SIMBOLISMO ARCAICO UNIVERSAL

LA DOCTRINA SECRETA ( vol 2)

Helena Petrovna Blavatsky

 


H. P. BLAVATSKY

LA DOCTRINA SECRETA


SÍNTESIS DE LA CIENCIA, LA RELIGIÓN Y LA FILOSOFÍA


VOLUMEN II


COSMOGÉNESIS
(Partes II y III)


SIMBOLISMO ARCAICO UNIVERSAL


TRADUCCIÓN DE VARIOS MIEMBROS DE LA RAMA DE LA S. T. E.

Tercera Edición Argentina cotejada con la 4ª Edición Inglesa


SATYÂT NÂSTI PARO DHARMAH


“NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD”

ÍNDICE TEMÁTICO


VOLUMEN II

COSMOGÉNESIS
(Partes II y III)


SIMBOLISMO ARCAICO UNIVERSAL


PARTE II

LA EVOLUCIÓN DEL SIMBOLISMO

SECCIÓN I – SIMBOLISMO E IDEOGRAFÍA .... 3
Las mitologías y las Tradiciones contienen verdades históricas – Hay una diferen-
cia entre Emblema y Símbolo – El primero es una serie de Pinturas Gráficas expli-
cadas alegóricamente – La Historia Esotérica se halla oculta bajo Símbolos – La
Potencia Mágica del Sonido – El lenguaje del Misterio, ahora llamado Simbolismo.

SECCIÓN II – EL LENGUAJE DEL MISTERIO Y SUS CLAVES .... 9
Los Sabios han usado una vez la clave del Lenguaje Universal Antiguo – Anales
Antiguos escritos en Lenguaje Universal – Los Rituales y Dogmas Egipcios conser-
van las Principales Enseñanzas de la DOCTRINA SECRETA – Los Sabios descu-
bren el Sistema Geométrico y Numérico de las Medidas de la Gran Pirámide – La
Cuadratura del Círculo – La Verdad debe prevalecer al fin – Moisés y el Arca de Jun-
cos copiado de Sargón – Los Números Ocultos son Piedras Angulares de las Cosmo-
gonías Esotéricas – La identidad de los Símbolos Antiguos – La Creación de varios
Adanes – Las Razas “Satánicas”.

SECCIÓN III – LA SUBSTANCIA PRIMORDIAL Y EL PENSAMIENTO DIVINO ...... 22
Los Metafísicos occidentales quedan lejos de la Verdad – El Pensamiento Divino no
puede ser definido, excepto por las innumerables Manifestaciones de la Substancia
Cósmica – La Ideación Cósmica es inexistente durante el Pralaya Universal – Todo
el Universo es una Ilusión - ¿Qué es la Substancia Primordial? – El AEther es el Fue-
go Universal – La Cosmogénesis de Manas – Los siete Prakritis – Los Dioses del
Génesis – Del Triple Uno emanó todo el Kosmos – El “Fuego Viviente” – El Éter de la
Ciencia – Todo el Kosmos ha surgido del Pensamiento Divino – La Ciencia Oculta a
aún conserva la Clave de todos los Problemas del Mundo.

 

 

SECCIÓN IV – CHAOS: THEOS: KOSMOS ... 35
El Espacio, el Recipiente y el Cuerpo del Universo en sus Siete Principios – El Caos
se convirtió en el Alma del Mundo – El Primer Triángulo – El Nacimiento de la Mente –
El Inefable Nombre – Los Cuatro Elementos Primarios – Cosmolatría.

SECCIÓN V – SOBRE LA DEIDAD OCULTA, SUS SÍMBOLOS Y SIGNOS 41
Prajâpatis y Patriarcas – El Macroprosopus y el Microprosopus – Las Siete
Letras Secretas de que está compuesto el Nombre de Dios – El Alma Universal
era considerada como la Mente del Creador Demiurgo – Significado de los Ani-
males y Plantas Sagrados – Símbolos de los Poderes Activos – Los Siete y Diez
Constructores - ¿Hubo una Revelación Universal Primordial? – El Cisne como
un Símbolo del Espíritu – Simbología Antigua.

 

SECCIÓN VI – EL HUEVO DEL MUNDO ..... 48
El Huevo es el Símbolo del Universo y sus Cueerpos Esféricos – El Huevo y el
Arca – Diez, el Número sagrado del Universo – Simbolismo de las Deidades
Lunares y Solares – Los Cuatro Animales Sagrados son los Símbolos de los
Cuatro Principios Inferiores en el Hombre – Las Serpientes de Fuego . El Globo
Alado – El Huevo da Nacimiento a los Cuatro Elementos – Todos los Dioses
Egipcios eran Duales – La Cosmogonía Escandinava – Los Cuatro Ríos del Edén
están simbolizados por el Cubo.

 

SECCIÓN VII – LOS DÍAS Y NOCHES DE BRAHMÂ ... 55
El Presente Kalpa es el Varâha (Bohar) – Los Avatares indican Ciclos Mayores
y Menores – Tres Pralayas Principales – Una Clave Kabalística – Catorce Manus
en el Término de un Mahâ Yuga – La llegada de la Noche Cósmica – El Satya
Yuga es siempre el Primero de las Cuatro Edades y Kali el Último – La Vuelta de
Moru y Devâpi.

 

SECCIÓN VIII – EL LOTO COMO SÍMBOLO UNIVERSAL ... 62
El Loto es el Símbolo de la Creación y Generación – La Ideación Divina pasa de
lo Abstracto a lo Concreto – El Dios Creador es Pensamiento hecho Visible –
Antropomorfismo Hebreo – El Significado Esotérico del Pecado y la Caída en el
Génesis – El Significado Sagrado de la Letra “M”.

 

SECCIÓN IX – LA LUNA; DEUS LUNUS, PHOEBE ....... 68
Personificación de la Luna – Dioses Solares y Lunares, Razas y Dinastías – La
Clave Fisiológica del Símbolo de la Luna – El Número Doble, Masculino y Feme-
nino – Una Alegoría del Zohar – La Complejidad del Símbolo Lunar, su Clave
Fisiológica – El Aspecto Dual de la Luna – Ritos del Culto Lunar basados en el
Conocimiento de la Fisiología – El Sol y la Luna, como Deidades Masculinas-Fe-
meninas fructifican la Tiera – La Inmaculada Virgen-Madre y Diosas Paganas – El
Culto de la Luna es tan Antiguo como el Mundo – La Luna, el símbolo aceptado de
todas las Diosas Vírgenes-Madres.

 

SECCIÓN X – EL CULTO DEL ÁRBOL, DE LA SERPIENTE Y DEL COCODRILO 81
El Fruto del Árbol del Conocimiento – Serpientes y Dragones eran Nombres que
daban a los Sabios los Adeptos Iniciados de los Tiempos Antiguos – La Serpiente,
Símbolo de Iniciación – Los Ocultistas conocen los Significados Primitivos del Cielo
- Las Serpientes y Dragones de Siete Cabezas de la Antigüedad simbolizan los
Siete Principios en la Naturaleza y en el Hombre – El Cocodrilo es el Dragón Egip-
cio – El Significado de los Siete Fuegos, las Siete Vocales, etcétera, representados
por las Siete Cabezas de la Serpiente de la Eternidad.


SECCIÓN XI – DEMON EST DEUS INVERSUS ....... 88
El Bien y el Mal, ¿pueden existir dos Absolutos Eternos? – Cómo “Satán” fue
antropomorfizado – No hay Vida sin Muerte – El Bien y el Mal son las Dos
Caras de la Una y Misma Cosa – El Mal denota la Polaridad de la Materia y
del Espíritu – La “Caída” es el Deseo de conocer – El Significado de la Rebe-
lión y Caída de los Ángeles – Adeptos de la Mano Derecha y de la Mano
Izquierda – La Guerra de los Dioses – Los Dos Aspectos de Vishnu – Las Fuer-
zas Creadoras son Entidades Vivientes y Conscientes – La Pirámide Negra y
la Pirámide Blanca.

 

SECCIÓN XII – LA TEOGONÍA DE LOS DIOSES CREADORES ... 98
La Jerarquía de las Fuerzas – El Artífice del Universo no es el Dios más Elevado
- El Punto es la Unidad de la cual parte el Sistema Numérico Entero – Las Crea-
ciones en la Cosmogonía Hindú – El Logos es el Verbum – Sinónimos del Logos –
Poderes Femeninos en la Naturaleza – El Misterio del Sonido – La Luz, el Sonido y
el número son los Tres Factores de la Creación – La Doctrina Pitagórica de los
Números – La Madre de los Dioses – La Antigüedad de las Pirámides – Ángeles,
Arcángeles, Principados, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines
- Los Dioses Cósmicos – Grados de Manifestación – El Nombre Impronunciable –
La Cosmogonía de Confucio – Los Siete y Catorce Ciclos de Existencia – Los Sím-
bolos del Misterio de las Tinieblas – El Yo Supremo es el Único que es Divino y es
Dios.

 

SECCIÓN XIII – LAS SIETE CREACIONES ....... 113
Las Siete Creaciones de los Purânas – La Ogfdoada – El Primer Hombre “Pensa-
dor” y los Sonidos de Una, Tres y Siete Vocales – Las Creaciones Primarias y
Secundarias – Mahat es la Mente Divina en Operación Activa – Muchas Versiones
de la Verdad Única – Los Dhyân Chohans son el Agregado Colectivo de la Mente
Primordial – Las Siete Creaciones: (1) Mahat-tattva, la Primordial Evolución en sí;
(2) Principios Rudimentarios o Tanmâtras; (3) Ahamkâra, o el Concepto del “Yo”; (4)
Las Series de Cuatro Reinos Rudimentarios o Elementales, Bases de los Sentidos;
(5) Creación de los Animales Mudos; (6) Prototipos de la Primera Raza (humana);
(7) El Hombre – Quiénes son los Kumâras – Los Ascetas Vírgenes que se negaron
a crear al Hombre Material – La importancia del Número Siete.

SECCIÓN XIV – LOS CUATRO ELEMENTOS .... 125
Los Elementos son la Vestidura Visible de los Dioses Cósmicos – Elementos Cor-
porales y Espirituales en las Fuerzas de la Naturaleza – Los Atlantes comprendían
el Fenómeno de los Cuatro Elementos – San Pablo creía en los Dioses Cósmicos –
Jehová, Dios de los Elementos – Astarté y la Virgen María – Cada Elemento es Dual
en su Naturaleza – Las Fuerzas Físicas, vehículos de los Elementos.

SECCIÓN XV – SOBRE KWAN-SHI-YIN Y KWAN-YIN .... 133
El Alfa y la Omega de la Naturaleza Manifestada – Los Mantras originan un Efecto
Mágico – Kwan-shi-yin es una Forma del Séptimo Principio Universal, o místicamen-
te, el Logos – Kwan-yin es el Principio Femenino en la Naturaleza.

 


Parte III - Addenda

SOBRE CIENCIA OCULTA Y MODERNA


SECCIÓN I – RAZONES PARA ESTA ADDENDA .... 139
No puede haber conflicto entre la Ciencia Oculta y Exacta cuando las Conclusiones
de la última son basadas sobre el Hecho Irrefutable – Las Fuerzas son Inteligentes
y son Devas y Genios – El Sol es Materia y el Sol es Espíritu – El Sol es el Dador de
Vida del Mundo Físico; el Sol Espiritual Oculto es el Dador de Vida y Luz en los
Reinos Espirituales y Psíquicos.

SECCIÓN II – LOS FÍSICOS MODERNOS ESTÁN JUGANDO A LA GALLINA CIEGA .. 143
La Ciencia tiene que aprender qué son en realidad la Materia, el Átomo, el Éter y la
Fuerza - ¿Es la Luz un Cuerpo o no? – Hipótesis contradictorias – Conceptos sobre
la Constitución del Éter – Los Ocultistas dicen que el Autor de la Naturaleza es la
Naturaleza misma.

SECCIÓN III - ¿ES LA GRAVITACIÓN UNA LEY? .. 149
Conceptos científicos sobre la Gravedad – Opiniones de Pitágoras y Platón sobre
los Regentes Planetarios – Fohat, la Inteligencia animadora, es el Fluido Universal
Eléctico y Vital – Las Fuerzas en la Naturaleza son Individualidades Inteligentes –
Teoría de Newton sobre el Vacío Universal – Movimiento Perpetuo – Magnetismo
Cósmico – Ideas de Kepler sobre Fuerzas Cósmicas – La Causa de la Rotación.

SECCIÓN IV – LAS TEORÍAS CEINTÍFICAS DE LA ROTACIÓN ... 157
Hipótesis acerca del Origen de la Rotación, de los Planetas y Cometas – Paradojas
de la Ciencia – Las Fuerzas son Realidades.

SECCIÓN V – LOS DISFRACES DE LA CIENCIA .... 163
¿Física o Metafísica?
Doctrina Oculta y Principio en Spiller – Definiciones Científicas de la Fuerza –
Fuerza y Substancia en el Ocultismo - ¿Qué es la Fuerza? – Los Ocultistas llaman
a la Causa de la Luz, del Calor, del Sonido, de la Cohesión del Magnetismo, etc.,
una Substancia – LosSiete Rayos Místicos del Sol – Causas y sus Efectos - ¿Qué
es un Átomo? – Los Cuarenta y Nueve Fuegos Originales personificados; su rela-
ción con las Facultades Psíquicas Humanas y Potencias Químicas y Físicas – El
“Principio Indiscreto” del Sistema Filosófico Vishishtâdvaita.

SECCIÓN VI – ATAQUE DE UN HOMBRE DE CIENCIA A LA TEORÍA CIENTÍFICA DE LA
LA FUERZA 176
Varios hombres de ciencia ingleses casi enseñan Doctinas Ocultas – El Espíritu y el
Alma del Cosmos.

SECCIÓN VII – VIDA, FUERZA O GRAVEDAD 180
La Atracción por sí sola no es suficiente para explicar el Movimiento Planetario – Los
fluidos o Emanaciones del Sol imprimen todo movimiento y despiertan toda Vida en
el Sistema Solar – El Sol es el Depósito de Fuerza Vital - ¿Panteísmo o Monoteísmo?
- Los Siete Sentidos Físicos – El Árbol de la Vida - ¿Qué es el “Éter Nervioso”? –
Una verdadera Escala Septenaria.

SECCIÓN VIII – LA TEORÍA SOLAR . 189
Breve análisis de los elementos compuestos y simples de la ciencia en oposición a
Las doctrinas ocultas. Hasta qué punto esta teoría, según se acepta generalmente,
es científica.
El Sol es el Corazón del Sistema Solar – Los Elementos que ahora conocemos no
son los Elementos Primordiales – La Química se aproxima más que otras Ciencias
al Reino de lo Oculto en la Naturaleza – Los descubrimientos del Profesor Crookes
justifican las Enseñanzas Ocultas – Términos Químicos y el Génesis de los Dioses
- El Poder que dirige al Átomo – El Significado del Caduceo de Mercurio – El Es-
tado Laya y el Punto Cero – El Ocultismo afirma que la Materia es Eterna convir-
tiéndose en Atómica sólo periódicamente – Las “Atomicidades” dominantes – Las
Mentes Inteligentes y Regentes de Mónadas y Átomos.

SECCIÓN IX – LA FUERZA FUTURA ...... 200
Sus posibilidades e imposibilidades.
La Causa y Efectos de la Electricidad Cósmica – El Sonido es un Poder Oculto –
Keely, un Ocultista Inconsciente – El Significado Oculto de un Centro Laya – La
Humanidad se halla relacionada psíquicamente con los Grupos de Dhyân Chohans
- Por qué no pudo Keely llevar sus Descubrimientos hasta su fin lógico – No se per-
mitirá que la Fuerza Etérica sirva para fines mercantiles – “Vril” es una Fuerza Real –
Los prematuros descubrimientos de Keely.

SECCIÓN X – SOBRE LOS ELEMENTOS Y LOS ÁTOMOS ....... 210
Cuando se emplea el Término Elemento en sentido metafísico, significa el Hombre
Divino Incipiente – Átomos-Almas son Diferenciaciones de lo Uno – La Alegoría de
la “Tierra Prometida” – La Mónada según las Enseñanzas de losAntiguos Iniciados
- El Peregrino Eterno – Buddhas de los Tres Mundos – Dhyâni Buddhas y los Siete
Hijos de la Luz – Personalidad e Individualidad – Mónadas Angélicas, Mónadas
Humanas y Estrellas Padre – El lugar de Urano y Neptuno – El Origen Planetario de
la Mónada fue enseñado por los Gnósticos – La Caída Cíclica de los Dioses – La
Naturaleza de Jehovah.

SECCIÓN XI – EL PENSAMIENTO ANTIGUO VESTIDO A LA MODERNA ..... 219
La Química y la Ciencia Ocutla – Roger Bacon tenía la Clave de la verdadera signi-
ficación de la Magia y la Alquimia – El Átomo es inseparable del Espíritu – La Trinidad
en Unidad – LaGénesis de los Elementos – Purânas versus la Sociedad Real.

SECCIÓN XII – EVIDENCIA CIENTÍFICA Y ESOTÉRICA DE LA TEORÍA NEBULAR
MODERNA Y OBJECIONES A LA MISMA ..... 225
La Teoría Nebular es errónea – El Sol y los Planetas son Hermanos Couterinos – El
Deber del Ocultista se refiere al Alma y Espíritu del Espacio Cósmico – La necesidad
de estudiar todo el Sistema Cosmogénico Esotérico – Las Fuerzas son Aspectos de
la Vida Una Universal- Las opiniones de un Maestro acerca de las Teorías Científicas
- ¿Qué es la Nebulosa? – La Teoría Nebular y la DOCTRINA SECRETA – Nuestro
Universo visible es el Sthûla Shariradel Séptuple Kosmos - ¿Qué es Materia Primitiva?
- La Selección Natural y la Doctrina Oriental de Evolución.

SECCIÓN XIII –LAS FUERZAS: ¿MODOS DE MOVIMIENTO O INTELIGENCIAS? ...... 235
Los Efectos de la Materia Primitiva sentidos a través de Inteligencias denominadas
Dhyân Chohans – Estas Inteligencias deben ser admitidas por la Ciencia – La Mente
Universal es la Luz Divina (Fohat) que emana del Logos – Los Fenómenos Terres-
tres son Aspectos de la Naturaleza Dual de los Dhyân Chohans Cósmicos – La Ley
de Analogía es la Primera Clave para el Problema del Mundo – Diferentes clases de
Humanidades – Distintos Sentidos en otros Mundos – Todo tiene su Período de Vida:
la Tierra, la Humanidad, el Sol, la Luna, los Planetas, las Razas, etcétera.

SECCIÓN XIV – DIOSES, MÓNADAS Y ÁTOMOS .... 242
El Cosmos está lleno de Existencias Invisibles e Inteligentes – Sólo los Iniciados
más elevados y Adeptos son capaces de asimilarse el Pleno Conocimiento de los
Misterios de la Naturaleza – El que domina los Misterios de nuestra propia Tierra
habrá dominado Todos los demás – El Punto Matemático – El Universo Absoluta-
mente Ideal y el Kosmos Invisible pero Manifestado – La mónada es el Ápice del
Triángulo Equilátero Manifestado, el “Padre” – El Espacio es el Mundo Real – Los
Diez Puntos Pitagóricos – El Triángulo Ideal – La Mónada y la Duada – Almas
Atómicas y su Peregrinación Individual – El Descenso y Ascenso de la Mónada
Individualizada – La Química del futuro – La Ciencia Esotérica abarca todo el Plan
de Evolución desde el Espíritu a la Materia – El Nóumeno del Oxígeno, Hidrógeno,
y Nitrógeno – Las Teorías de Leibnitz – Naturaleza de la Mónada – Los “Dioses”
son las Radiaciones de la Naturaleza Primordial – Los Átomos son el Movimiento
que mantiene en perpetua marcha las Ruedas de la Vida.

SECCIÓN XV – EVOLUCIÓN CÍCLICA Y KARMA .. 261
Karma es la Ley Una que gobierna el Mundo del Ser – Los Ocultistas tienen el
mismo respeto a la Vida Animal Externa del Hombre que a su Naturaleza Espiritual
Interna – La Influencia Esotérica de los Ciclos Kármicos sobre la Ética Universal –
Nadie puede escapar a su Destino Dominante – Karma, la Ley de Compensación –
Los Grandes Cambios Geológicos no son más que Instrumentos para alcanzar
ciertos fines actuando periódicamente – Los Grandes Ciclos y Ciclos Menores –
Karma-Némesis – Prefecías Antiguas y Modernas – La Astrología, una Ciencia.

SECCIÓN XVI – EL ZODÍACO Y SU ANTIGÜEDAD 271
El Zodíaco en la Biblia – La Antigüedad del Zodíaco – Mesías, Avatares y los Signos
del Zodíaco – Dioses Caldeo-Judíos y Ciclos – La Antigüedad del Zodíaco de los
Hindúes – Conclusión Científica – El principio del Kali Yuga – Los Métodos Astronó-
micos Hindúes y su vindicación.

SECCIÓN XVII – RESUMEN DE LA SITUACIÓN ..... 285
¿Qué es Éter, Materia, Energía? – Cuán poco se conoce del Universo Material –
Las Enseñanzas Esotéricas eran idénticas en Egipto y en la India – Más allá de los
límites del Sistema Solar hay otros Soles y el Misterioso Sol Central – Fohat es en
el Ocultismo la Clave que abre y descifra los Símbolos y Alegorías de todas las Mito-
logías – Fohat bajo muchos Nombres – La Leyenda y la Historia.

 

 

 

LA EVOLUCIÓN DEL SIMBOLISMO

SECCIÓN I

SIMBOLISMO E IDEOGRAFÍA


¿No es siempre un símbolo para quien sabe
distinguir, una revelación más o menos clara, o
confusa, de lo semejante a Dios?... Al través de
todas las cosas... brilla débilmente algo de la
Idea Divina. Más aún: la enseña más elevada que
han encontrado jamás los hombres y que han
abrazado, la cruz misma, no posee significación
alguna, salvo una accidental y extrínseca.

CARLYLE, Sartor Resarius


El estudio del significado oculto en cada una de las leyendas religiosas y profanas de cualquiera nación, ya sea grande o pequeña, y especialmente en las tradiciones del Oriente, ha ocupado la mayor parte de la vida de la que estas líneas escribe. Ella es de los que poseen la convicción de que ninguna fábula mitológica, ningún suceso tradicional de las leyendas de un pueblo, ha sido en tiempo alguno pura ficción, sino que cada una de semejantes narraciones encierra algo de verdaderamente histórico. En esto difiere la autora de aquellos mitólogos, por grande que sea su reputación, que no ven en cada mito más que la confirmación de la tendencia supersticiosa de los antiguos, y que creen que todas las mitologías han tenido su origen en los mitos solares y se basan en los mismos. A semejantes pensadores superficiales les ha puesto admirablemente en el lugar que les corresponde el poeta y egiptólogo Mr. Gerald Massey, en una conferencia sobre “Luniolatría, Antigua y Moderna”. Su crítica acerada es digna de reproducirse en esta parte de nuestra obra, por ser eco fiel de nuestros propios sentimientos, tan abiertamente expresados desde 1875, cuando escribimos Isis sin Velo.

Durante los últimos treinta años, el profesor Max Müller ha estado enseñando en sus libros y discursos, en el Times, Saturday Review y en varias revistas, desde la tribuna de la Royal Institution, en el púlpito de la Abadía de Westminster, y en su cátedra de Oxford, que la mitología es una enfermedad del lenguaje, y que el antiguo simbolismo era resultado de algo parecido a una aberración mental primitiva.
“Sabemos -dice Renouf, repitiendo a Max Müller, en sus conferencias de Hibbert- que la mitología es la enfermedad que brota durante un estado peculiar de la cultura humana”. Tal es la trivial explicación de los no evolucionistas, y semejantes explicaciones son todavía aceptadas por el público inglés, que piensa por cerebros de otros. El profesor Max Müller, Cox, Gubernatis y otros tratadistas de mitos solares, nos han descrito al primitivo inventor de mitos como una especie de metafísico indo germanizado, proyectando su propia sombra sobre una niebla mental, y hablando ingeniosamente del humo, o por lo menos de las nubes; convirtiendo el cielo sobre su cabeza en la cúpula del país de los sueños, pintarrajeada con las imágenes de pesadillas aborígenes. Conciben al hombre primitivo a su semejanza, y le contemplan como irresistiblemente inclinado a la propia mixtificación, o como dice Fontenelle, “sujeto a contemplar cosas que no existen”. Ellos han presentado bajo un aspecto falso al hombre primitivo o arcaico, como inducido desde un principio y de un modo estúpido, por una imaginación activa y falta de dirección, a creer toda suerte de falsedades, que eran inmediata y constantemente contradichas por su propia experiencia diaria; como un necio fantástico en medio de aquellas feas realidades con que le agobiaba la experiencia, a manera de los iceberg aplastantes que dejan sus huellas en las rocas sumergidas en el mar. Quédame por decir, y algún día se reconocerá como cierto, que estos maestros, aceptados como tales, no se han aproximado más a los principios de la mitología y del lenguaje, que el poeta Willie de Burns a Pegaso. He aquí mi contestación: Es sólo un sueño del metafísico teórico, creer que la mitología fuese una enfermedad del lenguaje o de cualquier otra cosa que no sea su propio cerebro. El origen y el significado de la mitología ha sido totalmente equivocado por estos traficantes en mitos solares. La Mitología era un modo primitivo de objetivar el pensamiento primitivo. Estaba fundada en hechos naturales, y todavía puede comprobarse en los fenómenos. Nada hay de insano ni de irracional en ella, cuando se la considera a la luz de la evolución, y cuando se comprende por completo su manera de expresarse por el lenguaje de los signos. La locura consiste en tomarla por historia humana o por revelación Divina (1). La Mitología es el depósito de la ciencia más antigua del hombre, y lo que principalmente nos interesa, es lo siguiente: cuando sea de nuevo interpretada correctamente, está destinada a ocasionar la muerte de aquellas falsas teologías a que sin saberlo ha dado origen (2).
En la fraseología moderna se dice algunas veces que una afirmación es mítica en proporción de su falsedad; pero la antigua mitología no era un sistema o modo de falsificación en ese sentido. Sus fábulas eran medios de comunicar hechos; no eran ni falsificaciones ni ficciones... Por ejemplo, cuando los egipcios representaban a la luna como un gato, no eran tan ignorantes que supusiesen que la luna era un gato; ni veían en su extraviada fantasía parecido alguno de la luna con un gato; ni tampoco era el mito-gato mera expansión de metáfora verbal, ni tenían ellos intención de crear embrollos y enigmas... Habían observado simplemente que el gato veía en la oscuridad, y que sus ojos aumentaban y se hacían más luminosos por la noche. La Luna era durante la noche el vidente en los cielos, y el gato era su equivalente en la tierra; y así el gato doméstico fue adoptado como un signo natural y representativo, como una pintura viviente del orbe lunar... Y de esto provino que el Sol, que en el mundo de abajo veía durante la noche, pudo también ser llamado el gato, como sucedió, porque también vela en las tinieblas. El nombre del gato es mau en egipcio, que significa vidente, de mau, ver. Un tratadista de mitología asegura que los egipcios “imaginaban un gran gato tras del sol, el cual era la pupila del ojo del gato”. Pero esta suposición es por completo moderna. es la mercancía de Max Müller en el mercado. La Luna, como gato, era el ojo del sol, porque reflejaba la luz solar, y porque el ojo refleja la imagen en su espejo. En la forma de la diosa Pashtr, el gato vigila por el sol, sujetando y destrozando con su garra la cabeza de la serpiente de las tinieblas, llamada su eterna enemiga.

Ésta es una exposición muy correcta de los mitos lunares bajo su aspecto astronómico. Sin embargo, la Selenografía es la menos esotérica de las divisiones de la simbología lunar. Para dominar la Selenognosis -si se nos permite la invención de la palabra- es necesario llegar a conocer a fondo algo más que su significado astronómico. La Luna está íntimamente relacionada con la Tierra, como se ha mostrado en las Estancias; y está más directamente relacionada con todos los misterios de nuestro Globo, que el mismo Venus-Lucifer, hermano oculto y alter ego de la Tierra (3).
Las infatigables investigaciones de los mitólogos occidentales, especialmente de los alemanes, durante el último siglo y en el presente, han hecho ver a las personas libres de prejuicios, y, por supuesto, a los ocultistas, que sin el auxilio de la simbología (con sus siete divisiones, por completo desconocidas de los modernos), ninguna escritura sagrada antigua puede ser comprendida correctamente. La simbología debe ser estudiada en cada uno de sus aspectos, pues cada nación tiene su método peculiar de expresión; en una palabra, ningún papiro egipcio, ninguna olla india, ningún ladrillo asirio ni ningún manuscrito hebreo, debe leerse y aceptarse literalmente.
Esto lo saben los eruditos. Las sabias conferencias de Mr. Gerald Massey, bastan por sí solas para convencer a cualquier cristiano de recto criterio, que el aceptar la letra muerta de la Biblia, equivale a caer en un error más grosero y supersticioso que cualquiera de los que hasta el presente ha elaborado el cerebro de los salvajes insulares del mar del Sur. Pero el punto en que el orientalista -ya sea arianista o egiptólogo- que más ame la verdad, y que con más ahínco la busque, parece que continúa ciego, es el hecho de que cada uno de los símbolos en los papiros u ollas, es un diamante de muchas facetas, cada una de las cuales, no sólo encierra varias interpretaciones, sino que se relaciona igualmente con varias ciencias. De esto es un ejemplo la interpretación que se acaba de citar de la luna simbolizada por el gato, ejemplo de imagen sidéreo-terrestre; pues la luna encierra muchos otros significados además de éste, en otras naciones.
Según ha sido demostrado por un sabio masón y teósofo, Mr. Kenneth Mackenzie, en su Royal Masonic Cyclopedia , hay una gran diferencia entre el emblema y el símbolo. El primero “comprende una serie mayor de pensamientos que el último, el cual, puede decirse más bien que encierra una sola idea especial”. De aquí que los símbolos -lunares o solares, por ejemplo- de varios países, comprendiendo cada uno una idea o series de ideas especiales, forman colectivamente un emblema esotérico. El último es “una pintura o signo concreto visible, que representa principios o una serie de principios, comprensibles para aquellos que han recibido ciertas instrucciones (Iniciados)”. Diciéndolo aún más claro, un emblema es generalmente una serie de pinturas gráficas, consideradas y explicadas alegóricamente, y que desarrollan una idea en vistas panorámicas, presentadas unas después de otras. De este modo los Purânas son emblemas escritos. Igualmente lo son el Antiguo o Mosaico y Nuevo o cristiano Testamentos, o la Biblia, y todas las demás Escrituras exotéricas. La misma citada autoridad dice:

Todas las sociedades esotéricas han hecho uso de los emblemas y los símbolos, como sucede con la Sociedad Pitagórica, la de los eleusinos, la de los Hermanos Herméticos de Egipto, la de los Rosacruces y la de los Francmasones. Muchos de estos emblemas no son de conveniente divulgación, y una diferencia muy pequeña puede hacer que el emblema o símbolo difiera grandemente de su significado. Los sigilla mágicos, fundados en ciertos principios de los números, participan de su carácter; y aun cuando parecen monstruosos y ridículos a los ojos del ignorante, demuestran todo un cuerpo de doctrina a los que han aprendido a reconocerlos.

Las sociedades antes mencionadas, son todas comparativamente modernas; pues ninguna de ellas se remonta más allá de la Edad Media. ¡Cuánto más conveniente no es, pues, que los estudiantes de las escuelas arcaicas más antiguas se abstengan de divulgar secretos de una importancia mucho más capital para la humanidad (por ser peligrosos en manos de ignorantes), que los llamados “secretos masónicos”, que se han convertido actualmente, como dicen los franceses, en los de Polichinela! Pero esta restricción puede tan sólo aplicarse al significado psicológico, o más bien al psicofisiológico y cósmico del símbolo y emblema, y aun así, sólo parcialmente. Un Adepto debe negarse a participar las condiciones y modos que conducen a una correlación de elementos (ya sean psíquicos o físicos), que pueden producir resultados perniciosos lo mismo que benéficos; pero siempre está pronto a comunicar al estudiante serio, el secreto del antiguo pensamiento en todo lo que se refiere a la historia que se halla oculta bajo símbolos mitológicos, suministrando así un horizonte mayor a la vista retrospectiva del pasado, que contenga datos útiles relacionados con el origen del hombre, la evolución de las Razas y la geognosia; y, sin embargo, esta es la queja del día, no sólo entre los teósofos, sino también entre los pocos profanos que se interesan en el asunto: ¿Por qué -dicen- no revelan los Adeptos lo que saben? A esto se les podría contestar: ¿Cómo han de hacerlo, toda vez que de antemano sabemos que ningún hombre científico aceptaría, ni siquiera como hipótesis, y mucho menos, por tanto, como teoría o axioma, los hechos que le comunicasen? ¿Habéis llegado vosotros siquiera a aceptar o creer en el abecé de la Filosofía Oculta que contiene el Teosophist, el Buddhismo Esotérico, y otras obras y revistas? ¿No ha sido, hasta lo poco que se ha dado, ridiculizado y escarnecido, y confrontado con la “teoría animal” y con la del “mono” de Huxley y de Haeckel por un lado, y con la costilla de Adán y la manzana por otro? A pesar de estas perspectivas tan poco envidiables, se da en la obra presente una multitud de hechos; y el origen del hombre, la evolución del Globo y de las Razas, humanas y animales, se tratan ahora con toda la extensión que la escritora puede hacerlo.
Las pruebas que se han presentado en corroboración de las antiguas enseñanzas, se hallan esparcidas en todas las escrituras de las civilizaciones de la Antigüedad. Los Purânas, el Zend Avesta y los antiguos clásicos, están llenos de ellas; pero nadie se ha tomado la molestia de recopilar estos hechos y confrontarlos entre sí. La causa de ello es que todos estos hechos fueron registrados simbólicamente; y que los más expertos, las inteligencias más penetrantes entre nuestros arianistas y egiptólogos, han sido oscurecidas por conceptos preconcebidos, y aún con más frecuencia, por los puntos de vista parciales del significado secreto. Sin embargo, hasta una parábola es un símbolo hablado; según piensan algunos, no es más que una ficción o fábula; mientras que nosotros decimos que es una representación alegórica de realidades, de la vida, de sucesos y de hechos. Y así como de una parábola se deduce siempre una moral, siendo esta moral una verdad y un hecho real de la vida humana, del mismo modo se deducía un hecho histórico verdadero (por aquellos que estaban versados en las ciencias hieráticas), de ciertos emblemas y símbolos registrados en los antiguos archivos de los templos. La historia religiosa y esotérica de todas las naciones se encontraba embebida en los símbolos; nunca fue literalmente expresada en muchas palabras. Todos los pensamientos y emociones, toda la instrucción y conocimientos revelados y adquiridos de las primeras Razas, tenían su expresión pictórica en la alegoría y en la parábola. ¿Por qué? Porque las palabras habladas tienen una potencia no sólo desconocida, sino que no se sospecha siquiera, ni se cree naturalmente por los “sabios” modernos. Porque el sonido y el ritmo están estrechamente relacionados a los cuatro Elementos de los antiguos; y porque tal o cual vibración en el aire, es seguro que despierta los Poderes correspondientes, y la unión con los mismos produce resultados buenos o malos, según el caso. Nunca se permitió a ningún estudiante recitar narraciones de hechos históricos, religiosos, ni reales, con palabras que claramente los determinasen, para evitar que los Poderes relacionados con tales sucesos pudiesen ser atraídos nuevamente. Tales acontecimientos se narraban tan sólo durante la Iniciación, y todos los estudiantes tenían que registrarlos en los símbolos correspondientes, sacados de su propia mente y examinados después por su Maestro, antes de ser definitivamente aceptados. Así, paulatinamente, fue creado el Alfabeto Chino, del mismo modo que poco antes de éste habían sido determinados los símbolos hieráticos en el antiguo Egipto. En la lengua china, cuyos caracteres pueden leerse en cualquier otra lengua, y el cual, como acaba de decirse, es poco menos antiguo que el alfabeto egipcio de Thoth, todas las palabras tienen su símbolo correspondiente, en forma pictórica. Esta lengua posee muchos miles de tales símbolos, letras o logogramas, cada uno de los cuales significa toda una palabra; pues letras propiamente, o un alfabeto, como lo entendemos, no existen en el idioma chino, como tampoco existían en el egipcio, hasta una época mucho más cercana.
De este modo, un japonés que no sepa una palabra de chino, al encontrarse con uno de esta nación que nunca haya oído la lengua del primero, se puede comunicar con él por escrito, y se comprenderán perfectamente, puesto que su escritura es simbólica.
La explicación de los principales símbolos y emblemas, es lo que ahora se intenta; pues el Libro III, que trata de Antropogénesis, sería excesivamente difícil de comprender sin un conocimiento preparatorio, al menos de los símbolos metafísicos.
Por otro lado, no sería justo entrar en la lectura esotérica del simbolismo, sin tributar el debido homenaje a quien ha hecho un grandísimo servicio en este siglo, descubriendo la clave principal de la antigua simbología hebrea, entretejida de modo acentuado con la metrología, una de las claves de lo que fue en otro tiempo Lenguaje del Misterio universal. Me refiero a Mr. Ralston Skinner, de Cincinnati, autor de The Key to the Hebrew-Egyptian Mystery in the Source of Measures (Clave del Misterio Hebreo-Egipcio en el Origen de las Medidas), a quien por este concepto damos las gracias. Místico y kabalista por naturaleza, trabajó durante muchos años en este sentido, y sus esfuerzos fueron verdaderamente coronados de gran éxito. Según él mismo dice:

El que esto escribe está completamente seguro de que hubo un antiguo lenguaje que se ha perdido para los tiempos modernos hasta la época presente, pero cuyos vestigios, sin embargo, existen en abundancia... El autor descubrió que esta razón geométrica (la razón integral numérica del diámetro a la circunferencia del círculo) era el origen, muy antiguo y probablemente divino..., de las medidas lineales... Parece casi probado que el mismo sistema de geometría, de números, de razón y de medidas, era conocido y usado en el continente de la América del Norte, aun antes que lo conocieran los descendientes semitas...
La particularidad de este lenguaje era que podía estar contenido dentro de otro, de un modo oculto, y que no podía ser percibido sino con la ayuda de ciertas instrucciones especiales; letras y signos silábicos poseían al mismo tiempo, los poderes o significado de los números, de las figuras geométricas, las pinturas, o la ideografía y símbolos, cuyo objeto dibujado era expresamente auxiliado por parábolas en forma de narraciones o porciones de narraciones; y a la vez podían ser expuestas separada, independientemente y de varios modos, por medio de pinturas, en trabajos en piedra o en construcciones de tierra.
Para esclarecer una ambigüedad referente al término lenguaje, diré: primero, que esta palabra significa la expresión hablada de las ideas; y segundo, que puede significar la expresión de las ideas en otra forma. Este antiguo lenguaje está de tal modo compuesto en el texto hebreo que, por medio de los caracteres escritos, al ser pronunciados forman el lenguaje primeramente definido, puede comunicarse, intencionalmente, una serie de ideas muy distintas de las que se expresan por la lectura de los signos fonéticos. Este segundo idioma manifiesta veladamente series de ideas, copias en la imaginación de cosas sensibles, que pueden ser dibujadas, y de cosas que pueden clasificarse como reales sin ser sensibles; como, por ejemplo, el número 9 puede ser tomado como una realidad aun cuando no tiene existencia sensible; asimismo una revolución, puede tomarse como dando lugar, o produciendo una idea real, a pesar de que semejante revolución no tiene substancia. Este lenguaje de ideas puede consistir en símbolos que se hallen concretados en términos y signos arbitrarios, que tengan un campo muy limitado de conceptos sin importancia, o puede ser una lectura de la Naturaleza, en alguna de sus manifestaciones, de un valor casi inconmensurable, para la civilización humana. Una imagen de algo natural, puede dar origen a ideas de asuntos coordinados que radien en varias y hasta en opuestas direcciones, como los rayos de una rueda, dando lugar a realidades naturales que pertenezcan a un género de ideas muy distinto de la tendencia aparente de la lectura primera, por la que se principió. Una noción puede originar la noción relacionada; pero al tener esto efecto, todas las ideas resultantes, por muy incongruentes que en apariencia sean, tienen que brotar del símbolo original y estar armónicamente relacionadas unas a otras. Así pues, con una idea dibujada, lo suficientemente radical, puede llegarse a idear el cosmos mismo hasta en sus detalles de construcción. Semejante lenguaje común no se emplea ya; pero el que esto escribe se pregunta si en alguna época muy remota no era esta lengua, o una semejante, de uso universal en el mundo, y poseída, a medida que se moldeaba más y más en sus formas de arcano, por sólo una clase o casta selecta de la humanidad. Quiero decir con esto, que el lenguaje popular o nativo comenzó, aun en su origen, a ser usado como vehículo de este modo especial de comunicar las ideas. Sobre este punto los testimonios son de mucha fuerza; y verdaderamente, parece como si en la historia de la raza humana hubiese tenido lugar, por causas que no podemos averiguar, por lo menos en el presente, la desaparición o pérdida de un lenguaje primitivo perfecto, y de un sistema perfecto de ciencia. ¿Deberemos decir perfecto porque era de origen y de importancia divino? (4).

“Origen divino” no quiere significar aquí una revelación de un Dios antropomórfico, en una montaña en medio de truenos y relámpagos; sino, según lo entendemos, un lenguaje y un sistema de ciencias comunicados a la primera humanidad por una humanidad más avanzada, tan elevada, que fuese divina a los ojos de aquella humanidad infantil; en una palabra, por una “humanidad” de otras esferas: Esta idea no contiene nada de sobrenatural, y el aceptarla o rechazarla, depende del grado de presunción y arrogancia, de la persona a quien se le exponga. Porque, si los profesores de la Ciencia moderna confesasen tan sólo que, aun cuando nada saben del destino del hombre desencarnado -o más bien, no quieren aceptar nada-, sin embargo este futuro puede estar preñado de sorpresas y de revelaciones inesperadas para ellos (cuando sus Egos se vean libres de sus cuerpos), entonces el escepticismo materialista tendría mucha menos fortuna que la que tiene. ¿Quién de ellos sabe, o puede decir, lo que sucederá cuando el Ciclo de Vida de este Globo toque a su fin, y hasta nuestra madre Tierra caiga en su último sueño? ¿Quién osará afirmar que los Egos divinos de nuestra humanidad -al menos los elegidos de entre las multitudes que pasan a otras esferas- no se convertirán a su vez en los instructores “divinos” de una nueva humanidad, por ellos generada, en un nuevo Globo, llamado a la vida y a la actividad por los “principios” desencarnados de nuestra Tierra? Todo esto puede haber sido la experiencia del Pasado, y estos extraños anales yacen embebidos en el “Lenguaje del Misterio” de las edades prehistóricas; el lenguaje ahora llamado SIMBOLISMO.


SECCIÓN II

EL LENGUAJE DEL MISTERIO Y SUS CLAVES

Descubrimientos recientes hechos por grandes matemáticos y kabalistas, prueban de este modo, fuera hasta de sombra de duda, que todas las teologías, desde la más antigua hasta la última, han surgido, no sólo de un origen común de creencias abstractas, sino de un lenguaje esotérico universal o del Misterio. Estos sabios poseen la clave del lenguaje universal antiguo, y la han usado con éxito, aunque sólo una vez, para abrir la puerta herméticamente cerrada que conduce al Vestíbulo de los Misterios. El gran sistema arcaico conocido desde las edades prehistóricas como la Ciencia Sagrada de la Sabiduría, que está contenido y puede encontrarse en todas las religiones antiguas así como en las modernas, tenía, y tiene aún, su lenguaje universal -sospechado por el masón Ragón- la lengua de los Hierofantes, que tiene siete “dialectos”, por decirlo así, cada uno de los cuales se refiere y está particularmente apropiado a uno de los siete misterios de la Naturaleza. Cada uno de ellos tenía su simbolismo propio. La Naturaleza podía ser leída de este modo en su plenitud, o considerada bajo uno de sus aspectos especiales.
La prueba de esto reside, hasta el presente, en la gran dificultad que los orientalistas en general, y especialmente los indianistas y egiptólogos, experimentan en la interpretación de los escritos alegóricos de los arios y de los anales hieráticos de Egipto. Esto sucede porque nunca quieren tener presente que todos los anales antiguos estaban escritos en una lengua que era universal y conocida igualmente por todas las naciones en los días de la antigüedad, pero que ahora sólo es inteligible para unos pocos. Así como los números arábigos son claros para cualquier hombre, sea cual fuere su nacionalidad; o así como la palabra inglesa and, que se convierte en et para los franceses, en und para los alemanes, en y para los españoles, y así sucesivamente, puede empero expresarse en todas las naciones civilizadas con el signo &, igualmente todas las palabras de esta Lengua del Misterio significaban la misma cosa para todos los hombres. Ha habido hombres notables que han tratado de restablecer un lenguaje filosófico y universal semejante: Delgarme, Wilkins, Leibnitz; pero Demaimieux, en su Pasigraphie, es el único que ha probado su posibilidad. El esquema de Valentín, llamado la “Kábala Griega”, basado en la combinación de letras griegas, puede servir de modelo.
Los muchos aspectos del Lenguaje del Misterio han conducido a la adopción de dogmas y ritos variadísimos, en el exoterismo de los rituales de las Iglesias. Ellos son, también, los que están en el origen de la mayor parte de los dogmas de la Iglesia Cristiana; como por ejemplo, los siete Sacramentos, la Trinidad, la Resurrección, los siete Pecados Capitales y las siete Virtudes. Sin embargo, habiendo estado siempre las Siete Claves de la Lengua del Misterio bajo la custodia de los más elevados Hierofantes iniciados de la antigüedad, sólo el uso parcial de alguna de las siete pasó, por traición de algunos de los primeros Padres de la Iglesia -ex Iniciados de los Templos- a manos de la nueva secta de los nazarenos. Algunos de los primeros Papas fueron Iniciados; pero los últimos fragmentos de su saber han caído ahora en poder de los Jesuitas, que los han convertido en un sistema de hechicería.
Se afirma que la India -no con sus actuales límites, sino incluyendo los antiguos- es el único país en el mundo que cuenta todavía, entre sus hijos, Adeptos que poseen el conocimiento de todos los siete subsistemas, y la clave del sistema completo. Desde la caída de Menfis, Egipto principió a perder todas estas claves, una a una, y la Caldea sólo conservaba tres en los días de Beroso. En cuanto a los hebreos, no demuestran en todos sus escritos más que un conocimiento completo de los sistemas astronómico, geométrico y numérico de simbolizar todas las funciones humanas y especialmente las fisiológicas. Nunca han poseído las claves superiores.
Mr. Gaston Maspero, el gran egiptólogo francés y sucesor de Mariette Bey, dice:

Cada vez que oigo hablar de la religión de Egipto, me siento impulsado a preguntar a qué religión egipcia se refieren. ¿Es a la religión de la Cuarta Dinastía, o a la religión del período de los Ptolomeos? ¿Es a la religión del vulgo, o a la de los sabios? ¿A aquella que se enseñaba en las escuelas de Heliópolis o a aquella otra que se hallaba en las mentes y en los conceptos de la clase sacerdotal de Tebas? Porque entre la primera tumba de Menfis, que lleva la inscripción de un rey de la tercera dinastía, y las últimas piedras grabadas en Esneh, bajo César-Filipo, el Árabe, hay un intervalo de cinco mil años por lo menos. Dejando a un lado la invasión de los Pastores, la dominación etíope y la de los Asirios; la conquista persa, la colonización de los griegos y las mil revoluciones de su vida política, el Egipto pasó, durante estos cinco mil años, por muchas vicisitudes morales e intelectuales. El cap. XVII del Libro de los Muertos, que parece contener la exposición del sistema del mundo, según era comprendido en Heliópolis durante la época de las primeras dinastías, sólo nos es conocido por unas cuantas copias de la undécima y duodécima dinastía. Cada uno de los versículos que lo componen era ya interpretado de tres o cuatro maneras distintas; tan diferentes, que según ésta o aquella escuela, el Demiurgo se convertía en el fuego del sol, Ra-shu o en el agua primordial. Quince siglos más tarde, el número de las interpretaciones había aumentado considerablemente. El tiempo, en su transcurso, había modificado las ideas sobre el Universo y las fuerzas que lo rigen. Durante los dieciocho siglos escasos que existe el Cristianismo, la mayoría de sus dogmas se han elaborado, desarrollado y cambiado; ¿cuántas veces, pues, no habrá podido alterar sus dogmas el clero egipcio, durante los cincuenta siglos que separan a Teodosio de los Reyes Constructores de las Pirámides? (1)

Creemos que en este punto ha ido el eminente egiptólogo demasiado lejos. Los dogmas exotéricos pueden haber sido a menudo alterados, pero nunca los esotéricos. No ha tenido presente la sagrada inmutabilidad de las verdades primitivas, sólo reveladas en los misterios de la Iniciación. Los sacerdotes egipcios habían olvidado mucho, pero no alteraron nada. La pérdida de gran parte de las enseñanzas primitivas fue debida a las muertes repentinas de grandes Hierofantes, que fallecieron antes de haber tenido tiempo de revelar todo a sus sucesores, y principalmente a causa de la falta de herederos dignos del conocimiento. Sin embargo, han conservado en sus rituales y dogmas las principales enseñanzas de la Doctrina Secreta.
Así, en el capítulo d el Libro de los Muertos, mencionado por Maspero, se encuentra: 1º A Osiris diciendo que es Tum (la fuerza creadora de la Naturaleza que da forma a todos los seres, espíritus y hombres, generado por sí mismo, y por sí mismo existente), salido de Nun, el río celestial, llamado la Madre-Paterna de los Dioses, la deidad primordial, que es el Caos o el Océano, impregnado por el Espíritu invisible; 2º Él encontró a Shu, la fuerza solar, en la Escalera de la Ciudad de los Ocho (los dos cuadrados del Bien y del Mal), y aniquiló los principios malos de Nun (el Caos), los Hijos de la Rebelión; 3º Él es el Fuego y el Agua, esto es, Nun, el Padre Primordial, y creó a los Dioses de sus miembros - catorce dioses (dos veces siete), siete oscuros y siete luminosos (los siete Espíritus de la Presencia de los cristianos y los Siete Espíritus malos); 4º Él es la Ley de la Existencia y del Ser, el Bennu o Fénix, el Ave de la Resurrección en la Eternidad, en quien la Noche sigue al Día y el Día a la Noche - alusión a los ciclos periódicos de resurrección cósmica y de reencarnación humana; ¿pues qué otra cosa puede significar? “El Viajero que cruza por millones de años, es el nombre de uno; y las Grandes Verdes (Aguas Primordiales o Caos), es el nombre del otro”: uno produciendo millones de años en sucesión, y el otro absorbiéndolos, para devolverlos; 5º Él habla de los Siete Luminosos que siguen a su señor, Osiris, que confiere la justicia, en Amenti.
Todo esto se ha demostrado ahora que ha sido la fuente y el origen de los dogmas cristianos. Lo que los judíos tenían en Egipto, por Moisés y otros Iniciados, se tornó bastante confuso y desfigurado en épocas posteriores; pero lo que la Iglesia tomó de ambos, está todavía peor interpretado.
Sin embargo, su sistema se ha probado actualmente que es idéntico en esta parte especial de la simbología -principalmente la clave de los misterios de la astronomía relacionados con los de la generación y concepción- a aquellas ideas de las antiguas religiones cuya teología ha desarrollado el elemento fálico. El sistema judío de medidas sagradas, aplicado a los símbolos religiosos, es el mismo, en lo que se refiere a las combinaciones geométricas y numéricas que los de Grecia, Caldea y Egipto; puesto que fue adoptado por los israelitas durante los siglos de su esclavitud y cautiverio en aquellas dos últimas naciones (2). ¿Cuál era este sistema? El autor de The Source of Measures tiene la íntima convicción de que “los Libros Mosaicos tenían por objeto, por medio de un lenguaje artificial, el establecer un sistema geométrico y numérico de ciencia exacta, que debía servir como origen de las medidas”. Piazzi Smyth cree lo mismo. Algunos eruditos deducen que este sistema y estas medidas sn idénticos a los usados en la construcción de la gran Pirámide; pero esto es tan solo en parte. “El fundamento de esas medidas era la razón de Parker”, dice Mr. Ralston Skinner en The Source of Measures.
El autor de esta obra tan extraordinaria lo ha encontrado, dice, en el uso de la razón integral del diámetro a la circunferencia de círculo, descubierto por John A. Parker, de Nueva York. Esta razón es de 6561 para el diámetro, y 20612 para la circunferencia. Dice, además, que esta razón geométrica fue el origen antiquísimo y probablemente divino de lo que ahora se ha convertido, por uso exotérico y aplicación práctica, en las medidas lineales británicas, “cuya unidad fundamental, esto es, la pulgada, era igualmente la base de uno de los codos reales egipcios y del pie romano”.

Descubrió también que había una forma modificada de la razón, a saber, 113 a 355; y que mientras la última razón señalaba por medio de su origen a la integral exacta pi, ó 6561 a 20612, servía también como base para cálculos astronómicos. El autor descubrió que un sistema de ciencia exacta, geométrica, numérica y astronómica, fundada en estas relaciones, y que se ha visto usado para la construcción de la gran pirámide egipcia, era en parte el contenido de este lenguaje que se halla contenido y oculto en la letra del texto hebreo de la Biblia. La pulgada y la regla de dos pies, 24 pulgadas, interpretada para el uso de los elementos del círculo, y las relaciones mencionadas, se vio que estaban en la base o fundamento de este sistema natural de ciencia egipcio, y hebreo; mientras que, por otra parte, parece evidente que el sistema mismo era considerado como de origen y revelación divinos.

Pero veamos lo que dicen los adversarios de las medidas de la pirámide del profesor Piazzi Smyth.
Mr. Petrie parece negarlas y echar por tierra los cálculos de Piazzi Smyth en sus relaciones bíblicas. Otro tanto ha estado haciendo Mr. Proctor, el campeón “coincidentalista”, durante muchos años, en todas las cuestiones de ciencias y artes antiguas. Al hablar de “la multitud de relaciones independientes de la Pirámide, que se han manifestado al tratar los piramidalistas de relacionar la Pirámide con el sistema solar”, dice:

Estas coincidencias (las que “existirían aunque no existiese la Pirámide”) son mucho más curiosas que cualquier coincidencia entre la Pirámide y los números astronómicos; las primeras son tan exactas y notables como reales; las segundas, que son sólo imaginarias (?), han sido establecidas únicamente por el procedimiento que los chicos de escuela llaman “hinchar el perro”; y ahora las nuevas medidas tomadas harán que se rehaga el trabajo todo de nuevo (3).

A esto contesta con razón Mr. C. Staniland Wake:

Tienen que haber sido, sin embargo, más que meras coincidencias, si los constructores de la pirámide poseían el conocimiento astronómico desplegado en su perfecta orientación y en sus otras características astronómicas admitidas (4).

Los poseían seguramente; y en este “conocimiento” estaba basado el programa de los Misterios y de la serie de Iniciaciones: de aquí la construcción de la Pirámide, registro perdurable y símbolo indestructible de estos Misterios e Iniciaciones en la Tierra, como lo son en el Cielo los cursos de las estrellas. El ciclo de la Iniciación era una reproducción en miniatura de aquella gran serie de cambios cósmicos a que los astrónomos han dado el nombre del año tropical o sideral. Lo mismo que a la conclusión del ciclo del año sideral (25.868 años), vuelven los cuerpos celestes a las mismas posiciones relativas que ocupaban al principio; así, al finalizar el ciclo de la Iniciación, el hombre interno recobra el estado prístino de pureza y conocimiento divinos, de donde partió al emprender su ciclo de encarnación terrestre.
Moisés, Iniciado en la Mistagogía egipcia, basó los misterios religiosos de la nueva nación que creó, sobre la misma fórmula abstracta derivada de este ciclo sideral, que simbolizó bajo la forma y medidas del tabernáculo, que se supone construyó en el desierto. Sobre estos datos, construyeron los últimos Grandes Sacerdotes judíos la alegoría del Templo de Salomón - edificio que no ha tenido nunca existencia real, como tampoco el rey Salomón, que es simplemente un mito solar, como el de Hiram Abif de los masones, según Ragón tiene bien demostrado. Así pues, si las medidas de este templo alegórico, símbolo del ciclo de la Iniciación, coinciden con las de la Gran Pirámide, es debido al hecho de que las primeras se derivaron de las últimas, por medio del Tabernáculo de Moisés.
Que nuestro autor ha descubierto de un modo innegable una y hasta dos de las claves se demuestra plenamente en la obra citada. No se necesita más que leerla para sentir una convicción creciente de que el significado oculto de las alegorías y parábolas de ambos Testamentos, se halla ahora de manifiesto. Pero que él debe este descubrimiento mucho más a su propio genio que a Parker y a Piazzi Smyth, es igualmente cierto. Pues, como se ha mostrado, no es tan seguro que las medidas de la Gran Pirámide, tomadas y adoptadas por los piramidistas bíblicos, estén fuera de toda duda. Una prueba de ello es la obra llamada The Pyramids and Temples of Gizeh (Las Pirámides y Templos de Gizeh), por Mr. F. Petrie, además de otras obras escritas muy recientemente para contradecir los mencionados cálculos que sus autores llaman “tendenciosos”. Colegimos que casi todas las medidas de Piazzi Smyth difieren de las hechas posteriormente con más cuidado por Mr. Petrie, quien termina la Introducción de su obra con el siguiente período:

Respecto de los resultados de toda investigación, muchos de los teóricos estarán de acuerdo con un americano que era creyente entusiasta en las teorías de la Pirámide cuando vino a Gizeh. Tuve allí el gusto de disfrutar de su compañía durante un par de días, y la última vez que comimos juntos, me dijo en tono triste: “Tengo la misma impresión que si hubiera asistido a un funeral. Como quiera que sea, haced que las antiguas teorías tengan un entierro decente, pero teniendo cuidado de no enterrar vivas, en nuestra prisa, a las solamente heridas”.

Respecto del cálculo, en general, del difunto J. A. Parker, y especialmente acerca de su tercera proposición, hemos consultado a algunos eminentes matemáticos, quienes en resumen han dicho que:
El argumento de Mr. Parker se basa en consideraciones sentimentales más bien que en consideraciones matemáticas, y lógicamente carece de fuerza.
La Proposición III, a saber que:

El círculo es la base o principio natural de toda área, siendo artificial y arbitrario el haber hecho esto con el cuadrado, en la ciencia matemática

es un ejemplo de proposición arbitraria, y no se puede tener confianza en ella en el razonamiento matemático. La misma observación es aún más aplicable a la Proposición VII, que declara que:

Puesto que el círculo es la forma primitiva en la Naturaleza, y por ello la base del área; y puesto que el círculo es medido por el cuadrado e igual al mismo sólo en razón de la mitad de su circunferencia por el radio, por lo tanto, la circunferencia y el radio, y no el cuadrado del diámetro, son los únicos elementos naturales y legítimos del área, por los cuales todas las formas regulares se hacen iguales al cuadrado, e iguales al círculo.

La Proposición IX es un ejemplo notable de falso razonamiento, aun cuando es en el que se basa principalmente la cuadratura de Mr. Parker. Afirma que:

El círculo y el triángulo equilátero son opuestos uno al otro en todos los elementos de su construcción, y de aquí que el diámetro de un círculo, que es igual al diámetro fraccionario de un cuadrado, esté en razón duplicada e inversa al diámetro de un triángulo equilátero, cuya área sea uno, etc., etcétera.

Admitiendo, en gracia del argumento, que se pueda decir que un triángulo tenga un radio en el sentido que le damos al radio de un círculo -pues lo que Parker llama el radio de un triángulo es el radio de un círculo inscrito en el triángulo, y por lo tanto, de ningún modo el radio del triángulo- y admitiendo por un momento las otras proposiciones matemáticas e imaginarias, unidas en sus premisas, ¿por qué hemos de deducir que si el triángulo y el círculo son opuestos en todos los elementos de construcción, el diámetro de cualquier círculo definido ha de estar en la razón duplicada e inversa del diámetro de un triángulo dado equivalente? ¿Qué relación necesaria hay entre las premisas y la deducción? El razonamiento es de una clase desconocida en geometría, y no sería aceptado por verdaderos matemáticos.
Que el sistema arcaico esotérico haya o no originado la pulgada inglesa, es de poca importancia, sin embargo, para el metafísico estricto y verdadero. No es incorrecta la interpretación esotérica de la Biblia de Mr. Ralston Skinner, sólo porque las medidas de la Pirámide pueda verse que no concuerdan con las del Templo de Salomón, con las del Arca de Noé, etc., o porque la Cuadratura del Círculo de Mr. Parker sea rechazada por los matemáticos. Pues la interpretación de Mr. Skinner depende principalmente de los métodos kabalísticos y del valor rabínico de las letras hebreas. Sin embargo, es de mucha importancia comprobar si las medidas usadas en la evolución de la religión simbólica aria en la construcción de sus templos, en las cifras que se dan en los Purânas, especialmente en su cronología, sus símbolos astronómicos, la duración de los ciclos y otros cómputos, eran o no las mismas empleadas en las medidas y signos bíblicos. Pues esto probará que, a menos que los judíos tomasen su codo y medidas sagradas de los egipcios (Moisés siendo iniciado por sus Sacerdotes), tuvieron que adquirir estas nociones en la India. En todo caso, las transmitieron a los primeros cristianos. De aquí que los ocultistas y kabalistas son los verdaderos herederos del conocimiento o Sabiduría Secreta que se encuentra en la Biblia; pues ellos únicamente comprenden su verdadero significado, mientras que los judíos y cristianos profanos están atenidos a la corteza y a la letra muerta de la misma. Se ha demostrado ahora por el autor de The Source of Measure, que este sistema de medidas fue el que condujo a la invención de los nombres de Dios, Elohim y Jehovah, y a su adaptaciòn al falicismo; y que Jehovah es una copia, no muy lisonjera, de Osiris. Pero tanto este autor como Mr. Piazzi Smyth parecen estar bajo la impresión de que a) la prioridad del sistema pertenece a los israelitas, siendo la lengua hebrea el lenguaje divino, y b) que este lenguaje universal pertenece a la revelación directa.
La última hipótesis es tan sólo correcta en el sentido mostrado en el último párrafo de la Sección precedente; salvo que no estamos todavía de acuerdo, respecto de la naturaleza y carácter del divino “Revelador”. La primera hipótesis respecto de la prioridad dependerá, por supuesto, para el profano, de a) el testimonio interno y externo de la revelación, y b) de las ideas preconcebidas de cada cual. Esto, en todo caso, no puede impedir que el kabalista deísta, o el ocultista panteísta, crean cada cual a su modo; sin que el uno convenza al otro. Los datos que la historia suministra, son muy pobres y demasiado poco satisfactorios para que ninguno de ellos pueda probar el escéptico cuál tiene razón.
Por otro lado, las pruebas que la tradición proporciona, son rechazadas tan constantemente, que no da lugar a esperar que se resuelva la cuestión en la época presente. Mientras tanto, la ciencia materialista continuará riéndose tanto de los kabalistas como de los ocultistas; pero una vez descartada la enojosa cuestión de la prioridad, la ciencia, en las ramas de la filología y de la religión comparada, se verá últimamente precisada a pronunciarse, y obligada a admitir la aserción común.
Uno a uno van siendo los asertos admitidos, a medida que los hombres científicos, uno después de otro, se ven obligados a reconocer los hechos que de la Doctrina Secreta se han dado, aun cuando raramente reconocen que se les han anticipado. Así ocurrió en los días en que gozaba de más autoridad la opinión de Mr. Piazzi Smyth respecto de la pirámide de Gizeh, siendo su teoría que el sarcófago de pórfido de la Cámara del Rey, que era “la unidad de la medida de las dos naciones más ilustradas de la tierra, Inglaterra y América”, no fue más que un “arcón de trigo”. Esto lo negamos rotundamente en Isis sin Velo, que precisamente se acababa de publicar. Entonces la prensa de Nueva York se levantó en armas (los periódicos el Sun y principalmente el World) contra nuestra presunción de corregir o demostrar errores a semejante estrella del saber. En esta obra habíamos dicho que Herodoto, al tratar de aquella pirámide:

... pudo haber añadido que exteriormente simbolizaba el principio creador de la Naturaleza, y también arrojaba luz sobre los principios de la geometría, matemáticas, astrología y astronomía. Interiormente, era un templo majestuoso, en cuyos sombríos retiros tenían lugar los Misterios, y cuyos muros habían presenciado a menudo las escenas de la iniciación de miembros de la familia real. El sarcófago de pórfido que el profesor Piazzi Smyth, astrónomo Real de Escocia, degrada convirtiéndolo en arcón de trigo, era la fuente bautismal al salir de la cual el neófito “nacía de nuevo” y se convertía en adepto (5).

Entonces se rieron de nuestra afirmación. Fuimos acusados de haber tomado nuestras ideas del “iluso” Shaw, escritor inglés que había sostenido que el sarcófago había sido usado para celebrar los Misterios de Osiris, aunque no conocíamos la existencia de este autor. Y ahora, seis o siete años después (1882), he aquí lo que Mr. Staniland Wake escribe:

La llamada Cámara del Rey, de la que dice un entusiasta piramidista: “Las paredes pulimentadas, los hermosos materiales, las grandes proporciones y el lugar preferente, hablan con elocuencia de futuras glorias”; si no era la “cámara de perfecciones” de la tumba de Cheops, era, probablemente, el lugar en donde el que se iniciaba era admitido después de haber pasado por el estrecho y empinado pasaje y por la gran galería, con su modesta terminación, que gradualmente le preparaban para la etapa final de los Sagrados Misterios (6).

Si Mr. Staniland Wake hubiese sido un teósofo, hubiera podido añadir que el pasaje empinado y estrecho que conducía a la Cámara del Rey tenía una “puerta estrecha” en verdad; la misma “entrada angosta” que “conduce a la vida” o nuevo renacimiento espiritual a que alude Jesús en Mateo (7); y que era esta entrada en el Templo de la Iniciación, a la que se refería el escritor que registró las palabras que se suponen pronunciadas por un Iniciado.
De este modo, las más grandes inteligencias científicas, en lugar de encogerse de hombros ante lo que suponen “fárrago de ficciones absurdas y supersticiones”, como se llama generalmente a la literatura brahmánica, tratarán de aprender el lenguaje universal simbólico, con sus claves numéricas y geométricas. Pero aun en esto fracasarán si participan de la creencia de que el sistema kabalístico judío contiene la clave de todo el misterio; pues no es así. Ni tampoco lo posee enteramente en la actualidad ninguna Escritura; pues ni aun los Vedas son completos. Cada religión antigua no es más que un capítulo o dos del volumen de los misterios arcaicos primitivos; sólo el Ocultismo oriental puede vanagloriarse de estar en posesión de todo el secreto, con sus siete claves. En esta obra se establecerán comparaciones y se explicarán tanto como sea posible, dejando el resto a la intuición personal del estudiante. Al decir que el Ocultismo oriental posee el secreto, no se quiere significar que la que escribe pretenda tener conocimiento “completo”, ni siquiera aproximado, porque sería absurdo. Lo que sé, lo digo; lo que no puedo explicar, tiene el estudiante que encontrarlo por sí mismo.
Pero aun suponiendo que todo el ciclo del Lenguaje universal del Misterio sea dominado durante siglos, basta con lo que ha sido ya descubierto en la Biblia por algunos sabios, para que pueda demostrarse matemáticamente lo que se afirma. Como el judaísmo se sirvió de dos claves de las siete, y han sido descubiertas ahora estas dos claves, ya no se trata de especulaciones e hipótesis individuales, y mucho menos de “coincidencias”, sino de una interpretación correcta de los textos de la Biblia, del mismo modo que cualquiera que sepa aritmética, lee y comprueba una suma. De hecho, todo lo que hemos dicho en Isis sin Velo se encuentra ahora corroborado en Egyptian Mystery or The Source of Measures, con tales interpretaciones de la Biblia por medio de las claves numéricas y geométricas.
Unos cuantos años más y este sistema destruirá la interpretación de la letra muerta de la Biblia del mismo modo que la de todas las demás creencias exotéricas, presentando los dogmas al desnudo, en su significado verdadero. Y entonces este significado innegable, por más completo que sea, quitará el velo del Misterio del Ser, y además cambiará por completo los sistemas modernos científicos de la Antropología, Etnología y especialmente de la Cronología. El elemento de Falicismo encontrado en todos los nombres de Dios y en las narraciones del Antiguo Testamento, y en parte en el Nuevo, podrá también con el tiempo hacer variar mucho las opiniones materialistas modernas, en Biología y Fisiología.
Tales aspectos de la Naturaleza y del hombre (despojados de su repulsiva crudeza moderna), por la autoridad de los cuerpos celestes y de sus misterios, quitarán el velo que cubre las evoluciones de la mente humana, y mostrarán cuán natural era semejante curso del pensamiento. Los llamados símbolos fálicos se han hecho repulsivos sólo a causa del elemento animal y material introducido en ellos. En un principio estos símbolos eran sólo naturales; pues tuvieron su origen en las razas arcaicas, que procedían, según su conocimiento personal, de antepasados andróginos; y eran las primeras manifestaciones que presenciaron de los fenómenos de la separación de los sexos y del subsiguiente misterio de crear a su vez. Si las razas posteriores los han degradado, especialmente “el pueblo escogido”, esto no afecta al origen de los símbolos. La reducida tribu semítica -una de las más pequeñas ramificaciones de los cruzamientos de la cuarta y quinta subraza, las llamadas mogola-turania e indo-europea, después de la sumersión del gran Continente- sólo podía aceptar su simbología en el espíritu que se le daba por las naciones de donde procedía. Puede ser que, en las primeras épocas mosaicas, no fuese la simbología tan grosera como se hizo después bajo el manejo de Esdras, que reformó todo el Pentateuco. Pues el mito, por ejemplo, de la hija del Faraón (la mujer), el Nilo (el Gran Abismo y el Agua) y el niño encontrado flotando en la barquilla de juncos, no había sido compuesto primitivamente para Moisés, ni por él; sino que se ha descubierto su mayor antigüedad en los fragmentos de los ladrillos babilónicos, en la leyenda del rey Sargón, que vivió mucho antes que Moisés.
Mr. George Smith, en su Assyrian Antiquities (8), dice: “En el palacio de Sennacherib, en Kuyunjik, encontré otro fragmento de la curiosa historia de Sargón... publicada en mi traducción en las Transactions of the Society of Biblical Archeology” (9). La capital de Sargón, el Moisés Babilónico, “era la gran ciudad de Agade, llamada Accad por los semíticos, mencionada en el Génesis (10) como la capital de Nimrod... Accad está situada cerca de la ciudad de Sippara en el Éufrates y al norte de Babilonia” (11). Otra “coincidencia” extraña se encuentra en el hecho de que el nombre de la vecina ciudad de Sippara es el mismo que el de la mujer de Moisés, Zipporah (12). Por supuesto que la leyenda es una hábil adición hecha por Esdras, quien no debía ignorar el original. Esta curiosa fábula se encuentra en fragmentos de tablillas de Kuyunjik, como sigue:

1. Sargina, el rey poderoso, el rey de Accad, soy yo.
2. Mi madre era una princesa, a mi padre no le conocí; un hermano de mi padre gobernaba en la comarca.
3. En la ciudad de Azupiran, situada en la proximidad del río Éufrates.
4. Mi madre, la princesa, me concibió; con sufrimientos me dio a luz.
5. Me colocó en un arca de juncos; con betún cerró mi salida.
6. Me lanzó al río, el cual no me ahogó.
7. El río me llevó a Akki, el conductor acuático, me llevó.
8. Akki, el conductor acuático, con ternura entrañable, me recogió (13).

Y ahora comparemos la narración de la Biblia en el Éxodo:

Y cuando ella (la madre de Moisés) no pudo ocultarlo por más tiempo, tomó un arca de juncos y la untó de barro y pez, puso al niño en ella y lo echó a flotar por la orilla del río (14).

Mr. G. Smith continúa luego diciendo:

Este suceso se cree que tuvo lugar cosa de 1600 años antes de Cristo, más bien antes de la supuesta época de Moisés; y como sabemos que la fama de Sargón llegó a Egipto, es muy probable que esta narración estuviese relacionada con el suceso relatado en el Éxodo II; pues toda acción, una vez ejecutada, tiene tendencia a repetirse.

Pero ahora que el profesor Sayce ha tenido el valor de hacer retroceder las fechas de los reyes caldeos y asirios en 2000 años más, Sargón debió preceder a Moisés lo menos en 2000 años. La confesión es muy significativa, pero a las cantidades les faltan uno o dos ceros.
Ahora bien; ¿cuál es la deducción lógica? Seguramente aquella que nos da derecho para decir que la fábula que cuenta Esdras de Moisés la había aprendido en Babilonia, y que aplicó la alegoría que se refería a Sargón, al legislador judío. En una palabra, que el Éxodo no fue escrito nunca por Moisés, sino reconstruido por Esdras con antiguos materiales. Y siendo así, ¿por qué no ha podido este hombre versado en el último culto fálico caldeo añadir otros símbolos y mitos, mucho más groseros en su elemento fálico? Se nos dice que la creencia primitiva de los israelitas era muy diferente de la que fue desarrollada, siglos más tarde, por los talmudistas, y antes que estos, por David y Ezequías.
Todo esto, a pesar del elemento exotérico, tal como ahora se encuentra en los dos Testamentos, es lo suficiente para clasificar a la Biblia entre las obras esotéricas, y relacionar su sistema secreto con el simbolismo indo, caldeo y egipcio. Todos los símbolos y números bíblicos, sugeridos por observaciones astronómicas, pues la Astronomía y la Teología están estrechamente relacionadas, se encuentran en los sistemas indos, tanto exotéricos como esotéricos. Estos números y sus símbolos, los signos del Zodíaco, los planetas, sus aspectos y nodos -este último término habiendo pasado ahora a nuestra botánica moderna- son conocidos en la Astronomía como sextiles, cuartiles, etc., y han sido usado durante siglos y evos por las naciones arcaicas; y, en cierto sentido, tienen el mismo significado que los numerales hebreos. Las primeras formas de la Geometría elemental debieron, seguramente, ser sugeridas por la observación de los cuerpos celestes y sus agrupaciones. De aquí que los símbolos más arcaicos en el Esoterismo oriental sean un círculo, un punto, un triángulo, un cuadrado, un pentágono, un hexágono y otras figuras planas con varios lados y ángulos. Esto nos muestra que el conocimiento y el uso de la simbología geométrica son tan antiguos como el mundo.
Partiendo de esta base, es fácil comprender cómo la misma Naturaleza pudo haber enseñado a la humanidad primitiva, aun sin la ayuda de sus divinos instructores, los primeros principios de un lenguaje de símbolos, numérico y geométrico (15). De aquí que encontremos números y figuras usados como expresión y anales del pensamiento en todas las Escrituras simbólicas arcaicas. Son siempre las mismas con sólo ciertas variaciones, resultantes de las primeras figuras. Así fue como la evolución y correlación de los misterios del Kosmos, de su crecimiento y desarrollo -espiritual y físico, abstracto y concreto- fueron primeramente registrados en cambios de forma geométrica. Cada Cosmogonía ha principiado con un círculo, un punto, un triángulo y un cuadrado hasta el número 9, todo luego sintetizado por la primera línea y un círculo, la Década pitagórica mística, la suma de todo, que abarcaba y expresaba los misterios de todo el Kosmos; misterios registrados de un modo cien veces más completo en el sistema indo que en otro, para aquel que pueda comprender su lenguaje místico. Los números 3 y 4 en su suma de 7, así como también 5, 6, 9 y 10, son las piedras angulares de las Cosmogonías Ocultas. Esta Década y sus mil combinaciones se encuentran en todas partes del mundo. Pueden ser reconocidas en las cavernas y en los templos abiertos en la roca del Indostán y del Asia Central; en las pirámides y monolitos de Egipto y América; en las catacumbas de Ozimandyas; en los baluartes de las fortalezas coronadas de nieve del Cáucaso; en las ruinas de Palenque; en la Isla de Pascua; en todas partes doquier el hombre antiguo ha sentado su planta. El 3 y 4, el triángulo y el cuadrado, o los signos universales masculino y femenino, que muestran el primer aspecto de la deidad que se desarrolla, se hallan para siempre estampados en la Cruz del Sur en los Cielos, lo mismo que en la Cruz Ansata egipcia, como lo ha expresado muy bien el autor de The Source of Measures:

El Cubo desdoblado es al desplegarse una cruz de la Tau, o forma egipcia, o de la forma de la cruz cristiana... Un círculo unido a la primera, da la Cruz Ansata... los números 3 y 4 que se cuentan en la cruz, muestran una forma del candelabro (hebreo) de oro (en el Sanctasantórum) y los 3 + 4 = 7 y 6 + 1 = 7, días en el círculo de la semana, como las siete luces del sol. Igualmente, así como la semana de siete luces dio origen al mes y al año, así es también el indicador del tiempo del nacimiento... La forma de la cruz se muestra, pues, por el uso relacionado de la fórmula 113:355, y el símbolo se completa fijando un hombre en la cruz (16). Esta clase de medida fue hecha para concordar con la idea del origen de la vida humana, y de aquí la forma fálica.

Las Estancias muestran la cruz y estos números como representando un papel muy importante en la Cosmogonía arcaica. Por otro lado, nos aprovecharemos de los testimonios recogidos por el mismo autor, en la sección que acertadamente llama “Vestigios Primordiales de estos Símbolos”, para mostrar la identidad de los símbolos y su significado esotérico en todo el mundo.

Desde el punto de vista general tomado de la naturaleza de la forma de los números... es un asunto interesantísimo de investigación, el cuándo y dónde fueron primeramente conocidos su existencia y su uso. ¿Ha sido cuestión de revelación en lo que conocemos como época histórica, ciclo excesivamente moderno, comparado con la edad de la raza humana? Parece, efectivamente, que la fecha de su posesión por el hombre, está mucho más lejana en el pasado respecto de los antiguos egipcios, que estos respecto de nosotros.
Las islas de Pascua, en el “medio del Pacífico”, presentan la apariencia de ser picos, restos de las montañas de un continente sumergido, por existir en estos picos multitud de estatuas ciclópeas, vestigios de la civilización de un pueblo numeroso e inteligente, que por necesidad debió de haber ocupado un área muy extensa. En la espalda de estas imágenes, se ve la “cruz ansata” y la misma modificada de conformidad con los contornos del cuerpo humano. La descripción completa con la representación del territorio y sus abundantes estatuas, así como también copias de las imágenes, se encuentran en el número de enero de 1870 del London Builder...
En el Naturalist, que se publica en Salem, Massachusetts, en uno de los primeros números (sobre el 36), se encuentra una descripción de algunas figuras, esculpidas en las rocas de las crestas de las montañas de la América del Sur, mucho más antiguas, según se asegura, que las razas hoy existentes. Lo extraño de estos trazos consiste en que exhiben los contornos de un hombre extendido sobre una cruz (17), por medio de una serie de dibujos de los cuales resulta que de la forma de un hombre se desprende la de una cruz, pero hecho de tal modo, que la cruz puede ser tomada por el hombre, o el hombre por la cruz.
Es sabido que la tradición ha conservado entre los aztecas una relación muy perfecta del diluvio... El barón Humboldt dice que debemos buscar el país de Aztalán, el país original de los aztecas, por lo menos tan alto como el paralelo 42 de latitud Norte, desde donde, viajando, llegaron por fin al valle de Méjico. En este valle, los montículos de tierra del lejano Norte se convierten en la elegante pirámide de piedra de oras estructuras, cuyos restos se están encontrando ahora. La relación entre los restos aztecas y los egipcios, es bien conocida... Atwater está convencido de que conocían la Astronomía, por el examen de cientos de aquéllas. Humboldt da, acerca de una de las construcciones piramidales más perfectas de los aztecas, la descripción siguiente:
“La forma de esta pirámide (de Papantla), que tiene siete pisos, es más puntiaguda que la de ningún otro monumento de esta clase descubierto hasta el presente; pero su altura no es extraordinaria, pues sólo es de 57 pies, y su base de 25 por lado. Sin embargo, es notable en un sentido: está construida toda ella de piedras talladas de un tamaño extraordinario y de preciosa forma. Tres escalera conducen a la cima, cuyos escalones están adornados con esculturas jeroglíficas y pequeños nichos, presentados con gran simetría. El número de estos nichos parece hacer alusión a los 318 signos simples y compuestos de los días de su calendario civil”.
318 es el valor Gnóstico de Cristo, y el número famoso de los disciplinados o circuncidados servidores de Abraham. Cuando se considera que 318 es un valor abstracto y universal, que expresa el valor del diámetro tomando la circunferencia como unidad, se hace manifiesto su uso en la composición del calendario civil.

Idénticos signos, números esotéricos y símbolos se encuentran en Egipto, el Perú, Méjico, la Isla de Pascua, India, Caldea y Asia Central -hombres crucificados, y símbolos de la evolución de las razas procedentes de Dioses-, y sin embargo, he aquí a la ciencia repudiando la idea de una raza humana que no sea hecha a nuestra imagen; a la Teología defendiendo sus 6.000 años desde la creación; a la Antropología enseñando nuestra descendencia del mono, y al clero derivándola de Adán, 4.004 años antes de Cristo!!
¿Debemos nosotros (por temor a incurrir en la pena de ser llamados necios, supersticiosos y hasta mentirosos) abstenernos de presentar pruebas, tan buenas como cualesquiera otras, sólo porque no haya aún alboreado el día en que se darán todas las Siete Claves a la Ciencia, o más bien a los hombres de saber que investigan el ramo de la simbología? ¿Debemos, frente a los abrumadores descubrimientos de la Geología y la Antropología respecto a la antigüedad del hombre, circunscribirnos a los 6.000 años y a la “creación especial”, o a aceptar con sumisa admiración nuestra genealogía y descendencia del mono, a fin de evitar la penalidad que comúnmente recae sobre todos los que se apartan de las trilladas sendas, tanto de la Teología como del Materialismo? No así, mientras se sepa que los anales secretos guardan las Siete Claves mencionadas sobre el misterio de la génesis del hombre. Por deficientes, materialistas y erróneas que sean las teorías científicas, están mil veces más cerca de la verdad que las vaguedades de la Teología. Éstas se hallan en las agonías de la muerte, para todos los que no sean incondicionalmente santurrones y fanáticos. Algunos de sus defensores podría decirse que han perdido la razón. Pues, ¿qué puede uno pensar cuando, frente a los absurdos de la letra muerta de la Biblia, son estos, sin embargo, sostenidos públicamente y con tanta fiereza como siempre; y cuando se ve a sus teólogos afirmar que aun cuando “las escrituras se abstienen cuidadosamente (?) de contribuir de un modo directo al conocimiento científico, ellos no han tropezado nunca con ninguna declaración que no pueda sostener la luz de la Ciencia Progresiva” (!!!) (18).
De aquí que no tengamos otra alternativa que o aceptar ciegamente las deducciones de la Ciencia, o romper con ella, y hacerle frente sin temor, declarando lo que la Doctrina Secreta nos enseña, y estando por completo dispuestos a sufrir las consecuencias.
Pero veamos si la Ciencia, con sus especulaciones materialistas, y hasta la Teología en el estertor de su agonía, y en su lucha suprema para reconciliar los 6.000 años desde Adán con las Geological Evidences of the Antiquity of Man (Evidencias Geológicas de la Antigüedad del Hombre), de Sir Charles Lyell, no nos ayudan inconscientemente ellas mismas. La Etnología, según confesión de algunos de sus más instruidos entusiastas, encuentra ya imposible explicar las variedades de la raza humana, a menos de no aceptar la hipótesis de la creación de varios Adanes. Hablan de “un Adán blanco y de otro negro; de un Adán rojo y de otro amarillo” (19). Si fuesen indos que enumerasen los renacimientos de Vâmadeva en el Linga Purâna, poco más podrían decir. Pues, hablando de los repetidos nacimientos de Shiva, dice aquella Escritura, que en un Kalpa era blanco, en otro negro y en otro de color rojo, después de lo cual el Kumâra se convierte en “cuatro jóvenes de tez amarilla”. Esta extraña coincidencia, como diría Mr. Proctor, habla en favor de la intuición científica; pues Shiva-Kumâra representa, alegóricamente, a las Razas humanas durante la génesis del hombre. Y también condujo a otro fenómeno de intuición, esta vez en las filas teológicas. El autor desconocido del Primeval Man (El Hombre Primitivo), en un desesperado esfuerzo para escudar la Revelación divina, de los inexorables y elocuentes descubrimientos de la Geología y Antropología, al hacer la observación de que “sería una desgracia que los defensores de la Biblia se viesen reducidos a la alternativa de abandonar la inspiración de la Escritura, o de negar las conclusiones de los geólogos”, encuentra una transacción. Aún más, dedica un voluminoso libro a probar el hecho de que “Adán no fue el primer hombre (20) creado en la tierra”. Las exhumadas reliquias del hombre preadámico, “en lugar de debilitar su fe en la Escritura, añaden más pruebas a la veracidad de la misma” (21). ¿Cómo es esto? De la manera más sencilla del mundo; pues el autor aduce que, en adelante, “nosotros” (el clero) “podemos dejar a los hombres científicos proseguir sus estudios, sin intentar refrenarlos con el temor de la herejía”. A la verdad, ¡esto debe de ser un consuelo para los Sres. Huxley, Tyndall y Sir C. Lyell!

La narración de la Biblia no principia con la creación, como comúnmente se supone, sino con la formación de Adán y Eva, millones de años después de haber sido creado nuestro planeta. Su historia anterior, en lo que concierne a la Escritura, no se ha escrito aún... Pudo haber habido no una, sino veinte razas diferentes en la tierra antes del tiempo de Adán, lo mismo que puede haber veinte razas distintas de hombres en otros mundos (22).

¿Quiénes o qué eran esas razas, puesto que el autor persiste en sostener que Adán es el primer hombre de nuestra raza? ¡Eran la raza y las razas Satánicas! “Satán nunca (estuvo) en el cielo, (siendo) los ángeles y los hombres una especie”. La raza preadámica de “Ángeles fue la que pecó”. Satán fue “el primer Príncipe de este mundo”, leemos. Habiendo muerto a consecuencia de su rebelión, permaneció en la tierra como Espíritu desencarnado, y tentó a Adán y a Eva.

Las primeras edades de la raza satánica, y especialmente durante la vida del mismo Satán (!!!), pueden haber constituido un período de civilización patriarcal y de relativo reposo (época de los Tubal-Caínes y de los Jubales, cuando tanto la Ciencia como las artes intentaron arraigarse en aquel suelo maldito)... ¡Qué asunto para un poema épico!... Hay incidentes inevitables que debieron haber ocurrido. Vemos ante nosotros... al alegre amante primitivo galanteando a su ruborosa novia en una noche húmeda de rocío, bajo los robles daneses, que entonces crecían en donde ahora ningún roble crece.... al anciano patriarca primitivo... a la prole primitiva inocente saltando alegremente a su lado... ¡Mil cuadros semejantes se despliegan a nuestra vista! (23).

La mirada retrospectiva hacia esta “ruborizada novia” satánica, en los días de la inocencia de Satán, no pierde nada de su poesía al ganar en originalidad. Todo lo contrario. La novia cristiana moderna -que no se ruboriza a menudo en nuestros días delante de sus alegres amantes del día- pudiera hasta aprender una lección moral de esta hija de Satán, creada en la exuberante fantasía de su primer biógrafo humano. Estos cuadros -y para apreciarlos en todo su valor es necesario examinarlos en el libro que los describe- se han imaginado todos con el objeto de reconciliar la infalibilidad de la Escritura revelada con la Antiquity of Man (Antigüedad del Hombre) de Sir. C. Lyell, y otras obras científicas que la perjudican. Pero esto no impide que exista una verdad y un hecho en el fundamento de estas extravagancias, que el autor no ha querido nunca firmar ni con su nombre ni con otro alguno. Pues sus razas preadámicas (no satánicas, sino simplemente atlantes, y antes que estos los hermafroditas) se encuentran mencionadas en la Biblia, cuando se lee esotéricamente, así como se encuentran en la Doctrina Secreta. Las Siete Claves descubren los misterios, pasados y futuros, de las siete grandes Razas Raíces, y de los siete Kalpas. Aunque la génesis del hombre y hasta la geología esotérica serán seguramente rechazadas por la Ciencia (tanto como las razas satánicas y preadámicas), sin embargo, si, no teniendo otro camino para salir de apuros, los hombres científicos se ven en el caso de escoger entre las dos versiones, tenemos la seguridad, a pesar de la Escritura, y una vez que el Lenguaje del Misterio se halle casi dominado, de que optarán por las enseñanzas arcaicas.

 

 

 

 

 

 

SECCIÓN III

LA SUBSTANCIA PRIMORDIAL Y EL PENSAMIENTO DIVINO


Como parecería irracional que conocemos ya todas
las causas existentes, debe concedérsenos permiso
para suponer, si fuese necesario, la existencia de un
agente completamente nuevo.
Suponiendo que la hipótesis ondulatoria explique
todos los hechos, lo cual no es todavía perfectamen-
te seguro, nos hallaremos en el caso de resolver si
la existencia del éter ondulatorio queda así probada.
No podemos asegurar de un modo positivo que nin-
guna otra suposición pueda explicar los hechos. Se
admite que la hipótesis corpuscular de Newton que-
dó destruida por la de la ondulación, y al presente no
existe rival. Sin embargo, sería mucho de desear
que para todas las hipótesis semejantes se encontra-
se alguna confirmaión colateral, alguna evidencia
aliunde del supuesto Éter. Algunas hipótesis consis-
ten en la suposición de la estructura diminuta de los
cuerpos y sus operaciones. Dada la naturaleza del
caso, estas presunciones no pueden ser nunca pro-
badas por medios directos. Su único mérito consis-
te en su adaptación para explicar los fenómenos.
Son ficciones representativas.
Logic, por ALEJANDRO BAINLL. D., parte II,
página 133.

El Éter, ese Proteo hipotético (una de las “ficciones representativas” de la ciencia moderna, que, sin embargo, ha sido aceptada hace tanto tiempo), es uno de los “principios” inferiores de lo que llamamos la Substancia Primordial (Âkâsha en sánscrito), uno de los sueños de los antiguos, que se ha convertido ahora en el sueño de la ciencia moderna. Es la mayor, así como la más atrevida, de las especulaciones que sobreviven de los antiguos filósofos. Para los ocultistas, empero, tanto el Éter como la Substancia Primordial son realidades. Para decirlo claro, el Éter es la Luz Astral, y la Substancia Primordial es el Âkâsha, el Upâdhi del Pensamiento Divino.
En el lenguaje moderno, este último estaría mejor llamado Ideación Cósmica, espíritu; y el primero, Substancia Cósmica, Materia. Estos (el Alfa y la Omega del Ser) no son sino las dos facetas de la Existencia Absoluta. A ésta jamás se dirigieron ni la llamaron por ningún nombre en la antigüedad, excepto alegóricamente. En la raza aria más antigua, la inda, el culto de las clases intelectuales nunca consistió, como ente los griegos, en una adoración a la forma y al arte maravilloso, que llevó a los últimos al antropomorfismo. Pero mientras el filósofo griego adoraba la forma, y sólo el sabio indo “percibía la verdadera relación entre la hermosura terrestre y la verdad eterna”, las gentes incultas de todas las naciones nunca han comprendido ninguna de las dos cosas.
Ni aun ahora las comprenden. La evolución de la idea de Dios va a la par que la propia evolución intelectual del hombre. Tan verdad es esto, que el ideal más noble a que el espíritu religioso de una época pueda remontarse, parecerá una caricatura grosera a la mente filosófica de una época posterior. Los mismos filósofos tenían que ser iniciados en los misterios perceptivos, antes de que pudieran asir la idea correcta de los antiguos con relación a este asunto, el más metafísico de todos. De otro modo -fuera de semejante Iniciación- para cada pensador habrá un “hasta aquí llegarás, pero no más allá”, limitado por su capacidad intelectual, de un modo tan claro e infalible, como lo está el progreso de cualquier nación o raza, en su ciclo, por la ley de Karma. Fuera de la Iniciación, los ideales del pensamiento religioso contemporáneo tendrán siempre las alas cortadas, sin poder remontar su vuelo; pues tanto los pensadores idealistas como los realistas, y hasta los librepensadores, no son sino la demostración y producto natural de su época y de todo lo que los rodea. Sus ideales son tan sólo el necesario resultado de sus temperamentos, y la expresión de aquella fase del progreso intelectual que ha alcanzado una nación, en su colectividad. De aquí, como ya se ha observado, que los más altos vuelos de los metafísicos occidentales modernos hayan quedado muy lejos de la verdad. Muchas de las especulaciones agnósticas corrientes sobre la existencia de la “Primera Causa” no son casi más que un materialismo velado; pues sólo es diferente la terminología. Hasta un pensador tan grande como Mr. Herbert Spencer, habla a veces de lo “Incognoscible” en términos que demuestran la influencia letal del pensamiento materialista, el cual, como el mortal Sirocco, ha secado y esterilizado toda corriente de especulación ontológica.
Por ejemplo, cuando llama a la “Primera Causa” (lo “Incognoscible”) un “poder que se manifiesta por medio del fenómeno”, y “una energía infinita y eterna”, está bien claro que sólo ha concebido el aspecto físico del Misterio del Ser, o sea tan sólo las Energías de la Substancia Cósmica. El aspecto coeterno de la Realidad Una, la Ideación Cósmica, está en absoluto fuera de consideración; y en cuanto a su Nóumeno, parece no existir en la mente del gran pensador,. Sin duda alguna, este modo de tratar el problema sólo bajo un aspecto es debido, en gran parte, a la práctica perniciosa del Occidente de subordinar la Conciencia a la Materia, o considerarla como un “producto derivado” del movimiento molecular.
Desde las primeras edades de la Cuarta Raza (cuando sólo al Espíritu se rendía culto, y cuando el Misterio estaba de manifiesto) hasta los últimos días gloriosos del arte griego, en la aurora del Cristianismo, sólo los helenos se habían atrevido a levantar públicamente un altar al “Dios Desconocido”. Sea lo que fuese lo que San Pablo pueda haber abrigado en su mente profunda, cuando declaró a los atenienses que este “Desconocido” a quien adoraban ignorantemente era el verdadero Dios anunciado por él, aquella Deidad no era “Jehovah”, ni era tampoco “el hacedor del mundo y de todas las cosas”. Pues no se trata del “Dios de Israel”, sino de lo “Desconocido” de los Panteístas antiguos y modernos, que “no mora en los templos construidos con las manos.
El pensamiento Divino no puede ser definido, ni su significación explicarse, excepto por las innumerables manifestaciones de la Substancia Cósmica, en la que el primero es sentido espiritualmente por los que pueden. Decir esto, después de haberlo definido como la Deidad Desconocida, abstracta, impersonal, asexual, que tiene que colocarse en la raíz de todas las Cosmogonías y su evolución subsiguiente, equivale a no decir absolutamente nada. Es lo mismo que intentar resolver una ecuación trascendental de condición, teniendo a mano, para deducir el verdadero valor de sus términos, sólo cierto número de cantidades desconocidas. Su lugar se encuentra en las primitivas cartas simbólicas antiguas, en las cuales, como ya se ha mostrado, está representado por una obscuridad sin límites, en cuyo fondo aparece el primer punto central en blanco -simbolizando de este modo el Espíritu Materia coevo y coeterno, haciendo su aparición en el mundo fenomenal, antes de su primera diferenciación. Cuando “el Uno se convierte en Dos”, puede entonces nombrársele como Espíritu Materia. Al “Espíritu” pueden referirse todas las manifestaciones de la conciencia, reflejada o directa, y de la “intención inconsciente” -adoptando una expresión moderna usada en la llamada filosofía occidental-, como se evidencia en el Principio Vital, y en la sumisión de la Naturaleza al orden majestuoso de la Ley inmutable. “La Materia” debe ser considerada como lo objetivo en su más pura abstracción, la base existente por sí misma, cuyas manvantáricas diferenciaciones septenarias constituyen la realidad objetiva, base de los fenómenos de cada fase de la existencia consciente. Durante el período del Pralaya Universal, la Ideación Cósmica es inexistente; y los distintos estados diferenciales de la Substancia Cósmica se resuelven nuevamente en el estado primitivo de objetividad abstracta potencial.
El impulso manvantárico principia con el redespertar de la Ideación Cósmica, la Mente Universal, simultánea y paralelamente con la primitiva emersión de la Substancia Cósmica -siendo esta última el vehículo manvantárico de la primera- de su estado praláyico indiferenciado. Entonces, la Sabiduría Absoluta se refleja en su Ideación; la cual, por un proceso trascendental, superior e incomprensible a la conciencia humana, se convierte en Energía Cósmica: Fohat. Vibrando en el seno de la Substancia inerte, Fohat la impulsa a la actividad y guía sus primarias diferenciaciones en todos los Siete planos de la Conciencia Cósmica. De este modo, hay Siete Protilos (como ahora se les llama, mientras que la antigüedad aria los llamaba los Siete Prakritis o Naturalezas), que diversamente sirven como base relativamente homogénea, que en el curso de la creciente heterogeneidad, en la evolución del Universo, se diferencian en los fenómenos maravillosamente complejos que se presentan en los planos de percepción. El término “relativamente” se ha empleado de propósito, porque resultando la existencia misma de semejante proceso de las segregaciones primarias de la Substancia Cósmica indiferenciada, dentro de sus bases septenarias de evolución, nos obliga a considerar el Protilo de cada plano sólo como una fase intermedia que asume la Substancia en su paso desde lo abstracto a la completa objetividad. El término Protilo se debe a Mr. Crookes, el químico eminente que ha dado este nombre a la premateria, si puede llamarse así a las substancias primordiales y puramente homogéneas, sospechadas, ya que no realmente encontradas por la Ciencia en la última composición del átomo. Pero la segregación incipiente de la materia primordial en átomos y moléculas sólo principia después de la evolución de nuestros Siete Protilos. El último de estos es el que Mr. Crookes se ocupa en buscar, por haber percibido recientemente la posibilidad de su existencia en nuestro plano.
Se dice que la Ideación Cósmica es no existente durante los períodos praláyicos, por la sencilla razón de que no hay nadie ni nada que perciba sus efectos. No puede haber manifestación de conciencia, de semiconciencia ni siquiera “intención inconsciente”, excepto por medio del vehículo de la Materia; esto es, en este nuestro plan, en donde la conciencia humana, en su estado normal, no puede remontarse más allá de lo que se conoce como metafísica trascendental; pues sólo por medio de una agregación o construcción molecular surge el Espíritu como corriente de subjetividad individual o subconsciente. Y como la Materia que existe fuera de la percepción en una mera abstracción, los dos aspectos de lo Absoluto (Substancia Cósmica e Ideación Cósmica) son mutuamente interdependientes. Hablando con estricta exactitud, para evitar confusiones e interpretaciones erróneas, la palabra “Materia” debería ser aplicada al agregado de objetos de posible percepción, y la palabra “Substancia” a los Nóumenos; pues dado que los fenómenos de nuestro plano son la creación del Ego que percibe -las mdificaciones de su propia subjetividad-, todos los “estados de materia que representan el agregado de los objetos percibidos” no pueden tener para los hijos de nuestro plano sino una existencia relativa y puramente fenomenal. Como dirían los modernos idealistas, la cooperación del Sujeto y del Objeto, resulta en el objeto de sensación o fenómeno.
Pero esto no conduce necesariamente a la conclusión de que suceda lo mismo en todos los demás planos; de que la cooperación de ambos en los estados de su diferenciación septenaria, resulte en un agregado septenario de fenómenos, que son igualmente no existentes per se, aunque sean realidades concretas para las Entidades de cuya experiencia forman parte; del mismo modo que las rocas y ríos a nuestro alrededor, son reales desde el punto de vista del físico, aunque son ilusiones de los sentidos, sin realidad desde el del metafísico. Sería un error decir y hasta concebir semejante cosa. Desde el punto de la metafísica más elevada, todo el Universo, incluso los Dioses, es una Ilusión (Mâyâ). Pero la ilusión de aquel que es en sí mismo una ilusión difiere en cada plano de conciencia; y no tenemos más derecho a dogmatizar sobre la posible naturaleza de las facultades perceptivas de un Ego que se halla, por ejemplo, en el sexto plano, que el que tenemos para identificar nuestras percepciones con las de una hormiga en su modo de conciencia, o para convertirlas en modelo para la misma. La Ideación Cósmica, enfocada en su principio, o Upâdhi (Base), resulta como conciencia del Ego individual. Su manifestación varía según el grado de Upâdhi. Por ejemplo, por medio de lo conocido como Manas, surge como conciencia mental; y por medio de la construcción más finamente diferenciada de Buddhi, sexto estado de materia (teniendo como base la experiencia de Manas), como una corriente de Intuición Espiritual.
El Objeto puro aparte de la conciencia nos es desconocido mientras vivimos en el plano de nuestro Mundo de tres dimensiones; pues sólo conocemos los estados mentales que excita en el Ego que percibe. Y en tanto que dure el contraste del Sujeto y el Objeto, esto es, mientras que no disfrutemos más que de nuestros cinco sentidos, y no sepamos el modo de divorciar nuestro Ego, que es todo percepción, de la esclavitud de estos sentidos, será imposible al Yo personal romper la barrera que le separa del conocimiento “ de las cosas en sí mismas”, o sea de la Substancia.
Aquel Ego, progresando en un arco de subjetividad ascendente, tiene que agotar las experiencias de todos los planos. Pero hasta que la Unidad se sumerja en el Todo, ya sea en este o en cualquier otro plano, y que tanto el Sujeto como el Objeto se desvanezcan en la negación absoluta del Estado Nirvánico -negación repetimos, sólo desde nuestro plano-, no se llega a escalar aquel pináculo de Omnisciencia, el Conocimiento de las Cosas en sí mismas, y a aproximarse a la solución del enigma aun más importante, ante el cual, hasta el más elevado Dhyân Chohan, tiene que humillarse en el silencio y la ignorancia -el Inexplicable misterio de lo que los vedantinos llaman Parabrahman.
Por lo tanto, siendo tal el caso, todos los que han tratado de dar un nombre al Principio Incognoscible, no han hecho más que degradarlo. Hasta el hablar de la Ideación Cósmica -salvo en su aspecto fenomenal- es lo mismo que tratar de embotellar el Caos primordial, o poner una etiqueta a la Eternidad.
¿Qué es, pues, la “Substancia Primordial”, ese objeto misterioso del que ha hablado siempre la Alquimia y que se ha convertido en tema de la especulación filosófica de todas las edades? ¿Qué puede ser, finalmente, aun en su prediferenciación fenomenal? Aun aquélla es el Todo de la Naturaleza manifestada, y nada para nuestros sentidos. Se la menciona bajo diferentes nombres en todas las cosmogonías; todas las filosofías se refieren a ella, y está demostrado ser, hasta el presente, el Proteo siempre incomprensible en la Naturaleza. Lo tocamos y no lo sentimos; lo miramos y no lo vemos; lo respiramos y no lo percibimos; lo oímos y lo olemos sin el menor conocimiento de su existencia; pues está en cada molécula de lo que en nuestra ilusión e ignorancia consideramos como Materia en cualquiera de sus estados, o en lo que concebimos como una sensación, un pensamiento, una emoción. En una palabra; es el Upâdhi o vehículo de todos los fenómenos posibles, ya sean físicos, mentales o psíquicos En las primeras frases del Génesis, lo mismo que en la Cosmogonía caldea; en los Purânas de la India y en el Libro de los Muertos de Egipto; en todas partes él abre el ciclo de la manifestación. Es llamado el “Caos” y la Faz de las Aguas incubadas por el Espíritu, procedente de lo desconocido, bajo cualquier nombre que se le dé a ese Espíritu.
Los autores de las sagradas Escrituras de la India profundizan más el origen de las cosas evolucionadas que Thales o Job, pues dicen:
“De Esto, de este mismo Yo, fue producido el Éter” -dice el Veda (2).
Es, pues, evidente, que es este Éter (nacido del cuarto grado de una emanación de la “Inteligencia asociada con la Ignorancia”) el principio elevado, la Entidad deifica a que rendían culto los griegos y latinos, bajo el nombre de “Pater, Omnipotens AEther”, y “Magnus AEther”, en sus agregados colectivos. La gradación septenaria y las innumerables subdivisiones y diferencias hechas por los antiguos entre los poderes del Éter colectivamente (desde su borde externo de efectos, con el cual nuestra Ciencia está tan familiarizada, hasta la “Substancia Imponderable”, que se admitió como “Éter del Espacio”, y que ahora está a punto de ser rechazada), han constituido siempre un mortificante enigma para todos los ramos del conocimiento.

De la Inteligencia (llamada Mahat en los Purânas) asociada con la Ignorania (Ishvara como deidad personal), acompañada de su poder proyectivo, en el cual la cualidad de la torpeza (tamas, insensibilidad) predomina, procede del Éter - del éter, el aire; del aire, el calor; del calor, el agua, y del agua, la tierra, con todo lo que hay en ella.

Los mitólogos y simbologistas de nuestra época, confundios por esta incomprensible glorificación por un lado y degradación por otro, de la misma Entidad deificada y en los mismos sistemas religiosos, caen a menudo en las equivocaciones más ridículas. La Iglesia, firme como una roca en cada uno y en todos sus primeros errores de interpretación, ha hecho del Éter la morada de sus legiones satánicas. Toda la jerarquía de los Ángeles “Caídos” está allí; los Cosmocratores, los “Portadores del Mundo”, según Bossuet; Mundi Tenentes, los “Mantendedores del Mundo”, como los llama Tertuliano; Mundi Domini, “Dominaciones del Mundo”, o más bien Dominadores; los Curbati o “Encorvados”, etc., ¡convirtiendo de este modo a las estrellas y a los orbes celestiales en Demonios!
De este modo ha interpretado la Iglesia el versículo: “Pues no luchamos contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra los poderes, contra los directores de las tinieblas de este mundo” (3). Más adelante menciona San Pablo las malicias espirituales (“wickedness” en los textos ingleses) diseminadas en el Aire -Spiritualia neuitiae coelestibus-; dando los textos latinos varios nombres a estas “malicias”, los “Elementales” inocentes. Pero esta vez tiene razón la Iglesia, aunque se equivoca al llamarlos demonios. La Luz Astral o Éter inferior está lleno de entidades conscientes, semiconscientes e inconscientes; sólo que la Iglesia tiene menos poder sobre ellos, que sobre los microbios invisibles o que sobre los mosquitos.
La diferencia establecida entre los siete estados del Éter - que es uno de los Siete Principios Cósmicos, mientras que el AEther de los antiguos es el Fuego Universal- puede verse en los mandamientos de Zoroastro y de Pselo, respectivamente. El primero dijo: “Consultadlo tan sólo cuando esté sin forma o figura” -absque forma et figura -, lo que significa sin llamas o ascuas. “Cuando tenga una forma, no le hagáis caso”- enseña Pselo- “pero cuando no tiene forma, obedecedle, pues entonces es fuego sagrado, y todo lo que os revele será verdad” (4). Esto prueba que el Éter, que es en sí un aspecto del Âkâsha, tiene a su vez varios aspectos o “principios”.
Todas las naciones antiguas deificaban al AEther en su aspecto y potencia imponderables. Virgilio llama a Júpiter Pater Ominipotens AEther, y “el gran AEther” (5). Los indos también lo han colocado entre sus deidades, bajo el nombre de Âkâsha, la síntesis del Éter. Y el autor del sistema homoemeriano de filosofía, Anaxágoras de Clasomene, creía firmemente que los prototipos espirituales de todas las cosas, lo mismo que sus elementos, se encontraban en el AEther sin límites, donde eran generados, de donde evolucionaban y adonde volvían: una enseñanza oculta.
Es, pues, claro que del AEther, en su aspecto sintético más elevado, una vez antropomorfizado, surgió la primera idea de una deidad personal creadora. Entre los filósofos indos, los Elementos son tâmasa, esto es, “no iluminados por la inteligencia, a la cual obscurecen”.
Tenemos que agotar el asunto del significado místico del Caos Primordial y del Principio Raíz, y mostrar cómo se hallaban relacionados en las filosofías antiguas con el Âkâsha (traducido erróneamente por Éter), y también con Mâyâ, la Ilusión, de la cual Ishvara es el aspecto masculino. Más adelante hablaremos del Principio Inteligente, o más bien de las propiedades inmateriales e invisibles, en los elementos materiales y visibles, que “brotaron del Caos Primordial”.
Porque, “¿qué es el Caos primordial, sino el AEther?” -se pregunta en Isis sin Velo. No el éter moderno; no el que se reconoce ahora como tal, sino el AEther con todas sus propiedades misteriosas y ocultas, conteniendo en sí los gérmenes de la creación universal. El AEther Superior o Âkâsha es la Virgen Celestial, Madre de todas las formas y seres existentes, de cuyo seno, tan pronto como fue “incubado” por el Espíritu Divino, brotaron a la existencia la Materia y la Vida, la Fuerza y la Acción, AEther es el Aditi de los indos y es el Âkâsha. La electricidad, el magnetismo, el calor, la luz y la acción química son tan poco comprendidos aún hoy, que nuevos hechos vienen constantemente a ensanchar el horizonte de nuestro conocimiento. ¿Quién sabe dónde termina el poder de este gigante proteo, el AEther, o cuál es su origen misterioso? ¿Quién, decimos, puede negar el espíritu que obra en él, y despliega de su seno todas las formas visibles?
Sería fácil tarea demostrar que las leyendas cosmogónicas de todo el mundo están basadas en el conocimiento por los antiguos de aquellas ciencias que se han aliado en nuestra época para apoyar la doctrina de la evolución; y que una investigación más profunda haría ver que estos antiguos conocían mucho mejor que nosotros hoy el hecho de la evolución misma, tanto en su aspecto físico como en el espiritual.

Entre los antiguos filósofos, la evolución era un teorema universal, una doctrina que abarcaba el todo, y un principio establecido; mientras que nuestros modernos evolucionistas sólo pueden exponernos meras teorías especulativas; con teoremas particulares, si no completamente negativos. Es inútil que los representantes de nuestra moderna sabiduría cierren el debate y pretendan que es un asunto terminado, sólo porque la oscura fraseología de la relación mosaica... contradiga las explicaciones definidas de la “Ciencia Exacta” (6).

Si nos dirigimos al “Libro de las Leyes de Manu”, encontramos el prototipo de todas estas ideas. Perdidas en gran parte en su forma original para el mundo de Occidente, desfiguradas por las interpolaciones y adiciones posteriores, han conservado, sin embargo, lo bastante de su antiguo espíritu para demostrar su carácter.
“El Señor existente por Sí Mismo, desvaneciendo las tinieblas (Vishnu, Nârâyana, etc.), se hizo manifiesto, y deseando producir seres de su Esencia, creó, al principio, sólo el agua. En ella sembró semilla. Ésta se convirtió en un Huevo de Oro”.
¿De dónde proviene este Señor existente por Sí Mismo? Es llamado Esto, y se habla de él como siendo “Tinieblas imperceptibles, sin cualidades definidas, indescubrible, incognoscible, como totalmente dormido”. Habiendo morado en aquel Huevo durante todo un Año Divino, el principio “a quien el mundo llama Brahmâ, hace estallar este Huevo en dos, y de la porción superior forma el cielo, de la inferior la tierra, y del centro el firmamento y “el lugar perpetuo de las aguas” (7).
Pero, inmediatamente después de estos versículos, hay algo más importante para nosotros, porque corrobora por completo nuestras enseñanzas esotéricas. En los versículos 14 a 36 se da la evolución en el orden descrito en la Filosofía Esotérica. Esto no puede contradecirse fácilmente. Hasta Medhâtithi, el hijo de Virasvâmin y autor del Comentario el Manubhâsya, cuya época, según los orientalistas occidentales, es de 1.000 (D. de C.), nos ayuda con sus observaciones a la aclaración de la verdad. No quiso decir más, porque sabía lo que tenía que ser reservado de los profanos, o bien estaba realmente confundido. Sin embargo, lo que dice muestra claramente el principio septenario en el hombre y en la Naturaleza.
Principiemos con el capítulo 1 de las Ordenanzas o “Leyes”, después que el Señor existente por Sí Mismo, el Logos Inmanifestado de las “Tinieblas” Desconocidas, se manifiesta en el Huevo de Oro. De este “Huevo” de Brahmâ.
11. “Aquello que es la Causa indistinta (indiferenciada), eterna, que es y no es, de Ello salió aquel principio masculino llamado en el mundo Brahmâ”.
Aquí encontramos, como en todos los sistemas filosóficos genuinos, el mismo “Huevo”, el Círculo o Cero, la Infinidad sin límites, mencionada como Ello (8), y Brahmâ, la primera Unidad sola, mencionada como el Dios “Masculino”, esto es, el Principio fructificador. Es ello o 10 (diez), la Década. Solamente en el plano de lo Septenario, o nuestro Mundo, es llamado Brahmâ. En el de la Década Unificada, en el reino de la Realidad, este Brahmâ masculino es una ilusión.
14. “Del Yo Supremo (Âtmanah) él creó la Mente, que es y no es; y de la Mente, el Ego-ísmo (la Conciencia-Propia), a) el dueño; b) el Señor”.
a) La mente es Manas. Medhâtithi, el comentador, observa justamente sobre este punto, que es lo contrario de esto, y demuestra desde luego la interpolación y el arreglo, pues Manas es el que brota de Ahamkâra o Conciencia Propia (Universal), lo mismo que Manas en el microcosmo emana de Mahat, o Mahâ-Buddhi (Buddhi en el hombre). Porque Manas es dual. Como Celebrooke ha mostrado y traducido, “la Mente, sirviendo a la vez para el sentido y para la acción, es un órgano por afinidad, que está en estrecha unión con el resto” (9). “El resto” significa aquí que Manas, nuestro Quinto Principio (quinto, porque el cuerpo fue llamado el primero, lo cual es lo contrario del verdadero orden filosófico) , está en afinidad tanto con Âtmâ-Buddhi como con los cuatro Principios inferiores. De aquí nuestra enseñanza, a saber: que Manas sigue a Âtmâ-Buddhi al Devachan; y que el Manas inferior, esto es, las escorias o residuos inferiores de Manas, permanecen con el Kâma Rûpa en el Limbus o Kâma Loka, la mansión de las “cáscaras”.
b) Medhâtithi traduce esto como “la conciencia una del Yo” o Ego, y no como el “dueño”, como hacen los orientalistas. También de este modo traducen la sloka siguiente:
16. “Habiendo él hecho también las partes sutiles de aquellos seis (el gran Yo y los cinco órganos de los sentidos), de brillantez inconmensurable, para entrar en los elementos del Yo (âtmamâtrâsu), creó todos los serees”.
Mientras que, según Medhâtithi, debió leerse mâtrâbhih, en lugar de “âtmamâtrâsu”, y de este modo hubiera dicho:
“Después de haber compenetrado las partes sutiles de aquellos seis, de brillantes inconmensurable, por los elementos del yo, creó todos los seres”.
Esta última interpretación debe de ser la correcta, puesto que Él, el Yo, es lo que llamamos Âtmâ, y constituye así el séptimo principio, la síntesis de los “seis”. Tal es también la opinión del editor del Mânava Dharma Shâstra, quien parece haber penetrado de un modo intuitivo mucho más profundamente en el espíritu de la filosofía, que el traductor, el difunto doctor Burnell; pues vacila poco entre el texto de Kullûka Bhatta y el comentario de Medhâtithi. Rechaza los tanmâtra, o elementos sutiles, y el âtmamâtra de Kullûka Bhatta, y dice, aplicando los principios al Yo Cósmico:
“Los seis parecen más bien ser el Manas, más los cinco principios del éter, el aire, el fuego, el agua y la tierra. Habiendo unido cinco porciones de estas seis con el elemento espiritual (el séptimo), él creo (así) todas las cosas existentes... Âtmamâtra es, por lo tanto, el átomo espiritual, opuesto a sus propios elementos elementales, no reflexivos”.
Del siguiente modo corrige la traducción del versículo 17:
“Como los elementos sutiles de las formas corporales de este Uno dependen de estos seis, el sabio llama a su forma Sharîra”.
Y añade que “elementos” significan aquí porciones o partes (o principios), cuya interpretación está confirmada por el versículo 19, que dice:
“Este (Universo) no eterno nace, pues, del Eterno, por medio de los elementos sutiles de las formas de aquellos siete gloriosísimos principios (Purusha)”.
Comentando esta enmienda de Medhâtithi, el editor hace la observación de que “probablemente significan los cinco elementos, más la mente (Manas), y la conciencia propia (Ahamkâra) (10); “los elementos sutiles” (significando) como antes “delicadas porciones de forma” (o principios)”. Así lo demuestra el versículo 20, cuando dice de estos cinco elementos o “delicadas porciones de forma” (Rûpa más Manas y Conciencia Propia), que ellos constituyen los “Siete Purusha” o Principios, llamados en los Purânas los “Siete Prâkritis”.
Además, estos “cinco elementos” o “cinco porciones” se mencionan en el versículo 27 como “las llamadas porciones atómicas destructibles”, siendo, por lo tanto, “distintas de los átomos del Nyâya”.
Este Brahmâ creador que surge del Huevo del mundo o Huevo de Oro une en sí mismo ambos principios: femenino y masculino. Es, en una palabra, como todos los Protologos creadores. De Brahmâ, sin embargo, no se podría decir como de Dionisio, “
“ un Jehovah lunar, Baco verdaderamente, con David bailando desnudo ante su símbolo en el arca; pues ningunas Dionisias licenciosas han sido establecidas nunca en nombre y honor suyo. Todo el tal culto fálico era exotérico, y los grandes símbolos universales fueron desnaturalizados en todo el mundo, lo mismo que los de Krishna lo son ahora por los Vallabâchâras de Bombay, los partidarios del Dios “niño”. Pero ¿son estos dioses populares la verdadera Deidad? ¿Son ellos la cúspide y la síntesis de la creación séptuple, incluso el hombre? ¡Imposible! Cada uno y todos, tanto paganos como cristianos, son uno de los peldaños de la escala septenaria de la Conciencia Divina. Ain-Soph se dice también que se manifiesta por medio de las Siete Letras del nombre de Jehovah, a quien, habiendo usurpado el lugar de lo Ilimitado Desconocido, le dieron sus devotos sus Siete Ángeles de la Presencia -sus Siete Principios. Pero, verdaderamente, se les menciona en casi todas las escuelas. En la filosofía Sânkhya pura, Mahat, Ahamkâra y los cinco Tanmâtras, son llamados los siete Prakritis, o Naturalezas, y se cuentan desde Mahâ-Buddhi, o Mahat, hasta la Tierra (11).
Sin embargo, por desfigurada que haya sido por Esdras, para propósitos rabínicos, la versión original elohística; por repulsivo que sea a veces hasta el significado esotérico en los pergaminos hebreos -que lo es mucho más que pueda serlo su velo o vestidura externa-, una vez eliminadas las porciones que versan sobre Jehovah, los Libros Mosaicos están llenos de conocimientos puramente ocultos de inestimable valor, especialmente los primeros seis capítulos.
Leídos con la ayuda de la Kabalah, se encuentra un templo sin rival de verdades ocultas, un pozo de bellezas profundamente escondidas, bajo formas cuya estructura visible, a pesar de su aparente simetría, no puede resistir la crítica de la fría razón ni revelar su edad, pues pertenece a todas las edades. Hay más sabiduría en los Purânas y en la Biblia, oculta bajo sus fábulas exotéricas, que en toda la ciencia y hechos exotéricos de la literatura del mundo; y más verdadera Ciencia Oculta, que en el conocimiento exacto de todas las academias. O, hablando de un modo más claro y acentuado: hay tanta sabiduría esotérica en algunas partes de los Purânas y del Pentateuco exotéricos, como de tontería y de imaginación infantil intencionada, cuando se leen bajo el solo aspecto de la letra muerta y de las interpretaciones asesinas de las grandes religiones dogmáticas, y especialmente de sus sectas.
Que lea cualquiera los primeros versículos del Génesis y que reflexione sobre ellos. Allí “Dios” ordena a otro “Dios”, quien obedece su orden. Así se lee hasta en la misma cuidada traducción protestante inglesa de la edición autorizada por el rey Jaime I.
En el “principio” (la lengua hebrea no tiene palabra para expresar la idea de la Eternidad) (12), “Dios” hizo los Cielos y la Tierra; y esta última “estaba vacía y sin forma”, mientras que el primero no es de hecho tal Cielo, sino lo “Profundo”, el Caos, con las tinieblas sobre su faz (13).
“Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las Aguas” o Gran Océano del Espacio Infinito. Y este Espíritu es Nârâyana o Vishnu.
“Y Dios dijo: hágase el firmamento...” y “Dios”, el segundo, obedeció e “hizo el firmamento”. “Y Dios dijo: hágase la luz”, y “hubo la luz”. Ahora bien; la última no significa luz en modo alguno, sino el Adam Kadmon andrógino como en la Kabalah, o Sephira (la Luz Espiritual), pues los dos son uno; o los Ángeles secundarios, según el Libro de los Números caldeo, siendo los primeros los Elohim, que son el agregado de aquel Dios “formador”. ¿Pues a quién se dirige aquella orden? ¿Y quién es el que ordena? Lo que ordena es la Ley Eterna, y el que obedece los Elohim, la cantidad conocida operando en x y con x, o el coeficiente de la cantidad desconocida, las Fuerzas de la Fuerza Una. Todo esto es Ocultismo, y se encuentra en las Estancias arcaicas. No tiene importancia alguna el que llamemos a estas “Fuerzas” los Dhyân Chohans, o los Auphanim como lo hace Ezequiel.
“La Luz una Universal, que es Tinieblas para el hombre, es por siempre existente” -dice el Libro de los Números caldeo-. De ella procede periódicamente la Energía, la cual se refleja en lo Profundo o Caos, depósito de los Mundos futuros, y que una vez despierta, agita y fructifica las Fuerzas latentes, que son sus siempre eternas y presentes potencialidades. Entonces despiertan de nuevo los Brahmâs y los Buddhas -las Fuerzas coeternas- y un nuevo Universo surge a la existencia.
En el Sepher Yetzirab, el Libro Kabalístico de la Creación, el autor ha repetido evidentemente las palabras de Manu. En él se representa a la Substancia Divina como siendo lo único existente desde la eternidad absoluta y sin límites, y como habiendo emitido de sí misma el Espíritu (14). “Uno es el Espíritu del Dios vivo; ¡bendito sea Su nombre que por siempre vive! Voz, Espíritu y Verbo, esto es el Espíritu Santo” (15). Y ésta es la Trinidad abstracta kabalista, antropomorfizada por los Padres cristianos con tan poco escrúpulo. De este Triple Uno emanó todo el Kosmos. Primero, del Uno emanó el número Dos o Aire (el Padre), el Elemento creador; y luego el número Tres, Agua (la Madre), procedió del Aire; el Éter o Fuego completa el Cuatro Místico, el Arbo-al (16). “Cuando lo Escondido de lo Oculto quiso revelarse, hizo primero un Punto (el Punto Primordial o el Primer Sephira, Aire o Espíritu Santo) figurado en una Forma sagrada (los Diez Sephiroth o el Hombre Celeste), y lo cubrió con una Vestidura rica y espléndida: que es el Mundo” (17).
“Hizo el Viento Su mensajero, al Fuego flamígero Su servidor” (18), dice el Yetzirab, mostrando el carácter cósmico de estos últimos Elementos euhemerizados (humanizados) (19), y que el Espíritu compenetra todos los átomos en el Kosmos.
Pablo llama a los Seres Cósmicos invisibles los “Elementos”. Pero actualmente los Elementos han sido degradados y limitados a los átomos, de los cuales nada se sabe hasta ahora, y que son tan sólo “hijos de la necesidad”, como lo es también el Éter. Según decimos en Isis sin Velo:

Los pobres Elementos primordiales han sido desterrados hace mucho tiempo, y nuestros ambiciosos físicos rivalizan en quién será el primero en añadir una substancia simple más a la nidada volátil de las setenta y tantas.

Mientras tanto, existe una furiosa guerra en la química moderna sobre la cuestión de términos. Se nos niega el derecho de llamar a estas substancias “elementos químicos”; pues según Platón, no son ellas los “principios primordiales de las esencias por sí mismas existentes, de las cuales se formó el Universo”. Semejantes ideas, asociadas con la palabra “elemento”, eran bastante buenas para la antigua filosofía griega, pero la ciencia moderna las rechaza; pues, como dice el profesor Crookes, “son términos desgraciados”, y la ciencia experimental “no quiere nada con ninguna clase de esencias, excepto con aquellas que pueden verse, olerse o gustarse. Las demás las deja a los metafísicos...” ¡Debemos sentirnos agradecidos hasta por esto!
Esta “Substancia Primordial” es llamada por algunos el Caos. Platón y los pitagóricos la denominaban el Alma del Mundo, después de haber sido impregnada por el Espíritu de aquello que incuba las Aguas Primitivas o Caos. Reflejándose en él -dicen los kabalistas-, el Principio incubador “creó” la fantasmagoría de un Universo visible manifestado. El Caos antes, y el Éter después de esa “reflexión”, es siempre la deidad que compenetra todo el Espacio y todas las cosas. Es el Espíritu invisible a imponderable de las cosas, y el fluido invisible aunque bien tangible, que radia de los dedos del magnetizador saludable; pues es la Electricidad Vital, la Vida misma. El Marqués de Mirville le daba, irrisoriamente, el nombre de “Todopoderoso nebuloso” y los teurgistas y ocultistas lo denominaban hasta el presente “Fuego Vivo”; y no hay un indo, entre los que practican cierta clase de meditación al amanecer, que no conozca sus efectos. Es el “Espíritu de Luz” y Magnes. Como lo expresó con verdad un adversario nuestro, Magus y Magnes son dos ramas que salen del mismo tronco, y que producen las mismas resultantes. Y en esta denominación de “Fuego Vivo” podemos descubrir también el significado de la confusa sentencia del Zend Avesta, que dice que hay “un Fuego que da el conocimiento del futuro, la ciencia y el lenguaje amable”; esto es, desarrolla una elocuencia extraordinaria en la sibila, en el sensitivo y hasta en algunos oradores. Escribiendo sobre este asunto, en Isis sin Velo dijimos que era:

El Caos de los antiguos, el Fuego Sagrado de Zoroastro, o el Atash-Behram de los parsis; el fuego de Hermes, el fuego de Elmes de los antiguos alemanes; el Relámpago de Cibeles; la Antorcha encendida de Apolo; la Llama en el altar de Pan; el Fuego inextinguible del templo de la Acrópolis y del de Vesta; la Llama de fuego del yelmo de Plutón; las Chispas brillantes en los tocados de los Dióscuros, en la cabeza de la Gorgona, en el yelmo de Palasy en el báculo de Mercurio; el Ptah-Ra egipcio; el Zeus Cataibates griego (el descendiente) de Pausanias; las Lenguas de Fuego de Pentecostés; la Zarza ardiente de Moisés; el Pilar de Fuego del Éxodo y la Lámpara encendida de Abraham; el Fuego Eterno del “abismo sin fondo”; los vapores del oráculo de Delfos; la Luz Sideral de los rosacruces; el Âkâsha de los Adeptos indos; la Luz Astral de Eliphas Lévi; el Aura Nerviosa y el Fluido de los magnetizadores; el Od de Reichenbach; el Psychod y Fuerza Ecténica de Thury; la “Fuerza Psíquica” de Sergeant Cox, y el magnetismo atmosférico de algunos naturalistas; el galvanismo, y por último, la electricidad; todos estos no son sino nombres distintos para diferentes manifestaciones o efectos de la misma Causa misteriosa que todos lo compenetra, al Archaeus griego.

Ahora añadimos: es todo esto y mucho más. Este “Fuego se menciona en todos los Libros Sagrados indos, así como también en las obras kabalísticas. El Zohar lo explica como el “Fuego Blanco Oculto, en el Risha Havurah”, la Cabeza Blanca, cuya Voluntad hace emanar el fluido ígneo en 370 corrientes en todas direcciones del Universo. Es idéntico a la “Serpiente que corre con 370 saltos”, del Siphra Dzenioutha, la cual, cuando el “Hombre Perfecto”, el Metraton, es elevado, esto es, cuando el Hombre Divino habita en el hombre animal, se convierte en tres Espíritus, o Âtmâ-Buddhi-Manas, en nuestra fraseología teosófica.
Por tanto, el Espíritu o Ideación Cósmica, y la Substancia Cósmica -uno de cuyos principios es el Éter- son uno, e incluyen a los Elementos en el sentido que les atribuye San Pablo. Estos Elementos son la Síntesis velada que representa a los Dhyân Chohans, Devas, Sephiroth, Amshaspends, Arcángeles, etc., etc. El Éter de la Ciencia -el Ilus de Beroso o el Protilo de la Química- constituye, por decirlo así, el material relativamente tosco, del cual los Constructores mencionados, siguiendo el plan trazado eternamente para ellos en el Pensamiento Divino, forman los Sistemas en el Kosmos. Son “mitos”, se nos dice. No más mito que el Éter y los Átomos, contestamos nosotros. Estos últimos son necesidades absolutas de la Ciencia Física, y los Constructores son una absoluta necesidad de la Metafísica. “Nunca los habéis visto”, es la objeción que se nos echa en cara. Y preguntamos a los materialistas: ¿Habéis visto jamás al Éter o a vuestros Átomos, o tan siquiera a vuestra Fuerza? Además, uno de los más grandes evolucionistas occidentales de nuestros días, el co-”descubridor” con Darwin, míster A. R. Wallace, al discutir lo inadecuado de la Selección Natural para explicar por sí sola la forma física del Hombre, admite la acción directiva de “inteligencias superiores”, como “parte necesaria de las grandes leyes que rigen al Universo material” (20).
Estas “inteligencias superiores” son los Dhyân Chohans de los ocultistas.
Verdaderamente, hay pocos mitos en cualquiera de los sistemas religiosos dignos de tal nombre que no tengan un fundamento histórico, así como científico. Los “mitos” -dice con justicia Pococke- “se prueba ahora que son fábulas, en la precisa proporción en que dejamos de entenderlos; eran verdades en la proporción en que eran antes entendidos”.
La idea prevaleciente más definida que se encuentra en todas las antiguas enseñanzas, con referencia a la Evolución Cósmica, y a la primera “creación” de nuestro Globo con todos sus productos orgánicos e inorgánicos -palabra extraña para usarla un ocultista- es que todo el Kosmos ha surgido del Pensamiento Divino. Este Pensamiento impregna la Materia, que es coeterna con la Realidad Única; y todo lo que vive y alienta se desenvuelve de las emanaciones del Uno Inmutable, Prabrahman-Mûlaprakriti, la Raíz Una Eterna. El primero de estos, en su aspecto del Punto Central vuelto hacia dentro, por decirlo así, en regiones por completo inaccesibles a la inteligencia humana, es la Abstracción Absoluta; mientras que en su aspecto de Mûlaprakriti, la Eterna Raíz del todo da a los menos una idea confusa del Misterio del Ser.

Por lo tanto, se enseñaba en los templos internos que este Universo visible de Espíritu y Materia no es sino la Imagen concreta de la Abstracción ideal; él fue construido sobre el modelo de la primera Idea Divina. De este modo, nuestro Universo ha existido desde la Eternidad en estado latente. El Alma que anima este Universo puramente espiritual, es el Sol Central, la deidad misma más elevada. No fue el Uno quien construyó la forma concreta de la idea, sino el Primer Engendrado; y, como fue construido en la figura geométrica del dodecaedro (21), el Primer Engendrado “tuvo a bien emplear 12.000 años en su creación” Este número está expresado en la cosmogonía tyrrhenia (22), que muestra al hombre creado en el sexto milenium. Esto concuerda con la teoría egipcia de los 6.000 “años” (23), y con el cómputo hebreo. Pero ésta es su forma exotérica. El cómputo secreto explica que los “12.000 y los 6.000 años” son Años de Brahmâ, un día de Brahmâ, siendo igual a 4.320.000.000 de años. Sanchoniathon (24), en su Cosmogonía, declara que cuando el Viento (Espíritu) se enamoró de sus propios principios (el Caos), tuvo lugar una unión íntima, cuya conexión fue llamada Photos (........ ) y de ésta surgió la semilla de todo. Y el Caos no conoció su propia producción, pues era insensible; pero de su abrazo con el Viento fue generado Môt, o el Ilus (limo) (25). De éste procedieron los Esporos de la creación y la generación del Universo (26).
Zeus-Zên (AEther), y Chthonia (la Tierra Caótica) y Metis (el Agua), sus esposas; Osiris -que también representa al AEther, la primera emanación de la Deidad Suprema, Amun, origen primitivo de la Luz- e Isis-Latona, la Diosa Tierra y el Agua otra vez; Mithras (27), el Dios nacido de la roca, símbolo del Fuego del Mundo masculino, o la Luz Primordial personificada; y Mithra, la Diosa del Fuego, su madre y su mujer a la vez -el elemento puro del Fueo, el principio activo o masculino, considerado como luz y calor en conjunción con la Tierra y el agua, o la materia, el elemento femenino o pasivo de la generación Cósmica-; Mithras, que es el hijo de Bordj, la montaña del mundo persa (28), de la cual fue él exhalado como un rayo radiante de luz. Brahmâ, el Dios del fuego y su prolífica consorte; y el Agni indo, la deidad refulgente, de cuyo cuerpo brotan mil corrientes de gloria y siete lenguas de fuego, y en cuyo honor ciertos brahmanes conservan hasta el presente un fuego perpetuo; Shiva, personificado por Meru, la montaña del mundo de los indos, el terrorífico Dios del Fuego, que dice la leyenda, ha descendido del cielo, como el Jehová judío, “en un pilar de fuego”; y una docena más de deidades arcaicas de doble sexo; todas proclaman claramente su significado oculto. ¿Y qué podrían significar estos mitos dobles, sino el principio psíquico químico de la creación primordial; la Primera Evolución en su triple manifestación de Espíritu, Fuerza y Materia; la correlación divina en su punto de partida, alegorizada por el matrimonio del Fuego y del Agua, productos del Espíritu electrizador (la unión del principio activo masculino con el elemento pasivo femenino), que se convierten en los padres de su hijo telúrico, la Materia Cósmica, la Materia Prima, cuya Alma es el AEther, y cuya sombra es la Luz Austral? (29).

Pero los fragmentos de los sistemas cosmogónicos que han llegado hasta nosotros son ahora rechazados como fábulas absurdas. Sin embargo, la Ciencia Oculta, que ha sobrevivido hasta de la Gran Inundación que sumergió a los gigantes antediluvianos, y con ellos hasta su memoria misma (salvo los anales reservados en la Doctrina Secreta, la Biblia y otras Escrituras), aun conserva la Clave de todos los problemas del mundo.
Apliquemos esta Clave a los raros fragmentos de Cosmogonías por largo tiempo olvidadas, y por medio de sus esparcidas parcelas, tratemos de restablecer la que una vez fue Cosmogonía Universal de la Doctrina Secreta. La Clave sirve para todas. Nadie puede estudiar seriamente las antiguas filosofías sin percibir que la semejanza sorprendente de conceptos entre todas, muy a menudo en su forma exotérica e invariablemente en su espíritu oculto, es el resultado, no de la mera coincidencia, sino de un designio marcado; y que durante la juventud de la humanidad hubo un solo lenguaje, un conocimiento y una religión universales, cuando no había iglesias, ni credos, ni sectas, sino cuando cada hombre era un sacerdote para sí mismo. Y si se demuestra que ya en aquellas edades, ocultas a nuestra vista por el crecimiento exuberante de la tradición, el pensamiento religioso humano se desarrollaba en simpatía uniforme en todas las partes del globo; entonces se hará evidente que, sea cual fuese la latitud en que haya nacido, ya sea en el frío Norte, o en el ardiente Mediodía, en Oriente o en Occidente, ese pensamiento fue inspirado por las mismas revelaciones, y el hombre fue criado bajo la sombra protectora del mismo Árbol del Conocimiento.

 

 


 

 

SECCIÓN IX
LA FUERZA FUTURA

SUS POSIBILIDADES E IMPOSIBILIDADES


¿Diremos que la Fuerza es “Materia agitada” o “Materia en movimiento” y una manifestación de la Energía; o que la Materia y la Fuerza son los aspectos fenomenales diferenciados de la Substancia Cósmica primaria y no diferenciada?
Esta cuestión se presenta en relación con la Estancia que trata de FOHAT y sus “Siete Hermanos o Hijos”; en otras palabras, de la causa y los efectos de la Electricidad Cósmica. En lenguaje Oculto, los Hermanos o Hijos son las siete fuerzas primarias de la Electricidad, cuyos efectos puramente fenomenales, y por tanto los más groseros, son los únicos que conocen los físicos en el plano cósmico, y especialmente en el terrestre. Estos comprenden, entre otras cosas, el Sonido, la Luz, el Color, etc. Ahora bien; ¿qué nos dice de estas “Fuerzas” la Ciencia Física? El SONIDO, dice, es una sensación producida por el contacto de las moléculas atmosféricas con el tímpano, el cual, produciendo tenues estremecimientos en el aparato auditivo, comunica así las vibraciones de aquéllas al cerebro. La LUZ es la sensación causada por el contacto con la retina, de vibraciones del éter inconcebiblemente minúsculas.
También nosotros decimos lo mismo. Pero estos son simplemente los efectos producidos en nuestra atmósfera y en sus medios inmediatos; en realidad, todo lo que cae dentro de los límites de nuestra conciencia terrestre. Júpiter Pluvio dio su símbolo en gotas de lluvia, en gotas de agua, compuesta según se cree de dos “cuerpos simples”, que la Química separa y vuelve a combinar. Las moléculas compuestas están en su poder, pero los átomos se le escapan todavía. El Ocultismo ve en todas estas Fuerzas y manifestaciones una escala, cuyos peldaños inferiores pertenecen a la Física exotérica, y los superiores se remontan a un Poder vivo, inteligente e invisible, que es, por regla general, la causa indiferente, aunque excepcionalmente consciente, de los fenómenos que afectan a los sentidos y que se designan como ley de la Naturaleza.
Nosotros decimos y sostenemos que el SONIDO, por ejemplo, es un poder oculto tremendo; una fuerza estupenda, cuya potencialidad más pequeña, cuando se dirige con conocimiento de lo Oculto, no podría ser contrarrestada por la que engendrasen un millón de Niágaras. Podría producirse un sonido de tal naturaleza que elevase en el aire la pirámide de Cheops, o que hiciese revivir y comunicase nuevo vigor y energía a un moribundo, y hasta a un hombre que hubiese exhalado su último aliento.
Porque el sonido engendra, o más bien, congrega a los elementos que producen un ozono, cuya fabricación traspasa las facultades de la Química, si bien está dentro de la esfera de la Alquimia. Puede él hasta resucitar a un hombre o un animal cuyo “cuerpo vital” astral no haya sido separado de modo irreparable de su cuerpo físico, por la ruptura del cordón ódico o magnético. Por haber sido salvada de la muerte tres veces por virtud de este poder, a la escritora bien puede concedérsele que conozca personalmente algo del mismo.
Y si todo esto parece demasiado anticientífico, hasta para reparar en ello, que explique la Ciencia a qué leyes mecánicas y físicas de las por ella conocidas se deben los recientes fenómenos producidos por el llamado motor Keely. ¿Qué es lo que actúa como formidable generador de fuerza invisible, pero tremenda, de esa potencia, no sólo capaz de arrastrar una máquina de 25 caballos, sino que hasta ha sido utilizada para levantar en alto el conjunto de la maquinaria? Y, sin embargo, todo esto se ha verificado con sólo pasar un arco de violín por un diapasón, según se ha probado repetidas veces. Porque la Fuerza Etérea descubierta por John Worrell Keely, de Filadelfia, bien conocido en América y en Europa, no es una alucinación. No obstante haber fracasado en sus esfuerzos para utilizarla -fracaso pronosticado y sostenido desde un principio por algunos ocultistas-, los fenómenos presentados por el descubridor durante estos últimos años han sido maravillosos, casi milagrosos, no en el sentido de lo sobrenatural (1), sino en el de lo sobrehumano. Si se hubiese permitido a Keely salir airoso, él habría podido reducir a átomos todo un ejército en el espacio de algunos segundos, tan fácilmente como redujo un buey muerto a aquel estado.
Ruego ahora al lector que preste seria atención a esta fuerza acabada de descubrir, a la que su inventor ha dado el nombre de Fuerza o Fuerzas Interetéricas.
En la humilde opinión de los ocultistas, así como en la de sus amigos íntimos, Keely estaba y está aún en el umbral de uno de los mayores secretos del Universo, principalmente de aquel en que está fundado todo el misterio de las Fuerzas físicas y el significado esotérico del simbolismo del “Huevo del Mundo”. La Filosofía Oculta, considerando al Kosmos manifestado y no manifestado, como una UNIDAD, simboliza el concepto ideal del primero en un “Huevo de Oro”, con dos polos. El polo positivo es el que actúa en el Mundo manifestado de la Materia, mientras que el negativo se pierde en el incognoscible Absoluto de SAT - la Seidad (2). No podemos decir si esto está conforme con la filosofía de Mr. Keely, ni a la verdad importa ello mucho. Sin embargo, sus ideas sobre la construcción etéro-materia del Universo se parecen de un modo extraño a las nuestras, siendo en este particular casi idénticas. He aquí lo que se lee en un folleto hábilmente escrito por Mrs. Bloomfield-Moore, señora americana con fortuna y posición, cuyos esfuerzaos incesantes en pro de la verdad no se apreciarán nunca lo bastante:

Mr. Keely explica la manera de funcionar de su máquina diciendo: “No se ha encontrado nunca el medio de producir un centro neutral, al proyectar las máquinas hasta hoy construidas. Si se hubiese conseguido, habrían tenido término las dificultades de los investigadores del movimiento continuo, y este problema habría llegado a ser un hecho establecido. Sólo se necesitaría el impulso inicial de unas cuantas libras, sobre tal mecanismo, para hacerlo funcionar durante siglos. En el proyecto de mi máquina vibratoria, no he tratado de conseguir el movimiento continuo; pero se forma un circuito que tiene realmente un centro neutral, el cual está en condiciones de ser vivificado por mi éter vibratorio, y mientras se halla bajo la acción de dicha substancia, es en realidad una máquina que es virtualmente independiente de la masa (o globo) (3), lo que tiene lugar a causa de la velocidad asombrosa del circuito vibratorio. Sin embargo, con toda su perfección, necesita que se le suministre éter vibratorio para constituir un motor independiente... Todas las construcciones requieren cimientos de una resistencia proporcionada al peso de la masa que deben soportar; pero los cimientos del Universo se asientan en un punto vacío mucho más diminuto que una molécula; en una palabra, y para expresar con exactitud esta verdad, en un punto interetérico, para cuya comprensión se necesita una mente infinita. El investigar las profundidades de un centro etérico es exactamente lo mismo que buscar los confines del vasto espacio del éter de los cielos, con la diferencia de que uno es el campo positivo, mientras que el otro es el negativo”.

Ésta es precisamente, como puede verse, la Doctrina Oriental. El punto interetérico de Mr. Keely es el punto laya de los ocultistas; esto, sin embargo, no rquiere “una mente infinita para comprenderlo”, sino tan sólo una intuición y una habilidad especiales para encontrar el sitio en que se oculta dentro de este Mundo de Materia. Por de contado, no puede producirse un centro laya, pero sí un vacío interetérico, como se ha probado por la producción de sonidos de campana en el espacio. Mr. Keely habla, sin embargo, como un ocultista inconsciente cuando, al exponer su teoría de la suspensión planetaria, dice:

Por lo que respecta al volumen de los planetas, preguntaríamos desde un punto de vista científico: ¿cómo puede existir la inmensa diferencia de volumen de los planetas, sin descomponer la acción armónica que los caracteriza? Sólo puedo contestar a esta pregunta con propiedad entrando en un análisis progresivo a partir de los centros etéricos rotatorios que fueron fijados por el Creador (4) con su poder de atracción o acumulación. Si se me pregunta qué poder da a cada átomo etérico su inconcebible velocidad de rotación (o inicial), contestaré que ninguna mente finita podrá jamás concebirlo. La filosofía de la acumulación es la única prueba de que semejante poder ha sido dado. El área, si así puede decirse, de tal átomo presenta a la fuerza atractiva o magnética, electiva o propulsora, toda la fuerza receptiva y toda la fuerza antagónica que caracterizan a un planeta del mayor tamaño; por consiguiente, continuando la acumulación, permanece la ecuación perfecta. Una vez fijado este centro diminuto, el poder que se necesitaría para arrancarlo de su posición tendría que ser tan grande como el que se necesitase para hacer cambiar de sitio al mayor planeta existente. Cuando este centro atómico neutral varía de lugar, el planeta tiene que seguirle. El centro neutral lleva consigo todo el peso de una acumulación cualquiera desde el punto de partida, y permanece el mismo, por siempre en equilibrio en el espacio eterno.

Mr. Keely esclarece su idea de “un centro neutral” con el siguiente ejemplo:

Imaginemos que, después de la acumulación de un planeta de un diámetro cualquiera, de 20.000 millas, v. gr., aproximadamente, pues el tamaño no afecta en nada la cuestión, se desaloje todo el material a excepción de una corteza de 5.000 millas de espesor, dejando un vacío entre ella y un centro del tamaño de una bola de billar ordinaria. Se necesitaría para mover esta pequeña masa central un poder tan grande como el que fuese preciso para mover la corteza de 5.000 millas de espesor. Además, esta pequeña masa central arrastraría siempre consigo el peso de la corteza, manteniéndola equidistante, y no habría ningún poder contrario, por grande que fuese, que las pudiese juntar. La imaginación se turba al contemplar la inmensa carga que soporta este punto central en donde el peso cesa... Esto es lo que entendemos por un centro neutral.

Y esto es también lo que los ocultistas entienden por un centro laya.
Lo anterior es declarado “anticientífico” por muchos. Pero así sucede con todo lo que no está sancionado y sostenido por los principios estrictamente ortodoxos de la Ciencia física. A menos que la explicación dada por el mismo inventor sea aceptada, ¿qué puede la Ciencia contestar a hechos ya vistos, y que no es posible a nadie negar? En cuanto a nosotros, como sus explicaciones son completamente ortodoxas, desde el punto de vista Espiritual y Oculto, aun cuando no suceda lo mismo desde el punto de vista de la Ciencia materialista especulativa, llamada exacta, son, por lo tanto, nuestras por lo que hace a este particular. La Filosofía Oculta divulga muy pocos de sus misterios vitales más importantes. Los deja caer como perlas preciosas, uno a uno, y a gran distancia los unos de los otros; y esto, sólo cuando se ve obligada a ello por la corriente evolutiva que lleva al género humano lenta y silenciosa pero firmemente hacia la aurora de la humanidad de la Sexta Raza. Pues una vez fuera de la fiel custodia de sus legítimos herederos y guardianes, estos misterios dejan de ser ocultos; caen bajo el dominio público y corren el riesgo de convertirse en maldiciones más bien que en bendiciones, una vez en las manos de los egoístas, de los Caínes de la raza humana. Sin embargo, cuando nacen individuos tales como el descubridor de la Fuerza Etérica, hombres con facultades peculiares, psíquicas y mentales (5), son generalmente y con frecuencia ayudados, no consintiéndoles que sigan a tientas su camino; si se les abandonase a sus propios recursos, pronto pararían en el martirio o serían presa de especuladores sin escrúpulo. Pero sólo se les ayuda a condición de que no se conviertan, consciente o inconscientemente, en un peligro más para su época: un peligro para los pobres, ofrecidos en diario holocausto por los menos ricos a los más ricos (6). Esto requiere una corta digresión y una explicación.
Hace unos doce años, cuando tenía lugar la Exposición Centenario de Filadelfia, la escritora de este libro, en contestación a las ansiosas preguntas de un teósofo, que era uno de los primeros admiradores de Mr. Keely, repitió lo que había oído en fuentes de cuyos informes ella no dudaría nunca.
Se había declarado que el inventor del “Automotor” era lo que en lenguaje kabalístico se llama “un mago de nacimiento”. Que él ignoraba y continuaría ignorando todo el alcance de sus poderes, y sólo operaría con aquellos que había encontrado educidos y afirmados en su propia naturaleza -en primer lugar, porque atribuyéndolos a un origen erróneo, no podría nunca desarrollarlos por completo; y en segundo término, porque estaba fuera de sus facultades el comunicar a otros lo que sólo era una capacidad inherente a su propia naturaleza especial. Por tanto, no podría transferir a nadie el secreto de un modo permanente, para usos prácticos (7).
No son muy raros los individuos nacidos con tales capacidades. El que no se oiga hablar de ellos con más frecuencia, depende de que, en casi todos los casos, viven ellos y mueren en la completa ignorancia de que están en posesión de poderes anormales. Mr. Keely posee poderes que se llaman anormales, precisamente porque son tan poco conocidos en nuestros días, como lo era la circulación de la sangre antes del tiempo de Harvey. La sangre existía y se conducía del mismo modo que hoy lo hace, en el primer hombre nacido de mujer; y de la misma manera existe y ha existido en el hombre ese principio que puede dominar y guiar a la Fuerza etérica vibratoria. Existe, en todo caso, en todos los mortales, cuyos Yoes Internos se hallan relacionados desde un principio, por razón de su descendencia directa, con ese Grupo de Dhyân Chohâns llamados “los primeros nacidos del AEther”. La Especie humana, considerada físicamente, está dividida en varios grupos, cada uno de los cuales está relacionado con uno de los Grupos Dhyánicos que formaron primero al hombre psíquico (véanse los párrafos 1, 2, 3, 4 y 5, en el Comentario de la Estancia VII). Mr. Keely (muy favorecido en este concepto, y que además de su temperamento psíquico es intelectualmente genial en mecánica) puede llevar a cabo los resultados más maravillosos. Ya ha conseguido algunos, ciertamente, más de los que ha logrado en esta edad, hasta hoy, mortal alguno no iniciado en los Misterios finales. Lo que ha hecho es suficiente, como con justicia dicen sus amigos, para “demoler con el martillo de la Ciencia los ídolos científicos”, los ídolos de materia con pies de barro. La que estas líneas escribe no piensa contradecir en lo mínimo a Mrs. Bloomfield-Moore cuando en su escrito sobre “La Fuerza Psíquica y la Fuerza Etérica” declara que Mr. Keely, como filósofo:

Tiene un alma bastante grande, una mente bastante sabia y un ánimo bastante elevado para vencer todas las dificultades y aparecer al fin ante el mundo como el mayor descubridor e inventor.

Y también dice:

Keely alcanzaría fama inmortal aun cuando no hiciera más que guiar a los hombres de ciencia desde las desoladas regiones en que marchan a tientas, hacia el campo abierto de la fuerza elemental, donde la gravedad y la cohesión son sorprendidas en sus guaridas y derivadas para el uso; en donde, de la unidad de origen, emana la energía infinita en formas variadas. Si él demostrase, para destrucción del materialismo, que el Universo está formado por un principio misterioso, al cual la materia, por perfectamente organizada que esté, se halla supeditada en absoluto, sería un bienhechor espiritual de nuestra raza, mayor de lo que lo ha sido en nuestro mundo moderno otro hombre alguno. Si él llegase a conseguir que en el tratamiento de las enfermedades se substituyan las fuerzas más refinadas de la Naturaleza a los agentes materiales y groseros que han enviado a la tumba más seres humanos que la guerra, la peste y el hambre combinadas, sería acreedor a la gratitud de la humanidad entera. Todo esto y más llegará a hacer, si él y los que han seguido sus progresos, día por día durante años, no son demasiado optimistas en sus esperanzas.

La misma señora, en su folleto Keely’s Secrets (8), copia el siguiente párrafo de un artículo escrito en The Theosophist hace algunos años por la escritora de la presente obra:

El autor del folleto núm. 5, de los dados a luz por la Sociedad de Publicaciones Teosóficas, What is Matter and What is Force, dice en el mismo: “Los hombres de ciencia acaban de encontrar “un cuarto estado de materia”, mientras que los ocultistas han penetrado años ha más allá del sexto, y, por tanto, no deducen, sino que conocen, la existencia del séptimo, el último”. Este conocimiento comprende uno de los secretos del llamado “secreto compuesto” de Keely. Muchas personas saben ya que este secreto encierra “el aumento de la energía”, el aislamiento del éter y la adaptación de la fuerza dinaesférica a las máquinas.

Precisamente porque el descubrimiento de Keely conduciría al conocimiento de uno de los secretos más ocultos, secreto que jamás se permitirá pueda caer en poder de las masas, es por lo que los ocultistas creen seguro su fracaso al llevar su descubrimiento hasta su fin lógico. Pero sobre esto ya hablaremos. Aun dentro de sus limitaciones, este descubrimiento puede ser de grandísima utilidad, pues:

Paso a paso, con paciente perseverancia, a la que el mundo hará honor algún día, este hombre de genio ha realizado sus investigaciones, dominando las dificultades colosales que una y otra vez levantaban en su camino las que parecían ser (para todos menos para él) barreras infranqueables para ulterior progreso; pero jamás se ha señalado en el mundo de modo tal la hora propicia para el advenimiento de la nueva fuerza que la humanidad espera. La Naturaleza, siempre refractaria a entregar sus secretos, presta oído a las demandas que le hace su dueño, la necesidad. Las minas de carbón no pueden satisfacer por mucho tiempo el creciente pedido que se les hace. El vapor ha alcanzado su último límite de potencia y no llena las exigencias de la época. Sabe que sus días están contados. La electricidad se mantiene sin avanzar, abatido su impulso, pendiente de la aproximación de su colega. Los buques aéreos están anclados, por decirlo así, a la expectativa de la fuerza que ha de convertir a la navegación aérea en algo más que un sueño. Con la misma facilidad con que se comunican los hombres desde sus respectivas oficinas con sus casas por medio del teléfono, han de hablar unos con otros los habitantes de los diversos continentes a través del Océano. La imaginación se suspende cuando trata de prever los grandes resultados de este maravilloso descubrimiento, una vez que se aplique a las artes y a la mecánica. Al ocupar el trono que el vapor ha de verse obligado a abandonar, la fuerza dinaesférica dominará al mundo con un poder tan fuerte en pro de la civilización, que no hay mente finita capaz de conjeturar las consecuencias. Laurence Oliphant, en su prefacio a la Scientific Religion, dice: “Una nueva moral está alboreando sobre la raza humana, que por cierto la necesita bastante”. De ninguna manera podría la moral futura principiar de modo tan amplio y universal como utilizando la fuerza dinaesférica para fines útiles de la vida.

Los ocultistas están dispuestos a admitir todo esto, con la elocuente escritora. La vibración molecular es, sin duda, “el legítimo campo de investigaciones de Keely”, y los descubrimientos hechos por él resultarán maravillosos, aunque en sus manos solamente y por su solo medio. El mundo no obtendrá más que aquello que se le pueda confiar sin peligro. La verdad de esta aseveración no ha sido quizás vislumbrada ni aun por el mismo descubridor, puesto que él escribe que tiene la seguridad absoluta de que cumplirá todo lo que ha ofrecido, y que lo comunicará entonces al mundo; pero ya verá claro, y sin que pase mucho tiempo. Lo que dice respecto de su obra es una buena prueba de ello:

El que examine mi máquina, si quiere hacerse cargo del procedimiento que se emplea y formar un concepto aproximado de su modus operandi, tiene que desechar la idea de las máquinas que funcionan por el principio de la presión y agotamiento, por la expansión del vapor u otro gas análogo que choca contra una resistencia, tal como el pistón de una máquina de vapor. Mi máquina no tiene pistón, ni excéntricas, ni existe la mínima presión ejercida en el mecanismo, cualquiera que pueda ser su tamaño o capacidad. Mi sistema, en todas sus partes y detalles, así en el desarrollo de la potencia como en sus diversas aplicaciones, está fundado en la vibración simpática. De ninguna otra manera sería posible despertar o desarrollar la fuerza, e igualmente imposible sería que mi máquina funcionase con arreglo a algún otro principio... Éste, sin embargo, es el verdadero sistema, y de aquí que todas mis operaciones se encaminen en esta dirección; es decir, que mi fuerza se engendrará, mi máquina marchará y mi cañón funcionará, por medio de un alambre conductor. Sólo después de años de labor incesante y de experimentos casi innumerables, que me obligaron a construir muchos y muy raros aparatos mecánicos; sólo después de investigar y estudiar minuciosamente las propiedades fenomenales de la substancia “etérea”, producida per se, he llegado a poder prescindir de mecanismos complicados, y a obtener, como pretendo, dominio sobre la fuerza sutil y extraña que estoy manejando.

Los pasajes subrayados por nosotros son los que se relacionan de un modo directo con el lado oculto de la aplicación de la Fuerza vibratoria, que Mr. Keely llama “vibración simpática”. El “alambre conductor” es ya un paso hacia abajo, o desde el plano puramente Etérico al Terrestre. El descubridor ha hecho maravillas (la palabra “milagro” no es bastante expresiva) cuando actuaba sólo por medio de la Fuerza interetérica, el quinto y sexto principio del Âkâsha. Habiendo comenzado con un generador de seis pies de largo, ha venido a parar a uno “del tamaño de los relojes antiguos de plata”; y esto es, por sí solo, un milagro para un genio mecánico, pero no para un genio espiritual. Como dijo muy bien su gran defensora y patrona Mrs. Bloomfield-Moore:

Las dos formas de fuerza con que ha estado efectuando sus experimentos y los fenómenos que han resultado, son la antítesis misma la una de la otra.

Una era engendrada por él mismo, y funcionaba a través de él. Ningún otro que hubiese repetido lo que él hacía, hubiera producido los mismos resultados. Lo que funcionaba era verdaderamente el Éter de Keely, mientras que el Éter de Smith o de Brown no hubieran dado resultado alguno. Porque la dificultad de Keely hasta el día ha consistido en hacer una máquina que desarrolle y regule la fuerza sin la intervención de ningún “poder de la voluntad” o influencia personal del operador, sea consciente o inconscientemente. En esto ha fracasado, cuando se ha tratado de que otros hagan la aplicación; pues nadie sino él ha podido operar con sus “máquinas”. Ocultamente considerado, esto fue un éxito mucho mayor que el que él esperaba de su alambre conductor; mas los resultados obtenidos, procedentes de los planos quinto y sexto de la Fuerza Etérica o Astral, no se permitirá jamás que sirvan para fines mercantiles. La siguiente declaración de una persona que conoce íntimamente a Keely prueba que el organismo de éste se halla directamente relacionado con sus maravillosos resultados.

En cierta ocasión los accionistas de la Compañía “Keely Motor” pusieron en los talleres a un hombre con el objeto expreso de descubrir su secreto. Después de seis meses de observación inmediata, dijo un día éste a J. W. Keely: “Ahora ya sé cómo se hace”. Habían estado los dos montando una máquina, y Keely estaba manipulando entonces la llave reguladora que dirigía la fuerza. “Probad, pues”, fue la contestación. El hombre dio vuelta la llave, y nada resultó. “Dejadme ver de nuevo cómo lo hacéis”, dijo el hombre a Keely. Éste accedió, y la máquina funcionó inmediatamente. Nuevamente lo intentó el otro, pero sin éxito. Entonces Keely le puso la mano en el hombro y le dijo que probase otra vez. así lo hizo, produciéndose inmediatamente la corriente.

Si este hecho es verdad, queda la cuestión resuelta.
Se nos dice que Mr. Keely define la electricidad “como una determinada forma de vibración atómica”. En esto está en lo cierto; pero ésta es la electricidad en el plano terrestre y a través de correlaciones terrestres. Keely estima las

Vibraciones moleculares en 100.000.000 por segundo
“ intermoleculares “ 300.000.000 “ “
“ atómicas “ 900.000.000 “ “
“ interatómicas “ 2.700.000.000 “ “
“ etéricas “ 8.100.000.000 “ “
“ interetéricas “ 24.300.000.000 “ “

Esto prueba nuestro aserto. No hay vibraciones que puedan ser contadas ni siquiera estimadas aproximadamente, más allá “del reino del cuarto Hijo de Fohat”, para usar una frase Oculta, o sea ese movimiento que corresponde a la formación de la materia radiante de Mr. Crookes, llamada con ligereza hace algunos años el “cuarto estado de materia” en este nuestro plano.
Si se pregunta por qué no le fue permitido a Mr. Keely pasar de cierto límite, la contestación es fácil: ello fue porque lo que ha descubierto de un modo inconsciente es la terrible Fuerza sideral conocida por los Atlantes, y por ellos llamada Mash-mak, a la cual designan los Rishis arios en su Astra Vidyâ por un nombre que no queremos dar a conocer. Es el Vril de la Raza Futura de Bulwer Lytton, y de las futuras Razas de nuestra humanidad. El nombre Vril puede ser una ficción; pero la fuerza misma es un hecho, del que se duda tan poco en la India como de la existencia de los Rishis, puesto que se halla mencionada en todos los libros secretos.
Esta Fuerza vibratoria es la que dirigida contra un ejército desde un Agni-ratha, colocado en una nave voladora, o globo, según las instrucciones encontradas en el Astra Vidyâ, reducirá a cenizas a 100.000 hombres y sus elefantes con la misma facilidad que si se tratase de una rata muerta. En el Vishnu Purâna, en el Râmâyana y otras obras se alegoriza esta fuerza en la fábula sobre el sabio Kapila, cuya “mirada convirtió en una montaña de cenizas a los 60.000 hijos del Rey Sagara”; y está explicada en las Obras Esotéricas, y se alude a ella con el nombre de Kapilâksha, el Ojo de Kapila.
¿Y habría de permitirse que nuestras generaciones añadiesen esta Fuerza Satánica al surtido de juguetes anarquistas conocidos con los nombres de reloj mecánico de melinita o dinamita, naranjas explosivas, “cestos de flores” y otros tales inocentes apelativos? ¿Y es este agente destructor, que, una vez en manos de algún moderno Atila, un anarquista sediento de sangre, reduciría a Europa en pocos días a su estado caótico primitivo, sin que quedara hombre vivo para contarlo; es ésta la Fuerza que ha de ser propiedad común de todos los hombres por igual?
Lo que Mr. Keely ha hecho ya, es grande y maravilloso en extremo; tiene bastante materia ante sí con la demostración de su nuevo sistema para “abatir el orgullo de aquellos hombres científicos que son materialistas, revelando aquellos misterios que se hallan tras el mundo de la materia” sin, nolens volens, revelarlos todos. Porque seguramente los psíquicos y espiritistas, de los cuales hay un buen número en los ejércitos europeos, serían los primeros en experimentar personalmente los frutos de la revelación de tales misterios. Millares de ellos se encontrarían bien pronto en el Éter azul, quizás con los habitantes de comarcas enteras, para hacerles compañía, si semejante fuerza fuera descubierta por completo, sólo con que fuese conocida públicamente. El descubrimiento en toda su extensión es por demás prematuro, no ya por miles de años, sino por cientos de miles. Sólo estará en su punto y tiempo propios cuando la grande y rugiente oleada de hambre, miseria y trabajo mal retribuido se recoja, como sucederá cuando las justas exigencias de las muchedumbres sean felizmente satisfechas; cuando el proletariado no exista más que de nombre y se haya extinguido el lastimero grito en demanda de pan, que hoy resuena desatendido en todo el mundo. Esto pudiera apresurarse por la difusión del saber y por nuevas facilidades para el trabajo y la emigración, con mejores perspectivas que las que hoy existen, y en algún nuevo continente que puede aparecer. Entonces solamente tendrán una gran demanda la fuerza y el motor de Keely, tal como él y sus amigos lo concibieron al principio, porque entonces serán más necesarios para el pobre que para el rico.
Mientras tanto, la fuerza que ha descubierto funcionará por medio de alambres, y, si así lo consigue, esto sólo será suficiente para hacer de él el inventor más grande de la época presente.
Lo que dice Mr. Keely del Sonido y del Color es también exacto desde el punto de vista Oculto. Oídle hablar como si fuera un hijo de los “Dioses Reveladores” y como si hubiese mirado toda su vida en las profundidades del Padre-Madre AEther.
Comparando la tenuidad de la atmósfera con la de las olas etéreas obtenidas por su invento para romper las moléculas de aire por medio de la vibración, se expresa Keely de este modo:

Es como el platino para el gas hidrógeno. La separación molecular del aire nos lleva tan sólo a la primera subdivisión; la intermolecular, a la segunda; la atómica, a la tercera; la interatómica, a la cuarta; la etérica, a la quinta, y la interetérica, a la sexta subdivisión o asociación positiva con el éter luminoso (9). En mi primer argumento he sostenido que ésta es la envoltura vibratoria de todos los átomos. En mi definición del átomo no me limito a la sexta subdivisión, donde este éter luminoso se desarrolla en su forma imperfecta, según lo prueban mis investigaciones (10). Creo que esta idea se considerará por los físicos de hoy como una extraña fantasía. Es posible que con el tiempo se haga luz sobre esta teoría, que pondrá de manifiesto su sencillez ante la investigación científica. Ahora sólo puedo compararla a un planeta en la oscuridad de un espacio, al que no ha llegado aún la luz del sol de la ciencia... Yo afirmo que el sonido, lo mismo que el olor, es una substancia real de tenuidad maravillosa desconocida, la cual emana de un cuerpo, producida por percusión y lanzando al exterior corpúsculos absolutos de materia, partículas interatómicas dotadas de una velocidad de 1.120 pies por segundo; en el vacío, 20.000. La substancia que es así diseminada es una parte de la masa agitada, y si se mantiene en esta agitación continuamente, sería en el transcurso de cierto ciclo de tiempo completamente absorbida por la atmósfera; o, más bien, pasaría a través de la atmósfera a un punto elevado de tenuidad correspondiente a la clase de subdivisión que preside su desprendimiento del cuerpo que le dio origen... Los sonidos de los diapasones vibratorios, producidos de modo que originen acordes etéricos, mientras que por una parte difunden sus tonos (compuestos), compenetran por otra a todas las substancias que se hallan dentro del límite de su bombardeo atómico. Al tocar una campana en el vacío se pone en libertad a estos átomos con la misma velocidad y volumen que al aire libre; si la agitación de la campana se sostuviese de un modo continuo durante algunos millones de siglos, la materia de que estuviese compuesta volvería por completo a su ser primitivo; y si la habitación estuviese herméticamente cerrada, y fuese suficientemente resistente, el espacio vacío que rodea a la campana quedaría sometido a una presión de muchos miles de libras por pulgada cuadrada, por virtud de la substancia sutil desprendida. A mi entender, la definición exacta del sonido es la perturbación del equilibrio atómico que rompe verdaderos corpúsculos atómicos; y la substancia que de este modo se desprende debe ser seguramente un orden determinado de flujo etérico. Dadas estas condiciones, ¿sería irracional suponer que, si este flujo continuase robando sus elementos al cuerpo en cuestión, éste llegase a desaparecer por completo en el transcurso del tiempo? Todos los cuerpos, así animales como vegetales y minerales, están originalmente formados de este éter tan tenue, y sólo vuelven a su condición gaseosa superior cuando se les pone en un estado de equilibrio diferencial... Por lo que hace al olor, sólo podemos formarnos una idea aproximada de su extremada y maravillosa tenuidad teniendo en cuenta que puede impregnarse una gran extensión de la atmósfera por espacio de muchos años con un solo grano de almizcle; el cual, pesado después de tan largo intervalo, no presentará ninguna disminución apreciable. La gran paradoja relativa al flujo de partículas odoríferas es que pueden mantenerse aprisionadas en un recipiente de cristal (!). Se trata de una substancia mucho más sutil que el cristal que la contiene, y sin embargo no puede escaparse. Es como si se tratase de una criba con agujeros bastante grandes para cerner piedrecillas, y que, sin embargo, pudiese contener arena fina; en una palabra, un recipiente molecular encerrando una substancia atómica. Es éste un problema que confundiría a los que se detengan a meditarlo. Pero por infinitamente tenue que sea el olor, resulta muy grosero comparado con la substancia correspondiente a la subdivisión a que pertenece un flujo magnético (corriente de simpatía si se la quiere llamar así). Esta subdivisión es inmediata al sonido, pero superior a él. La acción del flujo de un imán coincide en cierto modo con la parte receptora y distributiva del cerebro humano, que siempre da menos en proporción de la cantidad que recibe. Es un gran ejemplo del dominio de la mente sobre la materia, que gradualmente se aminora en lo físico, hasta que tiene lugar la disolución. En la misma proporción el imán pierde gradualmente su poder y llega a ser inerte. Si las relaciones que existen entre la mente y la materia pudieran igualarse y sostenerse así viviríamos eternamente en nuestro estado físico, pues no habría depreciación física. Pero esta depreciación física, en su término, conduce al origen de un desarrollo mucho más elevado; a saber, la liberación del éter puro de lo molecular grosero, lo que, a mi parecer, es muy de desear (11).

Es de notar que, salvo pequeñas diferencias, ningún Adepto ni ningún alquimista hubiera podido explicar mejor estas teorías, a la luz de la ciencia moderna, por más que esta última pueda protestar contra tan nuevas opiniones. Esto, en todos sus principios fundamentales, ya que no en sus detalles, es Ocultismo puro y simple; y además, es también Filosofía Natural moderna.
¿Qué es esta nueva fuerza, o como quiera que la Ciencia guste llamarla, cuyos efectos son innegables, según lo han admitido naturalistas y físicos que han visitado el laboratorio de Mr. Keely y que han presenciado sus tremendos efectos? ¿Es también una “forma del movimiento”, en el vacío, puesto que no hay materia que lo engendre, sino el sonido - otra “forma del movimiento”, sin duda, una sensación causada por vibraciones a semejanza del color? Creyendo por completo, como creemos, que estas vibraciones son la causa inmediata de tales sensaciones, rechazamos en absoluto la teoría científica unilateral de que fuera de las vibraciones etéricas o atmosféricas no exista factor alguno que pueda considerarse como exterior a nosotros.
En este caso, los substancialistas americanos no van descaminados, si bien son demasiado antropomorfistas y materiales en sus opiniones para que éstas puedan aceptarlas los ocultistas, cuando arguyen por boca de Mrs. M. S. Organ, M. D., que:

Debe de haber en los objetos propiedades esenciales positivas que guarden con los nervios de las sensaciones animales una relación constitutiva; pues de otro modo no habría percepción. No podría hacerse impresión de ninguna especie en el cerebro, en los nervios o en la mente; no podría producirse estímulo alguno para la acción, a menos que exista una comunicación efectiva y directa de una fuerza substancial. (“Substancial”, por supuesto, en la apariencia, en el sentido que se da a la palabra en este universo de Ilusión y de Mâyâ; pero no en realidad). Esa fuerza puede ser la Entidad inmaterial más refinada y sublime (?). Sin embargo, tiene que existir; pues ningún sentido, elemento o facultad del ser humano puede sentir una percepción o ser estimulado a obrar sin que alguna fuerza substancial se ponga en contacto con él. Ésta es la ley fundamental que compenetra todo el mundo orgánico y mental. En el sentido verdaderamente filosófico no existe acción independiente; pues toda fuerza o substancia es correlativa de alguna otra fuerza o substancia. Ciertamente podemos con razón afirmar que ninguna substancia posee propiedad alguna odorífera ni que se refiera al gusto que le sea inherente, sino que el olor y el gusto son sólo fenómenos sensibles causados por vibraciones; y por tanto, meras ilusiones de percepciones animales.

Hay una serie trascendental de causas puestas en movimiento, por decirlo así, en la realización de estos fenómenos, que, no estando en relación con los estrechos límites de nuestra facultad de conocer, sólo pueden ser comprendidas y referidas a su origen y naturaleza, por las facultades espirituales del Adepto. Son, como dice Asclepios al Rey, “cuerpos incorpóreos”, tales como “aparecen en el espejo”, y “formas abstractas” las que vemos, oímos y olemos en nuestros sueños y visiones. ¿Qué tienen que ver con ellas los “modos de movimiento”, la luz y el éter? Sin embargo, las vemos, oímos, olemos y tocamos, ergo son tan reales para nosotros en nuestros sueños como cualquier otra cosa en este plano de Mâyâ.

 

 

 

 

MAESTRO TIBETANO

 

 


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