sus aflicciones, si algo puede hacerse en interés suyo, haciéndole
comprender que son necesarias para su adelantamiento. Dadle confianza
en Dios y en el porvenir, y se le harán menos duras. Dadle también
fuerza para que no sucumba a la desesperación; porque perdería el
fruto y haría que su posición futura fuera más penosa. Conducid mi
pensamiento hacia él y que le ayude a sostener su ánimo.
Acción
de gracias por un favor concedido a otro
44. Prefacio. El que no está dominado por el egoísmo se alegra
del bien del prójimo, aun cuando no lo haya solicitado por la oración.
45.
Oración. Dios mío, bendito seáis por la felicidad que habéis concedido
a N... Espíritus buenos, haced que vea en ella un efecto de la bondad
de Dios. Si el bien que se le concede es una prueba, inspiradle el
pensamiento de que haga de él un buen uso y no para que le sirva de
vanidad, con el fin de que este bien no sea en perjuicio suyo en el
porvenir. Vos, mi buen genio que me protegéis y deseáis mi felicidad,
separad de mi pensamiento todo sentimiento de envidia y de celos.
Para
nuestros enemigos y para los que nos quieren mal
46. Prefacio. Jesús dijo: "Amad también a vuestros enemigos".
Esta máxima es lo sublime de la caridad cristiana; pero Jesús no quiere
decir con esto que debamos tener con nuestros enemigos la misma ternura
que tenemos con nuestros amigos; nos quiso decir con estas palabras,
que olvidemos sus ofensas, que les perdonemos el daño que nos han
hecho, devolviéndoles bien por mal. Además el mérito que resulta de
ello a los ojos de Dios, es manifestar a los ojos de los hombres la
verdadera superioridad. (Cap. XII, núms. 3 y 4). 47. Oración. Dios mío, yo perdono a N... el mal que me ha hecho
y el que ha querido hacerme, así como deseo que vos me perdonéis,
y que él mismo me perdone lo que yo haya podido hacer contra él. Si
lo habéis colocado a mi paso como una prueba, que se cumpla vuestra
voluntad. Desviad de mí, Dios mío, la idea de maldecirle y todo deseo
malévolo contra él. Haced que yo no experimente ninguna alegría por
las desgracias que pueda tener, ni pena por los bienes que puedan
concedérsele, con el fin de no manchar mi alma con pensamientos indignos
de un cristiano. Señor, que vuestra bondad se extienda sobre él y le conduzca
mejores sentimientos respecto a mí. Espíritus buenos, inspiradme el olvido del mal y el recuerdo
del bien. Que ni el odio, ni el rencor, ni el deseo de volverle mal
por mal, entren en mi corazón, porque el odio y la venganza sólo pertenecen
a los espíritus malos, encarnados y desencarnados. Por el contrario, que esté pronto a tenderle fraternalmente
la mano, a volverle bien por mal y a socorrerle si me es posible. Deseo, para probar la sinceridad de mis palabras, que se me
ofrezca la ocasión de serle útil; pero sobre todo, Dios mío, preservadme
de hacer nada por orgullo u ostentación confundiéndole con una generosidad
humillante, lo que me haría perder el fruto de mi acción, porque entonces
merecería que se me aplicasen aquellas palabras de Cristo: "Tú
recibiste ya la recompensa". (Cap. XIII, números 1 y siguientes).
Acción
de gracias por el bien concedido a nuestros enemigos
48. Prefacio. El no desear mal a sus enemigos, es ser caritativo
a medias; la verdadera caridad requiere que les deseemos el bien,
y que nos alegremos por las gracias que Dios les concede. (Cap. XII,
núms. 7 y 8). 49. Oración. Dios mío, en vuestra justicia habéis querido alegrar
el corazón de N... os doy las gracias por él, a pesar del mal que
me ha hecho o ha procurado hacerme. Si se aprovechase de ello para
humillarme, lo aceptaré como una prueba para mí, ejerciendo la caridad. Espíritus buenos que me protegéis, no permitáis que tenga por
ello ningún pesar; desviad de mí la envidia y los celos que degradan;
inspiradme, por el contrario, la generosidad que eleva. La humillación
está en el mal y no en el bien, y sabemos que tarde o temprano se
hará a cada uno justicia según sus obras.
Para
los enemigos del espiritismo
50. Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia, porque
serán hartos. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando os maldijeren, y os persiguieren,
y dijeren todo mal contra vosotros mintiendo, por mi causa. Gozaos
y alegraos porque vuestro galardón muy grande es en los cielos. Pues así también persiguieron a los profetas, que fueron antes
de vosotros. (San Mateo, cap. X, v. 6, 10, 11 y 12). Y no temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el
alma; temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno.
(San Mateo, cap. X, v. 28). 51. Prefacio. De todas las libertades, la más inviolable es
la de pensar, que comprende también la libertad de conciencia. Anatematizar
a los que no piensan como nosotros, es reclamar esta libertad para
sí y rehusaría a los otros, es violar el primer mandamiento de Jesús:
la caridad y el amor al prójimo. Perseguirles por su creencia, es
atentar al derecho más sagrado que tiene todo hombre de creer lo que
le conviene y adorar a Dios del modo que él lo entienda. Obligarles
a los actos exteriores parecidos a los nuestros, es manifestar que
se atiende más a la forma que al fondo, a las apariencias más que
a la convicción. La abjuración forzada nunca ha dado fe; sólo puede
hacer hipócritas. Es un abuso de la fuerza material, que no prueba
la verdad; "la verdad está segura de sí misma; convence y no
persigue, porque no tiene necesidad de ello". El Espiritismo es una opinión, una creencia; aun cuando fuese
una religión, ¿por qué no ha de tener el hombre la libertad de llamarse
espiritista, como tiene la de llamarse católico, judío o protestante,
partidario de cual o tal doctrina filosófica, de tal o cual sistema
económico? Aquella creencia es falsa o verdadera; si es falsa, caerá
por su propio peso, porque el error no puede prevalecer contra la
verdad cuando las inteligencias se ilustran; si es verdadera, la persecución
no la hará falsa. "La persecución es el bautismo de toda idea nueva, grande
y justa"; crece con la grandeza y la importancia de la idea.
El encarnizamiento y la cólera de los enemigos de la idea está en
razón del miedo que les inspira. Por esta razón el cristianismo fue
perseguido en otro tiempo y el Espiritismo lo es hoy con la diferencia,
sin embargo, de que el cristianismo lo fue por paganos mientras que
el Espiritismo lo es por cristianos. El tiempo de las persecuciones
sangrientas ha pasado, es verdad; pero si no se mata el cuerpo, se
atormenta al alma; se la ataca hasta en los sentimientos más íntimos,
en los afectos más caros; se dividen las familias, se excita a la
madre contra la hija, a la esposa contra el marido; se ataca aún el
cuerpo en sus necesidades materiales, quitándole su modo de vivir
para sitiarle por el hambre. (Cap. XXIII, núm. 9 y siguientes). Espiritistas, no os aflijáis por los tiros que os disparan,
porque así prueban que la verdad está de vuestra parte, pues de lo
contrario os dejarían tranquilos y no os perseguirían. Es una prueba
para vuestra fe, pero con vuestro valor, con vuestra resignación y
con vuestra perseverancia, Dios os reconocerá entre sus fieles servidores,
cuya enumeración hace hoy para dar a cada uno la parte que le corresponde
según sus obras. A ejemplo de los primeros cristianos, tened, pues, orgullo
en llevar vuestra cruz. Creed en las palabras de Cristo que dijo: "Bienaventurados
los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos". No temáis a los que matan al cuerpo, pero
que no pueden matar el alma. Dijo también "Amad a vuestros enemigos
haced bien a los que os hacen mal y rogad por los que os persiguen".
Mostrad que sois verdaderos discípulos, y que vuestra doctrina es
buena, haciendo lo que El dijo e hizo. La persecución durará sólo un tiempo limitado; esperad, pues,
con paciencia el despuntar de la aurora, porque la estrella de la
mañana se vislumbra en el horizonte. (Cap. XXIV, números 13 y siguientes). 52.
Oración. Señor, nos habéis hecho decir por boca de Jesús, vuestro
Mesías: "Bienaventurados los que sufren persecución de la justicia;
perdonad a vuestros enemigos; rogad por los que os persiguen";
y El mismo nos ha enseñado el camino rogando por sus verdugos. A su ejemplo, Dios mío, solicitamos vuestra misericordia para
los que desconocen vuestros divinos preceptos, los únicos que pueden
asegurar la paz en este mundo y en el otro. Nosotros decimos como
Cristo: "Perdonadles, Padre Nuestro, porque no saben lo que hacen". Dadnos valor para soportar con paciencia y resignación, como
pruebas para nuestra fe y humildad, sus burlas, sus injurias, sus
calumnias y persecuciones; alejadnos de todo pensamiento de represalias,
porque la hora de vuestra justicia sonará para todos y nosotros la
esperamos sometiéndonos a vuestra santa voluntad.
Oración
para un niño recién nacido
51. Prefacio. Los espíritus no llegan a la perfección sino
después de haber pasado por las pruebas de la vida corporal: los que
están errantes esperan que Dios les permita volver a tomar otra existencia
que debe proporcionarles un medio de adelantamiento, ya sea por la
expiación de sus faltas pasadas por medio de vicisitudes, a las que
se han sometido, ya. sea también cumpliendo una misión útil a la humanidad.
Su adelantamiento y su felicidad futura serán proporcionados a la
manera como habrán empleado el tiempo que deben pasar en la Tierra.
El encargo de guiar sus primeros pasos y dirigirles hacia el bien
está confiado a sus padres, que responderán ante Dios del modo como
hayan cumplido su mandato. Para facilitar esta ejecución, Dios ha
hecho del amor paternal y del amor filial una ley de la naturaleza,
ley que no se viola jamás impunemente. 54.
Oración. (Dichas por los padres). - Espíritu que te has encarnado
en el cuerpo de nuestro hijo, bien venido seas entre nosotros; Dios
Todopoderoso que lo habéis enviado, bendito seáis. Este es un depósito que nos ha sido confiado, del que debemos
dar cuenta en su día. Si pertenece a la nueva generación de los espíritus
que debe poblar la Tierra, ¡gracias, Dios mío, por este favor! Si
es un alma imperfecta, nuestro deber es ayudarla a progresar en el
camino del bien, por nuestros consejos y buenos ejemplos; si cae en
el mal por culpa nuestra, de ello responderemos ante vos, porque no
habremos cumplido nuestra misión respecto a él. Señor, sostenednos en nuestro trabajo y dadnos fuerza y voluntad
para cumplirlo. Si este niño debe ser objeto de nuestras pruebas,
¡que se cumpla vuestra voluntad! Espíritus
buenos que habéis venido a presidir su nacimiento y debéis acompañarle
durante su vida, no lo abandonéis. Separad de él a los espíritus imperfectos
que pudieran inducirle al mal; dadle fuerza para resistir a sus sugestiones
y el valor para sufrir con paciencia y resignación las pruebas que
le esperan en la Tierra. (Capítulo XIV, núm. 9). 55. Otra. Dios mío, me habéis confiado la suerte de uno de
vuestros espíritus; haced, Señor, que sea digno del deber que se me
ha impuesto; concededme vuestra protección; iluminad mi inteligencia
con el fin de que pueda discernir con tiempo las tendencias del que
debo preparar para entrar en vuestra paz. 56. Otra. Dios clementísimo, puesto que habéis tenido a bien
permitir al espíritu de este niño que venga a sufrir las pruebas terrestres
para hacerle progresar, dadle la luz a fin de que aprenda a conoceros,
amaros y adoraros. Haced, por vuestro poder infinito, que esta alma se regenere
eh el manantial de vuestras divinas instrucciones; que bajo el amparo
de su ángel de la guarda, su inteligencia se aumente, se desarrolle
y le enseñe el camino que conduce a vos; que la ciencia del Espiritismo
sea la luz brillante que le ilumine a través de los escollos de la
vida; que sepa, en fin, apreciar toda la inmensidad de vuestro amor,
que nos prueba para fortificamos. Señor, echad una mirada paternal sobre la familia a que habéis
confiado esta alma; que pueda comprender la importancia de su misión
y haced germinar en este niño las buenas semillas, hasta el día en
que él mismo pueda, por sus propias aspiraciones, elevarse solo hacia
vos. Dignaos, oh Dios mío, escuchar esta humilde plegaria, en nombre
y por los méritos del que dijo: "Dejad venir a mí los niños,
porque el reino de los cielos es para los que se les parecen."
Para
un agonizante
57. Prefacio. La agonía es el preludio de la separación del
alma y del cuerpo; se puede decir que en este momento el hombre sólo
tiene un pie en este mundo y el otro fuera de él. Este tránsito es algunas veces penoso para los que están muy
ligados a la materia y han vivido más para los bienes de este mundo
que para los del otro, o cuya conciencia está agitada por los pesares
y remordimientos: en aquellos, por el contrario, cuyos pensamientos
se han elevado hacia el infinito y se han desprendido de la materia,
los lazos se desatan con más facilidad, y los últimos momentos nada
tienen de doloroso; el alma está entonces unida al cuerpo por un hilo,
mientras que en la otra posición está unida a él por profundas raíces;
de todos modos la oración ejerce una acción poderosa en el trabajo
de la separación. (Véase: Oraciones para los enfermos. - "Cielo
e Infierno", 2ª parte, cap. I, "El Tránsito"). 58. Oración. Dios Todopoderoso y misericordioso, aquí tenéis
un alma que deja su envoltura terrestre para volver al mundo de los
espíritus, su verdadera patria; que pueda entrar allí en paz, y que
vuestra misericordia se extienda sobre ella. Espíritus buenos que la habéis acompañado en la Tierra, no
la abandonéis en este momento supremo; dadle fuerza para soportar
los últimos sufrimientos que debe padecer en la tierra para su adelantamiento
futuro; inspiradle para que consagre al arrepentimiento de sus faltas
los últimos destellos de inteligencia que le restan o que pueden volverle
momentáneamente. Dirigid
mi pensamiento a fin de que su acción haga menos penosa la separación,
y que lleve en su alma, en el momento de dejar la Tierra, los consuelos
de la esperanza.
FIN
* * *
Este
libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través
de la red Revisión y re ddición Electrónica de Hernán. Rosario
- Argentina 3
de diciembre 2002 – 21:01
[1]
Sin duda
que hubiéramos podido dar, sobre cada asunto, mayor número de comunicaciones
obtenidas en una multitud de poblaciones y centros espiritistas
que las que citamos, pero ante todo hemos creído deber evitar la
monotonía de las repeticiones inútiles y limitar nuestra elección
a las que, por el fondo y la forma, entran más particularmente en
el cuadro de esta obra, reservando para ulteriores publicaciones
las que no han podido publicarse en ésta. En cuanto a los MÉDIUMS, nos
hemos abstenido de nombrarlos. La mayor parte nos lo han solicitado,
y en este caso no convenía hacer excepciones. Por otra parte, los
nombres de los médiums no hubieran dado más valor a la obra de los
espíritus; en este caso sólo hubiera sido una satisfacción de amor
propio, lo que no gusta a los mediuns verdaderamente formales; comprenden
que siendo su papel puramente pasivo, el valor de las comunicaciones
en nada realza su mérito personal, pues sería pueril envanecerse
por un trabajo de inteligencia al que sólo se presta un concurso
mecánico.
[2]
"La
muerte de Jesús", que se dice escrita por un hermano Esseniense,
es un libro completamente apócrifo escrito con la mira de servir
a una opinión y que en sí mismo encierra la prueba de su origen
moderno.
[3]
La traducción
de Osterwald, está conforme al texto primitivo; dice: No renace
del agua y del Espíritu;
la de Sacy dice: "de Santo Espíritu"; la de Lammenais,
"del Espíritu Santo".
[4]
Para el desarrollo
del dogma de la reencarnación, véase el "Libro de los Espíritus",
caps. IV y V del Lib. II, "¿Qué es el Espiritismo?", cap.
II, por Allan Kardec; y la "Pluralidad de existencia del alma",
por Pezzani.
[5]
Esta comunicación
fue dada a propósito de una persona ciega, por lo que se evocó al
espíritu de J. B. Vianney. cura de Ars.
[6]
Esta figura
atrevida puede parecer un poco forzada, porque no se ve la relación
que existe entre un camello y una aguja. Esto proviene de que en
hebreo, la misma palabra significa "cable y camello".
En la traducción se le da esta última acepción; es probable que
fuese la primera la que estaba en el pensamiento de Jesús: al menos
es más natural.
[7]
Véase, para
la distinción de los espíritus, el "Libro de los Médiums",
cap. XXIV y siguientes.
[8]
"Non
odit", en latín, "kai o misei" en griego, no quiere
decir "aborrecer" sino "amar menos". Lo que
expresa el verbo griego "misein", el verbo hebreo, del
cual debió servirse Jesús, lo dice mejor aun; no sólo no significa
"aborrecer" sino "amar menos o no amar tanto como
al igual de otro". En el dialecto siriaco, del
cual se dice que Jesús hacía uso a menudo, esta significación es
aún más clara. En este sentido se dice en el Génesis (cap. XXIX,
v. 30 y 31) "Y Jacob amó también a Rachel más que a Lia, y
Jehová, viendo que Lia era "aborrecida..." Es evidente
que el verdadero sentido es "menos amada", y así es como
debe traducirse. En muchos otros pasajes hebreos, y sobre todo siriacos,
el mismo verbo se emplea en el sentido de "no amar tanto como
a otro", y sería un contrasentido traducir por "aborrecer",
que tiene otra acepción bien determinada. El texto de San Mateo,
borra además, esta dificultad. (Nota de M. Pezzani). [9] Algunas traducciones dicen: "No nos induzcáis en la tentación" (et ne nos inducas in tentationem); esta expresión daría a entender que la tentación viene de Dios, que él induce voluntariamente a los hombres al mal; pensamiento blasfematorio que asimilaría Dios a Satanás, y no puede haber sino el de Jesús. Por lo demás, está conforme con la doctrina vulgar sobre la misión atribu
III. - ORACIONES PARA OTRO
Para los que están en la aflicción
42.
Prefacio. Si está en el interés del afligido que su prueba siga
su curso, no se abreviará por nuestra demanda; pero sería impiedad
el desanimarse porque la súplica no sea atendida; además, en defecto
de la cesación de la prueba, se puede esperar obtener algún otro
consuelo que atempere la amargura lo que es verdaderamente útil
para el que sufre, es el valor y la resignación, sin lo cual lo
que sufre es sin provecho para él, porque estará obligado a empezar
de nuevo la prueba. Con
este objeto, pues, es menester dirigir todos los esfuerzos sea
llamando a los buenos espíritus en su ayuda, sea aumentando uno
mismo la moral del afligido por medio de consejos y animándole,
sea, en fin, asistiéndole materialmente si se puede. La oración
en este caso, puede además, tener un efecto directo, dirigiendo
sobre la persona una corriente fluidica con la mira de fortificar
su moral. (Cap. V, núms. 5 y 27; capítulo XXVII, núms. 6 y 10). 43. Oración. Dios mío, cuya bondad es infinita, dignaos aliviar
la amarga posición de N... si tal es vuestra voluntad. Espíritus
buenos, en nombre de Dios todopoderoso, os suplico que le asistáis
en sus aflicciones, si algo puede hacerse en interés suyo, haciéndole
comprender que son necesarias para su adelantamiento. Dadle confianza
en Dios y en el porvenir, y se le harán menos duras. Dadle también
fuerza para que no sucumba a la desesperación; porque perdería
el fruto y haría que su posición futura fuera más penosa. Conducid
mi pensamiento hacia él y que le ayude a sostener su ánimo.
Acción
de gracias por un favor concedido a otro
44. Prefacio. El que no está dominado por el egoísmo se alegra
del bien del prójimo, aun cuando no lo haya solicitado por la
oración. 45.
Oración. Dios mío, bendito seáis por la felicidad que habéis concedido
a N... Espíritus buenos, haced que vea en ella un efecto de la
bondad de Dios. Si el bien que se le concede es una prueba, inspiradle
el pensamiento de que haga de él un buen uso y no para que le
sirva de vanidad, con el fin de que este bien no sea en perjuicio
suyo en el porvenir. Vos, mi buen genio que me protegéis y deseáis mi felicidad,
separad de mi pensamiento todo sentimiento de envidia y de celos.
Para
nuestros enemigos y para los que nos quieren mal
46. Prefacio. Jesús dijo: "Amad también a vuestros enemigos".
Esta máxima es lo sublime de la caridad cristiana; pero Jesús
no quiere decir con esto que debamos tener con nuestros enemigos
la misma ternura que tenemos con nuestros amigos; nos quiso decir
con estas palabras, que olvidemos sus ofensas, que les perdonemos
el daño que nos han hecho, devolviéndoles bien por mal. Además
el mérito que resulta de ello a los ojos de Dios, es manifestar
a los ojos de los hombres la verdadera superioridad. (Cap. XII,
núms. 3 y 4). 47. Oración. Dios mío, yo perdono a N... el mal que me ha hecho
y el que ha querido hacerme, así como deseo que vos me perdonéis,
y que él mismo me perdone lo que yo haya podido hacer contra él.
Si lo habéis colocado a mi paso como una prueba, que se cumpla
vuestra voluntad. Desviad de mí, Dios mío, la idea de maldecirle y todo deseo
malévolo contra él. Haced que yo no experimente ninguna alegría
por las desgracias que pueda tener, ni pena por los bienes que
puedan concedérsele, con el fin de no manchar mi alma con pensamientos
indignos de un cristiano. Señor, que vuestra bondad se extienda sobre él y le conduzca
mejores sentimientos respecto a mí. Espíritus buenos, inspiradme el olvido del mal y el recuerdo
del bien. Que ni el odio, ni el rencor, ni el deseo de volverle
mal por mal, entren en mi corazón, porque el odio y la venganza
sólo pertenecen a los espíritus malos, encarnados y desencarnados.
Por el contrario, que esté pronto a tenderle fraternalmente
la mano, a volverle bien por mal y a socorrerle si me es posible. Deseo, para probar la sinceridad de mis palabras, que se me
ofrezca la ocasión de serle útil; pero sobre todo, Dios mío, preservadme
de hacer nada por orgullo u ostentación confundiéndole con una
generosidad humillante, lo que me haría perder el fruto de mi
acción, porque entonces merecería que se me aplicasen aquellas
palabras de Cristo: "Tú recibiste ya la recompensa".
(Cap. XIII, números 1 y siguientes).
Acción
de gracias por el bien concedido a nuestros enemigos
48. Prefacio. El no desear mal a sus enemigos, es ser caritativo
a medias; la verdadera caridad requiere que les deseemos el bien,
y que nos alegremos por las gracias que Dios les concede. (Cap.
XII, núms. 7 y 8). 49. Oración. Dios mío, en vuestra justicia habéis querido alegrar
el corazón de N... os doy las gracias por él, a pesar del mal
que me ha hecho o ha procurado hacerme. Si se aprovechase de ello
para humillarme, lo aceptaré como una prueba para mí, ejerciendo
la caridad. Espíritus buenos que me protegéis, no permitáis que tenga por
ello ningún pesar; desviad de mí la envidia y los celos que degradan;
inspiradme, por el contrario, la generosidad que eleva. La humillación
está en el mal y no en el bien, y sabemos que tarde o temprano
se hará a cada uno justicia según sus obras.
Para
los enemigos del espiritismo
50. Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia, porque
serán hartos. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando os maldijeren, y os persiguieren,
y dijeren todo mal contra vosotros mintiendo, por mi causa. Gozaos
y alegraos porque vuestro galardón muy grande es en los cielos. Pues así también persiguieron a los profetas, que fueron antes
de vosotros. (San Mateo, cap. X, v. 6, 10, 11 y 12). Y no temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el
alma; temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el
infierno. (San Mateo, cap. X, v. 28). 51. Prefacio. De todas las libertades, la más inviolable es
la de pensar, que comprende también la libertad de conciencia.
Anatematizar a los que no piensan como nosotros, es reclamar esta
libertad para sí y rehusaría a los otros, es violar el primer
mandamiento de Jesús: la caridad y el amor al prójimo. Perseguirles
por su creencia, es atentar al derecho más sagrado que tiene todo
hombre de creer lo que le conviene y adorar a Dios del modo que
él lo entienda. Obligarles a los actos exteriores parecidos a
los nuestros, es manifestar que se atiende más a la forma que
al fondo, a las apariencias más que a la convicción. La abjuración
forzada nunca ha dado fe; sólo puede hacer hipócritas. Es un abuso
de la fuerza material, que no prueba la verdad; "la verdad
está segura de sí misma; convence y no persigue, porque no tiene
necesidad de ello". El Espiritismo es una opinión, una creencia; aun cuando fuese
una religión, ¿por qué no ha de tener el hombre la libertad de
llamarse espiritista, como tiene la de llamarse católico, judío
o protestante, partidario de cual o tal doctrina filosófica, de
tal o cual sistema económico? Aquella creencia es falsa o verdadera;
si es falsa, caerá por su propio peso, porque el error no puede
prevalecer contra la verdad cuando las inteligencias se ilustran;
si es verdadera, la persecución no la hará falsa. "La persecución es el bautismo de toda idea nueva, grande
y justa"; crece con la grandeza y la importancia de la idea.
El encarnizamiento y la cólera de los enemigos de la idea está
en razón del miedo que les inspira. Por esta razón el cristianismo
fue perseguido en otro tiempo y el Espiritismo lo es hoy con la
diferencia, sin embargo, de que el cristianismo lo fue por paganos
mientras que el Espiritismo lo es por cristianos. El tiempo de
las persecuciones sangrientas ha pasado, es verdad; pero si no
se mata el cuerpo, se atormenta al alma; se la ataca hasta en
los sentimientos más íntimos, en los afectos más caros; se dividen
las familias, se excita a la madre contra la hija, a la esposa
contra el marido; se ataca aún el cuerpo en sus necesidades materiales,
quitándole su modo de vivir para sitiarle por el hambre. (Cap.
XXIII, núm. 9 y siguientes). Espiritistas, no os aflijáis por los tiros que os disparan,
porque así prueban que la verdad está de vuestra parte, pues de
lo contrario os dejarían tranquilos y no os perseguirían. Es una
prueba para vuestra fe, pero con vuestro valor, con vuestra resignación
y con vuestra perseverancia, Dios os reconocerá entre sus fieles
servidores, cuya enumeración hace hoy para dar a cada uno la parte
que le corresponde según sus obras. A ejemplo de los primeros cristianos, tened, pues, orgullo
en llevar vuestra cruz. Creed en las palabras de Cristo que dijo: "Bienaventurados
los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es
el reino de los cielos". No temáis a los que matan al cuerpo,
pero que no pueden matar el alma. Dijo también "Amad a vuestros
enemigos haced bien a los que os hacen mal y rogad por los que
os persiguen". Mostrad que sois verdaderos discípulos, y
que vuestra doctrina es buena, haciendo lo que El dijo e hizo.
La persecución durará sólo un tiempo limitado; esperad, pues,
con paciencia el despuntar de la aurora, porque la estrella de
la mañana se vislumbra en el horizonte. (Cap. XXIV, números 13
y siguientes). 52.
Oración. Señor, nos habéis hecho decir por boca de Jesús, vuestro
Mesías: "Bienaventurados los que sufren persecución de la justicia;
perdonad a vuestros enemigos; rogad por los que os persiguen";
y El mismo nos ha enseñado el camino rogando por sus verdugos. A su ejemplo, Dios mío, solicitamos vuestra misericordia para
los que desconocen vuestros divinos preceptos, los únicos que
pueden asegurar la paz en este mundo y en el otro. Nosotros decimos
como Cristo: "Perdonadles, Padre Nuestro, porque no saben
lo que hacen". Dadnos valor para soportar con paciencia y resignación, como
pruebas para nuestra fe y humildad, sus burlas, sus injurias,
sus calumnias y persecuciones; alejadnos de todo pensamiento de
represalias, porque la hora de vuestra justicia sonará para todos
y nosotros la esperamos sometiéndonos a vuestra santa voluntad.
Oración
para un niño recién nacido
51. Prefacio. Los espíritus no llegan a la perfección sino
después de haber pasado por las pruebas de la vida corporal: los
que están errantes esperan que Dios les permita volver a tomar
otra existencia que debe proporcionarles un medio de adelantamiento,
ya sea por la expiación de sus faltas pasadas por medio de vicisitudes,
a las que se han sometido, ya. sea también cumpliendo una misión
útil a la humanidad. Su adelantamiento y su felicidad futura serán
proporcionados a la manera como habrán empleado el tiempo que
deben pasar en la Tierra. El encargo de guiar sus primeros pasos
y dirigirles hacia el bien está confiado a sus padres, que responderán
ante Dios del modo como hayan cumplido su mandato. Para facilitar
esta ejecución, Dios ha hecho del amor paternal y del amor filial
una ley de la naturaleza, ley que no se viola jamás impunemente. 54.
Oración. (Dichas por los padres). - Espíritu que te has encarnado
en el cuerpo de nuestro hijo, bien venido seas entre nosotros;
Dios Todopoderoso que lo habéis enviado, bendito seáis. Este es un depósito que nos ha sido confiado, del que debemos
dar cuenta en su día. Si pertenece a la nueva generación de los
espíritus que debe poblar la Tierra, ¡gracias, Dios mío, por este
favor! Si es un alma imperfecta, nuestro deber es ayudarla a progresar
en el camino del bien, por nuestros consejos y buenos ejemplos;
si cae en el mal por culpa nuestra, de ello responderemos ante
vos, porque no habremos cumplido nuestra misión respecto a él. Señor, sostenednos en nuestro trabajo y dadnos fuerza y voluntad
para cumplirlo. Si este niño debe ser objeto de nuestras pruebas,
¡que se cumpla vuestra voluntad! Espíritus
buenos que habéis venido a presidir su nacimiento y debéis acompañarle
durante su vida, no lo abandonéis. Separad de él a los espíritus
imperfectos que pudieran inducirle al mal; dadle fuerza para resistir
a sus sugestiones y el valor para sufrir con paciencia y resignación
las pruebas que le esperan en la Tierra. (Capítulo XIV, núm. 9). 55. Otra. Dios mío, me habéis confiado la suerte de uno de
vuestros espíritus; haced, Señor, que sea digno del deber que
se me ha impuesto; concededme vuestra protección; iluminad mi
inteligencia con el fin de que pueda discernir con tiempo las
tendencias del que debo preparar para entrar en vuestra paz. 56. Otra. Dios clementísimo, puesto que habéis tenido a bien
permitir al espíritu de este niño que venga a sufrir las pruebas
terrestres para hacerle progresar, dadle la luz a fin de que aprenda
a conoceros, amaros y adoraros. Haced, por vuestro poder infinito, que esta alma se regenere
eh el manantial de vuestras divinas instrucciones; que bajo el
amparo de su ángel de la guarda, su inteligencia se aumente, se
desarrolle y le enseñe el camino que conduce a vos; que la ciencia
del Espiritismo sea la luz brillante que le ilumine a través de
los escollos de la vida; que sepa, en fin, apreciar toda la inmensidad
de vuestro amor, que nos prueba para fortificamos. Señor, echad una mirada paternal sobre la familia a que habéis
confiado esta alma; que pueda comprender la importancia de su
misión y haced germinar en este niño las buenas semillas, hasta
el día en que él mismo pueda, por sus propias aspiraciones, elevarse
solo hacia vos. Dignaos, oh Dios mío, escuchar esta humilde plegaria, en nombre
y por los méritos del que dijo: "Dejad venir a mí los niños,
porque el reino de los cielos es para los que se les parecen."
Para
un agonizante
57. Prefacio. La agonía es el preludio de la separación del
alma y del cuerpo; se puede decir que en este momento el hombre
sólo tiene un pie en este mundo y el otro fuera de él. Este tránsito es algunas veces penoso para los que están muy
ligados a la materia y han vivido más para los bienes de este
mundo que para los del otro, o cuya conciencia está agitada por
los pesares y remordimientos: en aquellos, por el contrario, cuyos
pensamientos se han elevado hacia el infinito y se han desprendido
de la materia, los lazos se desatan con más facilidad, y los últimos
momentos nada tienen de doloroso; el alma está entonces unida
al cuerpo por un hilo, mientras que en la otra posición está unida
a él por profundas raíces; de todos modos la oración ejerce una
acción poderosa en el trabajo de la separación. (Véase: Oraciones
para los enfermos. - "Cielo e Infierno", 2ª parte, cap.
I, "El Tránsito"). 58. Oración. Dios Todopoderoso y misericordioso, aquí tenéis
un alma que deja su envoltura terrestre para volver al mundo de
los espíritus, su verdadera patria; que pueda entrar allí en paz,
y que vuestra misericordia se extienda sobre ella. Espíritus buenos que la habéis acompañado en la Tierra, no
la abandonéis en este momento supremo; dadle fuerza para soportar
los últimos sufrimientos que debe padecer en la tierra para su
adelantamiento futuro; inspiradle para que consagre al arrepentimiento
de sus faltas los últimos destellos de inteligencia que le restan
o que pueden volverle momentáneamente. Dirigid
mi pensamiento a fin de que su acción haga menos penosa la separación,
y que lleve en su alma, en el momento de dejar la Tierra, los
consuelos de la esperanza.
FIN
* * *
Este
libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través
de la red Revisión y re ddición Electrónica de Hernán. Rosario
- Argentina 3
de diciembre 2002 – 21:01
[1]
Sin duda
que hubiéramos podido dar, sobre cada asunto, mayor número de
comunicaciones obtenidas en una multitud de poblaciones y centros
espiritistas que las que citamos, pero ante todo hemos creído
deber evitar la monotonía de las repeticiones inútiles y limitar
nuestra elección a las que, por el fondo y la forma, entran
más particularmente en el cuadro de esta obra, reservando para
ulteriores publicaciones las que no han podido publicarse en
ésta. En cuanto a los MÉDIUMS, nos
hemos abstenido de nombrarlos. La mayor parte nos lo han solicitado,
y en este caso no convenía hacer excepciones. Por otra parte,
los nombres de los médiums no hubieran dado más valor a la obra
de los espíritus; en este caso sólo hubiera sido una satisfacción
de amor propio, lo que no gusta a los mediuns verdaderamente
formales; comprenden que siendo su papel puramente pasivo, el
valor de las comunicaciones en nada realza su mérito personal,
pues sería pueril envanecerse por un trabajo de inteligencia
al que sólo se presta un concurso mecánico.
[2]
"La
muerte de Jesús", que se dice escrita por un hermano Esseniense,
es un libro completamente apócrifo escrito con la mira de servir
a una opinión y que en sí mismo encierra la prueba de su origen
moderno.
[3]
La traducción
de Osterwald, está conforme al texto primitivo; dice: No renace
del agua y del Espíritu;
la de Sacy dice: "de Santo Espíritu"; la de Lammenais,
"del Espíritu Santo".
[4]
Para el desarrollo
del dogma de la reencarnación, véase el "Libro de los Espíritus",
caps. IV y V del Lib. II, "¿Qué es el Espiritismo?",
cap. II, por Allan Kardec; y la "Pluralidad de existencia
del alma", por Pezzani.
[5]
Esta comunicación
fue dada a propósito de una persona ciega, por lo que se evocó
al espíritu de J. B. Vianney. cura de Ars.
[6]
Esta figura
atrevida puede parecer un poco forzada, porque no se ve la relación
que existe entre un camello y una aguja. Esto proviene de que
en hebreo, la misma palabra significa "cable y camello".
En la traducción se le da esta última acepción; es probable
que fuese la primera la que estaba en el pensamiento de Jesús:
al menos es más natural.
[8]
"Non
odit", en latín, "kai o misei" en griego, no
quiere decir "aborrecer" sino "amar menos".
Lo que expresa el verbo griego "misein", el verbo
hebreo, del cual debió servirse Jesús, lo dice mejor aun; no
sólo no significa "aborrecer" sino "amar menos
o no amar tanto como al igual de otro". En el dialecto siriaco, del
cual se dice que Jesús hacía uso a menudo, esta significación
es aún más clara. En este sentido se dice en el Génesis (cap.
XXIX, v. 30 y 31) "Y Jacob amó también a Rachel más que
a Lia, y Jehová, viendo que Lia era "aborrecida..."
Es evidente que el verdadero sentido es "menos amada",
y así es como debe traducirse. En muchos otros pasajes hebreos,
y sobre todo siriacos, el mismo verbo se emplea en el sentido
de "no amar tanto como a otro", y sería un contrasentido
traducir por "aborrecer", que tiene otra acepción
bien determinada. El texto de San Mateo, borra además, esta
dificultad. (Nota de M. Pezzani).
[9]
Algunas traducciones
dicen: "No nos induzcáis en la tentación" (et ne nos
inducas in tentationem); esta expresión daría a entender que
la tentación viene de Dios, que él induce voluntariamente a
los hombres al mal; pensamiento blasfematorio que asimilaría
Dios a Satanás, y no puede haber sino el de Jesús. Por lo demás,
está conforme con la doctrina vulgar sobre la misión atribuida
a los demonios. (Véase "Cielo e Infierno", cap. X:
Los demonios).
[10]
Esta oración
fue dictada a un medium de Bordeaux en el momento en que pasaba
por delante de sus ventanas el entierro de un desconocido. ida a los
demonios. (Véase "Cielo e Infierno", cap. X: Los demonios).
[10]
Esta oración
fue dictada a un medium de Bordeaux en el momento en que pasaba
por delante de sus ventanas el entierro de un desconocido. |
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