LA
DOCTRINA SECRETA (Volumen 5) Ciencia,Religión y Filosofía
H. P. BLAVATSKY |
TRADUCCIÓN DE VARIOS MIEMBROS DE LA RAMA DE LA S. T. E. Tercera Edición Argentina cotejada con la 4ª Edición Inglesa
En cuanto a lo que dicen quienes extravían a muchos, asegurándoles que una vez separada el alma del cuerpo no sufre ni es consciente, ya sé que no te consentirá creerlos tu buen fundamento en las doctrinas recibidas de nuestros antepasados y confirmadas en las sagradas orgías de Dionisio; porque muy conocidos son los símbolos místicos a cuantos pertenecemos a la Fraternidad. – PLUTARCO. El hombre es el problema de la vida. La Magia, o mejor dicho la Sabiduría, es el pleno conocimiento de las internas facultades del ser humano, que son emanaciones divinas. Así por intuición percibe su origen, y se inicia en este conocimiento. Empezamos con el instinto y nuestro término es la omnisciencia. – A. WILDER. PRÓLOGO A LA EDICIÓN DE 1897
Muchos textos sagrados... están escritos de modo que sólo puedan comprenderlos los iniciados. añade
que las “claves y glosas” están actualmente en manos
de los asiriólogos, afirmando por otra parte que los modernos eruditos
poseen el hilo de interpretación de los documentos esotéricos,
“el cual ni los iniciados sacerdotes [de Caldea] poseyeron”.
Las especulaciones que sobre la creación, o, mejor dicho, sobre
la evolución de los hombres primitivos, hace Platón en el
Banquete, y los ensayos sobre cosmogonía que aparecen en el Timoeus,
han de entenderse alegóricamente para aceptarlos. Los neoplatónicos
se aventuraron a dilucidar, en cuanto se lo permitía el teúrgico
voto de silencio, el oculto significado subyacente en Timoeus, Crátilo,
Parménides y otras trilogías y diálogos de Platón.
Las principales características de estas enseñanzas de aparente
incongruencia, son el dogma de la inmortalidad del alma y la doctrina
pitagórica de que Dios es la Mente Universal, difundida por todas
las cosas. La piedad de Platón y su respeto a los Misterios, son
prueba suficiente de que mantuvo incólume y libre de indiscreciones
el profundo sentido de responsabilidad, propio de todo adepto. En Fedro
dice que “el hombre únicamente llega a ser perfecto, perfeccionándose
en los Misterios perfectos”.
Éste
es el “Dios” de todos los filósofos; el Dios infinito
e impersonal. Todo esto y mucho más que no cabe citar aquí,
nos conduce a la innegable certidumbre de que como toda ciencia y filosofía
se hallaba en manos de los hierofantes del templo, debió Platón
aprenderlas de su boca al ser iniciado por ellos; lo cual basta lógicamente
para justificar las alegorías y “frases enigmáticas”,
con que Platón veló en sus escritos las verdades que no
debía divulgar. Poner los sentidos bajo el gobierno de la razón; hallar algún sendero en el caótico laberinto de las apariencias, ya la recta calzada de las matemáticas, ya otras menos derechas pero sugeridas por la analogía del hombre con el mundo y del mundo con el hombre; ver que todas las cosas derivan de una causa y propenden a un fin; tal es el espíritu del antiguo filósofo naturalista (10). Pero nosotros no podemos estimar las condiciones de conocimiento a que estaba sujeto, ni comparar las ideas que planeaban sobre su imaginación con las que aletean en nuestro ambiente. Porque está suspenso entre la materia y la mente, bajo el dominio de abstracciones; le impresionan casi a la ventura las exterioridades de la naturaleza; ve la luz, pero no los objetos iluminados; y yuxtapone cosas que a nosotros nos parecen diametralmente opuestas, porque no halla nada entre ellas. La penúltima proposición desagradará ciertamente a los modernos “filósofos naturalistas” que procediendo antitéticamente ven los “objetos” pero no la luz de la Mente universal que los ilumina. El erudito profesor concluye deduciendo que los antiguos filósofos, que juzga por el Timoeus de Platón, seguían un método antifilosófico y aun irracional, según intenta probar en este pasaje: Bruscamente pasa de las personas a las ideas y los números; y de las ideas y números a las personas (11); confunde el sujeto con el objeto, las causas primeras con las finales, y soñando en figuras geométricas (12), se pierde en un flujo del entendimiento. Y ahora necesitamos por nuestra parte un esfuerzo mental para comprender su doble lenguaje o para abarcar el neblino carácter del conocimiento y del genio de los antiguos filósofos que en tales condiciones [?] anticiparon en muchos casos la verdad como alentados por divinas potestades (13). No sabemos si lo de “tales condiciones” significa ignorancia y estolidez mental en “el genio de los filósofos antiguos” o si supone otra cosa. Pero vemos perfectamente claro el significado de las frases subrayadas. Crea o no crea Jowett en el sentido oculto de las figuras geométricas y de la “jerga” esotérica, admite que hay “doble lenguaje” en los escritos de aquellos filósofos. En consecuencia ha de admitir un significado oculto con su necesaria interpretación. ¿Por qué, pues, se contradice tan abiertamente a las pocas páginas? ¿Y por qué ha de negar significado oculto en el Timoeus (el diálogo místico pitagórico por excelencia) para después tomarse el trabajo de convencer a sus lectores diciendo: La influencia que el Timoeus ha ejercido en la posteridad se debe en parte a una equivocada comprensión.
La siguiente cita de su “introducción” se opone diametralmente
a la anterior, pues dice así:
Claro está que no amaga tal peligro a los modernos comentadores,
porque nunca poseyeron la clave de interpretación ocultista. Pero
antes de decir ni una palabra en defensa de Platón y de los neoplatónicos,
debemos preguntar respetuosamente al erudito profesor del colegio Balliol,
qué sabe o puede saber del canon esotérico de interpretación.
Por la palabra “canon” entendemos aquí la clave comunicada
oralmente “de boca a oído” por el Maestro al discípulo,
o por el hierofante al candidato a la iniciación; y esto desde
tiempo inmemorial, a través de larga serie de épocas, durante
las cuales fueron los Misterios internos (que no eran públicos),
la más sagrada institución de cada país. Sin tal
clave, no es posible interpretar acertadamente los Diálogos de
Platón, ni escritura alguna sagrada, desde los Vedas a Homero y
desde el Zend Avesta hasta los libros de Moisés. Así, pues,
¿cómo puede saber el doctor Jowett que fueron “absurdas”
las interpretaciones dadas por los neoplatónicos a los diversos
libros sagrados de las naciones? Además, ¿en dónde
halló coyuntura para estudiar dichas “interpretaciones”?
La historia demuestra que los Padres de la Iglesia y sus fanáticos
catecúmenos, destruyeron cuantas de aquellas obras cayeron en sus
manos. Impropio de un erudito es afirmar que sabios y genios como Amonio,
cuya santidad de vida y caudal de erudición le valió el
título de Tehodidaktos (enseñado por Dios); que hombres
como Plotino, Porfirio y Proclo fuesen “incapaces de distinguir
las opiniones de un filósofo de las de otro, ni entre las ideas
formales de Platón y sus fantasías”. Valiera tanto
decir que los más conspicuos filósofos, sabios y eruditos
de Grecia y Roma fueron locos de remate y no menos los numerosos y algunos
de ellos sapientísimos comentadores de la filosofía griega
que no están de acuerdo con el docto Jowett. El tono de protección
que campea en el pasaje citado anteriormente revela una ingenua presunción
digna de nota aun en nuestra época de egolatría y mutuas
alabanzas. Comparemos ahora las opiniones de Jowett con las de algunos
otros eruditos. Su profunda intuición espiritual, su vasta erudición, su familiaridad con los Padres de la Iglesia, Panteno, Clemente y Atenágoras, y con los más notables filósofos de la época, le predisponían para la tarea que tan cumplidamente llevó a cabo (16). Logró atraer a su propósito a los más insignes sabios y hombres públicos del imperio romano, que no gustaban de malgastar el tiempo en sutilezas dialécticas y prácticas supersticiosas. Los frutos de su apostolado se echan de ver hoy día en todos los países cristianos; pues los más excelentes sistemas de doctrina llevan las huellas de sus plásticas manos. Todo sistema antiguo de filosofía ha tenido partidarios en los tiempos modernos; y aun el judaísmo... admitió algunas variaciones por influencia de Amonio... Él fue hombre de rara erudición, envidiables dotes, irreprensible vida y dulce trato. Su intuición casi sobrehumana y sus relevantes cualidades le aquistaron el sobrenombre de Theodidaktos; pero, a ejemplo de Pitágoras, sólo quiso llamarse modestamente Filaleteo o amante de la verdad (17). ¡Ojalá
que los sabios modernos siguieran tan modestamente las huellas de sus
insignes predecesores” Mucho ganaría la verdad con ello.
Pero ¡no son filaleteos! Como Orfeo, Pitágoras, Confucio, Sócrates y Jesús (18), nada escribió Amonio (19), sino que comunicó sus principales enseñanzas a discípulos convenientemente instruidos y disciplinados, exigiéndoles la obligación de sigilo como habían hecho Zoroastro y Pitágoras y sucedía en los Misterios. Excepto algunos tratados que nos dejaron sus discípulos, sólo conocemos las enseñanzas de Amonio por lo que de ellas dijeron sus adversarios (20). Es probable que en las prejuiciosas afirmaciones de tales “adversarios”, se fundó el erudito traductor de Oxford de los Diálogos de Platón, para concluir diciendo que: Los neoplatónicos no entendieron en modo alguno [?] lo que en Platón hay de verdaderamente grandioso y característico, a saber, sus intentos de conocer y relacionar las ideas abstractas. Además, afirma algo desdeñosamente para los antiguos métodos de análisis intelectual, que: En nuestros días... un filósofo antiguo debe ser interpretado partiendo de él mismo y de la historia contemporánea del pensamiento (21). Esto equivale a decir que el antiguo canon griego de proporciones (si es que se encuentra), y la Atenea de Fidias, deben ser juzgados actualmente según la historia contemporánea de arquitectura y escultura, según el Albert Hall, el Memorial Monumento, y las horribles vírgenes de miriñaque que salpican la hermosa faz de Italia. El profesor Jowett advierte que “el misticismo no es la crítica”; pero tampoco es siempre la crítica una expresión de recto y sano juicio. La critique est aisèe, mais l’art est difficile. Y de este “arte” carece supinamente, con todo su helenismo, el crítico de los neoplatónicos, quien por otra parte no ha comprendido en verdad el verdadero espíritu místico de Pitágoras y Platón, puesto que niega hasta en el Timoeus, todo indicio de misticismo oriental, e intenta demostrar que la filosofía griega influyó en Oriente, olvidando que la verdad es que sucedió lo contrario; esto es, que en el alma de Platón arraigó profundamente “el penetrante espíritu orientalista” por la influencia de Pitágoras y por su propia iniciación en los Misterios. Pero el dr. Jowett no lo ve así, ni está dispuesto a admitir que algo bueno, razonable y acorde con la “historia contemporánea del pensamiento” pudiera surgir de aquel Nazareth de los Misterios paganos; ni tampoco que en el Timoeus ni en ningún otro Diálogo haya nada susceptible de interpretación por un sentido oculto, sino que dice: El llamado misticismo de Platón es puramente griego, y surge de sus imperfectos conocimientos (22) y elevadas aspiraciones, como propio de una época en que la filosofía no estaba completamente separada de la poesía y de la mitología (23).
Entre varias otras afirmaciones igualmente erróneas de Jowett,
conviene rebatir dos: a) Que en los escritos de Platón no se nota
elemento alguno de la filosofía oriental; y b) Que cualquier erudito
moderno sin ser místico o cabalista, puede pretender juzgar del
esoterismo antiguo. Para ello hemos de aducir testimonios más autorizados
que el nuestro y oponer la opinión de otros profesores tan sabios,
si no más, que el doctor Jowett, a fin de destruir los argumentos
de éste. Panteno, Atenágoras y Clemente de Alejandría se aleccionaron por completo en la filosofía platónica, y echaron de ver su unidad esencial con los sistemas orientales (26). La historia de Panteno y de sus coetáneos puede dar la clave de que en los Evangelios campee el espíritu platónico, y al mismo tiempo oriental, con mayor predominio que en las Escrituras hebreas.
Los Sheu y Kiuay son hombres que se hallaron en un estado de existencia distinto del de los hombres ordinarios, y del que tuvieron en sus cuerpos. Son espíritus desencarnados, espectros y larvas que, sin embargo, viven con objetiva forma en la tierra, y habitan en las asperezas de montañas, inaccesibles a todo aquel que de ellos no obtiene permiso para visitarlos (1).
En el Tíbet ciertos ascetas son llamados también Lha (espíritu)
por aquellos que no disfrutan de su trato. Los Sheu y Kiuay que tanta
consideración merecen al Emperador y filósofos, así
como a los confucianos que no creen en espíritus, son sencillamente
Lohanes o adeptos que viven en solitarios retiros.
El desierto de Gobi, y, de hecho, el área total de la Tartaria
independiente y el Tíbet está cuidadosamente resguardado
de extrañas incursiones. Aquellos a quienes se les consiente atravesarlo,
están bajo el especial cuidado y guía de ciertos agentes
de la suprema autoridad del país, comprometiéndose a no
decir nada referente a los sitios y personas al mundo exterior. A no ser
por esa restricción, muchos podrían aportar a estas páginas,
interesantes relatos de exploraciones, aventuras y descubrimientos. Tarde
o temprano llegará el día en que, para mortificación
de nuestra moderna vanidad, la telárgica arena del desierto revele
los secretos durante tanto tiempo soterrados.
Adrede hemos citado los anteriores párrafos de Isis sin Velo para
avivar los recuerdos del lector. Precisamente acaba de transcurrir uno
de los períodos cíclicos; y no hemos de esperar el término
del Mahâ Kalpa para que se nos revele parte de la historia del misterioso
desierto, a despecho de los Bahti, y de los no menos “horribles”
Râkshasas de la India. En lo cuatro tomos anteriores de esta obra
no hemos explicado cuentos ni ficciones, a pesar del desorden de exposición
que la autora no tiene reparo en confesar, libre como está de toda
vanidad. Entre los indos era y aún es la magia más esotérica, si cabe, que entre los sacerdotes egipcios. Tan por sagrada la tenían, que sólo la practicaban en casos de necesidad pública, y por ello las gentes no estaban muy seguras de que existiese. Era mucho más que una materia de religión; pues se la consideraba (y todavía se la considera) divina. Los hierofantes egipcios, a pesar de su pura y severa moralidad, no podían compararse con los ascéticos gimnósofos, en cuanto a santidad de vida y taumatúrgicas facultades en ellos desarrolladas por su sobrenatural renuncia a todo lo terreno. Quienes cercanamente los conocían, los reverenciaban en mucho mayor grado que a los magos de Caldea. “Se negaban la más mínima comodidad de vida y moraban en la eremítica soledad de las selvas” (6), mientras que sus hermanos egipcios al menos vivían en comunidad. No obstante el estigma con que se señala a magos y adivinos, la historia ha reconocido que poseían muy valiosos secretos de medicina y eran insuperablemente hábiles en su ejercicio. Se conservan numerosos libros de mahatmas indos, que dan prueba de su saber. A los eruditos escrupulosos, les parecerá simple especulación afirmar que los gimnósofos fueron los verdaderos fundadores de la magia en India, o que recibieron sus prácticas, en herencia, de los primitivos Rishis (7) (los siete sabios primievales) (8).
Sin embargo, hemos de intentarlo. Todo cuanto acerca de Magia se dijo
en Isis sin Velo, fue expuesto a modo de indicación; y como la
materia tuvo que diluirse sin ordenamiento en dos grandes volúmenes,
perdió para el lector mucha parte de su importancia. Pero aquellas
indicaciones tendrán ahora mayor amplitud. Nunca será ocioso
repetir que la Magia es tan antigua como el hombre. Ya no es posible llamarlo
por más tiempo charlatanería o alucinación, desde
que a sus ramas menores, tales como el mesmerismo, ahora llamado “hipnotismo”,
la “sugestión”, “lectura del pensamiento”,
y demás nombres usados para evitar el verdadero, son seriamente
estudiadas por los más famosos físicos y biólogos
de Europa y América. La magia está indisolublemente ligada
con la religión de cada país y es inseparable de su origen.
La Historia no puede citar tiempo alguno en que fuese desconocida la magia,
ni fijar la época en que empezó a conocerse, a menos de
recurrir a las doctrinas preservadas por los iniciados. Tampoco la ciencia
resolverá el problema del origen del hombre, mientras rechace la
evidencia de los antiquísimos archivos del mundo, y repugne recibir
de los legítimos guardianes de los misterios de la Naturaleza,
la clave del simbolismo universal. Siempre que un autor trató de
relacionar el origen de la magia con determinado país o tal o cual
suceso histórico, vinieron nuevas indagaciones a destruir el fundamento
de sus hipótesis. Sobre este punto, se contradicen lastimosamente
los mitólogos. Algunos atribuyen al sacerdote y rey escandinavo
Odín, el origen de la magia hacia el año 70 antes de J.
C., sin tener en cuenta que de ella habla repetidamente la Biblia. Probado
que los misteriosos ritos de las sacerdotisas Valas precedieron de mucho
a la época de Odín (9), volviéronse los mitólogos
hacia Zoroastro, considerándole como el fundador de los ritos mágicos;
pero Amiano Marcelino, Plinio y Arnobio, con otros historiadores antiguos,
han indicado que Zoroastro fue tan sólo un reformador (10). No creía [en milagros]... pero se aplicó a descubrir el procedimiento por el cual los taumaturgos los operan; en una palabra, su filosofía le llevó a deducir que la magia se limitaba a imitar y aplicar las leyes operantes en la naturaleza. ¿Quién podrá calificar, pues, de “superstición” a la magia de los antiguos? [Sobre este particular] la opinión del [Demócrito] “filósofo burlón” tiene mucha importancia, pues fueron sus maestros los magos que Jerjes dejó en Abdera; y además durante largo tiempo habían aprendido magia de los sacerdotes egipcios (12). Por espacio de noventa años, de los ciento nueve de su vida, hizo experimentos este gran filósofo, anotando sus comprobaciones en un libro que según Petronio trataba de la naturaleza (13). Y aunque no creía y rechazaba los milagros, afirmaba que aquellos autenticados por testigos oculares, habían y podían haber tenido lugar, puesto que todos, aun los más portentosos, eran efecto de las “ocultas leyes de la naturaleza” (14)... Añádase a esto que Grecia, “última cuna de las ciencias y las artes”, y la India, semillero de religiones, fueron, y ésta lo es todavía, muy aficionadas al estudio y práctica de la magia: y ¿quién podrá aventurarse a considerarla indigna de estudio ni a negarle honores de ciencia? (15).
Ningún verdadero teósofo hará nunca tal, porque como
miembro de nuestra gran corporación orientalista, sabe indudablemente
que la Doctrina Secreta de Oriente contiene el alfa y el omega de la ciencia
universal; que en sus enigmáticos textos, bajo el frondoso y a
veces demasiado exuberante desarrollo del simbolismo alegórico,
yacen ocultas la piedra angular y la clave de bóveda de toda antigua
y moderna sabiduría. Esa Piedra, traída por el Divino Arquitecto,
es la que hoy rechaza el en demasía humanizado operario; porque
en su letal materialismo, ha perdido todo recuerdo no sólo de su
santa infancia, sino también de su adolescencia, de cuando era
él mismo uno de los constructores; y cuando “las estrellas
matutinas cantaban a coro y los Hijos de Dios se henchían de júbilo”
después de dar las medidas para los cimientos de la tierra, según
dijo en poético lenguaje, de significación profunda, el
patriarca Job, el iniciado árabe. Pero aquellos que todavía
son capaces de dar sitio en su Yo interior al Divino Rayo, y que por lo
tanto aceptan con humilde fe los datos de las ciencias ocultas, saben
perfectamente que en esa Piedra está encerrado el absoluto filosófico,
que es la clave de los oscuros problemas de la Vida y de la Muerte, algunos
de los cuales se explican, hasta cierto punto, en esta obra. Corona de espinas, con apariencia de guirnalda de oro. Las
verdades subyacentes en los misterios ocultos serán imposturas
para mil lectores, y uno tan sólo podrá estimarlas en su
valor. Esto es muy natural, y el único medio de evitarlo, sería
que todo ocultista se comprometiese a observar el “voto de silencio”
de los pitagóricos, y renovarlo cada cinco años; pues de
otro modo la sociedad llamada culta (cuyos dos tercios se consideran obligados
a creer que, desde la aparición del primer adepto, medio mundo
engaña al otro medio) afirmaría su hereditario y tradicional
derecho de apedrear al intruso. Aquellos críticos benévolos,
que con mayor viveza promulgan el ya famoso axioma de Carlyle cuando dijo
de sus compatriotas que “en su mayoría estaban locos”,
pero que toman la precaución de incluirse en las afortunadas excepciones
de esta regla, derivarán de la presente obra un más firme
convencimiento del triste hecho de que la raza humana está compuesta
de bribones e idiotas de nacimiento. Pero esto poco importa. La reivindicación
de los ocultistas y de su ciencia Arcaica se está preparando lenta
y firmemente en el corazón de la sociedad, hora por hora, día
por día, año por año, en forma de dos ramas monstruosas,
dos brotes descarriados del tronco de la Magia: el espiritismo y la iglesia
romana. Los hechos se abren camino a menudo entre las ficciones. Las varias
modalidades del error, constriñen cual enorme boa al género
humano, intentando ahogar con sus terribles anillos toda aspiración
a la verdad y toda ansia de luz. Pero el error sólo tiene superficial
potencia; porque la Naturaleza oculta circuye el globo entero en todos
sentidos, sin excepción de un solo punto. Y sea por fenómenos
o por milagros, por cebo de espíritu o por báculo episcopal,
el ocultismo triunfará antes de que nuestra era alcance el “triple
septenario de Shani (Saturno)” del ciclo occidental, en Europa;
o sea antes de terminar el siglo XXI.
Los “adeptos” han podido ocultarse con mucha mayor facilidad,
por cuanto la opinión general los mira [a los iniciados] como ficciones
de novela... Estas proféticas palabras se escribieron en 1876 y se comprobaron en 1886. Aún podemos añadir sin embargo: Hay muchas de estas místicas Fraternidades que nada tienen que ver con los países “civilizados”. En sus ignoradas comunidades se ocultan las reliquias del pasado. Estos “adeptos” podrían, si quisieran, reivindicar una maravillosa serie de antepasados y presentar documentos justificativos que aclararían muchas páginas oscuras tanto de la historia sagrada como de la profana (17). Si los Padres de la Iglesia hubiesen tenido la llave de los escritos hieráticos y conocido el secreto de los simbolismos egipcios e indos, no hubieran dejado sin mutilar ni un solo monumento de la antigüedad (18).
Pero hay en el mundo otra categoría de adeptos, pertenecientes
asimismo a una fraternidad, y más poderosos que ninguno de los
que conocen los profanos. Muchos de ellos son personalmente buenos y benévolos,
y aun santos y puros en ocasiones; pero como colectivamente persiguen,
sin descanso y con resuelto propósito, un fin particular y egoísta,
deben ser clasificados entre los adeptos del negro arte. Estos son los
monjes y clérigos católicos romanos, que, desde la Edad
Media, descifraron la mayor parte de los escritos hieráticos y
simbólicos. Son mucho más eruditos que jamás lo serán
los orientalistas en simbología secreta y religiones antiguas;
y como personificación de la astucia y de la maña, cada
uno de tales adeptos retiene fuertemente la clave en sus cerradas manos,
y cuida de que no se divulguen los secretos mientras puede impedirlo.
Hay en Roma y por toda Europa y América, cabalistas mucho más
profundos de lo que pudiera imaginarse. De modo que las públicas
“hermandades” de adeptos “negros”, entrañan
para los países protestantes mayor peligro, por su gran poder,
que una hueste de ocultistas orientales. ¡Y las gentes se ríen
de la magia! ¡Y los fisiólogos y biólogos escarnecen
su poder, y aun la creencia en lo que el vulgo llama “hechicería”
y “magia negra”! Los arqueólogos tienen en Inglaterra
su Stonehenge con millares de secretos, y sus gemelos Karnac de Bretaña,
y sin embargo, ninguno de ellos sospecha lo que ha sucedido en sus criptas,
y en sus misteriosos rincones, durante el pasado siglo. Ni siquiera conocen
las “salas mágicas” de Stonehenge, en donde ocurren
curiosas escenas, cuando hay un nuevo converso en perspectiva. En la Salpêtrière
se han hecho, y se están haciendo cada día, centenares de
experimentos, sin contar los que privadamente realizan hábiles
hipnotizadores. Está probado que al volver a su estado normal,
los sujetos olvidan completamente cuanto hallándose ellos hipnotizados
les ordenó ejecutar el hipnotizador, desde el acto sencillísimo
de beberse un vaso de agua hasta el asesinato simulado, que es a lo que
la ciencia llama ahora “actos sugeridos”. Sin embargo, el
acto que se le ordenó, sea cual sea y cualquiera que fuese el período
fijado por el hipnotizador a cuya voluntad está sometida la persona
(que por ello se llama sujeto), como pájaro fascinado que al fin
cae en las fauces de la serpiente que lo fascina; o peor aún, pues
el pájaro conoce el peligro y lo resiste aunque sin poder vencerlo,
mientras que el hipnotizado lejos de rebelarse parece seguir su propia
y libérrima voluntad. ¿Qué sabio europeo de los que
creen en semejantes experimentos científicos (y pocos son los que
no estén ya convencidos de su realidad), dirá que son de
magia negra? Sin embargo, en esto consistió la genuina e innegable
hechicería y fascinación de los antiguos. No de otro modo
proceden los Mûlukurumbas de Nîlgiri en sus hechizos cuando
se proponen aniquilar a un enemigo; y los dugpas de Sikkim y Bhûtan
no disponen de otro agente más poderoso que su voluntad. En ellos,
esa voluntad no es de caprichosos tanteos y vagos impulsos, sino certero
propósito y seguro resultado, independiente de la mayor o menor
receptividad y emotividad nerviosa del “sujeto”. Escogida
la víctima y puesto en relación con ella, el fluido del
dugpa produce infalible efecto, porque su voluntad está inmensamente
más vigorizada que la del hipnotizador europeo (brujo inconsciente
con propósitos científicos), quien no tiene idea (ni cree
por lo tanto) de la potente multiplicidad de métodos empleados
en el mundo antiguo por los magos negros conscientes, de Oriente y Occidente,
para desarrollar esta facultad.
Lo que ante todo buscaban los hechiceros y nigromantes al evocar el espíritu
del mal, era ese magnético poder, cualidad normal del verdadero
adepto, que deseaban alcanzar para siniestros fines... Una de sus mayores
ansias era el poder de hechizo, o sea el de ejercer las deletéreas
influencias, que cabe comparar a verdaderas ponzoñas transmitidas
por una corriente de luz astral. Mediante ciertas ceremonias exaltaban
su voluntad hasta el punto de hacerla venenosa a distancia...
Tal vez se replique diciendo que todo esto son “fábulas supersticiosas”.
Sea así. Ante el letal aliento de indiferencia y egoísmo
que planea sobre la tierra, todo hecho molesto se convierte en ficción
insignificante, y las ramas del en otro tiempo verdeciente Árbol
de la Verdad se marchitan y pierden la espiritual lozanía de su
primitivo concepto. Los simbologistas modernos sólo son agudos
al ver emblemas sexuales de adoración fálica aun en lo que
nunca tuvo tal significado; mas para el verdadero estudiante de ciencias
ocultas, la magia blanca o divina no puede existir en la Naturaleza sin
el contrapeso de la negra, como no hay días sin noches, ya sean
de doce horas o de seis meses de duración. Para él todo
en la Naturaleza tiene algo oculto, un aspecto luciente y otro tenebroso.
Las pirámides egipcias y los robles druídicos, los dólmenes
y los árboles sagrados, plantas y minerales, todo entrañaba
significación profunda y sacras verdades de sabiduría, cuando
el archidruida practicaba sus curas y hechizos mágicos, cuando
el hierofante egipcio evocaba el “amable espectro” de Cehmnu,
la femenina y fantástica creación de los antiguos, presentados
para poner a prueba mediante la angustia la fortaleza de ánimo
del candidato a la iniciación simultáneamente con el último
y angustiosos grito de su terrenal naturaleza humana. Verdaderamente la
magia ha perdido su nombre y con él su derecho a que se la reconozca;
pero subsiste en la práctica, según prueban de su progenie
las conocidas frases de “influencia magnética”, “,magia
de la palabra”, “fascinación irresistible”, “auditorios
subyugados como por un hechizo”, y otras de la misma estirpe que
todos emplean, aunque ignorante de su verdadero significado. Sin embargo,
los efectos de la magia están más determinados y definidos
en las congregaciones religiosas, tales como los reformadores, los metodistas
negros y los salvacionistas, quienes la apellidan “acción
y gracias del Espíritu Santo”. Lo cierto es que la magia
vibra plenamente todavía en el género humano, por más
que la ciega multitud no se percate de su silente acción y de su
sigilosa influencia en los individuos; por más que la ignorante
masa general de la sociedad, no advierta los maléficos y benéficos
efectos que produce día tras día, y hora por hora. Lleno
está el mundo de magos inconscientes, así en la vida ordinaria
como en la política, en el clero y aun en las fortalezas del libre
pensamiento. La mayor parte de estos magos son “hechiceros”
desgraciadamente, no en metáfora, sino en escueta realidad, a causa
de su peculiar egoísmo, su carácter vengativo, envidiosos
y maléfico. El verdadero estudiante de magia, que sabe la verdad,
los mira compasivamente; y si tiene prudencia, calla; porque cada esfuerzo
que haga para curar la universal ceguera, tendrá por única
recompensa la ingratitud, la calumnia y maledicencia que, incapaces de
alcanzarle, reaccionarán contra quienes mal le deseen. La mentira
y la calumnia, que es una mentira dentellada por el odio y la falsedad,
son su suerte, y muy luego le destrozan en premio de haber deseado difundir
la luz.
LA CRÍTICA MODERNA Y LOS ANTIGUOS
La humanidad tiene la mente muy obtusa; y es casi imperceptible el número de los hombres capaces de comprender con precisión la verdadera analogía de las cosas (3). Al comparar, sin embargo, esta afirmación con lo que el mismo autor dice en otra de sus obras, a saber que: La mente del crítico debiera entregarse a los hechos, atada de pies y manos para que le condujeran a dondequiera que le llevan (4) se experimenta alivio. Y además cuando a las dos antedichas afirmaciones filosóficas añade el famoso académico la tercera, diciendo que: Toda solución preconcebida debiera proscribirse de la ciencia (5). Desaparece
todo nuestro temor. Desgraciadamente, Renán es el primero en quebrantar
tan hermosa regla. La presencia de un elemento sobrenatural o de un milagro en una narración, es señal infalible de que hay en ella un mito. Tal
es la regla tácitamente adoptada por todos los críticos
modernos. Pero ¿qué es un mito - .....? ¿No dijeron
los autores antiguos que esta palabra significa tradición? La palabra
latina fábula ¿no es sinónima de algo sucedido en
tiempos prehistóricos, y no precisamente una invención?
Con las autocráticas y despóticas reglas que siguen, la
mayor parte de los críticos orientalistas de Francia, Inglaterra
y Alemania, serán quizás interminables las sorpresas históricas,
geográficas, étnicas y filológicas del siglo venidero.
Últimamente han llegado a ser tan comunes las mistificaciones filosóficas,
que nada puede ya asombrar a las gentes en este punto. Un erudito especulador
ha dicho que Homero era simplemente “la personificación mítica
de la epopeya” (6); otro asegura que “debe tenerse por quimérica”
la existencia de Hipócrates, hijo de Esculapio; que los Asclepiades
(7) son una “ficción”, no obstante haber subsistido
durante siete siglos; que la ciudad de Troya sólo ha existido en
el mapa (a pesar de los descubrimientos del Dr. Schliemann), etc. Después
de esto, ¿por qué no considerar como mitos los caracteres
históricos de la antigüedad? Si la Filología no necesitase
de Alejandro Magno como de martillo de fragua para quebrantar las pretensiones
cronológicas del brahmanismo, hace ya tiempo que se hubiera convertido
en un “símbolo de la anexión” o un “genio
de la conquista”; según ya insinuó cierto escritor
francés. Nos vemos obligados a retroceder a las teorías de los gnomos y los genios, tal como las comprendieron los antiguos; pues sin ellas es absolutamente imposible explicar nada de lo concerniente a los Misterios (8).
Por supuesto que se refiere a los Misterios de la antigüedad, cuya
existencia no puede negarse. La idea de los actuales comentadores y críticos de las antiguas enseñanzas, está limitada y circunscrita al exoterismo de los templos. Su intuición no quiere o no puede penetrar en el augusto recinto de la antigüedad, en donde el hierofante instruía a los neófitos en el verdadero significado del culto público. Ningún sabio antiguo pensó jamás que el hombre fuese el rey de la creación, ni que para él hubieran sido creados el estrellado cielo y la madre tierra (10). Al ver que hoy día se publican obras como Phallicism (Falicismo) (11), comprendemos que han pasado ya los tiempos de la ocultación y el disfraz. La Filología, el Simbolismo, la Religión comparada y otras ciencias hermanas han progresado lo bastante para no consentir más imposturas, y la Iglesia es demasiado prudente y precavida para no sacar el mejor partido posible de la situación. Entretanto, los “rombos de Hecate” y las “ruedas de Lucifer” (12) exhumadas a diario de las ruinas de Babilonia, ya no pueden ser utilizados como pruebas palmarias de un culto a Satán, puesto que los mismos símbolos se encuentran en el ritual de la Iglesia romana. Éste es demasiado docta para ignorar que ni siquiera los caldeos de la decadencia, que redujeron todas las cosas a dos principios originarios, nunca adoraron a Satanás ni a ídolo alguno, como tampoco hicieron tal los zoroastrianos, a quienes también se achaca hoy el mismo culto, sino que su religión fue tan sumamente filosófica como cualquier otra; y que en su dual y exotérica teosofía se basaron las creencias de los hebreos, quienes a su vez las transmitieron en gran parte a los cristianos. A los parsis se les acusa hoy de haber adorado al Sol; y no obstante, en los Oráculos caldeos, en los “Preceptos filosóficos y mágicos de Zoroastro”, se lee: No
dirijas tu mente a la vasta extensión de la tierra; Existía grandísima diferencia entre la religión del estado o del vulgo, y la enseñanza del verdadero culto que se daba a los dignos de recibirla. Se acusa a los magos de todo linaje de supersticiones; pero los mismos Oráculos caldeos dicen: No
es cierto lo que indica el vuelo de las aves en el aire, A este propósito dijimos en Isis sin Velo: Seguramente no es posible acusar de fraudulentos a quienes contra “fraudes mercenarios” precaven a las gentes; y si algo hacían que parezca maravilloso, ¿quién será capaz de negar que lo hicieron porque poseían un conocimiento de filosofía natural y de ciencia psicológica, desconocido en nuestra escuela? (14). Las estrofas citadas son bien extrañas en aquellos que se cree rendían culto divino al sol, a la luna y las estrellas. La sublime profundidad de los preceptos mágicos; es trascendentalmente superior a las modernas ideas materialistas; y por eso se ven acusados los filósofos caldeos de sabeísmo y heliolatría, que era únicamente la religión del vulgo.
EL ORIGEN DE LA MAGIA
Grande es la diferencia entre el que ve y el objeto visto. Todo toma algo de nuestro propio tinte. O lo descolora nuestra pasión, o bien la fantasía multiplica, invierte, contrae y dilata mil variados matices.
Así fue que en la primera década del siglo XIX, la Iglesia
y la Ciencia estudiaron la filosofía hermética bajo dos
aspectos completamente opuestos. La Iglesia dijo que era pecaminosa y
diabólica; la ciencia nególa en absoluto, no obstante las
evidentes pruebas aducidas por los sabios de toda época, incluso
la actual. No se concedió siquiera atención al erudito P.
Kircher; y el mundo científico recibió con despectiva risa
su afirmación de que los fragmentos de las obras llamadas de Hermes
Trismegisto [tres veces grande Hermes o Mercurio], Beroso, Ferécides
de Siros, etcétera, eran pergaminos salvados del incendio de la
gran biblioteca de Alejandría, de aquella maravilla de los siglos,
fundada por Tolomeo Filadelfo, en la que, según Josefo y Estrabón,
habían cien mil volúmenes, sin contar otras tantas copias
manuscritas de antiguos pergaminos caldeos, fenicios y persas. Después de haber dedicado toda su vida al estudio de la antigua sabiduría egipcia, tanto Champollion-Figéac como Champollion el menor declararon, contra el parecer de algunos críticos ligeros e indoctos, que los Libros de Hermes “contienen gran copia de tradiciones egipcias, corroboradas por auténticos recuerdos y monumentos de la más remota antigüedad” (3). Es indiscutible la valía de Champollion como egiptólogo; y si afirma que todo converge a demostrar la exactitud de los escritos del misterioso Hermes Trismegisto, y que su origen se pierde en la noche de los tiempos, según corroboran minuciosos pormenores, sin duda que debiera satisfacerse con ello la crítica. Dice Champollion: Estas inscripciones son sólo eco difelísimo y expresión de antiquísimas verdades.
Desde que se escribió lo antecedente, se han encontrado varios
versos “apócrifos” del “mítico”
Orfeo, copiados palabra por palabra, en jeroglíficos, e inscripciones
de la cuarta dinastía, dedicados a ciertas divinidades. Finalmente,
Creuzer descubrió y señaló el significativo hecho
de que numerosos pasajes de Homero y Hesiodo están tomados indudablemente
de los himnos órficos, demostrándose con ello que estos
últimos son mucho más antiguos que la Ilíada y la
Odisea. Si hay enseñanza, debemos buscar el maestro (4).
Así nos dice que Cleanto fue discípulo de Zenón,
Teofrasto de Aristóteles, Metrodoro de Epicuro, Platón de
Sócrates, etc.; añadiendo que al volver la vista más
atrás han de suponer forzosamente que Pitágoras, Ferécides
y Tales, tuvieron sus maestros respectivos. Lo mismo dice que ha de suponerse
respecto de los egipcios, indos, asirios y aun de los mismos magos, sin
cesar de inquirir quiénes fueron sus maestros; hasta que, al llegar
a la cuna y origen del género humano, se pregunta de nuevo quién
dio la enseñanza, y responde que con seguridad no debió
ser “hombre alguno”. Pero clemente va todavía más
allá, diciendo que aun al llegar a la altura de los ángeles
en sus diversas jerarquías, cabe repetir la misma pregunta: ¿quién
fue su maestro? (refiriéndose a la vez a los ángeles “divinos”
y a los “caídos”) (5).
Admite la primordialidad de Zeus o el Eter, y luego, en el mismo plano,
otro principio coeterno y coactivo, al que llama quinto elemento, u Ogenos
(9). Inmediatamente después del Diluvio, Cam y su descendencia propagaron de nuevo las antiguas enseñanzas de Caín y de la raza sumergida (10). Esto prueba, en todo caso, que la magia, o hechicería, como la llama el autor, es un arte antediluviano, y así nos apuntamos un tanto. Pues, como él dice: El testimonio de Beroso identifica a Cam con el primer Zoroastro, fundador de la Bactria y primitivo maestro de las artes mágicas de Babilonia, llamado también Chemesenuea o Cam, el maldito por los fieles secuaces de Noé (11) (de cuyo nombre ..... se deriva el de alquimia), que llegó finalmente a ser objeto de adoración entre los egipcios, quienes edificaron en su honor la ciudad de.Chemnís, o sea la “ciudad del fuego” (12). En ella los adoró Cam, por lo que se dio a las pirámides el nombre de Chammaim, del que se deriva el nombre vulgar de “chimenea” (13).
Esta afirmación es enteramente errónea. Egipto fue la cuna
de la Química, según se sabe hoy sin duda alguna. Kenrick
y otros autores dicen que la raíz de dicho nombre es chemi o chem,
que no se deriva de Cham o Ham, sino de Khem, el Dios fálico egipcio
de los Misterios. Respecto a los medios de propagación de esta mala magia, nos los revelan ciertos caracteres rúnicos trazados en planchas metálicas, que escaparon a la catástrofe de diluvio (14). Esto hubiera podido parecer legendario, si posteriores descubrimientos no demostraran su verdad. Se encontraron planchas de positiva antigüedad, con curiosos caracteres completamente indescifrables, a los cuales atribuyeron los camitas [hechiceros, según el autor] el origen de sus maravillosos y terribles poderes (15). Podemos dejar al piadoso autor con sus ortodoxas creencias, pues al fin y al cabo, parece sincero. Pero sus argumentos caen por su base, porque se indicará con procedimientos matemáticos quien, o más bien qué eran Caín y Cam. De Mirville es tan sólo hijo sumiso de su Iglesia, interesada en mantener el carácter antropomórfico de Caín y su actual significación en la Sagrada Escritura. El estudiante de ocultismo, por el contrario, está únicamente interesado en la verdad. Pero los tiempos han de seguir el curso natural de la evolución.
EL SIGILO DE LOS INICIADOS
A vosotros es dado conocer el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, todo se ler trata por parábolas. Para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; no sea que alguna vez se conviertan, y les sean perdonados los pecados (3).
Si estas palabras no se interpretaran en el sentido de la ley de sigilo
y de karma, evidenciarían aparentemente un espíritu egoísta
y falto de caridad. Dichas palabras se relacionan directamente con el
terrible dogma de la predestinación. ¿Consentiría
un docto y buen cristiano en arrojar sobre su Salvador tan cruel estigma
de egoísmo? (4). Parecidas distinciones hacían los esenios de Judea y el Carmelo, dividiendo a sus prosélitos en neófitos, hermanos y perfectos... Amonio obligaba con juramento a sus discípulos, para que no comunicaran sus doctrinas sino a los ya instruidos por completo y dispuestos [a la iniciación] (5). Una de las más poderosas razones de la necesidad de riguroso sigilo, nos la da Jesús mismo, si hemos de dar crédito al evangelista Mateo. Porque he aquí lo que se hace decir al Maestro:
No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante
de los puercos; no sea que las huellen con sus pies y revolviéndose
contra vosotros os despedacen (6). Quienquiera que descubra el verdadero significado del Génesis, cuide de no divulgarlo. Así nos lo recomendaron insistentemente todos nuestros sabios, en particular respecto de los seis días de la creación. Si alguien descubriese por sí mismo, o con ayuda de otro, el verdadero significado de los seis días, guarde sigilo, y si acaso habla, hágalo de tan oscura y enigmática manera como yo, dejando lo demás para que lo conjeturen quienes puedan comprenderlo. Si de esta manera confiesa el gran filósofo hebreo el simbolismo esotérico del Antiguo Testamento, natural es que los Padres de la Iglesia confiesen otro tanto acerca del Nuevo Testamento y de la Biblia en general. Así vemos que Clemente de Alejandría y Orígenes lo reconocen explícitamente. Clemente de Alejandría, que había sido iniciado en los misterios eleusinos, con conocimiento de causa, dice: Las doctrinas allí enseñadas contenían en sí el objeto de toda instrucción conforme a Moisés y los profetas, cuya ligera tergiversación se le puede dispensar al buen Padre. Después de todo, se deduce de lo transcrito que los misterios judaicos eran idénticos a los de los paganos griegos, que los tomaron de los egipcios, y estos a su vez de los caldeos, quienes los aprendieron de los arios, estos de los atlantes y así antecedentemente mucho antes de los tiempos de aquella raza. Clemente de Alejandría atestigua además el secreto significado del Evangelio, cuando dice que no a todos se les puede comunicar los misterios de la fe. Pero como quiera que esta tradición no se publica sólo para quienes perciben la magnificencia de la palabra, es necesario encubrir bajo un misterio, la sabiduría que enseñó el Hijo de Dios (8). No menos explícito es Orígenes respecto a la Biblia y a sus simbólicas fábulas. Dice así: Si hubiésemos de atenernos a la letra y comprender lo que está escrito en la ley según lo entienden los judíos y el vulgo, me sonrojaría de proclamar en voz alta que Dios hubiese dado estas leyes; pues fueron mejores y más razonables las de los hombres (9). Bien podía “sonrojarse” de semejante confesión el sincero y honrado apologista del cristianismo, cuando esta doctrina era relativamente pura; mas los cristianos de nuestra letrada y civilizada época no se avergüenzan de ello; sino que admiten al pie de la letra la “luz” antes de la formación del sol, el jardín del Paraíso, la ballena de Jonás y lo demás, no obstante la indignación del mismo Orígenes al preguntar: ¿Qué hombre de buen juicio asentirá a la afirmación de que en los tres primeros días, con mañana y tarde, no hubiese sol, ni luna, ni estrellas, y que el primer día no tuviese cielo? ¿Qué hombre será tan idiota para suponer que Dios plantó árboles en el Paraíso, en el Edén, como un labrador? Yo creo que debemos tomar estas cosas por imágenes de oculto significado (10).
No ya en el siglo tercero, sino en nuestra edad de tan encomiada ilustración,
hay millones de tales “idiotas”. Desde el punto en que San
Pablo afirma inequívocamente (11) que la historia de Abraham y
de sus dos hijos es “una alegoría” y que “Agar
simboliza el monte Sinaí”, poca culpa le cabe al cristiano
o gentil que sólo vea ingeniosas alegorías en los relatos
bíblicos. En la venerable secta de los tanaim, o mejor dicho de los tananim o sabios, estaban los varones prudentes y doctos, encargados de enseñar prácticamente los secretos y de iniciar a algunos discípulos, en el grande y supremo misterio. Pero en la segunda sección del Mishna Hagiga, se dice que el índice de la Mercaba [Mercavah] “sólo debe confiarse a los doctores viejos”. El Gemara es todavía más dogmático. “Los secretos de mayor importancia en los Misterios no se revelaban ni aun a todos los sacerdotes. Únicamente lo sabían los iniciados”. Y así notamos el mismo riguroso sigilo en todas las antiguas religiones (12). ¿Qué dice por su parte la Kabalah? Los grandes rabinos anatematizan hoy a quien verbalmente admite sus sentencias. Leemos en el Zohar: ¡Ay del hombre que tan sólo ve en el Thorah, esto es, en la Ley, simples recitados y palabras vulgares! Porque si en verdad contuviera eso únicamente, seríamos nosotros, hoy mismo, capaces de componer un Thorah mucho más digno de admiración. Si nos atuviéramos literalmente a las palabras, tan sólo podríamos dirigirnos a los legisladores de la tierra (13) a quienes vemos en las cúspides de la grandeza. Fuera suficiente imitarlos, y componer una ley a su ejemplo y según sus palabras. Pero no es así; cada vocablo del Thorah encierra profundo significado y sublime misterio... Los versículos del Thorah son el vestido del Thorah. ¡Ay de quien tome el vestido por el Thorah!... Los necios se enteran únicamente de los versículos o vestidura del Thorah, y no advierten otra cosa, ni ven lo que encubre el ropaje. Los doctos no atienden al vestido, sino al cuerpo que está envuelto en él (14). Amonio Saccas enseñó que la doctrina secreta de la Religión de la Sabiduría, estaba enteramente contenida en los Libros de Thoth (Hermes) de los que tanto Pitágoras como Platón, derivaron gran parte de sus conocimientos y filosofías; y que las enseñanzas de dichos libros son “idénticas a las de los sabios del remoto Oriente”. El profesor Wilder observa que: Como el nombre Thoth significa colegio o asamblea, no es aventurado suponer que se llamaron así los libros, por ser una colección de los oráculos y doctrinas de la comunidad sacerdotal de Menfis. Rabinos muy sabios han expuesto la misma hipótesis tocante a las divinas expresiones registradas en las Escrituras hebreas (15).
Es muy posible; pero los profanos nunca comprendieron ni de mucho “las
expresiones divinas”. Filón Judeo, que no era un iniciado,
fracasó en el empeño de desentrañar su oculta significación. De boca de los ángeles oí todas las cosas y comprendí cuanto vi. Aquello que no sucederá en esta generación (raza), sino en otra que ha de venir en tiempos muy distantes (6ª y 7ª razas), según refieren los elegidos (los iniciados) (16). Además, respecto al castigo de quienes revelan “los secretos de los ángeles”, se dice: Juzgados fueron los que revelaron secretos, pero no tú, hijo mío [Noé]... tú eres puro y bueno y no se te puede acusar de descubrir [revelar] secretos (17). Hay en nuestro tiempo hombres que han llegado a “descubrir secretos” sin ayuda extraña, por su propia sabiduría y sagacidad, siendo de recto proceder; y no intimidados por amenazas ni súplicas; pues no se han comprometido a guardar silencio, se asombran ante tales revelaciones. Uno de estos hombres es el erudito autor y descubridor de una “Clave de los Misterios hebraico-egipcios”. Según él, se notan “algunas extrañas características relacionadas con la composición de la Biblia”. Quienes compilaron este libro fueron hombres como nosotros, que conocieron, vieron, manejaron y realizaron por medio de la clave de las medidas (18) la ley del viviente y siempre activo Dios (19). No necesitaban creer que Dios actuase como un poderoso mecánico y arquitecto (20). La idea que de Dios tenían se la reservaban para sí mismos, al paso que, primero como profetas y luego como apóstoles de Cristo, establecieron un culto ritual exotérico y una huera enseñanza de pura fe, sin pruebas a propósito para el ejercicio del sentido íntimo, de que Dios proveyó a todos los hombres como medio natural de alcanzar el verdadero conocimiento. Misterios, parábolas y sentencias oscuras que encubren el verdadero significado, son el acopio del Antiguo y Nuevo Testamento. Los relatos de la Biblia resultan ficciones compuestas adrede para despistar a las masas ignorantes, no obstante darles en ellos un perfeccionado código moral proporcionado a su capacidad. ¿Cómo es posible cohonestar estas fábulas con la inspiración divina, puesto que atributo de Dios es la plenitud de veracidad en la naturaleza de las cosas? ¿Qué tiene que ver el misterio, con la promulgación de las verdades de Dios? (21).
Nada en absoluto, ciertamente, si tales misterios hubiesen sido dados
desde el principio, como sucedió con las primitivas, semidivinas,
puras y espirituales razas de la humanidad, que poseían las “verdades
de Dios”, y según ellas y su ideal vivían, preservándolas,
en tanto que apenas hubo mal alguno, por lo que apenas fuera posible abusar
de aquellas verdades. Pero la evolución y la caída en la
materia, es también una de las “verdades” y una ley
de “Dios”. Y a medida que el género humano fue progresando,
y llegó a ser cada generación más carnal, terrenalmente,
principió a afirmarse la individualidad de cada Ego temporario.
El egoísmo personal se desarrolla e incita al hombre a abusar de
su conocimiento y poderío, porque el egoísmo es semejante
al edificio cuyas puertas y ventanas dan siempre paso libre a todo linaje
de iniquidades, para que penetren en el alma humana. Pocos fueron durante
la primera juventud de la humanidad, y menos todavía hoy, los hombres
dispuestos a practicar la varonil declaración de Pope, de que no
hubiera vacilado en destrozarse el corazón, si de egoísta
amor propio latiera, burlándose del prójimo. De aquí
la necesidad de sustraer gradualmente de los hombres el poder y conocimiento
divinos, que en cada nuevo ciclo humano hubieran llegado a ser más
peligrosos, como espada de dos cortes, cuyo siniestro filo amenazaba siempre
al prójimo, y cuyas buenas cualidades se prodigaban exclusivamente
en provecho propio. Aquellos pocos “elegidos” a cuya naturaleza
interior no afectó el externo desenvolvimiento físico, llegaron
a ser así, con el tiempo, los únicos guardianes de los misterios
revelados; y los comunicaron a los más aptos para recibirlos, manteniéndolos
ocultos a los demás. Si se prescinde de esta explicación
de las enseñanzas secretas, queda la religión reducida a
fraude y engaño. Nuestras oraciones deben encaminarse a la prosperidad de todos, porque los dioses saben muy bien lo que particularmente nos conviene. Pero
la oración oficial, para conjurar una calamidad pública
o en beneficio de uno solo con perjuicio de millares de hombres, no sólo
es supersticiosa práctica, sino crimen el más innoble, siendo
además impertinente petulancia y una superstición heredada
por expoliación, de los Jehovitas que, en el desierto, adoraron
al becerro de oro. Ayuda asimismo a lavar la horrible mancha del nombre de Caín, que desfigura su carácter; porque aun sin estas demostraciones, del mismo texto se infiere que Caín era Jehovah. Así las escuelas teológicas ganarían mucho más si con loable enmienda devolvieran honra y fama al Dios a quien adoran (23).
Este consejo no es el primero que reciben las “escuelas teológicas”,
que, sin embargo, lo sabían ya desde un principio, como Clemente
de Alejandría y otros. Pero si así es, no les favorecería,
y su admisión sobrepujaría la mera santidad y grandeza de
la fe establecida. En todos los países antiguos que por civilizados se tuvieron, hubo una doctrina esotérica, un sistema llamado genéricamente SABIDURÍA (24), a quienes se aplicaban a su estudio y fomento se les dio el nombre de sabios... Pitágoras llamó a este sistema ... ... ... , Gnosis o conocimiento de las cosas que son. Los antiguos maestros, los sabios de la India, los magos de Persia y Babilonia, los videntes y profetas de Israel, los hierofantes de Egipto y Arabia y los filósofos de Grecia y Roma, incluían en la noble denominación de SABIDURÍA todo conocimiento de naturaleza para ellos divina, distinguiendo una parte esotérica, y una parte exotérica. A esta última la llamaron los rabinos Mercavah, o sea cuerpo o vehículo del conocimiento superior (25). Más adelante hablaremos de las leyes del sigilo a que están sujetos los discípulos orientales o chelas. SECCIÓN V MOTIVOS DEL SIGILO
Desde el día mismo en que el primer místico enseñado por el primer instructor, perteneciente a las “divinas dinastías” de las primitivas razas, aprendió los medios de comunicación entre este mundo y los mundos de la hueste invisible; entre las esferas material y espiritual, pudo comprender que fuera desquiciar esta misteriosa ciencia el abandonarla a la profanación involuntaria del profano populacho. Su abuso determinaría la rápida destrucción de la humanidad; parecidamente a si se pusieran substancias explosivas en manos de chiquillos, proporcionándoles además la lumbre con que encenderlas. El primer instructor divino inició tan sólo a unos cuantos discípulos, y estos guardaron silencio ante el vulgo. Reconocieron ellos a su “Dios”; y todo adepto sintió al gran “Yo” dentro de sí. El Âtman, el Yo, el poderoso señor y Protector, mostró la plenitud de su potencia en quienes lo reconocían idéntico al “Yo soy”, al “Ego sum”, al “Asmi”, y eran capaces de escuchar “la aun leve voz”. Desde los días del hombre primitivo, descritos por el primer poeta védico, hasta la edad presente, no hubo filósofo digno de este nombre que no mantuviera tan misteriosa verdad en el silente santuario de su corazón. Si fue iniciado, la aprendió como ciencia sagrada; si de otra manera, cual Sócrates, repitiéndose a sí mismo e inculcando a sus discípulos el noble consejo: “Conócete a ti mismo”, reconoció a Dios en su interior. El rey salmista nos dijo: “Sois dioses”; y vemos que Jesús recuerda a los escribas que esta expresión fue dirigida a los mortales que sin blasfemia anhelaban para ellos el mismo privilegio. Y como fidelísimo eco, afirma San Pablo que todos somos “templo del Dios vivo”; mientras en otro pasaje observa cautelosamente que estas cosas sólo son para los “sabios” y no es “lícito” hablar de ellas (1).
Podemos exponer aquí algunos de los motivos de este sigilo: La Santa Tríada emana del Uno, y es la Tetraktys; los dioses, los genios y las almas, son una emanación de la Tríada. Los héroes y hombres, reproducen la jerarquía en sí mismos.
La última parte del pasaje, significa que el hombre tiene en sí
mismo los siete pálidos reflejos de las siete jerarquías
divinas; por lo tanto, su Yo superior es reflejo del Rayo directo. Quien
considera a éste como una entidad, en la ordinaria acepción
de la palabra, es uno de los “infieles y ateos” de quienes
habla Epicuro, pues siguiendo “las opiniones del vulgo”, atribuye
a Dios un grosero antropomorfismo (5). Los adeptos y ocultistas saben
que “los llamados dioses son los primeros principios” (Aristóteles).
En todo caso, son principios inteligentes, conscientes y vivientes las
siete primarias Luces manifestadas procedentes de la Luz inmanifestada,
que para nosotros es oscuridad. Son los siete (exotéricamente cuatro),
Kumâras o “Hijos nacidos de la Mente” de Brahmâ;
los Dhyân-Chohans, o prototipos, en la eónica eternidad,
de dioses inferiores y jerarquías de seres divinos, en el ínfimo
peldaño de cuya escala estamos los hombres. Taijas tiene la fruición de lo suprasensible.
Aquellos menos perfectos consiguen tan sólo parcial e indistinta
memoria; y el principiante, en el primer período de sus experiencias
psíquicas, tiene que afrontar al pronto una mera confusión,
seguida de un rápido y completo olvido de los misterios vistos
durante su estado superhipnótico. Al volver a la condición
de vigilia física, el grado de recuerdo depende de su purificación
psíquica y espiritual; pues el mayor enemigo de la memoria superior
es el cerebro físico, el órgano de la naturaleza sensual
y afectiva del hombre. El primer hombre es de la tierra, terreno, el segundo hombre [el interno, el más elevado] es el Señor del cielo... He aquí, os digo un misterio (12). Esto dice San Pablo refiriéndose únicamente al hombre dual y trino, para mejor comprensión de los no iniciados. Sin embargo, esto no basta; porque es preciso cumplir el délfico mandato; y que a sí mismo se conozca el hombre, para convertirse en perfecto adepto. Pocos pueden adquirir empero este conocimiento; no ya tan sólo en su místico significado, sino ni siquiera en su simple sentido literal, pues hay dos significados en este mandamiento del Oráculo. Tal es, lisa y llanamente, la doctrina de Buddha y de los Bodhisattvas. Éste es también el místico sentido de lo que san Pablo dijo a los corintios, sobre que ellos eran el “templo de Dios”; pues he aquí el sentido esotérico: ¿No sabéis que sois templo de [él, o vuestro] Dios y que el espíritu de [un, o vuestro] Dios, mora en vosotros? (13).
Estas palabras encierran exactamente el mismo significado que el “Yo
soy verdaderamente Brahman” de los vedantinos, y si blasfemia es
esto, también habría de serlo lo dicho por San Pablo, lo
cual se niega. Al contrario, la afirmación vedantina es mucho más
sincera y explícita que la cristiana, porque los brahmanes nunca
se refieren a su cuerpo físico al decir “yo”, “sino
que lo consideran como forma ilusoria, para ser visto por los demás
en él, y ni tan siquiera como parte del “yo”. Los que sean dignos alcanzarán aquel mundo [el nirvâna] (17), en que no hay bodas... y en donde no morirán ya más; Lo cual indica que ya habían muerto más de una vez. Y también: Que los muertos se han levantado ahora lo mostró también Moisés... cuando llamó al Señor, el Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; pues él no es Dios de muertos, sino de vivos (18).
La frase “se han levantado ahora” se refiere evidentemente
a los entonces actuales renacimientos de los Jacob e Isaac, y no a su
futura resurrección; porque en tal caso hubieran estado aún
muertos, y no se hablara de ellos como “vivos”. Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para haber nacido ciego? – Y Jesús respondió: “Ni este hombre [el físico, el ciego] pecó, ni sus padres; mas que las obras de [su] Dios es preciso se manifiesten en él” (19).
El hombre es sólo el “tabernáculo”, la “casa”
de su Dios; y por lo tanto no es el templo sino su morador, el vehículo
de Dios (20), quien pecó en una encarnación anterior y trajo
en consecuencia el karma de ceguera en el nuevo cuerpo físico.
Vemos, pues, que Jesús habló verdad; pero sus prosélitos
persisten hasta hoy en no comprender las palabras de la sabiduría
hablada. La Iglesia cristiana presenta al Salvador en las interpretaciones
que da a sus palabras, como si realizara un programa preconcebido que
hubiese de conducir a un previsto milagro. Verdaderamente, el gran Mártir
desde entonces y durante diez y ocho siglos, está siendo crucificado
día tras día, por clérigos y laicos, mucho más
cruelmente que lo fue por sus alegóricos enemigos. Porque tal es
el recto sentido de las palabras “que las obras de Dios es preciso
se manifiesten en él”, si las leemos a la luz de la interpretación
teológica, y es poco digno si se rechaza la explicación
esotérica.
PELIGROS DE LA MAGIA PRÁCTICA
Ordenó todas las cosas en número, peso y medida (2). y que: Él la creó en el Espíritu Santo, y la vio, contó y midió (3). El ocultismo oriental tiene otro punto de partida: “La Unidad absoluta x, en el número y la pluralidad”. Tanto los estudiantes occidentales como los orientales de la Sabiduría Secreta, reconocen esta verdad axiomática. Pero los últimos la confiesan más sinceramente. En vez de encubrir su ciencia, la muestran a toda faz; por más que velen cuidadosamente su corazón y su alma ante las miradas incomprensivas del vulgo profano, siempre propenso a abusar con fines egoístas de las más sagradas verdades. Pero la Unidad es la base real de las ciencias ocultas, así físicas como metafísicas. Esto lo indica hasta el erudito cabalista occidental Eliphas Levi, no obstante sus aficiones un tanto jesuíticas. Dice él así: La Unidad absoluta es la suprema y final razón de las cosas. Por lo tanto esa razón no puede ser ni una ni tres personas; es la Razón por excelencia (4).
El significado de esta Unidad en la pluralidad, en “Dios”
o en la Naturaleza, sólo puede descubrirse por métodos trascendentales,
por los números, así como por las relaciones entre un alma
y el Alma. Tanto en la Kabalah como en la Biblia, los nombres tales como
Jehovah, Adán Kadmon, Eva, Caín, Abel y Enoch están
más íntimamente relacionados, por correspondencias geométricas
y astronómicas, con la Fisiología (o el falicismo); que
con la Teología o la religión. Por poco que las gentes se
hallen preparadas aún para admitirla, se mostrará la verdad
de este hecho. Aunque todos aquellos nombres son símbolos de cosas
ocultas, tanto en la Biblia como en los Vedas, difieren mucho sus respectivos
misterios. Los arios y los judíos aceptaron el lema de Platón:
“Dios geometriza”; pero mientras los primeros aplicaron su
Ciencia de las correspondencias a velar las más espirituales y
sublimes verdades de la Naturaleza, los últimos emplearon su ingenio
en encubrir sólo uno (para ellos el más divino) de los misterios
de la Evolución, a saber, el del nacimiento y la generación,
divinizando después los órganos de esta última.
Cualquier cabalista que conozca el sistema numérico y geométrico
de Pitágoras, puede demostrar que las ideas metafísicas
de Platón están basadas sobre los más estrictos principios
matemáticos. Dice el Magicon: “Las verdaderas matemáticas
son algo que palpita en todas las ciencias; y las matemáticas vulgares
no son sino ilusoria fantasmagoría, cuya muy encomiada infabilidad
se apoya únicamente en condiciones y referencias materiales...”
En estas verdaderas Matemáticas se funda el conocimiento del Kosmos
y de todos los misterios; y a quien las conozca, le será fácil
comprobar que tanto la cosmogonía védica como la bíblica
tienen por raíz la ley de “Dios en la Naturaleza” y
“la Naturaleza en Dios”. Por lo tanto, esta ley, como cualquiera
otra eternamente fija e inmutable, sólo puede hallar correcta expresión
en aquellas purísimas y trascendentales Matemáticas de Platón,
y especialmente en las aplicaciones trascendentales de la Geometría.
Revelada (no rehuimos ni retiramos la palabra) a los hombres en esta forma,
geométricamente simbólica, ha ido desenvolviéndose
la Verdad en símbolos adicionales de invención humana, añadidos
adrede para que la comprendieran mejor las gentes que, llegadas demasiado
tarde a su ciclo evolutivo para participar del primitivo conocimiento,
no podían entenderlas de otra manera. Pero no es culpa de las gentes,
sino del sacerdocio (ávido en todo tiempo de dominación
y poderío), el que, degradando las ideas abstractas, se haya representado
en figuras humanas a los divinos seres que presiden y son los guardianes
y protectores de nuestro manvantárico período del mundo. Antes de que es espíritu del hombre cayera en la sensualidad y rotas las alas quedase aprisionado en el cuerpo, vivía con los dioses en el sutil mundo espiritual, allí donde todo es verdadero y puro (10).
En otro pasaje habla de la época en que los hombres no procreaban,
sino que vivían como espíritus puros. no sabía que su cara estaba radiante... y puso un velo sobre su faz (11).
Así también veló la faz del Pentateuco de tal manera,
que hasta 3376 años después, según la cronología
ortodoxa, no empezó el pueblo a advertir que estaba “velado”.
No ha brillado la faz de Dios en él, ni siquiera la de Jehovah,
ni aun la de Moisés; sino verdaderamente, las de los últimos
rabinos. Los enigmas de los hebreos en relación con lo que encubren, son semejantes a los de los egipcios. |
SECCIÓN VII VINO VIEJO EN ODRES NUEVOS Argucias católico romanas.-Copias que preceden a los originales.-Plagios del autor del cuarto Evangelio.-Difícil interpretación de la Biblia. SECCIÓN VIII EL LIBRO DE ENOCH, ORIGEN Y FUNDAMENTO DEL CRISTIANISMO Dudosa antigüedad del "Libro de Enoch".-Interpolaciones en el Libro de Enoch.- El Libro de Enoch y el Cristianismo.-Enoch menciona las razas.-El antiguo testamento tomado del Libro de Enoch.-Simbolismo del Libro de Enoch.-Simbolismo del Libro de Enoch.-Enoch, el "Hijo del hombre".
Los judíos, o mejor dicho sus sinagogas, tienen en mucho aprecio el Mercavah y repudian el Libro de Enoch; ya porque no estuvo desde un principio incluido entre sus libros canónicos, ya porque según opina Tertuliano: Los judíos lo rechazaron como las demás Escrituras que hablan de Cristo (1) Pero ninguna de estas razones, era la verdadera. El Synedrión no quiso admitirlo por considerarlo más bien obra de magia que cabalística. Los teólogos, tanto católicos como protestantes, lo clasifican entre los libros apócrifos; a pesar de que el Nuevo Testamento particularmente los Hechos y las Epístolas, rebosa de ideas (aceptadas hoy como dogmas por la infalible Iglesia romana y otras), y aun de frases enteras tomadas en verdad del autor que con el nombre de "Enoch" escribió en lengua aramaica o siriaco-caldea el libro citado, según afirma el arzobispo Laurence, traductor del texto etíope. Son tan evidentes los plagios, que el autor de La Evolución del Cristianismo, editor de la traducción Laurence, no pudo por menos que hacer algunas observaciones muy sugestivas en su Introducción. Tiene el convencimiento (2) de que el Libro de Enoch se escribió antes de la era (sin importarle sea en dos o en veinte centurias); y como lógicamente arguye dicho autor:
Es la inspirada predicción de un gran profeta hebreo, que con admirable exactitud vaticinó las enseñanzas de Jesús Nazareno, o la leyenda semítica de que este último tomó sus ideas de la triunfal vuelta del Hijo del hombre, para ocupar un trono entre regocijados santos y los atemorizados réprobos, en respectiva espera de la perdurable bienaventuranza o del fuego eterno. Y ya se acepten estas visiones como humanas o como divinas, han ejercido tan poderosa influencia en los destinos de la humanidad durante cerca de dos mil años, que los que ingenua e imparcialmente buscan la verdad religiosa, no pueden demorar por más tiempo la investigación de las relaciones entre el Libro de Enoch y la revelación, o evolución del Cristianismo (3). Dice además que el Libro de Enoch: También admite el sobrenatural dominio de los elementos, mediante la acción de ángeles que presiden sobre los vientos, el mar, el granizo, la escarcha, el rocío, el relámpago ye le trueno. Asimismo menciona los nombres de los principales ángeles caídos, entre los cuales hay algunos idénticos a los invisibles poderes que se invocaban en los conjuros (mágicos) cuyos nombres se encuentra grabados en los cálices o copas de terra-cotta, empleados al efecto por los caldeos y judíos. También se lee en estos cálices la palabra "Halleluiah"; por lo que se ve que: Una palabra empleada por los sirio-caldeos en sus conjuros, ha llegado a ser, por vicisitudes del lenguaje, la palabra misteriosa de los modernos reformistas(4).
El editor de la traducción Laurence cita, después de esto, cincuenta y siete versículos de diversos pasajes de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, cotejándolos con otros tantos del Libro de Enoch y dice:
Los teólogos han fijado mayormente su atención en el pasaje de la Epístola de Judas, porque el autor nombra al profeta; pero las acumuladas coincidencias de palabra y de idea que se notan entre Enoch y los autores del Nuevo Testamento, según aparece en los pasajes citados, muestran evidentemente que la obra del Milton semítico fué la inagotable fuente en que bebieron los evangelistas y apóstoles, o los que escribieron en su nombre; tomando de ella las ideas de la resurrección, juicio final, inmortalidad, condenación y del reinado universal de la justicia bajo la eterna soberanía del Hijo del hombre. Estos plagios evangélicos llegan al límite en el Apocalipsis de San Juan, quien adapta al cristianismo las visiones de Enoch, con retoques en que se echa de menos la sublime sencillez del gran maestro de predicción apocalíptica, que profetizó en nombre del antediluviano patriarca (5).
En honor de la verdad, debía al menos haber expuesto la hipótesis de que el Libro de Enoch, tal como hoy se conoce, es meramente una copia de textos mucho más antiguos, adulterada con numerosas adiciones e interpolaciones, unas anteriores y otras posteriores a la era cristiana. Las investigaciones modernas acerca de la fecha en que se compuso el Libro de Enoch señalan que en el capítulo LXXI se dividen el día y la noche en diez y ocho partes, de las que doce forman el día más largo del año, siendo así que en Palestina no podría haber habido día de diez y seis horas. Sobre el particular, observa el traductor, arzobispo Laurence:
La región en que vivió el autor debió de estar situada entre los 45º latitud norte, en donde el día más largo es precisamente de diez y seis horas. De esto se infiere que el autor del Libro de Enoch lo escribió en un país situado en la misma latitud de los distritos septentrionales del mar Caspio y del mar Negro, y tal vez perteneciera a una de las tribus que Salmanasar se llevó, y colocó: "en Halah y en Habor cerca del rio Goshen, y en las ciudades de los Medos" (6). Más adelante se confiesa que: No es posible asegurar que estemos convencidos de que el Antiguo Testamento supere al Libro de Enoch... El Libro de Enoch enseña la preexistencia del Hijo del hombre, el Elegido, el Mesías, que "desde el principio existía en secreto" (7), y cuyo nombre era invocado "en presencia del Señor de los Espíritus, antes de la creación del Sol y de las constelaciones". El autor alude también a la "otra Potestad que en aquel día estaba sobre la tierra y sobre las aguas" viéndose en ello cierta analogía con las palabras del Génesis (I, 2). [Nosotros sostenemos que se aplica igualmente al Narayana indo " que se mueve sobre las aguas".] Así tenemos al Señor de los Espíritus, al Elegido, y una tercera Potestad, lo que al parecer simboliza la futura Trinidad de los cristianos [así como la Trimurti]; pero aunque la idea mesiánica de Enoch ejerciese sin duda alguna grandísima influencia en los primitivos conceptos de la divinidad del Hijo del hombre, no tenemos suficientes indicios para identificar su obscura alusión a otra "Potestad", con la Trinidad de la escuela alejandrina; y mucho más dado que los "ángeles poderosos" abundan en las visiones de Enoch (8).
Difícilmente se engañaría un ocultista al identificar dicha "Potestad". El editor termina sus notables observaciones añadiendo:
De modo que podemos conjeturar que el Libro de Enoch fue escrito antes de la era cristiana por un gran profeta anónimo de raza semítica (?), quien, creyéndose inspirado en una época posterior de la de los profetas, tomó el nombre de un patriarca antediluviano (9), para dar mayor autenticidad a su entusiasta predicción del reinado del Mesías. Y como el contenido de este maravilloso libro entra copiosamente en el texto del Nuevo Testamento, se deduce que, de no estar el autor proféticamente inspirado al vaticinar las enseñanzas de Cristo, hubiera sido un visionario entusiasta, cuyas quiméricas ilusiones prohijaron los apóstoles y evangelistas como verdades reveladas. De este dilema depende el atribuir al cristianismo origen humano o divino (10).
El resumen de cuanto queda dicho, se encierra en las palabras del mismo editor: El lenguaje y las ideas de la supuesta revelación se encuentran ya en otra obra anterior, que los evangelistas y los apóstoles tuvieron por inspirada, pero que los modernos teólogos clasifican entre las apócrifas (11).
Esto explica también la repugnancia de los reverendos bibliotecarios de la Biblioteca Bodleiana en publicar el texto etíope del Libro de Enoch. Las profecías de éste se refieren en realidad a cinco de las siete razas, quedando en secreto todo lo relativo a las dos últimas. Así, pues, resulta errónea la observación del editor al decir que:
El capítulo XCII contiene una serie de profecías que abarcan desde los tiempos de Enoch hasta mil años después de la actual generación (12).
Las profecías se extienden hasta el fin de la raza actual y no tan sólo a "mil años" contados desde ahora. Muy cierto es que: En el sistema cronológico adoptado [por los cristianos], suele llamarse día a un siglo [a veces], y semana a siete siglos.(13). Pero este sistema es fantástico y arbitrariamente traído a propósito por los cristianos para cohonestar ciertos hechos y teorías con la cronología bíblica, y no representa el primitivo concepto. Los "días" se refieren al período indeterminado de las razas ramales, y las "semanas" a las subrazas, sin que en la traducción inglesa se encuentre palabra representativa de las razas raíces que se aluden sin embargo. Además es completamente errónea la frase de la página 150, que dice:
Después, en la cuarta semana, se verán las visiones de lo santo y de lo justo, se establecerá el orden de generación tras generación(14).
En el original se lee:"se había establecido en la tierra el orden de generación tras generación". Esto es, "después de que la primera raza humana procreada de un modo verdaderamente humano se había originado en la tercera raza raíz"........ lo cual altera completamente el significado. Todo cuanto en la traducción inglesa y en las mal cotejadas copias del texto etíope se expone como si hubiera de suceder en lo futuro, lo exponen en pretérito los manuscritos caldeos originales; esto es, no como profecía, sino como narración de acontecimientos ya realizados. Cuando Enoch empieza a "hablar según un libro" (15), está leyendo el relato hecho por un gran vidente, del cual y no de él son las profecías. El nombre de Enoch o "enoichion", significa vidente o "vista interna", y por lo tanto, a todo profeta y adepto se le puede llamar "enoichion" sin convertirlo en un pseudo Enoch. Pero el vidente que compiló el Libro de Enoch, se nos muestra como lector de un libro en el siguiente pasaje: Nací el séptimo en la primera semana [la séptima rama o raza ramal, de la primera subraza en la tercera raza raíz, después que comenzó la generación sexual]......Pero después de mí, en la segunda semana [segunda subraza] se levantarán grandes maldades [se levantaron más bien]; aconteciendo en esta semana el fin de la primera para salvación del género humano. Pero cuando la primera se complete crecerá grandemente la iniquidad. Tal como está la traducción ( es decir, sin los paréntesis de la autora), carece de sentido. Estudiando el texto esotérico tal como está, quiere decir sencillamente que la primera raza raíz acabará en tiempos de la segunda subraza de la tercera raza raíz, durante cuyo período se salvará el género humano; sin referirse nada de esto, al diluvio bíblico. El versículo décimo alude a la sexta semana [sexta subraza de la tercer raza raíz] al decir:
Todos aquellos que estén en ella quedarán en tinieblas, y sus corazones, olvidarán la sabiduría [se apartará de ellos el divino conocimiento] y en ella ascenderá un hombre.
Algunos intérpretes creen por algunas misteriosas razones que ellos sabrán que este "hombre" es Nabucodonosor; pero verdaderamente se alude al primer hierofante de la primera raza completamente humana (después de la alegórica caída en la generación), elegido para perpetuar la sabiduría de los devas (ángeles o elohim). Es el primer "Hijo del hombre", como misteriosamente se llamaban los divinos iniciados de la primitiva escuela de los Manushi (hombres), al finir la tercera raza raíz. También se le llama "Salvador", puesto que Él, y los demás hierofantes, salvaron a los elegidos y a los perfectos del cataclismo geológico (16) en que perecieron cuantos entre los goces sexuales habían olvidado la primieval sabiduría.
Y durante este período [el de la "sexta semana", o sexta subraza], quemará con fuego la casa solariega [el continente poblado a la sazón]; y quedará dispersada la raza entera de la simiente elegida (17).
Esto se refiere a los iniciados electos y de ningún modo al pueblo judío, supuesto elegido de Dios o la cautividad de Babilonia, según interpretan los teólogos cristianos. Además, considerando que vemos a Enoch, o a su perpetuador mencionando la ejecución de "la sentencia contra los pecadores" en varias "semanas" diferentes, y que durante esta cuarta época (la cuarta raza) "toda obra de malvados desaparecerá de la faz de la tierra", difícilmente podemos referir estas palabras al único diluvio de la Biblia, y mucho menos a la cautividad de Babilonia. De lo expuesto se deduce que como el Libro de Enoch abarca cinco razas del manvantara, con leves alusiones a las dos futuras, no puede ser seguramente una compilación de "profecías bíblicas", sino de hechos entresacados de los libros secretos de Oriente. (16) Al fin de cada raza raíz sobreviene un cataclismo geológico, alternativamente producido por el fuego y por el agua. Inmediatamente después de la "caida en la generación sexual", la hez de la tercera raza raiz (los que se sumieron en la sensualidad con olvido, de las enseñanzas de los divinos instructores), quedó destruída, surgiendo entonces la cuarta raza, a la que a su vez destruyó el último diluvio. (Véase Isis sin velo), 593 y sig., en donde se habla de los "hijos de Dios").
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SECCIÓN
IX
DOCTRINAS HERMÉTICAS Y CABALÍSTICAS La "mano" que modeló el mundo.-Ben Jochal, autor del Zohar.-Las tres biografías de cada uno de los dioses.-Números y medidas. SECCIÓN X VARIOS SISTEMAS OCULTOS DE INTERPRETACIÓN DE ALFABETOS Y CIFRAS NUMÉRICAS. El simbolismo de los números.-Misteriosa relación entre los dioses y los números.-El símbolo de la Trimurti.-Lenguaje universal. SECCIÓN XI EL EXÁGONO CON PUNTO CENTRAL O LA SÉPTIMA CLAVE Los "rays" de los astra.- El talismán de Carlomagno. SECCIÓN XII EL DEBER DEL VERDADERO OCULTISTA RESPECTO DE LAS RELIGIONES Santos cristianos y que no lo son. SECCIÓN XIII ADEPTOS POSTCRISTIANOS Y SU DOCTRINA Calumnias a Simón el Mago.- Crítica desleal.- Cosmogonía universal.-Fusión y confusión de personas. SECCIÓN XIV SIMÓN EL MAGO Y SU BIÓGRAFO HIPÓLITO Magia en el "Don de milagros".-Los poderes de Simón el Mago.-Leyendas sobre Simón el Mago. |
SECCIÓN
XV
SAN PABLO, VERDADERO FUNDADOR DEL ACTUAL CRISTIANISMO Pablo fué un iniciado.-Pablo identificado con Simón. SECCIÓN XVI SAN PEDRO FUÉ CABALISTA JUDÍO Y NO INICIADO La sede de Pedro.- Pedro nunca estuvo en Roma SECCIÓN XVII APOLONIO DE TYANA El catecismo esotérico de Apolonio de Tyana. Según se dijo en Isis sin Velo, los más grandes profesores de teología admiten que casi todos los libros de la antigüedad se escribieron en un lenguaje simbólico y tan sólo comprensible para los iniciados. Ejemplo de ello nos ofrece el bosquejo biográfico de Apolonio de Tyana, que, como saben los cabalistas, abarca toda la filosofía hermética y, en cierto modo, es un duplicativo de las tradiciones que nos restan del rey Salomón. Está escrito en estilo de amena novela; pero, como en el caso de aquel rey, algunos acontecimientos históricos se encubren bajo el colorido dela ficción. El viaje a la India simboliza, en todas sus etapas, las pruebas de un neófito,; a la par que da idea de la geografía y topografía de cierto país, como es hoy, si se sabe buscar. Las largas pláticas de Apolonio con los brahamanes, sus prudentes consejos, y los diálogos con Menipo de Corinto constituyen, bien interpretados, el catecismo esotérico. Su visita al imperio de los sabios y su entrevista con el rey Hiarcas, oráculo de Anfiarus, exponen simbólicamente muchos secretos dogmas de Hermes (en la acepción general de la palabra), y de ocultismo. Maravilloso es este relato; y si no estuviese apoyado lo que decimos por numerosos cálculos ya hechos y no estuviese el secreto medio revelado, no se hubiese atrevido la autora a decirlo. Se describen allí exacta, aunque alegóricamente, los viajes del gran Mago; es decir, que sucedió en efecto cuanto relata Damis, pero refiriéndolo a los signos del Zodíaco. Damis fué el amanuense del mismo Apolonio, y Filostrato copió la obra, que es realmente una maravilla. Al final de lo que ahora puede darse sobre el portentoso Adepto de Tyana, se hará más patente lo que queremos indicar. Baste decir, por ahora, que en los diálogos, debidamente interpretados, se revelan algunos importantísimos secretos de la Naturaleza. Elifas Leví advierte la gran semejanza que existe entre el rey Hiarcas y el fabulos Hiram, de quien Salomón adquirió el cedro del Líbano, y el oro de Ophir para construir el templo. Pero nada dice de otra semejanza que, como erudito cabalista, no debía ignorar. Extravíaél, además, al lector, según su invariable costumbre, con mixtificaciones y le aparta del verdadero camino, sin divulgar nada. Como la mayor parte de los héroes de la antigüedad, cuyas vidas y hechos sobresalen extraordinariamente del vulgo, Apolonio de Tyana es hasta hoy una esfinge que no ha encontrado aún Edipo. Su existencia está envuelta en tan misterioso velo, que suele tomársele por mito; si bien, lógicamente, no es posible considerarle como tal, porque entonces tampoco habríamos de admitir la existencia de Alejandro ni la de César. Está fuera de toda duda que Apolonio de Tyana, cuyas virtudes taumatúrgicas nadie ha superado hasta hoy, según atestigua la historia, apareció y desapareció de la vida pública sin saber cómo ni cuándo. Esta ignorancia se explica fácilmente. Durante los siglos IV y V de la era cristiana, se echó mano de todos los medios para borrar de la memoria de las gentes el recuerdo de este grande y santo hombre. Los cristianos destruyeron, por los motivos que veremos, las biografías apologéticas que de él se habían publicado, salvándose milagrosamente las crónicas de Damis, que hoy constituyen la única fuente de información. Pero no puede olvidarse que Justino mártir habla a menudo de Apolonio, representándonoslo impecable y veracísimo. Tampoco puede negarse que todos los Padres de la Iglesia citan a Apolonio, aunque mojando como de costumbre la pluma, en la negra tinta del odio teológico, de la intolerancia y del prejuicio. -El maestro misterioso.-La fama imperecedera de Apolonio de Tyana.-Semejanza entre la vida de Apolonio y la de Jesús.-Influencia de Apolonio después de su muerte.-Apolonio personaje histórico. SECCIÓN XVIII HECHOS SUBYACENTES EN LAS BIOGRAFÍAS DE LOS ADEPTOS Juan y Jesús compendios de la historia del sol.-Biografías de Iniciados.-"Soles de Justicia"-Significado oculto del Sol.-Analolía de leyendas.-Contradicciones de los concilios.-Grave error de interpretación.-Doctrina Seveta de Jesús.-Antiguo origen de la Cruz.-La Tau símbolo del "árbol de la Vida".-La Cruz y el crucifijo.-Puntos culminantes de la estructura bíblica.-Cábala de los Evangelios.-Confesiones de San Jerónimo.-Enseñanzas gnósticas. |
SECCIÓN
XIX
SAN CIPRIANO DE ANTIOQUÍA Manuscrito de San Cipriano.- La magia de Antioquía. SECCIÓN XX LA GUPTA VDYA ORIENTAL Y LA KABALAH Autoridad del Zohar.-Indicaciones a la cábala y al Zohar.-Los idiomas caldeo y hebreo.- El primer hombre.- Traducción árabe del alto Egipto.-Algunos sucesos no históricos.- El testimonio de Filón Judeo.- Pérdidas de los primitivos caracteres hebreos.-Desaparición de los pergaminos hebreos auténticos.-Esoterismo hebreo.- Una copia de la divinidad védica.- Verdadero significado del nombre de Jehováh.- El septenario sefira.- La Kabalah no explica la cosmogonía esotérica. SECCIÓN XXI ALEGORIAS HEBREAS La Biblia hebrea se ha perdido.- El hebreo no es lengua de Dios.- Los libros mosaicos.- El misterio del origen de la mujer.- Copias de los judíos.- El sagrado número siete según la Biblia.- Claves de las alegorías.- El padre y la madre. |
SECCIÓN
XXII
EL "ZOHAR" RESPECTO DE LA CREACIÓN DE LOS ELOHIM. El valor simbólico de las letras hebrea s.-Ángeles constructores.- La división del Cosmos según la cábala judía.- Erróneas interpretaciones de la cábala.- ¿Quienes son los Él.- Los Él hueste de potestades creadoras.- La hueste de Dios.- San Pablo admitió la Caballa. SECCIÓN XXIII LO QUE TIENEN QUE CECIR LOS CABALISTAS Y LOS OCULTISTAS El misterio del Sol.- El sol cabalístico. SECCIÓN XXIV LOS MODERNOS CABALISTAS DE LA CIENCIA Y LA ASTRONOMÍA OCULTA. Fuerzas cósmicas.- ¿Neptuno pertenece a nuestro sistema?.- La gravitación ley de leyes.-¿Existen en el espacio seres inteligentes? |
SECCIÓN
XXV
OCULTISMO ORIENTAL Y OCCIDENTAL La materia primaria.- Unidad y homogeneidad.- La magia judía y el clericalismo romano-.El caos del Génesis. -Prioridad del Rige Veda-.El agua de la vida-Coincidencias de cifras sobre el "caos". SECCIÓN XXVI LOS ÍDOLOS Y LOS TERAPHINES Adivinación por los serafines y el traspintándome de San Clemente de Alejandría.- El ídolo de la Luna. SECCIÓN XXVII LA MAGIA EGIPCIA Pruebas de los Papiros-Literatura de la época mosaica.- Símbolos y su lectura-.LA"Pasicortas" o juicio del alma-.La Magia practicada en todas las Dinastías egipcias-.Los"Huso" egipcios-Confusión de los dioses con demonios-.La obsesión en Egipto gran egiptólogo.- Los grandes discípulos de los Hierofantes egipcio s.-Leyendas verídicas. |
SECCIÓN
XXVIII
EL ORIGEN DE LOS MISTERIOS Un instante en el cielo-Justificación de los Misterios.- .......Se nos dice que en un principio no hubo Misterios. El conocimiento ( id ya) era propiedad común y predominó universalmente durante la Edad de oro o Saya Ayuga. Como dice el Comentario: "Los hombres aun no habían producido el mal en aquellos días de felicidad y pureza, porque su naturaleza más bien era divina que humana. Pero al multiplicarse rápidamente el género humano, se multiplicaron también las idiosincrasias de cuerpo y mente, y entonces el encarnado espíritu manifestó su debilidad. En las mentes menos cultivadas y sanas arraigaron exageraciones naturales y sus consiguientes supersticiones. El egoísmo nació de deseos y pasiones hasta entonces desconocidos, por los que a menudo abusaron los hombres de su poder y sabiduría, hasta que por último fue preciso limitar el número de los que sabían. Así empezó la Iniciación. Cada país se arregló un especial sistema religioso entonces , acomodado a su capacidad intelectual y sus necesidades espirituales; pero los sabios prescindida del culto a simples formas y restringieron a muy pocos el verdadero conocimiento. La necesidad de encubrir la verdad para res guardarla de posibles profanaciones, se dejó sentir más y más en cada generación, y así el velo, tenue al principio, fué gradualmente haciéndose tupido a medida que cobraba mayores bríos el egoísmo personal, lo cual condujo a los Misterios. Establecieronse la misterios en todos los pueblos y países y se procuró al mismo tiempo, para evitar toda contienda y error, que en las mentes de las masas profanas arraigasen creencias exotéricas inofensivamente adaptadas en un principio a las inteligencias vulgares, como rosado cuento a la compresión de los niños, sin temor de que la fe popular perjudicase a las filosóficas y abstrusas verdades enseñadas en los santuarios. Las lógicas y científicas observaciones de los fenómenos naturales que conducen al hombre al conocimiento de las eternas verdades, y le consienten acercarse a la observación libre de prejuicios, y ver con los ojos espirituales antes de mirar las cosas desde su aspecto físico, no se hallan al alcance del vulgo. Las maravillas del Espíritu único de la Verdad, de la siempre oculta e incomprensible Divinidad, tan sólo pueden desenmadejarse y asimilarse, por medio de Sus manifestaciones en los activos poderes de los "dioses" secundarios. Si la Causa universal y única permanece por siempre in abscondito, su múltiple acción se descubre en los efectos de la Naturaleza. Como el término medio de la humanidad sólo advierte y reconoce aquellos efectos , se dejó que la imaginación popular diese forma a las Potestades que los producen. Y con el rodar de los tiempos, en la quinta raza , la aria, algunos sacerdotes poco escrupulosos se valieron de las sencillas creencias de las gentes, y acabaron por elevar dichas Potestades secundarias a la categoría de dioses, aislándolos completamente de la única y universal Causa de todas las causas. Desde entonces, el conocimiento de las verdades primitivas permaneció por completo en manos de los iniciados. Insignes opiniones sobre los Misterios.-"Preste" sinónimo de filósofo.- Los cuatro centros del antiguo Egipto.-Revelacion y velación.-Esoterismo de los Druidas.-Enseñanza druídica de la reencarnación. |
SECCIÓN
XXIX
LA PRUEBA DEL INICIADO-SOL Vishvakarma vikarttana.Ceremonias de la Iniciación.-Transfusión de vida espiritual.-Mistificación de la masoneria.-El rito de "Hiramm-Abiff.
SECCIÓN XXX EL MISTERIO DEL "SOL DE LA INICIACIÓN" El Dios Sol.-Solus y Helios.-Jehová y Baco.
SECCIÓN XXXI LOS OBJETOS DE LOS MISTERIOS Los Ritos Místicos. ...Los primeros Misterios que recuerda la historia son los de Samotracia. Después de la distribución del fuego puro, empezaba una nueva vida. Era el nuevo nacimiento del iniciado, mediante el cual, como los antiguos brahmanes de la India, se convertía en un "dos veces nacido". Dice Platón en su Fedro Iniciado en el que con justicia puede llamarse el más bendito misterio nosotros puros. Diodoro, Sículo, Herodoto y Sanconiatón el fenicio (los historiadores más antiguos), dicen que el origen de estos Misterios se pierde en la noche de los tiempos y se remonta a millares de años, antes probablemente de la época histórica. Cuenta Jámblico que Pitágoras fué iniciado en todos los misterios de Biblo y Tiro, en las sagradas ceremonias de los sirios y en los misterios de los fenicios (2). Según se dijo en Isis sin Velo: Cuando hombres de tan notoria moralidad como Pitágoras, Platón y Jámblico, tomaron parte en los Misterios y hablaban de ellos con veneración, hacen mal los modernos críticos en juzgarlos tan sólo por las apariencias. Sin embargo, esto es lo que hasta ahora ha hecho la crítica, y especialmente los Padres de la Iglesia. Clemente de Alejandría abomina de los misterios "obscenos y diabólicos", si bien en otros pasajes de sus obras, ya citadas en ésta, afirma que los misterios eleusinos eran idénticos a los judíos y aún quisiera el alegar que tomados de estos. Constaban los Misterios de dos partes. Los menores se cumplían en Agrae y los mayores en Eleusis; y el mismo San Clemente fué iniciado en ellos. Pero las Katharsis o pruebas de purificación , se han entendido mal siempre. Lo que de ello dice Jámblico, que es lo peor, debiera satisfacer a quienes no estén cegados por el prejuicio. Las representaciones de esta clase en los Misterios tenían por objeto librarnos de las pasiones licenciosas recreando la vista, y al mismo tiempo vencer todo mal pensamiento mediante la temerosa santidad que acompañaba a los ritos. El Dr. Warburton observa: Los más sabios y mejores hombres del mundo pagano, están acordes en que los Misterios se instruyeron con toda pureza para lograr los más nobles fines, por los más meritorios medios.
Aunque en los Misterios se admitían personas de toda condición y sexo, y aun era obligatorio participar en algo de ellos, muy pocos alcanzaban en verdad la suprema y final iniciación. Proclo da los siguientes grados de los Misterios en el cuarto libro de su Teología de Platón. Dice: El rito perfecto precede en orden a la iniciación llamada Telete, muesis , y a la epopteia o revelación final. Teón de Esmirna en su obra Mathematica, divide también los ritos místicos en cinco partes: La primera es la purificación preventiva; porque los misterios no se comunican a cuantos quieren conocerlos; sino que hay algunas personas a quienes previene la voz del pregonero....pues para que a los tales no se les excluya de los misterios es necesario que sufran ciertas purificaciones, a las que sucede la recepción de los sagrados ritos. La tercera parte se llama epopteia o recepción. Y la cuarta, que es el fin y propósito de la revelación, es (la investidura). con el vendaje de la cabeza y la fijación de coronas....después de esto el iniciado desempeña el oficio de antorchero, o cualquiera otra servidumbre sacerdotal. Pero la quinta parte, producto de todas éstas, es la amistad e interior comunicación con Dios. Este era el último y más imponente misterio........................................... -La Teofanía en la Iniciación.-Los Misterios y la Masonería.-Los Misterios en Méjico y en el Perú. |
SECCIÓN
XXXII
VESTIGIOS DE LOS MISTERIOS Aspecto dual del Sol.-Christos y Chrestos.-Oculto simbolismo de Narada.-Símbolos Cristianos antes del Cristianismo.-Cuatro de los siete grados de Iniciación.-La víctima del propio sacrificio.-Simbolismo de la Rosa y de la Cruz.-
SECCIÓN XXXIII POSTRIMERÍAS DE LOS MISTERIOS EN EUROPA Caída de Alesia y Bibractis.- La última hora de los Misterios en Europa.-La erudición egipcia.
SECCIÓN XXXIV LOS SUCESORES POSTCRISTIANOS DE LOS MISTERIOS Eco fiel de la creencia Vedantina.-Cumplimiento del ciclo de necesidad.-La falsa Gnosis.-Teósofos egipcios.-Enseñanzas de Amonio.-Iniciaciones Neoplatónicas.-Pujanza y fracaso del Neoplatonismo.-Persecución del Neoplatonismo por la Iglesia.
EL SIMBOLISMO ASTRONÓMICO Y LOS CICLOS SECCIÓN XXXV SIMBOLISMO DEL SOL Y DE LAS ESTRELLAS Los Ángeles Planetarios y los Dioses Kabiris.-La danza Cíclica.-Astrolatría Cristiana.-Los "siete brazos del candelabro".-El victorioso Miguel.-San Clemente conocía el sistema Heliocéntrico.-San Justino adorador de Dios enel Sol. SECCIÓN XXXVI ASTROLOGÍA Y CULTO SIDÉREO DE LOS PAGANOS La Astrología Esotérica no adoró ídolos.-Espíritus planetarios, Dhyans Choanes y Kumaras.-Las célebres "Esferas" armilares.-El "Bautismo de Fueo" es un Misterio Prometeico.
SECCIÓN XXXVII LAS LAMAS DE LAS ESTRELLAS HEIOLATRÍA UNIVERSAL. Los videntes y las verdades ocultas.-Miguel regente de Saturno.- Confesión singular.
SECCIÓN XXXVIII ASTROLOGÍA Y ASTROLATRÍA Raíz de la Astrología.- La Astrología blanca y negra.- Antigüedad del Zodiaco.-Astrólogos eminentes.-La Astrología, antiguo conocimiento Universal.
SECCIÓN XXXIX CICLOS Y AVATARAS Cifras Cíclicas.-Vaticinio incumplido.-Multiplicidad numérica de los ciclos.
SECCIÓN XL CICLOS SECRETOS La India cuna de las matemáticas.-Antigüedad de los Vedas.-Testimonios astronómicos.-Argumentos de Mackey.-Edades Indas.-El reinado de Yudhistira. |
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