PROEMIO
PÁGINAS
DE UNOS ANALES
PREHISTÓRICOS
La que escribe estas líneas tiene a la vista un manuscrito
arcaico, una colección de hojas de palma impermeables a la
acción del agua, del fuego y del aire, por un procedimiento
específico desconocido. Hay en la primera página un
disco de perfecta blancura, destacándose sobre un fondo de
un negro intenso. En la página siguiente aparece el mismo
disco, pero con un punto en el centro. El primero, como sabe el
que se dedica a estos estudios, representa al Kosmos en la Eternidad,
antes de volver a despertar la Energía aún en reposo,
la emanación del Mundo en sistemas posteriores. El punto
en el disco, hasta entonces inmaculado, Espacio y Eternidad en Pralaya,
indica la aurora de la diferenciación. Es el punto en el
Huevo del Mundo, el germen interno de donde se desarrollará
el Universo, el Todo, el Kosmos infinito y periódico; germen
que es latente o activo, periódicamente y por turnos. El
único círculo es la Unidad divina de donde todo procede
y a donde todo vuelve: su circunferencia, símbolo forzosamente
limitado, por razón de la limitación de la mente humana,
indica la PRESENCIA abstracta y siempre incognoscible, y su plano,
el Alma Universal, aunque la dos son una. El ser blanca sólo
la superficie del disco, y negro el fondo que lo rodea, muestra
claramente que su plano es el único conocimiento, aunque
todavía opaco y brumoso, que el hombre puede alcanzar. En
este plano se originan las manifestaciones manvantáricas;
porque en esta ALMA es donde dormita durante el Pralaya el Pensamiento
Divino (1), en el cual reposa oculto el plan de todas las cosmogonías
y teogonías futuras.
Es la VIDA UNA, eterna, invisible, aunque omnipresente; sin principio
ni fin, aunque periódica en sus manifestaciones regulares
(entre cuyos períodos reina el obscuro misterio del No-Ser);
inconsciente, y sin embargo Conciencia absoluta; incomprensible,
y sin embargo, la única Realidad existente por sí
misma; a la verdad, “un Caos para los sentidos, un Kosmos para la
razón”. Su atributo único y absoluto, que es Ello
mismo, Movimiento eterno e incesante, es llamado esotéricamente
el Gran Aliento (2), que es el movimiento perpetuo del Universo,
en el sentido de Espacio sin límites y siempre presente.
Aquello que permanece inmóvil no puede ser Divino. Pero de
hecho y en realidad, nada existe en absoluto inmóvil en el
Alma Universal.
Casi cinco siglos antes de nuestra era, Leucipo, el preceptor de
Demócrito, sostenía que el Espacio estaba eternamente
lleno de átomos impulsados por movimiento incesante, que
daba origen, en el debido transcurso del tiempo, y a medida que
se agregaban, al movimiento rotatorio por virtud de colisiones mutuas
que producían movimientos laterales. Epicuro y Lucrecio enseñaron
lo mismo, añadiendo únicamente a la moción
lateral de los átomos, la idea de la afinidad, que es una
enseñanza oculta.
Desde el comienzo de lo que constituye la herencia del hombre; desde
la aparición primera de los arquitectos del globo en que
vive, la Deidad no revelada fue reconocida y considerada bajo su
único aspecto filosófico -el Movimiento Universal,
la vibración del Aliento creador en la Naturaleza-. El Ocultismo
sintetiza así la Existencia Una: “La Deidad es un fuego misterioso
vivo (o moviente), y los eternos testigos de esta Presencia invisible,
son la Luz, el Calor y la Humedad”, trinidad esta última
que abarca y es causa de todos los fenómenos de la Naturaleza
(3).El movimiento intracósmico es eterno e incesante; el
movimiento cósmico, el visible o sea aquel que es objeto
de la percepción, es finito y periódico. Como eterna
abstracción es lo Siempre Presente; como manifestación,
es finito, así en la dirección venidera como en la
opuesta, siendo las dos el Alfa y la Omega de las reconstrucciones
sucesivas. El Kosmos -el Nóumeno- no tiene que ver con las
relaciones causales del Mundo fenomenal. Sólo refiriéndose
al Alma intracósmica, al Kosmos ideal en el inmutable Pensamiento
Divino, podemos decir: “Jamás tuvo principio, ni jamás
tendrá fin”. Por lo que hace a su cuerpo u organización
cósmica, aunque no puede decirse que haya tenido una primera
construcción, o que haya de tener una última, sin
embargo, a cada nuevo Manvántara, puede considerarse su organización
como la primera y la última de su especie, puesto que evoluciona
cada vez en un plano más elevado.
Se declaró hace tan sólo unos cuantos años
que:
La doctrina esotérica enseña, lo mismo que el buddhismo
y el brahmanismo, y aun la kabala, que la Esencia una, infinita
y desconocida, existe en toda eternidad, y que es ya pasiva, o ya
activa en sucesiones alternadas, armónicas y regulares. En
el poético lenguaje de Manu, llámase a estas condiciones
los Días y las Noches de Brahmâ. Este último
está “despierto” o “dormido”. Los svâbhâvikas,
o filósofos de la más antigua escuela del buddhismo,
que todavía existe en Nepal, especulan únicamente
sobre la condición activa de esta “Esencia”, a la cual ellos
llaman Svabhâvat, y consideran como una necedad el teorizar
acerca del poder abstracto e “incognoscible” en su condición
pasiva. De aquí que sean llamados ateos por los teólogos
cristianos y por los sabios modernos; pues ni unos ni otros son
capaces de comprender la lógica profunda de su filosofía.
Los primeros no consentirán otro Dios más que la personificación
de dos poderes secundarios que han dado forma al Universo visible,
y la cual ha venido a ser el Dios antropomórfico de los cristianos
-el Jehovah masculino, rugiendo entre truenos y rayos-. A su vez,
la ciencia racionalista considera a buddhistas y svâbhâvikas
como los positivistas” de las edades arcaicas. Si consideramos la
filosofía de estos últimos sólo bajo uno de
sus aspectos, pueden tener razón nuestros materialistas en
su manera de considerarla. Sostienen los buddhistas que no hay Creador,
sino una infinidad de poderes creadores, que colectivamente forman
la eterna substancia, cuya esencia es inescrutable; y de aquí
que no sea objeto de especulación para ningún filósofo
verdadero. Sócrates rehusaba invariablemente discutir acerca
del misterio del ser universal, y sin embargo a nadie se le ocurrió
acusarle de ateísmo, excepto a aquellos que deseaban su muerte.
Al inaugurarse un período de actividad -dice la Doctrina
Secreta- tiene lugar una expansión de esta Esencia Divina
de fuera adentro y de dentro afuera, con arreglo a la ley eterna
e inmutable, siendo el último resultado de la larga cadena
de fuerzas cósmicas, puestas así en movimiento progresivo,
el universo fenomenal y visible. Del mismo modo, cuando sobreviene
la condición pasiva, tiene lugar una contracción de
la Esencia Divina, y la obra previa de la creación es gradual
y progresivamente deshecha. El universo visible se desintegra, sus
materiales se dispersan, y solitarias “tinieblas” es lo único
que incuba una vez más sobre la faz del “abismo”. Empleando
una metáfora de los libros secretos, que explicará
la idea de un modo más claro, una espiración de la
“esencia desconocida” produce el mundo; y una inhalación
es causa de que desaparezca. Este proceso ha tenido lugar de toda
eternidad, y nuestro Universo presente es solamente uno de la serie
infinita que no ha tenido principio ni tendrá fin (4).
Este párrafo será explicado, hasta donde sea posible,
en la obra presente. Y si bien tal como se halla escrito nada contiene
de nuevo para el orientalista, su interpretación esotérica
puede contener, sin embargo, muchas cosas que hasta la fecha han
permanecido por completo desconocidas para los eruditos occidentales.
La primera figura es un disco sencillo O. La segunda representa
en el símbolo arcaico, un disco un punto en el centro ......,
la diferenciación primera en las manifestaciones periódicas
de la Naturaleza eterna, sin sexo e infinita, “Aditi en AQUELLO”
(5) o el Espacio potencial en el Espacio abstracto. En su tercera
etapa, el punto se transforma en un diámetro ........ Entonces
simboliza una Madre-Naturaleza inmaculada y divina, en el Infinito
absoluto, que lo abarca todo. Cuando el diámetro horizontal
se cruza por uno vertical ......, el símbolo se convierte
en la Cruz Mundana. La humanidad ha alcanzado su Tercera Raza Raíz;
éste es el signo que representa el origen de la vida humana.
Cuando desaparece la circunferencia y queda únicamente la
....., este signo simboliza que la caída del hombre en la
materia se ha realizado ya, y que comienza la Cuarta Raza. La Cruz
dentro de un círculo simboliza el Panteísmo puro;
la cruz no inscripta, viene a ser fálica. Tenía los
mismos y además otros significados, que la Tau inscripta
en un círculo ........, o que el martillo de Thor, llamado
cruz Jaina, o simplemente Svástica, dentro de un círculo........
Por medio del tercer símbolo -el círculo dividido
en dos por un diámetro horizontal- se daba a entender la
primera manifestación de la Naturaleza creadora, todavía
pasiva, por ser femenina. La primera percepción vaga que
el hombre tiene de la procreación, es femenina; porque el
hombre conoce a su madre más que a su padre. De aquí
que las deidades femeninas fuesen más sagradas que las masculinas.
La Naturaleza, por tanto, es femenina, y hasta cierto grado, objetiva
y tangible; y el Principio espiritual que la fecunda está
oculto (6). Añadiendo a la línea horizontal en el
círculo una línea perpendicular, se formó la
Tau ......, la más antigua forma de la letra. Tal fue el
símbolo de la Tercera Raza hasta el día de su caída
simbólica -esto es, la separación de los sexos efecto
de la evolución natural-, cuando la figura se convirtió
en ..... o la vida asexual modificada o separada-, un símbolo
o jeroglífico doble. Con las subrazas de nuestra Quinta Raza,
vino a ser en simbología el Sacr’, y en hebreo N’cabvah,
de las Razas primeramente formadas (7); se cambió entonces
en el emblema de la vida egipcio ....., y más tarde aún
en el signo de Venus ...... Viene luego la Svástica (el martillo
de Thor, en la actualidad la Cruz Hermética) separada por
completo de su círculo, con lo que viene a ser puramente
fálica. El símbolo esotérico del Kâli
Yuga es la estrella de cinco puntas invertida, con sus dos puntas
(cuernos) mirando hacia arriba, así ......; signo de la hechicería
humana, posición que todo ocultista reconocerá como
de la “mano izquierda”, y empleada en la magia ceremonial.
Es de esperar, que gracias a la lectura de esta obra, se modifiquen
las ideas erróneas que en general tiene el público
acerca del Panteísmo. Es falso e injusto considerar como
ateos a los ocultistas, buddhistas y advaitis. Aunque no sean todos
ellos filósofos, son por lo menos lógicos, estando
fundados sus argumentos y objeciones en el raciocinio escrito. A
la verdad, si el Parabrahman de los hindúes se tomase como
representante de las deidades ocultas e innominadas de otras naciones,
se verá que este Principio absoluto, es el prototipo del
cual todas las demás han sido copiadas. Parabrahman no es
“Dios” porque no es un Dios. “Es lo supremo y lo no supremo (parâvara)”
(8). Es lo supremo como causa, y lo supremo como efecto. Parabrahman
es simplemente, como realidad sin par, el Kosmos que todo lo abarca
-o más bien el Espacio Cósmico infinito- en el sentido
espiritual más elevado, por supuesto. Siendo Brahman (neutro)
la Raíz suprema inmutable, pura, libre, que jamás
declina, “la verdadera Existencia Una, Paramârthika”, y el
absoluto Chit y Chaitanya (Inteligencia, Conciencia), no puede conocer,
“porque AQUELLO no puede tener objeto de conocimiento”. ¿Puede
llamarse a la llama la Esencia del Fuego? Esta esencia es “la Vida
y la Luz del Universo; el fuego y la llama visibles son la destrucción,
la muerte y el mal”. “El Fuego y la Llama destruyen el cuerpo de
un Arhat; su esencia le hace inmortal” (9). “El conocimiento del
Espíritu absoluto, al modo que la refulgencia del sol o que
el calor del fuego, no es otra cosa más que la misma Esencia
absoluta”, dice Sankarâchârya. Es “el Espíritu
del Fuego”, no el Fuego mismo; por tanto, “los atributos de este
último, Calor o Llama no son atributos del Espíritu,
sino de aquello de que este Espíritu es causa inconsciente”.
¿No es la sentencia anterior la verdadera clave de la filosofía
de los últimos Rosacruces? Parabrahman es, en resumen, la
agregación colectiva del Kosmos en su infinidad y eternidad,
el “AQUELLO” y el “ESTO”, a quien no pueden aplicarse agregados
distributivos (10). En el principio “ESTO” era el Mismo, uno solamente”
(11); el gran Sankârachârya explica que “ESTO” se refiere
al Universo (Jagat); y que las palabras “en el principio” significan
antes de la reproducción del Universo fenomenal.
Por lo tanto, cuando los Panteístas se hacen eco de los Upanishads,
que declaran, lo mismo que la Doctrina Secreta, que “Esto” no puede
crear, no niegan la existencia de un Creador, o más bien
de un conjunto colectivo de creadores; lo que únicamente,
es rehusar, con mucha lógica, el atribuir la “creación”,
y especialmente la formación, cosas que son finitas, a un
Principio Infinito. Para ellos, Parabrahman es una Causa pasiva,
porque es absoluta; es el Muhta incondicionado; y lo único
que reniega a esta causa absoluta, es la Omnisciencia y la Omnipotencia
limitadas, porque estos son también atributos, reflejados
en las percepciones del hombre; y porque, siendo Parabrahman el
TODO Supremo, el siempre invisible Espíritu y Alma de la
Naturaleza, inmutable y eterna, no puede tener atributos; pues lo
Absoluto excluye naturalmente la posibilidad de conexión
con una idea cualquiera finita o condicionada. Y si los vedantinos
asignan atributos únicamente a su emanación, llamándolo
ISHV ARA en unión con Màyâ, y Avidyâ (Agnosticismo
y falta de ciencia, más bien que ignorancia), es difícil
encontrar ateísmo alguno en esta idea (12). Puesto que no
pueden existir ni dos Infinitos ni dos Absolutos en un Universo,
que se supone sin límites, apenas puede concebirse a esta
Existencia, que lo es por sí misma, creando personalmente.
Para los sentidos y percepciones de los seres finitos. AQUELLO es
No-Ser, en el sentido de que es la Seidad Una; porque en este TODO
yace oculta su coeterna y coeva emanación o radiación
inherente, la cual, al convertirse periódicamente en Brahmâ
(la Potencia masculino-femenina), se extiende en el Universo manifestado.
“Nârâyana moviéndose sobre las Aguas (abstractas)
del Espacio”, se transforma en las Aguas de substancia concreta,
movidas por él, que viene a ser ahora el Verbo o Logos manifestado.
Los brahmanes ortodoxos, aquellos que mayor oposición hacen
a los panteístas y a los advaitas, llamándoles ateos,
se ven obligados, si Manu tiene alguna autoridad en la materia,
a aceptar la muerte de Brahmâ, el Creador, a la terminación
de cada Siglo de esta deidad (100 años Divinos, período
que para expresarlo según nuestros años, requiere
quince cifras). Sin embargo, ningún filósofo entre
ellos considerará esta “muerte” en otro sentido que el de
una desaparición temporal del plano manifestado de la existencia,
o como un reposo periódico.
Los ocultistas están, por lo tanto, conformes con los filósofos
vedantinos advaitas, en lo referente al principio mencionado. Demuestran
aquéllos la imposibilidad de aceptar, en el terreno filosófico,
la idea del TODO absoluto, creando, ni aun desenvolviendo el Huevo
de Oro, en el cual se dice que penetra para transformarse en Brahmâ,
el Creador, quien se despliega más tarde en los Dioses y
en todo el Universo visible. Dicen los ocultistas que la Unidad
absoluta no puede pasar a la Infinidad, porque la Infinidad presupone
la extensión ilimitada de algo, y la duración de aquel
algo; y el Uno Todo -como el Espacio, el cual es su única
representación mental y física en esta Tierra, o plano
nuestro de existencia- no es ni sujeto ni objeto de percepción.
Si pudiera suponerse al Todo eterno e infinito, a la Unidad omnipresente,
en vez de ser en la Eternidad, transformándose, por medio
de manifestaciones periódicas, en un Universo múltiple
o en una múltiple Personalidad, aquella Unidad dejaría
de ser una La idea de Locke, de que el “espacio puro no es capaz
ni de resistencia ni movimiento”, no es correcta. El Espacio no
es ni un “vacío sin límites” ni una “plenitud condicionada”,
sino ambas cosas. Siendo (13) (en el plano de la abstracción
absoluta) la Deidad siempre ignota, que es un vacío sólo
para mentes finitas, y en el plano de la percepción mayávica,
el Plenum; el contenedor absoluto de todo lo que es, sea manifestado
o no manifestado, es, por lo tanto, aquel TODO ABSOLUTO. No existe
diferencia alguna entre “En Él vivimos, nos movemos y tenemos
nuestra existencia”, del Apóstol cristiano, y las palabras
del Rishi indo: “El Universo vive en Brahmâ, procede de él
y volverá a él”; porque Brahman (neutro), el no manifestado,
es aquel Universo in abscondito; y Brahmâ, el manifestado,
es el Logos, macho-hembra (14) en los dogmas simbólicos ortodoxos;
siendo el Dios del Apóstol Iniciado y el del Rishi, a un
mismo tiempo el Espacio Invisible y el Visible. Al Espacio se le
llama en el simbolismo esotérico “El Eterno Madre-Padre de
Siete Pieles”. Se halla constituido, desde su superficie no diferenciada,
hasta la diferenciada, por siete capas.
“¿Qué es lo que fue, es y será, ya haya Universo
o no, ya existan dioses o no existan?” -pregunta el Catecismo esotérico
Senzar-. Y la contestación es: “El Espacio”.
Lo que se rechaza no es el Dios desconocido Uno y siempre presente
en la Naturaleza, o la Naturaleza in abscondito, sino el “Dios”
del dogma humano, y su “Verbo” humanizado. En su presunción
infinita y en su orgullo y vanidad inherentes, el hombre le ha dado
forma por sí mismo con mano sacrílega, haciendo uso
de los materiales que ha encontrado en su propia y mezquina fábrica
cerebral, y lo ha impuesto a sus semejantes como revelación
directa del uno y no revelado ESPACIO (15).
El ocultista acepta la revelación como procedente de Seres
divinos, si bien finitos, las Vidas manifestadas; pero jamás
de la Vida Una no manifestable; sí de aquellas Entidades
llamadas Hombre Primordial, Dhyâni-Buddhas o Dhyân Chohans,
los Rishi-Prajâpati de los indos, los Elohim o Hijos de Dios
de los judíos, los Espíritus Planetarios de todas
las naciones, los cuales han venido a ser Dioses para los hombres.
El ocultista considera también a Âdi-Shakti -la emanación
directa de Mûlaprakriti, la eterna RAÍZ de AQUELLO,
y el aspecto femenino de la Causa Creadora, Brahmâ, en su
forma âkâshica del Alma Universal-, como Mâyâ,
filosóficamente, y causa de la Mâyâ humana. Pero
esta manera de ver no le impide creer en su existencia por todo
el tiempo que dura, esto es, durante un Mahâmanvantara; ni
aplicar el Âakâsha, la radiación de Mûlaprakriti
(16), a fines prácticos, por hallarse relacionada esta Alma
del Mundo con todos los fenómenos naturales conocidos o desconocidos
por la ciencia.
Las religiones más antiguas del mundo -exotéricamente,
porque la raíz o fundamento esotérico es uno- son
la indostánica, la mazdeísta y la egipcia. Viene luego
la caldea, producto de aquéllas, enteramente perdida para
el mundo hoy día, excepto en su desfigurado sabeísmo
tal como al presente lo interpretan los arqueólogos. Después,
pasando por cierto número de religiones de que se hablará
más adelante, viene la judaica, que esotéricamente
sigue la línea del magismo babilónico, como en la
Kabalah; y exotéricamente es, como en el Génesis y
el Pentateuco, una colección de leyendas alegóricas.
Leídos a la luz del Zohar, los cuatro primeros capítulos
del Génesis son los fragmentos de una página altamente
filosófica de cosmogonía. dejados en su disfraz simbólico,
son un cuento de niños, una horrible espina clavada en el
costado de la ciencia y de la lógica, un efecto evidente
de Karma. El haberlos dejado servir de prólogo al cristianismo,
fue un cruel desquite por parte de los rabinos, los cuales conocían
mejor lo que significaba su Pentateuco. Fue una protesta silenciosa
contra su despojo, y a la verdad, los judíos llevan hoy la
ventaja a sus perseguidores tradicionales. Las creencias exotéricas
anteriormente mencionadas serán explicadas a la luz de la
doctrina universal, a medida que avancemos.
El Catecismo Oculto contiene las siguientes preguntas y respuestas:
¿Qué es aquello que siempre es? - El Espacio, el eterno
Anupâdaka (que no tiene padres).
¿Qué es aquello que siempre fue? - El Germen en la
Raíz.
¿Qué es aquello que está siempre viniendo y
yendo? - El Gran Aliento.
Entonces, ¿existen tres Eternos? - No; los tres son uno.-
Lo que siempre es, es uno; lo que siempre fue, es uno; lo que está
siempre siendo y viniendo a ser, es también uno; y éste
es el Espacio.
Explica ¡oh Lanú! (discípulo). - El Uno es un
Círculo no interrumpido (Anillo) sin circunferencia alguna,
pues no está en ninguna parte y está en todas; el
Uno es el Plano sin límites del Círculo, que manifiesta
un Diámetro solamente durante los períodos manvantáricos;
el Uno es el Punto indivisible no encontrado en parte alguna, y
percibido en todas partes durante aquellos períodos; es la
Vertical y la Horizontal, el Padre y la Madre, la cúspide
y la base del Padre, las dos extremidades de la Madre, que no llegan
en realidad a parte alguna, porque el Uno es el Anillo, así
como también los Anillos que están dentro de aquel
Anillo. Es Luz en las Tinieblas y Tinieblas en la Luz: el “Aliento
que es eterno”. Procede de fuera adentro, cuando está en
todas partes, y de dentro afuera, cuando no está en ninguna
parte (o sea Mâyâ (17), uno de los Centros) (18). Se
extiende y se contrae (espiración e inspiración).
Cuando se extiende, la Madre se difunde y esparce; cuando se contrae,
la Madre retrocede y se repliega. Esto produce los períodos
de Evolución y de Disolución, Manvántara y
Pralaya. El Germen es invisible e ígneo; la Raíz (el
Plano del Círculo) es fría; pero durante la Evolución
y el Manvántara, su vestidura es fría y radiante.
El Aliento caliente es el Padre que devora la generación
de los Elementos de múltiple faz (heterogéneos), y
deja los de una sola faz (homogéneos). El Aliento frío
es la Madre que los concibe, los forma, los da a luz y los recibe
de nuevo en su seno para volverlos a formar otra vez en la Aurora
(del Día de Brahmâ, o Manvántara).
Para que la generalidad de los lectores comprendan con mayor claridad,
debe decirse que la Ciencia Oculta reconoce siete Elementos Cósmicos,
cuatro de los cuales son enteramente físicos, y el quinto
(el Éter) semimaterial, el cual llegará a ser visible
en el aire hacia el final de nuestra Cuarta Ronda, para dominar
por completo sobre los demás durante toda la Quinta. Los
dos restantes se hallan todavía absolutamente fuera del alcance
de la percepción humana. Aparecerán, sin embargo,
como presentimiento durante las Razas Sexta y Séptima de
esta Ronda; y serán conocidos del todo en las Rondas Sexta
y Séptima respectivamente (19). Estos siete Elementos, con
sus innumerables subelementos, que son mucho más numerosos
que los conocidos por la ciencia, son simplemente, modificaciones
condicionales y aspectos del Elemento Uno y único. Este último
no es el Éter (20), ni siquiera el Âkâsha, sino
el origen de estos. El Quinto Elemento, hoy día invocado
con completa libertad por la ciencia, no es el Éter supuesto
por Sir Isaac Newton, aunque él le llama por este nombre,
habiéndolo asociado probablemente en su mente con el AEther,
el “Padre-Madre” de la antigüedad. como Newton intuitivamente
dice: “La Naturaleza es un operador perpetuo que actúa en
forma circular, engendrando fluidos de sólidos, cosas fijas
de cosas volátiles y volátiles de fijas; las sutiles
de las groseras y las groseras de las sutiles... Así, quizás,
pueden todas las cosas haberse originado del Éter” (21).
Debe tener presente el lector que las Estancias tratan únicamente
de la cosmogonía de nuestro sistema planetario, y de lo que
es visible alrededor suyo, después de un Pralaya Solar. Las
enseñanzas secretas referentes a la evolución del
Kosmos Universal no se pueden dar, pues no serían comprendidas
ni aun por las inteligencias superiores de esta época; y
al parecer hay muy pocos Iniciados, aun entre los más grandes,
a quienes sea permitido especular acerca de este punto. Además,
dicen los Maestros terminantemente, que ni siquiera los más
elevados Dhyâni-Chohans han penetrado jamás los misterios
más allá de los límites que separan las miríadas
de sistemas solares del Sol Central, así llamado. Por lo
tanto, lo que se publica se refiere solamente a nuestro Cosmos visible,
después de una Noche de Brahmâ.
Antes que el lector pase a considerar las Estancias del Libro de
Dzyan, que constituyen la base de la presente obra, es absolutamente
necesario que conozca los pocos conceptos fundamentales que sirven
de asiento, y que compenetran todo el sistema a que su atención
va a ser dirigida. Estas ideas fundamentales son pocas en número,
pero de su clara percepción depende la inteligencia de todo
lo que sigue; por lo tanto, no es necesario encarecer al lector
lo que importa familiarizarse con ellas desde el principio, antes
de comenzar la lectura de la obra.
La Doctrina Secreta establece tres proposiciones fundamentales:
I. Un PRINCIPIO Omnipotente, Eterno, Sin Límites e Inmutable,
sobre el cual toda especulación es imposible, porque trasciende
el poder de la concepción humana, y sólo podría
ser empequeñecido por cualquiera expresión o comparación
de la humana inteligencia. Está fuera del alcance del pensamiento,
y según las palabras del Mândûkya es “inconcebible
e inefable”.
Para que la generalidad de los lectores perciba más claramente
estas ideas, debe comenzar con el postulado de que hay Una Realidad
Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado. Esta Causa
Infinita y Eterna, obscuramente formulada en lo “Inconsciente” y
en lo “Incognoscible” de la filosofía europea corriente,
es la Raíz, sin Raíz de “todo cuanto fue, es o ha
de ser”. Hállase, por de contado, desprovista de toda clase
de atributos, y permanece esencialmente sin ninguna relación
con el Ser manifestado y finito. Es la “Seidad” (22), más
bien que Ser, Sat en sánscrito, y está fuera del alcance
de todo pensamiento o especulación.
Esta Seidad se simboliza en la Doctrina Secreta bajo dos aspectos.
Por una parte, el Espacio Abstracto absoluto, que representa la
mera subjetividad, lo que ninguna mente humana puede excluir de
concepto alguno, ni concebir en sí mismo. Por otra parte,
el Movimiento abstracto absoluto, que representa la Conciencia Incondicionada.
Los mismos pensadores occidentales han hecho ver que la conciencia
es inconcebible para nosotros sin el cambio, y lo que mejor simboliza
el cambio es el movimiento, su característica esencial. Este
último aspecto de la Realidad Una se simboliza también
por el término el Gran Aliento, símbolo suficientemente
gráfico para necesitar otra explicación. Así
pues, el primer axioma fundamental de la Doctrina Secreta es esta
metafísica Una y Absoluta SEIDAD, simbolizada por la inteligencia
finita en la Trinidad teológica.
Pueden, sin embargo, servir de auxilio al estudiante algunas explicaciones
más, que añadiremos aquí.
Herbert Spencer ha modificado últimamente su Agnosticismo,
de tal modo, que asegura que la naturaleza de la “Primera Causa”
(23), que el ocultista deriva con más lógica de la
Causa sin Causa, lo “Eterno” y lo “Incognoscible”, puede ser esencialmente
la misma que la de la conciencia que reside dentro de nosotros;
en resumen: que la Realidad impersonal que compenetra el Kosmos,
es el puro nóumeno del pensamiento. Este adelanto de su parte
le lleva muy cerca del principio esotérico y vedantino (24).
Parabrahman, la Realidad Una, lo absoluto, es el campo de la Conciencia
Absoluta; esto es, aquella Esencia que está fuera de toda
relación con la existencia condicionada, y de la cual, la
existencia consciente es un símbolo condicionado. Pero en
cuanto salimos, en nuestro pensamiento de ésta, para nosotros
Absoluta Negación, surge el dualismo en el contraste de Espíritu
(o Conciencia), y Materia, Sujeto y Objeto.
El Espíritu (o Conciencia) y la Materia, sin embargo, deben
ser considerados, no como realidades independientes, sino como los
dos símbolos o aspectos de lo Absoluto, Parabrahman, que
constituyen la base del Ser condicionado, ya sea subjetivo, ya objetivo.
Considerando esta tríada metafísica como la Raíz
de la cual procede toda manifestación, el gran Aliento toma
el carácter de Ideación precósmica. Él
es la fuente y origen de la fuerza y de toda conciencia individual,
y provee de inteligencia directora al vasto plan de la Evolución
cósmica. Por otra parte, la Substancia-Raíz precósmica
(Mûlaprakriti) es el aspecto de lo absoluto que sirve de fundamento
a todos los planos objetivos de la naturaleza.
Así como la Ideación Precósmica es la raíz
de toda conciencia individual, así también la Substancia
Precósmica es el substrátum de la Materia en sus varios
grados de diferenciación.
Por lo dicho se verá con claridad que el contraste de estos
dos aspectos de lo Absoluto es esencial para la existencia del Universo
Manifestado. Separada de la Substancia cósmica, la Ideación
Cósmica no podría manifestarse como conciencia individual;
pues sólo por medio de un vehículo (upâdhi)
de materia, surge esta conciencia como “Yo soy Yo”; siendo necesaria
una base física para enfocar un Rayo de la Mente Universal
a cierto grado de complejidad. A su vez, separada de la Ideación
Cósmica, la Substancia Cósmica permanecería
como abstracción vacía, y ninguna manifestación
de Conciencia podría seguirse.
El Universo Manifestado, por lo tanto, está informado por
la dualidad, la cual viene a ser la esencia misma de su Ex-istencia
como manifestación. Pero así como los polos opuestos
de Sujeto y Objeto, de Espíritu y Materia, son tan sólo
aspectos de la Unidad Una, en la cual están sintetizados,
así también en el Universo Manifestado existe “algo”
que une el Espíritu a la Materia, el Sujeto al Objeto.
Este algo, desconocido al presente para la especulación occidental,
es llamado Fohat por los ocultitstas. Es el “puente” por el cual
las Ideas que existen en el Pensamiento divino, pasan a imprimirse
sobre la Substancia Cósmica, como Leyes de la Naturaleza.
Fohat es así la energía dinámica de la Ideación
Cósmica; o considerado bajo su otro aspecto, es el medio
inteligente, el poder directivo de toda manifestación, el
Pensamiento divino transmitido y hecho manifiesto por medio de los
Dhyân Chohans (25), los Arquitectos del Mundo visible. Así,
del Espíritu o Ideación Cósmica, viene nuestra
Conciencia; de la Substancia Cósmica los diversos Vehículos
en que esta Conciencia se individualiza y llega al yo, a la conciencia
de sí mismo, o conciencia reflexiva; mientras que Fohat,
en sus manifestaciones varias, es el eslabón misterioso que
une la Mente a la Materia, el principio vivificador que electriza
cada átomo para darle vida.
El siguiente resumen ofrecerá al lector una idea más
clara:
1. Lo ABSOLUTO: el Parabrahman de los vedantinos o la Realidad Una,
Sat, que es, como dice Hegel, al mismo tiempo, Absoluto Ser y No-Ser.
2. El Primer Logos: el Logos impersonal, y en filosofía,
no manifestado, el precursor del Manifestado. Ésta es la
“Primera Causa”, lo “Inconsciente” de los panteístas europeos.
3. El Segundo Logos: Espíritu-Materia, Vida; el “Espíritu
del Universo”, Purusha y Prakriti.
4. El Tercer Logos: la Ideación Cósmica, Mahat o Inteligencia,
el Alma Universal del Mundo; el Nóumeno Cósmico de
la Materia, la base de las operaciones inteligentes de la Naturaleza,
llamado también Mahâ-Buddhi.
La REALIDAD UNA; sus aspectos duales en el Universo condicionado.
Además, la Doctrina Secreta afirma:
II. La Eternidad del Universo in toto, como plano sin límites;
periódicamente “escenario de Universos innumerables, manifestándose
y desapareciendo incesantemente”, llamados “las Estrellas que se
manifiestan”, y las “Chispas de la Eternidad”. “La Eternidad del
Peregrino” (26) es como un abrir y cerrar de ojos de la Existencia
por Sí Misma”, según dice el Libro de Dzyan. “La aparición
y desaparición de Mundos, es como el flujo y el reflujo regular
de las mareas”.
Esta segunda aserción de la Doctrina Secreta es la universalidad
absoluta de aquella ley de periodicidad, de flujo y reflujo, de
decadencia y crecimiento, que la ciencia física ha observado
y consignado en todas las esferas de la Naturaleza. Alternativas
tales como Día y Noche, Vida y Muerte, Sueño y Vigilia,
son hechos tan comunes, tan perfectamente universales y sin excepción,
que será fácil comprender cómo vemos en ellas
una de las Leyes absolutamente fundamentales del Universo.
Enseña también la Doctrina Secreta:
III. La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema
Universal, siendo esta última un aspecto de la Raíz
Desconocida; y la peregrinación obligatoria para todas las
Almas, destellos suyos, a través del Ciclo de Encarnación,
o de Necesidad, conforme a la Ley cíclica y Kármica,
durante todo el término de aquél. En otras palabras:
ningún Buddhi puramente espiritual (Alma Divina) puede tener
una existencia consciente independiente, antes que la chispa que
brotó de la Esencia pura del Principio Sexto Universal, o
sea el ALMA SUPREMA, haya pasado por todas las formas elementales
pertenecientes al mundo fenomenal de aquel Manvántara, y
adquirido la individualidad, primeramente por impulso natural, y
después por los esfuerzos propios conscientemente dirigidos
y regulados por su Karma, ascendiendo así por todos los grados
de inteligencia desde el Manas inferior hasta el superior; desde
el mineral y la planta al Arcángel más sano (Dhyâni-Buddha).
La Doctrina fundamental de la Filosofía Esotérica
no admite en el hombre ni privilegios, ni dones especiales, salvo
aquellos ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito
personales a través de una larga serie de metempsicosis y
reencarnaciones. Por esto dicen los indos que el Universo es Brahman
y Brahmâ; porque Brahman está en todos los átomos
del Universo, siendo los seis principios de la naturaleza la expresión,
o los aspectos diversamente diferenciados, del Séptimo y
Uno, única Realidad en el Universo, sea cósmico o
microcósmico; y también porque las permutaciones psíquicas,
espirituales y físicas del Sexto (Brahmâ, el vehículo
de Brahman) en el plano de la manifestación y de la forma,
se consideran por antifrasis metafísica, como ilusorias y
mayávicas. Pues aunque la raíz de todos los átomos
individualmente, y de todas las formas colectivamente, es este Séptimo
Principio o la Realidad Una, sin embargo, en su apariencia manifestada,
fenomenal y temporal, todo ello es tan sólo una ilusión
pasajera de nuestros sentidos.
En su modo de ser absoluto, el Principio Uno bajo sus dos aspectos,
Parabrahman y Mûlaprakriti, carece de sexo, es incondicionado
y eterno. Su emanación manvantárica, periódica,
o irradiación primaria, es también Una, andrógina,
y en su aspecto fenomenal, finita. Cuando la irradiación
irradia a su vez, todas sus irradiaciones son también andróginas,
convirtiéndose en los principios masculino y femenino en
sus aspectos inferiores. Después de un Pralaya, ya sea el
Mayor, ya el Menor -este último dejando a los mundos en statu
quo (27)- lo primero que despierta a la vida activa es el plástico
Âkâsha, el Padre-Madre, el Espíritu y el Alma
de Éter, o sea el Plano del Círculo. El Espacio es
llamado la Madre, antes de su actividad cósmica, y el Padre-Madre
en la primera etapa de su despertar. En la Kabalah es también
Padre-Madre-Hijo. Pero mientras en la doctrina oriental, estos constituyen
el Séptimo Principio del Universo Manifestado, o su Atma-Buddhi-Manas
(Espíritu-Alma-Inteligencia), ramificándose y diviéndose
la Tríada en siete Principios cósmicos y en siete
principios humanos; en la Kabalah occidental de los místicos
cristianos, se considera la Tríada o Trinidad, y entre sus
ocultistas, el Jehovah macho-hembra, Jah-Havah. En esto estriba
toda la diferencia entre las Trinidades esotérica y cristiana.
Los místicos y los filósofos, los panteístas
orientales y occidentales, sintetizan su Tríada pregenética
en la abstracción divina pura. El ortodoxo, la antropomorfiza.
Hiranyagarbha, Hari Sansâra (28), las tres Hipóstasis
del espíritu que se manifiesta (el “Espíritu del Espíritu
Supremo”, con cuyo título saluda Prithivi, la Tierra, a Vishnu
en su Avatâra primero), son las cuaidades abstractas puramente
metafísicas de la Formación, la Conservación
y la Destrucción, y son las tres divinas Avasthâs (Hipóstasis)
de lo que “no perece con las cosas creadas”, Achyuta, nombre de
Vishnu; mientras que el cristiano ortodoxo escinde su Deidad creadora
personal en los tres personajes de la Trinidad, y no admite ninguna
Deidad superior. Esta última es, en Ocultismo, el Triángulo
abstracto; para el ortodoxo, es el Cubo perfecto. El dios creador
o los dioses reunidos, son considerados por el filósofo oriental
como Bhrântidarshanatah, “falsas apariencias”, algo “concebido,
por razón de apariencias erróneas, como una forma
material”, y que se explica como procedente del concepto ilusorio
del Alma humana personal y egotista (el Quinto Principio inferior).
La traducción corregida que aparece en las notas de Fitzedward
Hall, a la versión de Wilson del Vishnu Purâna, lo
expresa de un modo feliz: “Brahma en su totalidad, tiene esencialmente
el aspecto de Prakriti, así deplegado como sin desplegar
(Mûlaprakriti), y también el aspecto del Espíritu
y el aspecto del tiempo. El Espíritu, ¡oh tú,
dos veces nacido!, es el aspecto principal del Brahma Supremo (29).
El aspecto siguiente es doble: Prakriti, a la vez desplegado y sin
desplegar; y el último es el Tiempo”. A Cronos se le presenta
también en la teogonía órfica como siendo un
Dios o agente engendrado.
En esta etapa del despertar del Universo, el simbolismo sagrado
lo representa como un Círculo perfecto con el Punto (Raíz)
en el centro. Éste era un signo universal, y por lo tanto
lo encontramos también en la Kabalah. Sin embargo, la Kabalah
occidental, en la actualidad en manos de los místicos cristianos,
lo ignora por completo, a pesar de hallarse claramente presentado
en el Zohar. Estos sectarios comienzan por el fin, y presentan como
símbolos del Kosmos pregenético el signo ....., llamándolo
“La Unión de la Rosa y de la Cruz”, ¡el gran misterio
de la generación oculta, de donde procede el nombre Rosacruz
(Rosa Cruz)! Esto puede deducirse de uno de los más importantes
y mejor conocidos de sus símbolos, el cual, hasta la fecha,
jamás ha sido comprendido ni aun por los místicos
modernos. Éste es el Pelícano rasgando su seno para
alimentar a sus siete hijos; el verdadero credo de los Hermanos
de la Rosa-Cruz, y una emanación directa de la Doctrina Secreta
del Oriente.
Brahman (neutro) es llamado Kâlahamsa, que significa, según
lo explican los orientalistas occidentales, el Cisne Eterno (u oca),
y lo mismo es Brahmâ, el Creador. Así se da lugar a
un grande error. A Brahman (neutro), debe hacerse referencia como
Hamsa-vâhana (el que usa el Cisne como Vehículo), y
no a Brahmâ, el Creador, que es el verdadero Kâlahamsa;
mientras que Brahman (neutro), es Hamsa y A-hamsa, como se explicará
en los Comentarios. Téngase presente que los términos
Brahmâ y Parabrahman no se emplean aquí porque pertenezcan
a nuestra nomenclatura esotérica, sino sencillamente por
ser más familiares a los estudiantes de Occidente. Ambos
son los perfectos equivalentes de nuestros términos de una,
tres y siete vocales, que corresponde al TODO UNO, y al Uno “Todo
en Todo”.
Tales son los conceptos fundamentales en que se apoya la Doctrina
Secreta.
No sería este lugar a propósito para hacer una defensa,
ni para dar pruebas de su valor racional inherente; ni puedo tampoco
detenerme a demostrar cómo se hallan de hecho contenidos
en todos los sistemas de filosofía dignos de este nombre,
si bien a menudo bajo un disfraz engañoso.
Cuando el lector los haya comprendido claramente, y haya visto la
luz que arrojan sobre todos los problemas de la vida, no necesitará
mayor justificación a sus ojos, puesto que su verdad será
tan evidente para él como la luz del sol. Paso, por tanto,
al asunto objeto de las Estancias tal como se dan en este volumen,
comenzando por presentarlas en una relación escueta, con
la idea de facilitar el trabajo del estudiante, al poner ante su
vista, en pocas palabras, el concepto general explicado en ellas.
La historia de la Evolución Cósmica, tal como se halla
expuesta en las Estancias, es, por decirlo así, la abstracta
fórmula algebraica de esta evolución. Por lo tanto,
el lector no debe concebir la esperanza de encontrar en ellas la
explicación de todas las etapas y transformaciones que tienen
lugar entre los comienzos de la Evolución Universal y nuestro
presente estado. Sería imposible dar tal explicación,
que sería incomprensible a quienes ni siquiera pueden hacerse
cargo de la naturaleza del plano de existencia inmediato, al que,
por el momento, se halla limitada su conciencia.
Las Estancias dan, por lo tanto, una fórmula abstracta, que
puede aplicarse mutatis mutandis a toda evolución: a la de
nuestra tierra diminuta; a la de la Cadena de Planetas de que esta
tierra forma parte; a la del Universo Solar a que pertenece esta
Cadena; y así, en escala ascendente, hasta que la mente vacila
y queda exhausta por el esfuerzo realizado.
Las siete Estancias que en este volumen se dan, representan los
siete términos de esta fórmula abstracta. Se refieren
y describen las siete grandes etapas del proceso evolutivo, de que
tratan los Purânas como las “Siete Creaciones”, y la Biblia
como los “días” de la Creación.
La Estancia I describe el estado del TODO UNO durante el Pralaya,
antes el primer movimiento del despertar de la Manifestación.
Basta pensar un momento para comprender que tal estado sólo
puede expresarse simbólicamente; pues es imposible describirlo.
Y ni aun puede ser simbolizado sino por medio de negaciones; porque
siendo el estado de lo Absoluto per se, no puede tener ninguno de
aquellos atributos específicos que nos sirven para describir
los objetos en términos positivos. De aquí que sólo
puede sugerirse tal estado por medio de la negación de todos
aquellos atributos más abstractos que los hombres sienten,
más bien que conciben, como el límite más remoto
a que puede llegar su poder de concepción.
La Estancia II describe una etapa que para una inteligencia occidental
viene a ser casi tan idéntica al estado referido en la primera
Estancia, que el explicar la idea de su diferencia requeriría
por sí sola un tratado. Por tanto, debe quedar a la intuición
y a las facultades más elevadas del lector, el penetrar hasta
donde sea posible la significación de las frases alegóricas
de que se hace uso. En verdad, hay que tener presente que todas
estas Estancias hablan más a las facultades íntimas
que a la inteligencia ordinaria del cerebro físico.
La Estancia III describe el despertar del Universo a la vida después
del Pralaya. Refiere cómo surgen las Mónadas de su
estado de absorción en el seno del Uno; cuya etapa es la
primera y superior en la formación de los Mundos. El término
Mónada puede aplicarse lo mismo al más vasto Sistema
Solar, que al átomo más diminuto.
La Estancia IV presenta la diferenciación del “Germen” del
Universo en la Jerarquía Septenaria de Poderes Divinos conscientes,
que son las manifestaciones activas de la Suprema Energía
Una. Ellos son los constructores y modeladores, y en último
término los creadores de todo el Universo manifestado, en
el único sentido en que el nombre de “Creador” es inteligible;
dan forma al Universo y le dirigen; son los Seres inteligentes que
ajustan y vigilan la evolución, encarnando en sí mismos
aquellas manifestaciones de la Ley Una, que conocemos como “Leyes
de la Naturaleza”.
Genéricamente son conocidos con el nombre de Dhyân
Chohans, si bien cada uno de los diversos grupos tiene su propia
denominación en la Doctrina Secreta.
Esta etapa de la evolución es llamada en la mitología
india la “Creación de los Dioses”.
La Estancia V describe el proceso de la formación del mundo.
En primer lugar, Materia Cósmica difusa; después el
“Torbellino Ígneo”, la primera etapa de la formación
de una nebulosa. Esta nebulosa se condensa y, después de
pasar por varias transformaciones, forma un Universo Solar, una
Cadena Planetaria o un solo Planeta, según los casos.
La Estancia VI indica las etapas subsiguientes de la formación
de un “Mundo”, mostrando la evolución de este Mundo hasta
su cuarto gran período, que corresponde al período
en que vivimos actualmente.
La Estancia VII continúa la historia, trazando el descenso
de la vida hasta la apariencia del hombre; y así termina
el libro primero de LA DOCTRINA SECRETA.
El desarrollo del “Hombre” desde su primera aparición sobre
esta tierra en la Ronda actual, hasta el estado en que hoy se encuentra,
constituirá el asunto de los libros tercero y cuarto.
Las Estancias que forman la tesis de todas las secciones de esta
obra, se presentan traducidas en lenguaje moderno; pues hubiera
sido por demás inútil el hacer el asunto más
dificultoso con la introducción de la fraseología
arcaica del original, cuyo estilo y palabras son enigmáticos.
Se intercalan extractos de las traducciones china, tibetana y sánscrita
de los Comentarios y Glosas originales de Senzar sobre el Libro
de Dzyan, siendo ésta la primera vez que dichas traducciones
se vierten a un lenguaje europeo. Es casi innecesario decir que
tan sólo son aquí citadas porciones de las siete Estancias.
Si se publicasen completas, serían incomprensibles para todos,
excepción hecha de unos cuantos elevados ocultistas. Tampoco
hay necesidad de asegurar aquí al lector que la escritora,
o más bien la humilde reproductora de estas líneas,
no entiende mejor que la mayor parte de los profanos aquellas porciones
suprimidas.
Con objeto de facilitar la lectura y de evitar referencias demasiado
frecuentes a notas puestas al pie, se ha considerado más
cómodo reunir textos y glosas, usando los nombres propios
sánscritos y tibetanos, cuando no pudiesen evitarse, con
preferencia a los originales; con tanta mayor razón, los
últimos tan sólo entre los Maestros y sus Chelas (o
discípulos).
Si hubiera de traducirse al español el versículo primero
empleando únicamente los sustantivos y términos técnicos
que constan en una de las versiones tibetana y senzar, diría
como sigue:
Tho-ag en Zhi-gyu durmió siete Khorlo. Zodmanas zhiba. Todo
Nyug seno. Konch-hog no; Thyan-Kam no; Lha-Chohan no; Tenbrel Chugnyi
no; Dharmakâya cesó; Tgenchang no había llegado
a ser; Barnang y Ssa en Ngovonyidj; solamente Tho-og Yinsin en la
noche de Sun-chan y Yong-grub (Paranishpanna), etc.
Todo esto sonaría como un completo Abracadabra.
Como esta obra se ha escrito para instrucción de los estudiantes
de Ocultismo y no en beneficio de los filólogos, evitaremos
términos extranjeros semejantes, siempre que sea posible.
Únicamente se dejan los términos intraducibles, que
no se comprendan sin una explicación; pero todos ellos se
darán en su forma sánscrita. No hay para qué
recordar al lector que estos son, en casi todos los casos, los últimos
desarrollos de este lenguaje, y pertenecen a la Quinta Raza Raíz.
El sánscrito, tal como ahora se conoce, no fue hablado por
los atlantes; y la mayor parte de los términos filosóficos
empleados en los sistemas de la India, posteriores al período
del Mahâbhârata, no se encuentran en los Vedas ni en
las Estancias originales, sino tan sólo sus equivalentes.
Al lector que no sea teósofo, se le invita, una vez más,
a considerar todo lo que sigue como un cuento de hadas, si así
le parece; todo lo más, como una especulación de soñadores,
aún no demostrada; y en el peor de los casos, como una de
tantas hipótesis científicas, pasadas, presentes y
futuras, algunas de las cuales ya han muerto, mientras otras todavía
están en pie. No es ella, en sentido alguno, menos científica
que muchas de las llamadas teorías científicas; pero
en todo caso es más filosófica y más probable.
En vista de los muchos comentarios y explicaciones que se necesitan,
las referencias a las notas se señalan de la manera acostumbrada;
al paso que las sentencias que tienen que ser comentadas, se marcan
con letras. Se añaden algunas materias en los capítulos
que tratan del simbolismo, los cuales contienen a menudo mayor instrucción
que los Comentarios.
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