ISIS
SIN VELO (TOMO I) Helena Petrovna Blavatsky |
ÍNDICE
Prólogo del traductor Prefacio Ante el Velo |
CAPÍTULO
PRIMERO
EL VELO DE ISIS
Axioma de la Filosofía hermética. “Empezamos
las investigaciones en donde las modernas
En la biblioteca Astort, de Nueva York, hay el facsímil de un tratado
egipcio de medicina escrito en el año 1552 antes de J. C., cuando,
según la cronología corriente, contaba Moisés veintiún
años de edad. Los caracteres están trazados sobre una corteza
interna del Cyperus papyrus, y el profesor Schenk, de Leipzig, no sólo
atestigua su autenticidad, sino que lo diputa por el más perfecto
de cuantos se conocen. Es una sola hoja de excelente papiro amarillento
obscuro, de tres decímetros de ancho y más de veinte metros
de largo, arrollado en ciento diez páginas cuidadosamente numeradas.
Lo adquirió en 1872 el arqueólogo Ebers de manos de un árabe
de Luxor. El periódico La Tribuna, de Nueva York, dijo, a propósito
de este asunto, que del examen del papiro se infiere con toda probabilidad
que es uno de los seis Libros herméticos de Medicina citados por
Clemente de Alejandría. Dice el mismo periódico: “El
año 363, en tiempo de Jámblico, los sacerdotes egipcios
enseñaban cuarenta y dos libros atribuidos a Hermes (Thuti). Según
Jámblico, de estos libros, treinta y seis trataban de todos los
conocimientos humanos y los seis restantes se ocupaban especialmente en
anatomía, patología, oftalmología, quirúrgica
y terpéutica (4). El Papiro de Ebers es seguramente uno de estos
tratados herméticos”.
Hasta hace muy poco estaba de moda hablar de “los insostenibles conceptos de un pasado inculto”, ¡como si fuera posible ocultar tras un epigrama las canteras intelectuales en que se labraron tantas reputaciones científicas! Así como Tyndall propende fácilmente a mofarse de los antiguos filósofos con cuyas ideas se han pavoneado muchos sabios modernos, así también se inclinan de día en día los geólogos a suponer que las razas arcaicas estaban sumidas en profunda barbarie. Sin embargo, no todos los orientalistas son de esta opinión, pues algunos sostienen lo contrario, como, por ejemplo, Max Müller que dice: “Hay todavía muchas cosas incomprensibles para nosotros, y el lenguaje jeroglífico de los antiguos tan sólo expresa la mitad de los pensamientos. Sin embargo, la imagen del hombre se nos aparece cada vez más pura y noble en todos los países, según nos acercamos a su origen y comprendemos sus errores e interpretamos sus ensueños. Por lejanas que estén las huellas del hombre, aun en los más apartados confines de la historia, descubrimos desde un principio el divino don de la vigorosa y razonable inteligencia, de suerte que es imposible sostener que la raza humana haya surgido lentamente de las profundidades de la brutalidad animal" (5).
A pesar de las vacilantes hipótesis de los geólogos empezamos a tener casi diariamente pruebas de las aserciones de aquellos filósofos, quienes dividían la existencia del hombre sobre la tierra en dilatados ciclos, durante cada uno de los cuales alcanzaba gradualmente la humanidad el pináculo de la civilización para ir sumiéndose paulatinamente en la más abyecta barbarie. De los maravillosos monumentos de la antigüedad todavía existentes y de la descripción que hace Herodoto de otros ya desaparecidos, puede inferirse, aunque no por completo, el eminente grado de progreso a que llegó la humanidad en cada uno de sus pasados ciclos. Ya en la época del célebre historiador griego eran montones de ruinas muchos templos famosos y pirámides gigantescas a que el padre de la historia llama “venerables testigos de las glorias de nuestros remotors antepasados”. Elude Herodoto tratar de las cosas divinas y se contrae a describir, según referencias llegadas a sus oídos, los maravillosos subterráneos del Laberinto que sirvieron de sepulcro a los reyes iniciados cuyos restos yacen todavía en lugares ocultos.
En una de sus obras describe Taylor dichas estatuas diciendo que es verdaderamente
inimitable la belleza plástica de aquellas testas con ojos de piedras
preciosas y párpados de cobre.
Las ciencias enseñads en los santuarios estaban veladas impenetrablemente por el más sigiloso arcano. Ésta es la causa del poco aprecio en que hoy se tiene a los filósofos antiguos, y más de un comentador acusó de incongruentes a Platón y Filo Judeo, por no advertir el propósito que se trasluce bajo el laberinto de contradicciones metafísicas cuya aparente absurdidad tan perplejos deja a los lectores del Timeo. Pero ¿qué comentador de los clásicos supo leer a Platón? Esto nos mueve a preguntar los juicios críticos que sobre el insigne filósofo encontramos en las obras de Stalbaüm, Schleiermacher, Ficino, Heindorf, Sydenham, Buttmann, Taylor y Burges, por no citar otros de menos autoridad. Las veladas alusiones de Platón a las enseñanzas esotéricas han puesto en extrema confusión a sus comentadores, cuya atrevida ignorancia llegó al punto de alterar muchos pasajes del texto, creídos de que estaban equivocadas las palabras. Así tenemos que respecto a la alusión órfica en que el autor exclama: Del canto el orden de la sexta raza cierra, cuya
interpretación sólo cabe dar en el sentido de la aparición
de la sexta raza en la consecutiva evolución de las esferas (7),
opina erróneamente Burges que el pasaje “está sin
duda tomado de una cosmogonía, según la cual fue el hombre
el último ser creado” (8). El que edita una obra ¿no
tiene la obligación de por lo menos entender lo que dice el autor?
Si después de estudiarla como es debido comparáramos las enseñanzas pitagóricas de la metempsícosis con la moderna teoría de la evolución, hallaríamos en ella todos los eslabones perdidos en esta última; pero ¿qué sabio se avendría a desperdiciar el tiempo en lo que llaman quimeras de los antiguos? Porque, a pesar de las pruebas en contrario, dicen que, no ya las naciones de las épocas arcaicas, sino que ni siquiera los filósofos griegos tuvieron la más leve noción del sistema heliocéntrico. San Agustín, Lactancio y el venerable Beda desnaturalizaron con su ignorante dogmatismo las enseñanzas de los teólogos precristianos; pero la filología, apoyada en el exacto conocimiento del sánscrito, nos coloca en ventajosa situación para vindicarlos. Así, por ejemplo, en los Vedas encontramos la prueba de que 2.000 años antes de J. C., los sabios indos conocían la esfericidad de la tierra y el sistema heliocéntrico que tampoco ignoraba Pitágoras, por haberlo aprendido en la India, ni su discípulo Platón.
ANTIGUOS CÓMPUTOS ASTRONÓMICOS Aunque Haug remonta la antigüedad de los Brâhmanas tan sólo a unos 1.200 ó 1.400 años antes de J. C., reconoce que los himnos más antiguos corresponden al comienzo de la literatura védica, entre los años 2.400 y 2.000 antes de J. C., pues no ve razón para considerar los Vedas menos antiguos que las Escrituras chinas. Sin embargo, como está probado de sobra que el Shu-King (Libro de la Historia) y los cantos sacrificiales del Shi-King (Libro de las Odas) datan de 2.200 años antes de J. C., los filólogos modernos se verán forzados a confesar la superioridad de los indos en conocimientos astronómicos.
Es muy importante advertir que el texto hebreo del Génesis, según
saben los hebraístas, dice así: “A todos los animales
de la tierra y a todas las aves del aire y a cuanto se arrastra por el
suelo les di alma viviente” (17). Pero los traductores han adulterado
el original substituyendo la frase subrayada por la de: “allí
en donde hay vida”. que los traductores de las Escrituras hebreas han tergiversado el sentido del texto en todos los capítulos, falseando hasta la significación del nombre de Dios que traducen por Él cuando el original dice ... Al que, según Higgins, significa Mithra, el Sol conservador y salvador. Drummond prueba también que la verdadera traducción de Beth-El es Casa del Sol y no Casa de Dios, pues en la composición de estos nombres cananeos, la palabra El no significa Dios, sino Sol (18).
Después de prolongadas y complejas observaciones, sólo cabe afirmar que la inteligencia más privilegiada y la más sutil imaginación retroceden confundidas ante la magnitud del problema. no hay microscopio capaz de reponernos de nuestro asombro, y no sólo dudamos de la valía de este instrumento, sino de si en verdad la mente humana puede inquirir las más íntimas energías estructurales de la naturaleza”.
Esta figura contiene todas las demás y los capaces de comprenderla no necesitan valerse de la imaginación ni del microscopio, porque ninguna lente óptica supera en agudeza a la percepción espiritual. Para los versados en la magna ciencia, la descripción que un niño psicómetra pueda dar de la génesis de un grano de arena, de un pedazo de cristal o de otro objeto cualquiera, es mucho más fidedigna que cuantas observaciones telescópicas y microscópicas aleguen las ciencias experimentales.
No sucede lo propio en la hipótesis de Huxley acerca de los fundamentos fisiológicos de la vida. Contra las negaciones de sus colegas alemanes admite un protoplasma universal que al formar las células origina la vida. Este protoplasma es, según Huxley, idéntico en todo organismo viviente, y las células que constituye entrañan el principio vital, pero excluye de ellas el divino influjo y deja sin resolver el problema. Con habilísima táctica convierte las leyes y hechos en centinelas cuyo santo y seña es la palabra necesidad, aunque al fin y a la postre desbarata toda la hipótesis calificándola de “vano fantasma de mi imaginación”. “Las doctrinas fundamentales del espiritualismo, continúa diciendo Huxley, trascienden toda investigación filosófica” (21). Sin embargo, nos atreveremos a contradecir esta afirmación observando que mejor se avienen las doctrinas espiritualistas con las investigaciones filosóficas que con el protoplasma de Huxley, pues al menos ofrecen pruebas evidentes de la existencia del espíritu, mientras que una vez muertas las células protoplásmicas, no se advierte en ellas indicio alguno de que sean los orígenes de la vida, como pretende el eminente pensador contemporáneo.
Vemos, por lo tanto, que los filósofos positivistas de nuestros días tuvieron sus precursores hace miles de años. El adepto hermético proclama que el simple sentido común excluye toda contingencia de que el universo sea obra del acaso, pues equivaldría este absurdo a suponer que los postulados deEuclides los dedujo un mono entretenido en jugar con figuras geométricas.
No pueden ir más allá de la línea trazada por el dedo del mismo Dios en este mundo, como límite del conocimiento humano. Sin darse cuenta, han topado algunos viajeros con estos adeptos en las orillas del sagrado Ganges, en las solitarias ruinas de Tebas, en los misteriosamente abandonados aposentos de Luxor, en las cámaras de azules y doradas bóvedas cuyos misteriosos signos atraen sin fruto posible la atención del vulgo. Por doquiera se les encuentra, lo mismo en las desoladas llanuras del Sahara y en las cavernas de Elefanta, que en los brillantes salones de la aristocracia europea; pero sólo se dan a conocer a los desinteresados estudiantes cuya perseverancia no les permite volver atrás. El insigne teólogo e historiador judío Maimónides, a quien sus compatriotas casi divinizaron, para después acusarle de herejía, afirma que lo en apariencia más absurdo y extravagante del Talmud, encubre precisamente lo más sublime de su significado esotérico.
Este eruditísimo judío ha demostrado que la magia caldea profesada por Moisés y otros taumaturgos, se fundaba en amplios y profundos conocimientos de diversas y hoy olvidadas ramas de las ciencias naturales, pues conocían por completo los recursos de los reinos mineral, vegetal y animal, aparte de los secretos de la química y de la física, con añadidura de las verdades espirituales que les daban tanta idoneidad en psicología como tuvieron en fisiología. No es maravilla, pues, que los adeptos educados en los misteriosos santuarios de los templos, obraran portentos en cuya explicación fracasaría la infatuada ciencia contemporánea.
Es denigrante para la dignidad humana motejar de imposturas la magia y
las ciencias ocultas, pues si hubiera sido posible que durante miles de
años fuesen unas gentes víctimas de los fraudes y supercherías
amañados por otras gentes, necesario sería confesar que
la mitad de los hombres son idiotas y la otra mitad bribones. ¿En
qué país no se ha practicado la magia? ¿En qué
época se olvidó por completo?
En los países occidentales es la magia tan antigua como en los orientales. Los druidas de la Gran Bretaña y de las Galias la ejercían en las reconditeces de sus profundas cavernas, donde enseñaban ciencias naturales y psicológicas, la armonía del universo, el movimiento de los astros, la formación de la tierra y la inmortalidad del alma (25). En las naturales academias edificadas por mano del invisible arquitecto, se congregaban los iniciados al filo de la media noche para meditar sobre lo que es y lo que ha de ser el hombre (26). No necesitaban de iluminación artificial en sus templos, porque la casta diosa de la noche hería con sus rayos las cabezas coronadas de roble y los sagrados bardos de blancas vestiduras sabían hablar con la solitaria reina de la bóveda estrellada (27).
ANTIGÜEDAD DE LA MAGIA Pero aunque el ponzoñoso hálito del materialismo haya consumido las raíces de los sagrados bosques y secado la savia de su espiritual simbolismo, todavía medran con exuberante lozanía para el estudiante de ocultismo, que los sigue viendo cargados del fruto de la verdad tan frondosamente como cuando el archidruida sanaba mágicamente a los enfermos y tremolando el ramo de muérdago segaba con su dorada segur la rama del materno roble. La magia es tan vieja como el hombre y nadie acertaría en señalar su origen, de la propia suerte que no cabe computar el nacimiento del primer hombre. Siempre que los eruditos intentaron determinar históricamente los orígenes de la magia en algún país, desvanecieron sus cálculos investigaciones posteriores. Suponen algunos que el sacerdote y rey escandinavo Odín fue el fundador de la magia unos 70 años antes de J. C.; pero hay pruebas evidentes de que los misteriosos ritos de las sacerdotisas valas son muy anteriores a dicha época (28).
En su visita al país de los sabios, en la plática que sostuvo con el rey Hiarkas y en el oráculo de Anfiarao, se simbolizan muchos dogmas secretos de Hermes, cuya explicación revelaría no pocos misterios de la naturaleza. Eliphas Levi indica la sorprendente analogía entre el rey Hiarkas y el fabuloso Hiram, de quien recibió Salomón el cedro del Líbano y el oro de Ofir. Curioso fuera averiguar si los modernos masones, por mucha que sea su elocuencia y habilidad, saben quién es el Hiram cuya muerte juran vengar.
Si prescindiendo de las enseñanzas puramente metafísicas de la cábala, atendiéramos tan sólo al ocultismo fisiológico, podríamos obtener resultados beneficiosos para algunas ramas de la moderna ciencia experimental, tales como la química y la medicina. A este propósito, dice Draper: “A menudo descubrimos ideas que orgullosamente diputábamos por privativas de nuestra época”. Esta observación a que dio pie el examen de los tratados científicos de los árabes, puede aplicarse con mucho mayor motivo a las obras esotéricas de los antiguos. La medicina moderna sabe de seguro más anatomía, fisiología y terpéutica, pero ha perdido el verdadero conocimiento por su encogido criterio, inflexible materialismo y dogmatismo sectario.
Cada escuela médica desdeña saber lo que otras opinan y todas ellas desconocen el grandioso concepto que de la naturaleza y el hombre sugieren los fenómenos hipnóticos y los experimentos de los norteamericanos sobre el cerebro, cuyos resultados son la más acabada derrota del estúpido materialismo. Sería conveniente convocar a los médicos de las distintas escuelas para demostrarles que muchas veces se estrella su ciencia contra la rebeldía de enfermedades, vencidas después por saludadores hipnóticos o mediumnímicos. Quienes estudien la antigua literatura médica, desde Hipócrates a Paracelso y Van Helmont, hallarán multitud de casos fisiológicos y psicológicos, perfectamente comprobados, con medicinas y tratamientos terapéuticos cuyo empleo desdeñan los médicos contemporáneos (30). De la propia manera, los cirujanos del día confiesan su inferioridad respecto de la admirable destreza de los antiguos en el arte de vendar. Los más notables cirujanos parisienses han examinado el vendaje de las momias egipcias, sin verse capaces de imitar el modelo que ante sí tenían.
A este propósito, dice muy oportunamente Draper: “Pacientes y precisas observaciones se necesitaron para obtener estos resultados astronómicos, cuya valía han corroborado nuestros tiempos. Los babilonios computaron el año tropical con veintisiete segundos de error, y el sideral con dos minutos de exceso. Conocieron la precesión de los equinoccios y predijeron y calcularon los eclipses con auxilio de su ciclo llamado saros, que constaba de 6.585 día, con un error de diecinueve minutos y treinta segundos. Todos estos cálculos son prueba incontrovertible de la paciente habilidad de los astrónomos caldeos, pues con imperfectos instrumentos lograron tan precisos resultados. Habían catalogado las estrellas y dividido el zodíaco en doce signos, el día en doce horas y la noche en otras tantas. Durante mucho tiempo estudiaron las ocultaciones de las estrellas detrás de la luna, según frase de Aristóteles, conocieron la situación de los planetas respecto del sol, construyeron cuadrantes, clepsidras, astrolabios y horarios y rectificaron los erróneos conceptos que sobre la estructura del sistema solar predominaban por entonces.
El mundo permanente de las verdades eternas que interpenetra el transitorio mundo de ilusiones y quimeras no ha de ser descubierto por las tradiciones de los hombres que vivieron en los albores de la civilización ni por los ensueños de los místicos que presumían de inspiración, sino que han de descubrirlo las investigaciones de la geometría y la práctica interrogación de la naturaleza”.
INVESTIGACIONES GEOMÉTRICAS Respecto a la eficacia de las investigaciones geométricas, ya no han de contraerse los estudiantes de ocultismo a nuevas conjeturas, sino que pueden seguir la orientación señalada en nuestros días por el insigne geómetra norteamericano Jorge Felt, quien apoyado en los antecedentes sentados por los antiguos egipcios, ha inferido las siguientes consecuencias:
A este propósito, dice: “Cuando tratamos de la estrecha relación entre los dáctilos y las fuerzas magnéticas, no nos referimos tan sólo a la piedra imán y a nuestro concepto de la naturaleza, sino que consideramos el magnetismo en conjunto. Así se comprende cómo los iniciados que se dieron el nombre de dáctilos asombraran a las gentes con sus artes mágicas y realizaran prodigiosas curaciones. A esto añadieron la preceptuación del cultivo de la tierra, la práctica de la moral, el fomento de las ciencias y de las artes, las enseñanzas de los Misterios y las consagraciones secretas. Si todo esto llevaron a cabo los sacerdotes cabires, ¿no recibirían auxilio y guía de los misteriosos espíritus de la naturaleza? (32) De la misma opinión es Schweigger, quien demuestra que los antiguos fenómenos teúrgicos derivaban de fuerzas magnéticas “guiadas por los espíritus”. |
CAPÍTULO II
Valía de las pruebas Juicio de los científicos Conclusión de Crookes Autenticidad del Alcahest. Elogio de Paracelso El espiritismo clerical Nombres nuevos para ideas viejas Fuerza contra fuerza Opiniones de Schopenhauer Las mesas rotatorias La energía atómica La fuerza mediumníca Milagros de Bacón ............................................................Dice un proverbio persa: "Cuanto más obscuro está el cielo, más brillan las estrellas." Así, en el negro firmamento de la Edad Media aparecieron los misteriosos Hermanos de la Rosa Cruz, que no organizaron asociaciones ni instituyeron colegios, porque, acosados por todas partes como fieras, los tostaba sin escrúpulo la iglesia católica en cuanto caían en sus manos.
A este propósito dice Bayle: " Como la religión prohíbe el derramamiento de sangre en su Ecclesia non movit sanguinem, quemaban a las víctimas, cual si al quemarlas no vertiesen su sangre"
Varios de estos místicos, guiados por las enseñanzas aprendidas en manuscritos secretamente conservados de generación en generación, llevaron á cabo descubrimientos que no desdeñarían hoy las ciencias experimentales. El monje Rogerio Bacón, vituperado de charlatán y tenido por aprendiz de artes mágicas, pertenece de derecho, sino de hecho, a la Fraternidad de los estudiantes de ocultismo. Floreció en el siglo XIII con Alberto el Magno y Tomás de Aquino, y sus descubrimientos de la pólvora, de las lentes ópticas y varios mecanismos, fueron atribuidos a hechicería por pacto demoníaco, y de ellos se aprovechan hoy mismo quienes más le encarnecen. En un drama de la época de Isabel de Inglaterra, escrito por Roberto Green y basado en la historia legendaria de Rogerio Bacón, se dice, que habiendo sido presentado al rey, le pidió éste que demostrase algo de su saber ante la reina, y que él entonces movió la mano y oyóse al punto una música tan armoniosa como jamás la oyera ninguno de cuantos la escuchaban. Fue la música en crescendo y de pronto aparecieron cuatro figuras que danzaron un buen espacio, hasta desvanecerse en el aire. Movió de nuevo el monje la mano y súbitamente se difundió por la estancia tan exquisito perfume que parecía hábilmente preparado con los más finos y delicados aromas del mundo.
Aseguro después Bacón a uno de los caballeros allí presentes , que iba a presentarle la mujer de quien andaba enamorado, y descorriendo las cortinas de la cámara regia, apareció a los ojos de los circunstantes una cocinera cucharón en mano que desapareció con igual presteza.
Encolerizado el orgulloso caballero por aquella humillación, amenazó al monje con su venganza, pero él repuso tranquilamente: "No me amenace vuestra gracia, porque mayor pudiera ser su vergüenza y ande alerta en decir otra vez que los letrados mienten"....................................................................
El espectro sin alma Formas materializadas Espíritus elementarios |
CAPÍTULO III Exposiciones erróneas La religión de Comte Negaciones del positivismo Opinión de Hare Fecundación artificial Los monos de la ciencia Epidemia de negaciones La ciencia ultramontana Panaceas y específicos El Demiurgos El lirio de Gabriel Acusación contra Bruno Ideas pitagóricas de Bruno Enseñanzas orientales |
CAPÍTULO IV Fenómenos psíquicos La enciclopedia del diablo La Ciencia contra la Teología El ventriloquismo de Bavinet El meteoro felino Thury contra Gasparín Contradicciones de Gasparín La fuerza ecténica Ateísmo científico Confusiones de los científicos Los científicos rusos La gruta-gabinete de Lourdes Huxley define la prueba Protesta de un periódico cristiano. |
CAPÍTULO
V
Yo soy el espíritu que siempre niega. Mefistófeles, en FAUSTO. El
Espíritu de verdad a quien el mundo no pudo SAN JUAN, XIV-17. Millones
de seres espirituales recorren la tierra y no los vemos La
mente no basta por sí sola para abarcar lo espiritual. W. HOWITT.
EL TELÉFONO DE BELL Otro reciente y admirable descubrimiento es la posibilidad de hablar desde muy lejos por medio de un aparato llamado teléfono que acaba de inventar Graham Bell. La nueva invención tuvo por precedente los tubos acústicos, consistentes en dos pequeñas bocinas de estaño recubiertas de terciopelo y enlazadas por un bramante. Entre Boston y Cambridgeport se ha sostenido por teléfono una conversación durante la cual se oyeron distintamente todas las palabras con la peculiar modulación de voz. Las ondas sonoras recibidas por un imán, se transmiten eléctricamente a lo largo del alambre en cooperación con dicho imán. El buen funcionamiento dela aparato depende de la regularidad de la corriente eléctrica y de la potencia del imán que ha de cooperar a su acción.
Dice que “durante su estancia en Egipto, una de las Cleopatras mandó noticias por un alambre a todas las ciudades del alto Nilo, desde Heliópolis a Elefantina” (3).
ETIMOLOGÍA DEL MAGNETISMO Pero antes de pasar adelante, conviene enunciar, según insinuamos ya, dos categóricas proposiciones, que para los antiguos teurgos fueron leyes demostradas.
Estos últimos son de índole análoga a los producidos por Mesmer y sus sucesores, entre quienes se cuentan en nuestros días dos hombres de no común cultura, Du Potet y Regazzoni, cuyas maravillosas facultades les dieron bien atestiguada nombradía en Francia y otros países. El hipnotismo es la más importante modalidad de la magia, cuyos efectos tienen por causa el agente universal propio de las obras mágicas que en todo tiempo se denominaron milagros.
A este propósito dice Dunlap: “Eumolpo es el mítico fundador de los enmólpidos o sacerdotes que atribuían su saber a la inteligencia divina” (6). Las cosmogonías de los diversos pueblos identificaban el alma árquea universal con la mente del Demiurgos, la Sophia de los agnósticos o el Espíritu Santo en su aspecto fenoménico; y como los magos derivaban su nombre de este principio, se llamó a la piedra imán magnes, en honor de los que primeramente descubrieron sus maravillosas propiedades. Los templos de los magos abundaban en todas partes y entre ellos había algunos dedicados a Hércules (7), por cual razón se le dio a la piedra imán el nombre de magnesiana o heráclea, cuando se supo que los sacerdotes la empleaban en sus operaciones terapéuticas y mágicas. Sobre este particular dice Sócrates: “Eurípides la denomina piedra magnesiana, pero el vulgo la llama heráclea” (8). De
modo que los magos dieron nombre a la comarca tesaloniense de Magnesia
y a la piedra imán que allí abundaba y no al contrario.
Plinio dice que los sacerdotes romanos magnetizaban el anillo nupcial
antes de la ceremonia. Los historiadores paganos guardan cuidadoso silencio
acerca de los misterios mágicos, y Pausanias declara que en sueños
le conminaron a no revelar los sagrados ritos del templo de Demetrio y
Perséfona en Atenas (9). La ciencia moderna no ha tenido más remedio que admitir el magnetismo animal después de negarlo durante mucho tiempo; pero aunque nadie lo pone en duda como propiedad del organismo animal, todavía lo combaten las Academias más encarnizadamente que nunca, en cuanto a su secreta influencia psicológica.
Es deplorablemente asombroso que las ciencias experimentales no acierten a dar una hipótesis razonable sobre la potencia magnética. Diariamente aparecen pruebas de que esta modalidad energética intervenía en los misterios teúrgicos y por su influencia se explican fácilmente las secretas facultades de los taumaturgos para realizar tantos prodigios. De esta índole fueron los dones otorgados por Jesús a sus discípulos, pues en el momento del milagro sentía el Nazareno una fuerza dimanante de él.
En su diálogo con Theages (10), habla Sócrates de su daimon o dios familiar y de la facultad que poseía de transmitir o retener los conocimientos y virtudes de modo que las gentes de su trato recibiesen o no beneficio de su compañía, y al efecto cita el siguiente ejemplo, para corroborar sus palabras, con estas otras puestas en boca de Arístides: “He de declararte, Sócrates, una cosa increíble, pero que por los dioses te aseguro cierta. Allego mucho beneficio cuando estoy contigo en la misma casa; y el beneficio es todavía mayor si estamos en el mismo aposento y todavía más si te veo a mi lado, pero sube de punto cuando me pongo en toque contigo”.
Pitágoras enseñaba que la Mente divina está difundida e infundida en todas las cosas, de modo que por su universalidad cabe transportarla de un objeto a otro y servir de instrumento a la voluntad para formar todas las cosas. Según Platón, la Mente divina o Nous es el Kurios de los griegos. A este propósito, dice: “Kurios simboliza la pura y simple naturaleza de la mente, la sabiduría” (11). Así tenemos que Kurios es Mercurio o sabiduría divina y Mercurio es el Sol (12), de quien Thot o Hermes recibió la sabiduría transmitida al mundo por mediación de sus obras. Hércules es también el Sol, considerado como depósito celeste del magnetismo universal (13) o, mejor dicho, Hércules es la luz magnética que transmitida a través del “ojo abierto en los cielos” penetra en las regiones de nuestro planeta para convertirse en el creador. El valeroso titán Hércules ha de sufrir doce pruebas. Se le llama “Padre de todas las cosas” “el nacido por sí mismo” (autophues) (14). El diablo Tifón (15) mata a Hércules, identificado en este caso con Osiris, padre y hermano de Horus (16). Se le da el epíteto de Invicto cuando desciende al Hades (jardín subterráneo) y después de arrancar las “manzanas de oro” del “árbol de la vida”, mata al dragón (17). El rudo poder titánico, bajo el que se encubre el dios solar, se opone en forma de materia ciega al divino y magnético espíritu que propende a la armonía de la naturaleza.
Según
dice Anthon (19), en los Misterios de Samotracia, después de la
distribución del fuego puro, empezaba una nueva vida. Éste
era el nuevo nacimiento a que Jesús aludía en su plática
con Nicodemo. Y sobre lo mismo, dice Platón: “Iniciaos en
el más bendito misterio y sed puros... para llegar a ser justos
y santos con sabiduría” (20). A lo cual añade el Evangelista:
“Y dichas estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid
el Espíritu Santo” (21).
Este simple acto de la voluntad bastaba para transmitir el don de profecía en su más alta modalidad, si tanto el iniciador como el iniciado eran dignos de ello. A este propósito dice el reverendo Gross: “Sería tan injusto como antifilosófico menospreciar este don, cual si en su presente modalidad fuese corrompido retoño o consumida reliquia de una época de ignorante superstición.
En todo tiempo intentó el hombre levantar el velo que oculta a sus ojos lo futuro y, por lo tanto, siempre se tuvo la profecía por don concedido por Dios a la mente humana...
Zwinglio, el reformador suizo, daba por fundamento a su fe en la providencia del Ser Supremo, la cosmopolita enseñanza de que el Espíritu Santo inspiraba también a la más digna porción del mundo pagano. Admitida esta verdad, no es posible suponer que los paganos dignos de él no pudieran recibir el don de profecía” (22).
La serpiente es, en este caso, emblema de la eternidad y representa a Agathodaimon o espíritu del bien, cuyo opuesto aspecto es Kakothodaimon o espíritu del mal. Los Eddas escandinavos dicen que durante la noche, cuando el ambiente está impregnado de humedad, cae el rocío de miel, alimento de los dioses y de las creadoras abejas yggdrasillas. Esto simboliza el pasivo principio de la creación del universo sacado de las aguas, y el rocío de miel es una modalidad de la luz astral con propiedades creadoras y destructoras. En la leyenda caldea de Berosio, el hombre-pez, Oännes o Dagón, instruye a las gentes y les muestra el niño-mundo recién salido de las aguas con todos los seres procedentes de esta primera substancia. Moisés enseña que sólo la tierra y el agua pueden engendrar alma viviente, y en las Escrituras hebreas leemos que las hierbas no crecieron hasta que el Eterno derramó lluvia sobre la tierra. En el Popol-Vuh de los americanos, se dice que el hombre fue formado del limo de las aguas. Según los Vedas, Brahmâ sentado en el loto forma a Lomus (el gran muni o primer hombre) de agua, aire y tierra, después de dar existencia los espíritus que, por lo tanto, tienen prelación sobre los mortales. Los alquimistas enseñaban que la tierra primordial o preadámica (alkahest) (25) es como el agua clara, en la segunda etapa de su transmutación en substancia primaria, que contiene todos los elementos constitutivos del hombre, no sólo por lo que atañe a su naturaleza orgánica, sino también el latente “soplo de vida” dispuesto a la actuación vital o, lo que es lo mismo, “el Espíritu de Dios flotante sobre las aguas” o “el caos”, que de este modo se identifica con la substancia primaria. Por esta razón aseguraba Paracelso que era capaz de formar homúnculos, y el insigne filósofo Tales decía que el agua es el principio de todas las cosas de la naturaleza.
¿Quién presume dónde termina la potencia o cuál es el origen de ese proteico gigante llamado éter? ¿Quién no echará de ver el espíritu que en él actúa y de él arranca las formas visibles?
Fácil tarea es demostrar que todas las cosmogonías se fundan en los conocimientos de nuestros antepasados, en las ciencias que hoy día parecen haberse coligado en pro de la doctrina de la evolución; y tampoco es difícil demostrar que los antiguos conocían mucho mejor que nosotros la evolución en sus dos órdenes, físico y espiritual. Para los antiguos filósofos, la evolución era una doctrina axiomática, un principio que abarcaba el conjunto del universo, mientras que los científicos modernos aceptan la evolución bajo hipótesis especulativas de carácter particular cuando no negativo. Es inútil que los jerarcas de la ciencia moderna rehuyan el debate diciendo que la enigmática fraseología del relato mosaico no concuerda con la definida exégesis de las ciencias experimentales.
Para quitar el temblor de la posesión diabólica, dibuja
esta figura en una planta que tenga jugo lechoso, atraviésale un
clavo y cesará el temblor (27). La figura de que se habla es idéntica al sello de Salomón o doble triángulo de los cabalistas, por lo que cabe preguntar si estos lo recibieron en herencia de Salomón, quien a su vez lo tomó de los indos, o si estos se lo apropiaron de los judíos cabalistas (28). Pero no emprendamos esta frívola discusión y continuemos tratando de la luz astral cuyas desconocidas propiedades revisten mucho mayor interés.
Al propio tiempo expone el mismo autor que no es fácil admitir que estos efectos provengan tan sólo de las vibraciones del éter, y por lo tanto, se ve precisado a creer que la luz es materia. El profesor Cooke, de la Universidad de Harvard, disiente de los que aceptan definitivamente la teoría de las ondulaciones (31). Si es cierto el principio de Herschel, según el cual la intensidad de la luz en cada ondulación está en razón inversa del cuadrado de las distancias, contraría si acaso no invalida la teoría de las ondulaciones. La verdad de este principio se ha demostrado repetidas veces por medio del fotómetro, y sin embargo todavía subsiste la teoría de las ondulaciones, aunque algún tanto quebrantada.
La voluntad soberana está simbolizada por la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente y por el arcángel que mata bajo sus pies al dragón infernal. Las antiguas teogonías representaron en figura de serpiente con cabeza de toro, carnero o perro, el agente mágico, la doble corriente lumínica, el fuego viviente y astral de la tierra, cuyos símbolos diversos son: la doble serpiente del caduceo; la serpiente del paraíso; la serpiente de bronce de Moisés enroscada en el tau o lingam generador; el macho cabrío de los aquelarres sabatinos; el bafomete de los templarios; el hylé de los agnósticos; la doble cola de serpiente del gallo solar de Abraxas; y finalmente el diablo de los católicos. Pero en su verdadero significado es la fuerza ciega contra la cual ha de prevalecer el alma para libertarse de las ligaduras terrenas, porque si su voluntad no las libra de “esta fatal atracción, quedarán absorbidas en la corriente de fuerza que las produjo y volverán al fuego central y eterno”.
A lo que responde el iniciado: “No me postraré, antes bien tú caerás a mis pies. Nada puedes darme y haré de ti lo que me plazca. Porque yo soy tu señor y dueño”. Éste es el verdadero significado de la ambigua respuesta de Jesús al tentador... Así, pues, el diablo no es una entidad, sino una fuerza errática como su nombre indica; una corriente ódica o magnética formada por una cadena de voluntades malignas, productora del espíritu diabólico, llamado legión en el Evangelio, que animaba a la piara de cerdos precipitados en el mar. Este pasaje es una alegoría de cómo las fuerzas ciegas del error y el pecado arrastran precipitadamente a la naturaleza inferior” (32).
Tenemos, por lo tanto, que para el profesor Perty, afiliado sin duda a la escuela de Schopenhauer, son perfectamente posibles y naturales, por ejemplo, los fenómenos producidos por el fakir Kavindasami y descritos por el orientalista Jacolliot. Este fakir era hombre que por el completo dominio de su naturaleza inferior había llegado a purificarse hasta aquel punto en que casi del todo libre de su prisión puede el espíritu obrar verdaderas maravillas (33). Su voluntad y aun su solo anhelo eran potencia creadora capaz de gobernar los elementos y fuerzas de la naturaleza. El cuerpo no le servía ya de estorbo para hablar de “espíritu a espíritu” y alentar de “vida a vida”. Este fakir, con sólo extender las manos hizo germinar una semilla (34), de la que brotó una planta que en menos de dos horas creció prodigiosamente en presencia de Jacolliot, contra todas las aceptadas leyes fitológicas, hasta una altura que en circunstancias ordinarias hubiese requerido algunas semanas. ¿Fue milagro? Ciertamente lo fuera con arreglo a la definición de Webster, según la cual es milagro todo suceso contrario a la establecida constitución y marcha de las cosas, en pugna con las leyes conocidas de la naturaleza. ¿Pero están seguros los naturalistas de que lo establecido por la observación es inmutable o de que conocen todas las leyes de la naturaleza? El caso del fakir resulta algo más notablemente milagroso que los experimentos llevados a cabo en Filadelfia por el general Pleasanton, pues si éste lograba acrecentar la lozanía y fertilidad de sus viñas hasta puntos increíbles, por los rayos violetas de luz artificial, el fluido magnético que emanaba de las manos del fakir estimuló el más rápido crecimiento de la semilla índica, concentrando en ella el akâsa o principio vital (35) cuya corriente pasaba en flujo continuo de las manos del fakir a la planta, cuyas células avivaba con estupenda actividad, hasta terminar su crecimiento.
Pero el fakir, con su poderosa voluntad y su espíritu purificado de los contactos materiales (36), auxilia la acción de la naturaleza y condensando, por decirlo así, en el germen el principio de vida vegetal acelera su desenvolvimiento. Esta fuerza vital obedece ciegamente a la voluntad del fakir, quien hubiera podido convertir la planta en un monstruo con sólo forjarlo mentalmente, pues la forma plástica y concreta se ajusta con invariable exactitud al tipo subjetivamente trazado en la mente del fakir, de la propia suerte que la mano y el pincel del pintor reproducen la imagen ideada por el arista. La voluntad del fakir en éxtasis delinea una matriz invisible, pero perfectamente objetivsa, que sirve de necesario molde a la materia vegetal de la planta.
La voluntad crea, porque, puesta en actuación, es fuerza que engendra
materia.
Oigamos cómo describe un periódico inglés la prodigiosa
suerte del rápido crecimiento de una planta, llevada a cabo por
los prestidigitadores indios: Hecho esto, tapó el tiesto con un lienzo tendido sobre un pequeño triángulo, y al poco rato, entre vocerío y redobles de tambor germinó la simiente, según pudieron ver los circunstantes al descorrer el lienzo, notando que habían brotado dos hojas de color gris oscuro. Vuelta a tapar la maceta con la sábana y levantada por segunda vez al cabo de poco, vieron todos que a las dos primeras hojas habían sucedido varias otras de color verde, de unos veinticinco centímetros de alto. La tercera vez apareció la planta con más frondoso follaje, hasta doble altura, y a la cuarta operación llevaba ya pendientes de sus ramas una docena de mangos, tamaños como nueces, con altura total de cuarenta y cinco centímetros. Al destapar por última vez la maceta aparecieron los frutos en completo desarrollo y cercanos a la madurez, pues muchos espectadores probaron su sabor agridulce”.
El 18 de Mayo de 1856 efectuó Regazzoni una serie de notables experimentos ante muy famosos médicos franceses. Trazó con el dedo en el pavimento de la estancia una imaginaria línea cabalística sobre la cual dio algunos pases. Se había convenido en que los mismos médicos escogerían los sujetos de experimentación y los introducirían en la estancia con los ojos vendados, guiándolos hacia la línea sin decirles ni una palabra de lo que de ellos se esperaba. Los sujetos echaron a andar sin el menor recelo, hasta que llegados a la invisible barrera quedaron como clavados en el suelo, mientras que por efecto del impulso adquirido caían de bruces sobre el pavimento, con rigidez semejante a si estuvieran helados (38).
Des Mousseaux, al relatar este experimento, dice: “No es tan rígido el mármol como lo era su cuerpo; la cabeza no tocaba al suelo; tenía un brazo extendido al aire, una pierna levantada y la otra horizontal. En esta posición violenta permaneció indefinidamente como estatua de bronce (39).
Los misteriosos efectos de atracción y repulsión son los agentes inconscientes de la voluntad. La fascinación, tal como la ejercen las serpientes con los pájaros, es una acción consciente que dimana del pensamiento. El lacre, el vidrio y el ámbar atraen por el roce cuerpos ligeros y actualizan de este modo, aunque inconscientemente, la voluntad, porque tanto la materia organizada como la inorgánica, poseen una partícula de la esencia divina por indefinidamente pequeña que sea. ¿Y cómo no? Desde el momento en que, durante el proceso de su evolución, ha pasado del principio al fin por millones de formas diversas, debe retener el punto germinal de la materia preexistente, emanada en primera manifestación de la misma Divinidad. ¿Qué ha de ser entonces esta inexplicable fuerza atractiva sino una porción del akâsa, de aquella esencia en que tanto los sabios como los cabalistas reconocieron el “principio de vida”? Admitamos que la atracción ejercida por los cuerpos inorgánicos es ciega; pero según ascendemos en la escala de los seres, vemos que este principio de vida se desenvuelve a cada paso en más determinados atributos y facultades.
El hombre, como ser más perfecto, en quien la materia y el espíritu, o sea la voluntad, alcanzan mayor desenvolvimiento, es el único capaz de comunicar impulso consciente al principio de vida que de él emana. Sólo el hombre puede comunicar al fluido magnético varios y opuestos impulsos de ilimitada dirección. Como dice Du Potet: “El hombre quiere y la materia organizada obedece. En él no hay polos”.
Bierre de Boismont llama alucinación a la facultad que algunos enfermos lúcidos tienen de ver a través de las paredes y anunciar la llegada de una persona cuya venida se desconoce.
Nosotros creíamos cándidamente, tal vez por ignorancia, que las alucinaciones han de ser subjetivas y de quimérica existencia en el delirante cerebro del enfermo; pero si éste anuncia la llegada de una persona que se halla muy lejos, y la persona llega en el preciso momento vaticinado por el profeta, su visión no es subjetiva, sino perfectamente objetiva, puesto que ve como va viniendo la persona. Por lo tanto, resulta incontrovertible que para ver un objeto a través de cuerpos opacos y de distancias inaccesibles a la vista corporal, es preciso la visión espiritual, pues no cabe suponer coincidencia alguna de la casualidad.
Al llegar a cierto grado de debilidad orgánica, cuando las facultades mentales flaquean a causa de la depauperización corporal, el instinto, o sea la espiritual unidad que resume los cinco sentidos corporales, no halla obstáculo alguno, ni en tiempo ni en espacio. ¿Conocemos acaso los límites de la actividad mental? ¿Cómo es posible que un médico distinga las percepciones reales de las quiméricas en un enfermo cuyo enflaquecido y exhausto cuerpo deje escapar al alma de su cárcel para vivir tan sólo espiritualmente?
Veamos ahora cuán fácilmente remedaron este mito los compiladores del Nuevo Testamento. Phanes, el dios manifiesto, está representado en el símbolo de la serpiente en forma de protogonos, es decir, con cuatro cabezas respectivas de hombre, águila, toro y león, y alas en ambos costados. Las cabezas aluden al zodíaco y simbolizan las cuatro estaciones, pues la serpiente mundanal es el año terrestre, mientras que la serpiente por sí misma simboliza a Kneph, el Dios inmanifestado, el Padre. La serpiente es alada como el tiempo, y todo este simbolismo nos explica la razón de que las iglesias latina y griega acostumbren a representar a los cuatro evangelistas con los respectivos animales simbólicos cuyas cabezas lleva el protogonos, así como también se ven dichos animales agrupados junto al sello de Salomón, en el pentágono de Ezequiel y en los querubines del Arca de la Alianza. También se explica la insistencia de Irenero, obispo de Lyon, en que necsariamente había de haber un cuarto evangelio, pues cuatro eran las zonas del mundo y cuatro los puntos cardinales (44). Dice un mito egipcio que la fantástica configuración de la isla de Chemmis (45), que flota en las etéreas ondas del empíreo, fue puesta en existencia por obra de Horus-Apolo, el dios-sol que la sacó del huevo del mundo.
Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?... Vosotros sois la luz del mundo. (San Mateo, v. 14).
Con estas palabras significaba directa e inequívocamente la doble naturaleza del hombre físico y espiritual, demostrando por otra parte su conocimiento de la doctrina secreta cuyos vestigios se descubren en las más antiguas y populares tradiciones de ambos Testamentos, así como en las obras de los místicos y filósofos antiguos y medioevales. Pero volvamos a la cosmogonía escandinava expuesta en los Eddas. El gigante Imir se queda dormido y suda copiosamente. La transpiración engendra de su sobaco izquierdo un hombre y una mujer, a quienes del pie del gigante les nace un hijo. Así tenemos que mientras la mítica “vaca” produce una raza de hombres superiores y espirituales, el gigante Imir engendra una raza de hombres malos y depravados, los hrimthursen (gigantes helados. Salvo ligeras modificaciones, vemos la misma leyenda cosmogónica en los Vedas de la India.
Tan luego como Brahmâ recibe de Bhagavâd, el Supremo dios, la potestad creadora, engendra seres animados puramente espirituales, los dejotas, que por residir en el Svarga (región celeste), no están dispuestos a morar en la tierra, y en consecuencia engendra Brahmâ a los daityas, de gigantesca estatura, que habitan en el Pâtala (región inferior del espacio) y tampoco están en condiciones de poblar el Mirtloka (la tierra). Para remediar este mal, Brahmâ engendra de su boca al primer brahmán, progenitor de nuestra raza; de su brazo derecho engendra a Raettris, el primer guerrero; de su brazo izquierdo a Shaterany, esposa de Raettris; del pie derecho nace su hijo Bais y del izquierdo su mujer Basany. Así como en la leyenda escandinava, Bur, el espiritual hijo de la vaca Audhumla, se casa con Besla, de la depravada estirpe de los gigantes, también en la leyenda inda el primer brahmán se casa con Daintary, de raza de gigantes. Igualmente nos dice el Génesis que los hijos de Dios tomaron por esposas a las hijas de los hombres, de cuya unión nacieron poderosos linajes. Resulta de ello evidente la originaria identidad entre el Génesis y las leyendas de la Escandinavia y el Indostán, a pesar de que se les niega a estos la inspiración atribuida al primero. Examinadas detenidamente, conducen a idéntico resultado las tradiciones de casi todos los demás países.
¿Qué cosmólogo moderno sería capaz de resumir en símbolo tan sencillo como la serpiente egipcia tal cúmulo de significados? En la serpiente se compendia toda la filosofía del universo. La materia está vivificada por el espíritu y ambos elementos desenvuelven del caos (energía) cuanto ha de existir. El nudo en la cola de la serpiente simboliza la íntima latencia de los elementos en la materia cósmica.
Otro símbolo aún más importante es la muda de la piel de la serpiente, que según se nos alcanza no han acertado hasta ahora a interpretar los simbolistas. Así como el reptil al despojarse de la piel se libra de una envoltura de grosera materia, demasiado enojosa ya para su cuerpo, y entra en un nuevo período de actividad, así también el hombre al desprenderse de su cuerpo grosero y material pasa a un nuevo estado de existencia con mayores facultades y más enérgica vitalidad. Por el contrario, los cabalistas caldeos dicen que cuando el hombre primitivo (47) se despiritualizó por su contacto con la materia, le fue dado por vez primera cuerpo carnal, y así lo simboliza aquel significativo versículo: “Hizo también el señor Dios a Adán y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió” (48). A menos que los intérpretes quieran convertir a Dios en sastre celeste, ¿qué otra cosa significan estas frases aparentemente absurdas, sino que el hombre espiritual en el curso de su involución había llegado al punto en que el predominio de la materia le transformó en hombre de carne? (49).
Según otra versión del Edda, el universo visible surgió del centro de las frondosas ramas del Iggdrasill (árbol mundanal de tres raíces). Por debajo de la primera raíz corre el manantial de vida (Urdar) y debajo de la segunda está el famoso pozo de Mimer, en cuyo fondo se ocultan la inteligencia y la sabiduría. Odin pide un vaso de agua de este pozo y lo consigue con la condición de dejar un ojo en prenda. Este ojo es el símbolo de la Divinidad, porque Odin lo deja en el fondo del pozo. Del árbol mundanal cuidan tres doncellas (normas o parcas), llamadas, Urdhr, Verdandi y Skuld, símbolos del pasado, el presente y el futuro. Todas las mañanas, mientras computan la duración de las vidas humanas, sacan agua de la fuente de Urdar para regar las raíces del árbol mundanal. Las emanaciones del fresno (Iggdrasill), al condensarse y caer en suelo, dan existencia y forma a la materia inanimada. Este árbol simboliza la vida universal, así orgánica como inorgánica; sus emanaciones significan el espíritu que vivifica las formas de la creación; y de sus tres raíces, una se extiende hacia el cielo, otra hacia la morada de los magos (gigantes de las altas montañas), y la otra, bajo la cual mana la fuente Hvergelmir, la roe el monstruo Nidhögg, que constantemente induce a los hombres al mal.
Las pirámides de Egipto simbolizan la misma idea que el árbol mundanal. El vértice es el místico eslabón entre cielo y tierra, análogo a la raíz del árbol, mientras que la base representa las ramas extendidas hacia los cuatro puntos cardinales del universo material. La idea simbólica de las pirámides es que todas las cosas dimanan del espíritu por evolución descendente (al contrario de lo que supone la teoría darwiniana), es decir, que las formas han ido materializándose gradualmente hasta llegar al máximo de materialización. En este punto entra la moderna teoría evolutiva en el palenque de las hipótesis especulativas y no causa extrañeza que Haeckel trace en su Antropogenia la genealogía del hombre “desde la raíz protoplásmica existente en el limo oceánico, mucho antes de sedimentar las más antiguas rocas fosilíferas”, según expone Huxley. Podemos creer que el hombre descienda de un mamífero semejante al mono, sobre todo cuando, según afirma Berosio, esta misma teoría enseño, sino tan elegante, más comprensiblemente, el hombre pez, Oannes o Dagón, el semidemonio de Babilonia (61). Conviene advertir que esta antigua teoría de la evolución, no sólo se encierra en los símbolos y leyendas, sino que también se ve representada en pinturas murales de los templos indos y se han encontrado fragmentos descriptivos en los templos egipcios y en las losas de Nimrod y Nínive excavadas por Layard. Pero ¿qué hay tras la descendencia del hombre según Darwin? Por muy allá que vaya nuestro examen, sólo encontramos hipótesis de imposible demostración, porque el famoso naturalista dice que “todas las especies descienden en línea recta de unos cuantos individuos existentes mucho tiempo antes de formarse la primera capa silúrica” (62). Aunque Darwin no se toma el trabajo de decirnos quiénes fueron estos “unos cuantos individuos”, basta que para admitir su existencia haya de solicitar la corroboración de los antiguos, de modo que el concepto tenga carácter científico. En efecto, sería verdaderamente temerario afirmar que la ciencia moderna contradice la antigua hipótesis del hombre antediluviano, después de las modificaciones sufridas por nuestro globo en cuanto a temperatura, clima, suelo y aun nos atrevemos a decir que en sus condiciones electro-magnéticas. Las
hachas de pedernal encontradas por Boucher de Perthes en el valle de Sômme
son prueba de que la antigüedad del hombre sobre la tierra excede
a todo cómputo. Según Büchner, el hombre existía
ya en el período glacial correspondiente a la época cuaternaria
y probablemente más allá todavía. Pero ¿quién
es capaz de sospechar lo que nos tienen reservado los futuros descubrimientos? Si
a cuantos creemos en la evolución del espíritu, tan firmemente
como los materialistas en la de la materia, se nos acusa de sostener “hipótesis
indemostrables”, bien podemos echar en cara a los acusadores que,
según ellos mismos confiesa, su teoría de la evolución
física no está demostrada y tal vez sea indemostrable (63).
Nosotros podemos por lo menos inferir pruebas de los mitos cosmogónicos
cuya pasmosa antigüedad reconocen filólogos y arqueólogos,
mientras que nuestros adversarios en nada pueden apoyarse, a no ser que
recurran a parte de las antiguas inscripciones con caracteres ideográficos
y supriman el resto.
Volvamos ahora al simbolismo antiguo con su mitología físico-religiosa.
Más adelante esperamos demostar la íntima relación
de estos mitos con los adelantos de las ciencias naturales, pues las emblemáticas
imágenes y la peculiar fraseología de los sacerdotes antiguos
encubren conocimientos todavía ignorados en nuestro ciclo.
Mithras es hijo de Bordj (la montaña mundanal de los persas) (66) de la que surge como resplandeciente rayo de luz. La cosmogonía inda nos habla de Brahmâ, el dios del fuego, y de su prolífica consorte Unghi, la refulgente deidad de cuyo cuerpo brotan mil rayos de gloria y siete lenguas de fuego (67). Siva, personificado en el Meru (los Himalayas o montaña mundanal de los indos), descendió del cielo, como el Jehovah judío, en una columna de fuego. Todas estas divinidades y otras tantas de ambos sexos que pudiéramos citar revelan claramente su significación esotérica. Y ¿qué otra cosa sino el principio físico-químico de la creación primordial significarían estos mitos duales? Son símbolo de la primera y trina manifestación de la Causa Suprema en espíritu, fuerza y materia; de la divina correlatividad en el punto inicial de la evolución representada por la cópula del fuego y del agua o unión del principio activo masculino con el pasivo femenino, emanados ambos del electrizante espíritu y procreadores de su telúrico hijo, la materia cósmica o substancia primaria, vivificada por el éter o luz astral.
Los mitos cosmogónicos pasaron de la idea poéticamente abstracta al simbolismo plástico, tal como los halla hoy la arqueología. La serpiente, que tan importante papel representa en la pintura y escultura antiguas, perdió después su verdadera significación a causa de las absurdas interpretaciones del Génesis, que la identifican con Satanás, cuando por el contrario es el mito de más diversos e ingeniosos emblemas. Entre ellos se cuenta el de agathodaimon (arte de curar e inmortalidad del alma) y, por esta razón, es obligado atributo de todas las divinidades patronímicas de la salud y de la higiene. En los Misterios egipcios la copa de la salud estaba rodeada de serpientes. También es este reptil emblema de la materia, pues como el mal es la oposición al bien, cuanto más se aparte la materia de su espiritual fuente, tanto más quedará sujeta al mal. En las más antiguas imágenes de los egipcios y en las alegorías cosmogónicas de Kneph simboliza la materia una serpiente dentro de un círculo hemisférico cuyo ecuador cruza en línea recta para dar a entender que si el universo de luz astral envuelve al mundo físico que de él emanó, queda a su vez envuelto y limitado por Emepht (Causa Primera). Phtha engendra a Ra con las miríadas de formas que vivifica, y ambos salen del huevo mundanal porque el huevo es la más común modalidad generativa de los seres vivientes. La eternidad del tiempo y la inmortalidad del espíritu están simbolizadas en la serpiente que circuye el mundo y se muerde la cola sin dejar solución de continuidad. También simboliza entonces la luz astral.
Pero se transmuta en Od tan pronto como la vivifica el flujo consciente de un alma inmortal, porque entonces las corrientes astrales actúan bajo la dirección de un adepto o un hipnotizador cuya espiritual pureza les capacite para dominar las fuerzas ciegas. En este caso, desciende temporáneamente a nuestra esfera una elevada entidad planetaria de las que nunca encarnaron (aunque entre ellas las haya que han vivido en nuestro mundo) y purificando el ambiente circundante abre los ojos espirituales del sujeto y le infunde el don de profecía. Por lo que atañe al Aûr designa ciertas propiedades ocultas del agente universal, que únicamente interesan a los alquimistas y en modo alguno al público en general.
Además, Filolao, de acuerdo con los pitagóricos, sostiene que el elemento fuego está en el centro de la tierra; y Plutarco, al tratar de este asunto, atribuye a los pitagóricos la opinión de que “la tierra no está quieta ni situada en el centro del universo, sino que gira en torno de la esfera de fuego, sin ser la más valiosa ni la principal parte de la gran máquina”. De la misma manera opinaba Platón. Por lo tanto, no cabe duda de que los pitagóricos se anticiparon al descubrimiento de Galileo.
Muchos fenómenos, hasta ahora misteriosos e inexplicables, serán fáciles de comprender una vez admitida la existencia del universo invisible (70) que satura el organismo de los sujetos hipnotizados, ya por la poderosa voluntad de un magnetizador, ya por entidades invisibles cuya acción produce el mismo resultado. Una vez hipnotizado el sujeto, sale su cuerpo astral de la paralizada envoltura de carne y cruzando el espacio sin límites se detiene en el borde de la misteriosa frontera. Pero las puertas de entrada a la “ciudad silenciosa” tan sólo están entornadas y no se le abrirán de par en par hasta el día en que su alma, unida a la sublime e inmortal esencia, deje su cuerpo de carne. Entretanto, el vidente sólo puede atisbar por la mirilla, y de su agudeza perceptiva dependerá la extensión del campo visual.
En las Dionysíacas de Nonnus aparece Baco enamorado de la suave y juguetona brisa Aura Plácida (Espíritu Santo o céfiro plácido). A este propósito dice Higgins: “El céfiro plácido dio origen a dos santos del calendario compuesto por los ignorantes Padres de la Iglesia: Santa Aura y San Plácido, con añadidura de convertir al jovial dios en San Baco, cuyo sepulcro y reliquias se enseñan todavía en Roma. La fiesta de San Aura y San Plácido se celebra el 5 de Octubre, poco antes de la de San Baco” (72). Mucho más sublime y poético es el espíritu religioso del mito escandinavo. En el insondable abismo del mundo (Ginnungagap) luchan con ciega y rabiosa furia la materia cósmica y las fuerzas primarias, cuando el Dios inmanifestado envía el benéfico soplo del deshielo desde la ígnea esfera del empíreo (Muspellheim), entre cuyos refulgentes rayos mora mucho más allá de los límites del mundo. El alma del Invisible, el Espíritu flotante sobre las negras aguas del abismo, hace surgir del caos el orden y después de dar el impulso a la creación toda, queda la CAUSA PRIMERA instatu abscondito (73).
La religión y la ciencia se hermanan en los cantos del paganismo escandinavo. Cuando Thor, el Hércules del Norte, hijo de Odin, ha de empuñar la terible maza de donde brota el rayo, se calza guanteletes de hierro. Lleva además el cinto de fuerza o cinturón mágico que acrecienta su celeste poderío. Monta un carro con lanza de hierro, cuyas ruedas giran sobre nubes preñadas de rayos, tirado por dos carneros con frenos de plata y su temerosa frente está coronada de estrellas. Esgrime Thor su clava con fuerza irresistible contra los rebeldes gigantes helados a fuerza irresistible contra los rebeldes gigantes helados a quienes vence, derrite y aniquila. Cuando los dioses han de celebrar asamblea en la fuente de Urdar para decidir los destinos de la humanidad, todos se encaminan allá montados menos Thor, que va por su pie, temeroso de que al atravesar el Bifrost (arco-iris) o puente AEsir de variados colores, lo incendie con su fulgurante carro y hiervan las aguas de Urdar.
El carnero impulsa y el freno retiene, pero ambos están sujetos a la omnipenetrante energía eléctrica que los mueve. De esta energía primaria y de las múltiples y sucesivas combinaciones de ambos principios masculino y femenino dimana la evolución del mundo visible, gloriosamente cifrado en el sistema planetario que simboliza el círculo de estrellas que ornan su frente. Los terribles rayos de Thor (electricidad activa) prevalecen contra las fuerzas titánicas representadas en los gigantes; pero al reunirse con los dioses menores, ha de atravesar a pie el Bifrost o puente del arco iris y bajar del carro (pasar al estado latente), pues de otro modo aniquilaría todas las cosas con su fuego.
Respecto
a que Thor teme poner en ebullición las aguas de la fuente Urdar,
no comprenderán los físicos modernos el significado de este
mito hasta que se determinen completamente las recíprocas relaciones
electromagnéticas de los elementos del sistema planetario, que
ahora tan sólo se presumen, según vemos en los recientes
ensayos de Mayer y Hunt. Los filósofos antiguos creían que
los volcanes y los manantiales de agua termal dimanaban de subterráneas
corrientes eléctricas, que también eran causa de los sedimentos
minerales de diversa índole que originan las fuentes medicinales.
Si se objeta que los autores antiguos no expresan claramente estos hechos
porque, según los modernos, nada sabían de electricidad,
redargüiremos diciendo que nuestra época no conoce todas las
obras de la sabiduría antigua. Las claras y frescas aguas de Urdar
regaban diariamente el místico árbol del mundo, y si las
hubiese enturbiado Thor (electricidad activa), las convirtiera de seguro
en aguas minerales ineficaces para el riego. |
CAPÍTULO V EL MAGNETISMO ANIMAL FENÓMENOS HIPNÓTICOS LA FUERZA SIDÉREA OPINIONES DE VAN HELMONT LA ACADEMIA FRANCESA OPINIÓN DE LAPLACE INFORME SINCERO DECLARACIONES DE HARE LA MEMORIA RETROACTIVA
.....................................................................Dice Zoroastro, que en el éter están figuradas las cosas sin figura y aparecen impresos los pensamientos y carácteres de los hombres, con otras visiones divinas. Vemos, por lo tanto, que así la antigua como la moderna sabiduría, los vaticinios y la ciencia corroboran unánimemente las enseñanzas cabalísticas. En las indelebles páginas de la luz astral se estampan nuestros pensamientos y acciones y aparecen delineados con la pictórica vividez, a los ojos del profeta y del vidente, los acontecimientos futuros y los efectos de causas echadas hace tiempo en el olvido. La memoria, cuya naturaleza funcional es desesperación del materialista, enigma para el psicólogo y esfinge para el científico, es para el estudiante de filosofía antigua la potencia compartida con muchos animales inferiores, mediante la cual, inconscientemente , ve en su interior iluminadas por la luz astral las imágenes de pasados pensamientos, actos y sensaciones. El estudiante de ocultismo no ve ganglios cerebrales "micrógrafos de lo vivo y de lo muerto, de lugares en que hemos estado y de sucesos en que hemos intervenido", sino que acude al vasto receptáculo donde por toda la eternidad se almacenan las vibraciones del cosmos y los anales de las vidas humanas. La ráfaga de la memoria que según tradición representa a los náufragos las escenas de su vida pasada, como el fulgor del relámpago descubre momentáneamente el paisaje a los ojos del viajero, no es más que la súbita ojeada que el alma, en lucha con el peligro, da a las silenciosas galerías en que está pintada su historia con impalidecibles colores. Por la misma causa suelen sernos familiares ciertos parajes y comarcas en que hasta entonces no habíamos estado y recordar conversaciones que por vez primera oímos o escenas acabadas de ocurrir, según de ello hay noventa por ciento de testimonios. Los que creen en la reencarnación aducen estos hechos como otras tantas pruebas de anteriores existencias, cuya memoria se aviva repentinamente en semejantes circunstancias. Sin embargo , los filósofos de la antigüedad y de la Edad Media opinaban que si bien este fenómeno psicológico es uno de los más valiosos argumentos en favor de la inmortalidad y preexistencia del alma, no lo es en pro de la reencarnación, por cuanto la memoria anímica es distinta de la cerebral. Como elegantemente dice Eliphas Levi: "la naturaleza cierra las puertas después de pasar una cosa e impele la vida hacia adelante", en más perfeccionadas formas. La crisálida se metamorfosea en mariposa, pero jamás vuelve a ser oruga. En el silencio de la noche, cuando el sueño embarga los corporales sentidos y reposa nuestro cuerpo físico, "queda libre el astral, según dice Paracelso, y deslizándose de su terrena cárcel, se encamina hacia sus progenitores y platica con las estrellas" Los sueños, presentimientos, pronósticos, presagios y vaticinios son las impresiones del cuerpo astral en el cerebro físico, que las recibe más o menos profundamente, según la intensidad del riego sanguíneo durante el sueño.
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ALMA Y ESPÍRITU LA PSICOMETRÍA ......................................Uno de los más notables descubrimientos de los tiempos modernos, es la facultad que algunas personas receptivas poseen de describir el carácter y aspecto de una persona o los sucesos ocurridos, con tal de retener en la mano y pasárselo por la frente un objeto cualquiera relacionado con la persona o el suceso, por mucho que sea el tiempo transcurrido Así una piedra ruinosa le representará la historia del edificio a que perteneciera, con las escenas ocurridas en su interior y alrededores; un pedazo de mineral despertará en su alma la visión retrospectiva de la época de su formación. Esta facultad fue descubierta por el profesor Buchanan de Louisville (Kentucky), quien le dió el nombre de psicometría. A este sabio debe el mundo tan importante complemento de las ciencias psicológicas, y de seguro que merecerá ser honrado en estatua cuando la frecuencia de los experimentos psicométricos acaben de una vez con el escepticismo. Al publicar su descubrimiento se contrajo Buchanan a la utilidad de la psicometría para bosquejar el carácter de las personas, y dice a este propósito: "Parece que es indeleble la influencia mental y fisiológica que recibe un manuscrito, pues los más antiguos ejemplares que me valí en las experiencias revelaban precisa y vigorosamente sus impresiones, apenas debilitadas por el tiempo. Por virtud de la psicometría fué posible leer, sin dificultad alguna, manuscritos antiguos cuya ordinaria interpretación hubiese requerido el auxilio de los paleólogos. Pero no únicamente los manuscritos retienen las impresiones mentales, sino que también los dibujos, pinturas y cualquier otro objeto que haya recibido el contacto mental y volitivo de una persona, le pueden servir a otra de medio de descripción psicométrica........ Este descubrimiento tendrá incalculables consecuencias en su aplicación a las artes y a la historia" Los primeros experimentos de psicometría se llevaron a cabo en 1841, y desde entonces los han repetido muchísimos psicométras en todo el mundo, demostrando con ellos que cuanto ocurre en la naturaleza mental, por mínimo e insignificante que sea, queda indeleblemente impreso en la naturaleza física, y como no se advierte alteración molecular en ella, forzosamente se infiere que las imágenes psicométricas provienen del eter o luz astral. En su hermosa obra : EL ALMA DE LAS COSAS, trata de esta cuestión el geólogo Denton y cita multitud de ejemplos de las notables facultades psicométricas de su esposa. Entre ellos se refiere que, puesto sobre la frente un pedazo de piedra de la casa de Cicerón en Túsculo, pero sin saber de donde procedía, describió no sólo el ambiente físico del gran orador romano, sino el del dictador Sila, a quien antes había pertenecido aquella casa. Un trozo de mármol del primitivo templo cristiano de Smirna, le representó a los fieles en oración y a los sacerdotes oficiantes........................................................... LO PRESENTE Y LO FUTURO MODALIDADES ENERGÉTICAS CONCEPTO DEL ETER PREJUICIOS CIENTÍFICOS PRINCIPIOS ALQUÍMICOS EL TESTIMONIO HUMANO HIPÓTESIS DE COX EL CUERPO ASTRAL FUERZA CIEGA E INTELIGENCIA EL MEDIUM CONDUCTOR EL LAPIZ Y LA REGLA |
CAPÍTULO
VII OPINIÓN DE DESCARTES MAGNETISMO UNIVERSAL INFLUENCIA DEL AMBIENTE LA TRIADA MICROCÓSMICA INFLUENCIA DE LA MÚSICA INFLUENCIA DE LA MENTE EL FENOMENISMO LAS COMUNICACIONES OBSTINACIÓN ESCÉPTICA LÁMPARAS ALQUÍMICAS DURACIÓN DE LAS LÁMPARAS COMBUSTIBLES PERPETUOS TELAS DE ASBESTO PABILOS DE AMIANTO DIVERGENCIA DE OPINIONES SINCERIDAD DE JOWETT FILOSOFÍA ANTIGUA LA ÓTICA DE LOS ANTIGUOS CORRELACIÓN DE FUERZAS MUTUAS SIMPATÍAS UNA SESIÓN ACADÉMICA IDENTIDAD DE TRADICIONES LOS PLAGIOS MODERNOS LA INMORTALIDAD DEL ALMA |
CAPÍTULO
VIII LA FORMACIÓN DE LA TIERRA LA TIERRA INVISIBLE LA EVOLUCIÓN SEGÚN HERMES ASTROLOGÍA Y ASTRONOMÍA ALEGORÍAS ASTRONÓMICAS SÍMBOLOS DE LA LUNA LAS PIEDRAS PRECIOSAS OBSERVATORIO DE BELO NO HAY CASUALIDAD NATURALEZA DEL SOL INFLUENCIAS LUNARES MÚSICA DE LAS ESFERAS EL HOMBRE DUAL FENÓMENOS HISTÉRICOS
EL PODER DEL ALMASi volvemos la vista a la Edad Media encontraremos las mismas ideas en las obras de varios autores, entre ellos Cornelio Agripa que dice: “El alma del mundo es la fuerza universal siempre cambiante que puede fecundar un objeto cualquiera y comunicarle sus propiedades celestes, de modo que mediante las debidas preparaciones de la ciencia pueda transmitirnos su virtud. Basta llevar estos objetos encima para sentir inmediatamente su acción tanto en el espíritu como en el cuerpo. El alma humana, esencialmente idéntica a toda la creación, tiene maravilloso poder. Quien este secreto conoce es capaz de alcanzar sabiduría superior a cuanto le quepa presumir, con la necesaria condición de permanecer unido a esta fuerza universal... La verdad y el porvenir pueden presentarse continuamente a la vista del alma, según demuestran las profecías y vaticinios rigurosamente cumplidos... El tiempo y el espacio se desvanecen ante la mirada de águila del alma inmortal...; su poder no tiene límites..., pues le cabe lanzarse a través del espacio y envolver con su presencia a un hombre cualquiera que sea la distancia a que se halle e infundirse en él y hablarle como si personalmente estuviese a su lado” (62). Pero aún podemos remontarnos a tiempos más antiguos y escoger entre los filósofos precristianos a Cicerón, como menos sospechoso de superstición y credulidad. Dice el famoso orador: “Sabemos que de todos los seres vivientes, el hombre es el mejor formado y, como los dioses (63) también son seres vivientes, deben tener forma humana, aunque no quiero decir con esto que estén provistos de carne y sangre, sino que parece como si tuvieran cuerpo de carne y sangre...” Epicuro, paraquien las cosas ocultas eran tan palpables cual si las tocara con las manos, nos enseña que “los dioses no son ordinariamente visibles pero sí inteligibles, pues aunque carecen de cuerpo denso, podemos reconocerlos por sus pasajeras imágenes, ya que en el espacio infinito hay átomos suficientes para formar las ima´genes que al aparecerse nos dan idea de lo que son esos seres felices e inmortales” (64). A su vez dice Eliphas Levi: “Un iniciado que posea completa lucidez puede dirigir y comunicar a voluntad las vibraciones magnéticas en la masa de la luz astral... En el momento de la concepción se transforma en luz humana, de que se reviste el alma como de primer envoltorio y, combinada con los más sutiles fluidos, forma el cuerpo etéreo o fantasma sideral, que ya no se desprende por completo del cuerpo de carne hasta el momento de la muerte”. El gran secreto del adepto mágico consiste en proyectar este cuerpo etéreo a cualquier distancia y condensar en él oleadas del mismo fluido que lo constituye, a fin de hacerlo visible y tangible. La magia teúrgica es la más acabada expresión de la psicología oculta. Los científicos la desdeñan como alucinación de cerebros calenturientos o la denigran con el estigma de charlatanería; pero nosotros les negamos el derecho de juzgar un asunto que jamás investigaron. Tanto valiera reconocerle a un indígena de las Islas Fiji el derecho de criticar las obras de Agassiz o Faraday. Todo lo más que pueden hacer los científicos es enmendar hoy su tarea de ayer. Tres mil años atrás, antes de la época de Pitágoras, afirmaban los filósofos que la luz era materia ponderable y al propio tiempo fuerza. La teoría corpuscular fue desechada a causa de los errores en que incurriera Newton al exponerla, pero en cambio aceptó el mundo científico la teoría de las ondulaciones lumínicas. Sin embargo, ahora se sorprenden los físicos al ver que Crookes pesa la luz en su radiómetro. Los pitagóricos sostenían, contrariamente a los modernos científicos, que la luz es un agente que no dimana directamente del sol ni de las estrellas. Lo mismo puede decirse respecto de la ley de gravedad. De acuerdo con las enseñanzas pitagóricas, sostenía Platón que la gravedad no era tan sólo la atracción magnética de las masas menores por las mayores, sino también la atracción de los cuerpos semejantes y la repulsión de los contrarios. A este propósito dice: “Si se ponen juntas cosas de naturaleza contraria, luchan y se repelen mutuamente” (65).
MAGNETISMO PLANETARIOEsto no debe tomarse en el sentido de que se repelan los cuerpos de propiedades contrarias, sino tan sólo los que están juntos y son de naturaleza antagónica. Las investigaciones de Bart y Schweigger han disipado las dudas que pudieran caber acerca de si los antiguos conocían debidamente la atracción del hierro por el imán, así como las modalidades positiva y negativa de la electricidad, aunque dieran a todo ello distintos nombres. Entre los antiguos era opinión general que los planetas estaban relacionados magnéticamente, porque todos son imanes, y así, no sólo llamaban piedras magnéticas a los aerolitos, sino que se valían de ellos en los Misterios para los mismos usos en que nosotros empleamos hoy el imán. A este propósito dice Mayer: “La tierra es un enorme imán y todo súbito trastorno de la superficie del sol altera profundamente el equilibrio magnético de la tierra, ocasionando el temblor de las brújulas de los observatorios con luces polares cuyas vaporosas llamas parecen danzar al compás de la inquieta aguja” (66). Cuando esto enseñaba Mayer, no hacía más que repetir en inglés lo que se enseñó en lengua dórica muchos siglos antes de nacer el primer filósofo cristiano. Los prodigios realizados por los sacerdotes teurgos son tan auténticos y se apoyan en tan sólidas pruebas (si de algo vale el testimonio humano), que Brewster les reconoce piadosamente profundos conocimientos de ciencias físicas y filosofía natural, por no confesar que sobrepujaron en maravilla a los taumaturgos cristianos. Los modernos científicos están enredados en los términos de un dilema: o confiesan que los antiguos sabían más física que ellos o han de admitir en la naturaleza algo más allá de las ciencias físicas, es decir, que el espíritu posee facultades no sospechadas por nuestros filósofos. Sobre esto dice Bulwer Lytton: “Los errores en que caemos respecto de la ciencia de nuestra especialidad, sólo los advertimos a la luz de otra ciencia especialmente cultivada por el estudio ajeno” (67). Nada de más fácil explicación que las superiores posibilidades de la magia. La radiante luz del universal océano magnético, cuyas eléctricas ondulaciones interpenetran en su incesante movimiento los átomos de la creación entera, revelan a los estudiantes de hipnotismo el alfa y el omega del gran misterio, a pesar de la deficiencia de sus experimentos. Tan sólo el estudio de este agente, soplo divino, descubre los secretos de la psicología y de la fisiología y de los fenómenos cósmicos y espirituales. A este propósito dice Psello: “La magia ea la parte superior de la ciencia sacerdotal y tenía por objeto investigar la naturaleza, potencias y cualidades de todas las cosas sublunares; de los elementos y sus compuestos; de los animales; de las plantas y sus frutos; de las piedras y hierbas; en una palabra, inquiría la esencia y potencia de todas las cosas. Los efectos de esta ciencia se resolvían en esculpir estatuas magnetizadas que tocaban los enfermos para recobrar la salud, y en fabricar figuras y talismanes que lo mismo servían para provocar la enfermedad que para curarla. También por medio de la magia se hace aparecer frecuentemente fuego celestial que enciende las lámparas y hace sonreír a las estatuas” (68). No es extraño que los antiguos sacerdotes animaran mágicamente estatuas de piedra y metal, según aseguran fidedignos testimonios, cuando en nuestros tiempos es posible, gracias al descubrimiento de Galvani, mover las patas de una rana muerta y alterar los rasgos fisonómicos de un cadáver, de modo que sucesivamente denote alegría, ira, horror y las más variadas emociones. El puro y celeste fuego del altar pagano era electricidad derivada de la luz astral, y por consiguiente, si las estatuas estaban preparadas al efecto, bien podían, sin sospecha de superstición, provocar la enfermedad o restituir la salud mediante contacto, como sucede hoy con los cinturones eléctricos.
RIDICULECES APARENTESLos escépticos, así doctos como ignorantes, se han burlado a su sabor en estos dos últimos siglos de los absurdos atribuidos a Pitágoras por su biógrafo Jámblico. Dice éste que el filósofo de Samos disuadió a una osa de comer carne; logró que un águila bajara de las nubes a posarse sobre su cuerpo, de modo que pudo domesticarla acariciándola con la mano y dirigiéndola suaves palabras; y por fin, persuadió a un buey a que no comiese habas, sin más exhortaciones que unas cuantas frases musitadas a la oreja. Todo esto parecen ridiculeces de ignorancia y superstición a los ojos de las cultísimas generaciones del día; pero si analizamos estos supuestos absurdos veremos que no lo son tanto como el en que incurren los detractores de Pitágoras al creer literalmente que Josué detuvo el sol en su carrera. Con frecuencia vemos hombres de escasa cultura y aun jovencitas de complexión delicada que a copia de paciencia y voluntad lograron domar los ferocísimos animales que exhiben sin temor alguno en sus colecciones zoológicas. El mismo resultado obtienen algunos hipnotizadores que, con su mágica sugestión, dominan no sólo a los animales, sino también a las personas, como hizo, por ejemplo, el famoso magnetizador Regazzoni, cuyos experimentos (mucho más increíbles que cuanto se haya podido atribuir a Pitágoras) tanta admiración causaron en París y Londres. No es justo, por lo tanto, acusar de inveraces o supersticiosos hasta el absurdo a los biógrafos de hombres tales como Pitágoras y Apolonio de Tyana. Al ver que la mayoría de quienes tan escépticos se muestran en lo tocante a las facultades mágicas de los antiguos y se burlan de sus míticas teogonías creen sin embargo firmemente en la Biblia, no podemos por menos de asentir al oportuno apóstrofe de Higgins, que dice: “Cuando encuentro hombres instruídos que toman el Génesis al pie de la letra, siendo así que los antiguos, no obstante sus defectos, tuvieron sobrado buen criterio para tomarlo en sentido alegórico, casi llego a dudar de si realmente ha progresado la mentalidad humana” (69). Taylor es uno de los pocos comentadores que han reconocido con justicia el talento de los autores griegos y latinos. En su traducción de la Vida de Pitágoras, de Jámblico, dice Taylor: “Puesto que según nos informa Jámblico estuvo Pitágoras iniciado en los misterios de Byblus y Tiro, en las ceremonias religiosas de los sirios, en la sagrada ciencia de los magos de Babilonia y en los secretos de los santuarios egipcios, donde pasó veintidós años de su vida, nada tiene de maravilloso que conociera la teurgia y fuese capaz de operar prodigios superiores al ordinario alcance de la virtud humana, que al vulgo le parecen increíbles”. El éter universal no era para los antiguos un desierto extendido por las inmensidades cerúleas, sino que lo consideraban como mar sin orillas, en cada una de cuyas moléculas latía un germen de vida, poblado, a semejanza de los mares terrenos, de diversidad de criaturas monstruosas unas y menores otras. Así como los animales de branquias se encuentran, según la especie, en mares altos o charcas bajas, así también cada linaje o casta de las entidades etéreas (espíritus elementales) moran habitualmente en los parajes más adecuados a su índole y unas se muestran amigas y otras enemigas del homrbe; cuáles son de agradable y cuáles de repulsivo aspecto; algunas se refugian en apacibles retiros y varias se complacen en planear sobre las aguas. Si recordamos que el movimiento de los astros ha de perturbar el éter más hondamente todavía que los proyectiles el aire o las naves el agua, no será difícil inferir que determinadas posiciones respectivas de los astros puedan originar corrientes etéreas más caudalosas en una dirección que en otra y arrastrar, por lo tanto, en el mismo sentido grandes masas de elementales amigos o enemigos que, al ponerse en contacto con la atmósfera de la tierra, ocasionen efectos de notoria realidad.
LOS ELEMENTALESOpinaron los antiguos que los espíritus elementales, no dotados de alma, emanaron del incesante movimiento de la luz astral, que es fuerza engendrada por la voluntad. Pero como esta voluntad procede de una inteligencia infalible (porque es purísima emanación del Padre y no está sujeta a los órganos físicos del pensamiento humano), desde el principio del tiempo comenzó a desenvolver, con arreglo a leyes inmutables, la materia elementaria indispensable para la generación de las razas humanas que, ya pertenezcan a nuestro planeta, ya a cualquiera de los miles que voltean en el espacio, tienen todas sus cuerpos físicos formados según matriz de los cuerpos de cierta especie de entidades elementales que pasaron a los mundos invisibles. En el encadenamiento de la filosofía antigua no faltaba eslabón alguno de cuantos pudiera forjar una “imaginación experta”, como dice Tyndall, ni quedaba la menor laguna que pudiera colmarse con hipótesis materialistas, pues nuestros “ignorantes” antepasados trazaban la línea de evolución de uno a otro extremo del universo, sin que, como absurdamente han hecho los modernos científicos, intentaran resolver ecuaciones de un solo miembro. De la propia suerte que en la serie de evolución física no falla término alguno desde la nebulosa estelar hasta el cuerpo humano, así tampoco dejaron los antiguos ningún punto interrumpido en la línea de evolución espiritual que abarca desde el éter cósmico hasta el encarnado espíritu del hombre. Según los antiguos, la evolución procedía del mundo del espíritu al de la materia, para ascender desde éste al punto originario. La evolución de las especies era para ellos el descenso del espíritu a la materia y las entidades elementarias tienen en esta línea un punto tan señalado como el eslabón que Darwin juzga perdido entre el hombre y el mono. Nadie ha descrito más poética y acabadamente los seres elementales que Bulwer Lytton, en su obra Zanoni, pues cuando los pinta como “algo inmaterial que da idea de alegría y luz”, parecen sus palabras más bien eco fiel de la memoria que exuberante engendro de la imaginación. Dice uno de los personajes de la mencionada obra: “El hombre es tanto más presuntuoso cuanto más ignorante. Durante muchos siglos sólo vio lucecitas encendidas por Dios para alumbrarle por la noche en los innumerables mundos que centellean en el espacio como burbujas en un océano sin límites... La astronomía ha desvanecido esta ilusión de la vanidad humana, y, aunque con repugnancia, confiesa el hombre que los astros son otros tantos mundos mayores y mejores que el suyo... Por doquiera descubre la ciencia nuevas vidas en esta inmensa ordenación... Procediendo, pues, por rigurosa analogía, si no hay brizna de hierba ni gota de agua que no sea, como la estrella más lejana, un mundo palpitante de vida, y si el hombre es un mundo para los millones de seres vivientes que pueblan su carne y su sangre, basta el sentido común para inferir que los infinitos espacios interplanetarios están cuajados de entidades vivientes adaptadas a dicho medio. ¿No es absurdo admitir la vida en una brizna de hierba y negarla en las inmensidades del espacio? La ley reguladora del sistema universal no consiente el vacío ni en un punto siquiera, ni tampoco permite lugar alguno donde no aliente la vida. ¿Cómo cabe concebir, entonces, que el espacio esté vacío, inanimado, y tenga en el ordenamiento de la creación menor utilidad que la brizna de hierba o la gota de agua poblada de miles de infusorios? El microcospio descubre los parásitos que habitan en la brizna, pero no se ha inventado todavía un telescopio de suficiente alcance para descubrir los nobilísimos y superiores seres que pueblan los inmensos espacios etéreos. Sin embargo, entre estos seres y el hombre hay misteriosa y terrible afinidad... Mas para descorrer este velo es preciso que el alma rebose de vivo entusiasmo y se desprenda de todo deseo mundano... Dispuesto así el hombre, vendrá en su auxilio la ciencia para que su vista sea más aguda, su ingenio más vivo, su sensibilidad más exquisita y aun el mismo éter, por virtud de ciertos secretos de química sublime, será más tangible y manifiesto. Después de todo, esto no es magia como se figuran los crédulos, pues no hay magia contra naturaleza, sino que únicamente la ciencia es capaz de dominar a la naturaleza. Ahora bien: existen en el espacio millones de seres no precisamente espirituales, porque todos tienen, como los infusorios, ciertas formas de materia, si bien tan delicada, vaporosa y tenue, que es a manera de película o vello que envuelve el espíritu... A la verdad, estas razas difieren entre sí completamente, pues unas son de extrema sabiduría y otras de horrible malignidad; unas hostiles con enemiga implacable hacia el hombre y otras benéficas como medianeras entre cielo y tierra... Entre los habitantes de los umbrales hay uno que excede en malicia y perversidad a todos los de su linaje; uno cuya mirada arredra al hombre más intrépido y cuyo poder se acrecienta en proporción del temor que inspira” (70).
EL MORADOR DEL UMBRAL
Tal es el esbozo que de los elementales no dotados de espíritu traza un autor, de quien se supone fundadamente que sabía mucho más de cuanto condescendiera a declarar ante un público escéptico. Más adelante tratremos de explicar algunas enseñanzas esotéricas acerca del pasado, presente y porvenir del hombre. Estas enseñanzas son la fuente de que brotó el Antiguo y parte del Nuevo Testamento, y contienen los más sublimes conceptos de moral y de religión revelada. Las clases fanáticas e ignorantes de la sociedad tomaban la doctrina en sentido literal, pero las clases superiores, constituidas en su mayoría por iniciados, estudiaban en el solemne silencio de los santuarios y adoraban al único Dios del cielo. Las enseñanzas que en el Banquete expone Platón acerca de la creación del hombre, y su teoría cosmogónica declarada en el Timeo, deben tomarse en sentido alegórico para aceptarlas por completo. Los neoplatónicos se aventuraron a exponer, sin violación de sigilo, las interpretaciones pitagóricas contenidas en el Timeo, Cratylus, Parménides y algunos otros diálogos y trilogías. Los conceptos capitales de estas enseñanzas, en apariencia incongruentes, son el de la inmortalidad del alma y el de Dios como mente universal infundia en todas las cosas. La piedad de Platón y el respeto con que siempre habla de los Misterios son prenda suficiente de su discreción para no quebrantar el profundo sentimiento de responsabilidad inherente a todo adepto. A este propósito dice el insigne filósofo: “El hombre sólo puede llegar a ser verdaderamente perfecto, perfeccionándose en los perfectos misterios” (71). No disimulaba Platón su disgusto por la divulgación que en su tiempo empezaba ya a darse a las enseñanzas de los misterios, pues opinaba que en vez de profanarlos en oídos de la multitud, debían reservarse exclusivamente a los más dignos y celosos discípulos (72). Si bien menciona Platón frecuentemente a los dioses en sus obras, no cabe dudar de su fe monoteísta, pues por dioses entiende seres de jerarquía muy inferior a la divinidad y tan sólo superiores en un grado al hombre. El mismo Josefo, no obstante los prejuicios de raza, reconoce la creencia monoteísta de Platón, y a este propósito dice en su famosa diatriba contra Apión: “Los filósofos griegos que discurrían de acuerdo con la verdad no ignoraban cosa alguna... ni dejaban de notar la aparente frivolidad de las alegorías mitológicas que con justicia desdeñaban... Por este motivo se inclina Platón a creer que son inconvenientes los poetas en la república y, no obstante rendir homenaje a Homero, le inculpa de haber quebrantado con sus mitos la ortodoxa creencia en un solo Dios”. Quienes descubran el verdadero espíritu de la filosofía platónica, difícilmente se contentarán con los comentarios de Jowett, quien dice que la influencia ejercida en la posteridad por el Timeo deriva en parte de la equivocada interpretación que los neoplatónicos dieron a las doctrinas de su autor, hasta el punto de estar las aclaraciones neoplatónicas de los Diálogos en “completo desacuerdo con el espíritu de Platón”. Esto equivaldría a suponer que Jowett ha penetrado acertadametne este espíritu; pero sus comentarios no lo denotan así. Dice Jowett que los cristianos encuentran en el Timeo las ideas de la Trinidad, el Verbo, la Creación y la Iglesia, aunque bajo el concepto judaico. Sin embargo, no es extraño que encuentren estas ideas, porque realmente están expuestas literalmente en dicha obra, aunque haya volado el espíritu que animaba las enseñanzas del insigne filósofo y fuera en vano que lo buscáramos en los áridos dogmas de la teología cristiana. La esfinge es hoy la misma que cuatro siglos antes de nuestra era, pero Edipo murió de muerte violenta por haber revelado al mundo lo que el mundo no estaba en disposición de recibir. Platón encarnaba la verdad y necesario era que muriese como han de morir las verdades trascendentales antes de que renazcan cual Fénix de sus cenizas. Todos los comentadores de Platón han advertido la vvísima semejanza entre las esotéricas enseñanzas del ilustre filósofo y la doctrina cristiana; pero cada cual trató de explicar esta semejanza desde el punto de vista de sus personales creencias religiosas. Así, Cory (73) opina que la semejanza es tan sólo superficial y prefiere el Dios antropomórfico a la Mónada pitagórica. Taylor, por el contrario, encarama la Mónada muy por encima del Dios mosaico. Zeller ridiculiza el atrevimiento de los Padres de la Iglesia que, sin respeto a la historia ni a la cronología ni a la opinión pública, insisten en que la escuela platónica copió de la religión cristiana sus conceptos fundamentales (74).
LA MENTE UNIVERSALTodas las filosofías antiguas enseñan que Dios es la mente universal difundida en todas las cosas. Las religiones induista, budista (75) y cristiana se fundan en este concepto. En cuanto a la metempsícosis o proceso purificador de las transmigraciones, que tan groseramente se antropomorfizó más tarde, fue dogma subalterno que los sofismas teológicos adulteraron con intento de ridiculizarlo a los ojos de los fieles. Pero ni Gautama el Buddha ni Pitágoras tomaron al pie de la letra esta alegoría puramente metafísica, cuya explicación nos da el Misterio de Kunbum (según veremos más adelante), con referencia a las peregrinaciones espirituales del alma humana. No esperen los eruditos encontrar en la letra muerta de las Escrituras budistas la aclaración de estas sutilezas metafísicas que abisman el pensamiento en la insondable profundidad de su significado, hasta el punto de que nunca está el investigador más lejos de la verdad que cuando presume descubrirla. Las abstrusas enseñanzas budistas sólo pueden comprenderse con auxilio del método platónico, que procede de lo universal a lo particular y cuya clave hallamos en el sutilmente místico influjo espiritual de la vida divina. Así dice el Buddha: “Quien desconoce mi ley y muere en tal estado ha de volver a la tierra hasta que se convierta en perfecto samano. Para ello ha de sofocar en sí mismo la trinidad de Maya (76), extinguir sus pasiones, identificarse con la Ley (77) y comprender la religión del aniquilamiento” (78). En este concepto budista se apoya la filosofía pitagórica, que en este punto concreto expone Whitelock Bulstrode, como sigue: “¿Puede convertirse en no entidad aquel Espíritu que da la vida e impulsa el movimiento y participa de la naturaleza de la luz? ¿Puede el espíritu senciente de los brutos volver a la nada, a pesar de tener memoria, que es facultad racional? Si decís que los brutos exhalan su espíritu en el aire y allí se desvanece, lo niego. Verdaderamente es el aire lugar a propósito para recibir el espíritu de los brutos, porque, según Laercio, está poblado de almas y, según Epicuro, lleno de átomos originarios de todas las cosas; porque hasta este lugar donde nos movemos y en donde vuelan las aves participa de la naturaleza espiritual de modo que es invisible, y por lo tanto, muy bien puede ser el receptor de las formas, puesto que en él están todas las formas. Nosotros tan sólo podemos conocer este lugar por sus efectos. Y si aun el mismo aire es demasiado sutil para comprender su naturaleza, ¿qué será el éter de las regiones superiores y qué formas e influencias descenderán de allí?”
EL NIRVANA LA IMPERSONALIDAD |
ISIS SIN VELO
..........TOMO II |
CAPÍTULO
PRIMERO
EL HOMBRE DE LAS CAVERNAS SIMBOLISMO DE LAS PIRÁMIDES LA CREACIÓN DEL HOMBRE LOS ÁNGELES REBELDES LAS TRES LUCES .............................En el mar sin orillas del espacio refulge el invisible y céntrico sol espiritual cuyo cuerpo es el universo en que infunde su alma y su espíritu. Todas las cosas están formadas según este ideal arquetipo. El cuerpo, alma y espíritu del invisible sol manifestado en el universo son las tres emanaciones, las tres vidas, los tres grados del Pleroma agnóstico, los tres rostros cabalísticos. El Anciano de los Días, el Santo de las edades, el supremo En Soph "tiene forma y después no tiene forma"...Así dice el Zohar (Libro del Esplendor): "El Invisible tomó forma al poner el universo en existencia" El alma del Invisible es la primera luz, el infinito y eterno soplo que mueve el universo é infunde la vida inteligente en toda la creación. La segunda luz condensa la materia cometaria en formas que pueblan el círculo cósmico, ordena los innumerables mundos que flotan en el espacio etéreo en todas las formas e infunde vida no inteligente. La tercera luz produce el universo físico y según se aleja de la divina luz céntrica va palideciendo su brillo hasta convertirse en tinieblas y mal, es decir, en materia densa, a que los herméticos llamaron "purgaciones groseras del fuego celeste".............................................................. DIVINIDADES BISEXUALES INTERPRETACIÓN DEL GÉNESIS OPINIÓN DE SPINOZA ESPÍRITUS ELEMENTARIOS ESPÍRITUS PLANETARIOS LOS HORÓSCOPOS CAIDA EN LA GENERACIÓN LAS DOS ALMAS LOS "HERMANOS DE LA SOMBRA" REVOCACIÓN CE LAS ALMAS CARTA CURIOSA ESPÍRITUS DE LA NATURALEZA SUPERVIVENCIA DE LOS ANIMALES LA CHISPA ARGENTINA ARMONÍA Y JUSTICIA ESPÍRITUS MALIGNOS NUEVOS DESCUBRIMIENTOS |
CAPÍTULO II
CONFERENCIA DEL P. FÉLIX UN DILEMA EL LIBRO DE LA VIDA OPINIÓN DE APULEYO LOS ARHATES DIOSES MANIFESTADOS REENCARNACIÓN LOS HECHICEROS LA OBSESIÓN LA CLASE DE LA "KABALA" ESPECTROS FINGIDOS BRUJERÍAS DE SALEM VULNERABILIDAD ASTRAL SUSPENSIÓN DE LA VIDA LA MEDIUMNIDAD FENÓMENOS DE CEVENNES TEOMANÍA E HISTERISMO FENÓMENOS INSÓLITOS RETO ORIGINAL |
CAPÍTULO
III HOUDIN EN ARGELIA FASCINACIÓN DE SERPIENTES SERPIENTES DANZANTES FENÓMENOS TERATOLÓGICOS IMAGINACIÓN MATERNAL CONDICIONES PRENATALES INFLUENCIA MATERNA HIPÓTESIS DE ARMOR EXPLICACIÓN LÓGICA IMAGINACIÓN Y FANTASÍA CASOS CURIOSOS EL PRINCIPIO VITAL LÍMITES DE LA NATURALEZA OPINIÓN DE CORSON DESPOTISMO CIENTÍFICO LAS CIENCIAS ANTIGUAS Y MODERNAS EL VOTO SODALIANO RAREZAS ZOOLÓGICAS INVENTOS ANTIGUOS AGUAS DE SANGRE REGLA DE CRITERIO |
CAPÍTULO
IV
LA AURORA BOREAL BASES FISIOLÓGICAS DE LA VIDA LA EXPERIENCIA HUMANA EL FUEGO TRINO INSTINTO Y RAZÓN EL ALMA DE LOS ANIMALES COETERNIDAD DE LA MATERIA CONCEPTO DEL NIRVANA ADÁN Y EVA INTUICIÓN Y ORACIÓN ECLIPSE DE LA VERDAD REENCARNACIÓN DE BUDA PINTURAS DE DENDERA EL FILÓSOFO AMONIO LA PRUEBA DEL FUEGO DRAGONES LEGENDARIOS .........................Observa Warton muy acertadamente que los dragones de las leyendas y fábulas son de puro origen oriental, pues encontramos este elemento simbólico en todas las tradiciones de la época primieval. Pero en documento alguno aparece tan definido el dragón como en los textos budistas que nos hablan de las nâgas o sierpes regias que habitan en cavernas subterráneas, entre cuyas misteriosas tinieblas flota el espíritu adivinatorio. Pero tampoco los budistas creen en el diablo según el concepto cristiano que lo considera como entidad distinta y enemiga eterna de Dios, sino que, análogamente a los induistas, admiten la existencia de entidades inferiores que vivieron en la tierra o en otros planetas, pero que todavía no han transpuesto el reino humano. En cuanto a los nâgas creen que han sido en la tierra brujos de índole ruin que comunican a los hombres perversos el poder de secar los frutos con su mirada y aun el de herir de muerte a cuantos ceden a su influencia. Por esto se dice que un cingalés tiene la nâga en el cuerpo cuando con la mirada es capaz de secar un árbol y matar a una persona. Vemos, en consecuencia, que los espíritus malignos no son para los budistas lo que el demonio para los cristianos, sino más bien la encarnación de diversos vicios, crímenes y pasiones humanas. Los devas azules, verdes, amarillos y escarlatas que, según las creencias budistas moran en el monte Jugandere, son genios tutelares de tan benéfica índole algunos como las divinidades llamadas natas, en cuyo número también se entremezclan gigantes y genios maléficos que moran igualmente en dicho monte. Según las enseñanzas budistas, los espíritus malignos eran seres humanos cuando la naturaleza produjo el sol, la luna y las estrellas, pero que al pecar perdieron su estado de felicidad. Si persisten en el pecado, se agrava su castigo, y de este linaje son los condenados; pero aquellos demonios que meren para nacer o encarnar en cuerpo humano y no vuelven a pecar, alcanzan la felicidad celeste. Según observa Uphan esta creencia demuestra que, para los budistas, todos los seres así humanos como divinos están sujetos a la ley de trasmigración, en correspondencia con los actos morales de cada cual, de donde deriva un código de ética muy digno de llamar la atención del filósofo. EL VAMPIRISMO Creen los indos en la existencia de entidades llamadas vampiros, y la misma creencia está generalizada entre los servios y los húngaros. El famoso espiritista e hipnotizador francés Pierart expuso hace cosa de doce años en forma doctrinal esta opinión popular, diciendo que "no es tan inexplicable como parece el hecho de que un espectro se alimente de sangre humano como los vampiros, pues según saben los espiritistas, la bicorporeidad o desdoblamiento de la personalidad es prueba evidente de lo mucho que pueden hacer los espectros astrales en circunstancias favorables. Pero Pierart funda su teoría en la de los cabalistas, quienes llamaban shadim a las entidades de ínfimo orden espiritual. Dice Maimónides que las gentes de su país se veían forzadas a mantener íntimas relaciones con los difuntos en la fiesta de sangre que al efecto celebraban, cavando un hoyo donde vertían sangre fresca para colocar encima una mesa por cuyo medio respondían los espíritus a todas las preguntas. Pierart se indigna contra la supersticiosa costumbre que tenía el clero de atravesar con un puntiagudo palitroque el corazón de todo cadáver sospechoso de vampirismo, pues mientras el cuerpo astral no se haya desprendido por completo del físico, hay probabilidad de que vuelvan a unirse en virtud de la atracción magnética entre ambos. Algunas veces el cuerpo astral está todavía a medio salir del físico que ofrece apariencias cadavéricas, y en este caso vuelve el astral bruscamente a su envoltura de carne, determinando la asfixia del aparente difunto; ó si este estuvo en vida muy apegado a la materia, se convertirá en vampiro que desde entonces vivirá bicorporalmente, alimentándose de sangre que en cuerpo astral absorba de las personas vivientes, pues mientras no se rompa el lazo que lo mantiene al cuerpo físico, podrá vagar de un lado a otro en acecho de su presa. Añade Pierart que, según todos los indicios, esta entidad, por un misterioso e invisible nexo, que tal vez se descubra algún día, transmite el producto de la absorción al sepulto cadáver, con lo que perpetúa el estado cataléptico. Brierre de Boismont cita algunos ejemplos, indudablemente auténticos, de vampirismo, aunque los califica, sin fundamento, de alucinaciones. A propósito de este asunto dice un periódico francés: Según recientes investigaciones, se sabe que, el año 1871, por instigación del clero fueron sometidos dos cadáveres al nefando tratamiento de la superstición popular......; ¡oh ciega preocupación! Pero a esto replica Pierart con valiente lógica: ¿Ciega decís? Tanto como queráis. Pero ¿de dónde derivan estas preocupaciones? ¿Por qué se han perpetuado en tantísimos países a través del tiempo? Después de la infinidad de casos de vampirismo tan a menudo observados, ¿cabe suponer que no tuvieron fundamento? De la nada no sale nada. Las creencias y costumbres dimanan de una causa originaria. Si nunca hubiese ocurrido que los espectros chuparan sangre humana hasta matar a la víctima por extenuación, nadie hubiera desenterrado cadáveres ni fuera posible encontrar, como se encontraron varias veces, cadáveres todavía con las carnes blandas, los ojos abiertos, la tez sonrosada, la boca y narices llenas de sangre que también manaba de las heridas que , por asesinato o ajusticiamiento, les produjeron la muerte. El obispo Huet dice por su parte: No quiero examinar si los casos de vampirismo de que tanto se habla son auténticos o resultado de alguna superstición popular; pero como quiera que los atestiguan autores competentes y fidedignos, aparte de numerosos testigos oculares, no es prudente dirimir esta cuestión sin antes estudiar detenidamente sus términos. CASOS DE VAMPIRISMO También Des Mousseaux trata de este particular, y después de tomarse la molestia de recoger materiales con que forjar su teoría demonológica, cita varios casos notables de vampirismo para atribuirlos en conclusión a las mañas del diablo infundido en los cadáveres de los cementerios para chupar la sangre de personas vivas. Sin embargo, nos parece que podemos explicar este fenómeno sin necesidad de que intervenga tan siniestro personaje, pues bastan para substituirlo la multitud de concupiscentes pecadores de todo linaje, cuya malicia iguala, si no supera, a la achacada al diablo en los mejores días de su quimérica dominación. Lógico es creer en las apariciones espectrales de entidades psíquicas, pero no en la personificación del diablo, a quien nadie vió nunca. De todos modos, la universalidad de la creencia en el vampirismo nos ofrece, particularidades dignas de tenerse en cuenta. Los naturales de los países balkánicos y también los griegos dudarían antes de la existencia de los turcos, sus tradicionales enemigos, que de la de los vampiros a quienes llaman brucolâk o vurdalak y son huéspedes demasiado frecuentes del hogar eslavo. Autores prestigiosos por su integridad y talento confiesan que el vampirismo no es conseja ni superstición, sino hecho cierto cuya más valiosa prueba está en el testimonio unánime de pueblos sin enlace étnico que, no obstante, coinciden en la descripción de este fenómeno tanto como discrepan en los pormenores de otras creencias igualmente tachadas de supersticiosas. El escéptico benedictino Dom Calmet, que floreció en el siglo XVIII, dice a este propósito: Dos medios hay de extirpar la creencia en esos presuntos fantasmas...O bien explicar los fenómenos del vampirismo por medio de causas puramente físicas, o bien, y esto fuera lo más prudente, negar en absoluto semejantes relatos. El primer medio, o sea la explicación del fenómeno por causas físicas, aunque desconocidas, lo empleó la escuela hipnótica de Pierart y no debieran acogerlo hostilmente los espiritistas. El segundo medio es el seguido por los científicos escépticos, que riegan rotundamente el hecho, con aplauso de Des Mousseaux, para quien no hay medio más expedito que la negativa ni que requiera menos saber. Según refiere Dom Calmet, un pastor de Kodom (Baviera) se apareció varias veces a algunos vecinos del lugar en que había muerto; y ya fuese a consecuencia del susto recibido, ya por otra causa cualquiera, lo cierto es que todos cuantos vieron el espectro fallecieron a los pocos días. Escamados por ello los lugareños desenterraron el cadáver y lo clavaron en el suelo con una estaca que le atravesaba el corazón; pero aquella misma noche volvió a aparecer el espectro, de cuya visión cayeron en congoja no pocos lugareños y se aterrorizaron todos. En vista de ello, el gobernador del distrito mandó que por mano del verdugo fuese quemado el cadáver, y en el acto de la quema echaron de ver cuantos se atrevieron a presenciarla que pateaba entre lágrimas y aullidos, como si estuviera vivo, y al clavarle con otras estacas sobre la hoguera, manó abundante sangre de las heridas. Desde entonces no volvió a verse el espectro. Siempre que por mandamiento judicial se desenterraron los cadáveres de personas cuyos espectros venían las gentes, se observó que el cuerpo sospechoso de vampirismo estaba más bien como dormido que como muerto, y que todos los objetos de uso personal del difunto se movían por la casa sin que nadie los tocara. No obstante, en todos los casos se procedió con el más riguroso formulismo legal, y únicamente después de oír a los testigos, cuando los cadáveres presentaban señales inequívocas de vampirismo, los quemaba el verdugo. Respecto a la naturaleza del fenómeno dice Dom Calmet que la principal dificultad está en saber cómo los vampiros pueden salir del sepulcro y volver a él sin dejar señales de remoción en el enterramiento, aparte de que se aparecen con los mismos vestidos que llevaban en vida y se mueven y aun comen cual si estuvieran vivos. Añade el benedictino que si todo esto fuera ilusión de quienes aseguran haber visto los espectros, no se encontrarían los cadáveres enteros, bien conservados y rebosando sangre, ni, lo que es más concluyente, tendrían los pies manchados de barro después de su aparición, sin que nada de esto se note en los demás cadáveres del mismo cementerio. Por otra parte , continúa Calmet, es muy significativo que una vez quemado el cadáver no vuelva a verse el espectro, y que estos casos ocurran con tanta frecuencia en este país que no se a posible desarraigar la superstición, sino, por el contrario, afirmarla más y más en las gentes.
MUERTE APARENTE La muerte aparente es un fenómeno de naturaleza desconocida que, por esta circunstancia, niegan de consuno fisiólogos y psicólogos. Consiste en que a veces está ya muerto el cuerpo físico sin que el astral se haya separado de él; pero si por lo malvado perdió el difunto su individualidad, irá el astral separándose poco a poco hasta desligarse por completo del organismo en descomposición. Así resulta que la verdadera muerte, o sea el definitivo abandono del cuerpo físico, no ocurre precisamente cuando la declaran los médicos que no creen o no comprender la verdadera naturaleza del espíritu. Pierart opina que es muy arriesgado enterrar apresuradamente a los difuntos, aun cuando el cuerpo presente indicios de descomposición, y dice a este propósito que "cuando se entierra a un cataléptico en lugar fresco y seco, donde el aparente cadáver no sufra influencias morbosas, el cuerpo astral, envuelto en el doble etéreo, sale del sepulcro con objeto de alimentar al físico a expensas de las personas vivas. La asimilación se efectúa por un medio transmisor que algún día descubrirán las ciencias psicológicas". Hay numerosos testimonios judiciales de la aparición de estos espectros vampíricos que chupaban la sangre de sus víctimas hasta matarlas por consunción. En consecuencia, no hay más remedio que o negar de plano estos fenómenos, según piadosamente aconseja Calmet, o admitir la única explicación que satisfactoriamente les cabe. Dice Glanvil que "hombres tan eminentes como Enrique More aseveran que las almas de los difuntos actúan en vehículos etéreos, según opinaron los filósofos de la antigüedad" . Sobre este mismo particular observa el filósofo alemán Görres que "Dios no formó al hombre con cuerpo muerto, sino con un organismo animado, lleno de vida y dispuesto a recibir el divino soplo por cuya virtud salió de las creadoras manos como doble obra maestra. El misterioso soplo penetró en la misma entraña de la vida orgánica del primer hombre (de la primera raza) y desde aquel instante quedaron unidos el alma animal procedente de la evolución terrena y el espíritu emanado del cielo" Des Mousseaux repudia esta doctrina por opuesta a la católica; pero esto no es obstáculo para que esclarezca con la luz de la lógica muchos enigmas psicológicos. El sol de la filosofía brilla para todos, y si a los católicos, que forman escasamente la séptima parte de la población total del globo, no les satisface dicha teoría, tal vez satisfaga a los millones de gentes que profesan otras religiones. Volúmenes enteros podríamos llenar con la descripción de los fenómenos que ocurren entre los adeptos de todos los países; pero baste considerar los que guardan relación con los modernos fenómenos oficialmente atestiguados. ENTIDADES ESPIRITUALES Horst trató de dar idea de algunas entidades espirituales de la religión persa; pero no logró su intento por lo muy embrollado de la nomenclatura, en que figuran las numerosas clases de devas, los darvandas, sadimos, dijinos, duendes, elfos, etc., aparte de los serafines, querubines, iredas, amashpendas, sefirotes, malaquimens y elohimes de la religión judía, con los millones de entidades astrales y elementarias, espíritus intermedios y seres quiméricos de toda clase y coloración. Sin embargo , la mayoría de estas entidades nada tienen que ver con los fenómenos deliberada y conscientemente producidos por los magos orientales que protestan contra la imputación de hechiceros, pues estos reciben ayuda de entidades elementales, y elementarias sobre las que el adepto tiene limitado poder, aunque raras veces hace uso de él, ya que en los fenómenos psíquicos le sirven los espíritus de la naturaleza, no como inteligencias, sino como fuerzas sumisas y obedientes. INCUBOS Y SÚCUBOS OPINIÓN DE ENNEMOSER |
CAPÍTULO
V SIMBOLISMO ANTIGUO
Todo cuando nos vanagloriamos de hacer es descubrir los secretos del organismo humano, saber por qué las partes se osifican y la sangre se cuaja y aplicar continuos remedios contra los efectos del tiempo. Esto no es magia, sino el arte de curar debidamente comprendido.-BULWER LYTTON. Contempla, ¡oh guerrero! La roja cruz señala la tumba del poderoso muerto. Dentro arde maravillosa luz que ahuyenta a los espíritus de tinieblas. Esta lámpara arderá sin consumirse hasta que se haya cumplido la eterna sentencia... No hay llama terrena que tan brillante arda.-WALTER SCOTT. Hay gentes incapaces de apreciar la grandeza mental de los antiguos, aun en lo referente a las ciencias físicas, por más que se les demuestre con toda evidencia su profundo saber y admirables descubrimientos. A pesar de que la experiencia de insospechados inventos les debiera haber hecho más cautos, persisten en negar y, lo que todavía es peor, en ridiculizar cuanto no pueden probar. Así, por ejemplo, se burlarán de la eficacia de los talismanes y no sólo les parecerá incomprensible que los siete Espíritus del apocalipsis simbolicen las siete ocultas potestades de la naturaleza, sino que se reirán convulsivamente si algún mago promete obrar prodigios mediante ciertos ritos cabalísticos. No conciben que nadie dotado de buen juicio atribuya secretas virtudes a una figura geométrica trazada en un papel o grabada en un pedazo de metal u otra materia. Pero quienes se tomaron el trabajo de informarse de estos particulares saben que los antiguos llevaron a cabo notables descubrimientos en ciencias psíquicas y físicas, dejando poco por descubrir en sus investigaciones.SIMBOLISMO ANTIGUOPor nuestra parte, cuando vemos que el pentáculo sintetiza una profunda verdad de la naturaleza, nos parece tan apropiada representación como en su caso las figuras de Euclides o las notaciones químicas. El profano tendrá por abnsurdo que la fórmula Na 2 CO, simbolice el carbonato sódico y la C2 H6 O el alcohol. Los alquimistas simbolizaban el Azoth o principio creador de la naturaleza (luz astral en la figura que abarca tres conceptos: 1.º, la hipótesis divina; 2.º, la síntesis filosófica; 3.º, la síntesis física; lo que tanto vale: una creencia, una idea y una fuerza. Pero si este símbolo les parece estrambótico a los científicos, en cambio tienen por muy natural que la química moderna exprese, por ejemplo, la reacción del ácido fosforoso con el nitrato argéntico, en la fórmula siguiente: PhO3H2 + 2NO3Ag + H2O = PhO4H3 + 2NO3H + Ag2. Si al profano se le puede dispensar que se quede con la boca abierta ante este abracadabra químico, bien valdría que los científicos reprimiesen la risa hasta conocer el significado filosófico del simbolismo antiguo. aL menos habrían de evitar la ridiculez en que incurrió De Mirville al confundir el Azoth de ls herméticos con el ázoe de los químicos, diciendo muy formalmente que aquéllos adoraban al gas nitrógeno (1) . Si ponemos un trozo de acero en contacto con un imán natural quedará imanado de modo que sin alteración de peso ni mudanza de aspecto comunique la imanación a otro pedazo de acero, porque en su masa habrá penetrado una de las más sutiles fuerzas de la naturaleza. De la propia suerte un talismán, que intrínsecamente es tan sólo un trozo de metal, un pedazo de papel o un fragmento de cualquier otra materia, recibe la influencia del imán superior a todos los imanes, de la voluntad humana, con energía para el bien o para el mal de tan reales efectos como la propiedad adquirida por el acero en su contactocon el imán natural. Dejad que el sabueso olfatee una prenda de ropa perteneciente a un fugado y seguirá su rastro a través de las quebraduras del terreno hasta descubrirle en el paraje donde se oculte. Dad al psicómetra un manuscrito por antiguo que sea y os describirá el carácter del autor y aun tal vez sus rasgos fisonómicos. Entregad al clarividente un rizo de pelo o cualquier objeto de la persona de quien se deseen informes, y podrá por virtud de la simpatía establecida seguir las huellas del ausente durante toda su vida. Saben los ganaderos que las reses jóvenes no deben juntarse con las viejas y los médicos expertos prohiben a los padres dormir con sus hijos. Cuando David era de edad provecta y se hallaba extenuado y débil, cobró nuevas fuerzas por el vigor de la doncella Abigail que compartía su lecho. La difunta emperatriz de Rusia, hermana de Guillermo I de Alemania, quedó tan débil en los últimos años de su vida que los médicos le aconsejaron formalmente que durmiese con una sana y robusta campesina. Según el doctor Kerner, la señora Hauffe, la vidente de Prevost, aseguraba que vivía gracias a las emanaciones magnéticas de las personas que la rodeaban. Esta vidente era sin duda un vampiro magnético que absorbía la vitalidad de cuantos eran lo suficientemente robustos para cedérsela en forma de sangre volatilizada. Kerner afirma que la sola presencia de la vidente de Prevost, avivaba las emanaciones magnéticas de los circunstantes, quienes se resentían de la pérdida de fuerzas. Estos ejemplos de la transmisión fluídica de una a otra persona o a los objetos tocados por ellas, facilitan la comprensión de que concentrando la voluntad en un objeto adquiera éste potencia benéfica o maligna, según el propósito del concentrador.
FOTOGRAFÍAS AKÂSICASLas emanaciones magnéticas, inconscientemente producidas, quedan dominadas por otra de mayor intensidad y opuesto sentido; pero cuando la voluntad dirige conscientemente la fuerza magnética y la aplica a determinado punto, prevalece contra otra más intensa. El mismo efecto produce la humana voluntad en el akâsa, con resultados físicamente objetivos (2) que se dilatan hasta la curación de las enfermedades por medio de objetos magnetizados puestos en contacto con el enfermo. Sin embargo, en nuestra época parece como si la erudición fuese compañera de mezquinas filosofías, y así vemos que psicólogos de la talla de Maudsley (3) al relatar las maravillosas curas realizadas por el padre de Swedenborg (análogas a las mil que llevaron a cabo saludadores a quienes Maudsley llama fanáticos), se burla de la firmeza de su fe, sin detenerse a examinar si precisamente en la influencia de esta fe en las fuerzas ocultas estaba el secreto de su virtud saludadora. Ciertamente no acertamos a ver que el moderno químico se diferencie en punto a facultades mágicas del teurgo antiguo sino en que, por conocer el dualismo de la naturaleza, disponía el segundo de un campo de observación doblemente vasto que el del primero. Los antiguos animaban las estatuas y los herméticos hacían visibles, en determinadas condiciones, los espíritus elementales en sus cuatro formas de gnomos, ondinas, sílfides y salamandras. De la combinación del oxígeno con el hidrógeno obtiene el químico agua cuyas diáfanas gotas sirven de ambiente a la vida orgánica y en cuyos intersticios moleculares se diluyen el calor, la electricidad y la luz lo mismo que en el cuerpo humano. Pero ¿de dónde dimana la vida atómica de la gota de agua?, ¿se han aniquilado las peculiares propiedades del oxígeno y del hidrógeno al transmutar su forma en la del agua? A esto responde la química moderna diciendo que ignora si los gases componentes del agua conservan o no su misma substancia en el compuesto, y por lo tanto, bien podrían los científicos escépticos aplicarse lo que dice Maudsley de “permanecer tranquilamente resignados en la ignorancia hasta que brote la luz” (4).
LOS HOMÚNCULOSLos modernos investigadores tienen por patraña la aseveración de que Paracelso formó homúnculos mediante ciertas combinaciones desconocidas aún de las ciencias experimentales; pero aun suponiendo que Paracelso no los formara, se sabe que mil años atrás hubo adeptos versados en este linaje de magia que los formaron por análogos procedimientos a los que hoy emplean los químicos para producir animálculos. Hece pocos años, el inglés Crosse llegó a obtener algunos acarias (5) y otro experimentador afirmaba la posibilidad de fecundar los huevos inertes por medio de una corriente de electricidad negativa que pase a su través. A pesar de las contrarias opiniones, el fruto del amor que, según la Biblia, halló Rubén en el campo y excitó la imaginación de Raquel era la mandrágora cabalística (6), que ofrece el aspecto de feto humano con cabeza, brazos y piernas, figuradas éstas por las raíces. Cree el vulgo que al arrancarla del suelo exhala un grito y esta superstición no carece de fundamento, pues en efecto, la substancia resinosa que cubre sus raíces produce al resquebrajarse por el arranque un sonido semejante al del grito humano (7). La mandrágora es la planta terrestre que parece formar el anillo de tránsito entre los reinos vegetal y animal, análogamente a lo que en la vida acuática sucede con los pólipos y zoófitos que confusamente participan de los caracteres del vegetal y del animal. A pesar de todo, tal vez haya quien no crea en la producción de homúnculos; pero ningún naturalista enterado de los progresos de las ciencias lo tendrá por imposible, pues, como dice Bain, nadie es capaz de limitar las posibilidades de la existencia. Quedan todavía por escrutar muchos misterios de la naturaleza, y aun de aquellos que se presumen descubiertos, ni uno solo está perfectamente comprendido, pues no hay planta ni mineral cuyas propiedades todas conozcan los naturalistas. ¿Saben por ventura algo de la íntima naturaleza de los minerales y vegetales? ¿Están seguros de que además de sus descubiertas propiedades no haya otras ocultas en la constitución íntima de la planta o de la piedra, que únicamente se manifiesten en relación con otra planta o piedra de la manera que se llama “sobrenatural”? sin embargo, los modernos escépticos desdeñan por absurdas las aseveraciones en que Plinio, Eliano y Diodoro de Sicilia, deslindando la verdad científica de la ficción supersticiosa, atribuyen a determinados vegetales y minerales virtudes desconocidas de los botánicos y mineralogistas contemporáneos. Desde remotísimos tiempos se aplicaron los sabios a descubrir la naturaleza de la fuerza vital; pero a nuestro entender, tan sólo la doctrina secreta puede darnos la clave de este misterio. Las ciencias experimentales sólo ven cinco fuerzas en la naturaleza: una relativa a la masa y cuatro a la constitución molecular. En cambio los cabalistas reconocen siete fuerzas y en las dos adicionales subyace el secreto de la vida. Una de estas otras dos fuerzas es el espíritu inmortal invisiblemente reflejado en toda partícula de materia, así orgánica como inorgánica. En cuanto a la séptima fuerza, sólo cabe decirle al lector que procure descubrirla. Sobre el particular dice Le Conte: ¿Cuál es la diferencia esencial entre un organismo vivo y un organismo muerto? En el orden físico-químico no echamos de ver ninguna, pues todas las fuerzas físicas y químicas entresacadas del común depósito para accionar el organismo vivo, subsisten en el muerto hasta la desintegración. Y sin embargo, la diferencia entre ambos es incalculable. ¿Qué fórmulatiene la ciencia experimental para expresar esta inmensa diferencia? ¿Qué se marchó del organismo y adónde fue? Algo hay aquí no averiguado todavía por la ciencia; y precisamente esto que del organismo vivo se escapa en el momento de la muerte es en su más elevada significación la fuerza vital (8). Por imposible que le parezca a la ciencia explicar la naturaleza de la vida orgánica ni aun exponer una hipótesis razonable sobre ella, no hay tal imposibilidad para los adeptos y clarividentes, ni siquiera para quien, sin haber llegado a las alturas desde donde se contempla el universo visible reflejado como en límpido espejo en el invisible, tiene no obstante la divina fe arraigada en su íntimo sentido que le da el infalible convencimiento que no es capaz de darle la razón fría; porque entre las contradicciones de los falaces dogmas inventados por el hombre y la mutua repulsión de los sofismas teológicos con que cada credo rebate los argumentos del contrario, surge prevaleciente y triunfante la única verdad común a todas las religiones: Dios y el espíritu inmortal. Por otra parte, también los irracionales alcanzan a percibir algo de lo que en la especie humana está reservado a los clarividentes. A este propósito hemos realizado numerosos experimentos con gatos, perros, monos y cierta vez con un tigre domesticado, cuyas circunstancias no será ocioso referir. Un caballero indo, que residía por entonces en Dindigul y hoy en apartado lugar de las montañas del Ghaut occidental, hipnotizó intensamente un espejo mágico de figura redonda y luna relucientemente negra, y lo puso frente a la vista de un tigre que desde muy cachorro tenía domesticado y era tan sumiso y manso como un perro, hasta el punto de que los chiquillos le importunaban tirándole de las orejas sin más consecuencia que un quejumbroso gruñido. Pero al ponerle el espejo delante clavaba la vista en él como fascinado magnéticamente y daba frenéticos aullidos mientras en sus ojos se reflejaba el mismo terror que pudiera mover a un hombre, hasta dejarse caer por fin en el suelo presa de convulsivo terror, como si viese algo invisible para el ojo humano. Al apartar el espejo quedaba el tigre jadeante y caía en un estado de postración del que se recobraba pasadas dos horas. ¿Qué veía el tigre? ¿Qué fantástica visión del invisible mundo animal aterrorizaba a un bruto de índole naturalmente tan fiera? Quizás sólo pueda responder quien operó el fenómeno.
SESIÓN DE MAGIALos mismos efectos se observaron en una sesión espiritista a la que asistían varios mendicantes indos y un hechicero sirio semipagano, semicristiano, de Kunankulam. Éramos en suma nueve circunstantes, siete hombres y dos mujeres, indígena una de ellas. En el aposento estaba también el tigre del caso anterior, muy entretenido en roer un hueso, y además había un mono leonino de negro pelaje, perilla y patillas blancas y ojos chispeantes de penetrante mirada, en que se reflejaba la malicia cuya personificación poseía el ladino cuadrumano. Cerca de él se restregaba tranquilamente una oropéndola su dorada cola en una pértiga dispuesta junto al ventanal de la galería. La luz del día (9) penetraba a raudales por las aberturas de la estancia, y de las selvas y bosques vecinos llegaba hasta nosotros el rumoroso eco de miríadas de insectos, aves y cuadrúpedos. Mas para no sofocarnos en el cerrado ambiente de la sala de sesiones, nos acomodamos en el jardín entre los racimos de la erythrina (árbol del coral), como el fuego rojos, y las flores de begonia, como la nieve blancas. Estábamos rodeados de luz, color y perfumes. Para adornar las paredes, cortamos diversidad de ramos de flores y hojas de plantas sagradas, como la suave albahaca, la flor de Vishnú (10) y las ramas de la higuera santa (Ficus religiosa), con cuyas hojas se entrelazaban las del loto sagrado y de la tuberosa indostánica. Comenzada la sesión, uno de los mendicantes, muy sucio de ropas, pero verdaderamente santo, se puso en contemplación y operó algunos prodigios por su propia voluntad, sin que ni el mono ni la oropéndola mostrasen inquietud alguna, pues tan sólo el tigre temblaba de cuando en cuando y dirigía la vista de uno a otro lado, como si con los fosforescentes ojos siguiera los movimientos de algún ser invisible que se le apareciera objetivamente. El mono perdió su primitiva vivacidad y quedóse acurrucado e inmóvil, mientras la oropéndola se mostraba del todo indiferente. Oíase en la estancia como suave batir de alas y las flores cruzaban el espacio cual si manos invisibles las moviesen. Una de ellas, de azulada corola, cayó encima del mono, que asustado fue a refugiarse bajo la blanca túnica de su amo. Una hora duraron estas manifestaciones, hasta que habiéndose quejado alguien del calor, nos obsequiaron las entidades con una copiosa llovizna deliciosamente perfumada que nos refrigeró sin mojarnos. FENÓMENOS MÁGICOSTerminadas por el fakir las operaciones de magia blanca, el hechicero sirio se dispuso a manifestar su poder en aquel linaje de maravillas que los viajeros han divulgado por Occidente. Nos dijo que iba a demostrar la clarividencia de los animales con suficiente acierto para distinguir los buenos de los malos espíritus. Antes de comenzar sus operaciones quemó el hechicero un montón de ramaje resinoso, cuyos humos se levantaron en nube, y poco después observamos todos manifiestas señales de indescriptible terror en el tigre, el mono y la oropéndola. Pusimos nosotros el reparo de que bien podían haberse asustado los animales a la vista de los tizones, por la costumbre tan frecuente en aquel país de encender hogueras para ahuyentar a las alimañas; pero el hichicero se adelantó entonces hacia el amedrentado tigre con una rama de bael (11) en la mano y se la pasó varias veces por la cabeza, mientras musitaba las fórmulas de encantamiento. El tigre dio al punto señales de profundo terror, pues los ojos se le salían de las órbitas como encendidos carbones, echaba espumarajos por la boca, aullaba horriblemente y empezó a dar brincos como si buscase un agujero donde meterse, con la curiosa particularidad de que desde los bosques y selvas vecinos respondían infinidad de ecos a su aullido. Por fin miró más fijamente al punto en que tenía clavados los ojos y, rompiendo de un salto la cadena que lo sujetaba, se lanzó al campo a través de la ventana de la galería, arrastrando tras sí un pedazo de bastidor. El mono se había escapado ya mucho antes y la oropéndola cayó inerte de la pértiga. No les preguntamos ni al fakir ni al hechicero el secreto de sus operaciones, porque de fijo nos hubieran respondido poco más o menos como respondió cierto fakir a un viajero francés, según relata éste como sigue en un periódico neoyorquino. Dice así: Muchos prestidigitadores indos que viven retirados en el silencio de las pagodas dejan tamañitos los juegos de Houdin, pues los hay que efectúan curiosos fenómenos de magnetismo en el primer hombre o animal con quien topan. Esto me ha movido a preguntar si la oculta ciencia de los brahmanes habrá resuelto muchos de los problemas que agitan a la Europa contemporánea. En cierta ocasión estaba yo tomando café con otros invitados en casa de Maxwell, cuando éste ordenó a su criado que introdujera en el salón al hechicero. Era un indo flaco, de rostro macilento y tez broncínea que iba casi desnudo y llevaba enroscadas por todo el cuerpo hasta una docena de serpientes de diversos tamaños, todas ellas de la ponzoñosa especie del cobra indostánico. Al entrar nos saludó diciendo: “Dios sea con vosotros. Soy Chibh-Chondor, hijo de Chibh-Gontnalh-Mava”. Nuestro anfitrión exclamó entonces: -Queremos ver qué sabéis hacer. -Obedezco las órdenes de Siva que me envió aquí –respondió el hechicero sentándose a estilo oriental sobre el pavimento. Al punto irguieron las serpientes la cabeza y silbaron sin señal alguna de irritación. Después tomó el hechiero una especie de caramillo que llevaba pendiente del cabello e imitó con su tañido el canto del tailapaca (12), a cuyo son desenroscáronse las serpientes y una tras otra se deslizaron por el pavimento con un tercio del cuerpo erguido, de modo que se balanceaban al compás de la tocata de su amo. De pronto dejó el caramillo e hizo varios pases sobre las serpientes, cuya mirada cobró tan extraña expresión que todos los circunstantes nos sentimos molestos hasta el punto de apartar de ellas la vista. El chokra (13), que en aquel momento llevaba un braserillo con lumbre para encender los cigarros, cayó al suelo sin fuerzas, quedándose dormido, y lo mismo nos hubiera pasado a todos si el encanto hubiese proseguido algunos minutos más. Pero el hechicero hizo entonces unos cuantos pases sobre el muchacho y en cuanto le dijo: “la lumbre a tu amo”, levantóse rápidamente para, sin la menor vacilación, cumplir lo que se le había ordenado, a pesar de que continuaba dormido, según comprobaron los pellizcos, golpes y estirones que al efecto le dieron los circunstntes. Una vez servida la lumbre, no fue posible apartarle del lado de su amo hasta que se lo mandó el hechicero. Entonces echamos de ver que, paralizadas por los efluvios magnéticos, yacían las serpientes en el suelo, rígidas como bastones, en completa catalepsia hasta que, despertadas por el hechicero, se le volvieron a enroscar por el cuerpo. Le preguntamos si sería capaz de influir en nosotros, y por toda respuesta nos hizo pases en las piernas, que se nos quedaron paralizadas hasta que con la misma facilidad las repuso en su normal estado de movimiento. Chibh-Chondor terminó la sesión apagando las luces con sólo dirigir hacia ellas las manos desde su asiento, moviendo los muebles incluso los divanes en que nos sentábamos, abriendo y cerrando puertas y por último deteniendo y volviendo a soltar la cuerda de un pozo del que en aquel instante sacaba agua el jardinero. Por mi parte, le pregunté al magnetizador si empleaba el mismo procedimiento respecto de los objetos inanimados que de los seres animados, a lo cual me respondió diciendo que su único procedimiento era la voluntad, pues con ella puede el hombre dominar las fuerzas físicas y mentales, ya que es culminación y resumen de todas ellas. Añadió que ni los mismos brahmanes acertarían a responder más concretamente sobre el particular (14). A mayor abundamiento refiere el coronel Yule (15) que, según testimonio de Sanang Setzen, los encantadores indos son capaces de operar con su dharani (encanto místico) maravillas tales como clavar estacas en la dura peña; resucitar muertos; transmutar en oro los más bajos metales; filtrarse a través de puertas y paredes; volar por los aires; tocar con la mano a las bestias feroces; adivinar el pensamiento; remontar el curso de las aguas; sentarse en el aire a pierna cruzada; tragarse ladrillos enteros y otros prodigios no menos inexplicables. Análogos portentos atribuyen los escritores de la época a Simón el Mago, de quien dicen que animaba estatuas; se metía en el fuego sin quemarse; volaba como un pájaro; convertía las piedras en pan; mudaba de forma; presentaba dos caras al mismo tiempo; movía los objetos sin tocarlos; abría de lejos las puertas cerradas, etc. El jesuita Delrío se lamenta de que muy piadosos, pero en demasía crédulos príncipes, hubiesen permitido ejecutar en su presencia diabólicas habilidades, como, por ejemplo, “hacer saltar objetos pesados de uno a otro extremo de la mesa sin valerse para ello de imán alguno ni otro medio de contacto” (16).
FENÓMENO DEL TRÍPODEEn la ya citada obra (17) refiere Yule por testimonio de un monje llamado Ricold, que “los tártaros honran sobremanera a los baxitas o sacerdotes de los ídolos, que proceden de la India y son varones de pronfundo saber, austera vida y rígida moralidad, muy versados en artes mágicas y hábiles en tramar ilusiones y predecir los sucesos hasta el punto de que, según se asegura, uno de ellos llegó a volar, aunque la verdad del caso es que no volaba sino que andaba con los pies levantados muy cerca del suelo y hacía ademán de sentarse sin apoyo ni asiento alguno donde sostenerse. De esto fue testigo ocular Ibn Batuta en presencia del sultán Mahomed Tughlak, quien a la sazón tenía la corte en Delhi”. No hace muchos años operaba públicamente este mismo fenómeno un brahman de Madrás, descendiente acaso de aquellos a quienes Apolonio vio andar a dos codos sobre el suelo. Igual prodigio describe Francisco Valentyn, diciendo que en sus días era cosa corriente en la India. Refiere a este propósito que el operante se sienta primeramente sobre tres pértigas dispuestas en forma de trípode, que se van quitando luego una tras otra de modo que el sujeto se quede sentado en el aire. En cierta ocasión, un amigo mío que presenció este fenómeno y no podía creerlo a pesar de verlo, quiso asegurarse de que no había fraude y, al efecto, tanteó en varias direcciones con un palitroque muy largo todo el espacio comprendido entre el cuerpo y el suelo sin encontrar el más leve obstáculo” (18). En la ya referida obra da cuenta Yule de lo que vio en sus viajes y dice a este propósito: Todo cuanto hemos relatado no es nada en comparación de lo que llevan a cabo los prestidigitadores de oficio, y ciertamente que podría tomarse por patraña si no lo atestiguaran tan gran número de autores de muy distintas épocas y diferentes lugares. Uno de estos testigos es el viajero árabe Ibn Batuta que asistió en cierta ocasión a una fiesta de la corte del emir de Khansa. Reunidos los invitados en el patio de palacio, llamó el emir a un esclavo del emperador y le mandó que hiciera sus habilidades. Tomó entonces el hombre una bola de madera con muchos agujeros, por los cuales pasaban largas correas, y asiendo una de ellas lanzó la bola al aire con tal fuerza que la perdimos de vista. En manos del prestidigitador quedó tan sólo el extremo de la correa a la que, agarrándose uno de los muchachos ayudantes, desapareció también de nuestra vista. Llamóle entonces el prestidigitador por tres veces, y como nadie respondiese fingió encolerizarse y desapareció asimismo con ademán de encaramarse por la correa en busca del muchacho. A poco rato fueron cayendo al suelo, desde invisible altura, primero una mano, luego un pie, después la otra mano y sucesivamente el otro pie, el tronco y la cabeza del ayudante. Por fin el prestidigitador acalorado y jadeante, con las ropas tintas en sangre, y postrándose ante el emir hasta besar el suelo, díjole en lengua china algo a que el soberano pareció responder con una orden, pues al punto recogió el hechicero los esparcidos miembros, y después de colocarlos en su lugar respectivo dio un puntapié en el suelo, a cuya señal enderezóse el muchacho tan vivo, sano y entero como antes. Fue tal la emoción que despertó en mí este fenómeno, que me sobrecogieron palpitaciones y se me hubo de administrar un cordial. El kaji Afkharuddin, que estaba cerca de mí, exclamó: “¡Vaya! Creo que aquí no ha subido ni bajado nadie por la correa ni tampoco se ha descuartizado ni recompuesto a nadie. Todo esto es juego de manos”.
No hay duda de que todo aquello fue juego de manos, ilusión o maya como dicen los indos; pero cuando miles de personas son víctimas de semejante ilusión no debe desatender la ciencia el examen de los medios por los cuales se produce. Seguramente que ni Huxley ni Carpenter han de desdeñar por indigno de su atención el arte por cuyas misteriosas reglas desaparece un hombre de nuestra vista en un aposento de cuya cerrada puerta tenéis la llave y a pesar de no verle en parte alguna oís su voz que sale de diversos puntos de la estancia y la risa con que se burla de vuestra sorpresa. Este misterio es, por lo menos, tan digno de investigación como la causa de que los gallos canten a media noche. Yule copia asimismo el relato de Eduardo Melton, viajero holandés que hacia los años 1670 presenció en Batavia fenómenos análogos a los de que Ibn Batuta fue testigo en 1348. Dice así el relato:
PINÁCULO DE ILUSIÓN LA VIDA EN LA MUERTE RESURECCIÓN DE FAKIRES LA MUERTE REAL ANIMACIÓN SUSPENSA LOS HUESOS DE ELISEO MEDIACIÓN Y MEDIUMNIDAD DESINTERÉS DE LOS MEDIANEROS EL MÉDIUM PASIVO APARICIONES ESPECTRALES DISTINCIONES FENOMÉNICAS LOS MADANES DE ORIENTE LEVITACIONES DEL MÉDIUM Y DEL ADEPTO OPINIÓN DEL PROFESOR WAGNER EL MOVIMIENTO CONTÍNUO ELIXIR DE LARGA VIDA TIERRA PREADÁMICA EL SAGRADO TETRAGRAMA TRANSMUTACIÓN DE LOS METALES JUICIO SOBRE LOS ANTIGUOS LOS LIBROS DE EUCLIDES EL RAYO VIOLADO |
CAPÍTULO
VI HIDRÁULICA EGIPCIA ARQUITECTURA EGIPCIA TRANSLACIÓN DE OBELISCOS CÓMPUTO ASTRONÓMICO EL LABERITO DE LOS DOCE SEÑORES RUINAS DE KARNAK Y DENDERA CIVILIZACIÓN ANTIGUA EL PARARRAYOS EN LA ANTIGÜEDAD CLAVE JEROGLÍFICA ARTE MILITAR DE LOS EGIPCIOS LAS ETAPAS DE LA CIENCIA EL SABEISMO CALDEO EL LINO EGIPCIO SIDERURGIA EGIPCIA VENDAJE DE LAS MOMIAS LA QUÍMICA DE LOS COLORES ARTE MUSICAL NAVEGANTES EGIPCIOS ALEGORÍAS IDÉNTICAS COSMOGONÍA QUICHÉ ABORÍGENES AMERICANOS FILIZACIÓN DE LOS HEVITAS LA SERPIENTE DE BRONCE LAS ORILLAS DEL ATLÁNTICO RELIGIÓN UNIVERSAL MONUMENTOS RELIGIOSOS EL CINOCÉFALO EGIPCIO ORIGEN DEL NAGKON-WAT ORIGEN DE LOS JUDIOS HEBREOS Y FENICIOS LA CLAVE ARQUITECTÓNICA EL ENIGMA DE LA ESFINGE |
CAPÍTULO VII EL EDÉN DE LA BIBLIA RELIQUIAS CEILANESAS EL GÉNESIS Y LA KÁBALA LA LITERATURA ÍNDICA SÍMBOLO DE SIVA EL MUNDO ORIENTAL LA ÉPOCA DE MANÚ LA ISLA TRNASHIMALÁYICA DEPRAVACIÓN DE LOS ATLANTES EL TESORO DE LOS INCAS SUBTERRÁNEOS DEL PERÚ EL EJERCICIO DE LA MAGIA LEYENDAS CHINAS ESPÍRITUS DEL DESIERTO LA ARENA MUSICAL LOS TIBURONES DE CEILÁN SESIÓN DE MAGIA EL ESPÍRITU DE BEETHOVEN ESTATUAS ANIMADAS LOS MILAGROS DE LOURDES LA PAVOROSA THEOPOEA SIXTO V Y LOS TALISMANES PROGRESOS DE LA INDIA ANTIGUA VELEIDADES DE LOS CIENTÍFICOS UN CIENTÍFICO DISIDENTE EL DIVINO PYMANDER JUICIO DE CAMPOLLIÓN EL APOTEGMA DE NÂRADA |
TOMO
III |
CAPÍTULO I
Cristianos nominales Falicismo cristiano Dicterios pontificios El culto de la Virgen El infierno cristiano hipotética situación del infierno Los biográfos de Satanás Milagros apócrifos La Magia clerical Milagros laicos La silla de San Pedro Libros Antiguos Las galerías de Ishmonia Las llaves de San Pedro Virtudes paganas Astucia clerical La Tetraktys La ciencia de las ciencias Los Sephirotes cabalísticos El dogma de la Redención Antigüedad de la Eucaristía Los sanscritistas La Trinidad en las religiones Trinidad mexicana Dispersión de los neoplatónicos. |
CAPÍTULO
II Hechiceras clericales Procesos inquisitoriales Palabra de Jesús Las siete abominaciones Hechicería en la India Reliquias apócrifas Santo Domingo y los demonios Médiums y santos La Leyenda de Oro El Papa y los musulmanes Doctrinas de Pablo Origen pagano del ritual católico Influencia de San Agustín El maestro constructor Significado de "Petrum" Ritos paganos y cristianos Iconografía cristiana Taumaturgia pagana El secreto de iniciación Grados de iniciación Sinceridad de los fakires Características de los fakires Naturaleza de los pitris El dogma de la Inmaculada Caída del alma Sublimidad de la epopteia Grados de comunicación Índole de las visiones Los tanaímes del Talmud Los símbolos del cristianismo Opinión de Inman |
CAPÍTULO
III LA SUCESIÓN APOSTÓLICA ADULTERACIÓN DE LOS EVANGELIOS LA PALABRA NAZACERON LA FÁBULA DE EURÍDICE NAZARENOS Y NAZARES ERRORES BÍBLICOS MODALIDAD DEL BAUTISMO EL NAZAREBI REFIRNADIR LA SECTA NAZARENA EL NOMBRE DE ZOROASTRO AFINIDAD DE DOCTRINAS FRASES PITAGÓRICAS CABALISMO DEL APOCALIPSIS LA FIGURA DE JESUS TRANSMIGRACIONES DEL ALMA EL HOMBRE DIVINO EL CREDO DE BASÍLIDES EL UNIVERSO ILUSORIO EL NOBLE HERESIARCA MARCIÓN DUALIDAD DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO JESÚS NO ALUDÍA A JEHOVAH JEHOVAH Y BACO EL EMMANUEL DE ISAIAS |
CAPÍTULO
IV CONTRADICCIONES BÍBLICAS TEOGONÍA COMPARADA EL TERCER PRINCIPIO EQUIVALENCIAS TEOGÓNICAS LOS PRIMITIVOS CRISTIANOS VERSÍCULO APÓCRIFO ANTAGONISMO ENTRE PEDRO Y PAGLO JESUS Y LOS EBIONITAS PRIMITIVA COSMOGONIA CRISTIANA TIPOS DUALISTICOS TEOGONÍA OFITA TERTULIANO CONTRA BASÍLIDES ESOTERISMO CRISTIANO HUMANIDAD DE JESUS LA REENCARNACIÓN SEGÚN LAS HOMILIAS LS NABATEANOS DE AYER Y HOY DEGOLLACIÓN DE LOS INOCENTES JESÚS SEGÚN LAS TRADICIONES HEBREAS CONCEPTOS DEL APÓSTOL SANTIAGO ANTONOMASIAS DEL LOGOS PRINCIPADOS Y POTESTADES LOS GNÓSTICOS Y LOS APÓSTOLES LETANÍAS COMPARADAS PLAGIOS DEL CRISTIANISMO. |
CAPÍTULO
VII
SECTAS CRISTIANAS MODERNOS NAZARENOS SISTEMA OFITA SISTEMAS COMPARADOS EL NOMBRE DE IAO EL NÚMERO DIEZ IMÁGENES SIMBÓLICAS EL CABALLO DEL SOL LA INVECIÓN DE LA CRUZ LOS MAGOS DE PERSIA CONFRATERNIDAD MISTERIOSA Los drusos del monte Líbano, actuales descendientes de los iniciados de la antigüedad, están esporádicamente difundidos por las arenosas soledades de Egipto, Arabia Pétrea, Palestina y los impenetrables bosque s Abisinia. Son los drusos ardorosos estudiantes que rara vez se prestan a salir de su retiro para tratar con los profanos, y entre ellos los hay de todas las nacionalidades. Puede considerarse esta escuela como una confraternidad subalterna de la suprema confraternidad cuyo sigilo estuvo siempre en directa proporción del recrudecimiento de las persecuciones religiosas, hasta el punto de que en la actualidad el prevaleciente materialismo ha puesto en más hondo misterio su existencia. Pero de este misterio no debe inferirse que la aludida confraternidad sea una ficción nominalista con nombre propio, pues no importa que sus adeptos lo lleven indistintamente egipcio, indo o persa. Algunos investigadores fidedignos, aparte de quien escribe estas líneas, tuvieron trato con individuos de la citada confraternidad, y pueden publicar sobre ella determinados informes por licencia especial del que tiene derecho de concederla. Sobre este punto dice Mackenzie: Desde tiempos muy remotos subsiste una oculta confraternidad con su jerarquía de dignatarios y signos secretos, que por peculiares procedimientos didácticos enseñan ciencias, religión y filosofía...Si hemos de creer a los que hoy día dicen pertenecer a ella, entre sus secretos conocimientos se cuentan la piedra filosofal, el elixir de la larga vida, el arte de hacerse invisibles y la facultad de comunicarse directamente con el mundo ultraterrestre. En cuanto a nosotros hemos conversado con tres personas que aseguran pertenecer a la confraternidad subsistente hoy día. No había motivo alguno para recelar de aquellos tres individuos, que dan pruebas de conocerse entre sí y que en la austeridad de su vida, sobrios gustos y ascéticas costumbres tenían la más valiosa prueba de veracidad. Representaban de cuarenta a cuarenta y cinco años y desde luego se colegía su vasta erudición y el conocimiento que de varios idiomas demostraban. No permanecían mucho tiempo en una misma población, sino que se marchaban de improviso, sin que nadie lo advirtiese. CANDELABRO DRUSO MÁXIMAS DE LOS DRUSOS CARTA DE RAWSON LA LOGIA MADRE EL ATMAN EL BUDISMO ESOTÉRICO CASTIDAD BUDISTA JAINOS Y BUDISTAS CELSO Y SPRENGEL FALSEDAD DE EUSEBIO EL PÁRRAFO DE JOSEFO VIRGINIDAD Y MATRIMONIO TOLERANCIAS INMORALAES SAN JUAN Y LOS HEREJES JESUS IGNORADO DE SUS COETÁNEOS LAS IDEAS DE JESÚS JESÚS Y EL GAUTAMA JESUS Y APOLONIO EL ESPÍRITU DE LA VERDAD OPINIONES DE PLATÓN SUBTERFUGIOS CLERICALES |
TOMO IV
CAPÍTULO PRIMERO LA MASONERÍA MODERNA ALEGORÍAS DEL APOCALIPSIS PRECEPTOS JESUÍTICOS LA PASTORAL DE CAMBRAY LA MENTIRA COHONESTADA PROFECÍA DE HERMES LAS ÁNIMAS VIVIENTES MORAL EGIPCIA FESTINES OBSCENOS EL HOMBRE SEGÚN LOS EGIPCIOS HOMBRES DESALMADOS MILAGROS BUDISTAS APOLOGÍA DEL REGICIDIO SOFISMAS ANTIMASÓNICOS DEGENERACIÓN DE LA MASONERÍA INTEMPERANCIAS DE WENINGER LOS MODERNOS TEMPLARIOS LOS CABALLEROS DE MALTA LOS TEMPLARIOS BASTARDOS EL NOMBRE MISTERIOSO EL VENERABLE "MAH" LA CARTA DE UN MASÓN EL TEMPLO DE SALOMÓN LA TAU PERFECTA CIFRAS SECRETAS PROCEDIMIENTOS CRIPTOGRÁFICOS PRONUNCIACIÓN DEL "NOMBRE" CONFUSIÓN DE NOMBRES EL NOMBRE DE ISRAEL LAS TUMBAS DE GORNORE |
CAPÍTULO II
EL MISTERIO DEL NÚMERO SIETE SIGNIFICADO DEL ARCO IRIS EL ESPÍRITU DE LOS MANTRAS LOS NÚMEROS UNO, TRES Y SIETE MÁSCARAS SIN CÓMICOS LA CLAVE DEL RIG VEDA SABIOS INDOS Y EUROPEOS EL DOMINGO CRISTIANO MALDICIÓN ALEGÓRICA DÍA Y NOCHE DE BRAHMÂ SIMBOLISMO DE NOÉ. EL DILUVIO SEGÚN LOS INDOS LOS VEDAS Y EL DILUVIO FÁBULAS Y LEYENDAS TERGIVERSACIÓN DE TEXTOS ÉPOCA DE ZOROASTRO POBLADORES DE LA INDIA IDIOMAS SEMÍTICOS DIVINIDADES SOLARES EL MESÍAS PROMETIDO SARGÓN Y MOISÉS NOÉ Y EL ARCA EVA-LILITH Y EVA SIMBOLISMO DE LA SERPIENTE ADÁN PROTOTIPO DE NOÉ LOS PATRIARCAS BÍBLICOS SIMBOLISMO DE LA CRUZ SIMBOLISMO DEL ZODIACO EL SIGNO ZODIACAL "LIBRA" GENEALOGÍAS DE CAÍN Y SETH RUEDA DE EZEQUIEL SIMBOLISMO DE LIBRA ÉPOCAS GEOLÓGICAS EQUIVALENCIAS ENTRE LOS PATRIARCAS ALEGORÍAS TALMÚDICAS EL HOMBRE ARQUETÍPICO QUERELLAS DE ERUDITOS |
CAPÍTULO III
MISIONEROS CRISTIANOS ORIGEN DE LA DEMONOLOGÍA CRISTO Y EL DIABLO SINÓNIMOS DE SATANÁS EL DIOS TIPHÓN LA TENTACIÓN DE JESÚS SATÁN EN EL POEMA DE JOB PERSONIFICACIÓN DE LOS DIOSES EL MITO DE LA SERPIENTE MISTERIO DE DEMETER ALEGORÍAS DEL LIBRO DE JOB LA INICIACIÓN Y EL LIBRO DE JOB ADULTERACIÓN DEL LIBRO DE JOB EL HIEROFANTE EN EL LIBRO DE JOB EL LIBRO DE JOB Y EL LIBRO DE LOS MUERTOS MODERNO CONCEPTO DEL DIABLO EXCURSIONES DE SATANÁS VATICINIOS DE LA ENCARNACIÓN CONCEPTO DEL INFIERNO DUALIDAD DE LOS DIOSES SOLARES EL MITO DEL DRAGÓN POÉTICAS FIGURAS DE LUZBEL EL CÁLIZ DE AGATHODEMON EL DESCENSO A LOS INFIERNOS LA DERROTA DE SATANÁS CARINO Y LENCIO EVANGELIO DE NICODEMO EL CREDO DE TAYLOR SACRIFICIOS HUMANOS DE ISRAEL PERSEVERANCIA DE LOS JUDÍOS OPINIÓN DE WILDER |
CAPÍTULO
V LOS PRINCIPIOS DE LA MAGIA PROPIEDADES DE ALGUNAS PLANTAS CLARIVIDENCIA ESPIRITUAL PSICOLOGÍA DE LOS ARIOS PROYECCIONES ASTRALES OPERACIONES TEÚRGICAS AVENTURA DE UN MONJE BUDISTA Hace algunos años íbamos unos cuantos viajeros en penosa marcha de Cachemira a Leh, ciudad del Ladâhk, comarca central del Tíbet. Entre nuestros guías iba un samán tártaro, misterioso personaje que hablaba el ruso y algo el inglés, pero que se ingenió de modo que pudo darse a entender de nosotros y sernos de mucha utilidad. Enterado de que algunos viajeros éramos de nacionalidad rusa creyó que podríamos protegerle en todo y por todo y proporcionarle el medio de regresar salvo y sano a su casa de Siberia, de donde según nos dijo había tenido que huir veinte años antes al país de los chagaros (35) pasando por Kiachta y el desierto de Gobi. En vista de la confianza que en nosotros puso el samán nos consideramos seguros bajo su guía, pues algunos de nuestros compañeros habían maquinado el temerario plan de entrar en el Tíbet al amparo de diversos disfraces, sin que ninguno de ellos conociese la lengua del país excepto uno a quien llamaré K, ex pastor luterano que sabía algo del idioma kasan tártaro.
Muy luego fueron descubiertos a pesar del disfraz. A los hermanos N que también eran de la expedición se les condujo con mucho miramiento a la frontera, y en cuanto a K, cayó en cama con fiebre y hubo de esperar algunos días para volverse a Lahore por Cachemira. Este incidente le dio ocasión de presenciar un suceso que para él equivalió a ver la reencarnación de Buda. Profesaba K con orgullo la filosofía positivista, y como había oído hablar de la prodigiosa reencarnación de Buda a un viejo misionero ruso en quien confiaba mucho más que en el abate Huc, hizo propósito, alimentado ya de muchos años, de descubrir la trampa de aquella “jugarreta pagana”, como él la llamaba. Pero las cosas no salieron a la medida de su esperanza. A unas cuatro jornadas del miserable villorrio de Islamabad, sin otro atractivo que su magnífico lago, nos detuvimos a descansar por unos cuantos días. Algunos compañeros se desparramaron por los alrededores, quedando todos en reunirnos en el villorrio y allí nos enteró el guía samán de que una numerosa peregrinación de monjes budistas estaban alojados en un templo cováneo de las cercanías, donde habían establecido un vihara provisional, y como según noticias iban con ellos los “tres nobles” (36), podían los monjes operar los mayores prodigios. Nuestro compañero K, entusiasmado ante la perspectiva de confundir la secular superchería, se apresuró a visitar a los peregrinos en su vihara o campamento, situado en un solitario paraje a cubierto de toda intrusión, y muy luego contrajimos todos amigables relaciones con ellos.
arición de unos rostros espectrales evocados por un monje del cristalino seno del lago, mientras nos hallábamos sentados a sus orillas en la entrada del vihara. Uno de aquellos rostros era el de la hermana de K, a quien éste había dejado buena y sana en su casa, pero que, según después se supo, murió antes de llegar nosotros al paraje en que nos hallábamos. De pronto sobrecogióse K a la vista de la aparición, mas luego se apoyó en su escepticismo para explicarse aquel fenómeno diciendo que era efecto de la sombra de las nubes o de las ramas de los árboles, como en casos semejantes suelen replicar los escépticos.
EL ADEPTO Y EL NIÑO La tarde señalada al efecto colocaron al niño de pecho sobre una alfombra en el centro del vestíbulo del santuario provisional, pues K no podía pasar de allí, y después de despedidos los curiosos colocáronse dos monjes de centinela para impedir la entrada a cuantos no estuviesen invitados.
La luz del sol entraba a raudales por la puerta, y poco a poco fue cayendo el superior en profunda meditación, mientras que los monjes, después de una corta invocación en voz muy queda, callaron súbitamente y clavaron la vista como si fuesen estatuas. El llanto del niño interrumpía aquel angustioso silencio. Al breve rato cesó el niño de moverse y quedóse rígido, sin que ninguno de los circunstantes se hubiese apartado de su asiento. El superior no miraba al niño, porque tenía los ojos fijos en el suelo, y pálido e inmóvil parecía más bien la broncínea estatua de un talapín en meditación que un ser viviente. Con profunda sorpresa vimos que el niño se sentaba como maniquí movido por ocultos alambres, y después de varias sacudidas se puso en pie.
Después de un par de minutos de vacilación, volvió el niño la cabeza y fijó en mí los ojos con tan viva lumbre de inteligencia, que me estremecí de pavor. Me pellizqué las manos y me mordí los labios hasta casi brotar la sangre, para asegurarme de que no soñaba. Sin embargo, lo sucedido hastaentonces no era más que el prólogo. La prodigiosa criatura, según imaginé, dio dos pasos hacia mí, volvió a sentarse y mirándome fijamente repitió palabra por palabra, en lengua que supuse tibetana, la frase sacramental de las encarnaciones de Buda: “Yo soy el viejo Lama. Soy su espíritu en nuevo cuerpo”.
En el Japón y Siam hay dos categorías de sacerdotes: una pública y relacionada con el pueblo; otra rigurosamente secreta que jamás se presenta en público y cuya existencia sólo conocen unos cuantos naturales del país y ni siquiera sospechan los extranjeros. Los sacerdotes esotéricos celebran sus ceremonias en templos subterráneos, ante escaso número de circunstantes cuya cabeza responde del secreto, y tan sólo en ocasiones de excepcional importancia, como la muerte de algún individuo de la familia real o eclesiásticos de muy elevada dignidad.
LA INCINERACIÓN Y EL CUERPO ASTRAL Uno
de los fenómenos más misteriosos y sorprendentes es la
separación del cuerpo astral cuando se incinera el cadáver
(39). En Siam, Japón y Tartaria es costumbre modelar con las
cenizas del difunto (40) amasadas en agua, diversos objetos como medallones,
figulinas e idolillos cocidos y dorados al fuego. La lamasería
de U-Tay, en la comarca mongol de Chan-Si, sobresale en este linaje
de labores, y las gentes ricas envían allí las cenizas
de sus difuntos para que con ellas modelen el objeto deseado.
El abate Huc tuvo referencias de estas sepulturas aunque no logró
verlas, pues no se le consiente a ningún extranjero que no vaya
provisto del correspondiente salvoconducto. Lo que dice el abate Huc
de que las tumbas de los soberanos de Tartaria están rodeadas
de cadáveres de niños envenenados con mercurio, a fin
de conservarlos incorruptibles, es una de tantas patrañas forjadas
por los misioneros para embaucar al vulgo que cree cuanto le refieren. EL OÍDO ESPIRITUAL Al regresar del Tíbet el abate Huc, le refirió en París a un caballero ruso llamado Arsenieff varios sucesos maravillosos que no fueron del dominio público, entre los cuales se cita el siguiente, que presenció durante su estancia en la lamasería de Kunbum. Conversaba Huc cierto día con un lama, cuando de pronto cesó éste de hablar y quedó en actitud de escuchar algo que Huc no acertaba a oír. A poco, el lama exclamó como si respondiese a un invisible interlocutor: “En ese caso debo ir”.
Dice Tyndall acerca de sus experimentos con las llamas mágicas: Cuando se golpea un yunque colocado a cierta distancia, disminuye la longitud de la llama unas siete pulgadas, por liegero que sea el golpe. Al sacudir un manojo de llaves, la llama se agita violentamente con fuerte ruido. Si se deja caer una moneda de plata sobre otra, disminuye la llama. El crujido del calzado la conmueve bruscamente, y el mismo efecto causan el roce de un vestido de seda y el ruido del papel al arrugarlo o rasgarlo. El tiquiteo de un reloj de pared muy cercano, la disminuye hasta apagarla con ligera explosión, y cuando se da cuerda a uno de bolsillo, la mueve tumultuosamente. Algunos de estos fenómenos pueden producirse desde unos treinta metros de distancia. Si se lee en voz alta cerce de la llama, se agita más o menos bruscamente en correspondencia con la entonación y modulaciones de la voz, según me sucedió al leer un trozo de la Faërie Queene. Tales son las maravillas de la moderna física, para cuya experimentación se necesitan silbatos, trompetas, campanas y discos con los gases a propósito para la producción de los sonidos. En cambio, los adeptos, libres de toda esta impedimenta, obtienen los mismos resultados fenoménicos, aunque le parezca imposible a la ciencia profana. Por lo que toca a nuestra personal experiencia, diremos que en cierta ocasión de excepcional importancia, hubo necesidad de consultar un oráculo, y al efecto vimos cómo un monje mendicante obtuvo la respuesta por medio del movimiento de una llama sin aparato alguno. Encendió el monje una hoguera con ramas del árbol llamado beal y echó en el fuego unas cuantas hierbas sacrificiales. Quedóse el mendicante absorto en profunda meditación junto a la hoguera y al fin empezó el interrogatorio. En los intervalos de pregunta a pregunta ardía con dificultad la hoguera como si fuese a apagarse; pero al explanar la pregunta se empinaban, retorcían y lengüeteaban las llamas en alternada dirección de los cuatro puntos cardinales (44). De cuando en cuando, una llama se inclinaba hacia el suelo hasta lamer el césped por todos lados y desaparecía súbitamente. Terminado el interrogatorio emprendió el mendicante la marcha de regreso a la selva en donde moraba y fue entonando por el camino un monótono y quejumbroso canto a cuyo ritmo respondían las llamas con maravillosas modulaciones de su rumor (45) que duraron hasta perderse de vista el mendicante. Entonces se apagó de repente la hoguera dejando una capa de cenizas ante la admirada vista de los circunstantes (46).
Todo lo compuesto es perecedero. El Espíritu es la única substancia simple y primordial, y cada uno de sus rayos es inmortal, eterno e imperecedero. Guardaos de las ilusiones de la materia. El
rey Asôka difundió el budismo por toda Asia y más
allá todavía de sus confines. Era nieto del taumaturgo
monarca Chandragupta que había reconquistado el Punjâb
a los macedonios (48), reuniendo la India entera bajo su cetro y recibió
a Megathenes en su corte de Pataliputra.
REGLAS MONÁSTICAS DEL BUDISMO
EL ALMA DE LAS FLORES Uno de los más interesantes fenómenos que nos llevó a presenciar nuestro anhelo de investigación, lo realizó un peregrino budista hace ya algunos años, cuando esta clase de manifestaciones eran una novedad para nosotros. Un amigo budista natural de Cachemira, de padres katchis pero convertido al lamaísmo y de místico temperamento, que reside ordinariamente en Lha-Ssa, nos invitó a visitar a los peregrinos, entre los cuales había una monja alta, demacrada y ya metida en años, que al ver en nuestras manos un ramo de hermosas y fragantes flores, preguntó:
CREENCIAS POPULARES LOS VERDADEROS FAKIRES LOS TODAS DE LA INDIA COMUNICACIONES DE LOS LAMAS FACULTADES TAUMATÚRGICAS POSIBLES DESCUBRIMIENTOS CIENTÍFICOS MEDICINAS DE LOS YOGUIS EL FAKIR Y EL TIGRE LOS SAMANES DE SIBERIA ESCENA MÁGICA EN TARTARIA LOS JUGLARES DE LA INDIA LA CONSULTA DEL ESPEJO LA HECHICERÍA DEL SOPLO ESTIGMAS MÁGICOS LOS BLANCOS, INEPTOS PARA LA MAGIA INFERIORIDAD DEL ESPIRITISMO HABLA UN ESPIRITISTA LA VERDAD UNIVERSAL |
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