ESTUDIO SOBRE LA CONCIENCIA

(UNA CONTRIBUCIÓN A LA PSICOLOGÍA)

POR LA DRA. ANNIE BESANT M.S.T.

TRADUCIDO DIRECTAMENTE DE LA SEGUNDA EDICIÓN INGLESA FEDERICO CLIMENT TERRER M. S. T.

 

 

 

 

 

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

 

PRIMERA PARTE -CONCIENCIA

1. ORÍGENES

2. ORIGEN DE LAS MÓNADAS

 

CAPITULO I PREPARACIÓN DEL CAMPO

1. FORMACIÓN DEL ÁTOMO

2. ESPÍRITU-MATERIA

3. LOS SUBPLANOS

4. LOS CINCO PLANOS

CAPÍTULO II CONCIENCIA

1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA

2. LAS MÓNADAS

 

CAPÍTULO III LA POBLACIÓN DEL CAMPO

1. EL ÉXODO DE LAS MÓNADAS

2. EL TELAMEN

3. LOS SIETE RAYOS

4. LOS SERES BRILLANTES

 

CAPITULO IV EL ÁTOMO PERMANENTE

l. LA ADHERENCIA DE LOS ÁTOMOS

2. LA TELA DE LA VIDA

3. ELECCIÓN DE LOS ÁTOMOS PERMANENTES

4. UTILIDAD DE LOS ÁTOMOS PERMANENTES

5. ACCIÓN DE LA MÓNADA EN LOS ÁTOMOS PERMANENTES

 

CAPÍTULO V ALMAS CRUPALES

1. SIGNIFICADO DE LA FRASE

2. DIVISIÓN DEL ALMA GRUPAL

 

CAPÍTULO VI UNIDAD DE CONCIENCIA

1. LA CONCIENCIA UNA

2. UNIDAD DE LA CONCIENCIA FÍSICA

3. SIGNIFICADO DE LA CONCIENCIA FÍSICA

 

CAPÍTULO VII MECANISMO DE LA CONCIENCIA

1. DESARROLLO DEL MECANISMO ..

2. EL CUERPO ASTRAL O CUERPO DE DESEOS..

3. CORRESPONDENCIA ENTRE LAS RAZAS RAÍCES

 

CAPÍTULO VIII PRIMERAS ETAPAS HUMANAS

1. LA TERCERA OLEADA DE VIDA

2. DESENVOLVIMIENTO HUMANO

3. ALMAS Y CUERPOS INCONGRUENTES

4. ALBOREO DE LA CONCIENCIA EN EL PLANO ASTRAL

 

CAPITULO IX CONCIENCIA Y AUTOCONCIENCIA

1. CONCIENCIA

2. AUTOCONCIENCIA

3. LO REAL Y LO IRREAL

 

CAPÍTULO X ESTADOS HUMANOS DE CONCIENCIA

1. LA SUBCONCIENCIA

2. LA CONCIENCIA VIGÍLICA

3. CONCIENCIA SUPRAFÍSICA.

 

CAPÍTULO XI ACTUACIÓN DE LA MÓNADA

1. CONSTRUCCIÓN DE LOS VEHÍCULOS

2. EL HOMBRE EVOLUCIONANTE

3. EL CUERPO PITUITARIO Y LA GLÁNDULA PINEAL

4. LAS VÍAS DE LA CONCIENCIA

 

CAPÍTULO XII NATURALEZA DE LA MEMORIA

1. EL GRAN YO Y LOS YOS MENORES

2. CAMBIOS EN LOS VEHÍCULOS Y EN LA CONCIENCIA

3. RECUERDOS

4. ¿QUÉ ES LA MEMORIA?

5. RECUERDOS Y OLVIDOS

6. ATENCIÓN

7. LA CONCIENCIA ÚNICA

PARTE SEGUNDA

VOLUNTAD, DESEO, EMOCIÓN

CAPÍTULO I LA VOLUNTAD DE VIVIR

CAPITULO II DESEO

1. NATURALEZA DEL DESEO

2. EL DESPERTAR DEL DESEO

3. RELACIÓN DEL DESEO CON EL PENSAMIENTO

4. DESEO, PENSAMIENTO Y ACCIÓN

5. ESCLAVIZANTE NATURALEZA DEL DESEO ..

6. ROMPIMIENTO DE LOS LAZOS

 

 

CAPÍTULO III DESEO (continuación)

1. VEHÍCULO DEL DESEO.

2. CONFLICTOS ENTRE EL DESEO Y EL PENSAMIENTO

3. LA VALÍA DEL IDEAL

4. PURIFICACIÓN DEL DESEO

 

CAPÍTULO IV EMOCIÓN

1 GÉNESIS DE LA EMOCIÓN

2. INFLUENCIA DE LA EMOCIÓN EN LA FAMILIA .

3. NACIMIENTO DE LAS VIRTUDES01

4. LO JUSTO Y LO INJUSTO

5. VIRTUD Y FELICIDAD

6. TRANSMUTACIÓN DE LAS EMOCIONES EN VIRTUDES Y VICIOS2

7. APLICACIÓN DE LA TEORÍA A LA CONDUCTA

8. UTILIDAD DE LA EMOCIÓN

 

CAPÍTULO V EMOCIÓN (continúa)

1. ADIESTRAMIENTO DE LA EMOCIÓN

2. DESVIADORA FUERZA DE LA EMOCIÓN

3. MÉTODOS DE REGULAR LAS EMOCIONES

4. UTILIDAD DE LA EMOCIÓN

5. VALÍA DE LAS EMOCIONES EN LA EVOLUCIÓN

 

 

CAPITULO VI LA VOLUNTAD

1. LIBERACIÓN DE LA VOLUNTAD.

2. ¿A QUÉ TANTA LUCHA?

3. PODER DE LA VOLUNTAD.

4. MAGIA BLANCA Y NEGRA

5. PAZ

 

 

 

El propósito de esta obra es ayudar a los que estudian el incremento y dilatación de la candencia, con sugestivas insinuaciones que les sirvan de provecho. No pretende ser una exposición completa, sino más bien, como indica el subtítulo, una contribución a la Psicología, pues para exponer acabadamente la vastísima ciencia que trata del desenvolvimiento de la conciencia se necesitarían más abundosos materiales de los que están a mi alcance. Estos materiales se van acopiando lentamente en manos de celosos y pacientes estudiantes, aunque hasta ahora no se ha hecho esfuerzo alguno para arreglarlos y disponerlos en coordenado conjunto. En esta obra he dispuesto tan sólo una pequeña porción de estos materiales, con la esperanza de que sean útiles a algunos de cuantos trabajan en el dilatado campo de la evolución de la conciencia y puedan servir en lo futuro de sillar en el acabado edificio. Necesarios serían un sabio arquitecto para diseñar el templo del conocimiento y hábiles maestros albañiles para dirigir su construcción. Basta, de momento, pasar el aprendizaje y preparar las toscas piedras que en su día utilicen más expertos operarios.

ANNIE BESANT.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Asunto muy difícil es el desenvolvimiento de la conciencia en los seres que evolucionan en un sistema solar. Ninguno de nosotros puede, hoy por hoy, aspirar a. otra cosa que al dominio de una pequeña parte de su complejidad; pero sí cabe estudiarlo de manera tal que llene algunos vacíos de nuestro pensamiento y nos trace un más claro bosquejo que sirva de guía a nuestra futura labor. Sin embargo, no es posible trazar este bosquejo satisfactoriamente para el entendimiento sin antes considerar en conjunto nuestro sistema planetario y obtener una idea, siquiera vaga. de sus orígenes.

 

 

 

 

 

PRIMERA PARTE- CONCIENCIA

1. ORÍGENES Sabemos que la materia de un sistema solar existe en siete capitales modalidades a planos; y en tres de ellos, el físico, emocional (astral) y mental sigue su curso la normal evolución de la humanidad 1. En los dos planos siguientes, el búdico y el átmico, de naturaleza espiritual y correspondientes a la sabiduría y el poder, se desenvuelve la peculiar evolución del iniciado después de la primera gran iniciación. Estos cinco planos forman el campo evolutivo de la conciencia hasta que lo humano se inmerge en lo divino. Los dos planos más allá de estos cinco representan la esfera de la actividad divina que todo lo circuye y envuelve y de donde fluyen las divinas energías que vivifican y sostienen el sistema entero. Estos dos planos superiores transcienden actualmente a nuestro conocimiento, y las pocas insinuaciones que se nos han dado acerca de ellos encierren cuanta información el capaz de recibir nuestro limitado alcance. Se nos enseña que son los planos de la conciencia divina, en donde se manifiesta trínicamente el Logos y de donde efulge como Creador, Conservador y Destructor, desenvolviendo un universo que mantiene durante su período vital para reabsorberlo en Sí mismo a su fin. Se nos han dado los nombres de estos dos planos: el inferior es el anupâdaka

1 A estos tres planos o modalidades de materia se les da por antonomasia el nombre de "los tres mundos". La cosmogonía hinduista los llama trilokî o tribhuvanam,

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en el que "no ha sido formado todavía ningún vehículo" 2 ; el superior es el âdi. "el primero", el fundamento del universo, su sostén y su vida. Por lo tanto, tenemos los siete planos de un sistema solar o universo, que según vemos por esta breve descripción, puede considerarse constituido por tres grupos: 1º) El campo exclusivo de la manifestación Lógica; 2º) El campo de la súper-normal evolución humana o del iniciado; 3º) El campo de las evoluciones elemental, mineral, vegetal, animal y normal humana. El siguiente cuadro sinóptico esclarecerá mejor estos conceptos:

l. Âdi I. Campo exclusivo de la manifestación lógica. 2. Anupâdaka 3. Atmico II. Campo de la supernormal evolución humana. 4. Búdico 3. Mental III. Campo de la evolución elemental mineral, 6. Emocional vegetal, animal y normal humana 7. Físico

 

Los dos. planos superiores pueden concebirse existentes antes de la formación del sistema solar y cabe imaginar el supremo o Âdi constituido por tanta materia del espacio (simbolizada por puntos) como designó el Logos para formar la base material del sistema que se dispone a producir. Así como el operario escoge el material a que intenta dar forma, así también el Locos escoge el material y el lugar para Su universo. Análogamente, podemos imaginar el anupâdaka (simbolizado por líneas) constituido de esta misma materia modificada, por su individual vida y coloreada (digámoslo en significativa metáfora) por Su omni-animadora conciencia, con lo que difiere en algún modo del correspondiente plano de. cualquier otro sistema solar. Se nos enseña que los hechos capitales de esta labor preparatoria pueden representarse en símbolos de los que se nos han dado dos, uno cíe los rúales representa la trina manifestación de la conciencia Lógica, y el otro el trino cambio en materia correspondiente a la trina Vida o sean los aspectos de vida y forma de los tres Logos. Podemos colocarlos Indo por lado en significación de que ocurren simultáneamente:

En el símbolo de la vida vemos el primitivo Punto en el centro del Círculo, el Logos Uno, dentro de la circundante esfera de materia sutilérrima de que se ha revestido y en que se ha encerrado con propósito de manifestarse y efulgir de las Tinieblas. A este punto acude la pregunta: ¿Por qué tres Logos? Aunque se nos presenta aquí una profundísima cuestión metafísica cuya exposición, siquiera inadecuada, requeriría un volumen, debemos señalar la respuesta lo más sucintamente posible. El análisis de cuanto existe nos conduce a la final generalización expresada en estos términos: "Todo puede separarse en "Yo" y "No-Yo", en "Ser" y "No-Ser". Toda cosa separada corresponde al Ser o al No-Ser. Nada hay que no corresponda a una u otra de ambas separaciones. Ser es vida y conciencia; No-Ser es materia y forma. Por lo tanto, tenemos aquí una dualidad; pero lo dual no supone dos cosas separadas, aisladas y sin enlace, sino que existe continua relación entre

2 Del Pranapa-vâda, manuscrito sánscrito inédito.

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ellas, un incesante vaivén de atracción y repulsión, en que alternativamente se identifican y repudian y en que se muestra el siempre cambiante universo. De esta suerte, ya no tenemos una Dualidad, sino una Trinidad, a saber: el Ser, el No-Ser y la Relación entre ambos. En esta Trinidad se resumen todas las cosas y todas las reacciones tanto actuales como posibles, y de aquí que Tres. ni más ni menos, sea el fundamento de todos los Universos en su conjunto y de cada universo en particular 3. Esté hecho fundamental exige de un Locos manifestación trina en un sistema solar; y he aquí porque el Uno, el Punto que va en tres direcciones a la circunferencia del Circulo de Materia y vuelve a sí mismo, manifiesta distinto aspecto en cada lugar de contacto con el Círculo, constituyendo las tres fundamentales expresiones de conciencia, a saber: Voluntad, Sabiduría y Actividad, es decir, la divina Tríada o Trinidad 4. Porque el universal Ser, el Pratyag-âtmâ, el "Interno Ser", al pensar en el No-Ser, se identifica con él y le hace partícipe de su Ser. Tal es la divina Actividad, el Sat, la existencia prestada a lo no existente, la Mente universal. El Ser, cuando se reconoce a sí mismo, es sabiduría, Chit, el principio de conservación. El Ser cuando se retrae del No-Ser, en Su pura naturaleza, es Felicidad, Ananda, la liberación de la forma. Todo Logos de un universo repite esta universal conciencia del Ser. En su Actividad es la Mente creadora, el Kriyá (correspondiente al Sat universal) el Brahmâ del hinduista, el Espíritu Santo del cristiano, el Chochmah del cabalista. En su Sabiduría, es la conservadora y ordenante Razón, el Jñána (correspondiente al Chit universal) el Vishnu del hinduista, el Hijo del cristiano, el Binah del cabalista. En su Felicidad es el destructor de formas, la Voluntad, el Ichchhá (correspondiente al Ananda universal) el Shiva del hinduista, el Padre del cristiano, el Kepher del cabalista. Así aparecen en todo universo los tres Logos, los tres Seres que crean, conservan y destruyen Su universo, demostrando cada uno de ellos en Su actuación en el universo un Aspecto predominante, al que se subordinan los otros dos, aunque siempre presentes. De aquí que al Dios manifestado se le considere como una Trinidad. El enlace de estos tres Aspectos o fases de manifestación en sus externos puntos de contacto con el circulo, forma el básico triángulo de contacto con la Materia, el cual, con los tres triángulos formados por las líneas trazadas por el Punto, constituye la divina Tetractys, llamada también a veces el Cuaternario cósmico, o sean los tres divinos Aspectos que en contacto con la Materia se disponen a crear. Estos tres Aspectos en conjunto son la suprema Alma 5 del universo por nacer. Debajo de la Forma columbramos primeramente los efectos de dichos Aspectos según responde a ellos la Materia. Tales efectos no son debidos al Logos de un sistema, sino que son las correspondencias de la Materia universal con los Aspectos del Ser universal. El aspecto de Felicidad o Voluntad infunde en la Materia la cualidad de inercia, (Tamas) la fuerza de resistencia, la estabilidad y la quietud. El aspecto de Actividad infunde en la Materia la responsabilidad a la acción (Rajas) o movilidad. El aspecto de Sabiduría da a la Materia el ritmo (Satva) la vibración y armonía. Con el auxilio de la Materia así preparada pueden manifestarse como Seres los aspectos de la conciencia del Logos. El Logos (todavía no el primero, puesto que aún no hay segundo) aparece como un Punto que irradia una esfera de Materia trazada en su alrededor como el campo del futuro universo y fulgurando cual verdadera Montaña de Luz, según dice Manú, aunque Luz tan sólo visible en los planos espirituales. A esta gran estera se la ha llamado substancia primaria y es el Logos condicionado por sí mismo, inseparable en cada punto de la Materia que se apropió para su

 

3 El estudiante puede consultar atentamente La ciencia de la paz de Bhagaván Das en que trata con rara sagacidad y acierto las cuestiones metafísicas allí expuestas. 4 Otra fórmula expresiva de esta trinidad es; Poder, Sabiduría y Amor; pero así suprimimos la Actividad y duplicamos el Amor, a menos que consideremos el Amor como equivalente de la Actividad, puesto que el Amor es esencialmente activo. A mi entender, Sabiduría y Amor son el mismo aspecto de la conciencia. Lo que en el plano superior se manifiesta como Sabiduría o reconocimiento de la Unidad, se manifiesta en el mundo de las formas como Amor, I» atractiva fuerza que realiza la Unidad en un mundo de seres separados. 5 Emerson.

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universo. En la segunda manifestación se retrae algún tanto de dicha esfera para constituir la de la Voluntad condicionada por sí misma, con objeto de llegar a la Actividad creadora: "Yo soy Esto", cuando el Esto, el No-Ser, es conocido. El Punto, simbólicamente hablando (a fin de sugerir la idea de Forma según se ve del lado de las apariencias) vibra entre el centro y la circunferencia, trazando de esta suerte la línea divisoria entre el Espíritu y la Materia 6 que hace posible su conocimiento y genera la Forma para el segundo Aspecto, el Ser a que llamamos segundo Logos, simbólicamente representado por la línea o diámetro del círculo. Esto se expresa como sigue en mística frase: "Tú eres Mi Hijo; en este día Te engendré" 7. Esta relación entre Padre e Hijo, en la unidad de la divina Existencia, entre el primero y segundo Logos, corresponde al Día de Manifestación, al período de vida de un universo. Este engendramiento del Hijo, esta aparición del segundo Logos o Sabiduría, que en el mundo de la Forma está señalada por la diferenciación divisoria entre Espíritu y Materia, constituye los dos polos entre los cuales se teje la tela de un universo. Es, por decirlo así, el desdoblamiento de la neutra e inactiva electricidad (que puede simbolizar el primer Logos) en la dual forma de electricidad positiva y electricidad negativa (símbolos del segundo Logos) de modo que se manifieste lo inmanifestado. Este desdoblamiento del primer Logos está vividamente representado en la multiplicación de las células que podemos observar en el plano físico, en donde se ve que una célula se divide en dos por la aparición de una pared divisoria. Porque todo cuanto aquí en la tierra ocurre no es ni más ni menos que el reflejo en la grosera materia de cuanto ocurre en planos superiores, por lo que muchas veces les sirven de muletas a nuestra coja imaginación los estudios del desenvolvimiento físico. "Como arriba, así abajo". Lo físico es reflejo de lo espiritual. Después, el Punto y la línea que gira con él, vibran en sentido normal a la primera vibración, formando de este modo en el interior del Círculo, la Cruz que "procede del Padre y del Hijo". Este es el símbolo del tercer Logos, la Mente creadora, la divina Actividad dispuesta a manifestarse como Creador, como la Cruz activa o Svástica. Aunque en el orden del divino desenvolvimiento es el tercer Logos, es el que primero se manifiesta externamente de los dos planos superiores.

 

 

 

2. ORIGEN DE LAS MÓNADAS Pero antes de considerar la creadora actividad del tercer Logos, debemos atender al origen de las mónadas o unidades de conciencia para cuya evolución en la materia se prepara el campo de un universo. En el capítulo segundo trataremos más extensamente este punto. Las miríadas de mónadas que han de evolucionar en el inminente universo se engendran en la divina Vida,

 

6 Conviene advertir que esta divisoria se refiere tan sólo a la conciencia. La idea de Espíritu está separada de la idea de materia. En el universo fenoménico, el Espíritu está siempre condicionado por la materia y no existe ni la más mínima partícula de materia que no esté animada por el Espirito. En el mundo fenoménico todas las formas son conscientes y toda consciencia tiene forma. 7 Salmo II-7.

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como las células en los organismos, antes de que se forme el campo de su evolución. De esto se ha dicho: "Aquello quiso: Yo multiplicaré y será nacido" 8. Y lo Múltiple surgió de lo Uno, por este acto de Voluntad. La Voluntad tiene sus dos aspectos de atracción y repulsión, inspiración y expiración. Cuando surge el aspecto de repulsión se establece la línea divisoria, la separatividad. La multiplicación en el Uno por obra de la Voluntad señala el punto de origen, que es el primer Logos, el Señor indiviso, el Padre eterno. Las mónadas son las chispas del fuego supremo. los "fragmentos divinos 9. Una mónada es un fragmento de la Vida divina, separada de ésta como entidad-individual por una película de materia tan sumamente tenue que, aunque da forma separada a cada mónada, impide la libre inter-comunicación de una vida así reclusa, con las vidas análogas que la rodean. La vida de las mónadas procede del primer Logos y tiene, por lo tanto, el trino aspecto de conciencia en voluntad, sabiduría y actividad. Esta vida nace en el segundo plano, el anupadâka o plano de manifestación. Son las mónadas Hijos del Padre" lo mismo que lo es el segundo Logos, aunque más jóvenes y sin que ninguna de sus divinas potencia» pueda actuar en materia más densa que la de sus propios planos, al paso que El, con edades de evolución tras sí, está dispuesto a ejercer sus divinos poderes como "Primogénito entre muchos hermanos" 10. Moran las mónadas en el plano anupadâka con las raíces de su vida en el âdi, aunque todavía sin vehículos en que puedan actuar, esperando el día de la "manifestación de los Hijos de Dios" 11. Allí permanecen las mónadas mientras el tercer Logos comienza la externa obra de manifestación y plasmando el universo objetivo procede a infundir su vida en la materia, a formar materiales dispuestos para construir los vehículos necesarios a la evolución de las mónadas. Pero El no quedará sumergido en Su obra, pues por muy vasta que nos parezca, para El es de poca monta. "Después de llenar el universo entero con una partícula de mi Ser, siglo existiendo" 12. Esta maravillosa individualidad no se anonada y tan sólo una porción de ella basta para infundir vida en el universo. El Logos permanece como súper-alma y Dios de su universo.

 

 

 

CAPITULO I PREPARACIÓN DEL CAMPO

1. FORMACIÓN DEL ÁTOMO El tercer Logos, la Mente universal, comienza su actividad, creadora operando en la materia atraída de todos los puntos del infinito espacio para la construcción-de nuestro sistema solar. Esta materia existe en el espacio en modalidades que desconocemos; pero evidentemente está ya plasmada para las necesidades de varios sistemas. Nos enseñó H. P. Blavatsky que los subplanos atómicos de nuestros planos constituyen el primer plano cósmico o sea el ínfimo. Si consideramos los átomos de este plano cósmico simbolizados por una nota musical, los átomos formados por el tercer Logos podrían simbolizarse por los tonos menores de dicha nota. Lo que parece claro es que están estrechamente relacionados con sus correspondientes "átomos de espacio" aunque no idénticos a ellos en su presente forma. Pero los siete tipos de materia de que se forman nuestros átomos están ya en la materia atraída del espacio para constituir el sistema solar y finalmente revierten de nuevo a ellos. Blavatsky alude a la sucesiva séxtuplo división de átomos de cada vez más inferior grado, cuando dice:

"El unitario Átomo cósmico se divide en siete átomos en el plano de materia y cada

8 Chhándogyopanishad VI-II-3,9 Luz en el sendero. 10 Romano. VIII-29. 11 Romanos VIII-19. 12 Bhagavad Gitá X-42.

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uno de estos átomos se convierte en un centro de energía. El mismo Átomo cósmico se despliega en el plano espiritual en siete rayos que no obstante su estrecha relación se mantienen separados hasta el fin del Kalpa" 13 .

Fuera de los limites de un universo asume esta materia peculiar estado, pues sus tres cualidades: inercia, movilidad y ritmo 14 se equilibran recíprocamente. Podemos considerarlas como un círculo en reposo. Algunos libros antiguos dicen que la totalidad de la materia es inerte en tal estado y también se la llama virgen. Es la celestial virgen María, el océano de materia virgen que llega a Madre por obra del tercer Logos cuya actividad creadora comienza por romper aquel círculo y mudar en inestable el equilibrio estable de las cualidades. Vida es movimiento, y la vida del Logos solar (su aliento como poéticamente se llama) al tocar esta aquiescente materia, transmuta las cualidades en condición de equilibrio inestable y por lo tanto de continuo movimiento recíproco. Durante la vida de un universo, la materia está siempre en condición de incesante movimiento interno. Sobre el particular dice Blavatsky: "Fohat endurece y esparce los siete Hermanos. . . y vivifica eléctricamente y separa en átomos el plasma primordial o materia pregenésica" 15. La formación de átomo tiene tres etapas. En la primera se fija el límite en que vibrará la animante vida del Logos en el átomo. Esta delimitación de la longitud de la onda vibratoria se denomina técnicamente la "divina medida" 16 que da a los átomos de un plano su distintiva peculiaridad. En la segunda etapa. el Logos, de conformidad con esta divina medida, señala la líneas que determinan fa ron figuración del átomo, los ejes fundamentales de desarrollo y la relación angular entre estos ejes, todo lo cual determina la forma del átomo en paridad con la del correspondiente átomo cósmico 17 cuya más cercana analogía son los ejes de los cristales en el plano físico. En la tercera etapa se determina la forma de la superficie o pared del átomo midiendo la vibración y la recíproca relación angular de los ejes de desenvolvimiento. Así en cada átomo tenemos la medida de su animante vida, sus ejes de desenvolvimiento y su pared o superficie claustral. El tercer Logos crea cinco clases de dichos átomos cuyas cinco distintas "medidas" entrañan cinco vibraciones diferentes y cada clase constituye la base material de un plano. No obstante su diversidad de objetos, cada plano tiene su fundamental tipo de átomo al que en último término pueden reducirse todos los objetos del plano.

 

 

2. ESPÍRITU-MATERIA El calificativo espíritu-materia se comprenderá mejor si consideramos por un momento el método de la formación de los átomos de los planos sucesivos. La materia del espacio que circunda cada sistema es su Raíz de Materia, el Mûlaprakriti, como gráficamente la llaman los hinduistas. La materia de cada sistema tiene por raíz o base aquella materia circundante de la que se desenvuelve y toma incremento la materia peculiar del sistema, cuyo Logos, o súper- alma atrae a su alrededor la necesaria materia del espacio y la anima con su propia vida, que en el interior de la sutil materia mulaprakrítica es el Atmâ, el Yo, el Espíritu de cada partícula. Dice Blavatsky que el Fohat o energía del Logos "cava agujeros en el espacio" y no puede haber descripción más fiel y exacta. Esta energía giratoria forma innumerables vórtices

 

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13 Doctrina Secreta I-696. Ed. ingl. 14 Tamas, Rajas y Satva. 15 La Doctrina Secreta 1-103. Ed. ingl. 16 Tanmâtra, la medida de AQUELLO o era el divino Espíritu. 17 Colectivamente se llama un tattva.

modelados por la divina energía y los ejes de desenvolvimiento, y todos ellos están cubiertos por la materia del espacio. Así tenemos Atmâ envuelto en una cáscara de Mûla-prakriti, el espíritu de una corteza de materia, y cada uno de estos vórtices es un "átomo" del primero y supremo plano Âdi. Algunos permanecen en su estado atómico y otros se congregan en "moléculas" que agrupándose a su vez constituyen más complejas combinaciones moleculares para formar seis subplanos inferiores al atómico 18. Viene ahora la formación de los átomos del. segundo plano. Luego de fijados su medida y sus ejes de desenvolvimiento por el tercer Logos. según queda descrito, algunos átomos del âdi o primer plano atraen a su alrededor una envoltura formada por las combinaciones de su ínfimo subplano, de modo que el Espíritu con su primaria envoltura de materia cósmica o mulaprakrítica, es decir, el átomo del primer plano constituye el átomo del segundo plano que anima la nueva envoltura formada por el intimo grado de sus propias combinaciones. Estas envolturas así animadas son los átomos del anupadâka o segundo plano, cuyas cada vez más complejas combinaciones forman los otros seis subplanos. De análoga suerte, algunos átomos del plano anupadâka se revisten de las envolturas formadas por las combinaciones de su ínfimo subplano y constituyen los átomos átmicos. Vemos, por lo tanto, que el Espíritu tiene ya dos envolturas dentro de su atómica pared de combinaciones del ínfimo subplano anupadâka, de modo que el Espíritu primordial o Vida con sus dos envolturas es el espíritu del plano átmico cuya materia es In tercera envoltura anupadâkica. Este átomo átmico revestido de otra envoltura formada por las combinaciones de su ínfimo subplano, se convierte en el átomo del plano Lúdico; y así resulta que en este plano tiene el Espíritu tres envolturas dentro de la formada por las combinaciones del ínfimo subplano átmico. Siguiendo el mismo proceso, el Espíritu tiene en el plano mental cuatro envolturas dentro de la formada por las combinaciones del ínfimo subplano búdico; y así sucesivamente tendrá cinco en el plano astral y seis en el físico, con más la envoltura externa en cada caso. Sin embargo, siempre se considera como Espíritu el Espíritu con todos sus envolturas menos la exterior a que se llama cuerpo o forma. Esta involución del Espíritu posibilita la evolución; y aunque de pronto parezca difícil de comprender el proceso por lo complicado, se basa en un principio sencillo de fácil comprensión. Una vez comprendido podemos emplear lógicamente la expresión: espíritu-materia.

 

 

3. LOS SUBPLANOS Ahora bien; los definidos átomos del plano físico no son los átomos químicos, sino que se congregan sucesivamente en grupos típicos para constituir los "estados de materia", de modo que el átomo químico puede ser gaseoso, líquido o sólido en el quinto, sexto o séptimo de dichos estados. Los gaseoso, líquido y sólido nos son familiares y suelen llamarse subplanos gaseoso, líquido y sólido; pero-sobre el gaseoso hay otros cuatro menos familiares, que son los tres estados o subplanos etéreos de la materia y el atómico propiamente dicho. Los átomos del primer subplano físico, o sean los verdaderos átomos físicos se combinan en grupos llamados moléculas que actúan como unidades. Los átomos de una molécula están recíprocamente atraídos por la fuerza magnética, y las moléculas de cada subplano están dispuestas geométricamente unas respecto de otras en ejes idénticos a los ejes de desenvolvimiento del átomo de su correspondiente plano. Bajo la directora actividad del tercer Logos y por medio de estas sucesivas combinaciones de átomos en moléculas, cada vez más complejas, se van formando los subplanos de cada plano hasta quedar constituido el campo de evolución compuesto de cinco planos con siete subplanos cada uno. Los planos primero y segundo del universo están más allá de este campo

18 Se infiere esto por analogía de lo que observamos en la tierra, pues los dos planos superiores son incognoscibles.

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de evolución. Pero conviene advertir que estos siete subplanos no son actualmente tales como los formó el tercer Logos. Por ejemplo, los subplanos del físico actualmente existentes tienen con los formados por el tercer Logos la misma relación que el hidrógeno con el protohidrógeno. Las actuales condiciones no han llegado a establecerse por obra tan sólo del tercer Logos, en quien predomina la Actividad, sino que para las ulteriores integraciones fueron necesarias las más potentes energías atractivas y coherentes del segundo Logos, en quien predomina la Sabiduría y por lo tanto el Amor. También conviene recordar que los planos se compenetran, y los subplanos correspondientes están directamente relacionados entre si y no separados unos de otros por interpuestas capas de materia densa. Así es que los subplanos atómicos 19 no están separados unos de otros por seis subplanos de creciente densidad, sino en inmediata y recíproca conexión, según representa el siguiente diagrama:

Conviene tener en cuenta que esto es un diagrama y no una descripción, pues no representa hechos materiales, sino las relaciones existentes entre los planos por virtud de su interferencia, pero de ningún modo cuarenta y nueve ladrillos colocados en siete filas superpuestas. Esta relación es importantísima, porque implica que la vida puede pasar de plano a plano por el corto camino que le ofrece la comunicación de los subplanos atómicos sin necesidad de circunvalar los seis subplanos moleculares antes de llegar al próximo subplano atómico para proseguir su descenso. En prueba de ello veremos muy luego que la corriente vital de la mónada sigue este camino atómico en su descenso al plano físico. Si consideramos -ahora un átomo físico como un todo unitario, veremos en él un vórtice en que la vida del tercer Logos gira con inconcebible rapidez. La atracción entre estos torbellineantes vórtices forma las moléculas que constituyen el plano con sus subplanos, y en la superficie limitante con dichos vórtices están las espirillas o corrientes torbellinas en ángulo recto la interior con la exterior. Estas corrientes torbellinas derivan de la vida de la mónada, no de la del tercer Logos, y todavía no existen en la primera etapa que estamos considerando, pues aparecen una tras otra y se desenvuelven con plena actividad en el curso de la evolución, por regla general una en cada ronda, hasta que en la cuarta completan sus rudimentos por la acción del segundo Logos,

19 Se llama subplano atómico al primero de ceda plano, contado» de más sutil a más denso. — N. del T.

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aunque la corriente vital de la mónada circula tan sólo por cuatro espirillas, quedando vagamente indicadas las otras tres. Los átomos de los planos superiores están formados con arreglo al mismo proceso general en cuanto al vórtice central del Logos y sus comentes internas; pero por ahora desconocemos en absoluto los pormenores. Muchos ejercicios del yoga tienen por objeto apresurar la evolución de los átomos mediante el estimulo que reciben de la vivificante acción de las espirillas de la mónada, añadiendo a los vórtices centrales de los Logos las vitales corrientes de la mónada que intensifican más y más la calidad de la nota de la vida. Podemos comparar el vórtice céntrico a la nota fundamental y las torbellinas corrientes circundantes a los sostenidos que intensifican la nota. De esta suerte se añaden siempre nuevas energías y bellezas a la séptuplo cuerda de la vida.

 

 

4. LOS CINCO PLANOS Las respuestas que más tarde dará la materia de los planos al impulso de la conciencia, dependen de la acción del tercer Logos en la medida" en que limita el átomo. Según hemos visto, el átomo de cada plano tiene su peculiar medida que limita su poder responsivo o acción vibratoria y le da especifico carácter. Así como el ojo está constituido de suerte que pueda responder a determinada escala de vibraciones etéreas, así cada tipo de átomo es capaz por su constitución de responder a las vibraciones de determinada escala. Dícese del quinto plano 20 que está formado de "materia-mental" porque la "medida" de sus átomos los capacita para responder a cierta escala de las vibraciones del aspecto Conocimiento del Logos, modificado por la Actividad creadora 21. Al sexto plano se le considera formado de materia-emocional porque la "medida" de sus átomos los capacita para responder a determinada escala de vibraciones del aspecto Voluntad 22 del Logos. Cada tipo de átomo tiene así su peculiar poder responsivo determinado por su propia medida de vibración. En rada átomo subyacen innumerables posibilidades de respuesta a los tres aspectos de conciencia, y estas posibilidades Intentes en el átomo se actualizarán en el curso de la evolución. Pero la capacidad de la materia para responder y la índole cíe la respuesta están determinadas por la originaria acción del trino Yo infundido en ella y por la medida con que a los átomos limitó el tercer Logos, quien de la infinita capacidad de la multitud de sus vibratorias fuerzas da una porción a la materia de un sistema en determinado ciclo de evolución. El tercer Logos dota a la materia de la capacidad responsiva y en ella la mantiene con su vida infusa en el átomo Así se forma el quíntuplo campo de evolución en que ha de desenvolverse la conciencia. Esta actuación del tercer Logos se denomina comúnmente: primera oleada de Vida.

20 El orden de los siete planos de nuestro universo, de superior a interior, es el siguiente: 1°, Adi: 2°, Anupadâka; 3º, Atmico. 4°, Búdico; 5°, Mental: 6°, Astral; 7. Físico. - N. Del T. 21 Chit operante en Kriyâ produce Manas; esto es, la Sabiduría operante en la Actividad produce la Mente. 22 Ychchhâ.

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CAPÍTULO II CONCIENCIA

1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA Digamos ahora qué entendemos por conciencia y veamos si el concepto de esta palabra puede tendemos el tan suspirado puente entre la conciencia y la materia, cuya construcción desespera al pensamiento moderno, y salvar el abismo señalado entre ambas. Comencemos por una definición de términos: conciencia y vida son idénticas; son dos nombres distintos de una misma cosa, según se la mire interior o exteriormente. No hay vida sin conciencia: no hay conciencia sin vida. Cuando después de separarlas vagamente en el pensamiento, analizamos la distinción, advertimos que hemos llamado vida a la conciencia dirigida hacia el interior y conciencia a la vida dirigida hacia el exterior. Cuando nuestra atención se fija en la unidad, decimos vida; y cuando en la multiplicidad, conciencia; pero olvidamos que la multiplicidad es la esencia de la materia en cuya reflejante superficie lo Uno se diversifica en lo Vario. Al decir que la vida es "más o menos consciente" no pensamos abstractamente en la vida, sino en "algo viviente" más o menos conocedor de lo que le rodea. Este grado de conciencia depende del espesor y densidad del velo que la envuelve y separa de los demás seres vivientes. Si mentalmente aniquilamos este velo, aniquilaremos también la vida y tendremos el Todo en que se resuelven los opuestos. Estas consideraciones nos guían al examen del siguiente punto: la conciencia implica la separación en dos aspectos de la fundamental y omnisubyacente UNIDAD. Lo mismo significa el moderno nombre de "percepción" que se le ha dado a la conciencia. Porque no cabe conciencia de por sí misma, suspendida por decirlo así en el vacío, pues conciencia implica forzosamente algo de que sea consciente, y requiere por lo menos una dualidad. De otro modo no existiría. La más sutil abstracción de conciencia entraña esta dualidad. La conciencia cesa en cuanto cesa el sentido de limitación, pues depende de la limitada existencia, y esencialmente se percata de la limitación y tan sólo secundariamente de los otros seres. La percepción de los demás seres se inicia en el ser con lo que llamamos conciencia individual. Esta abstracta dualidad de conciencia-limitación, espíritu-materia, vida-forma, son términos inseparables que aparecen y desaparecen simultáneamente. Existen tan sólo en relación recíproca y se resuelven en la necesariamente inmanifestada síntesis suprema de la Unidad. "Como arriba, así abajo". De nuevo hemos de pedir auxilio a lo de "abajo" y considerar la conciencia tal como aparece observada bajo el aspecto de la forma, según la vemos en un mundo de seres conscientes. La electricidad se manifiesta tan sólo como positiva

o negativa, pues desaparece cuando ambas modalidades se neutralizan. En todas las cosas existe la electricidad neutra e inmanifestada, y de todas las cosas puede surgir, aunque no como exclusivamente positiva o exclusivamente negativa, sino siempre en balanceantes potenciales de ambas, en lucha una modalidad con otra, ansiosas de volver a la aparente nada que no es la nada, sino la común fuente de ambas. Pero si esto es así ¿en dónde está el abismo y qué necesidad hay de puente? La conciencia y la materia se influyen recíprocamente. porque son los dos constituyentes de un todo que aparecen cuando se desdoblan sin dejar de relacionarse 23 y desaparecen al unirse. No existe la conciencia unitaria, pues toda conciencia requiere la íntima dualidad a semejanza de un imán cuyos dos polos se mantienen constantemente en relación recíproca. Nosotros concebimos la conciencia como un algo separado y nos preguntamos cómo actúa sobre otro algo separado a que llamamos materia; pero no hay tal separación, sino desdoblamiento de dos aspectos inseparables de Aquello que sin ambos es inmanifestado ni puede manifestarse 23 Esta relación es magnética, pero de un magnetismo sutilísimo llamado Fohat o Daiviprakriti, la "Luz del Logos" Tiene substancia, y la esencia de conciencia y la esencia de materia existen en él polarizadas y no separadas.

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exclusivamente en uno o en otro aspecto, sino que se equilibra en ambos. No hay anverso sin reverso, ni arriba sin abajo, ni fuera sin dentro, ni espíritu sin materia. Se influyen recíprocamente porque son inseparables partes de una unidad que se manifiestan como dualidad en el espacio y el tiempo. El abismo aparece cuando pensamos en espíritu absolutamente inmaterial y en el cuerpo absolutamente material, pues ni uno ni otro existen aislados. No hay espíritu sin materia que lo envuelva ni materia que no esté animada por el espíritu. El más elevado Yo tiene su película material, y aunque le llamemos espíritu por el predominio en él del aspecto conciencia, no por ello deja de tener su vibrante envoltura de materia de la que emana todo impulso capaz de afectar a envolturas sucesivamente más densas. Al decir esto no materializamos la conciencia, sino tan sólo reconocemos que los dos opuestos primarios, conciencia y materia, están íntimamente unidos y jamás separados ni aún en el ser más evolucionado. La materia es limitación, y sin limitación no hay conciencia. Lejos de materializar la conciencia, la consideramos era concepto rigurosamente antitética a la materia; pero reconociendo que en toda entidad la materia va acompañada sin excepción de la conciencia. El gas, la piedra, el metal, tienen vida y conciencia. Así el oxígeno se percata de la presencia del hidrógeno a determinada temperatura y se precipita en combinación con el. Consideremos ahora la conciencia bajo el aspecto interno y veamos el significado de la frase: "La materia es limitación". La conciencia es la única realidad en el más amplio significado de esta tan usada frase, de donde se sigue que toda realidad dimana de la conciencia que entraña lo potencial y lo actual 24 se llama conciencia absoluta. Es el TODO, lo ETERNO, lo Infinito. lo Inmutable. La conciencia de todas las cosas existentes en el tiempo y en el espacio es la Conciencia universal, el UNO, llamado por los hinduistas el Saguna BRAHMÁN 25 y elPRATYAG-ÂTMÂ 26; por los cristianos. DIOS; por los parsis, HORMUZD; y por los musulmanes. ALLAH. La conciencia contraída a determinado tiempo, corto o largo, y a determinado espacio, dilatado o reducido, es la conciencia individual de un Ser concreto, del Señor de uno o varios universos o de tal porción de un universo 27 según sea el poder de su conciencia. Así. la porción del pensamiento universal que una conciencia separada pueda asimilarse completamente y en que pueda infundir su propia realidad, y la reconozca existente en sí mismo, será Su universo. A cada universo le infunde su Señor una parte de su indestructible realidad, aunque el universo queda limitado y dirigido por el pensamiento de su superior, el Señor del Universo en que él existe como forma. Así los seres humanos existentes en nuestro sistema solar están rodeados de innumerables formas mentales del Señor, Ishvara o Gobernador del sistema. La "medida divina" y los ejes de desenvolvimiento pensados por el tercer Logos gobiernan las formas de nuestros átomos; y la superficie que les dio por límite y envoltura resistente, resiste a los átomos similares. De esta suerte, no podemos alterar la materia que recibimos y de que estamos formados, salvo el empleo de métodos dimanantes también de la mente del tercer Logos. Tan sólo mientras Su pensamiento actúe, pueden continuar existiendo los átomos con todas sus combinaciones, pues ninguna realidad tienen sino la que les da Su pensamiento. Los átomos son su cuerpo: "Yo soy Esto; estos átomos son Mi cuerpo y participan de Mi vida . Mientras los retenga como cuerpo serán los átomos una realidad para todos los seres de este sistema solar cuya conciencia tenga análoga envoltura. Cuando al fin del Día de Manifestación diga Ishvara: "Yo no soy Esto; estos átomos no son ya Mi cuerpo; ya no participan de Mi vida"; entonces se desvanecerán como sueño que son, y únicamente perdurará la forma mental del Monarca de un más vasto sistema. Por consiguiente, como espíritus somos inherentemente, indestructiblemente divinos con todo

24 Llamados actual a lo existente por virtud de una separada conciencia en el tiempo y el espacio; y potencial o posible a lo todavía no existente en un período de tiempo y en un punto del espacio. 25 El Eterno con atributos. 26 Yo interno. 27 Esta porción seria para él como un universo.

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el esplendor y libertad que esta palabra entraña; pero estamos revestidos de materia que no nos pertenece, porque es la forma mental del Gobernador de nuestro sistema, subordinado a su vez a los Gobernadores de más vastos sistemas en que está incluido el nuestro. La materia nos sirve tan sólo para que poco a poco la dominemos y sepamos aprovecharla. Cuando nos unamos con nuestro Gobernador dejará de tener la materia poderío sobre nosotros y advertiremos su irrealidad por depender de la voluntad de El, que también reconoceremos como nuestra. Entonces podremos dominar la materia, lo que no nos será posible mientras nos obceque con su prestada realidad. Considerando así internamente la conciencia, vemos con mayor claridad que vimos al considerarla desde el mundo de las formas, que no hay tal abismo y por lo tanto, tampoco necesitamos puente. Al cambiar la conciencia, cada cambio aparece en la materia circundante como una vibración, porque el Logos quiso que las vibraciones de la materia acompañasen indefectiblemente a los cambios de conciencia; y como la materia es la resultante de la conciencia y sus atributos dimanan de la actividad del pensamiento, todo cambio en la conciencia del Logos alterará los atributos de la materia del sistema y todo cambio de cualquier conciencia derivada de la Suya determinará en la materia un cambio significado por una vibración, por un rítmico movimiento dentro de los límites por Él establecidos para la movilidad de las masas de materia. El cambio de conciencia y la vibración de la materia que la limita, es un par impuesto por el pensamiento del Logos a todas las conciencias encarnadas de Su universo. Esta constante relación se demuestra al considerar que toda vibración de la material envoltura, determinada por el cambio de la conciencia que la anima, y que provoque análoga vibración en la envoltura animada por otra conciencia, va acompañada de un cambio en esta otra conciencia análogo al cambio operado en la primera. En materia mucho más sutil que la física, la mental por ejemplo, se advierte el poder creador de la conciencia con mayor facilidad que en la densa materia del plano físico. La materia es más densa o más sutil, y cambia de combinaciones y formas, según los pensamientos de la conciencia actuante en su interior. Los átomos fundamentales, derivados del pensamiento del Logos, permanecen inmutables, pero pueden combinarse o disociarse a voluntad. Estas experiencias abren la mente al metafísico concepto de la materia y la capacitan para percatarse de su ficticia realidad y positiva nadencia. Conveniente será advertir algo sobre las tan repetidas frases de "la conciencia en un cuerpo" "la conciencia que anima un cuerpo" y otras análogas. El estudiante no es muy capaz de figurarse la conciencia como una especie de gas enrarecido encerrado en un recipiente semejante a una botella. Si reflexionara sobre el particular echaría de ver que la resistente superficie del cuerpo es una forma mental del Logos y que está allí porque está el pensamiento. La conciencia se manifiesta en entidades conscientes porque el Logos las separa con su pensamiento y las encierra en mentales limitaciones. Estos pensamientos del Logos derivan de Su unidad con el Yo universal y reproducen en el área de un particular universo la "Voluntad de multiplicación". Teniendo en cuenta las distinciones antes señaladas entre Conciencia absoluta. Conciencia universal y Conciencia individual, no caerá el estudiante en la tentación de repetir las tan oídas preguntas: ¿Por qué existe el universo? ¿Por qué sé limita la Conciencia absoluta? ¿Por qué lo Perfecto se convierte en imperfecto, lo Omnipotente en impotente. Dios en mineral, bruto y hombre? De esta suerte explanadas no tienen respuesta satisfactoria estas preguntas, porque se basan sobre falsas premisas. Lo Perfecto es el Todo, la Totalidad y Suma del Ser. Según dijimos, en la infinidad de Todo están actual y potencialmente contenidas todas las cosas. Todo cuanto fue, es y será o pueda ser, es siempre en la plenitud del Eterno. Únicamente Él mismo se conoce a Si mismo en su infinita e inimaginable riqueza de Ser. Parece el Vacío, porque contiene todos los pares de opuestos, y cada par, al afirmarse a los ojos de la razón, se desvanece y aniquila; pero los infinitos universos que de lo Perfecto

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surgen, proclaman su plenitud. Lo Perfecto nunca degenera en imperfecto; nunca es la nadencia porque en Él se equilibran espíritu y materia, fuerza y flaqueza, conocimiento e ignorancia, paz y lucha, dicha y pena, poder e impotencia. Los innumerables pares de opuestos de la manifestación se sumergen uno en otro y se desvanecen en la inmanifestación. El Todo incluye la manifestación y la inmanifestación, la diástole y la sístole del Corazón del Ser, que no se conciben una sin otra. La dificultad proviene de que el hombre afirma separadamente uno de los elementos del inseparable par de opuestos: espíritu, fuerza, conocimiento, paz, dicha y poder; y luego pregunta: ¿Por qué han de convertirse estos elementos en sus opuestos? No hay tal. Ningún atributo deja de tener su opuesto y sólo pueden manifestarse en pares. Todo frente tiene su espalda y juntos surgen el espíritu y la materia. No es que el espíritu exista y milagrosamente produzca la materia para limitarse y velarse, sino que espíritu y materia surgen simultáneamente del Eterno como una modalidad de su Ser, como una forma de manifestación del Todo. Pratyag-âtmâ y Mûlaprakriti expresan en tiempo y espacio, lo que no tiene tiempo ni espacio.

 

 

 

2. LAS MÓNADAS Hemos visto que la acción del tercer Logos dispone un quíntuple campo para el desenvolvimiento de unidades de conciencia, y que cada unidad de conciencia es un fragmento, una porción de la Conciencia universal separada por virtud de la Mente en individual entidad velada en la materia. Es una unidad de la substancia del primer Logos, que desciende al segundo plano como Ser separado. A estas unidades se las llama técnicamente mónadas. Son los Hijos que eternamente moran en el seno del Padre desde el comienzo de una creación y "no se han perfeccionado todavía por medio del sufrimiento" 28. Cada uno de ellos es "igual al Padre por lo relativo a su divinidad, pero inferior al Padre en lo tocante a su humanidad" 29. Cada uno de ellos ha de bajar a la materia para sujetar todas las cosas a su dominio 30 y ha de "sumirse en flaqueza" para "alzarse en potencia" 31. De estático Logos, en que laten todas las potencias divinas ha de convertirse en dinámico Logos que despliegue todos los poderes divinos. Es omnisciente y omnipresente en su peculiar segundo plano; pero es inconsciente e insenciente en todos los demás 32 y ha de velar su gloria en la materia que lo encubra, a fin de que llegue a ser omnisciente y omnipresente en todos los planos, capaz de responder a todas las vibraciones divinas del universo y no tan sólo a las de su plano superior. El estudiante puede entrever el significado de esta débil descripción de una gran verdad, si considera los hechos referentes a la vida embrionaria y al nacimiento. Cuando un Ego ha de reencarnar, planea sobre la humana madre en quien se ha de construir el futuro cuerpo que habitará algún día. Este cuerpo se va formando lentamente de la substancia de la madre y el Ego apenas puede influir en su formación. Es entonces un embrión inconsciente de su futuro, vagamente consciente tan sólo de la comente de vida materna e influido por las esperanzas, temores, pensamientos y deseos de la madre. El Ego no la afecta en nada, excepto la leve influencia dimanante del permanente átomo físico, ni puede hacerla partícipe de los dilatados pensamientos y las aspirantes emociones expresadas en su cuerpo causal. Este embrión ha de crecer, asumir gradualmente forma humana. tornar vida independiente de la vida de la madre y tardar siete años (tal como los hombres cuentan el tiempo) antes de que el Ego pueda animarlo plenamente. Pero durante esta lenta evolución, con su infantil desvalimiento, sus pueriles extravagancias, sus alegrías y tristezas, el Ego prosigue en su más amplia y dichosa

28 Hebreos II-10. 29 Credo de Atanasio. 30 I Corintios XV-28. 31 I Corintios XV-43. 32 Blavatsky: Clave de la Teosofía.

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vida, y poco a poco va estrechando su contacto con aquel cuerpo que ha de servirle de instrumento propio para actuar en el mundo físico, y su contacto se gradúa por el incremento de la conciencia cerebral. Así la condición de la mónada respecto a la evolución de su conciencia en un universo, es análoga a la del Ego respecto de su cuerpo físico. Su mundo patrio es el segundo plano, el anupâdaka, en donde es plenamente consciente con toda la omniabarcante conciencia de su mundo; pero en un principio no es consciente de los seres de quienes está separado. Veamos las etapas de la evolución. Primeramente es la chispa de una llama. "¡Oh! Gurudeva. Percibo una Llama. Veo innumerables chispas indesprendidas que brillan en ella" 33. La Llama es el primer Logos, y las indesprendidas chispas son las mónadas. La Voluntad de manifestación del Logos lo es también de las mónadas, porque son las células germinales de Su cuerpo que tomarán muy luego vida separada en el inminente universo. Movidas por esta Voluntad, las chispas participan del cambio llamado "el engendramiento del Hijo" y pasan en seguida al seno del Segundo Logos y moran en Él. Después reciben del tercer Logos la "individualidad espiritual" a que Blavatsky llama la aurora de separatividad. Pero la mónada no tiene todavía de las "otras mónadas" el conocimiento que necesita para adquirir por reacción el conocimiento del "Yo". Los tres aspectos de conciencia que le pertenecen, por participar de la vida del Logos, están aún "vueltos hacia dentro", entrefundidos, dormitantes y ajenos a lo "exterior" como copartícipes de la Conciencia universal. Los excelsos Seres de las Jerarquías creadoras 34 despiertan a las mónadas a la vida "exterior". La voluntad, la sabiduría y la actividad descienden al conocimiento de lo "exterior" y adquieren una vaga percepción de "otras", en cuanto caben "otras" en un mundo donde todas las formas se entrefunden e interpenetran y cada una llega a ser "un individual Dhyân Choan distinto de los otros" 35. En la primera etapa, cuando las mónadas están indesprendidas en el riguroso significado de la palabra 36, como "células germinales de Su cuerpo", la voluntad, la sabiduría y la actividad laten en ellas, pero no se manifiestan. La voluntad de manifestación del Logos es también, aunque inconscientemente, la voluntad de las mónadas. El Logos es consciente de por Sí y conoce Su objeto y Su sendero; las mónadas, no conscientes todavía, tienen, como partes del cuerpo del Logos, la moviente energía de su voluntad, que muy luego será su propia individual voluntad de vivir, que las ponga en posibles condiciones de una vida con separada conciencia derivada de su anterior conciencia universal. Esto conduce a las mónadas a la segunda etapa en la vida del segundo Logos y después a la del tercero. Más tarde, ya relativamente separadas, las Jerarquías creadoras lea comunican, al despertarlas, la "vaga percepción de las demás mónadas" y del "Yo", al que sucede el anhelo de una más claramente definida perfección del "Yo" y de las "otras" mónadas. Esta es la "individual voluntad de vivir" que las conduce a más densos mundos en donde sea posible el agudizamiento de la percepción. Conviene advertir que la evolución del "Yo" individual tiene origen en la actividad libremente elegida por la mónada. Estamos en este mundo a causa de la "voluntad de vivir" pues "ninguna otra voluntad nos compele". Más adelante trataremos en otros capítulos del aspecto de la conciencia a que llamamos voluntad, pero por de pronto sólo es preciso insistir en que las mónadas se mueven y determinan por sí mismas a entrar en los planos inferiores de materia, en el quíntuplo campo de manifestación del universo. Respecto de sus vehículos en este campo, quedan las mónadas como el Ego respecto de su cuerpo físico, esto es, con su radiante

33 Catecismo oculto, citado en La Doctrina Secreta I. 34 La Genealogía del Hombre. 35 La Doctrina Secreta. 36 El riguroso significado de la palabra indesprendida es que no tienen todavía individualidad separada, porque permanecen brillando en la Llama.

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vida divina en las elevadas esferas, pero planeando sobre sus vehículos inferiores y manifestándose más y más en ellos a medida que son más plásticos. Blavatsky dice sobre el particular que "la mónada desciende cíclicamente a la materia" 37. Por doquiera echamos de ver en la naturaleza esta constante voluntad de vivir, esta misma ansia de más plena manifestación de vida. La semilla enterrada en el suelo, brota anhelante de luz. El botón aprisionado en los estuches del cáliz, quebranta su prisión y se despliega a los besos solares. El polluelo rompe el cascarón que lo encierra. Por doquiera la vida ansia manifestarse y las potencias están querenciosas de actualización. Ved el pintor, el escultor, el poeta cuyo creativo genio rebulle en su mente. Crear es para ellos el más delicado placer, el más intenso sabor de exquisito deleite. Todo son ejemplos de la omnipresente naturaleza de la vida, ya en el Logos, en el genio o en la efímera criatura de un día. Todos se gozan en la alegría del vivir y al multiplicarse acrecientan su vida. De la voluntad de vivir dimanan la expresión, brote, despliegue e incremento de la vida culminadas en la Felicidad del Ser. Algunas mónadas quieren vivir entre los afanes del quíntuple universo con objeto de dominar la materia y llegar a ser un Dios, un Árbol de la Vida, una Fuente de Seres de que fluya otro universo. La formación de un universo es el Día del flujo. Vivir es llegar a ser; la vida se conoce por la mudanza. Las mónadas que no quieren adueñarse de la materia y ser creadoras, permanecen en su estática bienaventuranza, ajenas al quíntuplo universo cuyas actividades desconocen. Porque conviene recordar que los siete planos se compenetran y que la Conciencia en cualquiera de ellos significa la capacidad de responder a las vibraciones del mismo plano. Así como un hombre puede ser consciente en el plano físico porque su cuerpo carnal está organizado para recibir y transmitir las vibraciones físicas, pero ser del todo inconsciente en los planos superiores, aunque las vibraciones de éstos ondulen en torno de él, porque todavía no tiene sus cuerpos superiores debidamente organizados para recibirlas y transmitirlas, así también la mónada, la unidad de conciencia es consciente en el segundo plano, pero del todo inconsciente en los cinco inferiores. La mónada desenvolverá su conciencia en estos cinco planos inferiores al suyo propio, tomando una porción de materia de cada uno de ellos y velándose en ella bajo una envoltura por cuyo medio pueda ponerse en contacto con el respectivo plano. Gradualmente va organizando la mónada esta envoltura hasta constituir un cuerpo capaz de actuar en aquel plano con expresión perfecta de sí misma y de recibir y transmitirle sus vibraciones, así como de recibir y transmitir al plano las vibraciones de la mónada. A medida que se vela en la materia de cada plano sucesivo, retrae algo de su conciencia, esto es, la demasiado sutil para recibir o emitir vibraciones en la materia de aquel plano. La mónada tiene en sí siete típicas potencias vibratorias (cada una de ellas es capaz de producir indefinido número de subvibraciones de su mismo tipo) que una tras otra se van actualizando a medida que la mónada toma los sucesivos velos de materia. La potencia 38 que la conciencia tiene de expresarse en determinadas modalidades típicas, aparece en las llamadas dimensiones de la materia. La potencia física de conciencia está expresada en la materia de tres dimensiones, mientras que las potencias astral, mental, etc., de conciencia necesitan para su expresión otras dimensiones de materia. Al hablar así de las mónadas nos parece como si tratáramos de algo muy distante; y sin embargo, la mónada está muy cerca de nosotros puesto que es nuestro Yo, la verdadera raíz de nuestro ser, la íntima fuente de nuestra vida, la única Realidad. Oculto, inmanifestado, envuelto en silencio y tinieblas está nuestro Yo; pero nuestra conciencia es su limitada manifestación, el Dios manifestado en el cosmos de nuestros cuerpos que de vestiduras le sirven. Así como el Inmanifestado se manifiesta parcialmente en el Logos como Conciencia

37 Blavatsky — La Doctrina Secreta — I. 36 38 Empleamos aquí la palabra potencia en su aceptación matemática, esto es, como "tercera potencia" o "cubo", cuarta potencia, etc.

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divina y en el universo como cuerpo del Logos,39 asimismo nuestro inmanifestado Yo se manifiesta parcialmente en nuestra conciencia como Logos de nuestro individual sistema y en nuestro cuerpo como el cosmos que reviste la conciencia. Tal arriba, tal abajo. Este oculto Yo es la mónada, esencialmente Una, cuyo sutilísimo sentimiento de unidad persiste a través de todas las mudanzas y del que dimana el sentimiento de identidad, porque el Yo es el Eterno en nosotros. Los tres rayos dimanantes de la mónada (a que luego nos referiremos) son sus hipóstasis, aspectos o modalidades, a imagen de los Logos de un universo, o sean la Voluntad, la Sabiduría y la Actividad, las tres expresiones esenciales de la conciencia encarnada, el Atma-Buddhi-Manas tan familiar para los teósofos. Esta conciencia actúa siempre unitariamente en los diversos planos, aunque en todos manifiesta su trinidad. Al estudiar la actuación de la conciencia en el plano mental, la Voluntad aparece como albedrío, la Sabiduría como discernimiento y la Actividad como cognición. En el plano astral la Voluntad es deseo, la Sabiduría amor y la Actividad sensación. En el plano físico, la Voluntad tiene por instrumento los órganos motores (Karmendriyas), la Sabiduría los hemisferios cerebrales y la Actividad los órganos de sensación (jñânendriyas) 40. La plena manifestación de estos tres aspectos de conciencia en sus formas superiores ocurre en el hombre de la misma manera que la manifestación del trino Logos en el universo. El tercer aspecto, la Actividad, revelado como mente creadora, como el colector de conocimientos, es el primero que perfecciona sus vehículos y actualiza plenamente sus energías. El segando aspecto, la Sabiduría, revelado como pura y compasiva razón, es el segundo en aparecer; es el Budha, el Cristo en el hombre. El tercer aspecto, la Voluntad, es el último en manifestarse; es el divino poder del Yo que en su inexpugnable plenitud equivale a bienaventuranza y paz.

39 Me ataño en el traqueteante telar del tiempo y tejo para Dios la vestidura que tú viste. — Goethe. 40 Este aserto es tan sólo conjeturable. Como la materia es el aspecto femenino, Sarasvati, perteneciente a Brahmi, parece indicar los jñânendriyas, y Durgâ los karmendriyas.

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CAPÍTULO III LA POBLACIÓN DEL CAMPO

1. EL ÉXODO DE LAS MÓNADAS Ya dispuesto el quíntuple campo y completos los cinco planos con sus correspondientes siete subplanos cada uno en cuanto se refiere a su primaria constitución, comienza la Actividad del segando Logos, el constructor y conservador de las formas. Se denomina su actividad la secunda oleada de vida, el flujo de Sabiduría y Amor. La Sabiduría es la directora fuerza necesaria para la organización y evolución de las formas. El Amor es la atrayente fuerza necesaria para mantener las formas cohesionadas en estables aunque complejos conjuntos. AI fluir esta caudalosa corriente de la vida del Logos por el quíntuple campo de manifestación, pone en actividad las mónadas, las unidades de conciencia dispuestas a comenzar su evolución y a revestirse de materia. Sin embargo, en vez de decir que las mónadas emprenden la marcha, fuera más propio decir que emiten sus rayos de vida, pues permanecen perpetuamente "en el seno del Padre" mientras sus rayos vitales se sumen en el océano de la materia, donde se apropian los materiales necesarios para dinamizarse en el universo. Han de asimilarse la materia, hacerla plástica y modelarla en apropiados vehículos. Blavatsky ha descrito esta radiación de las mónadas en gráficas alegorías de simbolismo mucho más expresivo que el significado literal de las palabras.

Tan pronto como el triángulo primordial se refleja en el "Hombre celeste". el superior de los siete superiores, desaparece y se restituye a las tinieblas y el silencio. Y el paradigmático hombre astral cuya monada (Atmâ) está asimismo representada por un triangulo, porque convertido en un ternario en conscientes intervalos devachánicos. 41

El triángulo primordial o la trifácea Mónada de Voluntad. Sabiduría y Actividad se "refleja" en el "Hombre celeste" en forma de Ahná-Buddhi-Manas y se "restituye al silencio y las tinieblas". Atmâ 42 ha de convertirse en ternaria y trifácea unidad por asimilación de Buddhi y Manas. La palabra "reflejo" requiere que se explique su significado. En general se emplea para designar una fuerza que manifestada en un plano superior se manifiesta asimismo en otro inferior condicionada por materia más grosera, de modo que pierde algo de su efectiva energía y por consiguiente es más débil su manifestación. En el caso que nos ocupa, al decir que la mónada se refleja, significamos que un rayo de su vida fluye y toma por vaso para contenerlo un átomo de cada uno de los tres planos superiores (tercero, cuarto y quinto) del quíntuple campo, determinando así el "Hombre celeste" el "Viviente e inmortal Gobernador" el Peregrino que ha de evolucionar y para cuya evolución fue puesto el sistema en existencia.

De la propia manera que las vibraciones del sol emiten materia en las vibraciones que llamamos rayos y manifiestan calor, electricidad, luz y otras energías, así la mónada pone en vibración la materia atómica de los planos átmico, búdico y manásico (que la rodean como el éter del espado rodea al sol) y se convierte en un rayo trino a semejanza de su trina naturaleza. En esta operación la ayudan los devas de un precedente universo que un tiempo pasaron por la misma experiencia. Estos devas guían la onda vibratoria del aspecto Voluntad al átmico que puesto así en vibración se llama Atmâ. También gafan la onda vibratoria del aspecto Sabiduría al átomo búdico, que puesto así en vibración se flama Buddhi. Igualmente gafan la onda vibratoria del aspecto Actividad al átomo manásico que puesto así en vibración se llama Manas. De esta suerte se forma Atmá-Buddhi-Manas o lea la mónada en el

41 La Doctrina Secreta, tomo III. 42 Llamada también la mónada del hombre inferior o astral.

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mundo de manifestación, el rayo de la mónada que penetra en el quíntuplo universo. Tal es el misterio del Vigilante, del Espectador, el inactivo Ataña que siempre mora con su trina naturaleza en su propio plano aunque vive en el mundo de los hombres por medio del rayo que anima sus sombras, las pasajeras vidas terrenas. Las sombras actúan en los planos interiores y las mueve la mónada por medio de su imagen o rayo; al principio tan débilmente que su influencia es casi imperceptible, y más tarde con cada vez mayor fuerza. 43

Atmá-Buddhi-Manas es el Hombre celeste, el Hombre espiritual, la expresión de la mónada cuyo aspecto de Voluntad se refleja en Atmá, el de Sabiduría en Buddhi y el de Actividad en Manas. Así podemos considerar el Atmá humano como el aspecto de Voluntad de la mónada que anima un átomo akásico; el Buddhi humano como el aspecto de Sabiduría que anima un átomo aéreo (llama divina) ; y el Manas humano como el aspecto de Actividad que anima un átomo ígneo. De tal suerte, en Atmá-Buddhi-Manas, la Tríada espiritual u Hombre celeste, tenemos los tres aspectos o energías de la mónada que incorporada en la materia atómica constituye el "espíritu" del hombre, el Jivâtmâ o Ser-Vida, el Yo separado 44. Es el espíritu germinal y en su tercer aspecto el "Ego infantil", de naturaleza idéntica a la mónada, o mejor dicho, es la misma mónada, aunque con menor energía y actividad por los velos de materia que la envuelven. Esta disminución de su poder no quebranta la identidad de naturaleza. Hemos de recordar que la conciencia humana es una unidad, si bien varía en sus manifestaciones, resultantes del mayor o menor predominio de uno u otro de sus aspectos y de la relativa densidad de la materia en que actúa dicho aspecto. De este modo condicionadas, varían sus manifestaciones, pero la mónada es en sí misma siempre una. Por lo tanto, la porción de conciencia de la mónada capaz de manifestarse en un quíntuplo universo, penetra desde un principio en la materia superior de este universo incorporándose en un átomo de cada uno de los tres planos superiores. La mónada comienza su obra al irradiar y apropiarse dichos átomos para su uso. En su peculiar y sutil naturaleza no puede descender del plano Anupâdaka y así decimos que permanece inmanifestada en "silencio y tinieblas ; pero vive y actúa en los tres átomos apropiados que forman la vestidura de su vida en los planos inmediatos al suyo propio. Esta Tríada espiritual, Atmá-Buddhi-Manas, el Jivâtmâ, según suele denominarse, es a manera de germen o simiente de Vida divina que contiene las potencialidades de su padre la mónada para actualizarlas en poderes durante el curso de la evolución. Tal es la "humanidad del divino Hijo del primer Logos" animado por la "divinidad", la mónada. Verdaderamente es un misterio, aunque repetido en diversidad de formas en nuestro rededor. La naturaleza de la mónada que era libre en la sutilísima materia de su peculiar plano, queda aprisionada en la materia densa y la fuerza de su conciencia no puede actuar en su obcecante velo. Por lo tanto, es allí un germen, un embrión impotente, desvalida e inconsciente, mientras que la mónada en su peculiar plano es poderosa, consciente y capaz en cuanto a su vida interna se refiere. En su propio plano es la mónada en la eternidad; reflejada en la materia es la mónada en el tiempo y el espacio. La mónada eterna ha de limitarse en la mónada temporal, cuya embrionaria vida se desenvolverá en un ser complejo que será la expresión de la mónada eterna en cada plano del universo. Aunque omnipotente por esencia en su propio y sutil plano, al revestirse de materia queda impotente, aprisionada, desvalija e incapaz de transmitir y recibir vibraciones; pero poco a poco irá dominando la materia que en un principio le esclavizara, y lenta y seguramente la modelará para manifestarse en ella. En esta labor la vigila y auxilia el segundo Logos, sustentador y conservador de todas las cosas, basta que

43 Genealogía del hombre, págs. 33 y 34, ed. española; ligeramente modificado, pues en la obra se refiere al pasaje tan sólo a la cuarta cadena. 44 También se llama jivâtmâ a la monada, aunque más comúnmente se aplica este denominación a su reflejo.

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pueda vivir en la materia tan plenamente como vivió en su peculiar plano y llegue a ser a su vez un Logos creador que emane de sí un universo. El poder de crear un universo se adquiere tan solo según la SABIDURÍA, involviendo en el Yo todo cuanto más tarde desenvolverá. Un Logos no crea nada de la nada, sino que todo lo desenvuelve de Sí mismo; y de las pruebas y experiencias por que añora estamos pasando, entresacamos los materiales de que en el porvenir podremos construir un sistema. Podemos representar la acción ¿el modo siguiente:

Pero la Tríada espiritual, el Jivâtmâ, la mónada en el quíntuple universo, no puede actuar desde luego autonómicamente ni es todavía capaz de acumular en su torno agregaciones de materia, sino que ha de limitarse a morar en su atómica vestidura. La vida del segundo Logos es entonces para la mónada lo que para el embrión el útero de la madre, en donde se inicia la forma. Verdaderamente esta etapa de evolución en que el Logos modela, nutre y desenvuelve la germinante vida ontológica del hombre celeste, o mejor dicho, del embrión celeste, puede compararse al período intrauterino del ser humano durante el cual va lentamente adquiriendo un cuerpo que nutren entretanto las corrientes vitales de la madre de cuya substancia se forma. Así el jivâtmâ, que incluye la vida de la mónada, ha de esperar la formación de su cuerpo en los planos inferiores para salir de la vida embrionaria y nacer a la manifestación. El nacimiento ocurre una vez formado el cuerpo causal, cuando el hombre celeste se manifiesta como Ego infantil, como individualidad encarnada corporalmente en el plano físico. Si reflexionamos algún tanto echaremos de ver la estrecha analogía entre la evolución del Peregrino y cada uno de los sucesivos renacimientos. En el primer caso las espirituales tríadas esperan colectivamente la construcción sistemática del cuaternario. En el segundo caso el jivâtmâ espera la formación del cuerpo físico que -se está construyendo para su morada. Mientras no

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queda dispuesto el vehículo en el plano ínfimo, todo se contrae a preparativos de evolución o por mejor decir involución. La evolución de la conciencia ha de iniciarse mediante contactos recibidos por más externo vehículo, esto es. que debe comenzar en el plano físico. El ego sólo puede tener conciencia del mundo exterior por toques experimentados en su envoltura externa, pues hasta entonces dormita ligeramente, mientras las vibraciones siempre titilantes de la mónada determinan en el jivâtmâ leves impulsos hacia el exterior, a manera de corriente de aguas subterráneas ganosas de alumbramiento.

2. EL TELAMEN Durante el período de preparación al despertamiento de la conciencia, el vivificante poder del segundo Logos dota de cualidades a la materia, elaborando por decirlo así los tejidos del futuro cuerpo. La segunda oleada de vida desciende plano tras plano y comunica sus cualidades a la séptuplo proto-materia. Según ya dijimos, la oleada de vida lleva consigo a los jivâtmâs hasta el subplano atómico del quinto plano, el plano del Fuego, del individualizado poder creador, el plano mental, del. que ya cada jivâtmâ tiene el átomo manásico o velo mental de la mónada que el Logos hincha de Su vida con los demás átomos del plano. Estos átomos constitutivos del subplano atómico del plano mental, ya libres de por sí, ya adheridos a los jivâtmâs, pueden denominarse con toda propiedad esencia monádica; pero como en el transcurso de la evolución, según explicaremos muy luego, surgen diferencias entre los átomos sueltos y los adheridos al jivâtmâ, la denominación esencia monádica se emplea comúnmente para designar los átomos no adheridos, mientras que los adheridos, por razones expuestas más adelantes, se llaman "átomos permanentes". Por lo tanto, podemos definir la esencia monádica diciendo que es la materia atómica animada por la vida del segundo Logos, la envoltura de que Se reviste para la vivificación y conservación de las formas. Se reviste de materia atómica. Su vida como Logos, separada de la vida de Atmâ-Buddhi-Manas en el hombre y de todas las demás vidas del plano, aunque sustenta, penetra e incluye toda vida, está revestida únicamente de la materia atómica llamada esencia monádica. La materia del plano mental, capaz ya por la naturaleza de sus átomos 45 de responder vibratoriamente a los activos cambios del pensamiento, se agrupa merced a la segunda oleada de vida en combinaciones a propósito para expresar pensamientos abstractos en la materia sutil y pensamientos concretos en la materia densa. Las combinaciones del segundo y tercer subplano del plano mental constituyen el primer reino elemental; las combinaciones del cuarto subplano, el segundo reino elemental; y la materia constituyente de estas combinaciones se llama esencia elemental y es susceptible de modelarse en formas de pensamiento. El estudiante no debe confundir la esencia elemental con la esencia monádica, pues la primera es de constitución molecular y la segunda de constitución atómica. Desciende luego la segunda oleada de vida al plano del Agua, de la sensación y el deseo personalizados. Los antes mencionados devas unen los átomos mentales permanentes o adheridos al jivâtmâ con un correspondiente número de átomos del sexto plano que el segundo Logos hincha con Su propia vida, así como a los demás del plano, que de esta suerte quedan asimilados a la esencia monádica según antes dijimos. La oleada de vida continúa su trayectoria combinando la materia de cada subplano de modo que pueda expresar sensaciones. Estas combinaciones constituyen el tercer reino elemental y su materia constituyente se llama también esencia elemental, que con el sexto plano es susceptible de modelarse en formas de deseo. Vemos, por tanto, que la esencia elemental consiste en agregaciones de la materia de cada uno de los subplanos no atómicos de los planos mental y emocional; pero estas agregaciones no

45 Por los tanmatras o divinas medidas.

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sirven de morada a una entidad, sino que son los materiales destinados a la construcción de las formas. La oleada de vida llega después al séptimo plano, al plano terrestre, de personalizadas actividades, al plano de las acciones. Análogamente, los átomos del sexto plano permanentes

o adheridos al jivâtmâ quedan ligados a un correspondiente número de átomos del séptimo plano, que henchidos con los demás del mismo plano por la vida del segundo Logos se incorporan todos a la esencia monádica. Sigue adelante la oleada de vida, y forma en cada subplano terrestre combinaciones a propósito para constituir cuerpos físicos. Estas combinaciones de los átomos físicos se llaman elementos químicos en los tres subplanos inferiores del plano terrestre. Considerando en conjunto la acción de la segunda oleada de vida, vemos que en su descenso va elaborando los que metafóricamente pudiéramos llamar tejidos primarios de los que más adelante se formarán cuerpos sutiles y densos. No en balde algunas Escrituras antiguas llamaron telamen a esta labor, porque verdaderamente es una tela de materia. Los materiales preparados por el tercer Logos los teje el segundo Logos en la tela que servirá más tarde para construir los cuerpos sutiles y densos. Así como el tejedor toma separadamente hilos de lino, algodón o seda, cada uno de los cuales está compuesto de simples hebras, y los teje en telas de lino, algodón o seda, que convenientemente cortadas y cosidas servirán a su vez para elaborar prendas de vestir, así también el segundo Logos hila hebras de materia y teje las telas de que elabora las formas. Es el Tejedor eterno, así como al Tercer Logos cabe denominarle el eterno Químico. Para el tercer Logos la naturaleza es un laboratorio; para el segundo, una fábrica. Por muy materiales que parezcan estos símiles, no hemos de desdeñarlos, pues nos sirven de muletas en nuestros vacilantes intentos de comprensión. Esta textura dota a la materia de características peculiares, de la propia suerte que las características de los hilos difieren de las del material en bruto y las de la tela difieren de las de los hilos. El Logos teje dos clases de tela mental de materia manásica, y de estas telas elaborará más tarde los cuerpos causal y mental. Tefe la tela astral de materia emotiva y de ella formará después el cuerpo astral. Esto significa que las combinaciones de materia formadas y mantenidas por la segunda oleada de vida poseen las características que actuarán sobre la mónada cuando se relacione ron otros y la capacitarán para actuar sobre ellas, de modo que sea capaz de recibir y transmitir toda clase de vibraciones mentales, emotivas, etc. Las características dependen de la naturaleza de las combinaciones. Hay siete tipos principales, determinados por la naturaleza del átomo, y de estos tipos se derivan {numerables subtipos a propósito para la elaboración de los materiales del mecanismo de la conciencia, que ha de quedar condicionada por todos aquellos tejidos, colores y consistencias. En su descenso a través de los quinto, sexto y séptimo planos, hasta llegar a la materia de máxima densidad en cuyo punto se inicia el ascenso, la oleada de vida va formando combinaciones atómicas con peculiares propiedades, y por esta razón decimos que el segundo Logos dota de propiedades a la materia. En el ascenso de la oleada vemos cuerpos formados de la materia así preparada; pero antes de estudiar la formación de estos cuerpos, conviene atender a la séptuple división de la oleada de vida en su descenso y al advenimiento de los "seres brillantes". devas, ángeles o elementales, que también pertenecen a este fuego descendente. Son estos seres los "dioses menores" de que habla Platón y de quienes recibe el hombre sus perecederos cuerpos. 3. LOS SIETE RAYOS Frecuentemente se pregunta por qué los teósofos operan de continuo con el número siete. Decimos que es "el número radical de nuestro sistema" y la razón de que tan activamente intervenga en las combinaciones está en las trinidades ya referidas y explicadas. Una tríada

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engendra naturalmente una septena por sus internas relaciones, puesto que los tres elementos sólo pueden combinarse de siete y no más modos distintos. Ya dijimos que la materia en estado de equilibrio, más allá de los limites de un universo, tiene las tres cualidades de inercia, movilidad y ritmo, por lo que cuando la vida del Logos la pone en movimiento, cabe la posibilidad de siete agrupaciones, pues en cada átomo o grupo de átomos puede ser una de dichas cualidades más activa que las otras dos y determinar su predominio. Tendremos así tres grupos en uno de los que predominará la inercia, en otro la movilidad y en el tercero el ritmo. Cada uno de estos grupos se subdivide a su vez según el predominio de una de ambas cualidades restantes, por lo que si consideramos dos grupos en que predomine la inercia, puede prevalecer en uno la movilidad contra el ritmo y en el otro el ritmo contra la movilidad. De la propia suerte, si consideramos dos grupos en que predomine la movilidad puede prevalecer en uno la inercia contra el ritmo y en otro el ritmo contra la inercia. Análoga consideración haríamos sobre ¿os grupos en que predominase el ritmo. De aquí derivan los conocidos tipos designados con los nombres sánscritos de sátvico, rajásico y tamásico, según predomine el ritmo, la movilidad o la inercia, y así hay alimentos, animales, hombres, etc., sátvicos, rajásicos y tamásicos. Con esto obtenemos en total siete grupos: las seis subdivisiones de los tres y otra en que se equilibran las tres cualidades, según demuestra el siguiente cuadro:

(Los diferentes tipos de letra indican el grado de energía de cada cualidad en el respectivo grupo)

La vida del Logos que ha de fluir sobre esta materia se manifiesta en siete rayos o corrientes, según el predominio de uno de los tres aspectos de conciencia presentes en El, como en toda conciencia individual es manifestación del Yo universal. Los tres aspectos son:

Bienaventuranza o voluntad (Ichchhâ) Cognición o Sabiduría (Jñânam) Existencia o Actividad (Kriyâ)

Así es que análogamente a lo expuesto sobre las cualidades de la materia, tendremos los siete rayos o corrientes de la vida del Logos, según los representa el siguiente cuadro:

Todas las cosas pueden considerarse agrupadas bajo estas siete capitulaciones, o sean las siete

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corrientes de la vida del Logos, constitutivas de la segunda oleada que fluye descendentemente a través de. todos los planos, de suerte que si las representamos por líneas horizontales, la oleada de vida fluirá verticalmente a través de ellas. Además, cada corriente se diversifica en siete primeras subdivisiones, según el tipo de materia que ha de vivificar, y cada una de estas subdivisiones se. ramifica en otras secundarias con arreglo a la proporción en que entren las cualidades en cada tipo, y así sucesivamente en innumerables diversificaciones cuyo examen no es de este lugar. Baste exponer los siete tipos de materia y los siete tipos de conciencia. Los siete rayos de la vida del Logos manifiestan los siete tipos de conciencia a que corresponden los siete tipos de las combinaciones de materia. Siete tipos distintos hay en cada uno de los tres reinos elementales y en el plano físico. Al tratar Blavatsky del hombre en La Doctrina Secreta, transcribe de las estancias del Libro de Dzyân la frase: "Eran siete cada uno en su lote", refiriéndose con ello a los siete tipos de hombres cuya subdivisión declara esta otra frase: "Nacieron siete veces siete sombras de futuros hombres". De aquí deriva la diferencia de temperamento entre los hombres.

4. LOS SERES BRILLANTES Vamos a considerar ahora otro resultado del flujo descendente de la oleada de vida. Ya vimos que comunicaba cualidades a las combinaciones de materia de los quinto y sexto planos, y que, por lo tanto, tenemos en el primer reino elemental materiales dispuestos para revestir pensamientos abstractos; en el segundo reino elemental, materiales dispuestos para revestir pensamientos concretos; en el tercer reino elemental materiales dispuestos para revestir deseos. Mas aparte de la comunicación de cualidades a las combinaciones de materia, el segundo Logos proporciona durante Su descenso seres evolucionados en diversas etapas de desenvolvimiento que constituyen los normales y típicos habitantes de estos tres reinos. A estos seres los seleccionó el Logos de una precedente evolución y del tesoro de Su vida los envía a poblar el plano más conveniente a su estado de desenvolvimiento para que primero con El y más tarde con el hombre cooperen a elaborar Su plan de evolución. Las religiones han designado a estos seres con diversos nombres, pero todas reconocen unánimemente su existencia y linaje de actividad. La denominación más general es devas (seres brillantes) cuyo significado conviene a las más señaladas características de su aspecto, o Sea su brillante y luminosa radiación 46. Los hebreos, cristianos y 'musulmanes les llaman arcángeles y ángeles. Los teósofos, para evitar denominaciones sectarias, les designan con el genérico nombre de elementales en razón a su morada, y este título tiene la ventaja de recordar al estudiante la relación de dichos seres con los cinco elementos de los antiguos, a saber: éter, aire, fuego, agua y tierra. En los planos átmico y búddhico hay análogos seres de superior tipo, así como hay elementales del fuego en el plano mental, del agua en el emocional y etéreos en el físico. Los cuerpos de estos seres están formados de la esencia elemental del reino a que pertenecen y son de variados y relampagueantes matices y cambian de forma al albedrío de la entidad. Constituyen estos seres numerosísima hueste que activamente operan elaborando de continuo la esencia elemental para mejorar su calidad. AI efecto toman una porción de esta esencia y con ella forman sus propios cuerpos de que más tarde se desprenden para revestirse de otros formados con nuevas porciones, y de esta suerte acrecientan la responsividad de la esencia. Están incesantemente atareados en el modelado de las formas y auxilian la reencarnación de los egos construyéndoles los nuevos cuerpos, proporcionándoles los materiales necesarios y ayudándoles o disponerlos debidamente. Cuanto más atrasado está el ego, mayor es la acción directora del deva. En los animales hacen casi toda la labor y toda enteramente en los

46 La traducción de dioses por devas ha ocasionado muchas tergiversaciones del pensamiento oriental. Las treinta y tres huestes de dioses no son tales dioses en la acepción oriental de la palabra, sino devas o seres brillantes. El término Dios equivale en Occidente al Yo universal y secundariamente a Logos.

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vegetales y minerales. Son los activos agentes de la obra del Logos de cuyo plan llevan a cabo los pormenores, auxiliando a las innumerables vidas evolucionantes. en el hallazgo de los materiales que necesitan para sus vestiduras. La antigüedad reconoció la indispensable obra que estos seres cumplen en los mundos, y China, Egipto, India, Persia, Grecia y Roma coinciden en estimarla. No sólo se echa de ver en todas las religiones la creencia en los más superiores de estos seres, sino que la demosofía anda repleta de tradiciones y leyendas relativas a los elementales de los planos astral y subplanos etéreos del físico, llamados por el vulgo hadas, gnomos, ondinas, sílfides y otras denominaciones. Estas leyendas y tradiciones se remontan a épocas en que los hombres no estaban tan apegados a los intereses materiales y eran más sensibles a las influencias transmitidas desde los mundos sutiles. La concentración en los intereses materiales, necesaria para el progreso humano, ha retraído de la conciencia física del hombre la obra de los elementales, que no por ello se interrumpe, si bien se aminoran sus efectos en el plano físico. Sin embargo, en la etapa de evolución que estamos considerando, la obra de los elementales se contrae a la diligente mejora de la esencia elemental pues todo lo demás a que nos acabamos de referir, lo cumplirán en un lejano futuro. Vemos, por lo tanto, que a la aparición de las formas físicas, tales como ahora las reconocemos, precedió una vasta labor preparatoria antes de que la incorporada conciencia (excepto la del Logos y Sus brillantes seres) pudiera actuar en lo más mínimo. En esta etapa era la conciencia humana una simiente sembrada en los planos superiores, que no percibía nada exterior a ella. Al fecundante calor de la vida del Logos brota una tenue raicilla, o raíz, que ciega e inconscientemente se dirige hacia los planos inferiores. Esta raicilla será objeto de nuestro próximo estudio.

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CAPITULO IV EL ÁTOMO PERMANENTE

l. LA ADHERENCIA DE LOS ÁTOMOS Consideremos ahora la espiritual Tríada, el triatómico Atmâ-Buddhi-Manas, el Jivâtmâ, la simiente de conciencia en que el calor de la circundante corriente de vida del Logos suscita débiles latidos de vivida respuesta. Estos internos latidos son síntomas (fe las actividades externas. Tras larga preparación aparece un tenue hilo semejante a diminuía raicilla procedente de la triatómica molécula que envuelve la conciencia. Es un áureo hilo de vida revestido de materia búddhica. Innumerables hilos aparecen en los innumerables jivâtmâs, que al principio flotan vaga-mente en las siete copiosas corrientes de vida y luego quedan anclados (si se permite la expresión) mediante la adherencia a una molécula del cuarto subplano mental. Esta adherencia, como la primitiva a los tres átomos superiores y las subsiguientes a los átomos astral y físico, la llevan a cabo los seres brillantes. Alrededor de esta molécula adherida se condensan temporáneamente agregaciones de esencia elemental del segundo reino, que se dispersan y vuelven a condensarse una vez y otra, siempre con la adherida molécula como estable centro de la interminable sucesión de complejas y cambiantes formas cuyas vibraciones la despiertan gradualmente basta suscitar débiles respuestas que a su vez levantan vagos y tenues movimientos en la semilla de la conciencia. No debe entenderse que cada centro esté siempre rodeado de una forma peculiar, pues un mismo agregado de esencia elemental puede tener muchos, algunos. o ninguno de estos centros. Por lo tanto, con lentitud inconcebible llegan las moléculas adheridas a poseer determinadas cualidades, esto es, adquieren el poder de vibrar en ciertos tonos armonizados con las vibraciones mentales, de suerte que de allí en adelante sean posibles los pensamientos. Los seres brillantes del segundo reino elemental actúan también en esta operación dirigiendo hacia las moléculas centrales las vibraciones a que ya puedan responder y rodeándolas de la esencia elemental entresacada de sus propios cuerpos 47. Además, cada uno de los siete grupos típicos está separado de los otros por un tenue tabique de esencia monádica 48 que más tarde será la pared medianera del alma-grupo. Todo este proceso se repite luego de formado el tercer reino elemental. El delgado hilo de vida revestido de materia búddhica, con su adherida molécula mental se dirige hacia el plano emocional y se adhiere a un átomo astral que le sirve de centro en cuyo derredor se condensan temporáneamente agregaciones de esencia elemental del tercer reino, dispersándose y reintegrándose como en el caso anterior. De aquí se siguen análogos resultados y la interminable sucesión de formas que van envolviendo el estable centro suscitan en él débiles respuestas que a su vez despiertan vagos y suaves movimientos en el interior de la semilla de conciencia. Asimismo los adheridos átomos astrales llegan lentamente a poseer determinadas cualidades, esto es, adquieren el poder de vibrar en ciertos tonos armonizados con la sensación, de suerte que de allí en adelante sean posibles las sensaciones. También aquí cooperan en la obra los seres brillantes del tercer reino elemental y emplean sus mayores poderes vibratorios para producir simpáticamente en aquellos indesenvueltos átomos el poder responsivo y asimismo le proporcionan substancia de sus propios cuerpos. El tabique de separación de cada uno de los siete grupos recibe una nueva capa formada de la esencia monádica del plano emocional con lo que se acerca de un grado más a la pared medianera de la futura alma grupal. Nuevamente se repite el proceso al llegar la gran oleada al plano físico. El delgado hilo de vida revestido de materia búddhica con sus adheridos átomos mental y emocional se dirige hacia el plano físico en donde se adhiere un átomo físico como estable centro en cuyo

47 Véase: Evolución de la vida y de la forma, pág. 14348 Materia atómica animada por la vida del segundo Logos.

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derredor se agrupan moléculas etéreas; pero como la materia física, por lo densa, es más coherente que la sutil materia de los planos superiores, dura más la vida. Luego de formados los tipos etéreos de los proto-metales y más tarde los proto-metales, metales, metaloides y minerales, los seres brillantes del reino físico etéreo sumergen los átomos adheridos a sus envolturas de éter en uno de los siete tipos etéreos a que respectivamente pertenecen y entonces comienzan su larga evolución física. Pero antes, de seguirlos en ella hemos de considerar las almas grupales que en el subplano físico atómico reciben su tercera vestidura. Examinemos primero algún tanto la naturaleza y función de estos átomos permanentes, las tríadas en los planos inferiores reflejan las espirituales Tríadas de los superiores, cada cual adherida a su respectiva Tríada o Jivâtmâ, es decir, que cada tríada atómica consta de un átomo físico, otro astral y otro mental permanentemente adheridos por un hilo de materia búddhica a la Tríada espiritual. A este se le ha dado el nombre de Sútrâtmâ o Hilo-Yo, porque los átomos permanentes están engarzados en él como cuentas en sarta. 49 El siguiente diagrama dará clara idea de esta relación:

2. LA TELA DE LA VIDA Hemos dicho que el nexo con la Tríada espiritual es de materia búddhica y así lo indica en el diagrama la línea puntillada que enlaza los átomos derivados del plano búddhico y no del átomo manásico. De materia búddhica está tejida la maravillosa tela de vida que mantiene y vivifica todos nuestros cuerpos; y si nos fuera posible mirarlos con visión búddhica desaparecerían para ver en su lugar una áurea tela de materia búddhica de inconcebible finura y delicada belleza entretejida en todas sus partes con una randa de diminutas mallas en donde están prendidos los átomos densos. Un más atento examen reveía que la randa o redecilla está formada de un solo hilo, prolongación del Sûtrâtmâ. Durante la vida prenatal del infante este hilo brota del átomo físico permanente y se ramifica en diversas direcciones, continuando el crecimiento hasta la completa formación del cuerpo físico. Durante la vida terrestre, el prana

o aliento vital planea constantemente sobre dicho hilo, siguiéndole en todas sus ramificaciones y mallas, y al ocurrir la muerte se retrae, dejando que se disgreguen las partículas del cuerpo físico. Es posible observar cómo se va desprendiendo lentamente de la densa materia física, acompañado del aliento vital con el que se refugia en el corazón alrededor del átomo permanente. Según va retirándose, se enfrían los abandonados miembros 49 La palabra cuentos se aplica en este caso a las perlas y bolitas de vidrio, azabache, marfil, hueso o cualquier otra materia que engarzadas separadamente en un hilo forman una sarta. También se dice de las reencarnaciones del Ego cuyas vidas sucesivas son como cuentas de un mismo hilo. Igualmente se aplica al Segundo Logos como hilo en que están engarzados todos los seres del universo. Denota una función más bien que una especial entidad

o clase de entidades. 30

con el "escalofrío de la muerte". La violáceo-dorada llama del aliento de vida brilla en torno del corazón, y en compañía de la áurea tela de vida y del átomo permanente se deslizan a lo largo del secundario sushumna 50 hasta el tercer ventrículo cerebral. Los ojos brillan mientras la tela de vida se retrae en el tercer ventrículo alrededor del átomo permanente, y luego todo el conjunto se eleva poco a poco hasta el punto de sutura del parietal con el occipital, por donde deja el cuerpo físico, y sobreviene la muerte. La tela de vida envuelve el átomo permanente como dorado capullo análogo al del gusano de seda, y así queda recogida hasta que la construcción de un nuevo cuerpo físico demanda su desenvolvimiento. El mismo proceso ocurre en los átomos astral y mental, de suerte que al desintegrarse estos dos cuerpos, la tríada inferior ofrece el aspecto de un titileante y refulgente núcleo en el interior del cuerpo causal, según habían notado los clarividentes mucho tiempo antes de que la observación atenta revelara su naturaleza.

3. ELECCIÓN DE LOS ÁTOMOS PERMANENTES Retrocedamos al- punto en que la Mónada se asimila los átomos permanentes de los tres planos superiores, y tratemos de comprender algo del objeto y utilidad de esta asimilación, teniendo en cuenta que rigen los mismos principios para los átomos permanentes de cada plano. Ante todo, conviene recordar que la materia de cada plano ofrece siete tipos primordiales que varían según el predominio de uno u otro de los tres capitales atributos de la materia: inercia, movilidad y ritmo. De aquí que los átomos permanentes pueden escogerse de cualesquiera de dichos tipos, aunque parece que la Mónada los escoge de un mismo tipo; y si bien la operación de adherirlo al hilo de vida en los tres planos superiores la efectúan las Jerarquías de que oportunamente hablamos, la elección es peculiar de la misma Mónada que de por sí pertenece a uno u otro de los siete grupos de Vida ya referidos, a cuyo respectivo frente se halla un Logos planetario que colora el conjunto de suerte que las Mónadas se agrupan por estos colores y cada cual está coloreada por su Estrella paterna 51. Tal es la primera y capital característica determinante de cada uno de nosotros, nuestro color fundamental, clave o temperamento. La Mónada puede utilizar su nueva peregrinación para fortalecer y acrecentar esta especial característica, por lo que las Jerarquías adherirán a su hilo de vida átomos del tipo de materia correspondiente a su rayo. De esta adherencia resulta el secundario color, clave o temperamento que vigoriza o intensifica el primero, y en el transcurso de la evolución se mostrarán definidamente las potencias y flaquezas de este duple temperamento. Pero también la Mónada puede escoger su nueva peregrinación para desarrollar otro aspecto de su naturaleza; y entonces. las Jerarquías ensartarán en su hilo de vida átomos del tipo de materia correspondiente a otro rayo en que predomine el aspecto que se proponga desenvolver. De esta adherencia resultará el secundario color, clave o temperamento que modifique el primero, con los consiguientes resultados en el transcurso de la evolución. Este último caso es el más frecuente y determina mayor complejidad de carácter, especialmente en las postreras etapas de la evolución humana, cuando es más vigorosa la influencia de la Mónada. Según queda expuesto, parece que todos los átomos permanentes se toman del mismo tipo de materia, de suerte que los de la tríada inferior correspondan con los de la superior; pero en los planos inferiores la influencia de estos átomos en la determinación del tipo de materia empleado en los cuerpos de que son centros generadores (punto a que debemos atender ahora) está muy limitada e intervenida por otras causas. En los planos superiores los cuerpos son

50 La anatomía no tiene en los idiomas europeos palabra equivalente a este vocablo sánscrito familiar a los estudiantes de yoga, con que se denomina un canal o vaso que va desde el corazón al tercer ventrículo cerebral. El sushumna primario es la médula espinal. 51 Genealogía del hombre, pág. 32.

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relativamente permanentes y reproducen definidamente la clave de sus átomos permanentes por muy enriquecida que esté dicha clave con sobretonos de siempre creciente sutilidad armónica; pero en los planos inferiores, aunque la clave o nota fundamental de los átomos permanentes sea siempre la misma, influyen varias otras causas en la elección de materiales para los cuerpos, según vamos a ver.

4. UTILIDAD DE LOS ÁTOMOS PERMANENTES Sirven los átomos permanentes para conservar en su interior, como potencias vibratorias, los resultados de las experiencias porque pasaron. Para mayor claridad tomaremos como ejemplo el átomo físico, que se presta a más fácil explicación que los átomos de los planos superiores. Un contacto físico de cualquier clase levantará vibraciones de su propia índole, locales o generales, según la clase de intensidad del contacto. Pero sean locales o generales, llegarán en todo caso al átomo físico transmitidas por la tela de vida o también en violentos choques por meros impulsos. Esta vibración, excitada en el átomo desde el exterior, se transmuta en cualidad vibratoria del átomo con tendencia interna a reiterar la vibración. Durante la vida recibe el cuerpo físico innumerables choques y ni uno solo deja de repercutir en el átomo permanente y dotarlo de una nueva posibilidad de vibración. Todos los resultados de las experiencias físicas se almacenan en este átomo permanente convertidas en potencias vibratorias, que son innumerables al término de la vida física; es decir, que el átomo ha aprendido a responder de infinidad de maneras al mundo externo y a reproducir en sí mismo las vibraciones impulsivas de los objetos circundantes. El cuerpo físico se desintegra a la muerte y sus partículas se disgregan llevando consigo el resultado de todas las experiencias porque pasaron,52; pero el permanente átomo físico perdura y es el único que pasa por todas las experiencias de los siempre cambiantes conglomerados a que llamamos nuestros cuerpos, y el único que adquiere los resultados de todas las experiencias. Envuelto en su áureo capullo, dormita durante los largos años en que el Jivâtmâ a que pertenece está en otros mundos recibiendo distintas experiencias que en nada afectan a su átomo físico, incapaz de responder a ellas, y así duerme en inconturbado reposo su larga noche 53. Al llegar la vez de la reencarnación, la presencia del átomo permanente permite la fecundación del óvulo de que ha de formarse el nuevo cuerpo 54, porque entonces resuena su nota al constructor etéreo, al elemental encargado de construir el cuerpo físico, para escoger los materiales mejor adecuados a su obra, pues no debe emplear ninguna que no esté más o menos armonizado con el átomo permanente. Sin embargo, la nota fundamental no es tan sólo una de las fuerzas. El karma mental y emocional y el relacionado con otras entidades requiere materiales capaces de variadísimas expresiones. De este karma, los Señores del karma escogen todo lo congruente, es decir, cuanto puede expresarse por medio de un cuerpo formado de un particular tipo de materia. Esta congruente masa de karma determina el grupo material de que se ha de revestir el átomo permanente, y de dicho grupo escoge el elemental los materiales capaces de vibrar en armonía con el átomo permanente, o en discordancia que no llegue al extremo de disruptiva violencia. Por lo tanto, el átomo permanente es, según queda dicho, una sola de las fuerzas determinantes del tercer color, nota o temperamento, que caracteriza a cada uno de nosotros. La época del nacimiento del cuerpo estará subordinada a este temperamento, es decir, que ha de nacer en el mundo cuando las influencias físicas

52 En rigor todas las partículas de nuestro cuerpo sufren día por día este proceso, pues innecesariamente mueren en un cuerpo y de él se disgregan para renacer en otro. 53 Blavatsky insinúa algo de estos átomos durmientes. Véase La Doctrina Secreta, II, pág. 710, ed. ingl. 54 Blavatsky llama "átomos de vida" a los átomos permanentes físico, astral y mental, diciendo: "Los átomos de vida de nuestro principio vital o prana no se pierden al morir el hombre, sino que se transmiten de padre a hijo." La Doctrina Secreta, II; pág. 709, ed. ingl.

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planetarias convengan a su tercer temperamento, y así nace "bajo su astrológica estrella". Inútil es advertir que la estrella no determina el temperamento, sino que por el contrario el temperamento fija la época del nacimiento bajo la estrella. Pero aquí está la explicación de la correspondencia entre los ángeles estelares y los caracteres, así como de la necesidad de sacar un cuidadoso y exacto horóscopo que sirva de guía para conocer el temperamento del niño cuando se le haya de educar. Por inconcebible que parezca, es lo cierto que tan complejos resultados se acumulan en un diminuto átomo capaz de comunicar sus peculiaridades a la materia circundante; porque conviene advertir que la ciencia profana admite análoga idea al suponer que los infinitesimales bióforos de la célula germinal de Weismann transmiten al niño las características de su estirpe de progenitores. Así como el bióforo da al cuerpo las físicas peculiaridades derivadas de los ascendientes, el átomo permanente proporciona las adquiridas por el evolucionante nombre en el transcurso de su evolución. Muy claramente expone Blavatsky estas ideas en el siguiente pasaje:

El embriólogo y filósofo alemán, apoyado en las enseñanzas de Hipócrates y Aristóteles, acaba por coincidir con las doctrinas de los antiguos arios al mostrarnos una célula infinitesimal que entre millones de otras cooperantes a la formación de un organismo, por sí sola y sin ayuda, determina, mediante su constante fraccionamiento y multiplicación, la correcta imagen del futuro hombre con su« características tísicas, psíquicas y mentales. Completad el plasma físico o "célula germinal" del hombre, dotado de potencialidades materiales, con el "plasma espiritual" o fluido que contiene los cinco principios inferiores de los seis del Dhyani, y tendréis el secreto si sois lo bastante espirituales para comprenderlo. 55

Si estudiamos la herencia física a la luz de las enseñanzas de Weismann, nos convenceremos de la posibilidad del átomo permanente. Un hombre reproduce los rasgos fisonómicos de un muy lejano antepasado, y manifiesta una peculiaridad tísica que caracterizó siglos atrás a un ascendiente. Es posible trazar la nariz de los Estuardos a través de una larga serie de retratos, e innumerables casos sería fácil citar de tales semejanzas, ¿qué de imposible tiene que un átomo acopie no ya bióforos, como en la célula germinal, sino la propensión a reproducir innumerables vibraciones precedentemente experimentadas? En cuanto a dificultades de espacio, no las hay mayores que en el caso de una cuerda que, doblada en diferentes puntos, emite diversas notas con numerosos sobretonos. No hemos de pensar que el diminuto espacio de un átomo esté repleto de innumerables cuerpos vibrantes, sino que contiene un limitado número de cuerpos capaces cada uno de ellos de emitir innumerables vibraciones. Pero en realidad, aun la misma dificultad de espacio es ilusoria, porque lo mínimo es tan ilimitado como lo máximo. La ciencia moderna considera los átomos como un sistema de mundos volteantes en sus respectivas órbitas, en conjunto parecido a un sistema solar. Ni el espacio ni el tiempo, gemelos de la ilusión, pueden aquí intimidarnos, pues así como no hay límites para la división del pensamiento, tampoco los hay para la materia, que es manifestación del pensamiento. En la cuarta ronda son normalmente cuatro las espirillas en actividad de los átomos permanentes, lo mismo que ocurre generalmente en los ordinarios átomos no adheridos, en esta etapa de evolución. Pero examinemos el átomo permanente en el cuerpo de un hombre muy evolucionado y en mucha más adelantada situación que sus prójimos. En este caso vemos cinco espirillas activas en el átomo permanente y los materiales de su cuerpo nos declaran el por qué. En la vida prenatal, la presencia de estas cinco espirillas del átomo

55 La Doctrina Secreta: I, págs. 212-213.

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permanente determinarían que el elemental constructor escogiese de entre sus materiales algunos átomos similares que le fueran convenientes, y entre ellos ningunos tan a propósito como los que hubiesen estado en temporánea conexión con algún cuerpo cuyo centro fuese un átomo permanente de cinco espirillas. pues por esta circunstancia tendrán la propensión a despertar en ellos la correspondiente actividad, sobre todo si hubiesen formado parte de los nervios o del cerebro del muy evolucionado posesor del cuerpo. La quinta espirilla pudo ser más o menos activa en ellos, y aunque al dejar dicho cuerpo cayeran en inactividad, la actividad que tuvieron les predispuso a responder mas fácilmente en el futuro u la corriente de vida monádica; y por lo tanto, el elemental procurará en cuanto pueda, aprovecharlos para su obra. También podría entresacar, ocasionalmente, del cuerpo del padre o de la madre, si éstos fuesen de orden superior, los átomos que mejor le convinieran y ponerlos a su cuidado después del nacimiento y en el transcurso de la vida, un cuerpo así construido atraería cuantos átomos similares cayeran dentro de su campo magnético. y su posesor obtendría incalculables ventajas del trato con personas altamente evolucionadas, al apropiarse, gracias a la vecindad, algunos átomos de cinco espirillas que flotasen entre la multitud de partículas desprendidas de sus cuerpos, con lo que le fuera de mucha ganancia física mental y moral su compañía. El átomo astral permanente está respecto de] cuerpo astral en la misma relación que el átomo físico permanente con el cuerpo físico. Al término de la vida kamalókica o purgatorial, la áurea tela de vida se retira del cuerpo astral dejándolo desintegrar, como antes se desintegrara su compañero el cuerpo físico, y entonces vuelve al átomo astral permanente para adormecerlo en prolongado sueño. Análoga relación se establece entre el átomo mental permanente y el cuerpo mental durante las vidas física, astral y mental. En el transcurso de las primeras etapas de la evolución humana, la brevedad de las vidas devachánicas y lo débil de las formas mentales engendradas por la incipiente inteligencia influyen apenas en el átomo mental permanente y no le permiten mucho progreso; pero cuando se vigoriza la potencia mental, la vida devachánica es un período de gran adelanto, pues se almacenan innumerables energías vibratorias que manifiestan su valor al llegar el tiempo de construir un nuevo cuerpo mental para el inmediato ciclo de reencarnación. Al finalizar la vida devachánica, la áurea tela se retira del cuerpo mental, dejándolo desintegrar, y envuelve el átomo mental permanente, con lo que tan sólo queda la tríada de átomos permanentes en representación de los tres cuerpos inferiores. Según ya dijimos, la tríada atómica semeja entonces un radiante núcleo en el interior del cuerpo causal, y es todo cuanto, terminado el ciclo de experiencias, le resta al Ego de los cuerpos que lo revistieron en los mundos inferiores y le sirvieron de medios de comunicación con los planos inferiores durante la vida en ellos. Al llegar la época del renacimiento, una conmoción de la vida del Ego despierta al átomo mental, se despliega la tela de vida, y el vibrante átomo actúa como un imán que atrae materia de potencia vibratoria análoga o acorde con la suya. Los Seres brillantes del segundo reino elemental allegan dicha materia, y en las primeras etapas de la evolución, la plasman en una vaga nube alrededor del átomo mental permanente; pero según adelanta la evolución, el Ego ejerce cada vez mayor influencia en la plasmación de la materia que ha de formar su nuevo cuerpo mental, y cuando ya está medio formado, otra conmoción del Ego despierta al átomo astral y se repite el mismo procedimiento. Finalmente, el toque de vida alcanza al átomo físico que actúa según ya dejamos expuesto. Alguien pondrá el reparo de cómo los átomos permanentes pueden almacenarse en el interior del cuerpo causal sin perder sus respectivas naturalezas física, astral y mental, ya que el plano causal es incompatible con lo materialmente físico; pero quien tal repare ha de tener en cuenta que, como todos los planos se ínterpenetran, es igualmente fácil para el cuerpo causal envolver la tríada de los planos inferiores para cohesionar los centenares de miles de átomos constitutivos de sus cuerpo» mental, astral y físico durante el período de la vida terrena. La tríada es una diminuta partícula en el interior del cuerpo causal, y cada elemento de ella

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permanece en su respectiva plano; pero como los planos tienen por doquiera puntos de contacto, nada se opone a la necesaria yuxtaposición. Estamos en todos los planos a la vez.

5. ACCIÓN DE LA MÓNADA EN LOS ÁTOMOS PERMANENTES Ante todo hemos de preguntar si hay algo que propiamente pueda llamarse acción monádica (acción de la mónada en el plano anupâdakico) en el átomo permanente. No hay acción directa ni puede haberla hasta que la germinante Tríada espiritual alcance mayor grado de evolución; pero sí hay continua acción indirecta en la Tríada espiritual, que a su vez actúa en la inferior. Pero en nuestro estudio podemos considerar esta acción como dimanante de la Tríada espiritual que, según hemos visto, es la mónada velada en materia más densa que la de su nativo plano. La Tríada espiritual extrae la mayor parte de su energía, y toda la directiva capacidad de esta energía, del segundo Logos, cuya corriente de vida la baña; pero la que pudiéramos llamar su peculiar actividad no interviene en la actividad plasmante de la segunda oleada de vida, sino que se aplica a la evolución del átomo, en referencia al tercer Logos. Esta energía de la Tríada espiritual se contrae a los planos subatómicos, y hasta la cuarta ronda parece principalmente concentrada en los átomos permanentes. Primero se aplica a formar y después a vivificar las espirillas que constituyen las paredes del átomo cuyo vórtice es la vida del tercer Logos; pero la pared de espirillas se va formando gradualmente en la superficie externa del vórtice, durante el descenso del segundo Logos, aunque no vivificada por El, sino débilmente trazada sobre la superficie del vértice de vida. Las espirillas quedan con relación al segundo Logos como tenues canales vacíos; pero en cuanto fluye la vida de la mónada penetra en el primero de dichos canales, lo vivifica y convierte en una porción activa del átomo. Esta operación prosigue a lo largo de las sucesivas rondas, y al llegar a la cuarta dimanan de cada mónada cuatro distintas comentes de vida, que circulan por otros tantos juegos de espirillas en sus átomos permanentes. Según actúa la mónada en el átomo permanente y éste se convierte en núcleo de un cuerpo, principia aquélla a actuar de manera análoga en los átomos congregados en torno del permanente, y vivifica al propio tiempo las espirillas, aunque esta vivificación es temporánea y no continua como en el átomo permanente. De esta suerte pone la mónada en actividad las tenues espirillas formadas por la segunda oleada de vida, y cuando el cuerpo fenece, los átomos así estimulados vuelven a la gran masa de materia atómica, elaborados y mejorados por la vivificación recibida mientras estuvieron unidos al átomo permanente. Desarrollados así los canales, son más capaces de recibir otra análoga corriente de vida al entrar en otro cuerpo y relacionarse con un átomo permanente de dicha mónada. Así prosigue esta obra en los planos mental, astral y físico por mejorar los materiales con que permanente o temporalmente se han de relacionar las monadas bajo cuya influencia prosigue sin cesar la evolución de los átomos. Los permanentes evolucionan con mayor rapidez gracias a su continuidad de conexión con la mónada, mientras los demás átomos evolucionan a favor de su reiterada asociación temporal con los permanentes. Durante la primera ronda de la cadena terrestre, la vida de la mónada, fluyente por la Tríada espiritual, vivifica el primer juego de espirillas de los átomos del plano físico, utilizado por el aliento de vida o prana, cuya corriente afecta la parte densa del cuerpo físico. Análogamente, en la segunda ronda se pone en actividad el segundo juego de espirillas por donde Huyen las corrientes pránicas relacionadas con el doble etéreo. Durante estas dos rondas no se advierte en las formas sensación alguna de placer o dolor. Durante la tercera ronda se vivifica el tercer juego de espirillas y entonces aparece la sensibilidad, porque por estas espirillas Huye la energía cárnica para afectar el cuerpo físico y ponerlo en directa comunicación con el astral. Durante la cuarta ronda queda vivificado el cuarto juego de espirillas por donde fluye el prana

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kama-manásico y las capacita para servir a la formación de un cerebro que ha de funcionar como órgano del pensamiento. Cuando alguien transciende el estado normal y asume la anormal evolución humana, consistente en disponerse a entrar en el sendero que se abre más allá de la normal, se le ofrece entonces una tarea de suma dificultad con referencia a sus átomos permanentes, pues ha de vivificar más juegos de espirillas de los necesarios para la humanidad de su época. Cuatro juegos tiene a su servicio el hombre de la cuarta ronda, y el que a ella se adelanta empieza a vivificar el quinto, de modo que pueda manifestarlo mientras actúa todavía en un cuerpo de cuarta ronda. A esto aludían los primitivos libros teosóficos al decir que en nuestra actual humanidad aparecían hombres de la quinta y de la sexta rondas. Los así designados han desenvuelto el quinto y sexto juego de espirillas en sus permanentes átomos, obteniendo con ello un mejor instrumento para el uso de su mayormente acrecentada conciencia. Este progreso se logra mediante ciertas prácticas yóguicas que requieren exquisita precaución a fin de no lesionar el cerebro por cuyo instrumento se lleva a cabo la obra. pues entonces se interrumpiría todo progreso durante la actual encarnación.

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CAPÍTULO Y ALMAS CRUPALES

1. SIGNIFICADO DE LA FRASE En términos generales, un alma grupal es un conjunto de tríadas permanentes en una triple envoltura de esencia monádica; y aunque esta definición conviene a todas las almas grupales que funcionan en el plano físico, no esclarece la extrema complejidad del problema relativo a las almas grupales, pues se dividen y subdividen incesantemente de modo que el contenido de cada división y subdivisión va decreciendo en número según adelanta la evolución, hasta que al fin un alma grupal sólo encierra una tríada cuyas protectoras y nutrientes funciones pueden continuar siendo por muchos nacimientos las de un alma grupal, si bien ya no se la puede llamar así técnicamente, por haberse disociado sus partes constituyentes. Siete almas grupales funcionaban en el plano físico antes de aparecer las formas. Al principio eran vagas y tenues formas del plano mental, una en cada corriente de la segunda oleada de vida, que después se definen más claramente en el plano astral y todavía más en el físico. Flotan en el gran océano de materia como boyas en el mar. Observándolas más de cerca vemos tres separadas capas de materia que forman una envoltura cuyo interior contiene innumerables tríadas sin echarse de ver en su rededor la áurea tela de vida antes de que se efectúe la inmineralización, pues tan sólo aparecen los radiantes hilos de oro que las enlazan con sus padres los jivâtmâs y brillan con el extraño fulgor peculiar de su nativo plano. La más interna de dichas tres capas es esencia monádica física, es decir, que consta de átomos del plano físico animados por la vida del segundo Logos. A primera vista, las capas internas parecen ser idénticas en las siete almas grupales; pero la observación atenta descubre que cada capa está formada de átomos de uno solo de los siete grupos de materia antes descritos. Por lo tanto, cada alma grupal difiere en constitución material de las seis restantes, y las tríadas contenidas en cada una de las envolturas pertenecen al mismo grupo de materia. La segunda capa de la envoltura del alma grupo está compuesta de esencia monádica astral perteneciente al mismo grupo de materia que la primera; y la tercera capa está constituida por unidades del cuarto subplano de materia mental del mismo tipo. Esta triple envoltura protege y nutre las tríadas contenidas en ella como embrión todavía incapaz de separada e independiente actividad. Pronto se subdividen las siete almas grupales multiplicando el número de subtipos y aparecen los inmediatos predecesores de los elementos' químicos a que éstos siguen para formar los minerales. Aparte de la especialización de las tríadas permanentes contenidas en el alma grupal, las leyes del espacio pueden servirnos para entender dicha subdivisión. Así, por ejemplo, un filón de oro en Australia provocará la inmineralización de varias tríadas dentro de una simple envoltura, mientras el yacimiento de otro filón en distante paraje, como las montañas Rocosas, determinará la subdivisión del grupo y la transferencia de parte de su contenido a América en su propia envoltura. Sin embargo, en el curso de nuestro estudio expondremos las principales causas determinantes de estas subdivisiones. Las almas grupales con su contenido se dividen por segmentación como las células, es decir que de una salen dos, de dos cuatro y así sucesivamente. Todas las tríadas han de pasar por el reino mineral en donde la materia alcanza el máximo de densidad, el punto en que la oleada de la vida llega al límite de su descenso y se emprende el ascenso. En el reino mineral se ha de despertar la conciencia física, pues la vida ha de orientarse desde entonces definitivamente hacia arriba y percatarse de su contacto con otras vidas en el mundo externo. La evolución de cada ser en las primitivas etapas depende principalmente de la estimuladora vida del Logos; en parte de la cooperante guía de los devas; y en parte también de la ciega presión de los mismos seres contra los límites de su aprisionante forma. La evolución a través

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de los reinos mineral, vegetal y animal puede compararse exactamente a un período prenatal, pues así como el feto se nutre de la corriente de vida materna, así también la protectora envoltura del alma grupal nutre las vidas que contiene, y recibe y distribuye las experiencias en ella acumuladas. La vida circulante es la vida materna de que se nutren los fetos vegetales, animales y humanos, incapaces aún de vida independiente. De la propia suerte las germinantes vidas del reino mineral están nutridas por las almas grupales. por las envolturas de esencia monádica palpitantes de vida del Logos. Un acabado ejemplo de esta etapa nos ofrece el pistilo de una flor en que aparecen gradualmente los óvulos cuya independencia se define cada vez más. Para tener claro concepto del asunto, antes de entrar en pormenores echaremos una ojeada a las mudanzas porque pasa el alma grupal según evoluciona su contenido. Durante la evolución mineral, el alma grupal tiene por morada su más densa envoltura, la física, y su más activa labor se efectúa en el plano físico. Cuando su contenido pasa al reino vegetal y por él asciende, desaparece lentamente la envoltura física, como si el contenido la absorbiese para fortalecer sus cuerpos etéreos, y su actividad se transporta al plano astral para nutrir los cuerpos astrales de las contenidas tríadas. AI seguir éstas evolucionando y pasar al reino animal, queda análogamente absorbida la envoltura astral, y la actividad del alma grupal se transporta al plano mental para nutrir el incipiente cuerpo mental y plasmarlo gradualmente en cada vez menos vagos contornos. Cuando el alma grupal sólo contiene una tríada y la ha nutrido de propósito para la recepción de la tercera oleada de vida. lo que de aquélla resta se desintegra en materia del tercer subplano mental y constituye una parte del cuerpo causal formado por la confluencia de la oleada que de arriba desciende y la que de abajo sube, a manera de tromba marina. El reencarnado Ego nace entonces a independientemente manifestada vida, pues acabó ya la prenatal.

2. DIVISIÓN DEL ALMA GRUPAL La conciencia ha de convertirse en autoconciencia en el plano físico, para percatarse de los contactos del mundo externo y considerar como propios los cambios sobrevenidos en consecuencia. La prolongada experiencia le enseñará a identificar consigo el sentimiento de placer o dolor dimanante del contacto y a no mirar como propio lo que afecte a su externa superficie. De esta suerte distinguirá, siquiera groseramente, entre el No-Yo y el Yo. Según acrezca la experiencia, el Yo se recatará en su interior y rechazará hacia el exterior un velo tras otro de materia correspondiente al No-Yo; pero aunque los nombres cambien persiste esta fundamental distinción entre sujeto y objeto. El Yo es la conciencia volitiva pensante y activa, al paso que el No-Yo es el objeto de la voluntad, pensamiento y acción del Yo. Más adelante examinaremos el medio por el cual la conciencia se transmuta en autoconciencia; pero de momento trataremos tan sólo de su expresión en formas y del papel que éstas desempeñan. La conciencia no despierta hasta llegar al plano físico y su expresión es el átomo permanente en donde subyace dormida, por lo que se dice: "duerme en el mineral". De aquí la necesidad de aligerar este profundo sueño, sacarla de él y darle la suficiente actividad para pasar a la etapa inmediata. Por esto se dice: "dormita en el vegetal". Entonces, el segundo Logos actúa en la envoltura del alma grupal, vigoriza los átomos físicos permanentes y por mediación de los devas, según ya vimos, los sume en las diversas condiciones ofrecidas por el reino mineral del que .cada átomo permanente se adhiere varias partículas. Al propio tiempo vemos aquí una gran variedad de posibles contactos de que resultan diversidad de experiencias. Unos serán lanzados a gran altura en el aire para caer en torrentes de hirviente lava: otros quedarán expuestos a los fríos árticos y esos otros a los ardores tropicales; algunos serán machucados y distendidos en las entrañas de la tierra y cuáles arrojados a la arena por el empaje de las

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embravecidas olas. Infinita variedad de contactos externos los golpearán, estrujarán, quemarán y helarán para que en vagas respuestas de simpáticas vibraciones empiece a despertar la conciencia de su profundo sueño. Cuando un átomo permanente alcanza cierta responsividad o cuando se quiebra una forma mineral, es decir, las partículas adheridas a un átomo permanente, el alma grupal retira a este átomo permanente, el alma grupal retira a este átomo de la forma que lo contenía, y todas las adquiridas experiencias o sean las vibraciones que fue forzado a ejecutar perduran como "potencias vibratorias" o facultad de vibrar en determinado sentido, como resultado de su vida en una forma. Al perder su envoltura el átomo permanente y quedar por algún tiempo desnudo, como si dijéramos, en su alma grupal, expuesto a repetir aquellas vibraciones para acumular en sí mismo las experiencias de su vida. establece pulsaciones que se trasmiten por la envoltura del alma grupal a otros átomos permanentes, con lo que cada uno afecta y ayuda a los demás sin menoscabo de sí mismo. Los átomos permanentes que hayan pasado por experiencias similares se afectarán unos a otros con mayor intensidad que aquellos cuyas experiencias hayan sido distintas, con lo que irán segregándose dentro del alma grupal hasta quedar separados en grupos por medio de un tabique pelicular. De esta suerte resultan un siempre creciente número de almas grupales cuyas tríadas participan de las características básicas, y sin embargo, ofrecen cada vez mayor distinción de conciencia. Las respuestas de la conciencia a los estímulos exteriores son en el reino mineral mucho mayores de lo que podría creerse, y algunas de naturaleza tal que denotan también un brote de conciencia en el átomo astral permanente. Porque los elementos químicos tienen diversas afinidades y sus combinaciones se disocian por la intervención de otro elemento con el que tenga mayor afinidad uno de los combinados. Así por ejemplo, una sal de plata se divorciará al contacto del clórido hídrico y la plata formará con el cloro la nueva combinación del cloruro argéntico, abandonando a su primitivo cónyuge, que se unirá con el desdeñado hidrógeno. Doquiera ocurren estas activas reacciones hay un ligero entumecimiento en el átomo astral, a consecuencia de las violentas vibraciones establecidas por la forzada descomposición y combinación de las substancias, y se notan vagas conmociones internas. Lo astral ha de dimanar de lo físico y la conciencia en el plano físico seguirá siendo por mucho tiempo la directora de la evolución. Lentamente, una nubécula de materia astral se condensa en tomo del átomo astral permanente a causa de estas leves conmociones; pero apenas tiene consistencia y parece por completo desprovista de organización. En el átomo mental no se advierte vibración alguna en esta etapa. Tras siglos de experiencia en el reino mineral, algunos átomos permanentes estarán dispuestos a pasar al reino vegetal en donde los distribuirán los devas. No hemos de suponer que cada brizna de hierba, cada planta tengan en su interior un átomo permanente que haya de alcanzar el reino humano en el transcurso del actual universo. Sucede en el reino vegetal lo mismo que en el mineral. El reino vegetal constituye el campo de evolución de los átomos permanentes, y los devas los guían de morada en morada para que experimenten las vibraciones que afectan al reino vegetal y las acopien como "potencias vibratorias" del mismo modo que antes en el mineral, pues asimismo actúan los principios de intercambio y consiguiente segregación, de suerte que las almas grupales son más numerosas en cada corriente de evolución y más diferentes en sus capitales características. En nuestro actual estado de conocimientos no resultan en modo alguno claras las leyes por cuya virtud se incorporan a los reinos de la naturaleza los átomos permanentes de un alma grupal. Muchos indicios hay de que la evolución de los reinos mineral, vegetal y la parte inferior del animal corresponde más bien a la evolución de la tierra en sí misma que a la de los jivâtmâs que representados en las mónadas evolucionan en el sistema solar, y que a su debido tiempo vienen a la tierra para proseguir su evolución mediante el aprovechamiento de las condiciones que les ofrece. Las hierbas y plantas menudas de toda especie parece que son respecto de la tierra lo que el pelo respecto del cuerpo humano, sin relación alguna con las

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mónadas representadas por los Jivâtmâs en nuestro quíntuplo universo. La vida que mantiene las formas vegetales parece ser la del segundo Logos, y la de los átomos y moléculas componentes de estas formas, la del tercer Logos, apropiada y modificada por el Logos planetario de nuestro sistema de cadenas, y más adelante apropiada y modificada a su vez por el Espíritu de la Tierra. entidad acerca de la cual nada sabemos. Los reinos de la naturaleza ofrecen verdaderamente un campo de evolución a los jivâtmâs. aunque no existen tan sólo para este fin. Átomos permanentes hay esparcidos por los reinos mineral y vegetal; pero somos incapaces de inquirir las razones que presiden a su distribución. Puede haber un átomo permanente en tal o cual perla. Rubí, o diamante, en algún filón de oro, etc.. al paso que muchos minerales no dan indicios de contener ninguno. Lo mismo ocurre con las plantas de corta vida; pero en las de larga existencia, como por ejemplo los árboles, siempre hay átomo permanente. Sin embargo, también aquí echamos de ver que la vida de los árboles está, según parece, más directamente relacionada con la evolución dévica que con la de la conciencia a la que está adscrito el átomo permanente. Sin embargo, también aquí echamos de ver que la vida de los árboles está, según parece, más directamente relacionada con la evolución dévica que con la de la conciencia a la que está adscrito el átomo permanente. Más bien parece como si la evolución de la vida y la conciencia en el árbol sirviera con ventaja en beneficio del átomo permanente que parece vivir allí como parásito, aprovechándose de la más evolucionada vida en que está Sumido. Lo cierto es que nuestro conocimiento de estos puntos es sumamente fragmentario. Durante el transcurso de la acumulación de experiencias vegetales en el átomo físico se nota mayor actividad en el astral, y aquél se rodea de materia de esta especie, que los devas disponen de manera más definida. En la dilatada existencia de un árbol silvano, la creciente agregación de materia astral se extiende en todas direcciones hasta constituir la forma astral del árbol, y la conciencia adscrita al átomo permanente participa algún tanto de la de sus inmediatos, experimentando a través de la forma astral las vibraciones determinadas por las que a su vez producen en el árbol físico la tempestad y la calma, el viento y la lluvia, el calor y el frío. Al morir el árbol, el átomo astral permanente se restituye a su alma grupal ya establecida en el plano astral, llevándose rico acopio de experiencias, según queda expuesto. Más adelante, según aumenta la responsabilidad de la conciencia en el átomo astral, transmite leves estremecimientos al plano físico, en donde levanta sentimientos que, si bien parecen de naturaleza física, derivan del plano astral; En dilatadas e independientes vidas, como la del árbol, el átomo mental permanente empieza a condensar en su alrededor una nubecilla de materia mental, en la que la sucesión de estaciones deja impresa una débil memoria que se convierte en tenue presentimiento 56. Por fin quedan algunos permanentes átomos físicos dispuestos a pasar al reino animal, y nuevamente la mano de los devas los conduce a las formas animales. Durante las últimas etapas de su evolución en el reino vegetal pasan las tríadas por prolongadas experiencias en una sola forma, de suerte que pueden recibir algunos estremecimientos de vida mental, que les sirvan de mayor provecho en la errante vida animal. Pero también parece que en algunos casos pasa la tríada en más temprana etapa al reino animal, y que el primer estremecimiento en el átomo mental ocurre en una de las formas estacionarias y organismos inferiores de dicho reino. En estas especies inferiores de animales prevalecen condiciones análogas a las descritas en los reinos mineral y vegetal. Los microbios, amebas, hidras, etc., reciben de cuando en cuando una tríada sin nada común con la vida propia del animal, que no muere aun cuando la tríada se retire. El cuerpo del animal inferior no es la mansión sino el hospedaje de la tríada, por lo que conviene advertir que en esta etapa la áurea tela de vida no representa en modo alguno la

56 Véase El poder del pensamiento, su dominio y cultura.

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organización del diminuto cuerpo que de hospedaje sirve, sino que funciona lo mismo que las raicillas al chupar del suelo los jugos necesarios para la nutrición de la planta. Las tríadas han de haber recibido y acopiado en el reino animal sus numerosas experiencias hasta que los devas las empleen como centros en cuyo alrededor construyan las formas. No es necesario añadir que en el reino animal los átomos permanentes de la tríada reciben vibraciones muchísimo más variadas que en los mineral y vegetal, por lo que se diferencian más rápidamente y el número de tríadas del alma grupal disminuye proporcionalmente, al par que aumenta con creciente rapidez el número de almas grupales. AI acercarse la etapa de individualización, cada segregada tríada posee su envoltura propia, obtenida del alma grupal, y asume sucesivos cuerpos como entidad separada, aunque todavía dentro de la protectora y nutriente placenta de esencia monádica. Gran número de animales superiores en domesticidad han llegado a esta etapa y encarnan como separadas entidades, aunque carezcan del cuerpo causal que caracteriza la individualización. La envoltura derivada del alma grupal suple al cuerpo causal, pero consta únicamente de la tercera capa, según ya dijimos, y está por lo tanto compuesta de moléculas entresacadas del cuarto grado de materia mental correspondiente por analogía al éter mes denso del plano físico. Prosiguiendo el cotejo con la vida prenatal del hombre, vemos que esta etapa es semejante con la de los dos últimos meses del feto, pues a los siete de embarazo puede nacer el niño, aunque será más sano, fuerte y vigoroso si aprovecha durante otros dos meses la protectora y nutriente vida de la madre. De la propia suerte es mucho mejor para el normal desenvolvimiento del Ego, que no rompa demasiado pronto la envoltura del alma grupal, sino que prosiga absorbiendo vida de ella para vigorizar las más delicadas partes de su cuerpo mental, y cuando éste alcanza el límite de crecimiento, bajo las protectoras condiciones del alma grupa!, se desintegra su envoltura en las más sutiles moléculas del subplano superior, convirtiéndose según dijimos en parte constitutiva del cuerpo causal. En el conocimiento de estos hechos se funda el consejo que los ocultistas dan a las personas demasiado aficionadas a los animales, diciéndoles que no exageren su cariño ni se lo demuestren por insólitos medios, pues podrían forzar nocivamente el progreso del animal y promover su prematura individualización. Para ocupar debidamente su lugar en el mundo, ha de estudiar el hombre la naturaleza y obedecer sus leyes de modo que, si bien las favorezca con su inteligente cooperación, no las violente hasta el extremo de malograr los frutos del progreso por falta de sazón. Cierto que el Señor de Vida demanda la cooperación del hombre en su labor evolutiva; pero esta cooperación debe subordinarse a las líneas trazadas por Su sabiduría.

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CAPÍTULO VI UNIDAD DE CONCIENCIA

1. LA CONCIENCIA UNA Al estudiar las variadas manifestaciones de conciencia, arriesgamos olvidar dos hechos importantes: primero, que la conciencia de todo hombre constituye una unidad, por muy separadas y diferentes que aparezcan en unos y otros; segundo, que todas estas conciencias unitarias son parte de la conciencia del Logos, y por lo tanto, reaccionan análogamente en idénticas condiciones. A primera vista parece difícil de comprender la unidad de la conciencia; pero así como las aguas de un lago pueden afluir por diversas sangraduras a un embalse dividido en compartimientos de fondo distintamente coloreado y sin embargo ser toda el agua de idéntica composición química, así toda conciencia deriva del mismo manantial y tiene idénticas características esenciales. Toda conciencia está velada por la misma especie de materia y actúa por los mismos medios y revela su fundamental identidad de naturaleza. La conciencia individual parece ser más bien compleja que una en cuanto a sus manifestaciones se refiere; y la moderna psicología nos habla de la dual, triple y aun múltiple personalidad, sin percatarse de la fundamental unidad subyacente en la confusión de la multiplicidad. No obstante nuestra conciencia es una, aunque parece varia a causa de la materia en que actúa. La ordinaria conciencia de un hombre en estado de vigilia es la que funciona por medio del cerebro físico en la proporción limitada por este órgano, subordinada a sus condiciones, entorpecida por los variados obstáculos con que tropieza, paralizada por un coágulo de sangre y muda por el desgaste de los tejidos. A cada momento el cerebro embaraza las manifestaciones de la conciencia, al paso que en el plano físico es su único instrumento hábil de manifestación. Pero cuando la conciencia aparta su atención del mundo físico exterior y prescindiendo de la parte densa del cerebro físico utiliza únicamente las partes etéreas de este órgano, sus manifestaciones cambian al punto de carácter. La imaginación creadora actúa en la materia etérea, y atrayendo todo lo allí acumulado del mundo externo por medio de su denso sirviente, lo ordena, disocia y recombina según sus propias figuraciones y crea los inferiores mundos del ensueño. Si por un período de tiempo desecha su etérea vestidura y distrae enteramente su atención del mundo físico basta desligarse de sus ataduras de materia física, actuará en el mundo astral a voluntad o impelida hacia él inconscientemente, se retraerá en si misma recibiendo varios contactos del mundo astral cuya existencia desconozca o bien acepte según su estado de evolución o su humor del momento. Si se manifestara entonces a un observador externo, como puede ocurrir en condiciones de éxtasis, mostraría potencias tan superiores a las manifestadas cuando estaba presa en el cerebro físico, que el observador, juzgando tan solo por experiencias físicas, la consideraría como muy otra conciencia. Mayor aún es la diferencia cuando caído el cuerpo astral en éxtasis se remonta el Ave celeste a más altas regiones y su espléndido vuelo maravilla al observador que la disputa por un nuevo ser y no por la misma entidad que rengueaba en el mundo físico. Sin embargo, es siempre uno y la misma. La diferencia está en la materia con que se relaciona y por medio de la cual actúa. En cuanto al segundo hecho anteriormente apuntado, no tiene todavía el hombre suficiente desarrollo para estimar las pruebas de la unidad de conciencia en su actuación más allá del plano físico, aunque en éste ya se vaya demostrando.

2. UNIDAD DE LA CONCIENCIA FÍSICA 42

Entre la multitud de especies y variedades de los reinos mineral, vegetal, animal y humano, se perdió de vista la subyacente unidad de la conciencia física y se trazaron amplias líneas de separación que en realidad no existen. Se negó en redondo la vida al mineral, se le concedió a regañadientes al vegetal y el ridículo se cebó en Blavatsky al afirmar que todo estaba vivificado y animado por una sola vida y una sola Conciencia. Dijo así:

"De día en día aparece más claramente demostrada la identidad entre el animal y el hombre físico. entre la planta y el hombre y aun entre el reptil y su madriguera, entre la roca y el nombre, pues idénticos son los constituyentes físicos de todos ellos. La química puede afirmar sin yerro que no hay diferencia entre la materia componente del buey y la del hombre; pero la enseñanza oculta es mucho mis explícita y dice que no sólo son idénticos los componentes químicos, sino que las mismas vidas invisibles e infinitesimales componen los átomos de la montaña y de la margarita, del hombre y de la hormiga, del elefante y del árbol que le da sombra. Toda partícula, llamémosla orgánica o inorgánica tiene vida" 57.

Si esto es así, fuera posible obtener de los videntes, minerales, vegetales, animales y hombres, la prueba de su identidad de vida, sensación y responsividad a los estímulos, de modo qué aún admitiendo grados de sensibilidad cuyas manifestaciones sean cada vez más caracterizadas y complejas, se advierten algunas definidas manifestaciones de sensibilidad en todo cuanto participa de la vida una. La prueba de esta verdad no se conocía en la época de Blavatsky; pero ya nos la ha dado un científico oriental cuya rara maestría asegura su buen recibimiento en Occidente. El profesor Jagadish Chandra Bose, de Calcuta, ha demostrado concluyentemente que la llamada materia inorgánica es capaz de responder a los estímulos externos y que la respuesta es de naturaleza idéntica en los metales, vegetales, animales y el hombre, hasta el punto a donde pudieron llegar los experimentos realizados con un aparato a propósito para medir el estímulo aplicado y trazar sobre un cilindro giratorio el diagrama representativo del estímulo recibido. Comparó después el profesor las curvas obtenidas en el músculo, y varios metales dieron curvas de naturaleza semejante, aunque variadas en el período de recuperación.

a) Series de respuestas eléctricas a los sucesivos estímulos mecánicos producidos en el estaño a intervalos de medio minuto.

(b) Respuestas mecánicas obtenidas en el músculo. 43

Efectos análogos a (a) tétanos parcial y (b) tétanos completo en el estaño. (a') Tétanos incompleto; y (b') tétanos completo en el músculo.

Tanto el metal como el músculo presentaron las características del tétanos, ya parciales, ya completas, después de repetidos choques. También los metales dieron muestras de fatiga, resultando el estaño el más sufrido de todos. Los reactivos químicos y los alcaloides produjeron en los metales análogos resultados que en los animales o sean excitación, depresión y marasmo. Una ponzoña puede matar a un metal dejándolo inmóvil y sin responsividad; pero se le puede salvar la vida administrándole a tiempo un antídoto. Un estimulante acrecienta la responsividad, y aumentada la dosis determina la muerte, en prueba de que los agentes químicos actúan en los metales. A esto dice el profesor Bose: "En vista de semejantes fenómenos no es posible trazar una línea divisoria entre el proceso físico y el fisiológico, pues no hay tal valla." 58 Análogos experimentos llevó a cabo el profesor Bose con parecidos resultados en un troncho tierno de col, una hoja verde y otros vegetales que bajo la acción de los estimulantes dieron en los diagramas señales de fatiga, excitación, desmayo y emponzoñamiento. Hay algo de patético en ver como la tenue mancha de luz, semejante al pulso de la planta, se mueve en cada vez más débiles curvas cuando la planta está bajo la influencia del veneno hasta acabar en una desmayada línea recta. La planta ha muerto. Parece como si hubiésemos cometido un asesinato, y efectivamente es así 59.

(a) Respuesta normal; (b) Efectos del veneno; (c) El metal envenenado, restablecido por el antídoto. Esta admirable serie de experimentos han establecido sobre definida base de fenómenos físicos las enseñanzas ocultas acerca de la universalidad de la vida. El señor Marco Reed ha efectuado observaciones microscópicas que descubren conciencia en el reino vegetal. Ha observado indicios de espanto al desgarrar un tejido y que las células masculinas y femeninas flotantes en la savia se percataban una de otra antes de acelerarse la circulación 60. Más de tres años después de la publicación de los experimentos del profesor Bose. su colega en Occidente Mr. Juan Becquerel los corroboró en el curso de sus estudios sobre los rayos N comunicados a la Academia de Ciencias de París. Los animales cloroformizados dejan de emitir estos rayos, que tampoco emiten los cadáveres, así como las flores y los metales también los emiten en circunstancias normales y no bajo la acción del cloroformo, con lo que resultan animales, vegetales y minerales en la misma esfera de actuación respecto de los rayos

N 61

.

57 La Doctrina Secreta, I. 58 Todos estos datos están entresacados de la Memoria presentada por el profesor Bose al "Instituto Real" el 10 de Mayo de 1901. con el título de: Responsabilidad de la materia inorgánica al estimulo. 59 El profesor Bose no ha publicado su conferencia sobre el particular, pero los fenómenos descritos se leen en su obra: La responsividad en lo vivíente e inoviviente. Por mi parte tuve la fortuna de presenciar la repetición de los experimentos en casa del profesor y observarlos muy de cerca. 60 La conciencia en la materia vegetal.—Pall Mall Magazine.—Junio 1902. 61 Los rayos N provienen de las vibraciones del doble etéreo, que se transmiten al éter circundante; pero como el cloroformo expele el doble etéreo, cesan las vibraciones. Al morir el individuo, el doble etéreo deja el cuerpo y,

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3. SIGNIFICADO DE LA CONCIENCIA FÍSICA La frase "conciencia física" se usa en dos diversos sentidos que conviene detenemos a definir. A menudo se emplea para indicar la llamada conciencia de vigilia, esto es, la conciencia del hombre, del jivâtmâ, o por mejor decir de la mónada que por medio del jivâtmâ actúa en la tríada inferior de átomos permanentes. También se emplea la frase "conciencia física" en el sentido que aquí la tomamos, de conciencia operante en la materia física sin transmitir ni recibir impulso alguno de los planos superiores. En este más restricto y exacto sentido se comprenden las siguientes modalidades: 1ª Estremecimientos de los átomos y moléculas animados por la vida del tercer Logos; 2ª Estremecimientos análogos de las formas orgánicas animadas por la vida del segundo Logos; 3ª Parecidos estremecimientos de la vida de la mónada, dimanantes de los átomos permanentes en que no actúan las espirillas. Cuando las espirillas actúan, se altera la ordinaria conciencia de vigilia. Así, de aspirar amoníaco resultan dos efectos: la rápida secreción lacrimal con que responden al estímulo las células del órgano olfatorio, y el olor resultante de una vibración que alcanza los centros sensorios del cuerpo astral en donde la percibe la conciencia cuyo cambio afecta al primer juego de espirillas en los átomos del canal olfatorio, de donde se transmite a la conciencia de vigilia operante en el cerebro físico. Tan sólo por medio de las espirillas determinan los cambios de conciencia en los planos superiores la consiguiente mudanza en la vigilia. Conviene recordar que como el sistema solar es un campo para la evolución de toda conciencia que dentro de sus límites se desenvuelve, hay en él áreas divisionarias que sirven de campos menores. El hombre es el microcosmos del universo y su cuerpo sirve de campo de evolución a miríadas de conciencias menos desarrolladas que la suya. Así las tres modalidades de actividad antes enumeradas están presentes en su cuerpo y pertenecen a la conciencia física que en él actúa, aunque no lo que se refiere a las espirillas atómicas, porque esto corresponde a la conciencia del jivâtmâ. Las operaciones de la conciencia física no afectan directamente a la de vigilia en los animales superiores ni en el hombre, sino que la afectan durante el primer período de la vida embrionaria en el alma grupal, mientras la conciencia del segundo Logos maternizaba la alboreante conciencia de ella derivada. Pero la conciencia física se sume luego bajo "los niveles de la conciencia" mostrándose como "memoria de las células" en la seleccionadora acción de las glándulas y papilas, así como en el cumplimiento de funciones necesarias para el sostén del cuerpo. Esta es la mínima actividad de la conciencia física, y como la conciencia en sí funciona más y más activamente en el plano superior, sus operaciones inferiores ya no le llaman la atención y se convierten en automáticas. Ahora bien; de la conciencia física se trata en los experimentos del profesor Bose, y esta conciencia es la misma en el metal y en el animal según indican los diagramas; pero el metal podrá no responder a estímulos que sienta el animal, porque en éste hay una complementaria operación de la conciencia en la materia astral. Así cabe afirmar que la conciencia operante en la materia física responde a diversidad de estímulos y que la respuesta es la misma en los minerales, vegetales y animales. La conciencia muestra las mismas características de actuación y por lo tanto es la misma. Las diferencias que, como ya dijimos, se advierten según ascendemos en la escala de evolución, dimanan del mejoramiento del aparato físico que permite la manifestación en el plano físico de las actividades astral y mental de la conciencia. Los hombres y animales sienten y piensan mejor

por lo tanto, ya no hay rayos N.

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que los minerales y vegetales porque su más evolucionada conciencia modeló para su servicio en el plano físico aquel delicado aparato; pero con todo, nuestros cuerpos responden a los mismos estímulos que los cuerpos inferiores y esta puramente física conciencia es la misma en todos. En los minerales, la materia astral adherida al átomo astral permanente es tan poco activa y la conciencia duerme tan profundamente allí, que no hay actuación perceptible de lo astral en lo físico. Los vegetales superiores parece como si tuvieran un vislumbre de sistema nervioso; pero tan incipiente que sólo puede servir para muy sencillos fines. La mayor actividad en el plano astral mejora la envoltura astral en conexión con la planta, y sus vibraciones afectan la porción etérea que las transmite a la densa. De aquí el vislumbre de un sistema nervioso a que nos referíamos. En la etapa animal, la mucha mayor actividad de la conciencia en el plano astral determina más intensas vibraciones, que se transmiten al doble etéreo y determinan la formación del sistema nervioso por la acción del Logos, mediante el alma grupal y la activa cooperación de los devas del tercer reino elemental, que presiden la obra de los elementos etéreos. Pero llega el impulso de la conciencia que, movida a la actividad por el alma grupal, opera en el átomo astral permanente y en la envoltura de materia astral por él atraída y puesta en actividad por el alma grupal. Aunque al principio es el aparato muy sencillo, a medida que se va formando percibe del exterior delicados toques que favorecen la evolución, sucediéndose las reacciones a las acciones de suerte que el mecanismo va adquiriendo más y mejor capacidad receptora y transmisora. La conciencia no tiene gran cosa que formar en el plano astral durante esta etapa y actúa allí en una envoltura inorganizada. La organización se efectúa en el plano físico por los esfuerzos de la conciencia (confusa y vagamente por ser vacilantes dichos esfuerzos) ayudada y dirigida por el alma grupo y los devas. Esta obra ha de llegar a muy extenso grado de desarrollo antes de que fluya la tercera oleada de vida porque el hombre animal ha de desenvolverse con su cerebro y sistema nervioso, antes de que llegue esta oleada que da al Jivâtmâ un cuerpo instrumental y posibilita la superior evolución del hombre.

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CAPÍTULO VII MECANISMO DE LA CONCIENCIA

1. DESARROLLO DEL MECANISMO En rigor, el conjunto de los cuerpos del hombre forma el mecanismo de la conciencia, como órganos del querer, pensar y obrar; pero cabe decir que el aparato nervioso es su peculiar mecanismo y que, por lo tanto, todo lo gobierna y dirige en el cuerpo físico. Cada célula corporal está compuesta de miríadas de vidas infinitesimales, cada una de ellas con su propia conciencia germinal 62 y gobernadas y organizadas por la incipiente. conciencia de la célula, que a su vez está gobernada y organizada por la céntrica conciencia directora cuyo mecanismo funcional para este efecto es el sistema nervioso. Este mecanismo nervioso es el resultado de los impulsos astrales y antes de constituirlo debe ser activa la conciencia en el plano astral. Los impulsos establecidos por la conciencia (volitiva de experiencias y esforzándose vagamente en dar efecto a la Voluntad) determinan vibraciones, que a causa de la naturaleza peculiar de la materia 63 se modalizan en energía eléctrica, magnética, calorífica, etc., a manera de albañiles que trabajan según las órdenes del arquitecto Conciencia. El impulso viene del arquitecto; la ejecución corresponde a los albañiles. Pero como el arquitecto no puede proporcionar todavía la inteligencia directora, la suplen la vida del- Logos en el alma grupal y los espíritus de la naturaleza que, como ya dijimos operan bajo la guía de los seres brillantes del tercer reino elemental. Hemos de entender, por lo tanto, que la materia nerviosa se elabora en el plano físico a impulsos del astral; y aunque en efecto sean físicas las directoras fuerzas constructivas, su establecimiento y guía son astrales, esto es, proceden de la conciencia activa en el plano astral. La energía vital, el prana, que fluye en rosadas ondas y vibra a lo largo de la materia etérea en todos los nervios, no en sus cortezas medulares, sino en su substancia, desciende directamente del plano astral, deriva del gran depósito de vida, el Locos, y luego de especializada en el plano astral. baja de allí al sistema nervioso para entremezclarse con las corrientes magnéticas, eléctricas y otras que forman el prana puramente físico, extraído del mismo depósito, pero a través del Sol, cuerpo físico del Logos. Un más atento examen demuestra que los constituyentes del prana del reino mineral son menos y no tan complejos como los del prana de los vegetales superiores y éstos a su vez menos todavía que el animal y humano. Esta diferencia Se debe a que el prana astral se entremezcla en el último y no en los demás, por lo menos en grado perceptible. Después de la formación del cuerpo causal, es aún mayor la complejidad del prana circulante por el sistema nervioso del cuerpo físico y parece que llega a ser todavía más complejo en el curso de la evolución humana, porque a medida que se activa la conciencia en el plano mental, el prana de este plano se entremezcla también con el inferior y así sucesivamente según la actividad de conciencia se eleva a las regiones superiores. Hemos de examinar brevemente la palabra "prana" que traduzco por "energía vital". Prân es una raíz sánscrita que significa respirar, vivir, soplar, y se compone de an, respirar, mover, vivir (por esta razón equivale a Espíritu) y del prefijo pra, hacia adelante, por lo que aliento vital o energía vital es la expresión de más aproximada equivalencia al término sánscrito. Pero como según el concepto hinduista no hay por doquiera más que una vida y una Conciencia, la palabra Prana se ha empleado para designar al Supremo Yo, al omnisustentador Aliento. Es la

62 La palabra "vidas denota aquí "unidades de conciencia"; pero no denota la clase de conciencia separada ni necesariamente implica la presencia de un Jivâtmâ. Significa una consciente gota de agua del océano de conciencia, un átomo o conjunto de átomos animados por la conciencia que actúan unitariamente. Un átomo es una "vida" cuya conciencia es la del tercer Logos. Un microbio es una "vida" cuya conciencia es la del segundo Logos, adecuada y modificada, según dijimos por el Logos planetario y el Espirita de la tierra. 63 El tanmâtra y tattva del plano con sus seis sub-tanmâtras y sub-tattvas.

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estimulante energía del Uno. y para nosotros es la Vida del Logos. De aquí que pueda llamarse Prana de un plano a la Vida de este mismo plano, puesto que es el aliento vital de cada criatura. En el plano físico el prana es energía modalizada en las diversas manifestaciones de electricidad, calor, luz, magnetismo, etc., que pueden transmutarse unas en otras porque esencialmente son una sola. Nos faltan palabras para designar las modalidades de esta energía en los demás planos; pero ya está la idea lo suficientemente definida. Cuando se lo apropia un ser es prana el individual aliento de vida en el más estricto sentido de la palabra, según la emplea generalmente la literatura teosófica. Es la energía, la fuerza vital de la que todas las demás energías química, eléctrica, calorífica, lumínica y magnética son fragmentarias y derivadas modalidades, por lo que el ocultista se extraña al oír hablar a los científicos sin más ni más de energía química o eléctrica y negar a su madre la energía vital calificándola de "abominable superstición". Estas parciales manifestaciones de energía vital se deben sencillamente a la disposición de la materia en que actúa, eliminando una u otra de sus características y a veces todas menos una, de la propia suerte que el cristal azul elimina todos los rayos menos los azules y el cristal rojo todo menos los rojos. En La Doctrina Secreta nos muestra Blavatsky la relación del prana con el sistema nervioso. La ilustre maestra cita, en parte subscribe y en parte enmienda el concepto del "éter nervioso" expuesto por el doctor B. W. Richardson. La energía solar es "la causa primaria de toda vida en la tierra" 64 y el sol es "el almacén de la energía vital que a su vez es el noúmeno de la electricidad" 65. El "éter nervioso" es el ínfimo principio de la esencia primordial en que consiste la vida o vitalidad anímica difundida por la naturaleza toda y que actúa según las condiciones que halla para su actividad. No es un "producto animal sino que el viviente animal y la viviente planta son sus productos" 66. Este prana, esta energía vital constituye los minerales en el plano físico y es el agente director de los cambios químico-fisiológicos del protoplasma, que determinan la diferenciación y fábrica de los diversos tejidos orgánicos de los vegetales, animales y hombres. Demuestran su presencia por la facultad de responder a los estímulos; pero durante algún tiempo no va esta facultad acompañada de sensaciones definidas, pues la conciencia no está todavía bastante desarrollada para sentir placer y dolor. Cuando la corriente pránica del plano astral, con su atributo de sensibilidad, se entremezcla con la corriente pránica del plano físico, comienza la formación de un nuevo dispositivo de materia, o sea el tejido nervioso, que tiene por fundamento una célula cuyos pormenores pueden estudiarse en un tratado moderno de histología 67 y cuyo desarrollo consiste en cambios internos y en incrementos de la materia celular, que acaba por constituir una cortícula medular en forma de hilos o fibras. Todo sistema nervioso, cualquiera que sea su elaboración, consta de células y sus incrementos, que cada vez más numerosos van formando múltiples conexiones entre las células, según la conciencia demanda un más y más delicado sistema nervioso para su expresión. Esta fundamental sencillez, como raíz de tal complejidad de pormenores, se encuentra igualmente en el hombre, el propietario de la más perfectamente elaborada organización nerviosa. Los muchos millones de ganglios 68 nerviosos del cerebro y del cuerpo se forman hacia el fin del tercer mes de la vida prenatal, y su desarrollo consiste en la expansión e incremento de su substancia en fibras nerviosas. Este desarrollo prosigue en la vida ulterior mediante la actividad mental, pues cuando un hombre piensa profunda y

64 La Doctrina Secreta, I. 377. 65 Id. 579. 66 Id. 586. 67 Entre otras obras pueden consultarse al efecto las siguientes: Histología de Schafer que forma parte de la Anatomía de Quain. 10ª edición. Manual de Fisiología de Halliburton. La célula en el desarrollo y la herencia, de Wilson. 68 Grupos de células nerviosas.

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continuamente, las vibraciones mentales determinan actividad química y las dendritas 69 brotan de la célula cruzándose y entrecruzándose en todas direcciones 70 para formar a modo de senderos por donde circula el prana 71 y se suceden las vibraciones mentales. Volviendo de esta digresión al reino humano, veamos cómo se inicia y desenvuelve la formación del sistema nervioso por los vibratorios impulsos dimanantes del plano astral. Vemos que hay un diminuto grupo de células nerviosas enlazadas por tenues ramificaciones. Este grupo se forma por la acción de un centro previamente aparecido en el cuerpo astral, (del que luego diremos algo) o sea una agregación de materia astral dispuesta de modo que forma un centro a propósito para recibir impulsos del exterior y responder a ellos. Las vibraciones pasan desde este centro astral al cuerpo etéreo, determinando pequeños vórtices etéreos que entrañan partículas de materia física densa y acaban por constituir una célula nerviosa y grupos de ellas. Estos centros físicos reciben vibraciones del mundo exterior y devuelven impulsos a los centros astrales cuyas vibraciones acrecientan de suerte que los centros físicos y astrales accionan y reaccionan recíprocamente y cada uno de ellos se hace más complicado y eficaz. A medida que transcendemos el reino animal, encontramos en constante perfeccionamiento el sistema nervioso físico como factor cada vez más y más predominante en el cuerpo; y este primitivo sistema se convierte en los vertebrados en gran simpático que gobierna y dinamiza el corazón, los pulmones, el aparato digestivo y demás órganos vitales. Por otra parte, va formando poco a poco el sistema cerebro-espinal, íntimamente relacionado en sus operaciones inferiores con el simpático, y acrecienta por grados su predominio hasta llegar a ser en su máximo desenvolvimiento el órgano normal de la "conciencia despierta". El sistema cerebro espinal se forma por impulsos originados en el plano mental, no en el astral, con el que indirectamente se relaciona por medio del sistema simpático cuya formación proviene del plano astral. Más adelante veremos el fundamento de todo esto en la sensibilidad astral de los animales y hombres poco evolucionados, que desaparece al' desarrollarse la inteligencia y reaparece en los hombres superiormente evolucionados. Los átomos permanentes son el imperfecto pero único canal directo entre la conciencia que se manifiesta como Tríada espiritual y las' formas con que se relaciona. Estos átomos son sumamente activos en los animales superiores, y durante el breve intervalo entre dos vidas físicas ocurren en ellos notables cambios. Según adelanta la evolución, se acrecienta el flujo de vida que del alma grupal recibe el átomo permanente, y al complicarse por ello el aparato físico aumenta rápidamente la sensibilidad del animal. No obstante su sistema cerebro-espinal tienen relativamente muy poca sensibilidad los peces y animales inferiores. Al proseguir la evolución, continúan desarrollándose los centros sensorios en el cuerpo astral, que ya están bien organizados en los animales superiores, cuyos sentidos denotan bastante agudeza, aunque las sensaciones no sean muy amplias, pues excepto en los animales del más alto peldaño de la escala, pocos elementos de índole mental dan incremento y persistencia de sensibilidad a las sensaciones.

2. EL CUERPO ASTRAL O CUERPO DE DESEOS La evolución del cuerpo astral debe estudiarse en relación con el físico, pues aunque, según vimos, desempeñe funciones creadoras en el plano físico, su ulterior desenvolvimiento depende muy mucho de los impulsos que recibe del mismo organismo por él formado. No

69 Ramificaciones, prolongaciones o incrementos de la materia celular encerrada en la médula. 70 Las dentritas o ramificaciones del protoplasma celular se cruzan y entrecruzan en todas direcciones, pero sólo se ponen en contacto al pasar la corriente nerviosa, pues cuando no pasa corriente no hay contacto entre ellas. En esto consiste el descubrimiento que dio fama mundial a nuestro eminente compatriota Cajal. (N. del T.) 71 Este prana es un producto formado por los factores de los planos físico, astral y mental.

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goza el cuerpo astral por largo tiempo de vida propia e independiente de su peculiar plano, y su organización respecto del físico es asunto enteramente distinto y muy anterior a su organización respecto al mundo astral. Los orientales llaman koshas o cáscaras a los vehículos astral y mental de conciencia cuando actúan en relación con el físico, y emplean el término sharira, que significa cuerpo, para designar una forma capaz de actuar independientemente en los mundos visible e invisible. Esta distinción puede servimos. La cáscara astral de los minerales es una simple nube de adecuada materia astral que no denota ningún signo perceptible de organización. Lo mismo ocurre en la mayor parte de vegetales, aunque en algunos parecen descubrirse indicios de agregaciones y contornos que. si tenemos en cuenta el proceso evolutivo, pueden considerarse como la aurora de una incipiente organización. Hay bosques seculares que en determinados puntos dejan ver distintamente agregaciones de materia astral. En los animales están ya claramente señaladas y definidas estas agregaciones, que en la cáscara astral forman centros de permanente y característica índole y son los embriones que con el tiempo constituirán los órganos del cuerpo físico; pero no han de confundirse con los chakras o ruedas, que pertenecen a la organización del cuerpo astral en sí mismo y lo capacitan para funcionar en su propio plano en relación con la cáscara mental, como tipo inferior del sûkshma sharîra o cuerpo sutil según los orientales. Los chakras del cuerpo astral están relacionados con los sentidos astrales, de suerte que quien los tenga desarrollados podrá ver, oír, oler, gustar y tocar en el plano astral; pero corresponden a un punto de evolución mucho más lejano del que estamos considerando y en el que la conciencia tendrá facultades perceptivas para las que todavía no hay órgano ni siquiera en el plano físico. Según van apareciendo estas agregaciones en la cáscara astral, los impulsos de conciencia en el plano astral, guiados como ya dijimos, actúan en el doble etéreo y forman los vórtices etéreos, mencionados en el párrafo anterior, con lo que surgen los correspondientes centros en la cáscara astral y el cuerpo físico, quedando así constituido el sistema relacionado con los centros astrales aun después de la formación del sistema cerebroespinal. Las agregaciones de la parte anterior de la cáscara astral forman diez importantes centros que se relacionan con el cerebro por medio del sistema simpático y poco a poco se convierten en los órganos predominantes de la actividad de la conciencia física o sea la parte de conciencia que funciona normalmente por medio del sistema cerebro-espinal. Cinco de estos diez centros sirven para recibir especiales sensaciones del mundo exterior y por medio de ellos hace uso la conciencia de sus facultades perceptivas. En sánscrito se les llama jñanendriyas. que literalmente significa sentidos del conocimiento, esto es, sentidos o centros sensorios por cuyo medio se obtiene el conocimiento. Estos centros establecen, del modo ya explicado, cinco distintos vórtices etéreos de que se derivan cinco centros del cerebro físico que a su vez toman separada forma y quedan relacionadas con su respectivo órgano sensorio. Así se forman los cinco órganos de los sentidos o sean ojos, oídos, lengua, nariz y piel, especializados para recibir impresiones del mundo exterior, correspondientes a las cinco facultades perceptivas de ver, oír, oler, gustar y tocar. En los mundos inferiores hay determinados medio por los cuales ejerce la conciencia una parte de su capacidad perceptiva o sea la de recibir contactos del exterior. Dichos medios pertenecen a los mundos inferiores y a las groseras formas de materia que aprisionan la conciencia y así encerrada la impiden conocer otras vidas: pero en este denso velo de materia hay resquicios por donde las vibraciones entran hasta alcanzar a la sepultada conciencia. Los otros cinco de los diez centros astrales sirven para conducir al mundo exterior las vibraciones de la conciencia. Son avenidas hacia fuera, así como los sentidos son avenidas hacia dentro. En sánscrito se llaman karmendriyas, que literalmente significa sentidos de acción, es decir, sentidos o centros sensorios que determinan acción. Estos centros se desenvuelven como los otros, formando vórtices etéreos que constituyen en el cerebro físico

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los centros motores, a su vez configurados separadamente y puestos en relación con sus adecuados órganos motores o sean manos, pies, laringe, aparatos genitales, órganos de excreción, etcétera. A este punto ya tenemos una organizada cáscara astral cuya continua acción y reacción sobre el cuerpo físico perfecciona a entrambos y los dos juntos accionan sobre la conciencia y ésta reacciona sobre ellos de suerte que una y otros benefician de su mutua interacción. Según ya vimos, estos ciegos impulsos de la conciencia están guiados en su acción sobre la materia por la vida del Logos en el alma grupal y por los espíritus de la naturaleza. Siempre vemos que la vida, la conciencia, ansían actuar en la materia que, en virtud de sus inherentes cualidades, responde vitalizada por la acción del tercer Logos.

3. CORRESPONDENCIA ENTRE LAS RAZAS RAÍCES En la presente ronda, que es la cuarta, está señalada la evolución de los reinos de la naturaleza por una sucesión semejante, pues las principales características de las precedentes rondas se repiten, por decirlo así, en las razas raíces, tal como la historia de la evolución proseguida a través de largos siglos se repite en la vida embrionaria de cada nuevo ser. Durante la existencia de las dos primeras razas humanas las condiciones de temperatura eran tales que la sensibilidad hubiera destruido toda manifestación de vida, por lo que aquellas razas no sentían placer ni dolor en el plano físico. La tercera raza ya siente violentos contactos que producen groseros placeres y dolores; pero sólo están desarrollados, y aun en tonalidad muy inferior a la actual. los sentidos de la vista, oído y tacto. En las dos primeras razas son visibles las rudimentarias agregaciones de la materia astral de las cáscaras, que si pudieran enlazarse con adecuada materia física determinarían en la física conciencia sensaciones de placer y dolor. Pero falta el adecuado enlace. La primera raza tiene un débil sentido auditivo, y la segunda responde vagamente a los contactos, como si alboreara el sentido del tacto. En esta etapa de evolución es la espiritual Tríada tan insensible a las vibraciones de la materia exterior, que sólo empieza a responder vagamente cuando recibe las tremendas vibraciones levantadas por contacto del plano físico. Todo empieza para la Tríada en este plano. No responde directa, sino indirectamente, por mediación de la vida del Logos, y tan sólo al formarse el primario aparato físico llegan los impulsos sutiles con intensidad suficiente para causar placer y dolor. Las violentas vibraciones del plano físico determinan vibraciones correspondientes en el astral y la Tríada empieza a tener vaga conciencia de la sensación.

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CAPÍTULO VIII PRIMERAS ETAPAS HUMANAS

1. LA TERCERA OLEADA DE VIDA Había sido alcanzado el promedio de la tercera raza raíz. El aparato nervioso del hombre animal estaba en un punto que para su ulterior perfeccionamiento requería un más directo flujo mental de la Tríada a que se hallaba adherido. El alma grupal había completado su obra en este superior producto de evolución como medio por el que la vida del segundo Logos protegía y alimentaba a Su pequeñuelo. Iba a formarse el cuerpo causal, el vehículo que había de recibir la fluyente vida; tocaba a su fin la vida de la Mónada y era el tiempo oportuno para su nacimiento en el mundo inferior. La materna vida del Logos había construido para la Mónada los cuerpos en que ya pudiese vivir como entidad separada del mundo de las formas e iba a entrar en directa posesión de sus cuerpos y emprender su evolución humana. Hemos visto que las Mónadas derivan su ser del primer Logos y moran en el anupâdaka o segundo plano durante las edades que acabamos de ojear. También hemos visto que se apropian con auxilio de diversos agentes los tres permanentes átomos que las representan como Jivâtmâs en los planos tercero, cuarto y quinto y también los átomos constitutivos de la tríada inferior en los planos quinto, sexto y séptimo. Toda comunicación de la mónada con los planos inferiores al suyo propio se efectúa por medio del sutratma o hilo de vida en que se engarzan los átomos. Este hilo de vida, formado por materia del segundo plano, pasa del átomo átmico al búddhico. del búddhico al manásico y del manásico vuelve al átmico, constituyendo de este modo el Triángulo de Luz en los planos superiores. Vimos más adelante que de la línea de este triángulo en el plano búddhico sale un hilo, el sutratma de los planos inferiores en el que se engarza la tríada inferior. Ha llegado ya el tiempo de una más plena comunicación representada por este delicado hilo en su forma original, que. por así decirlo, se va extendiendo. Esto no es más que un medio grosero de describir el hecho de que el rayo de la mónada resplandece y se va ensanchando en forma de embudo. "El hilo entre el Silencioso Vigilante y su sombra es más fuerte y radiante"

72. Este flujo descendente de vida monádica va acompañado de otro muy copioso entre los permanentes átomos búddhico y manásico, y éste parece despertar despidiendo estremecimientos en todas direcciones. Otros átomos y moléculas manásicos se agrupan alrededor y aparece un atorbellinado vórtice en los tres subplanos superiores del plano mental. Análogo movimiento giratorio se advierte en la nebulosa masa que rodea al adherido átomo mental envuelto en la capa remanente del alma grupal, según describimos. La capa gira por separado y cae en el vórtice superior, donde se desintegra, y queda formado el cuerpo causal como una delicada envoltura peculiar, según va apaciguándose el torbellino. Este flujo descendente de vida, cuyo resultado es la formación del cuerpo causal, se llama la tercera oleada de Vida. y se atribuye propiamente al primer Logos, puesto que las mónadas emanan de El y representan su trinita vida. Una vez formado el cuerpo causal, queda provista la espiritual Tríada de un vehículo permanente para su ulterior evolución, y cuando la conciencia sea capaz de funcionar libremente en este vehículo, la Tríada será capaz de gobernar y dirigir con mayor eficacia que hasta entonces la evolución de los vehículos inferiores. Sin embargo, los primeros esfuerzos para este gobierno no revelan inteligente comprensión, como tampoco los primeros movimientos del niño parecen estar dirigidos inteligentemente, aunque sabemos que en él hay inteligencia. En rigor, nace ahora la mónada en el plano físico, en donde todavía se la ha de considerar como un infante y debe transcurrir un inmenso período de tiempo antes de que su poder sobre el cuerpo físico deje de ser infantil. 72 La Doctrina Secreta, I, 285.

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2. DESENVOLVIMIENTO HUMANO Todo esto se ve muy claro si miramos al hombre tal como era en sus primeros días. Aquellos lemurianos, ha tan largo tiempo fenecidos 73, tenían muy pobremente desarrollados los órganos sensorios, pues los del gusto y el olfato estaban en formación y era muy leve su sensibilidad al placer y al dolor. Los atlantes tenían los sentidos mucho más agudos que los lemurianos. sobre todo la vista y el oído; pero el gusto, aunque más activo que sus predecesores, no estaba todavía muy desarrollado, por lo que les eran tolerables y aún apetecibles los alimentos bastos y groseros, prefiriendo los de olor penetrantes, como la carne corrompida, a los más delicados manjares, que les parecían insípidos. El cuerpo no era muy sensible al daño, y las heridas graves no les causaban gran dolor ni los extenuaban, ni tampoco los extensos desgarros incapacitaban al sujeto, sino que sanaban muy rápidamente. Los restos de la raza lemuriana todavía existentes, así como los más numerosos de la atlante, evidencian aún hoy relativa insensibilidad al dolor y soportan sin gran molestia heridas que postrarían a un hombre de la quinta raza. Cuéntase de un indio norteamericano que siguió peleando después de haberle rebanado parte del muslo, y que al cabo de doce o quince horas volvió al campo de batalla. Esta característica corporal de la cuarta raza permite a los salvajes resistir con calma y reponerse de torturas que postrarían en síncope nervioso a un hombre de la quinta raza. Estas diferencias provienen en muchísima parte de la variedad de desenvolvimiento del átomo permanente que constituye el núcleo del cuerpo físico. En la quinta raza raíz hay un más copioso manantial de vida descendente, que determina el mayor desenvolvimiento del átomo permanente y se acrecienta a medida que prosigue este desenvolvimiento. Según adelanta la evolución hay una creciente complejidad de fuerzas vibratorias en el átomo físico permanente y análogo incremento en el átomo astral, así como en el mental. Como quiera que los nacimientos se suceden y los átomos permanentes atraen a sí en su plano respectivo los nuevos cuerpos mental, astral y físico, resulta que cuanto más evolucionados estén dichos átomos, de mejor calidad y grado será la materia que de su plano atraigan, con lo que construirán un más delicado aparato nervioso, por el que pueda Huir el siempre creciente raudal de conciencia. De esta suerte se construye el delicadamente organizado aparato nervioso del hombre de la quinta raza, en quien la interna diferenciación de las células nerviosas está muy acrecentada y son mucho más numerosas las intercomunicaciones. Generalmente hablando, la conciencia del hombre de la quinta raza actúa en el plano astral y se retira del cuerpo físico, excepto en lo relativo al sistema cerebro-espinal. El gobierno de los órganos vitales del cuerpo queda a cargo fiel sistema simpático, educado durante largo tiempo para cumplir su obra, y que recibe impulsos de centros astrales distintos de los diez, sin deliberada atención de la de otro modo ocupada conciencia, aunque desde luego sostenido por ella. Sin embargo, como muy pronto veremos, es enteramente posible atraer de nuevo la atención de la conciencia a esta parte de su mecanismo, de modo que reasuma el inteligente gobierno de él. En los individuos más evolucionados de la quinta raza, los principales impulsos de la conciencia vienen del mundo mental inferior y por medio del astral actúan en el físico, donde estimulan la actividad nerviosa. Tal es la aguda y sutil conciencia inteligente, más bien movidas por ideas que por sensaciones, que se muestra más activa en los centros mentales y astrales del cerebro que en los relacionados con los fenómenos sensorios y motores. Los órganos de sensación del cuerpo de la quinta raza son menos activos y agudos que los de la cuarta para responder a los contactos puramente físicos. El ojo, el oído y el tacto de la quinta raza no responden a vibraciones que hubieran afectado los órganos sensorios de la

73 Hemos de exceptuar las entidades que ya tenían evolucionada la conciencia en grado consideradle y encarnaron en los groseros cuerpos lemurianos a fin de guiar la evolución humana.

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cuarta. También es muy significativo que estos órganos tengan su máxima agudeza en la primera infancia y vayan disminuyendo de sensibilidad desde los seis años en adelante. Por otra parte, mientras menos agudos son para recibir contactos puramente sensorios, se hacen más receptivos a las sensaciones entreveradas de emoción, y las delicadezas de color y sonido, ya de la naturaleza, ya del arte, los afectan con mucha mayor eficacia. La superior y más complicada organización de los centros sensorios del cerebro y del cuerpo astral, parece como si acrecentara la sensibilidad al color, forma y sonido, y decreciera la respuesta a las sensaciones en que no interviene la emoción. El cuerpo de la quinta raza es asimismo mucho más sensitivo a los choques que los de la cuarta y tercera, por estar más supeditado a la conciencia. Una conmoción nerviosa la siente con mayor viveza un cuerpo de la quinta raza y entraña más honda postración. Las amputaciones quirúrgicas no se contraen a la laceración de los músculos y al desgarro de los tejidos, sino que producen peligrosos choques nerviosos, pues el superiormente organizado sistema nervioso transmite el mensaje de angustia a los centros cerebrales, de donde se transfiere al cuerpo astral, cuya conciencia perturba y trastorna con el subsiguiente desorden mental. La imaginación se exalta, la memoria estimula el disgusto y el tropel de impulsos mentales intensifica y prolonga las sensaciones, que a su vez excitan el sistema nervioso, cuya reacción en los órganos vitales produce trastornos fisiológicos con depresión de la vitalidad, que tarda en recobrarse. De igual suerte, las condiciones mentales influyen poderosamente en el más evolucionado cuerpo de la quinta raza, y la viva ansiedad, los sufrimientos mentales y el tedio determinan tensión nerviosa, perturban rápidamente las funciones orgánicas y acaban por causar debilidad

o enfermedades. De aquí que la fuerza mental y la serenidad de ánimo favorezcan directamente la salud física, y cuando la conciencia está definidamente establecida en el plano astral o en el mental. las perturbaciones emotivas o mentales quebrantan más fácilmente la salud que cualesquiera privaciones infligidas al cuerpo físico. El evolucionado hombre de la quinta raza vive físicamente en su sistema nervioso. 3. ALMAS Y CUERPOS INCONGRUENTES Hemos de señalar un significativo hecho que entraña la importantísima cuestión de las relaciones del sistema nervioso con la conciencia. Cuando una conciencia humana no se ha desenvuelto más allá del tipo de los últimos lemurianos o del de los primeros atlantes, y sin embargo nace en un cuerpo de la quinta raza 74 ofrece muy curiosa e interesante materia de estudio. Estos seres encarnan en cuerpos de quinta raza, pero de la peor especie, y demuestran en ellos las características de la cuarta primitiva o de la tercera; y aunque tengan sistema nervioso, carece de la interna diferenciación de su materia, que sólo puede establecer la influencia de las energías dimanantes de los mundos astral y mental. Echamos de ver en ellos la irresponsividad a las impresiones externas cuando no son violentas, peculiar del grado inferior de desenvolvimiento de la conciencia individual. Advertimos la recaída en la inercia si no interviene un violento estímulo físico; la ansiedad de este estímulo provocada por necesidades físicas; la remoción de una débil actividad mental bajo vehementes contactos en los órganos sensorios y el quietismo cuando éstos descansan; la completa carencia de respuesta a los pensamientos y emociones elevadas, no por repugnancia, sino por inconsciencia. Las

74 Las razones de semejante nacimiento no pueden exponerse aquí extensa mente. Diremos en resumen que cuantío las naciones más adelantadas se anexionan los territorios habitados por tribus salvajes, y directa o indirectamente las exterminan, las almas tan de súbito separadas de sus cuerpos buscan nueva moreda; pero como las adecuadas condiciones de salvajismo son cada vez más raras, a causa del inundante flujo de las razas superiores, y aquellas almas han de encarnar en bajo nivel, renacen en los barrios miserables de las ciudades populosas o en familias de tipo criminal. Quedan atraídas por necesidad kármica a la nación conquistadora.

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excitaciones y arrebatos de estos seres provienen por lo general de algo externo, de algo que puesto ante ellos físicamente lo relaciona su embrionaria mentalidad con la satisfacción de algún placer pasional de que se acuerda y desea sentir de nuevo. Un ser así, aunque no tenga en modo alguno intención de robar o matar, puede sentirse estimulado a uno o entrambos delitos por la presencia de un bien trajeado transeúnte a quien le supone dinero con que satisfacer sus deseos de comer, beber y folgar. El estimulo de agredir al transeúnte surge de pronto e irá seguido inmediatamente por la acción, a no ser que tope con un evidente obstáculo físico, como la vista de un policía. La encarnada tentación física levanta la idea de cometer el crimen. El criminal que lo premedita es hombre mucho más evolucionado que el salvaje que, movido por el impulso del momento. lo perpetra cuando no se interpone otra persona física, como. por ejemplo, la fuerza a que teme. Y una vez perpetrado el crimen, es el salvaje incapaz de sonrojo o remordimiento; sólo siente terror. Estas características no han de aplicarse, por supuesto, al criminal inteligente, sino tan sólo a los tipos congénitos brutales y obtusos, o sean los salvajes de tercera o cuarta raza en cuerpo de la quinta. A medida que las verdades de la sabiduría antigua vayan coloreando más intensamente el pensamiento moderno, modificaren, sin remedio, entre otras cosas, el régimen penitenciario. Los criminales a que nos hemos referido, no recibirán castigos brutales, sino que se les sujetará a rigurosa disciplina para, en cuanto sea posible, ayudarlos a progresar más rápidamente que lo hubieran hecho bajo las condiciones de la vida salvaje. Pero si adelantáramos en este orden de consideraciones nos desviaríamos muy allá de nuestro principal estudio, por lo que debemos volver a las actuaciones de la conciencia en el plano astral, según se manifiestan en los animales superiores y en los bajos tipos humanos.

4. ALBOREO DE LA CONCIENCIA EN EL PLANO ASTRAL Hemos visto que el organismo astral precede y modela el sistema nervioso físico; y ahora vamos a considerar cómo influye este sistema en las operaciones de la conciencia. Primeramente hallaremos que la conciencia en el plano astral se percata de los contactos en su envoltura astral, tan vaga e imprecisamente como los minerales, plantas y animales inferiores advierten los contactos en su cuerpo físico. Esta percepción de los contactos astrales precede de mucho a la definida organización de la envoltura astral que, como puente entre la física y la mental, se transforma poco a poco en cuerpo astral o independiente vehículo de conciencia en el plano astral. Según dijimos, la primera muestra de organización de la envoltura astral es la respuesta a los contactos recibidos por conducto del cuerpo físico con cuya evolución se relacionan. Esta organización no tiene nada que ver directamente con la recepción, coordinación y comprensión de los contactos astrales, pero sí interviene en las acciones y relaciones que sobre ellas ejerce el sistema nervioso. La conciencia precede por doquiera al sentido íntimo o auto-conciencia, y la evolución de la conciencia en el plano astral prosigue simultáneamente con la evolución de la autoconciencia (de que luego trataremos) en el plano físico. Los contactos que de su plano recibe la evolución astral producen en ésta oleadas vibratorias de que poco a poco va percatándose la aprisionada conciencia, sin relacionarlas con ninguna causa exterior. Tras los mucho más violentos contactos físicos empieza a moverse a tientas, convirtiendo a ellos toda la atención de que es capaz. Desde luego, que las agregaciones de materia astral relacionadas con el sistema nervioso físico participan de la general conmoción de la envoltura astral cuyas vibraciones se entremezclan con las provenientes del cuerpo físico e influyen asimismo en las que la conciencia transmite a éste por medio de dichas agregaciones. De esta suerte se conectan los contactos astrales con el sistema simpático y contribuyen notablemente a la evolución física. A medida que la conciencia operante en el

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cuerpo físico va percibiendo el mundo externo, los contactos procedentes del plano astral 75 se entremezclan con los dimanantes del plano físico, basta el punto de no distinguirse su origen más que por medio de la clarividencia inferior que precede a la gran evolución de la mente. Mientras el sistema simpático actúa como predominante aparato de conciencia, no distingue ésta si los contactos son de origen astral o físico. Aun los animales superiores, cuyo sistema cerebro-espinal está muy desarrollado, pero en quienes no es todavía, salvo los centros sensorios, el principal mecanismo de conciencia, no aciertan a distinguir entre las visiones, sonidos, etc., astrales y físicos. Un caballo saltará sobre un obstáculo astral como si fuese físico; un gato se restregará contra las patas de una figura astral; un perro ladrará ante otra aparición semejante. En el caballo y en el perro se echan de ver indicios de un embarazoso sentido de distinción, cuando el perro muestra temor y el caballo timidez ante las apariencias astrales. La nerviosidad del caballo 76 se debe principalmente a su confusión y azoramiento en las circunstancias que le rodean, así como su incapacidad en distinguir entre lo que más tarde aprenderá a llamar "realidades objetivas" que puedan dañar su cuerpo y las "ilusiones" o "alucinaciones a través de las cuales pueda pasar incólume. Para él todo es "real" y le alarma la diferencia de aspecto; pero si el caballo es muy inteligente, la nerviosidad suele aumentar, pues su incipiente sentido de diferenciación de los fenómenos que al principio no comprende, acrecienta todavía más su inquietud. El salvaje, cuyo sistema cerebro-espinal es más activo, distingue entre los fenómenos astrales y físicos, aunque aquéllos son para él tan "reales" como éstos y los relaciona con otro mundo al que relega cuanto no se le aparece de un modo normal. No comprende que percibe los fenómenos normales por medio del sistema simpático y no por el cerebro-espinal. Todo consiste en que es consciente de ellos. Los lemurianos y los atlantes primitivos eran más conscientes astral que físicamente. Los contactos astrales que conmovían en ondas la envoltura astral llegaban a los centros simpáticos del cuerpo físico por medio de los centros sensorios del astral y los percibían vividamente. Su conducta estaba dominada por las sensaciones y pasiones más bien que por el intelecto y peculiar aparato de la envoltura astral, el sistema simpático, era a la sazón el predominante mecanismo de la conciencia. Según iba elaborándose el sistema cerebro-espinal y asumía de más en más su peculiar posición de aparato de conciencia en el plano físico, la atención de la conciencia se fijaba mayormente en él mundo físico exterior y su aspecto de actividad, así como la mente concreta, alcanzaba superior preeminencia. El sistema simpático quedaba en función subalterna y sus indicaciones se tenían cada vez en menos, sumergidas en el aluvión de los más groseros y pesados contactos del exterior. De aquí una disminución de conciencia astral y un incremento de inteligencia, aunque en casi todos los movimientos quedaba un vago sentimiento de incomprendidas sensaciones que de cuando en cuando recibían. En el actual estado de evolución se advierte todavía esta forma inferior de clarividencia en seres humanos de muy limitado intelecto, que tienen escasa idea de su racionalidad y muy poca maestría en su ejercicio. Los intentos de acrecentarla pueden producir perturbaciones nerviosas y son contrarios a la ley de evolución, que siempre actúa progresivamente hacia un fin superior y jamás retrocede. Como quiera que no cabe alterar la ley, los esfuerzos por quebrantarla determinan forzosamente perturbaciones y enfermedades. Nosotros no podemos regresar a la condición en que predomina el sistema simpático, excepto a costa de la salud y de la superior evolución intelectual. De aquí el grave riesgo de seguir las indicaciones dadas

75 Estos contactos se clasifican de conformidad con los cinco sentidos, lo mismo que sucede con los contactos físicos. 76 No obstante esta nerviosidad se les adiestra para arrostrar los peligros de la guerra: y las yeguas árabes aprenden a recocer y transportar ni jinete caído entre los fragores del combate.

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en nuestros tiempos sin ton ni son a la publicidad y de meditar sobre el plexo solar y otros centros simpáticos. Estas prácticas, unas cuantas de las cuales han llegado a Occidente, están sistematizadas en el Yoga hâtha de la India, y por su medio cabe gobernar los miembros de movimiento reflejo. basta el punto de invertir la acción peristáltica, suspender los latidos del corazón, vomitar a voluntad, con otros resultados de índole semejante, que es preciso emplear mucho tiempo y sufrir graves trastornos antes de lograrlos, para en último término restituir al dominio de la voluntad músculos que desde largo tiempo había transmitido ésta al del sistema simpático. Como quiera que esta transferencia se efectuó por medio de un gradual abandono de la atención, forzoso es concentrarla en los órganos que se intente dominar. Estas prácticas alucinan al ignorante que las disputa por pruebas de grandeza espiritual, y así las adoptan los que ansiosos de poder no son capaces de obtenerlo por más legítimos medios. También conviene advertir que constituyen la más fácil modalidad del yoga hâtha, y por su sencillo ejercicio no ocasionan tanto sufrimiento como el de tener extendido un brazo hasta que se seque o acostarse en un lecho de espigones. Cuando el sistema cerebro-espinal queda temporáneamente en suspenso, se dejan sentir en la conciencia los impulsos de la envoltura astral a través del sistema simpático. De aquí la lucidez en el éxtasis, autoinducido y sugerido, la posibilidad de leer en el plano astral por medio de cristales, y otros fenómenos por el estilo. La parcial o completa suspensión de la actividad de la conciencia en el vehículo superior, convierte su atención hacia el inferior. Conviene añadir para no caer en falacia, que la clarividencia superior sigue y no precede al incremento de la mente, ni puede aparecer hasta que la organización del cuerpo astral, en distinción de la envoltura o cáscara astral, haya adelantado considerablemente. Una vez conseguido este adelanto por operación del intelecto y perfeccionamientos del físico aparato intelectual, los verdaderos centros astrales va mencionados, estos son, los chakras o ruedas, evolucionan más allá de su torbellineante aspecto y se plasman en sentidos y órganos astrales, bajo la directora influencia del plano mental, como los centros cerebrales lo fueron por la del astral. La conciencia opera entonces en el plano mental y construye su astral mecanismo, de la propia suerte que antes actuaba en el plano astral y construía su mecanismo físico. Pero ahora actúa con mayor poderío y comprensión, por haber educido algunas de sus potencias. Además, desde los centros en el cuerpo físico para que actúen como aparato del plano físico y transmitan a la conciencia cerebral las vibraciones de los planos superiores. A medida que estos centros se vivifican, el conocimiento se "transporta", es decir, queda capacitado para el uso de la conciencia operante en el sistema nervioso físico. En esto consiste, según dijimos, la clarividencia superior, el inteligente y autónomo ejercicio de los poderes de la conciencia en el cuerpo astral. Durante esta ascensión, despiertan en el plano físico los poderes de la conciencia y separadamente en los planos astral y mental, cuyas respectivas cáscaras o envolturas han de estar sumamente evolucionadas antes de que puedan constituir un cuerpo sutil capaz de actuar independientemente en sus planos y construirse los aparatos necesarios para el ejercicio de estos poderes superiores en el mundo físico. Y aun entonces, cuando el aparato esté dispuesto, construido por pensamientos y deseos puros, debe quedar vivificado en el plano físico por el fuego de Kundalini, levantado y dirigido por la conciencia operante en el cerebro físico.

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CAPITULO IX CONCIENCIA Y AUTOCONCIENCIA

1. CONCIENCIA Durante un inmenso período de tiempo 77 la envoltura astral estuvo subordinada, según hemos visto, a la tísica en lo referente a las operaciones de la conciencia. Vamos a señalar ahora el desenvolvimiento de la conciencia, de la vida que llega a percatarse de lo que la rodea. Aunque el sistema nervioso tiene su origen formativo en el plano astral, también contribuye a formarlo la expresión de la conciencia y su efectiva actividad en el plano físico, en donde primeramente aparece la autoconciencia. Cuando las vibraciones del mundo exterior afectan la envoltura física del infantil Yo, del Jivâtmâ o rayo de la mónada, provocan al principio en él estremecimientos responsivos a manera de incipiente conciencia íntima o sea el sentimiento de que el Yo no relaciona con ningún objeto externo, aunque está determinado por contactos exteriores. Externamente a la película del Yo, cubierta por cáscaras de materia densa, ocurren cambios que afectan a la película y determinan un acto de conciencia, esto es, la conciencia del cambio o alteración ocurrida en el exterior. Puede ser ésta una atracción ejercida sobre las cáscaras o envolturas por un objeto externo cuya influencia alcance a la película del Yo y levante en ella una ligera expansión que se transmita a las cáscaras y de éstas Lacia el objeto atrayente Esta expansión altera las condiciones y promueve un sentimiento, es decir, un acto, de conciencia. Pero también puede ser una repulsión ejercida asimismo por un objeto exterior contra las envolturas, que alcance a la película del Yo y ocasione en ella un leve reestremecimiento seguido de otros en las envolturas en esquivación del repelente objeto. Este reestremecimiento es asimismo un cambio de condición que provoca el correspondiente cambio en la conciencia. Al examinar las condiciones de las envolturas bajo una atracción o repulsión, vemos que son enteramente distintas. Cuando el contacto de un objeto externo levanta una vibración rítmica en estas envolturas, esto es. cuando sus materiales se ordenan en ondulantes líneas regulares de rarefacción y densificación, este ordenamiento permite entre los dos objetos puestos en contacto un intercambio de vida cuya- plenitud depende de la correspondencia entre las densificaciones y rarefacciones de ambos objetos. Este intercambio, esta parcial unión de dos vidas separadas, por medio de las separadas envolturas de materia es placer ; y la recíproca efusión de ambas vidas es "atracción". Tal es la esencia del placer por muchas complicaciones que alcance; es un sentimiento de explayada, dilatada y efusiva vida. Cuando más dilatado está un ser, tanto mayor placer experimenta en explayarse, dilatarse y efundirse en otro ser, y cada uno de los seres así unidos acrecienta el poder efusivo por su unión con otros. Como quiera que las vibraciones rítmicas y las proporcionales rarefacciones y densificaciones posibilita este cambio de vida, dícese con verdad que "las vibraciones armónicas son agradables". Cuando, por el contrario, el contacto de un objeto externo levanta en las envolturas vibraciones confusamente entremezcladas, o sea cuando la materia está desordenadamente dispuesta y se mueve en contrapuestas direcciones, con entrechoque de sus elementos, el Yo queda preso, aislado y sus normales radiaciones interceptadas y aún retraídas en sí mismas. Este quebranto de la acción normal se llama "dolor", de intensidad proporcional a la energía del retraimiento, cuyo resultado es "repulsión". También en este caso. cuanto más evolucionado está un ser, mayor dolor le causa la violenta inversión de su normal actividad y más vivo es el sentimiento de fracaso que acompaña a la inversión. De aquí asimismo que "sean penosas las vibraciones inarmónicas". Conviene advertir que esto es propio de todas las envolturas, aunque la astral se considere como peculiar recipiente de las sensaciones llamadas más tarde placenteras o dolorosas, pues en el transcurso de la evolución, las funciones vitales

77 Comprende este período las últimas evoluciones vegetal y animal y la humana hasta el punto presente.

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de orden genérico se van especializando hasta tener un órgano para su normal ejercicio. Es evidente la necesidad de que el cuerpo astral sea primordialmente susceptible de placer y dolor, desde el momento en que es el vehículo de deseos. Pero volvamos de esta digresión sobre el estado de las envolturas, al origen germinal de la conciencia y veremos que todavía no "percibe" los objetos externos en el ordinario sentido de la palabra percepción. Aún no se da cuenta la conciencia de lo exterior ni de lo interior; nada sabe del objeto y del sujeto. El germen divino comienza a ser consciente por el cambio de condiciones, por el movimiento de sus envolturas, de suerte que sólo en el cambio y por el cambio se dilata y contrae la conciencia, y esto es para el separado germen divino el nacimiento de la conciencia. Nace del cambio y del movimiento; y doquiera y cuandoquiera ocurre el primer cambio, entonces nace la conciencia del separado germen divino. El revestimiento de este germen con sucesivas envolturas de materia en los correspondientes planos promueve en el interior del germen los primeros cambios, cuya vaguedad los equipara a vagidos de conciencia, y nadie sería capaz de contar los siglos que transcurren antes de que estos cambios sean más definidos y las envolturas queden más precisamente modeladas por los incesantes contactos exteriores y los consiguientes estremecimientos responsivos del interior. En esta etapa de la evolución, el grado de conciencia no va más allá de un "sentimiento", que poco a poco se define en dos fases: placer, por expansión; dolor, por contracción. Advirtamos que este primario estado de conciencia no manifiesta, ni aún embrionariamente, los consabidos aspectos de Voluntad, Sabiduría y Actividad, a los que precede la "sensación", correspondiente por entonces a la totalidad de la conciencia, aunque en ulteriores etapas de la evolución se relaciona con el aspecto Voluntad-Deseo hasta el punto de identificarse casi enteramente con él. En plural, es decir, como "sensaciones" pertenecen a dicho aspecto, que es el primero que aparece como diferenciación de la conciencia. A medida que los aspectos de placer y dolor se establecen más definidamente en la conciencia, dan lugar a los tres aspectos, pues al extinguirse el placer, persiste en la conciencia, cómo continuidad de la atracción, un recuerdo que se transmuta en vago y palpeante movimiento hacia ella, demasiado indefinido para llamarlo esfuerzo, que incita a mantener y retener la sensación placentera. Análogamente, al extinguirse el dolor, queda como continuidad de la repulsión un recuerdo que se convierte en vago movimiento de repugnancia. Así la memoria del placer y del dolor pasados es germen del aspecto Pensamiento; el ansia de experimentar de nuevo el placer o rehuir el dolor es germen del aspecto Deseo; y el movimiento estimulado por la memoria y el ansia es germen del aspecto Actividad. De esta suerte, la conciencia, originariamente totalizada por el Sentimiento, se diferencia en sus tres aspectos; repitiéndose en ella mínimamente el proceso cósmico en que la Divinidad trina surge de la Existencia una. Aquí, lo mismo que siempre, tiene aplicación el aforismo hermético: "Como es arriba, así abajo".

2. AUTOCONCIENCIA Así germinado el deseo se inclina al placer, aunque todavía no a los objetos placenteros, pues la conciencia aún está recluida t-n su propio reino y sólo percibe lo interno, sólo se da cuenta de los cambios ocurridos en el interior. Aún no ha puesto la atención en lo exterior ni sabe que haya mundo externo. Entretanto, este mundo externo martillea continuamente sus vehículos, y más vehementemente el físico, por la mayor facilidad exterior atraen hacia este lado a la conciencia de afectarlo desde fuera que desde dentro. Gradualmente, los continuos y violentos choques del exterior atraen hacia este lado a la conciencia y comienza a percatarse de que la irregularidad, pertinacia e inexplicables apariciones y desapariciones de dichos choques, desproporcionados a la lentitud e inseguridad de sus movimientos, están en oposición a su vago sentimiento de regularidad, continuidad y persistencia entre los lentos cambios que se suceden

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en aquel interior que todavía no es el sí mismo para la conciencia. Tiene tan sólo el sentido de diferenciación transmutado en el sentimiento de aquella batahola de cambios, en el sentimiento de un "interior" y un "exterior", o por mejor decir, de un "exterior" y un "interior", puesto que la percusión externa despierta en la conciencia la diferenciación entre el "fuera" y el "dentro' . El sentimiento de lo "exterior" aparece primero, aunque sólo sea por una fracción de tiempo, porque de su reconocimiento deriva necesariamente el reconocimiento del "interior". Mientras no hay otra cosa para la conciencia no es posible hablar de lo "interior", pues todavía no existe diferenciación; pero cuando el "exterior" golpea la conciencia, surge lo interior" como su inevitable opuesto. Este sentimiento de lo "exterior" surge por necesidad en el cuerpo físico, como punto de contacto entre la permanente conciencia y la cambiante batahola, hasta llegar poco a poco a la percepción de otros y por consiguiente a la de sí misma

o del Yo en oposición a los otros". Entonces se percata la conciencia de las cosas exteriores en vez de percibir tan sólo los cambios y conoce que los cambios están en sí misma y que las cosas están fuera de sí misma. Ha nacido la auto-conciencia. Muy complicado es el proceso de la percepción objetiva. Conviene recordar que los objetos afectan de muchas maneras al cuerpo, que reciben algunas de sus vibraciones por los órganos especializados para recibirlas. Ojos, oídos, nariz, lengua y epidermis reciben diversidad de ondas vibratorias a que responden análogamente determinadas células de los órganos afectados. Las ondas levantadas pasan a los centros sensorios del cerebro y de aquí a los centros de conocimiento de la envoltura astral, donde los cambios de conciencia toman el lugar que les corresponde (según explicamos en el capítulo II) y en sensaciones de color, forma, sonido, olor, sabor, etc., se transfieren separadamente a la conciencia operante en la envoltura mental, que las resume en una sola imagen del objeto percibido. Esta fusión de varias corrientes en una sola, esta confluencia de sensaciones en un solo caudal es la característica de la mente, por lo que la psicología índica llama a la mente "el sexto sentido" 78 Si relacionamos con la mente los cinco órganos de acción, veremos invertido el procedimiento. La mente representa en conjunto determinado acto y establece en la envoltura mental el correspondiente juego de vibraciones reproducidas en los sentidos motores de la envoltura astral, que las disocian en sus partes constituyentes y las acompañan de vibraciones de materia de los centros motores, que a su vez se repiten en los del cerebro como separadas ondas que los nervios distribuyen a los diversos músculos que han de cooperar a la acción. Adviértase, que en este doble sistema, la mente es el onceno sentido, según la frase "los diez sentidos y uno". 3. LO REAL Y LO IRREAL A la transmutación de conciencia en autoconciencia acompaña el reconocimiento de una distinción que más tarde llega a diferenciar lo objetivo o real (en el sentido que los occidentales dan a esta palabra) de lo real o imaginario. Para el pez-jalea, la anémona de mar y la hidra, la luz del sol, el oreo del viento, las olas y corrientes, la arena y los alimentos que afectan la periferia de sus tentáculos no son "reales", sino que tan sólo registran cambios de conciencia, lo mismo que para el cuerpo humano del niño. He dicho registrar y no reconocer, porque en tan inferiores estados de evolución no son posibles la observación, el análisis y el juicio. Estos seres no tienen todavía suficiente conciencia de "otros" para ser conscientes de "sí mismos", y sienten los cambios, como si tan sólo ocurrieran dentro del círculo de su mal definida conciencia. El mundo externo crece en "realidad" a medida que la conciencia se va separando de él y se da cuenta de su propia separación, transmutándose de un vago "soy" en un definido "Yo soy".

78 Una porción de Mi ser se transforma, en el mundo de vida, en un Espíritu inmortal y atrae por entero a la mente y demás sentidos. Bhagavad Gita, XV-7.

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Según esta autoconciencia o egoidad acrecienta gradualmente el sentimiento de separación y distingue entre los cambios de su interior y el contacto de objetos exteriores, se coloca en disposición de pasar a la inmediata etapa en que relacione los cambios interiores con los variantes contactos del exterior. Entonces, el deseo de placer se muda en definido deseo de objetos placenteros, seguido por pensamientos a propósito para alcanzarlos, que determinan esfuerzos para poseerlos cuando están a la vista y buscarlos cuando no están a mano, con la consiguiente evolución gradual del vehículo exterior en un cuerpo debidamente organizado para el movimiento, persecución y captura del objeto apetecido. El deseo de lo que no se tiene, se busca y el éxito o fracaso en ella, todo imprime en la evolucionante conciencia la diferencia entre sus deseos y pensamientos (de que siempre es o puede ser consciente) y los objetos externos que van y vienen sin relación con ella, desconcertante inadecuados a sus sentimientos que distingue como "reales" , con existencia propia que ella no puede sojuzgar y que la afectan sin miramiento a sus gustos o repugnancias. Este sentimiento de "realidad" se establece primeramente en el mundo físico, por ser en el que la conciencia reconoce antes los contactos entre los "otros" y el "Yo". La autoconciencia empieza su evolución en el cuerpo físico y por medio de él tiene su centro capital en el cerebro. En el presente estado de evolución, el hombre normal se identifica todavía con este centro cerebral de autoconciencia de vigilia o sea la operante en el sistema cerebro-espinal, que reconoce su egoidad distinta y consecutivamente tan sólo en el plano físico, esto es, en estado de vigilia. En este plano es definidamente auto-consciente y distingue sin vacilar entre sí mismo y el mundo exterior, entre sus pensamientos y las apariencias externas. De aquí que en el plano físico y tan sólo en este plano, los objetos externos sean para él "reales" , "objetivos" "extraños a sí mismo". En los planos astral y mental, el hombre normal es consciente, pero no auto-consciente. Reconoce los cambios operados en su interior; pero no distingue todavía entre los iniciados por él mismo y los producidos por contactos exteriores en sus vehículos astral y mental. Para él todos son cambios interiores. De aquí que el hombre ordinario llame "irreales", "subjetivos'

o "internos" a los fenómenos de conciencia ocurridos en los planos suprafísicos (en donde todavía no está definidamente establecida la conciencia) tal como el pez-jalea. si filosofara, designaría los fenómenos del plano físico. Considera el hombre ordinario los fenómenos astrales y mentales como resultado de su "imaginación", es decir, como formas por él creadas y no como efecto de los contactos recibidos en sus vehículos astral y mental de los mundos exteriores, más sutiles pero tan "reales y "objetivos" como el externo mundo físico. Consiste esto en que todavía no está suficientemente evolucionado para alcanzar la autoconciencia en dichos planos y objetivar en ellos, donde por ahora sólo es capaz de sentir los cambios de conciencia; siendo los mundos externos astral y mental simplemente el campo de sus deseos y pensamientos. Es verdaderamente un niño en los planos astral y mental. 61

CAPÍTULO X ESTADOS HUMANOS DE CONCIENCIA 79

1. LA SUBCONCIENCIA Hemos advertido ya que algunas actividades de conciencia, un tiempo deliberadas, se transmutaron en automáticas y descendieron gradualmente más abajo del "dintel de la conciencia". Las funciones que mantienen la vida del cuerpo, como la circulación de la sangre, digestión de los alimentos, etc., han descendido a un nivel en que la conciencia no tija su atención; pero hay además innumerables fenómenos no relacionados directamente con el mantenimiento de la vida corporal, que también pertenecen a esta sombría región. El sistema simpático es un almacén de huellas dejadas por lejanísimos acontecimientos no pertenecientes del todo a nuestra vida actual, pero que ocurrieron hace centenares de siglos en pretéritas vidas, cuando el Jivâtmâ, nuestro Yo, moraba en salvajes cuerpos humanos y aun en formas animales. Muchos terrores inmotivados, muchos pánicos nocturnos, muchos arrebatos de cólera, muchos impulsos de crueldad, muchos arranques de pasional venganza irrumpen de las profundidades de este mar tenebroso de la subconciencia, que ruge en nuestro interior ocultando más de un naufragio, más de un esqueleto de nuestro pasado. Transmitida por la conciencia astral de entonces a su instrumento físico para ponerla en acción, la siempre sensitiva placa del átomo permanente fotografió estas huellas, registrándolas vida tras vida en las reconditeces del sistema nervioso. La conciencia está desprevenida, y ya porque nos conmuevan violentas vibraciones ajenas, ya porque algún suceso reproduzca las circunstancias en que se levantaron, de un modo u otro despiertan las adormecidas posibilidades y surgiendo a la luz del día sobreviene la por largo tiempo sepultada pasión. También allí se ocultan los instintos que suelen sobreponerse a la razón y fueron en otra época esfuerzos para conservar la vida o resultado de las pruebas en que pereció nuestro cuerpo de entonces y que el alma registró para futura advertencia. Instintos de amor al sexo opuesto provenientes de innumerables cópulas. Instintos de amor paterno y maternal alimentados durante muchas generaciones. Instintos de propia defensa desarrollados en incontables batallas. Instintos de medro ilícito, resultantes de un sinnúmero de estafas e intrigas. Y así mismo acechan allí muchas vibraciones pertenecientes a sucesos, sentimientos, deseos y pensamientos de nuestra vida presente ya pasados y en olvido, pero que cercanos a la superficie están prontos a la evocación. Faltaría tiempo para enumerar el contenido en este relicario de un pasado inmemorial, con huesos propios tan sólo para la urna cineraria, acompañados de interesantes fragmentos de primitivos días y herramientas todavía útiles para nuestras presentes necesidades. Sobre la tapa del relicario están escritas las palabras: Fragmentos del pasado. Porque la subconciencia pertenece al pasado, como la conciencia al presente y la súper-conciencia al porvenir. Otra parte de nuestra subconciencia está constituida por el contenido de todas las conciencias que nuestros cuerpos utilizan por campos de evolución, tales como los átomos, moléculas y células de diversos grados. Algunos de los extraños espectros y tenues figuras que surgen de nuestra subconciencia no nos pertenecen en modo alguno, sino que son los débiles tanteos, vanos temores y graciosas falacias de unidades de conciencia muy inferiores a nosotros en evolución, que son nuestros huéspedes y moran en nuestro cuerpo como en una posada. En esta parte de la subconciencia entablan lucha los microbios contra los leucocitos de nuestra sangre, sin que influyan en nuestra conciencia más que cuando el resultado de la lucha se manifiesta en enfermedad. Así tenemos que la subconciencia humana operante en el plano físico se compone de muy diversos elementos, que es necesario analizar y comprender a fin de distinguir su actuación de

79 En las conferencias publicadas por la autora sobre La Teosofía y la Psicología moderna encontrará el lector muchas ideas acerca de estos estados.

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la súper-conciencia, que se parece a los instintos en su repentina irrupción en la conciencia, pero que difiere enteramente de ellos en su naturaleza y lugar de evolución, pues pertenece al porvenir. así como los instintos pertenecen al pasado. La diferencia entre los instintos subconscientes y la súper-conciencia es análoga a la entre los vestigios de atrofiados órganos que recuerdan la historia del pasado y los rudimentos de germinantes órganos que indican el progreso futuro. También hemos visto que la conciencia operante en el plano astral construyó y está construyendo todavía el sistema nervioso como su peculiar instrumento en el plano físico; pero esto tampoco forma parte de la que llamamos conciencia normal de vigilia en el presente estado de evolución. En el hombre ordinario, la conciencia operante en el plano mental está ahora construyendo y organizando el cuerpo astral como su futuro instrumento en el plano astral: pero tampoco esto forma parte de la conciencia vigílica. ¿Cuál es, entonces, la humana conciencia vigílica?

2. LA CONCIENCIA VIGÍLICA Llámase conciencia vigílica a la que actúa en los planos astral y mental valiéndose como vehículo de la materia de ambos planos y aposentada auto-conscientemente 80 en el cerebro físico que con el sistema nervioso le sirve de instrumento para querer, conocer y actuar en el plano físico. En la conciencia vigílica siempre está el cerebro activo y vibrante; su actividad puede estimularse como órgano transmisor de las percepciones externas a través de los sentidos o también por medio de la conciencia desde los planos superiores; pero esta incesantemente activo y respondiente a lo exterior e interior. En el hombre ordinario, el cerebro es el único sitio en donde la conciencia se ha definidlo en autoconciencia; el único sitio en que se siente a sí misma como "Yo" y afirma su separada e individual unidad. En todo el resto de sus vehículos la conciencia todavía tantea vagamente, y aunque responde a los contactos externos no los define, pues si bien es consciente de los cambios ocurridos en sus propias condiciones, no lo es aún de "otros" ni de "sí misma". En los individuos más adelantados de la familia humana es muy fecunda y activa la conciencia operante en los planos astral y mental; pero su atención no se ha convertido aún hacia los mundos astral y mental en que vive, y sus actividades tienen externa expresión en el plano físico, en el que fija toda su atención y en el que derrama cuanto cabe de las superiores operaciones. Periódicamente, los enérgicos contactos dimanantes de los planos astral o mental promueven tan violentas vibraciones, que una oleada de pensamiento o emoción sobrecoge a la conciencia vigílica y tan vehementemente la conmueve, que sus normales actividades se eclipsan y entre funden, y el hombre comete actos no dirigidos ni gobernados, por la autoconciencia. Ya trataremos de esto más extensamente al estudiar la conciencia suprafísica. Por lo tanto, podemos definir la conciencia vigílica diciendo que es aquella parte de la conciencia total que funciona autárquicamente en el cerebro y sistema nervioso. Cabe simbolizar la conciencia como una potente luz que brilla a través de un globo de cristal adherido al techo de un aposento cuyo suelo alumbra, mientras que el mismo toco ilumina sin pantalla la parte superior de la estancia y esparce libremente sus rayos en todas direcciones. Así la conciencia es como un gran huevo de luz uno de cuyos extremos está adherido al cerebro, y este extremo es la conciencia vigílica. Cuando la conciencia se. transmuta en autoconciencia en el plano astral y el cerebro se desarrolla lo suficientemente para responder a sus vibraciones, la conciencia astral forma parte de la vigílica. Todavía más tarde, cuando la conciencia se eleva a autoconciencia en el plano mental y el cerebro es capaz de responder a

80 Véanse los párrafos 1 y 2 del capitulo IX para fijar la distinción entre conciencia y autoconciencia. Véase asimismo el párrafo 3 del capitulo VI para la definición de la conciencia física, que no debe confundirse con la conciencia vigílica.

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sus vibraciones, la conciencia mental queda incluida en la vigílica. Y así sucesivamente, hasta que toda la conciencia en nuestros cinco planos se convierta en conciencia vigílica. Este explaye y ampliación de la conciencia vigílica va acompañada del desarrollo de los átomos del cerebro, del de ciertos órganos del mismo y del de las conexiones entre las células, porque para la adición de la autoconciencia astral es preciso que el cuerpo pituitario se desenvuelva más allá de su actual condición y se perfeccione el cuarto juego de espirillas en los átomos, así como para la adición de la autoconciencia mental es preciso que se vuelva activa la glándula pineal y se ponga en orden de actuación el quinto juego de espirillas. Mientras no se realicen estos perfeccionamientos físicos, la autoconciencia podrá evolucionar en los planos astral y mental, pero quedará en estado de súper-conciencia y sus operaciones no tendrán expresión por medio del cerebro ni formará parte de la conciencia vigílica. Mientras el hombre dispone de cuerpo físico, la conciencia vigílica está limitada y condicionada por el cerebro, y cualquier lesión o trastorno de este órgano interceptará sus manifestaciones. Así tenemos que, por muy evolucionada que esté la conciencia de un hombre, limítala el cerebro en cuanto a sus manifestaciones en el plano físico, por lo que si el cerebro adolece de mala conformación o deficiente desarrollo, será pobre y mezquina la conciencia vigílica. Con la pérdida del cuerpo físico cambian las relaciones de la conciencia vigílica, y cuanto queda dicho de las circunstancias físicas puede aplicarse a las astrales. Por lo tanto, cabe ampliar la primera definición de la conciencia vigílica, diciendo que es la parte de la conciencia total que actúa por medio de su más externo vehículo, es decir, que se manifiesta en el plano inferior de los relacionados con la conciencia total. En las primeras etapas de la evolución humana es muy poco activa la conciencia en los vehículos internos, excepto cuando recibe estímulos del exterior; pero a medida que la auto- conciencia se vivifica en el plano físico, enriquece con creciente rapidez los vehículos internos, sobre los que al actuar la conciencia evoluciona prontamente hasta que sus internas potencias sobrepujan de mucho las posibilidades de su manifestación por medio del cerebro, que así resulta limitación y obstáculo en vez de incitante y estímulo. Entonces, la presión de la conciencia sobre su instrumento físico suele ocasionar graves peligros y provoca una distensión nerviosa que compromete el equilibrio del cerebro, incapaz de adaptarse con suficiente rapidez a las poderosas ondas que lo baten. De aquí la verdad del aforismo según el cual está el genio muy cercano a la locura. El genio sólo puede manifestarse en el plano físico por medio de un potente cerebro de finísima organización; pero precisamente un cerebro de esta índole está más expuesto a desequilibrarse por las violentas oleadas del genio y caer en locura, que no es ni más ni menos que la incapacidad del cerebro para responder regularmente a las vibraciones. Hay otras modalidades de enajenación mental debidas a deficiencias o detenciones del desarrollo u organización cerebral, que nada tienen de común con el genio; pero muy significativo es que un cerebro en vías de normal evolución, que con nuevas, delicadas y armónicas combinaciones enriquece la expresión de la conciencia en el plano físico, esté más expuesto que otro alguno a inutilizarse por el desquiciamiento de alguna parte de su mecanismo no suficientemente vigorosa para resistir violentos esfuerzos. Volveremos sobre este punto al tratar de la conciencia suprafísica.

3. CONCIENCIA SUPRAFÍSICA Los psicólogos occidentales se han dedicado últimamente al estudio de estados de conciencia distintos de la vigílica, designándolos con los diversos nombres de "anormal", "subconsciente", "inconsciente" y "dormida". Esta última denominación proviene de que el sueño es la más universalmente reconocida forma de conciencia distinta de la vigílica. Al principio se inclinaron los psicólogos a considerar estos estados como dimanantes de

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perturbaciones cerebrales; pero los más estudiosos han trascendido tan mezquino concepto y empiezan a observarlos como definidas manifestaciones de la conciencia en circunstancias todavía ignoradas, pero que no han de ser necesariamente perturbantes. Algunos admiten sin reparo "una conciencia más amplia" de la que tan sólo una parte puede manifestarse por medio del cerebro, según está hoy desarrollado. En Oriente se han considerado desde hace largos siglos, superiores al vigílico estos estados de conciencia, es decir, como una conciencia que libre de las estrechas limitaciones del cerebro físico actúa en un medio más sutil, plástico y adecuado. El sueño se diputó por una fase de esta actividad súper-física en relación con los mundos superiores, y se han señalado medios para despertar la autoconciencia en el mundo del ensueño, de modo que, libertándose a voluntad del cuerpo físico, actúe en sus vehículos superiores con clara y definida visión, en vez de responder vaga y confusamente a los contactos de los mundos superiores durante el sueño fisiológico. Para ello es previamente necesario que la autoconciencia se substraiga al cuerpo físico y opere activamente en el plano astral, pues hasta que no se reconozca fuera del cuerpo denso, no le será posible discernir en el ensueño las experiencias extra-físicas del caótico cúmulo de experiencias físicas que con ellas se entremezclan en el cerebro. Así como el agua clara se encenaga al verterla en un cubo cenagoso, así mismo se confunden, contaminan y desnaturalizan las experiencias astrales vertidas en un cerebro repleto de residuos de pasados acontecimientos físicos. 81 De aquí que la psicología oriental buscara los métodos de substraer la autoconciencia a su vehículo físico; e interesa advertir que aunque estos métodos difieran enteramente de los seguidos en Occidente para intensificar la conciencia, reducen el cuerpo físico al mismo estado de quietismo en que lo sumen los métodos fisiológicos empleados por los psicólogos occidentales que estudian los estados de condénela distintos del vigílico. La súper-conciencia abarca el conjunto de la conciencia superior a la vigílica, es decir, todo cuanto de los planos superiores no se manifiesta en el físico como autoconciencia operante por medio del cerebro. Así es mucha su complejidad y abarca gran número de fenómenos. El ensueño, según ya hemos dicho, pertenece a la conciencia superior, así como las operaciones de la conciencia astral en sus modalidades de presagios, advertencias, avisos, visiones de sucesos distantes en espacio o lejanos en tiempo, vagos toques de otros mundos, repentinas intuiciones respecto al carácter o a los acontecimientos. Igualmente pertenecen a la conciencia superior las operaciones de la conciencia mental en sus dos grados, que aparecen en forma de intuitiva percepción de verdades, súbitas de suprema belleza artística, enlace de causas y efectos, etc. Estas interrupciones de la súper-conciencia en el plano físico son inesperadas, convincentes, imperiosas, sin causa notoria ni relación directa con la conciencia vigílica a la que se sobreponen sin justificación de su autoridad. Para que la súper-conciencia se manifieste en el plano físico es necesario, durante las primeras etapas, reducir el cerebro a la inacción y suspender el funcionamiento de los sentidos, de suerte que no respondan al contacto físico hasta que, expulsada la conciencia del cuerpo denso, quede éste cataléptico. La catalepsia del cuerpo corresponde al estado estático de conciencia, o sea el mismo ensueño artificial o normalmente provocado por medios hipnóticos, farmacéuticos, etc., cuyo resultado es el mismo por lo que se refiere al cuerpo físico; pero no en los otros planos, donde depende por completo de la evolución de la conciencia en ellos. Así es que el hombre adelantadamente evolucionado no ha de consentir el empleo de medios hipnóticos o farmacéuticos, salvo en circunstancias excepcionales, como la anestesia en las operaciones quirúrgicas. También puede producirse el éxtasis por acción dimanante de los planos superiores, como la intensa concentración del pensamiento o la absorta contemplación de un objeto devocional. que son los medios empleados desde el tiempo inmemorial por los yoguis rajas de Oriente y

81 El estudiante hará bien en leer atentamente el útil tratado sobre Los Sueños de Leadbeater.

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los .místicos de Occidente. Sin embargo, el éxtasis así producido no se distingue, por lo que respecta al cuerpo físico, del provocado artificialmente en la Salpetrière y otros establecimientos médicos de su índole. También los yoguis hathas logran cataleptizar el cuerpo físico por medios que tienen mucho de artificiales, como fijar la vista en una mota negra sobre fondo blanco, clavar los ojos en la punta de la nariz y otras prácticas semejantes. Pero si la catalepsia en el cuerpo es la misma en el hipnotizado y en el yogui, el éxtasis o condiciones suprafísicas de conciencia difieren profundamente en ambos. Blavatsky ha señalado con mucho acierto esta diferencia, diciendo:

En estado de éxtasis, el aura cambia completamente y no se distinguen en ella loa siete colores del espectro. Durante el sueño tampoco se observa la presencia de todos los colores, y difícil o engañosamente se distinguen los correspondientes a los elementos espirituales del hombre, o sean amarillo = Buddhi; añil = Manas superior; y azul = Envoltura áurica. El hombre espiritual queda libre durante el sueno; y aunque su memoria física no pueda recordarlo, vive revestido de su esencia suprema en reinos de otros planos, en las regiones de lo real, pero que llamamos sueño en nuestro plano de ilusión. Además, un clarividente experto que tuviera ocasión de observar a la par un yogui en éxtasis y un sujeto hipnotizado, aprendería una provechosa lección de ocultismo al advertir la diferencia entre el éxtasis determinado por voluntad propia y el estado hipnótico resultante de extrañas influencias. En el yogui desaparecen enteramente los principios de cuaternario interior y no se ven los colores rojo. verde, rojo-violado ni azul, pues apenas se notan vibraciones del dorado matiz de Prana y sí una llama violada con vetas de oro que parece arder en el punto correspondiente al tercer ojo. Si el estudiante recuerda que el ultraviolado del espectro es un color simple con vibraciones siete veces más rápidas que las del rojo y que el matiz dorado es la esencia de los tres matices amarillos (anaranjado-roto, amarillo anaranjado y amarillo) comprenderá que el yoguí vive en un cuerpo áurico convertido en vehículo de Buddhi-Manas. Por el contrario, en un sujeto artificiosamente hipnotizado por efecto de magia negra consciente o inconsciente (a menos que lo produzca un elevado Adepto) se observarán todos los principios: el Manas superior, paralizado; el Buddhi, separado del Manas a causa de esta parálisis y el rojo-violado cuerpo astral enteramente sometido al Manas interior y al Kâmarupa. 82

Esta diferencia en el aspecto de la persona extática, vista por clarividencia, se relaciona con otra diferencia importantísima en el posterior resultado del éxtasis. El yogui que deja el cuerpo, conserva al dejarlo su plena autoconciencia, visita los mundos superiores en plena posesión de sus facultades y al restituirse al cuerpo denso imprime en su desarrollado cerebro la memoria de sus experiencias. El hombre poco evolucionado pierde la conciencia al extasiarse, pues como no ha llegado al punto de auto-conciencia en los planos superiores, no percibe nada de ellos, y tan dormido está allí como su cuerpo en el plano físico, por lo que al volver en sí no recuerda nada de cuanto le ha ocurrido. Pero si el sujeto está medianamente evolucionado, como lo están la mayor parte de las gentes en la actual etapa de evolución, para ser auto-consciente en el plano astral, puede responder a lo que otros le pregunten mientras le dure el éxtasis; porque si este estado se provoca artificiosamente, el cerebro se desvía de la normal acción y reacción entre sí mismo y su alrededor, para convertirse en instrumento, aunque inadecuado, de la conciencia suprafísica. Aislado de su ambiente físico e incapaz entonces de responder a los acostumbrados estímulos

82 La Doctrina Secreta, III-417. (Edición española 1941).

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externos, se separa de sus inferiores relaciones mientras permanece unido a las superiores y continúa respondiendo a los contactos de lo alto mucho más eficazmente, puesto que ninguna de sus energías actúa en el plano físico. Tal es la esencia del estado extático. En la forzada obturación de los canales de los sentidos, a través de los que sus fuerzas se explayaban por el mundo exterior, quedan estas fuerzas al servicio de la conciencia suprafisica. En el silencio de esta manera impuesto en el plano físico, se hacen oír las voces de los otros planos. En el éxtasis hipnótico se advierte una avivación de las facultades mentales; la memoria abarca una mucho más extensa área, porque los débiles toques dejados por lejanos sucesos son perceptibles al aminorarse temporáneamente las robustas pulsaciones de los más recientes. Durante el éxtasis se recuerdan personas olvidadas en estado de vigilia; reverdecen en los labios idiomas aprendidos en la niñez y olvidados desde entonces y resurgen frívolos acontecimientos del pasado. Algunas veces las fuerzas perceptivas se extienden a mayor área y se ven lejanas escenas, se oyen voces distantes y la visión atraviesa los obstáculos físicos. También se vislumbra de cuando en cuando algo de otros planos, entremezclado con formas de pensamiento de las horas de vigilia. Sobre este asunto se han escrito multitud de tratados que puede consultar el investigador. Se La echado de ver asimismo que los resultados del éxtasis profundo difieren de los del superficial. A medida que es más hondo el éxtasis, más elevadamente se manifiesta la conciencia suprafísica en el cerebro. Sabido es el famoso caso de Leonia I, II y III en que la segunda conocía a la primera, pero no a la tercera, y ésta conocía a las otras dos. Esto indica que lo superior conoce a lo inferior, mientras que lo inferior no conoce a lo superior. 83 En el éxtasis mesmérico se obtienen más fácilmente fenómenos de orden elevado que el hipnótico, y en éste se notan muy claras pruebas del plano astral y aun del mental si el sujeto está bastante evolucionado y algunas veces se tienen vislumbres de vidas pasadas. AI observar que la eliminación del plano físico es requisito indispensable para estas manifestaciones de la conciencia suprafísica, comprendemos cuan racionales son los métodos de yoga practicados en Oriente. Si los métodos son físicos, como en el yoga hatha. se obtiene más a menudo el éxtasis hipnótico, y al despertar el sujeto no recuerda nada de cuanto le ha ocurrido. El método del yoga raja, en que la conciencia se substrae del cerebro por intensa concentración, conduce al estudiante a la continuidad de conciencia en los planos sucesivos, y al restituirse al estado de vigilia conserva el recuerdo de sus experiencias suprafísicas. Tanto en Oriente como en Occidente se provoca el cese de la conciencia vigílica para obtener huellas de la suprafísica, o como diría un psicólogo occidental, de la inconsciencia en el hombre. Sin embargo, el método oriental, con sus miles de años de ejercicio, produce resultados incomparablemente mayores en los reinos de la conciencia suprafísica y establece, sobre las seguras bases de reiteradas pruebas, la conciencia independiente de su vehículo físico. Los éxtasis y visiones de santos en todas las épocas y en todas las religiones nos ofrecen otro ejemplo de las irrupciones de la "inconsciencia". La oración prolongada y absorta o la contemplación son los medios de producir el necesario estado cerebral. Los canales de los sentidos se obturan por efecto de la intensa concentración interna y se alcanza espasmódica e involuntariamente el mismo estado que el practicante del yoga raja trata deliberadamente de obtener. Así tenemos que los devotos de todas las religiones atribuyen sus visiones en favor de la Deidad a que adoran y no a que ellos mismos han determinado la pasiva condición cerebral que capacita a la conciencia suprafísica para imprimir en el cerebro las visiones y sonidos de los mundos superiores.

83 En corroboración de esta verdad citaremos la creencia de los antiguos, según cuya mitología los dioses superiores encubren a los inferiores cuanto les place. Así Calipso no pudo descubrir a la diosa Minerva bajo la figura de Mentor, porque ésta no quena que aquélla la descubriese. (N. del T.)

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El profesor Guillermo James, en su obra titulada: Variedad de experiencias religiosas dice que algunas de las más sorprendentes irrupciones de la "inconsciencia" son los casos de "conversaciones súbitas" en que un repentino pensamiento, visión o voz alteró completamente la conducta del hombre. El ilustre psicólogo declara cuerdamente que una fuerza lo bastante poderosa para producir tales efectos no ha de menospreciarla a la ligera ni altaneramente desdeñarla un serio indagador de la conciencia humana. Esta índole de fenómenos psíquicos requiere cuidadoso estudio científico y promete respecto a la conciencia suprafísica, rica cosecha de resultados con que recompensar al formal investigador. Sin embargo, contra esta opinión se argumenta diciendo que estos fenómenos están relacionados con morbosidades nerviosas, y que los sujetos son personas histéricas y sobreexcitadas cuya condición vicia las experiencias. En primer lugar, esto no es siempre verdad. Los yoguis rajas orientales se distinguen por su calma y serenidad, y algunos casos de conversión se operaron en hombres de la mejor sociedad y excelente trato. Sin embargo, concedamos que la mayoría de las veces predomine la morbosidad nerviosa y el cerebro esté sobreexcitado ¿qué hay en ello? Nadie niega que la evolución del cerebro normal ha llegado ya al punto de responder a las vibraciones del mundo físico y recoger de los mundos astral y mental, por medio de los vehículos superiores, las vibraciones relacionada? con aquéllas; pero todavía no es capaz de recibir sin perturbación vibraciones muy violentas de los planos superiores ni de responder a todas las vibraciones levantadas en los vehículos sutiles por los fenómenos externos de sus respectivos planos. Las frecuentes y violentas emociones de gozo, dolor, pesar, terror, etc., ocasionan en el cerebro normal jaquecas, histeria y aun colapsos nerviosos. No es por lo tanto maravilla, que la violentísima emoción determinante de las llamadas conversiones suela ir acompañada de parecidos desórdenes nerviosos. Lo importante es que, luego de pasada la sobreexcitación nerviosa, perdure el cambio de conducta. Las perturbaciones nerviosas dimanan de la incapacidad del cerebro físico para soportar las rápidas y violentas vibraciones que lo conmueven, al paso que el permanente cambio de vida se debe a la constante presión de la conciencia suprafísica, y cuando ésta no es capaz de ejercer presión continua, el converso "pierde la gracia" en cuanto se apacigua la emoción. Ya dijimos que las visiones y otros fenómenos semejantes pueden ocurrir en cualquier modalidad de éxtasis: pero aparte cíe este estado, también ocurren cuando el cerebro se distiende por alguna causa temporánea o porque su evolución transciende el grado normal. Las violentas emociones pueden acrecentar la tensión nerviosa hasta el punto de ser posible la respuesta a directas vibraciones astrales, de modo que se vea u oiga un suceso astral. La reacción distensiva se manifestará entonces probablemente en perturbación nerviosa. Cuando el cerebro está más evolucionado que de ordinario y es por consiguiente más complicado y receptivo, cabe percibir constantemente los sucesos astrales y su distensión puede ser mucho mayor de la que el sistema nervioso alcance a soportar, aparte de los desgastes y deterioros causados por la moderna civilización. De aquí que la histeria y otras morbosidades nerviosas acompañen igualmente a las visiones. Pero estos hechos no quitan importancia a los experimentados fenómenos de conciencia. Al contrario, más bien la acrecientan al señalarnos el medio en que la evolución actúa por la influencia del ambiente en un organismo cuyo crecimiento estimulan los reiterados contactos que de cuando en cuando lo violentan. La cresta de la ola evolucionaría consta siempre de organismos anormales, y detrás vienen los graves, normales, firmes y ordinarios organismos, más respetables, pero acaso no tan interesantes como aquellos, y ciertamente no tan instructivos en relación con el porvenir. Es indudable que las fuerzas del plano astral baten continua y vigorosamente el cerebro humano a fin de convertirlo en un más perfecto vehículo de conciencia, pues un cerebro sensitivo en estado extático es capaz de substraerse algún tanto a su mundo pretérito. Muy probable es que buen número de actividades a que el pensamiento se aplica hoy voluntariamente, se transmuten mañana en automáticas y caigan poco a poco

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bajo el nivel de la conciencia vigílica, como sucedió con diversas funciones un tiempo ejercidas de propósito. Según se van operando estos cambios, las vibraciones sutiles han de manifestarse crecientemente en los cerebros de muy delicado equilibrio, que parecen anormales porque están en el pináculo de la evolución y son los más responsivos. Sobre el particular dice el Dr. Maudsley:

¿Qué razones tenemos para creer que la naturaleza está obligada a realizar su obra tan sólo por medio de mentes completas? Acaso encuentre en una mente incompleta mejor adecuado instrumento paró determinado propósito. 84

Y por su parte observa el profesor James:

Si hubiese inspiraciones llegadas de un mundo superior. Bien podría ser que los temperamentos neuróticos fuesen los más aptos para recibirlas. 85

Cuando nos convenzamos de que las fuerzas más sutiles que las físicas necesitan para su expresión un vehículo más refinado que el cerebro dispuesto para recibir lo físico, no nos extrañará que las fuerzas suprafísicas tengan a veces su más expedito medio de expresión en cerebros más o menos desencajados del mundo físico. Entonces comprenderemos que los anormales síntomas físicos de la manifestación de dichas fuerzas no merman en modo alguno su valor ni la importancia que han de tener en el porvenir de la humanidad. AI propio tiempo, hemos de buscar algún método que permita la manifestación de las fuerzas suprafísicas sin riesgo de estropear su instrumento físico. Pero este método lo tenemos ya en las prácticas orientales del raja yoga, que por intensa concentración determinan el saludable ejercicio de la conciencia superior. Esta concentración vigoriza el cerebro hasta el punto de convertirlo en instrumento de las fuerzas sutiles mediante su influencia en las células cerebrales con relación al pensamiento. 86 Además, aviva poco a poco en el átomo el juego de espirillas siguiente en orden a los ya en actividad y añade con ello un nuevo órgano para las funciones superiores. Este proceso es necesariamente lento, pero el único seguro; y si el estudiante lamenta su lentitud, debe moverle a la paciencia la consideración de que con él anticipa el desenvolvimiento atómico de la próxima ronda, que en modo alguno puede ser rápido. Sin embargo, la misma lentitud de las prácticas raja yóguicas las hace inaceptables a los impacientes occidentales aunque no hay otro medio de asegurar el equilibrado desenvolvimiento. Hay que escoger entre estas prácticas y las perturbaciones que acompañan a la irrupción de la conciencia suprafísica en un inadecuado vehículo. No es posible sobreponernos a las leyes de la naturaleza. Sólo nos cabe comprenderlas y utilizarlas.

84 Cita inserta en la obra de James: Variedad de experiencias religiosas. pág. 19. En vez de mente léase cerebro. 85 Obra citada, pág. 25. 86 Véase capitulo VII. § 1.

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CAPÍTULO XI ACTUACIÓN DE LA MÓNADA

1. CONSTRUCCIÓN DE LOS VEHÍCULOS Consideremos ahora cómo construye la mónada los vehículos cuando en los planos átmico, búdico y manásico está representada por Atma-Buddhi-Manas, con el cuerpo causal como receptáculo o arca de las experiencias de cada encarnación. AI término de una vida, o sea al finalizar la existencia devacánica, la mónada debe renovar la actividad de los tres sucesivos núcleos de los cuerpos que ha de llevar durante la vida siguiente. Primero despierta el núcleo mental acrecentando el flujo de vida a través de las espirillas. Conviene recordar que cuando los átomos permanentes "caen en sueño" disminuye en las espirillas el normal flujo de vida, que es lento y escaso durante el periodo de reposo. 87 AI llegar al punto de reencarnación, se acrecienta este flujo, las espirillas se avivan y los átomos permanentes, actuando como imanes, atraen a su alrededor la apropiada materia. Así es que al recibir estímulo el átomo mental permanente, empieza a vibrar con violencia proporcional a la potencia vibratoria en él acumulada por los resultados de pasadas experiencias, atrayendo y ordenando en tomo suyo la conveniente materia del plano mental. Sucede entonces con el átomo mental permanente lo que con una barra de hierro dulce que se magnetiza por efecto de la corriente eléctrica circulante por el alambre arrollado en ella y atrae a su alrededor la materia de su campo magnético. Cuando la corriente de vida circunda al permanente átomo mental, se convierte en imán que atrae y ordena la materia de su campo para formar con ella un nuevo cuerpo mental de índole proporcionada a la complejidad del átomo. No solamente será más o menos fina, más o menos grosera la materia atraída, sino que variará según el desenvolvimiento de los átomos componentes de sus moléculas, cuyas energías vibratorias han de ser idénticas, muy aproximadas o en armonía con las del átomo permanente. De aquí que la calidad de la materia del nuevo vehículo mental dependa del grado de evolución alcanzado por el hombre. De esta suerte se va formando vida tras vida un conveniente cuerpo mental. Idéntico procedimiento se repite en el plano astral para construir el nuevo cuerpo astral, cuyo núcleo o sea el átomo astral permanente se vivifica y actúa de la propia suerte. Así queda revestido el hombre de nuevos cuerpos mental y astral que indican su estado de evolución y permiten la debida expresión en sus respectivos mundos de cuantos poderes y facultades posea. Pero en la construcción del cuerpo físico aparece un nuevo elemento, aunque la actuación de la mónada sea idéntica al vivificar el átomo físico permanente, que se conduce también como un imán. Pero ahora ocurre lo mismo que si en un campo magnético interviniese el experimentador en la atracción y ordenamiento de la materia, porque el elemental encargado de plasmar el doble etéreo, según el modelo que le dan los Señores del Karma, acude a presidir la obra. La mónada atrae la materia física en torno del átomo permanente, como el peón acarrea los ladrillos para la construcción de un edificio; pero el albañil. esto es, el elemental, los acepta o los rechaza según convenga y los coloca de conformidad con el plano del arquitecto. ¿Por qué esta diferencia? ¿Por qué al llegar al plano físico, en donde esperábamos la exacta repetición de los procedimientos anteriores, ha de venir una potestad extraña a substraer de manos del propietario la presidencia de su construcción? Las leyes kármicas nos dan la respuesta. En los planos superiores, las envolturas expresan todo cuanto está evolucionando en el hombre. quien no opera allí con los resultados de sus pasadas relaciones con los demás. Cada centro de conciencia actúa en dichos planos dentro de su respectivo círculo y sus

87 Véase capítulo IV, párrafos 4 y 5.

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energías se aplican a sus propios vehículos, de suerte que tan sólo influye directamente en otros seres lo que de dichas energías le quepa expresar por medio del vehículo físico. Estas relaciones con los demás complican el karma del hombre en el plano físico, y la forma que en éste lleve durante un periodo de vida terrena debe estar adecuada al cumplimiento de su complejo karma. De aquí la necesidad de la justiciera intervención de los Señores del Karma. Si el hombre estuviese lo bastante evolucionado para relacionarse con los demás hombres en los otros planos, encontraría las mismas limitaciones de su poder para construir sus vehículos en dichos planos. En la esfera de BUS externas actividades se presentan forzosamente estas limitaciones. De aquí que la construcción del cuerpo físico esté dirigida por una autoridad superior a la suya, y el hombre debe someterse a las condiciones de raza, nación, familia y circunstancias requeridas por sus pasadas actividades» Esta limitadora acción del karma necesita un vehículo que únicamente sea parcial expresión de la operante conciencia, no sólo a causa de la disminución de fuerza por la densidad de la materia, sino también por las externas limitaciones ya requeridas. De esta suerte, puede quedar, excluida de su expresión en el plano físico gran parte de la conciencia, por bien dispuesta que esté. y manifestarse tan sólo una pequeña parte de ella como conciencia vigílica. Otro punto que debemos considerar, relacionado con la construcción de los vehículos, es la especial labor de organizarlos como manifestaciones de conciencia, dejando aparte su formación por deseos y pensamientos, con la que ya estamos familiarizados. Trataremos ahora de pormenores más bien que de amplios bosquejos. Sabemos que la materia recibe sus cualidades durante el descenso del segundo Logos, y que la ordenación de esta especializada materia en formas relativamente permanentes corresponde al ascenso del segundo Logos. Cuando la mónada, reflejada en el hombre espiritual, ejerce ya algún poder director en sus vehículos, se encuentra en posesión de una forma en que influye notablemente el sistema simpático sin predominio todavía del cerebro-espinal. Habrá de elaborar cierto número de enlaces entre el heredado sistema simpático y los centros que debe organizar en su cuerpo astral, para actuar algún día independientemente en él; pero antes de conseguir esta independiente actuación en cualquiera de sus vehículos superiores, es necesario convertirlo en vehículo transmisor, esto es, en un vehículo por cuyo medio subyugue a su cuerpo físico. Preciso es distinguir entre la primaria labor de organizar los vehículos astral y mental de modo que puedan transmitir parte de la conciencia del hombre espiritual y la subsiguiente labor de convertir estos mismos vehículos en cuerpos independientes, en los que el hombre espiritual sea capaz de actuar en sus respectivos planos. Por lo tanto, hay dos tareas que cumplir: primera, la organización de los vehículos astral y mental como transmisores de la conciencia al cuerpo físico; segunda, la organización de estos vehículos en cuerpos independientes, donde la conciencia pueda actuar sin necesidad de cuerpo físico. Así resulta que los vehículos astral y mental deben organizarse de modo que el hombre espiritual pueda usar su cerebro y sistema nervioso como órgano de conciencia en el plano físico. El impulso, para de esta suerte usarlo, proviene del mundo físico por contactos en las diversas fibrillas nerviosas, determinando el paso de oleadas de energía nerviosa por las fibras del cerebro denso y de allí al etéreo y después sucesivamente a los vehículos astral y mental, en donde provocan la respuesta de la conciencia operante en el cuerpo causal, que así estimulada por contactos externos levanta vibraciones que del cuerpo causal fluyen en respuesta al mental y de éste al astral, de donde pasan al etéreo y de aquí al denso, después de establecer en el cerebro etéreo corrientes eléctricas que actúan en la materia densa de las células nerviosas. Las incipientes neblinas de materia astral y mental van organizándose gradualmente por todas las vibraciones en vehículos que sirven de campo efectivo a las constantes acciones y reacciones. Este proceso, iniciado desde abajo según hemos visto, continúa durante centenares de nacimientos, sometido cada vez al gobierno del hombre espiritual, que comienza a dirigir

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sus actividades por la memoria de pasadas sensaciones y las establece bajo el impulso de dicha memoria estimulada por el deseo. Según adelanta el proceso, más vigorosa es la dirección dimanante del interior y menor la ejercida por las atracciones y repulsiones de los objetos externos, de suerte que el gobierno en la construcción de los vehículos se substrae considerablemente del exterior y se centraliza en el interior. A medida que mejora la organización de los vehículos, aparecen ciertos agregados de materia, al principio vagos y nebulosos y después más definitivamente contorneados. Son los futuros chakras o ruedas. los centros sensorios del cuerpo astral. distintamente de los centros sensorios astrales relacionados con los órganos de sensación y centros del cuerpo físico. 88 Pero durante inmensos períodos de tiempo nada vivifica estos centros de lento crecimiento, y su conexión con el cuerpo físico se demora muchas veces aun después que ya funcionan en el plano astral, porque esta conexión sólo puede establecerse desde el vehículo físico, en donde recibe el vigoroso poder de Kundalini, y antes de que éste los alcance para que transmitan sus percepciones al cuerpo físico, han de enlazarse con el sistema simpático, cuya» grandes células ganglionares son los puntos de contacto. Una vez establecido el enlace, fluye la vigorosa corriente y el cerebro físico puede recibir con toda plenitud las percepciones astrales. Aunque estos centros no puedan enlazarse de otro modo con el vehículo físico, su gradual organización en ruedas o chakras puede empezar desde cualquier vehículo, y en cada individuo empezará en el vehículo correspondiente a su especial tipo de temperamento, que dará la tónica de mayor actividad en la construcción de todos sus vehículos y su gradual conversión en instrumentos eficaces para que la conciencia se manifieste en el plano físico. Así tendremos que el centro de actividad podrá estar en cualquiera de los cuerpos físico, astral mental, causal o en otro más superior, según el tipo de temperamento, y desde allí actuará "hacia arriba" o "hacia abajo" para modelar vehículos capaces de servir de expresión a dicho temperamento.

2. EL HOMBRE EVOLUCIONANTE Facilitará la comprensión de este proceso el caso particular de un temperamento en que predomine el mental inferior o mente concreta. AI efecto, seguiremos las huellas del hombre espiritual a través de la tercera, cuarta y quinta razas raíces. Si observamos su actuación en la tercera raza, le veremos muy niño da mente, aunque la mente sea la nota predominante de su tipo. La vida que le circunda, y que no puede comprender ni dominar, actúa enérgicamente sobre él desde el exterior y afecta muy mucho su vehículo astral, cuya retentividad de las impresiones recibidas dependerá del temperamento, y los deseos estimularán en la mente infantil esfuerzos conducentes a satisfacerlos. La constitución física del hombre de la tercera raza difiere del de la quinta, pues todavía predomina el sistema simpático al que se subordina el cerebro-espinal, aunque algunas porciones de aquél empiezan a perder mucha eficacia como instrumentos de conciencia que en este concepto corresponden a la etapa infrahumana. En el cerebro hay dos subórganos enlazados en un principio con el sistema simpático, aunque ahora forman parte del sistema cerebro-espinal. Son estos subórganos la glándula pineal y el cuerpo pituitario, que demuestran cómo algunas partes del organismo pueden tener determinadas funciones en las primeras etapas de evolución y perderlas luego parcial o totalmente, para recobrar la fuerza funcional por el estímulo de un superior orden de vida que le asigne nuevas funciones en más adelantada etapa de evolución. El desenvolvimiento de estos órganos corresponde más bien al tipo que los invertebrados del reino animal, y los naturalistas llaman "ojo invertebrado" al "tercer ojo". Sin embargo, todavía hay vertebrados en que se advierte el tercer ojo, como por ejemplo la serpiente no hace mucho

88 Véase capítulo VII § 2.

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encontrada en Australia, que tenía sobre la cabeza un grupo de escamas semitransparentes, que luego de arrancadas dejaron al descubierto un ojo con todas sus partes componentes, pero inerte y sin funcionar. El tercer ojo estuvo activo en los lemurianos, con el vago y característico funcionamiento propio de los inferiores estados de evolución y especialmente del sistema simpático. A medida que el hombre pasaba de la raza lemuriana a la atlante, fue debilitándose la función del tercer ojo, a cuyo alrededor se formó el cerebro, del que ha venido a ser apéndice llamado glándula pineal. En los lemurianos fue el tercer ojo de naturaleza psíquica, pues el sistema simpático estaba enérgicamente afectado por las incipiencias del embrionario cuerpo astral. En los atlantes fue perdiendo sus facultades psíquicas, al paso que se fortalecía el sistema cerebro-espinal y quedaba subordinado el simpático. El desarrollo del sistema cerebro-espinal fue más rápido en el temperamento atlante que hubiera podido serlo en cualquier otro. porque la principal actividad estaba en la mente concreta que lo estimulaba y modelaba. El cuerpo astral perdió muy luego su predominio y se convirtió rápidamente en transmisor de los impulsos mentales al cerebro. De aquí que al pasar d hombre a la quinta raza estuviese muy bien dispuesto a sacar provecho de sus características y construir un mayor y mejor proporcionado cerebro, utilizando como transmisor el vehículo astral, cuyos chakras construiría desde el plano mental.

3. EL CUERPO PITUITARIO Y LA GLÁNDULA PINEAL Volvamos al examen del segundo de los órganos antes mencionados: el cuerpo pituitario. Se le considera derivado de una boca primieval en directa continuidad del tubo digestivo de los invertebrados. .Cesó de funcionar como boca en los vertebrados, quedando reducido a órgano rudimentario, aunque retuvo una particular función relacionada con el crecimiento del cuerpo. Está en actividad durante el período del desarrollo físico, y cuando más activamente funciona tanto mayor es el crecimiento del cuerpo. Se ha observado que este órgano es sumamente activo en los gigantes. Además, el cuerpo pituitario recobra a veces su actividad en la edad adulta, cuando ya está consolidado el esqueleto óseo, y entonces determina el anormal y monstruoso crecimiento de los puntos extremos del cuerpo, como manos, pies, nariz, etc., desfigurando horriblemente el aspecto de la persona. AI predominar el sistema cerebro-espinal cesan las funciones de ambos órganos; pero tienen ambos su futuro como tuvieron su pasado. El pasado se relacionó con el sistema simpático; el futuro ha de relacionarse con el cerebro-espinal. Según adelanta la evolución y se vivifican los chakras del cuerpo astral, el cuerpo pituitario se convierte en el órgano físico de la clarividencia astral y más tarde en el de la mental. Cuando durante la vida física hay una gran intensificación de clarividencia astral, suele inflamarse el cuerpo pituitario. que es el órgano que transmite al cerebro el conocimiento adquirido por visión astral, y también sirve para vivificar los puntos de contacto entre el sistema simpático y el cuerpo astral. con lo que se establece la continuidad de conciencia entre los planos astral y físico. La glándula pineal llega n relacionarse con uno de los chakras del cuerpo astral y por medio de éste con el cuerpo mental, sirviendo de órgano físico para la transmisión del pensamiento de uno a otro cerebro. En la transmisión del pensamiento puede éste relampaguear de mente a mente, utilizando la materia mental como medio de transmisión; o también puede transmitirse al cerebro físico y por medio de la glándula pineal de otro cerebro y de allí a la conciencia receptora. Mientras el centro de actividad reside en el principio dominante del hombre, la conexión de los chakras en el cuerpo físico debe establecerse, según dijimos, desde el plano físico. El objeto de esta conexión no es convertir el vehículo astral en un más eficaz transmisor de las energías espirituales del hombre al físico, sino capacitar al cuerpo astral para ponerse en pleno

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contacto con el físico. Puede haber diferentes centros de actividad para la construcción de vehículos transmisores; pero es necesario empezar por el plano físico, a fin de incorporar en la conciencia vigílica el resultado de los cuerpos funcionantes en otros planos. De aquí la suma importancia de la pureza física en la alimentación y otros puntos. Suelen preguntarse gentes: ¿Cómo llega al cerebro el conocimiento adquirido en los planos superiores y por qué no le acompaña el recuerdo de las circunstancias en que se adquirió? Cuantos practican reguladamente la meditación saben que aparecen en el cerebro muchos conocimientos no adquiridos por el estudio en el plano físico. ¿De dónde vienen? De los planos astral o mental donde se adquirieron, y llegan al cuerpo por el ordinario medio antes descrito. La conciencia se los asimiló directamente en el plano mental o los derivó del astral y los inframundos 89 por las ordinarias ondas mentales. Puede haberlos comunicado alguna entidad del plano superior que actuó directamente sobre el plano mental; pero las circunstancias de la comunicación no se recuerdan a causa de uno, de otro o de ambos de los siguientes motivos. La mayor parte de las gentes no están lo que técnicamente se llama "despiertas" en los planos astral y mental, es decir, que sus facultades se retraen ocupadas en sus pensamientos y emociones, sin convertirse a la observación de los fenómenos externos de dichos planos. Pueden ser estas personas muy receptivas y vibrar fácilmente sus cuerpos astral y mental, cuyas vibraciones transmiten el conocimiento comunicado; pero su atención no se convierte hacia el comunicante. Según adelanta la evolución, tienen las gentes mayor receptividad en los planos astral y mental, aunque no se dan cuenta de lo que les rodea. El otro motivo de la falta de memoria es la carencia de los antes mencionados enlaces con el sistema simpático. Una persona puede estar "despierta" en el plano astral y funcionar en él activamente con vivida conciencia de cuanto la rodea. Pero si no se han establecido o no se han vivificado los lazos entre los sistemas astral y físico, hay disconformidad de conciencia. Por muy vivida que sea la conciencia en el plano astral, no puede transportar e imprimir en el cerebro físico el recuerdo de las experiencias astrales, a no ser que funcionen dichos enlaces y también el cuerpo pituitario que enfoca las vibraciones astrales, como el espejo ustorio los rayos del sol. Cierto número de vibraciones astrales se enfocan en determinado punto, y una vez así establecidas en densa materia física, es fácil su ulterior propagación. Todo esto requiere el "recuerdo".

4. LAS VÍAS DE LA CONCIENCIA Sobreviene la pregunta: ¿Sigue siempre la conciencia la misma vía para llegar a su vehículo físico? Sabemos que los trámites se efectúan algunas veces directamente de plano a plano, y otras veces pasando por todos los subplanos, desde el séptimo al primero, antes de llegar al subplano atómico próximo. ¿Cuál de estas dos vías sigue la conciencia? En su actuación normal, en el ordinario trámite del pensamiento, la onda desciende gravemente desde el plano mental a través de los siete subplanos astrales, uno tras otro, hasta llegar al físico etéreo y de allí a la densa materia nerviosa. Esta onda levanta en la materia etérea corrientes eléctricas que afectan el protoplasma de las células grises. Pero cuando sobreviene un peculiar relampagueo de conciencia, como sucede en el genio o en momentos de inspiración mental, que de pronto le descubren al sabio la unificadora ley subyacente en gran número de hechos científicos, entonces la conciencia desciende al cerebro a través tan sólo de los subplanos atómicos. Tales son las iluminadoras ideas que, como la luz del sol, se evidencian por sí mismas y no se adquieren por raciocinio. El razonamiento llega al cerebro por los sucesivos

89 En el texto “inframite”, N. D.

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subplanos: la autorizada iluminación llega únicamente por los subplanos atómicos.

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CAPÍTULO XII NATURALEZA DE LA MEMORIA

1. EL GRAN YO Y LOS YOS MENORES ¿Qué es la memoria? ¿Cómo actúa? ¿Por qué medios recordamos el pasado próximo o remoto? Porque, con todo, sea próximo o remoto el pasado, pertenezca a esta vida o a la anterior, los medios de recordación han de ser análogos y necesitamos una teoría que abarque todas las modalidades de memoria y al propio tiempo nos capacite para comprender cada modalidad particular. El primer paso para llegar a una definida e inteligible teoría de la memoria es comprender nuestra propia constitución, la constitución del Yo con sus envolturas y sus recíprocas relaciones. AI efecto podremos resumir brevemente los principales puntos de los capítulos anteriores directamente relacionados con el problema de la memoria. Hemos de tener siempre presente que nuestra conciencia es una unidad operante a través de varias envolturas que le dan una falsa apariencia de multiplicidad. La íntima y más tenue de estas envolturas es inseparable de la unidad de conciencia, pues dicha envoltura íntima le da carácter de unidad. Aunque esta unidad es la mónada residente en el plano anupâdaka, prácticamente la consideramos como el Hombre interno, el triátomo Atmá-Buddni-Manas, abstraído de las envolturas átmica, búdica y manásica. Esta unidad se manifiesta a través de las envolturas que la cubren, pertenecientes a los cinco planos de su actividad, y nosotros la llamamos el Yo operante en sus envolturas. Debemos, por lo tanto, considerar un Yo consciente que mora en vehículos vibrantes, cuyas vibraciones se corresponden en cuanto a la materia con los cambios de conciencia del Yo. No podemos hablar propiamente de vibraciones de conciencia, porque las vibraciones pertenecen tan sólo a la materia, al aspecto de la forma, y por consiguiente es ligereza hablar de vibraciones de conciencia. Nosotros tenemos cambios de conciencia correspondientes a las vibraciones de las envolturas. La cuestión de los vehículos o cuerpos en que actúa la conciencia, el Yo, es importantísima con relación a la memoria. Todo el procedimiento de recordar sucesos más o menos remotos se reduce a representarlos en la particular envoltura, esto es, de modelar a semejanza de los sucesos, parte de la materia de la envoltura en que a la sazón actúe la conciencia. En el Yo todo está presente, porque es un fragmento del Yo universal 90 en el que está presente cuanto ha sucedido, sucede y sucederá en el universo. Todo esto e infinitamente más está presente en la conciencia universal. Consideremos tan sólo un universo y su Logos. Decimos que está omnipresente y es omnisciente. Ahora bien, en substancia, esta omnipresencia y omnisciencia son atributos del individualizado Yo que es uno con el Logos; pero con la diferencia de que mientras el separado Yo, como tal Yo, está omnipresente y es omnisciente por virtud de su unidad con el Yo único, los vehículos en que mora no saben todavía vibrar en respuesta a sus cambios de conciencia cuando convierte su atención a una u otra parte de sus contenidos. Por esto decimos que en el Yo todo existe potencialmente y no actualmente como en el Logos. Todos los cambios de conciencia efectuados en la conciencia del Logos pueden reproducirse en el Yo separado que es parte indivisible de Su vida; pero los vehículos no están aún dispuestos a ser medios de manifestación. A causa de la separatividad de la forma, a causa de esta reclusión del Yo individualizado, están latentes, no manifiestas, son posibilidades, no actualizaciones, las potencias que entraña como parte del Yo universal. Así como en cada átomo que concurre a la construcción de un vehículo hay ilimitadas posibilidades de vibración, así en cada individualizado Yo hay ilimitadas posibilidades de cambios de conciencia. En los comienzos de un sistema solar no encontramos en el átomo una ilimitada variedad de vibraciones; pero sabemos que es capaz de adquirirlas y las adquiere en el transcurso de su

90 Para nuestro propósito podemos considerar el Logos como yo universal, aunque en verdad sea el Logos una porción del Yo universal.

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evolución, según va: respondiendo continuamente a las vibraciones que afectan su superficie. AI fin de un sistema solar, infinidad de sus átomos han llegado a la etapa de evolución en que pueden vibrar en respuesta a cualquiera vibración que se levante en el sistema y los afecte. Entonces decimos que son perfectos estos átomos del sistema. Lo mismo cabe aplicar a los Yos individualizados. Todos los cambios ocurridos en la conciencia del Logos que están representados en este universo y en él toman forma, están también en la perfecta conciencia de este universo y cualquiera de dichos cambios puede reproducirse en una de las formas. Tal es la memoria: la aparición, la reencarnación en la materia, de cualquiera cosa que haya estado en este universo y que por lo tanto está siempre en la conciencia de su Logos y en las conciencias que forman parte de Su conciencia. Aunque consideremos el Yo separado de los otros Yos, hemos de tener en cuenta que es inseparable del Yo único, del Logos, cuya vida no se retrae de ninguna parte de Su universo y en El vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser siempre abierto a El y henchido de Su vida. Según el Yo se va envolviendo uno tras otro en vehículos materiales, se circunscriben más y más, aunque también más y más se definen en cada vehículo adicional, sus poderes de adquirir conocimiento. AI llegar al plano físico, la conciencia queda contraída a las experiencias que puede recibir por medio del cuerpo físico, y principalmente por medio de los ventanales que llamamos órganos sensorios o avenidas por las cuales el conocimiento llega al aprisionado Yo, aunque solemos decir que interceptan el conocimiento cuando nos referimos a las capacidades de los vehículos sutiles. La percepción proporcionada por el vehículo físico puede compararse a la que de una figura del mundo exterior diera una pantalla a través de un diminuto agujero sobre una pared que de otro modo no mostraría nada en su superficie. La pantalla intercepta la luz; pero la que por el agujero pasa representa clara y definidamente la figura.

2. CAMBIOS EN LOS VEHÍCULOS Y EN LA CONCIENCIA Veamos ahora qué ocurre respecto al vehículo físico en la recepción de las impresiones y su subsiguiente recuerdo, esto es, la memoria de ellas. Una vibración externa percute en un órgano sensorio que la transmite al correspondiente centro del cerebro, en el que vibran un grupo de células cuya vibración las deja en estado algo distinto del que tenían antes de la recepción. La huella de esta respuesta es una posibilidad para el grupo de células. pues ha vibrado una vez de cierta manera y retiene durante el resto de su existencia, como tal grupo de células, la posibilidad de vibrar otra vez de la misma manera, sin recibir nuevo estímulo del mundo exterior. Cada repetición de dichas vibraciones intensifica dicha posibilidad y todas dejan su peculiar huella; pero serán necesarias muchas repeticiones para establecer una repetición espontánea a cuya posibilidad se aproximen las células a cada repetición provocada desde el exterior. Pero estas vibraciones no se detienen en las células físicas, sino que se transmiten más adentro, a la correspondiente célula o grupo de células de los vehículos sutiles, hasta determinar un cambio de conciencia que a su vez reacciona sobre las células e inicia desde el interior una repetición de las vibraciones, que constituye la memoria del objeto causante de la serie de vibraciones. La respuesta de las células a la vibración externa, respuesta arrancada por las leyes del universo físico, capacita a las células para responder a un análogo y siquiera débil impulso dimanante del interior. Algo de fuerza se consume en cada movimiento de materia de un nuevo vehículo, y de aquí que disminuya gradualmente la energía de la vibración. Menos y menos se va consumiendo a medida que las células repiten análogas vibraciones en respuesta a nuevos contactos externos, pues responden más rápidamente a cada repetición. En esto consiste la valía de lo "externo"; en que despierta en la materia, más fácilmente que por cualquier otro medio, la posibilidad de responder, pues está más cercanamente emparen

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tada que el interior con los vehículos. También el cambio operado en la conciencia la deja mejor dispuesta que antes para repetir el cambio y la aproxima a la posibilidad de iniciarlo. Volviendo la vista a los albores de la conciencia, vemos que los aprisionados Yos pasan por innumerables experiencias antes de que sean capaces de iniciar el cambio; pero teniendo en cuenta este hecho, podemos prescindir de primitivas etapas y estudiar la actuación de la conciencia en más adelantado punto. También debemos recordar que todo contacto llega hasta la intérrima envoltura y produce un cambio de conciencia, seguido de una acción dimanante de las nuevas vibraciones que dicho cambio establece de dentro a fuera. Es la ida al Yo seguida de la salida del Yo. La ida o corriente de inducción proviene del objeto y determina lo que llamamos percepción; la salida o corriente de educción proviene de la reacción del Yo y determina lo que llamamos recuerdo.

Cierto número de sensaciones recibidas por la vista, oído, tacto, gusto y olfato, se transmiten del vehículo físico, por mediación del astral, al mental, en donde se coordinan en una compleja unidad, como un acorde musical se compone de diversas notas. Esta es la peculiar operación del cuerpo mental: recibir varias corrientes y sintetizarlas en una; resumir varias sensaciones en una percepción, en un pensamiento, en una compleja unidad.

3. RECUERDOS Consideremos ahora esta compleja unidad luego de que, ya entrada, haya determinado un cambio en la conciencia, esto es, una idea, que levanta en los vehículos nuevas vibraciones reproductoras de la causa inducida, que en todos ellos aparece muy débil y no tan robusta, vigorosa y vividamente como cuando sus elementos constitutivos relampaguean del físico al astral y de éste al mental. Reaparece la causa en el vehículo mental, como débil copia de lo que antes transmitiera al Yo, por reacción de éste, 91 mucho más débil que la acción originaria; y por lo tanto, parece menos "real" que la acción, porque como produce menor cambio en la conciencia, esta disminución representa inevitablemente menor "realidad". Mientras la conciencia no es bastante responsiva para percatarse de los contactos que no le lleguen con el impulsivo vigor de los físicos, estaré literalmente más en contacto con la envoltura física que con las otras, y no recordará las ideas, sino las percepciones, esto es, las representaciones de los objetos externos determinadas por la vibración de la materia nerviosa del cerebro y reproducidas en las análogas materias astral y mental. Son representaciones objetivas en la materia mental iguales a las en la retina del ojo. Y la conciencia percibe estas representaciones, las "ve", como en verdad cabe decir, puesto que la vista ocular es tan sólo limitada expresión de su potencia perceptiva. A medida que la conciencia se retrae algún tanto del vehículo físico, para más atender a las modificaciones de sus internas envolturas, ve estas representaciones en el cerebro astral reproducidas por su propia reacción de dentro a fuera, y de ello resulta el recuerdo de las sensaciones. La representación aparece en el cerebro por la reacción del cambio de conciencia, que allí la reconoce en prueba de haberse retraído considerablemente del vehículo físico para actuar en el astral. De este modo actúa hoy día la conciencia, y por consiguiente, está llena de recuerdos, o sean la reproducción en el cerebro físico de pasadas representaciones, determinadas por la reacción de la conciencia. En el hombre poco evolucionado, estas representaciones reproducen pretéritos sucesos relacionados con el cuerpo físico, recuerdos de hambre y de sed y su satisfacción, de placeres sexuales, etc., cosas todas en que tomó parte activa el cuerpo físico. El hombre superiormente evolucionado, cuya conciencia tiene mayor actuación en el plano mental, atenderá más a las representaciones trazadas en el vehículo astral por las vibraciones dimanantes del mental, y la

91 El contacto de una vibración con cada vehículo debe producir una reacción.

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conciencia las percibirá como tales representaciones según vaya retrayéndose en el cuerpo mental como su inmediato vehículo. Adelantado en este camino. cuando la ya más despierta conciencia responda a vibraciones iniciadas desde el exterior en el plano astral por objetos astrales, serán estos objetos más "reales" y distinguibles de los recuerdos o representaciones trazadas en el cuerpo astral por representación de la conciencia. Advirtamos de paso que al recuerdo de un objeto acompaña la renovación representativa de la experiencia resultante del contacto físico con el objeto. A esto le llamamos anticipación, que será más completa cuanto más completo sea el recuerdo del suceso, y por lo tanto, tenemos que el recuerdo determinará muchas veces en el cuerpo físico las reacciones que de ordinario acompañan al contacto con el objeto externo, pudiendo así ante saborear placeres todavía distantes del cuerpo físico. Esta es la razón de que al antes de saborear los manjares "se nos haga la boca agua". Volveremos sobre el caso al completar nuestra teoría de la memoria.

4. ¿QUÉ ES LA MEMORIA? Examinados ya los cambios producidos en los vehículos por los contactos del mundo externo, la respuesta dada por los cambios de conciencia, las débiles vibraciones suscitadas en los vehículos por reacción de la conciencia y su recordatorio reconocimiento por ésta, vengamos al eje de la cuestión preguntando: ¿Qué es la memoria? La desintegración de los cuerpos entre la muerte y la reencarnación acaba con su automatismo, con su facultad de responder a vibraciones análogas a las ya experimentadas. Los grupos responsivos se desintegran y todo cuanto queda como simiente de futuras respuestas se acopia en los átomos permanentes. De cuan, débil es esta remanencia en comparación del nuevo automatismo que en las masas de los vehículos suscitan las nuevas experiencias del mundo externo, cabe juzgar por la carencia de todo recuerdo de pasadas vidas iniciado en los mismos vehículos. En efecto, todo cuanto pueden hacer los átomos permanentes es responder con mayor facilidad a las vibraciones análogas a las ya experimentadas, que a las recibidas por vez primera. La memoria de las células o de grupos de células perece con la muerte y no cabe decir que la recobren. ¿En dónde, pues, se conserva la memoria? Brevemente responderemos que la memoria no es una facultad inherente a la conciencia ni se conserva en parte alguna ni registra en la conciencia universal el recuerdo de sucesos entrojados. Todo suceso está presente en la universal conciencia del Logos; todo cuanto ocurre en Su universo, lo pasado, lo presente y lo futuro está siempre en Su omnicomprehensiva conciencia, en su eterno AHORA. Desde el principio hasta el fin del universo, desde su aurora hasta su ocaso, todo está allí, siempre presente; siempre existente. En este océano de ideas, todo ES. Pero nosotros, errantes por el océano, tocamos tan sólo fragmentos de su contenido, y nuestra respuesta al contacto es nuestro conocimiento, que una vez adquirido, podemos renovar más fácilmente el contacto, y esta repetición es memoria cuando no resulta del contacto de la envoltura a la sazón externa con los fragmentos situados en su respectivo plano. Toda memoria es recuperable, porque todas las posibilidades vibratorias de percibir imágenes residen en la conciencia del Logos, de la que más , fácilmente participaremos cuanto más a menudo hayamos recibido previamente vibraciones similares. De aquí que repitamos las vibraciones constituyentes de nuestra experiencia con mayor facilidad que las nunca recibidas basta entonces; y en esto consiste el valor de los átomos permanentes, en que de por sí o por estímulo levantan las vibraciones un tiempo experimentadas y dan la nota a que vibratoriamente responden los átomos y moléculas de nuestro cuerpo cuyas posibilidades de vibración armonicen con la tónica de los átomos permanentes. El haber sido afectados vibratoriamente y por cambios de conciencia durante la presente vida nos facilitará asimilarnos de la conciencia universal lo que ya hubiéremos experimentado en nosotros.

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El método de recordar es el mismo, ya se trate de un suceso de la vida presente o de otro de una muy pretérita. No hay tal memoria, sino omnipresente conciencia del Logos en quien vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser; y lo que llamamos memoria no es más que nuestro contacto con los aspectos de Su conciencia de que previamente hayamos participado. De aquí que, según dice Pitágoras, al aprender recordemos y que toda instrucción sea un recuerdo, porque consiste en extraer de la conciencia del Logos y asimilar a la del separado Yo lo que por nuestra esencial unidad con El es eternamente nuestro. En el plano donde la unidad prevalece contra la separatividad, participamos de la conciencia que el Logos tiene de nuestro universo; en los planos inferiores, donde la separatividad oculta la unidad, estamos apartados de la conciencia del Logos por nuestros imperfectos vehículos, cuya falta de responsividad nos entorpece, porque sólo a través de ellos podemos conocer los planos. Por lo tanto, no nos es posible mejorar directamente nuestra memoria, sino tan sólo nuestra general receptividad y potencia reproductiva, haciendo nuestros cuerpos más sensitivos, con cuidado de no rebasar el límite de elasticidad. También podemos enfocar la atención consciente en aquel especial aspecto de la conciencia del Logos que deseamos armonizar con la nuestra. Así, no debemos atormentarnos con cavilaciones parecidas a la de "cuántos ángeles cabrían de pie en la punta de una aguja", es decir, como nos será posible conservar en un reducido espacio las innumerables vibraciones experimentadas en muchas vidas; porque el total de vibraciones productoras de formas en el universo está siempre presente y son susceptibles de que una individual unidad las vaya alcanzando al compás de su evolución.

5. RECUERDOS Y OLVIDOS Si consideramos un suceso de nuestra vida pasada advertiremos que mientras unas circunstancias "quedan en la memoria" otras se "olvidan". Realmente el suceso con todas sus circunstancias, tanto las "recordadas" como las "olvidadas", existir en un solo estado: la memoria del Logos o memoria universal. Quien sea capaz de ponerse en contacto con esta memoria podrá recordar el conjunto de circunstancias en cuanto quepa, pues los sucesos por que hemos pasado no son nuestros, sino que forman parte del contenido de la conciencia del Logos y nos parecen nuestros porque previamente hemos vibrado con respecto a ellos y en consecuencia volvemos a vibrar más fácilmente que si los contactáramos por vez primera. Sin embargo, podemos contactarlos por medio de distintas envolturas en diferentes veces, puesto que vivimos en condiciones de tiempo y de espacio que varían para cada envoltura. La parte de conciencia del Logos que nos asimilamos por medio del cuerpo físico es mucho más restringida que la asimilable por medio de los cuerpos astral y mental, y los contactos recibidos por un cuerpo bien organizado son mucho más vividos que los que recibe otro cuerpo no tan perfecto. Además, conviene recordar que la restricción de área se debe tan sólo a nuestros vehículos, pues nuestra conciencia de cualquier suceso físico, astral, mental o espiritual está limitada por la capacidad de los vehículos que responden a él. Nosotros nos sentimos entre las circunstancias que rodean el grosero vehículo en que actuamos y lo contactan desde el exterior, mientras que "recordamos" las circunstancias que contactamos con los vehículos sutiles cuyas vibraciones llegan al grosero, que de este modo recibe contactos desde el "interior". La prueba de objetividad que podemos aplicar a circunstancias "presentes" o recordadas es la de "sentido común". Si otros a nuestro alrededor ven como nosotros vemos y oyen como nosotros oímos, diputaremos por objetivas las circunstancias; si al contrario, no ven lo que vemos ni oyen lo que oímos, si son inconscientes de lo que nosotros somos conscientes, diputaremos las circunstancias por subjetivas. Pero esta prueba de objetividad sólo es válida para quienes actúan en las mismas envolturas, pues si una persona actúa en el cuerpo físico y otra en el físico y en el astral, las cosas objetivas para el hombre en cuerpo astral no afectarán

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al hombre en cuerpo físico y las creerá alucinaciones subjetivas. El "sentido común" sólo es aplicable a la actuación en cuerpos análogos, y dará los mismos resultados cuando todos estén en cuerpo físico, todos en astral o todos en mental. Porque el "sentido común" es sencillamente la forma de pensamiento del Logos en cada plano que condiciona a cada conciencia incorporada y la capacita para responder por ciertos cambios a determinadas vibraciones de sus vehículos. El sentido común no se contrae en modo alguno al plano físico, aunque el término medio de la humanidad en su actual estado de evolución no tiene todavía lo suficientemente desarrollada la conciencia íntima para ejercerlo en los planos astral y mental. El sentido común es un elocuente testimonio de la unidad de nuestra vida interna. Todos vemos de la misma manera los objetos del plano físico, porque nuestras aparentemente separadas conciencias son parte real de la conciencia única que anima todas las formas. Todos respondemos del mismo modo, según nuestro estado de evolución, porque la acción y reacción entre ellos y nosotros es el entré-juego de la Vida única en variadas formas. Por lo tanto, el recuerdo de algo por la memoria se debe a la sempiterna existencia de todas las cosas en la conciencia del Logos, quien nos ha sometido a las limitaciones de tiempo y espacio con el fin de que la práctica nos enseñe a responder prontamente por medio de cambios de conciencia a las vibraciones que en nuestros vehículos levanten las dimanantes de otros vehículos igualmente animados por la conciencia. Tan sólo así llegaremos poco a poco a la clara y precisa distinción de las cosas, contactándolas sucesivamente, esto es, en el tiempo. y en relación a nosotros mismos y a los demás, esto es, en el espacio, hasta alcanzar el citado en que podamos reconocerlas todas simultáneamente y por doquiera, fuera del tiempo y del espacio. Según vamos pasando en la vida por infinidad de sucesos, advertimos que no con todos ellos no» hemos puesto en contacto, pues como nuestro vehículo físico tiene muy limitada potencia responsiva, muchas experiencias caen más allá de sus límites. En éxtasis podemos recordarla» y se dice que emergen de la sub-conciencia. Verdaderamente permanecen inmutables en la conciencia universal, y según pasamos por ellas las advertimos, porque la escasa luz de nuestra conciencia, oculta en el vehículo físico, los ilumina, y desaparecen en cuento hemos pasado; pero como el área iluminada por esta misma luz cuando brilla a través del vehículo astral es mucho mayor, reaparecen durante el éxtasis, es decir, en el .cuerpo astral libre del físico. Las experiencias no vienen y van y vuelven, sino que la luz de nuestra conciencia en el vehículo físico las transpone y no las vemos; y la más amplia luz en el vehículo astral nos capacita para verlas nuevamente. Dice muy bien Bhagavan Das a este propósito:

Si un espectador recorriera sin detenerse las salas de un vasto museo artístico a media noche, linterna en mano, todos los objetos físicos, cuadros, estatuas, retratos, quedarían sucesivamente iluminados por su luz de la linterna durante un momento, y el resto quedaría en tinieblas, y pasado el momento caería, nuevamente el objeto en obscuridad. Sean ahora no uno sino innumerables los espectadores, tantos como objetos visibles en aquel lugar, y que cada espectador serpentee incesantemente e través de la multitud de los demás, de modo que su linterna ilumine por un instante un objeto que sólo él vea. Aquel vasto e inmóvil museo es la plástica ideación del inmutable Absoluto. Cada espectador con linterna entre la innumerable multitud es una modalidad de conciencia entre las infinitas modalidades que constituyen la totalidad de la única conciencia universal. Cada vez que su linterna ilumina un objeto equivalente a una potencia activa, a una experiencia del jiva; cada vez que el objeto cae en «nieblas equivale a un lapso de potencia latente. Desde el punto de vista de los objetos en sí, es decir, de la conciencia universal, no hay potencia ni latencia. Si la hay desde el ponto de vista de las modalidades de conciencia. 92

92 La Ciencia de la Paz.

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A medida que uno tras otro son los vehículos más plenamente activos, se extiende el área de luz y la conciencia puede convertir su atención a un sector de dicha área y observar cercanamente los objetos en él incluidos. Así, cuando la conciencia funciona libremente en el plano astral y se da cuenta de lo que allí la rodea, puede ver mucho de lo que en el plano astral es pasado o futuro, con tal que sean cosas a que haya aprendido a responder. Lo que esté fuera del área de luz dimanante del cuerpo astral estará dentro del área de luz dimanante del cuerpo mental. Cuando el vehículo es el cuerpo causal "se recuerdan las vidas pasadas" pues vibra más Fácilmente ante sucesos que ya lo hicieron vibrar, y como la luz que a su través emana abarca un área mucho mayor, ilumina escenas del remoto "pasado", no más pasadas que las presentes, pero que ocupan distinto punto en tiempo y espacio. Los vehículos inferiores, que no han vibrado todavía ante tales sucesos, no pueden ponerse en directo, contacto ni responder a ellos, pues este contacto y respuesta pertenecen al cuerpo causal, el vehículo relativamente permanente; pero cuando este cuerpo responde a ellos, sus vibraciones descienden fácilmente y pueden reproducirse en los cuerpos mental, astral y físico.

6. ATENCIÓN Hemos dicho antes que la conciencia puede "convertir su atención a un sector del área y observar cercanamente los objetos en él incluidos". Esta fijeza de atención corresponde en la conciencia a lo que en el orden físico llamamos enfocar la vista. Al observar el movimiento de los músculos del ojo, cuando primero miramos a un objeto cercano y después a otro distante o viceversa, advertimos una leve contracción o dilatación que comprime o distiende ligeramente el iris. Actualmente este movimiento es automático y del todo instintivo, pero ha llegado a ser tal por la práctica. El niño de pecho no enfoca la vista ni aprecia las distancias, y tan fácilmente echa la mano a una vela puesta en el otro lado del aposento, que a la situada a su alcance, hasta que poco a poco aprende a conocer qué no puede alcanzar. El esfuerzo de visión conduce al enfocamiento de la vista y muy luego se automatiza. Los objetos en que está enfocada la vista quedan dentro del campo de visión clara y los demás se entrevén vagamente. De la propia suerte, la conciencia advierte con toda claridad aquello a que fija su atención y lo demás queda vago y "desenfocado". Así aprende el hombre a revertir su atención a sucesos largo tiempo ha pasados en nuestra medida del tiempo. El cuerpo causal se pone en contacto con ellos y las vibraciones se transmiten a los cuerpos inferiores. La presencia de un estudiante adelantado ayudará a otro más atrasado, porque cuando el cuerpo astral del primero sepa vibrar responsivamente a sucesos tiempo ha pasados y forme una imagen astral de ellos, el cuerpo astral del estudiante atrasado podrá reproducir más fácilmente dichas vibraciones y "ver" lo mismo que el otro. Pero aun cuando el hombre sepa ya ponerse en contacto con su pasado, y por su medio con el de otros relacionados con él, le será más difícil convertir eficazmente la atención a escenas en que no intervino, y cuando haya vencido esta dificultad tropezará con la de contactar escenas extrañas a su reciente pasado. Por ejemplo: si desea visitar la luna y por sus acostumbrados métodos sigue esta dirección, se verá sobrecogido por una granizada de insólitas vibraciones a que no puede instintivamente responder y le será preciso recurrir a su inherente poder divino para responder a cuanto pueda afectar sus vehículos. Si se trata de ir todavía más lejos, a otro sistema planetario, tropezará con una valla infranqueable que le ponga por impedimento el Logos planetario de aquel sistema.

7. LA CONCIENCIA ÚNICA Así empezamos a comprender qué significan las afirmaciones de que a cierto grado de evolución pueda el hombre alcanzar esta o la otra parte del kosmos y ponerse en contacto con

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la conciencia del Logos, independientemente de las limitaciones condicionadas por los vehículos materiales en el hombre menos evolucionado. Por estar los vehículos compuestos de materia modificada por la acción del Logos planetario de la cadena a que pertenecen, no pueden responder a vibraciones de materia di f eren temen te modificada, y el hombre ha de ser capaz de usar su cuerpo átmico antes de ponerse en contacto con la Memoria universal más allá de los límites de su propia cadena. Tal es la teoría de la memoria que ofrezco a la consideración de los estudiantes teosóficos. Es igualmente aplicable a los mínimos recuerdos y olvidos de la vida cotidiana, que a los dilatados términos referidos en el párrafo precedente. Porque nada hay grande ni pequeño para el Logos, y cuando ejecutamos la más leve operación de memoria, nos ponemos tan en contacto con la omnipresencia y omnisciencia del Logos, como cuando recordamos nuestro lejanísimo pasado. Nada hay remoto ni próximo. Todo está igualmente presente en el tiempo y en el espacio. La dificultad está en nuestros vehículos y no en la omniabarcante e inmutable Vida. Todo es más inteligible y consolador a medida que pensamos en aquella conciencia donde no hay "antes" ni "después" ni "pasado" ni "futuro". Entonces sentimos que el tiempo es una ilusión nacida de las limitaciones impuestas por nuestros propios vehículos, necesarios hasta la completa evolución y servicio de nuestras potencias. Inconscientes vivimos en el seno de esta poderosa Conciencia en que todo está eternamente presente, y tenemos el vago presentimiento de que si pudiéramos vivir conscientemente en el Eterno alcanzaríamos la paz. Nada conozco capaz de dar sus verdaderas proporciones a los sucesos de una vida, como la idea de una Conciencia en que todo esté presente desde el principio, y en la cual no haya en realidad ni principio ni fin. Así aprendemos que nada hay verdaderamente terrible ni nada que no sea relativamente triste. En esta lección está el comienzo de la verdadera paz, que en su debida coyuntura refulgirá en gozo.

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PARTE SEGUNDA VOLUNTAD, DESEO, EMOCIÓN

CAPÍTULO I LA VOLUNTAD DE VIVIR

En el breve estudio de los Orígenes, que constituye lo» párrafos 1 y 2 de la Introducción a esta obra, hemos visto que la mónada, surgida del primer Logos, mostraba en su naturaleza la triunidad de su Fuente, los aspectos de Voluntad, Sabiduría y Actividad. Vamos ahora a detener nuestra atención en el estudio de la Voluntad, que aparece como tal voluntad en el plano superior y como deseo en el inferior, y el estudio del deseo nos conducirá al de la emoción indisolublemente enlazada con él. Ya vimos que estamos aquí porque quisimos vivir en los mundos inferiores, y la voluntad determina nuestra permanencia en ellos. Pero la mayor parte de los hombres poco advierten de la naturaleza, poder y actuación de la voluntad, porque en las primeras etapas de la evolución se manifiesta únicamente como deseo en los planos inferiores; y por lo tanto, debemos estudiarla en su aspecto de deseo antes de que podamos comprenderla en el de voluntad. Es el aspecto de Poder de la conciencia, siempre velado en la intimidad del Yo, oculto por decirlo así tras la Sabiduría y la Actividad que lo impulsan a la manifestación. Tan escondida está su naturaleza, que muchos confunden la Voluntad con la Actividad y le niegan la categoría de aspecto de la conciencia. Sin embargo, la Actividad es la acción del Yo, en el No-Yo, lo que crea, lo que da temporánea realidad al No-Yo; pero la Voluntad se oculta en la Actividad y la impulsa atrayendo y repeliendo los repliegues del corazón del ser. Voluntad es la fuerza que se mantiene tras el Conocimiento y estimula la Actividad. El pensamiento es actividad creadora y la voluntad es fuerza motora. Nuestros cuerpos son como son porque desde edades sin cuento quiso el Yo que la materia fuese modelada en formas por las cuales pudiese actuar sobre cuanto le rodea y conocerlo. Dice una Escritura antigua:

En verdad este cuerpo es mortal, ¡oh Bhagavan!, y está sujeto a muerte. Sin embargo, es residencia del inmortal e incorpóreo Atma Los ojos sirven de órganos de observación al Ser que dentro de los ojos mora. El Atma quiere "oler" deseoso de experimentar fragancia. El Atma quiere "hablar" deseoso de expresar palabras. El Atma quiere "oír" deseoso de escuchar sonidos. El Atma quiere "pensar". La mente es el ojo celeste que observa todos los objetos apetecibles. Por medio del celeste ojo mental goza Atma de todo. 93

Tal es el secreto, la fuerza motora de la evolución. Verdaderamente. la excelsa voluntad traza la real calzada de la evolución. Verdaderamente las Inteligencias espirituales de diversidad de grados guían a las entidades evolucionantes por la real calzada. Pero muy poca atención se prestó a las innumerables experiencias, fracasos y éxitos, a los vericuetos, sinuosidades y encrucijadas, consiguientes a los tanteos de las separadas voluntades, que cada una de por sí buscaba su propio medio de expresión. Los contactos del mundo externo suscita en todo Atma la voluntad de conocer lo que le toca. Apenas conoce algo en el pez jalea; pero la voluntad de conocer modela en forma tras forma un cada vez más perfeccionado ojo que va estorbando menos su potencia perceptiva. A medida que estudiamos la evolución, descubrimos voluntades que plasman la materia por tanteos experimentales, no por clara visión-. La presencia de estas diversas voluntades constituye el constante ramaje del árbol de la evolución. Profunda verdad encierra el ameno cuento infantil del profesor Clifford acerca de los enormes saurios antediluvianos, cuando dice que "unos prefirieron arrastrarse y se convirtieron en reptiles". A menudo vemos que fracasado un intento se reitera en distinta dirección. A menudo vemos las más chapuceras trazas par a par de las más exquisitas

93 Chhândogyopanisada, VIII-XII-1, 4, 5.

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adaptaciones. Estas son resultado de Inteligencias que, conscientes de sus intentos, cincelan constantemente la materia en apropiadas formas. Aquellas son manifestación de los esfuerzos interiores, todavía ciegos y vacilantes, pero firmemente encaminados a la expresión del Yo. Si tan sólo hubiese modeladores externos que desde el principio vieran el fin, la naturaleza nos ofrecería en sus obras indescifrables enigmas, pues tantos y tantos son los intentos inadecuados y los proyectos ineficaces: pero cuando advertimos en toda forma la presencia de la voluntad de vivir, que en busca de su propia expresión modela sus vehículos para su peculiar propósito, entonces echamos de ver asimismo el plan del Logos en que todo subyace, con las admirables adaptaciones que lo elaboran. la actuación de las Inteligencias constructoras y las inhábiles trazas y chapuceras experiencias debidas al esfuerzo de los Yos que quieren pero no tienen todavía, el conocimiento ni el poder de obrar perfectamente. Según adelanta la evolución, este divino Yo, vacilante, forcejeante y luchador, se va convirtiendo crecientemente en verdadero e inmortal Gobernador interno. Quien advierte que él mismo es este inmortal Gobernador entronizado en el interior de los vehículos de expresión por él labrados, adquiere un sentimiento de dignidad y poderío cada vez más robusto y con mayor dominio sobre su naturaleza inferior. El conocimiento de la verdad nos hace internamente libres; porque el Gobernador interno podrá estar todavía entorpecido por las formas que elaboró para su propia expresión; pero al conocerse a sí mismo como tal Gobernador, es capaz de empeñarse firmemente en avasallar por completo su reino. Sabe que vino al mundo para ser colaborador de la suprema Voluntad y ha de hacer y sufrir cuanto requiera el cumplimiento de este fin. Conoce su divinidad, cuya acabada realización es tan sólo cuestión de tiempo. Siente en su interior la divinidad, aunque todavía no la manifieste exteriormente, y allí permanece para ser en manifestación lo que es en esencia. Es rey de derecho aunque no de hecho. Como príncipe que nacido para ceñir corona se somete pacientemente a la disciplina que le ha de hacer digno de ceñirla, así nuestra soberana voluntad se somete pacientemente a la necesaria disciplina de la vida y evoluciona hacia el día en que el regio poder pase a sus manos.

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CAPITULO II DESEO

1. NATURALEZA DEL DESEO Cuando la mónada envía sus rayos a la materia de los tercero, cuarto y quinto planos y se apropia un átomo de cada uno de ellos 94, engendra lo que suele llamarse su "reflejo en la materia" 95 el humano "espíritu", pues el aspecto Voluntad de la mónada se refleja como en un espejo en el alma humano cuya morada es el tercer plano, llamado por ello átmico. Esta primera hipóstasis se debilita, pero en modo alguno se altera, por los velos de materia así dotada, pues de la propia suerte que un espejo bien construido refleja la perfecta imagen del objeto, igualmente el humano espíritu, Atma-Buddhi-Manas, perfecta imagen de la mónada, es verdaderamente la misma mónada velada en más densa materia. Pero así como un espejo cóncavo o convexo reproduce la contrahecha y grotesca imagen del objeto, así también los ulteriores reflejos o involuciones del espíritu en materia, todavía más densa, reproducirán sus contrahechas y desfiguradas imágenes. Por lo tanto, cuando la voluntad en su descenso se vela cada vez más en cada plano y llega al mundo astral, inmediatamente superior al físico, toma aspecto de deseo, que si bien muestra la energía, concentración e impelentes características de la voluntad, no es sino esta misma voluntad destronada, cautiva y esclava de la materia que, rebelada contra el gobierno y dirección del espíritu, usurpó el dominio sobre él. Ya no está la voluntad determinada por sí misma, sino por las atracciones circundantes. Tal es la distinción entre la voluntad y el deseo. Ambos tienen idéntica naturaleza íntima, porque en realidad son una sola determinación del atma, la única fuerza motora del hombre, la que impele hacia la actividad, hacia la acción sobre el mundo exterior, sobre el No-Yo. La voluntad queda manifiesta cuando el Yo se determina a la actividad sin estar influido por atracciones ni repulsiones hacia los objetos circundantes. El deseo queda manifiesto cuando las atracciones y repulsiones externas determinan la actividad y zarandean de aquí para allá al hombre, sordo a la voz del Yo, e inconsciente del Gobernador interno. El deseo es la voluntad revestida de materia astral combinada por la segunda oleada de vida y cuya reacción sobre la conciencia determina las sensaciones, es decir, que la voluntad se transmuta en deseo cuando está revestida de materia astral cuyas vibraciones van acompañadas de sensaciones en la conciencia. La esencial naturaleza de la voluntad, que es dar impulsos motores, responde con impelente energía al verse rodeada de materia que suscita sensaciones, y esta energía actualizada y operante en la materia astral es el deseo. Así como en la naturaleza superior el poder impelente es la voluntad, en la naturaleza inferior lo es el deseo. Cuando débil éste, toda la naturaleza del individuo reacciona débilmente sobre el mundo exterior. La fuerza efectiva de un carácter se mide por la fuerza de su voluntad o por la vehemencia de su deseo, según el estado de evolución. Mucha verdad encierra el aforismo según el cual "los grandes pecadores se convierten en grandes santos". Las gentes vulgares no son ni óptimamente buenas ni pésimamente malas, pues sólo tienen fuerza bastante para leves virtudes o leves vicios. La potencia deseativa de un hombre da la medida de su capacidad para el progreso y de su dinamicidad para seguir adelante en el camino de la vida y reaccionar sobre su ambiente hasta modificarlo, alterarlo y vencerlo. En la lucha con el deseo, que caracteriza la superior evolución, se trasmuta y no se destruye la energía motora. Los deseos inferiores se convierten en superiores, y la energía se sutiliza sin perder nada de su fuerza, hasta inmergirse totalmente en el aspecto espiritual de voluntad o poder del Yo.

94 Véase Parte I, cap. IV, § 3. 95 Por inadvertencia derivada de la ambigüedad de las voces suele traducirse en la literatura teosófica la palabra inglesa reflexión por la española reflexión que parece su equivalente y no lo es, sino que significa reflejo, es decir, el resultado y efecto de la reflexión del rayo de luz monádico. (N. del T.)

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Mayores dificultades hay cuando el deseo es débil antes de que la voluntad se haya libertado de las trabas de la materia astral; porque entonces, la voluntad de vivir se manifiesta débilmente y hay poco fuerza aprovechable para la evolución. Los vehículos oponen un obstáculo a la impelente energía de la mónada cuyo libre paso impiden, y poco progreso cabe esperar mientras no se desbarate el obstáculo. En la tormenta, la velera nave sigue adelante aun a riesgo de naufragar; pero en la calma chicha queda inmóvil sin que le valgan velas ni timones. Y como en nuestra navegación no es posible el definitivo naufragio, sino tan sólo pasajeros temporales, y la tempestad estimula el progreso como no le es dable a la calma, quienes se vean azotados por la tormenta pueden con seguro convencimiento esperar el día en que las borrascosas ráfagas se muden en el constante viento de la voluntad.

2. EL DESPERTAR DEL DESEO Nosotros referimos todas nuestras sensaciones al mundo astral. En el cuerpo astral están nuestros centros sensorios, cuyas reacciones a los contactos externos suscitan sensaciones de dolor y placer en la conciencia. Los fisiólogos dicen que la sensación se transmite desde el punto de contacto al cerebro, por medio de vibraciones nerviosas entre la periferia y el centro en donde la conciencia reacciona y percibe la sensación. La teosofía lleva más allá las vibraciones y afirma que del centro cerebral pasan al éter que lo embebe y que la reacción de la conciencia se efectúa en el centro astral. Cuando sobreviene alguna discontinuidad entre los cuerpos físico y astral por la acción del cloroformo, éter, gas hilarante u otras drogas, queda tan insensible como si careciese de sistema nervioso. Los enlaces entre el cuerpo físico y el cuerpo de sensación están desquiciados, y la conciencia no responde a ningún estímulo que por el organismo físico se le transmita. El deseo despierta en el cuerpo la sensación, y al despertar sigue el primer vago sentimiento de dolor o placer. Según ya dijimos 96 el placer es un sentimiento de acrecentación y explaye de la vida, mientras que el dolor lo es de aminoración y retraimiento, correspondientes ambos a la conciencia en pleno. Dijimos que "este primario estado de conciencia no manifiesta. ni aun embrionariamente, los consabidos aspectos de Voluntad, Sabiduría y Actividad, a los que precede ¡a "sensación", correspondiente por entonces a la totalidad de la conciencia, aunque en ulteriores etapas de la evolución se relacione con el aspecto Voluntad-Deseo, hasta el punto de identificarse casi enteramente con él". "A medida que los estados de placer y dolor se establecen más definidamente en la conciencia, dan lugar a otro, pues al extinguirse el placer persiste en la conciencia, como continuidad de la atracción, un recuerdo que se transmuta en vago y vacilante movimiento hacia ella, demasiado indefinido para llamarlo esfuerzo, que incita a mantener y retener la sensación placentera. Análogamente, al extinguirse el dolor, queda como continuidad de la repulsión un recuerdo que se convierte en vago movimiento de repugnancia. Estos estados engendran al deseo." El despertar del deseo es un débil explaye de la vida en apetencia del placer, un vago, vacilante e ingobernado movimiento que no puede ir más allá hasta que el pensamiento, fortalecido en cierto grado, reconozca un mundo exterior, un No-Yo, cuyos objetos aprenda a relacionar con el placer o dolor que su contacto levante en la conciencia. Pero mucho antes del reconocimiento de estos objetos. los resultados del contacto han determinado, según dijimos, una bifurcada división del deseo. Podemos aducir como uno de los más sencillos ejemplos la apetencia de alimento en un organismo inferior. Cuando el cuerpo físico se debilita y extenúa, surge en el cuerpo astral una sensación de dolor, una necesidad, un ansia indeterminada y vaga, pues el cuerpo físico por su debilitación es un

96 Véase Parte I. cap. IX, § 1.

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menos eficaz vehículo de la vida fluyente del astral, y este obstáculo engendra dolor. La corriente que baña el organismo transporta el alimento proporcionado al cuerpo que al absorberlo repara sus pérdidas y la vida vuelve a fluir libremente, determinando con ello un placer. Cuando en etapa algo más elevada surge el dolor, sobreviene el deseo de eliminarlo y se levanta el sentimiento de repulsión, contrario al de atracción suscitada por el placer. De aquí resulta la bifurcación del deseo. La voluntad de vivir engendra ansias de experiencia, y esta ansia aparece en el vehículo inferior en forma de deseo que, por una parte apetece experiencias avivadoras del sentimiento de vida, y por otra repugna todo cuanto la debilita y oprime. La atracción y la repulsión pertenecen igualmente a la naturaleza del deseo. Así como el imán atrae o repele a ciertos metales, así atrae o repele el encarnado Yo cuando le rodea. Tanto la atracción como la repulsión son deseo, las dos grandes energías motoras de la vida en que finalmente se resumen todos los deseos. El Yo cae en la esclavitud del deseo, de la atracción y repulsión, y queda atraído por doquiera y repele cuanto quiera. precipitado entre los objetos placenteros o dolorosos como buque sin timón entre olas y vientos.

3. RELACIÓN DEL DESEO CON EL PENSAMIENTO Consideremos ahora la relación entre el deseo y el pensamiento, para ver cómo el último gobierna al primero, después cié haber estado sujeto a él. La razón pura es el reflejo del aspecto de Sabiduría de la mónada. y aparece como Buddhi en el humano espíritu. Pero no tratamos de la relación del deseo con la razón pura, pues no se relaciona directamente con la Sabiduría, sino con el Amor o manifestación de la Sabiduría en el plano astral. Hemos de indagar más bien la relación del deseo con el aspecto Actividad de la mónada, que se manifiesta como sensación en el plano astral y como pensamiento en el mental. Ni tampoco tratamos de la mente superior que es Manas puro o Actividad creadora, sino de la mente inferior o contrahecho reflejo de la superior. La mente inferior está en relación directa con el deseo e inextricablemente entremezclada con la humana evolución, pues tan íntimo enlace hay entre el deseo y la mente inferior, que solemos identificarlas en el Kama-Manas o Deseo- Mente, porque muy raro es hallar en la conciencia inferior ni un solo pensamiento que no esté más o menos matizado por el deseo. "Verdaderamente es Manas duple: puro e impuro; el impuro está determinado por el deseo; el puro está libre de deseo" 97. La mente inferior es "pensamiento" en el plano mental. Su propiedad característica es afirmar y negar; conoce por diferencia; percibe y recuerda. Según hemos visto, el mismo aspecto que en el plano mental es pensamiento, es en el astral sensación despertada por el contacto del mundo externo. También vimos que al extinguirse un placer gozado surge el deseo dé volverlo a gozar, y esto requiere memoria, que es función de la mente. Aquí echamos de ver, como siempre, que la conciencia actúa de continuo en su trina naturaleza, aunque predomine uno u otro aspecto, pues ni aún el más embrionario deseo puede levantarse sin que la memoria esté presente. La sensación causada por un contacto externo ha de repetirse muchas veces antes de que la mente llegue a relacionar la sensación con su objeto determinante, hasta que por último la mente "percibe" el objeto externo, es decir, lo relaciona con una de sus alteraciones que reconoce producida por él. Las reiteraciones de esta percepción establecen en la memoria un definido lazo entre el objeto y la sensación placentera o dolorosa, y cuando el deseo incita a la repetición del placer la mente recuerda el objeto que proporciona este placer. Así la entremezcla del pensamiento con el deseo engendra el particular deseo de encontrar y apropiarse el objeto deseado. Este apetito impele a la mente a ejercer su peculiar actividad, pues el disgusto ocasionado por la insatisfecha apetencia determina un esfuerzo para substraerse a él por medio de la posesión

97 Bindopanisada I.

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del objeto apetecido. La mente forja planes y proyectos y mueve al cuerpo a una acción que satisfaga las ansias del deseo. Y de manera análoga, incitada la mente por el deseo, forja planes y proyectos y mueve al cuerpo a la acción para esquivar el dolor dimanante de un objeto doloroso. Tal es la relación entre el deseo y el pensamiento. Suscita, estimula y excita los esfuerzos mentales. La mente en sus primeras etapas es sierva del deseo, cuyas violentas incitaciones determinan la proporción de su desarrollo. El deseo nos fuerza a pensar.

4. DESEO, PENSAMIENTO Y ACCIÓN La acción es la tercera etapa de contacto entre el Yo y el No-Yo. Cuando la mente percibe el objeto de deseo, conduce, guía y modela la acción, que si bien suele decirse que dimana del deseo, no puede éste ir más allá de suscitar un impreciso movimiento o acción. La fuerza del deseo es propulsora, no directora. El pensamiento añade el elemento director y modela deliberadamente la acción. Deseo, pensamiento y acción son los puntos del siempre repetido ciclo de la conciencia. El poder propulsor del deseo engendra el pensamiento; el poder director del pensamiento guía la acción. Esta consecutividad es invariable e importa muchísimo comprenderla claramente, porque de su comprensión depende el gobierno de la vida práctica. Sólo cabe modelar el karma cuando se comprende esta consecutividad, pues únicamente así es posible discernir las acciones evitables de las inevitables. Por el pensamiento podemos transmutar el deseo y en consecuencia la acción. Cuando la mente advierte que el deseo ha levantado pensamientos determinantes de acciones engendradoras de infelicidad, puede resistir los futuros impulsos del deseo en la misma dirección y repugnar acciones que acarrearían resultados desastrosos. La mente puede imaginar estos resultados y despertar la repelente energía del deseo, así como puede también representarse las dichosas consecuencias de los deseos de opuesta índole. La creadora actividad del pensamiento puede ejercerse en la modelación del deseo, de suerte que su energía propulsora se aplique en mejor dirección. Así puede servir el pensamiento para dominar el deseo y ser dueño en vez de esclavo, de modo que según adquiera ascendiente sobre su indómito compañero, lo vaya transmutando en voluntad e invirtiendo la aplicación de la energía de lo exterior a lo interior, de los objetos externos atractivos o repulsivos, al espíritu, el íntimo gobernador.

5. ESCLAVIZANTE NATURALEZA DEL DESEO Puesto que la voluntad de vivir determina el explaye de la vida anhelosa de apropiarse lo necesario para su manifestación y persistencia en forma corpórea, el deseo, que es la voluntad en un plano inferior, mostrará las análogas características de apropiarse y atraer cuanto pueda sustentar y fortalecer su vida en la forma. Cuando deseamos un objeto, procuramos hacerlo nuestro de modo que constituye parte de la forma en que está encarnado el Yo. El deseo es la actualización de la potencia atrayente que impele hacia sí el objeto deseado. Todo cuanto deseamos lo atraemos a nosotros, y el deseo de poseerlo anuda un lazo entre el objeto y el deseador. Atamos al Yo aquella porción del No-Yo, y el lazo existe hasta que poseemos el objeto o basta que el Yo rompe el lazo y repudia el objeto. Tales son "los lazos del corazón" que atan al Yo a la rueda de nacimientos y muertes. Los lazos entre el deseador y el objeto de deseo son como sogas que arrastran al Yo al lugar en donde está el objeto deseado y determinan su nacimiento en uno u otro mundo. Así dice el versículo:

Quien está ligado obtiene siempre por la acción aquello en que su mente ha puesto señal. Obtenido el objeto de la acción ejecutada, vuelve de este mundo a este mundo con propósito

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de acción. Así le sucede a la mente deseosa. 98

Si un hombre desea los objetos de otro mundo con preferencia a los de éste, nacerá en aquel mundo, pues hay una continua tensión en los lazos del deseo basta que se unen el Yo y el objeto. La energía del deseo es la magna energía determinante, la voluntad de vivir, que mantiene a los planetas en su órbita alrededor del sol. que retiene en cohesión la materia de los globos, que sustenta en integridad nuestros cuerpos. Aquello que todo lo rige está en nosotros como deseo y nos lleva o a nosotros atrae cuanto aprisiona en sus garfios. El garfio del deseo se clava en un objeto como arpón en la ballena. Cuando el deseo clava su arpón en un objeto, el Yo se adhiere a él, se lo apropia primero en voluntad y luego en acción. De aquí que un insigne Instructor dijera:

Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. . . Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala y échala de ti. 99

La cosa deseada se asimila al cuerpo del Yo, y si es mala debemos eliminarla cueste lo que costare. De otro modo habrá de quedar eliminada por la lenta acción del tiempo y del pesar.

Solamente el fuerte puede matarla. El débil ha de esperar a que crezca. fructifique y

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muera.

6. ROMPIMIENTO DE LOS LAZOS Para romper los lazos del deseo hemos de recurrir a la mente, en donde subyace el poder que primero purificará y después transmutará el deseo. La mente recuerda los resultados consiguientes a la apropiación de cada objeto de deseo y echa de ver si la unión de este objeto con el encarnado Yo engendró dicha o desdicha; y cuando después de muchas apropiaciones observa que el resultado es doloroso, resuelve evitar este objeto en lo futuro.

Los deleites nacidos de externos contactos son verdaderamente manantiales de pena. 101

Entonces surge la lucha. Cuando vuelve a presentarse el atractivo objeto, el deseo lanza su arpón y lo prende para atraerlo; pero la mente, recordando los dolorosos resultados de análogas presas, procura oponerse al deseo y cortar con la espada del conocimiento el lazo de atracción. Violento conflicto arde en el interior del hombre. El deseo lo impulsa y el pensamiento lo retiene. Muchas y muchas veces el deseo triunfante se apropiará el objeto; pero la repetición de los resultados dolorosos suscitará contra el deseo en cada uno de sus triunfos otro enemigo en las fuerzas de la mente. Aunque poco a poco, el pensamiento se vigoriza hasta que por último le sonríe la victoria y llega día en que el deseo es más débil que la mente y el lazo queda roto y repudiado el objeto. En semejante conflicto, el pensamiento procura valerse contra el deseo de las mismas fuerzas del deseo. AI efecto escoge objetos que den una felicidad relativamente duradera y procura oponerlos a los deseos engendradores de dolor. Así opondrá el placer artístico contra el sensual y la popularidad política y el influjo social contra los goces de la carne; estimulará el deseo de disfrutar el bien y fortalecer la abstención de los viciosos deleites; y finalmente hará que el deseo de eterna paz venza el deseo de goces temporales. Las atracciones superiores matan a las inferiores y cesan de ser objetos de deseo.

Aun el mismo gusto abandona a quien persevera en la visión del supremo Ser. 102

98 Brihadaranyakopanisada IV-IV, 6. 99 Mateo Y. 29-30. 100 Luz en el Sendero, 4. 101 Bhagavad Gitâ Y, 22.

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La energía del deseo puede de por si desprenderlo de lo que engendra dolor y fijarlo en lo que allega dicha. La misma fuerza que ata sirve para desatar. AI desasirse de los objetos se retraerá alzadamente en lo interior, adhiriendo al hombre a la Vida de que emana y en cuya unión consiste su felicidad suprema. Tal es la valía libertadora de la devoción. El amor que al Supremo se inclina. Le considera eminentemente deseable y quema las ligaduras que mantienen al corazón en esclavitud de los objetos de deseo. Tan sólo por el Yo como pensamiento cabe dominar al Yo como deseo. Si el Yo reconoce su verdadera vida, prevalece contra el Yo encarnado que se identifica con la forma. Debe aprender el hombre a separarse de los vehículos en que desea, piensa y actúa y conocer que son parte del No-Yo y materia externa a la vida. Así la energía que los bajos deseos enfocaron en los objetos, se transmuta en el superior deseo guiado por la mente, y así se dispone a convertirse en voluntad. A medida que la mente inferior inmerge en la superior y ésta en la Sabiduría, el aspecto de pura Voluntad emerge como poder del Espíritu, con determinación y gobierno propios, en perfecta armonía con la suprema Voluntad y, por lo tanto, libre. Sólo entonces quedan rotos los lazos y nada externo a él constriñe al espíritu. Entonces y sólo entonces puede afirmarse que la Voluntad es libre.

102 Bhagavad Gitâ II, 59.

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CAPÍTULO III DESEO (continuación)

1. VEHÍCULO DEL DESEO Hemos de volver a la lucha en la naturaleza del deseo, a fin de añadir algunos útiles pormenores a lo ya expuesto; pero primero es necesario el vehículo de deseo, el cuerpo de deseos o cuerpo astral, pues este estudio nos dará a comprender el preciso método que debemos emplear para rendir y desechar los bajos deseos. El vehículo de deseos está constituido por materia astral o sea la del plano inmediatamente superior al físico. Esta materia, como la física, existe en siete modificaciones que tienen entre sí la misma relación que los subestados sólido, líquido, gaseoso y etéreos en el plano físico. Así como el cuerpo físico contiene en sí estos varios subestados de materia física, también el cuerpo astral contiene los varios subestados de materia astral. Cada uno de estos subestados consta de agregaciones más o menos groseras o finas, y la obra de purificación astral, lo mismo que la de la física, consiste en substituir lo grosero por lo fino. Además, los subestados inferiores de materia astral sirven principalmente para la manifestación de los bajos deseos, mientras que los subestados superiores vibran en respuesta a los deseos convertidos en emociones por intervención de la mente. Los subestados inferiores sirven de medio para la fuerza atractiva de los bajos deseos que se inclinan a los objetos de placer, y cuanto más bajo sea el deseo, más groseras serán las agregaciones de materia que mejor los expresen. Como quiera que el deseo determina la vibración de su correspondiente materia en el cuerpo astral, esta materia se vitaliza con mayor intensidad y atrae del exterior nueva materia de análoga índole, que acrecienta su cuantía en la constitución del cuerpo astral. Cuando los deseos se van gradualmente retinando en emociones de modo que entren elementos intelectivos y disminuya el egoísmo, aumentará análogamente la cantidad de materia sutil en el cuerpo astral, al paso que, desvitalizada la materia grosera, perderá energía y disminuirá su cantidad. Aplicados estos hechos a la práctica, nos ayudan a debilitar al enemigo entronizado en nuestro interior, porque le privamos de sus instrumentos. Un traidor en el recinto es más peligroso que un enemigo foráneo, y el cuerpo de deseos actúa como tal traidor mientras está compuesto de elementos que responden a las tentaciones del exterior. Los deseos plasmados en la grosera materia astral deben ser deshechos por la mente, que al efecto ha de repugnar la imagen del pasajero placer dimanante de la posesión del objeto y representarse la duradera tristeza que engendraría. Cuando eliminamos la grosera materia que vibra en respuesta a las bajas atracciones, pierden éstas todo poder de perturbamos. Por lo tanto, hemos de tener en cuenta el vehículo de deseo, pues de su constitución dependerán las atracciones que de fuera nos lleguen. Podemos actuar sobre la forma y cambiar sus elementos componentes, para convertir de esta suerte en defensor al enemigo. Sin embargo, cuando el hombre está desenvolviendo su carácter, tropieza con una dificultad que a menudo le alarma y deprime. Se ve combatido por deseos que le estremecen y avergüenzan, y a despecho de sus vigorosos esfuerzos por desecharlos no dejan de adherírsele y atormentarle. Están en discordancia con sus esfuerzos, esperanzas y aspiraciones, y sin embargo parece en algún modo como si fueran suyos. Tan penosa prueba proviene de que la conciencia evoluciona mucho más rápidamente de lo que puede cambiar la forma y ambas entrechocan en mayor o menor conflicto. En el cuerpo astral hay todavía considerable cantidad de agregaciones groseras; pero como los deseos están ya más refinados, no pueden seguir vivificando dicha materia. Sin embargo, todavía perdura algo de la anterior vitalidad, y aunque van decayendo las agregaciones groseras no están completamente eliminadas. Pero aun cuando la naturaleza deseante del hombre ya no sigue empleando las agregaciones groseras como materia de expresión, pueden cobrar temporánea actividad desde el exterior y

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adquirir apariencia vital como galvanizado cadáver. Los deseos de otras gentes, los elementales del deseo de siniestra índole pueden adherirse a la materia no utilizada de su cuerpo astral y estimularla y vivificarla determinándole a sentir como propios los deseos de que abomina. Al sobrevivir una de estas pruebas es preciso que el desorientado combatiente cobre valor, y al verse acometido por los deseos los rechace como cosa a él extraña y conozca que los elementos utilizados por su enemigo pertenecen ya al pasado y van decayendo de modo que pronto han de morir para dejarle en libertad. El sueño nos dará un ejemplo de cómo opera esta gastada materia del cuerpo astral. Supongamos que un hombre fue beodo empedernido en una vida pasada y que las experiencias sufridas después de la muerte le infundieron profunda repugnancia por la bebida. Al renacer imprime el Ego esta repulsión en sus nuevos cuerpos físicos y astral, pero todavía quedan en ellos remanencias producidas por las vibraciones que en los átomos permanentes levantó la pasada embriaguez. Aunque esta materia residual no está vivificada en la vida presente por el ansia de la bebida ni se inclina al vicio de la embriaguez, sino que por el contrario el hombre es sobrio, en sueños recobra actividad por excitaciones externas, y como el Ego 103 tiene escaso dominio sobre el cuerpo astral durante el sueño, responde la materia remanente a las vibraciones de embriaguez que la excitan y el hombre sueña en la bebida. Además, si tiene todavía un latente deseo de embriaguez demasiado débil para actualizarse durante la vigilia, puede cobrar vigor en sueños, porque como la materia física es relativamente pesada y torpe, los deseos débiles no tienen la suficiente energía para ponerla en vibración; pero los mismos deseos pueden mover la mucho más sutil materia astral, de modo que el hombre se vea arrastrado en sueños por un deseo que no prevalece contra él durante la vigilia. Semejantes sueños causan mucha angustia por lo incomprensibles. Ha de entender el hombre que el sueño denota que la tentación está vencida por parte de él y que sólo le perturba el cadáver de muertos deseos galvanizado por vibraciones ajenas en el plano astral o internamente por un moribundo deseo demasiado débil para conmoverle en el período de vigilia. El sueño es signo de casi completa victoria y al propio tiempo una amonestación, porque le enseña al hombre que todavía remanece* en su cuerpo astral un tanto de materia capaz de vivificarse al contacto de vibraciones kámicas, por lo que no debe colocarse durante la vigilia en ambiente propicio a ellas. Hasta que cesen tales sueños, el cuerpo astral no estará libre de tan peligrosa especie de materia.

2. CONFLICTOS ENTRE EL DESEO Y EL PENSAMIENTO Retrocedamos a la consideración del estado de lucha en la naturaleza del deseo, con objeto de añadir algunos necesarios pormenores. Esta lucha corresponde al promedio de la evolución, a la dilatada etapa extendida entre el estado del hombre que enteramente sometido al deseo se deja arrastrar por todo linaje de apetitos sin que la conciencia los refrene ni el remordimiento le perturbe, y el estado superiormente espiritual en que la Voluntad, la Sabiduría y la Actividad obra en concertada armonía. La lucha se entabla y el conflicto surge entre el deseo y el pensamiento, cuando éste echa de ver su relación con el No-Yo y los otros Yos, y cuando el deseo influido por los objetos circundantes y movido por atracciones y repulsiones va de aquí para allá tras los objetos incitantes. Debemos estudiar la etapa de evolución en que los acumulados recuerdos de pasadas experiencias, retenidos en la mente superior, se oponen a la satisfacción de deseos engendradores de pena, es decir, que el Pensador infiere de sus acumuladas experiencias una conclusión bastante segura para dar en rostro a las apetencias de la naturaleza kámica por un objeto reconocidamente peligroso.

103 El ego se retrae en sí mismo durante el sueño hasta que es capaz de valerse independientemente de su cuerpo astral; de aquí que tenga escaso dominio sobre este cuerpo.

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Centenares de vidas establecieron y vigorizaron el hábito de apetecer y disfrutar, al paso que está en vías de establecimiento, y es por lo tanto muy débil, el hábito de resistir a un placer presente a fin de evitar un dolor futuro. De aquí que en la lucha entre la naturaleza kámica y el Pensador sufra éste durante largo tiempo una serie de fracasos. La bisoña mente se ve sin cesar vencida en su combate con el veterano deseo; pero como a cada victoria de éste sigue un duradero dolor tras transitorio placer, surgen nuevas fuerzas hostiles que van debilitando las del enemigo. Así cada derrota del Pensador es semilla de su futura victoria, y diariamente acrecienta sus fuerzas al paso que disminuyen las del deseo. Si comprendemos esto claramente, ya no nos perturbarán nuestras caídas ni las de aquellos a quienes amamos, porque sabremos que estas caídas aseguran la futura firmeza y que en la matriz de la pena está madurando el futuro vencedor. El conocimiento ¿el bien y del mal nace de la experiencia y únicamente puede afirmarse por medio de la prueba. El sentimiento de lo justo y lo injusto, hoy congénito en el hombre civilizado, es la resultante de innumerables experiencias. En los primitivos días del separado Yo, todas las experiencias eran valederas para su evolución y le enseñaban las lecciones necesarias para su desenvolvimiento. Gradualmente aprendió que la condescendencia con deseos cuya satisfacción perjudicaba a los demás, le acarreaba dolor proporcionado al pasajero placer dimanante de la satisfacción. Así empezó a relacionar la palabra "injusto" con los deseos cuya apetencia engendraba dolor, y en esta relación le ayudaban las enseñanzas de los Instructores que, encargados de guiar sus primeros pasos, ponían sello de prohibición a los objetos despertadores del mal deseo. Si desobedecía a los Instructores, experimentaba el dolor consiguiente a la desobediencia, y la impresión producida por ello en el Pensador le servía de poderoso aviso para el porvenir, al paso que se acrecentaba la conciencia, esto es, la voluntad de obrar rectamente y abstenerse de toda injusticia. Fácilmente inferimos de aquí el valor de las amonestaciones, reprimendas y buenos consejos, pues todos ellos quedan almacenados en la mente como fuerzas auxiliares de los retenidos recuerdos que se oponen a la satisfacción de injustos deseos. Cierto es que el amonestado puede ceder de nuevo a la tentación porque todavía esté su fuerza siniestramente inclinada: pero cuando sobrevenga el vaticinado sufrimiento, la mente resumirá los recuerdos, advertencias y exhortaciones para grabar más profundamente en sí la afirmación de que "aquel deseo es injusto". La comisión de un acto delictuoso significa sencillamente que el recuerdo del dolor pasado no es todavía lo bastante vigoroso para sobrepujar la atracción del placer inmediato. Es preciso repetir unas cuantas veces más la lección, de suerte que fortalezca el recuerdo de lo pasado. Conseguido esto es segura la victoria. El sufrimiento es indispensable condición para el progreso del alma y en si mismo lleva la promesa de adelanto. Si atentamente miramos, veremos que todo cuanto nos rodea se encamina hacia el bien; en ninguna parte hay irremediable mal. La lucha entre el pensamiento y el deseo tiene por lema aquel triste clamor: "Hago lo que no quisiera hacer y lo que quisiera no hago". "Obro bien y tropiezo con el mal". Si obramos mal, no obstante nuestro propósito de obrar bien, es por el hábito adquirido en el pasado. La débil voluntad se ve sojuzgada por el vigoroso deseo. AI luchar el Pensador con la naturaleza kámica llama en su auxilio a su verdadera naturaleza y se esfuerza en despertar en ella un deseo contrario al contra el que batalla. De la propia suerte que un imán poderoso invalida la atracción de otro más débil, así puede un mal deseo quedar vencido por un buen deseo. De aquí la valía del ideal.

3. LA VALÍA DEL IDEAL Un ideal es un fijo concepto de la mente, de índole inspiradora, encuadrado para guiar la conducta, y la formación de un ideal es el medio más eficaz de influir en el deseo. El ideal

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puede o no encarnar en un individuo, según el temperamento de quien lo encuadre, por lo que conviene tener presente que como la valía de un ideal depende en gran parte de su atractividad, el que atrae a un temperamento no atrae necesariamente a otro distinto. Tan bueno es el ideal, abstracto como el concreto si los consideramos desde un general punto de vista, y así debe escoger el individuo el que más le atraiga. Los temperamentos intelectuales disputarán por más satisfactorio un ideal abstracto, mientras que los temperamentos emocionales requerirán una encamación concreta de su pensamiento. El inconveniente del ideal abstracto estriba en que suele faltarle el poder de la inspiración, y el inconveniente del ideal concreto está en el peligro de situarse en nivel inferior al ideal. La mente forja el ideal y o bien lo retiene como abstracción o lo encarna en una persona. La coyuntura más propicia para forjar un ideal es cuando el deseo duerme y la mente está sosegada, firme y luminosa. Entonces el Pensador considera la finalidad de su vida y la meta de sus aspiraciones, y guiado por ello para la elección, escoge las necesarias cualidades que le pongan en condiciones de llegar a la meta. Debe integrar todas estas cualidades en un solo concepto, representándoselas tan vigorosas como sea preciso. Diariamente ha de repetir este proceso de integración hasta que su ideal aparezca con toda claridad en la mente, adornado de toda la belleza de su elevado pensamiento Y noble carácter en imagen de irresistible atracción. El hombre intelectivo conservará este ideal en puro concepto. El hombre emotivo lo encarnará en una persona, como, por ejemplo, Buda, Cristo, Krishna u otro divino Instructor cuya vida, enseñanzas y hechos estudie, de modo que el Pensador vivifique más vigorosamente el ideal y tenga mayor realidad para él. De su corazón brotará intenso amor hacia este encarnado ideal, el deseo extenderá sus ansiosos brazos para abrazarlo, y cuando la tentación le asalte y los bajos deseos clamen por el gusto, se afirmará el atractivo poder del ideal, los superiores deseos batirán a los inferiores y favorecido el Pensador por la negativa fuerza del recuerdo que le dice: "apártate de lo abyecto", se verá auxiliado por la positiva energía del ideal que le dice; "realiza lo heroico". Quien habitualmente vive en presencia de un alto ideal tiene por armas contra los bajos deseos el amor a su ideal. la vergüenza de rebajarse en su presencia, el ansia de parecerse al objeto de su adoración y la marcha de su mente por la senda de los nobles pensamientos. Los bajos deseos van perdiendo así su virulencia por incompatibilidad con la índole predominante en el Pensador, hasta que mueren incapaces de respirar en tan puro y claro ambiente. En vista de los nocivos resultados que la crítica histórica produjo en algunas mentes, conviene advertir que la valía del ideal Cristo, del ideal Buda. del ideal Krishna no sufren menoscabo alguno por disparidad de fechas históricas o deficiencias en la comprobación auténtica de tal o cual manuscrito. Podrán no ser algunos relatos históricamente verdaderos, pero sí lo son en cuanto a su ética y vitalidad. Poco importa que tal o cual accidente sucediera o no en la vida física del Instructor, con tal que sea, como es, profundamente verdadera la reacción de tan ideal carácter en cuanto le rodea. Las Escrituras Sagradas del mundo entero representan hechos espirituales, sean o no históricamente verdaderos los incidentes físicos. De esta suerte, el pensamiento puede plasmar y dirigir el deseo y trocarlo de enemigo en aliado. Al divertir la dirección del deseo se transmuta la fuerza retardataria en ascensora y acelerante, y cuando los bajos deseos nos pongan los ojos en el cieno de la tierra, el ansia por el ideal nos levantará con poderosas alas hasta el cielo.

4. PURIFICACIÓN DEL DESEO Ya hemos visto cuan mucho puede hacerse en la purificación del vehículo del deseo; y la adorante contemplación del ideal, según acabamos de exponer, es un potísimo medio de purificar el deseo. Los malos deseos van extenuándose hasta morir de inanición a medida que alimentamos y fortalecemos los buenos.

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El esfuerzo para rechazar los malos deseos va acompañado del firme pensamiento de no consentir que SP concreten en acto. La voluntad restringe la mala obra, aunque el deseo clame obrar. a que instigan los bajos deseos, despoja gradualmente de su atractiva fuerza a los objetos que antes nos halagaban.

Los objetos de sensación abandonan al abstinente morador del cuerpo. 104

El deseo fenece extenuado por falta de satisfacción. Poderoso medio de purificarse es abstenerse del gusto. Hay otro medio de purificación que se vale de la repulsiva fuerza del deseo, así como la contemplación del ideal evoca la fuerza atractiva. Conviene este otro medio en casos extremos, cuando tumultuosamente se sublevan los bajos deseos que conducen a la glotonería, embriaguez y libertinaje. Algunas veces el hombre se ve imposibilitado de desasirse de los malos deseos, y a despecho de todos sus esfuerzos cede la mente a sus vigorosos impulsos, y siniestras imágenes invaden su cerebro. Entonces puede vencer si, representándose que cede al mal deseo, piensa en su inevitable resultado. Se imagina cediendo a las tentaciones que le asaltan y hundiéndose más y más en el hoyo del vicio dominante hasta esclavizarse a sus pasiones. Traza con vivida imaginación las etapas de su caída y ve su cuerpo más y más grosero y por fin abotagado y enfermo. Se representa la tensión de nervios, las repugnantes llamas, el horroroso decaimiento y ruina del un tiempo fuerte y sano organismo. Posa su memoria en la deshonrosa muerte, en el triste legado de vergonzosa recordación que deja a parientes y amigos. Pone el pensamiento en el más allá de la muerte y ve el estigma de sus vicios marcado en -el cuerpo astral y la angustia de los apetitos concupiscentes que ya no podrá satisfacer. Resueltamente posa su pensamiento en este miserable panorama del triunfo de sus siniestros deseos, hasta que levanta en su interior una vigorosa repulsión contra ellos, un profundo horror y sonrojo del resultado de su imaginada condescendencia. Este método de purificación semeja bisturí de cirujano al extirpar un cáncer que amenaza la vida del enfermo; pero que, como toda operación quirúrgica, debe evitarse a menos que no haya otro recurso terapéutico. Mejor es vencer los malos deseos por la atractiva fuerza de un ideal, que por virtud de un imaginado espectáculo de ruina. Pero cuando la atracción no puede vencer, tal vez prevalezca la repulsión. Este último método presenta también el peligro de que la materia grosera del vehículo de deseos se acrecienta al poner el pensamiento en el mal y la lucha es por ello más larga que cuando inspiramos la conducta en buenos deseos y aspiraciones elevadas. Por lo tanto, es el peor método de los dos y sólo cabe emplearlo cuando el otro es inaccesible. De todos modos, ha de purificarse el deseo, ya por atracción, ya por la repulsión o por las lentas lecciones del sufrimiento. Pero este deber de purificación no es tanto una necesidad impuesta por un poder externo, como por imperativo mandato del Dios interno de quien nadie reniega. Con esta verdadera y divina voluntad, que es nuestro propio Yo, operan todas las fuerzas superiores de nuestra naturaleza, y este divino Yo que anhela lo supremo debe inevitablemente subyugar en último término todas las cosas. A este triunfo acompaña el cese del deseo, porque entonces los objetos externos ya no atraen ni repelen las fluyentes energías de Atma, sino que están dirigidas por deliberada sabiduría. La voluntad ha substituido al deseo. Entonces se ve que el bien y el mal son las divinas fuerzas operantes en la evolución, ambas necesarias como complemente una de otra. El bien es la fuerza contra la que hemos de actuar. Por el recto uso de una y otra se desenvuelven en manifestación los poderes del Yo. Cuando el Yo ha desenvuelto el aspecto de Sabiduría, mira con iguales ojos al justo y al malvado, al santo y al pecador, y por consiguiente está dispuesto a ayudar lo mismo a entram

104 Bhagavad Gitâ II, 59.

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bos, para tender su vigorosa mano a uno y a otro. Ha cesado el deseo que los atraía con su placer y repelía con su dolor, y la voluntad dirigida por la Sabiduría auxilia firmemente a los dos. Así el hombre se alza sobre la tiranía de los pares de opuestos y mora en la eterna paz.

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CAPÍTULO IV EMOCIÓN

1 GÉNESIS DE LA EMOCIÓN

No es la emoción un simple o primario estado de conciencia, sino un compuesto constituido por la interacción de dos aspectos del Yo: el deseo y el intelecto. La acción del intelecto en el deseo engendra la emoción, bija de entrambas, que muestra tanto las características de su padre el intelecto como de su madre el deseo. En toda su plenitud parece la emoción tan distinta del deseo, que está algún tanto velada su fundamental identidad, aunque la descubrimos, ya trazando la metamorfosis del deseo en emoción, ya cotejando uno con otra basta ver que ambas tienen las mismas características y modalidades, de suerte que en realidad la emoción es una elaborada forma del deseo, por la intervención en aquella de cierto número de elementos intelectivos ausentes o poco señalados en éste. Tracemos la metamorfosis que del deseo en emoción se opera en una de las más comunes relaciones humanas: la relación sexual, que con la apetencia de alimento constituye una de las más simples modalidades del deseo, los dos deseos fundamentales de todo ser viviente. En ambos se experimenta el sentimiento de expansión, es decir, que se siente placer. El deseo de alimento no pasa de categoría de deseo. El alimento apropiado se asimila y pierde su separada identidad para formar parte de la forma viva, sin que entre ésta y el alimento haya continuada relación que motive la metamorfosis del deseo en emoción. Muy diferentemente ocurre en las relaciones sexuales, cuya tendencia es ser cada vez más permanentes con la evolución de la individualidad. Por ejemplo, dos salvajes se sienten inclinados uno a otro por la atracción del sexo. Ambos se apasionan recíprocamente, y uno a otro se desean con deseo tan elemental como la apetencia de alimento, pero que no les cabe satisfacerlo en el mismo grado, por imposibilidad de asimilarse y apropiarse enteramente el uno al otro, ya que cada uno de ello? mantiene en algún modo su separada identidad y sólo en parte sienten recíprocamente el "mío". Cierto que hay explaye personal, pero por medio de inclusión y no de identificación. Esta persistente valla es necesaria para transmutar el deseo en emoción que posibilita el recuerdo y antesaboreo del mismo objeto y no de otro análogo, como sucede en la apetencia de alimento. La continuidad del deseo de unirse con el mismo objeto es la emoción, o sea el mismo deseo entremezclado con el pensamiento. La valla que mantiene en dos, sin fundirlos en uno. los objetos mutuamente atraídos, parece frustrar el deseo, y sin embargo lo perpetúa. pues si la valla desapareciera y los dos fuesen uno, buscaría la refundida personalidad otro objeto para el ulterior explaye del placer. Pero volvamos al ejemplo de los salvajes deseosos de unión. La mujer cae enferma y cesa, por lo tanto, de servir para la satisfacción del gusto; pero el hombre recuerda el pasado y anticipa el futuro deleite y se despierta en él un sentimiento de simpatía hacia su doliente compañera y se compadece de su debilidad. La persistente atracción bacía ella, motivada por el recuerdo y la esperanza, transmuta el deseo en emoción y la pasión en amor. cuyas primeras manifestaciones son la simpatía y la compasión que le determinan a sacrificarse por ella y velar su sueño y substraerse al descanso para cuidarla. Estas espontáneas modalidades de la emoción amorosa se concretarán más tarde en virtudes y constituirán permanentes rasgos de su carácter, que respondan al clamor de las necesidades de cuantos le atraigan o no, pero que con él se relacionen. Más adelante veremos que las virtudes son tan sólo modalidades permanentes de la sana emoción. Sin embargo, antes de considerar el elemento ético de las emociones, conviene insistir en la fundamental identidad del deseo y la emoción, señalando sus características y divisiones, para ver que las emociones no son esporádicas, sino que todas arrancan de la misma raíz en varios

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troncos, que a su vez se subdividen en diversas ramas de donde brotan las hojas de las virtudes y los vicios. Esta fructífera idea, madre de la ciencia de las emociones y fundamento de un racional y comprensible sistema de ética, se debe al autor indio Bhagavan Das, el primero que ordenó esta hasta ahora confusa región de los dominios de la conciencia. Los estudiantes de psicología hallarán en su obra: La ciencia de las emociones 105 la lúcida exposición de este plan, que convierte el caos de las emociones en un cosmos de ordenada moralidad. El bosquejo que aquí apuntamos está entresacado de dicha obra, cuya consulta aconsejamos al lector anheloso de más amplios pormenores. Hemos visto que el deseo tiene dos capitales expresiones: atracción para poseer o ponerse en contacto con un objeto que de antemano proporcionó placer, repulsión para rechazar o eludir el contacto con un objeto que previamente infligió dolor. Hemos visto que la atracción y la repulsión son las dos modalidades del deseo que domina al Yo. Como la emoción es el deseo entremezclado con el intelecto, inevitablemente ha de ofrecer la misma división en dos modalidades. Se llama amor la emoción de índole atractiva que placenteramente une dos objetos. Es la energía integrante del universo. Se llama odio la emoción de índole repulsiva que dolorosamente separa dos objetos. Es la energía desintegrante del universo. Tales son los dos troncos de la raíz del deseo y de ellos arrancan como ramas todas las emociones. De aquí la identidad de las características del deseo y de la emoción. El amor anhela atraerse el objeto atractivo o va en pos de él para unirse con él y poseerlo o ser poseído por él. Lo mismo que el deseo, liga con lazos de placer y dicha; pero estos lazos son más complicados y duraderos por estar compuestos de más numerosas y sutiles hebras muy complejamente entretejidas, si bien el enlace de entrambos objetos, la esencia del deseo atrayente, es la misma esencia del amor o emoción atractiva. De igual suerte, el odio procura eliminar de sí el objeto repulsivo o huye de él para apartarse de él y repelerlo o ser repelido por él. Separa por dolor y desdicha; y así la esencia del deseo repelente, de la separación de dos objetos, es la misma esencia del odio o emoción repulsiva. Amor y odio son las elaboradas c intelectivas formas de los elementales deseos de poseer y rehuir.

2. INFLUENCIA DE LA EMOCIÓN EN LA FAMILIA Se ha dicho que el hombre es un animal sociable, para dar a entender con ello, en el concepto biológico, que progresa mucho mejor en contacto con los demás hombres que aislado de ellos. Sus distintivas características intelectuales necesitan para su evolución un medio social, y sus más vivos placeres, y por lo tanto sus más acerbos dolores, derivan de su relación con sus semejantes, únicos que pueden suscitar en él las respuestas de que su ulterior progreso depende. Toda evolución, toda educación de las potencias latentes se efectúa en respuesta a estímulos externos, que en su mayor violencia sólo pueden provenir de seres humanos al llegar a la etapa humana. La atracción del sexo es el primer lazo social, y los hijos nacidos de un matrimonio constituyen con los padres la familia o primera unidad social. La prolongada desvalidez y dependencia del niño da tiempo para que la física pasión del parentesco se transmute en emoción de maternal y paternal amor, consolidando así la familia, que forma un campo en donde inevitablemente actúan las emociones. En la familia se establecen las primeras relaciones definidas y permanentes entre los seres humanos, y de la armonía de estas relaciones, de los beneficios que allegan a cada uno de los miembros, depende su dicha. Podemos estudiar ventajosamente el desempeño de la emoción en la familia, porque es una simple unidad social, miniatura de la sociedad civil. En la familia encontramos el origen y

105 Obra publicada en español por la Biblioteca Orientalista.

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evolución de las virtudes y los vicios y advertimos el significado y objeto de la moral. Ya hemos visto cómo la pasión sexual se transmuta en emoción de amor, bajo el imperio de angustiosas circunstancias, y cómo este amor se manifiesta en ternura y compasión cuando la mujer pierde temporáneamente, a causa del embarazo, su relación de complementaria igualdad con el marido y queda en condiciones de dependencia y desvalidez. De la propia suerte, si por enfermedad o accidente queda el marido en inferioridad física, derrama la mujer sobre él efluvios de compasión y ternura. Pero estas amorosas manifestaciones del fuerte al débil evocan en este equivalente respuesta de confianza y gratitud, matizadas por su debilidad y dependencia. En las recíprocas relaciones entre padres e hijos, como la superioridad e inferioridad física está más vigorosamente señalada y persiste durante considerable período de tiempo, las emociones amorosas se manifiestan continuadamente por ambas partes. Los padres demuestran ternura, compasión y protección hacia los hijos, que responden con gratitud, fidelidad y confianza. Si las circunstancias varían, variará la expresión de las emociones amorosas, demandando generosidad, indulgencia y paciencia por parte de los padres, y obediencia, oficiosidad y respeto por la de los hijos. Si analizamos estos dos linajes de emociones amorosas, veremos que el espíritu de las primeras es de benevolencia y el de las segundas de veneración. La benevolencia es el amor que mira hacia abajo, al inferior y débil; la veneración es el amor que mira hacia arriba, al superior y fuerte. Así benevolencia y veneración son las universales características comunes al amor entre superiores e inferiores. Las ordinarias relaciones de esposos y hermanos nos ofrecen campo en donde estudiar las manifestaciones del amor entre iguales. Aquí vemos cómo el amor se muestra en mutua ternura y confianza, en consideración, respeto y deseo de complacer, en el esfuerzo de cumplir los ajenos gustos, en magnanimidad y dulzura. También aquí se hallan los elementos de las emociones de amor entre superiores e inferiores, pero con el carácter de mutualidad impreso en ellas. Así cabe decir que la común característica del amor entre iguales es el deseo de auxilio mutuo. Tenemos, por lo tanto, que la benevolencia, el mutuo auxilio y la veneración son las tres capitales divisiones de la emoción de amor, y de ellas se derivan las demás emociones amorosas, pues todas las relaciones amorosas se resumen en estos tres órdenes: de superior a inferior, de igual a igual y de inferior a superior. Análogo estudio de la emoción de odio en la familia nos llevaría a resultados semejantes. Cuando se desata el odio entre marido y mujer, el temporáneamente superior muestra dureza, crueldad y opresión hacia el temporáneamente inferior, quien corresponde con odiosas manifestaciones propias de la debilidad, como venganza, temor y doblez, que se manifestarán más evidentemente en las relaciones entre padres e hijos dominados por el odio, puesto que entonces la disparidad es mayor y la tiranía engendra una coluvie* de siniestras emociones, como hipocresía, servilismo y cobardía mientras el niño no puede valerse, y desobediencia, rebeldía y venganza cuando adolescente. También aquí descubrimos una característica común, pues el odio al inferior es menosprecio, y al superior es miedo. Asimismo, el odio entre iguales se manifiesta en cólera, hostilidad, desatención, violencia, agresividad, envidia e insolencia, es decir, cuantas emociones repelen a los rivales que están frente a frente y no mano a mano. La común característica del odio entre iguales resulta de este modo mutuo agravio, y las tres capitales características de la emoción de odio son menosprecio, agravio mutuo y miedo. Todas las manifestaciones del amor están caracterizadas por la simpatía, la abnegación y el deseo de dar. Estos son sus factores esenciales en las modalidades de benevolencia, mutuo auxilio y veneración, pues todas ellas se subordinan a la atracción que une y son de la verdadera naturaleza del amor. De aquí que el amor sea peculiar del espíritu, porque simpatía es sentir respecto de los demás lo que uno siente respecto de si mismo; abnegación es el

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reconocimiento del clamor ajeno como propio; y la donación es requisito de la vida espiritual. Así vemos que el amor pertenece al espíritu, al aspecto vital del universo. Por el contrario, todas las manifestaciones del odio están caracterizadas por la antipatía, el egoísmo y el deseo de recibir. Estos son sus factores esenciales en las modalidades de menosprecio, mutuo agravio o temor, pues todas ellas se subordinan a la repulsión y separan a uno de otro. De aquí que el odio sea peculiar de la materia intensificadora de la multiplicidad y diferenciación, esencialmente separatista y aspecto formal del universo. Hemos examinado detenidamente el desempeño de la emoción en la familia, por ser ésta miniatura de la sociedad constituida por la integración de numerosas unidades familiares; pero la carencia de consanguinidad entre ellas y el desconocimiento de sus comunes intereses y objetos requiere un lazo que supla los naturales de la familia, pues las familias aparecen en la superficie social más bien como rivales que como hermanas, y por consiguiente es más fácil de surgir entre ellas la emoción de odio que la de amor. De aquí la necesidad de encontrar el medio de mantener la armonía. Este medio es la transmutación en virtudes de las emociones amorosas.

3. NACIMIENTO DE LAS VIRTUDES Hemos visto que cuando los miembros de una familia transponen el diminuto círculo del parentesco y tropiezan con gentes cuyos intereses son neutrales u opuestos a los suyos, no existe entre ellos y los demás la mutua interacción del amor. Más bien se manifiesta el odio, matizado desde la vigilante actitud de recelo hasta la devastadora furia de la hostilidad. ¿Cómo podrá, entonces, estar constituida la masa social por separadas unidades de familia? Tan sólo puede esto lograrse por la afirmación permanente de las modalidades emocionales que derivan del amor y el desarraigo total de cuantas dimanan del odio. Virtud es una permanente modalidad de la emoción amorosa, dirigida hacia un ser viviente. Vicio es la permanente modalidad de la emoción de odio, dirigida hacia un ser viviente. Este cambio proviene del intelecto, que presta a la emoción un carácter permanente y busca la armonía en todas las relaciones, a fin de que tengan por resultado la dicha. La emoción que espontáneamente brotada del amor conduce a la armonía y, por lo tanto, a la dicha de la familia es virtud cuando con todos se practica en todas las relaciones de la vida. La virtud brota del amor y su fruto es felicidad. De la propia suerte, la emoción que, brotada espontáneamente del odio, conduce a la discordia y, por lo tanto, a la miseria de la familia, es vicio cuando se practica con todos en todas las relaciones de la vida. Contra la teoría de que virtud es la permanente modalidad de una emoción amorosa, objetan algunos diciendo que el adulterio, el hurto y otros vicios pueden derivar de una emoción amorosa. Aquí es necesario el análisis de los elementos componentes de la actitud mental, que es compleja y no simple. El adulterio está motivado no tan sólo por el amor, sino también por el menosprecio de la honra ajena, por la indiferencia respecto a la dicha del prójimo, por la egoísta inclinación al placer personal a costa de la armonía, honor y decencia sociales, afectos todos dimanantes de la emoción de odio. El amor es en este caso la única característica loable, la única virtud en la gavilla de sórdidos vicios. Parecido análisis nos demostraría que cuando se extravía una emoción amorosa, la culpa está en los vicios ligados a ella y no en la misma emoción amorosa.

4. LO JUSTO Y LO INJUSTO Volvamos, por un momento, a la cuestión ¿e lo justo y lo injusto, y veamos cómo se relacionan con la dicha y la miseria, pues muy extendida está la opinión de que algo ruin y

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materialista tiene el concepto de que la virtud es el camino de la felicidad. Creen algunos que esta idea degrada la virtud y la relega a segundo término, cuando debiera ocupar el primero, convirtiéndola en medio en vez de erigirla en fin. Veamos, pues, por qué la virtud debe ser el sendero de la felicidad y cómo esto obedece a la naturaleza de las cosas. Cuando el intelecto estudia el mundo y advierte las innumerables relaciones en él establecidas y observa que la. armonía allega felicidad y la discordancia miseria, se esfuerza en bailar el medio de establecer la universal armonía de que dimane la felicidad universal. Posteriormente, echa de ver el intelecto que el mundo marcha por la senda de evolución que está forzado a hollar, y descubre la ley de evolución. Si una unidad se coloca de acuerdo con la ley del conjunto a que pertenece, encuentra paz, armonía y por lo tanto felicidad, mientras que si va contra la ley, tropieza con rozamientos y discordancias engendradoras de miseria. De aquí que lo justo es aquello que estando en armonía con la suprema ley allega felicidad, y lo injusto es aquello que por estar en oposición a la suprema ley acarrea miseria. Cuando el intelecto, iluminado por el espíritu, ve en la naturaleza la expresión del pensamiento divino y en la ley de evolución la expresión de la divina bienaventuranza, puede entonces sustituir la armonía con la ley de evolución por la armonía con la divina voluntad, y lo justo es entonces aquello que está en armonía con la voluntad de Dios. Así la moral se entrefunde con la religión.

5. VIRTUD Y FELICIDAD La perfección, la armonía con la voluntad divina son inseparables de la felicidad. La virtud es el camino de la felicidad y todo cuanto a ella no conduzca no es tal virtud. La perfección de la divina naturaleza se manifiesta en armonía, y disfrutan de felicidad. Esta verdad queda velada algunas veces por otra, es decir, que el ejercicio de la virtud en determinadas circunstancias acarrea miseria. Esto es cierto; pero la miseria es superficial y temporánea, y la balanza se inclina contra la miseria externa a favor de la interna felicidad dimanante de la conducta virtuosa. Además, la miseria no tiene por causa la virtud, sino las circunstancias que a su ejercicio se oponen, al roce entre el buen instrumento y el mal ambiente.. Así cuando pulsamos una cuerda armoniosa entre un desconcierto de notas, aumenta de pronto la discordancia. El hombre virtuoso se ve en conflicto con el mal; pero esto no debe ocultarnos el hecho de que la felicidad está siempre indisolublemente desposada con lo justo y la miseria con lo injusto. Aunque el justo pueda sufrir temporalmente. sólo la justicia puede conducirle a la felicidad. Y si examinamos la conciencia del justo, veremos que más feliz es obrando en justicia, aunque le resulte superficial dolor, que obrando inicuamente con pérdida de la interna paz. La comisión de una injusticia le causaría una angustia interna mucho mayor que el placer externo. Aun en el caso de que la rectitud engendrara sufrimiento interno, no sería tan grave como el ocasionado por la iniquidad. Bien dice la señorita Elena Taylor, que más dulce es para el hombre morir en defensa de la verdad que vivir aferrado al error. Más fácil y agradable es para el justo morir como un mártir que vivir como un hipócrita. Puesto que la naturaleza del Yo es felicidad, cuya manifestación sólo pueden impedir circunstancias adversas, todo cuanto suavice el roce entre el Yo y estas circunstancias y desembarace la progresiva senda, debe conducir a la realización del Yo, esto es, a la realización de la felicidad. La virtud logra tal fin; y por lo tanto, la virtud es el medio de la felicidad. Cuando la paz y el gozo prevalecen, la armonía permite que la naturaleza se revele a sí misma y trae consigo paz y gozo. Lograr esta armonía es la obra de la virtud.

6. TRANSMUTACIÓN DE LAS EMOCIONES EN VIRTUDES Y VICIOS Vamos a ver ahora más acabadamente la ya expuesta verdad de que la virtud y el vicio

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derivan de la emoción y no son ni más ni menos que permanentes modalidades de ella. Nosotros decimos que la virtud es una modalidad permanente de la emoción de amor y el vicio una modalidad permanente de la emoción de odio. Las emociones amorosas son las constructoras energías que unen a las gentes y forman la familia, la tribu y la nación. El amor atrae y une. Este proceso de integración comienza en la familia, y las relaciones que sus vínculos establecen entre los miembros han de ser de cariñoso auxilio mutuo para que engendren dicha. Las obligaciones necesarias para consolidar la dicha de la familia se llaman deberes, o sea lo que cada uno debe a los demás. Si estos deberes no se cumplen, las relaciones familiares son fuente de miseria, porque el íntimo contacto entre los miembros es causa de que la dicha de cada cual dependa del trato que de los demás reciba. No puede establecerse relación alguna entre seres humanos sin obligaciones recíprocas, sin un deber de cada uno respecto de los otros. El marido ama a la mujer y ésta al marido, y para que entrambos procuren la dicha del otro, sólo se necesita el espontáneo anhelo de hacer dichoso al ser amado. Esto mueve al que puede dar, a satisfacer lo que el otro necesita. En su más amplio sentido es el amor "el cumplimiento de la ley" 106 y no necesita sentir la obligación, porque el amor siempre anhela ayudar y bendecir, sin que piense en el "tú debes" o "tú no debes". Pero cuando alguien, movido por el amor cumple sus deberes de relación con otra que no le ama ¿cómo establecer relación de armonía con él? Reconociendo las obligaciones de la relación contraída y cumpliéndolas. Los actos que en un caso derivan del amor son obligaciones y deberes cuando el amor falta. La recta razón convierte las espontáneas obras de amor en permanentes obligaciones y deberes, y la emoción amorosa metamorfoseada en permanente elemento de conducta se llama virtud. Así se justifica la afirmación de que la virtud es una modalidad permanente de la emoción amorosa. Hombre virtuoso es el que habiendo establecido un permanente estado emotivo lo manifiesta al contraer una relación cuyos deberes cumple. Está movido por emociones a que el intelecto dio permanencia, y reconoce que la felicidad estriba en la armonía de sus relaciones. Virtud es el amor razonado y definido por el intelecto. De este modo cabe instituir una ética cuyas leyes tengan el mismo encadenamiento que las de cualquiera otra ciencia. La misma relación existe entre los vicios y la emoción de odio. Si uno perjudica a otro y éste le devuelve el perjuicio, la relación entre ambos es discordante y engendradora de miseria. Y como cada uno espera perjuicio del otro, los dos procuran debilitar la fuerza perjudicante de su enemigo, y tal es la espontánea acción del odio. Cuando esta modalidad llega a ser permanente y el hombre la manifiesta en sus relaciones, siempre que halla ocasión, se llama vicio. Un hombre de indómitas pasiones" y salvaje naturaleza descarga un golpe en espontánea expresión de odio. Repite a menudo este acto hasta convertirlo en hábito cuando monta en cólera. Inflige dolor y halla placer en ello. Vigoriza el vicio de crueldad, y al tropezar con un niño o un ser más débil, mostrará crueldad tan sólo porque se pone en relación con él. Así como la emoción amorosa definida y guiada por la torcida y ciega razón es vicio.

7. APLICACIÓN DE LA TEORÍA A LA CONDUCTA Vista de este modo la naturaleza de la virtud y el vicio, resulta claro que el más expedito medio de fortalecer las virtudes y eliminar los vicios es actuar directamente en el aspecto emocional del carácter. Podemos esforzamos en desenvolver la emoción amorosa, proporcionando así el material de que la razón elaborará sus características virtudes. El

106 Romanos, XIII 10.

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desenvolvimiento de la emoción amorosa es el medio más eficaz de educir el carácter moral, pues las virtudes son las flores y frutos que brotan de la raíz de amor. La valía de este claro concepto de la transmutación de las emociones en virtudes y vicios está en que nos da una definida teoría de conducta, como si buscáramos una población lejana y nos pusieran ante los ojos un mapa donde trazaríamos el camino que conduce de nuestra presente situación al deseado término. Muchas gentes verdaderamente buenas y fervorosas pasan años enteros en vagas aspiraciones del bien, y sin embargo adelantan muy poco, porque son fuertes en el propósito y débiles en el logro, a causa principalmente de. que no comprenden la naturaleza del medio en que actúan ni conocen los mejores medios de vigorizarla. Son como niño en jardín cuyas flores admira, pero que no sabe plantarlas ni cultivarlas ni extirpar la maleza que crece en su cercado. Como el niño, ansían la fragancia de las flores de virtud y encuentran su jardín infestado por las groseras malezas del vicio.

8. UTILIDAD DE LA EMOCIÓN Tan evidente es la utilidad de la emoción, que apenas parece necesario tratar de ella; y sin embargo, conviene insistir en que el amor es la fuerza constructora del universo. Después de juntar las unidades de familia, las suelda en grandes unidades de tribu y nación con que en el porvenir constituirá la Fraternidad humana. Tampoco debemos omitir que las unidades menores amplían el poder de amor y lo preparan para más acabada expresión. Su utilidad consiste en educir el divino poder de amor subyacente en el espíritu, proporcionándole cercanos objetos que le atraigan. El amor no ha de restringirse en estos estrechos límites, sino que, según se fortalece por el ejercicio, cobra mayor amplitud hasta abarcar a todo ser senciente. Podemos formular la ley de amor en estos términos: Mirad a los viejos como a padres; a los de vuestra edad como a hermanos; a los menores como a hijos. En esto se resumen las humanas relaciones. El cumplimiento de esta ley convertiría la tierra en paraíso, y para que sea la tierra un paraíso existe la familia. El hombre que empezara a dilatar sus relaciones de amor, miraría por el bienestar de la comunidad con tanto celo como el de su propia familia y procuraría trabajar por el bien público con tanto ahínco como por el de los suyos. Después ampliará su amante esfuerzo y trabajo a toda la nación, apareciendo entonces la magna virtud de ciudadanía, precursora segura de la prosperidad nacional. Más tarde trabajará amorosamente por la humanidad entera, hasta que al fin abarque su amante solicitud a todos los seres vivientes y sea "amigo de toda criatura". En el actual estado de evolución, pocos son capaces de amar a la humanidad, aunque muchos dicen amarla y no están dispuestos ni al auxilio del prójimo. El servidor de la humanidad no menosprecia a los seres humanos que cerca tiene ni riega imaginativamente con sensiblera simpatía lejanos jardines. mientras las plantas de su margen mueren marchitas. La utilidad del odio no es tan evidente a primera vista, y sin embargo tiene mucha importancia. De pronto, cuando estudiamos el odio y vemos que su esencia es desintegración y destrucción, nos parece pésimo. "Cualquiera que aborrece a su hermano es homicida" dijo un gran apóstol 107 porque el homicidio no es más que una expresión de odio, y si bien no llegue éste tan allá como el homicidio, es una fuerza destructora que quebranta familias y naciones y por doquiera que va divide a las gentes. ¿Qué utilidad tiene entonces el odio? En primer lugar separa elementos incapaces de unirse por lo incongruentes, y así evita continuos roces. Respecto a las gentes de carácter incompatible, mejor es que se separen y sigan diversos caminos de evolución, que permanezcan juntos con peligro cierto de acrecentar mutuamente siniestras emociones. En segundo lugar, la repulsión de un alma medianamente

107 San Juan, I, 3-15.

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evolucionada hacia una mala persona es beneficiosa, porque le libra de quedar pervertida por ella, pues aunque la repulsión sea odio, la preserva de una influencia a que de otro modo podría sucumbir. El menosprecio hacia el mentiroso, el hipócrita y el cruel con los débiles es una emoción tan útil para quien la siente como para quien contra se dirige, porque a uno le preserva de caer en los mismos vicios y en el otro despierta un sentimiento de vergüenza capaz de levantarle del Iodo en que se arrastra. Mientras el pecador persevere en el pecado, le servirá de protección y provecho el odio que despierte; pero a medida que quien le odia adelante en su evolución distinguirá entre el delito y el delincuente, para compadecer al delincuente y odiar tan sólo el delito. Más adelante todavía, seguro de su virtud, no odiará ni al delincuente ni al delito, sino que viendo en ambos un inferior estado de evolución, se esforzará en levantar de él por apropiados medios a sus hermanos menores. Las frases "justa indignación ', "noble menosprecio" y "santa ira" manifiestan la utilidad de estas emociones, al paso que velan su parentesco con el odio por la substancial maldad atribuida a este sentimiento. Pero llámense como se llamen, no dejan de ser formas esenciales de odio, aunque desempeñen parte muy útil en la evolución y sus tormentas purifiquen la atmósfera social. La intolerancia con el mal es mucho mejor que la indiferencia, y hasta que el hombre transcienda la tentación de un vicio, la intolerancia con el vicioso le será necesaria salvaguardia. Pongamos por caso un hombre poco evolucionado que desea evitar graves vicios, pero que siente su tentación. El deseo de evitarlos se manifestará en el odio hacia en quienes los vea, y apartarle de este odio equivaldría a dejarle caer en tentaciones que no tiene bastante fuerza para resistir. Según vaya evolucionando y se alejen los riesgos de tentación, odiará el delito y compadecerá al delincuente; pero cuando alcance la santidad tampoco odiará el delito. Si sentimos repulsión hacia alguien, podemos estar seguros de que hay en nosotros pasadas huellas de lo que en él repugnamos. El Ego retrae sus vehículos ante el peligro. Un hombre austeramente sobrio sentirá menos repulsión hacia el borracho que el de sobriedad mediana. Una mujer exquisitamente casta no sentirá repulsión hacia su caída hermana, de quien la menos casta apartará la orla de su vestido. Cuando lleguemos a la perfección, amaremos igualmente al pecador y al santo, y, tal vez amemos mucho más al pecador, puesto que el santo no necesita del amoroso auxilio, sin el cual volvería a caer el pecador. AI elevarse el hombre al punto desde donde no odia ni al pecador ni al pecado, la meza desintegradora del elemento que los seres humanos llaman odio es para él una energía utilizable en destruir los obstáculos que entorpecen el sendero de la evolución. Tan sólo cuando la perfeccionada sabiduría conduce las energías constructiva y destructiva y el perfeccionado amor es la fuerza motora, es posible utilizar la energía destructiva sin caer en el radical pecado del sentimiento de separatividad, que es la "magna herejía", porque entraña oposición a la ley del conjunto evolucionante hacia la unidad. El sentimiento de separatividad es indefectiblemente injusto, ya porque el hombre se crea más santo o más pecador. El santo perfecto lo mismo se identifica con el pecador que con otro santo, pues igualmente divinos son el pecador y el santo, aunque estén en diferente etapa de evolución. Quien sienta así, alcanza la vida de Cristo en el hombre y no se ve separado, sino unido con todo. Su santidad es para él la del entero género humano y los pecados ajenos son sus pecados. No levanta valla alguna entre sí mismo y el pecador, sino que destruye la que el pecador opone, y de su mal participa al hacerla participe de su propio bien. Quienes comprendan la verdad de este "consejo de perfección" deben incorporarla a su vida diaria y practicarla, siquiera imperfectamente. En el trato con los menos adelantados han de procurar la destrucción de la valla divisoria, porque el sentimiento de separatividad es muy sutil y persiste hasta que acabamos de formar el Cristo en nosotros. Sin embargo, por este esfuerzo podemos ir debilitando la separatividad. y al identificarnos con el pecador dominaremos las constructoras energías que unen los mundos y seremos canales del divino amor.

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CAPÍTULO Y EMOCIÓN (continúa)

1. ADIESTRAMIENTO DE LA EMOCIÓN Hemos visto que la emoción es la fuerza motora del hombre, pues aviva el pensamiento, impele a la acción y es como el vapor a la locomotora, ya que sin ella quedaría el hombre pasivo e inerte. Pero hay muchos que son continua presa de sus emociones y por ellas se ven zarandeados como buque sin timón por la tormenta, y en alternativas de exaltación y decaimiento los realza el gozo y los abate el dolor. Estas gentes están dominadas por sus emociones, cuyo conflicto las atormenta sin cesar. Su interior es un caos y obran erráticamente por el impulso del momento, sin el miramiento que a las circunstancias tendrían si estuviesen bien dirigidas sus acciones. Por lo general son buena? personas, inspiradas en móviles generosos. fáciles a las nobles acciones, llenas de compasión hacia los, afligidos y prontas a consolarlos y favorecerlos. No tratamos aquí del indiferente ni del cruel, sino de los que sin atención a las circunstancias ni prevenir los resultados de su actividad se ven arrastrados a la obra por las emociones, para mitigar el inmediato dolor que se ofrece a su vista. Estos tales, aunque movidos por el deseo de auxiliar y estimulados por la simpatía, suelen hacer mayor daño que beneficio, a causa de sus desconsideradas acciones. Brota la emoción que los impulso del aspecto amoroso de su naturaleza, que propende a la unión y es raíz de las virtudes constructivas y conservadoras. En esto consiste el peligro. Si la emoción arraigase en el mal, la desarraigaría desde luego; pero como precisamente arraiga en el aspecto amoroso de donde brotan las virtudes sociales, nada hace el impulsivo para regularla porque no sospecha de ella. Las expresiones: "soy muy compasivo", "no puedo ver una lástima" encierran algo de alabanza, aunque el acento sea deprecatorio. Verdaderamente, la simpatía es admirable como tal simpatía; pero conduce a error cuando está mal dirigida, y algunas veces daña a quien intenta beneficiar, dejándolo en peor condición que estaba. Demasiado a menudo se emplean imprudentes medios de consuelo, que agravan en vez de mitigar la pena, y una leve angustia cede a costa de la duradera turbación sin querer ocasionada por el inconsiderado consolador. Beneficiosa es la reacción de simpatía en la persona compasiva, porque intensifica la emoción amorosa; pero su efecto en los demás es muy a menudo nociva por falta de equilibrado discernimiento. Muy fácil es a la vista de una lástima turbar el aire con nuestros gritos que llenen tierra y cielo; pero difícil es detenerse a examinar la causa del mal, inquirir su curación y aplicar el remedio que lo sane en vez de prolongarlo. La recta razón debe gobernar y dirigir las emociones, para que su ejercicio dé buen resultado. La emoción ha de ser el impulso de la obra, pero no ha de guiaría, porque la dirección corresponde a la inteligencia, sin que nunca la desposeamos de esta prerrogativa. Útil a sus semejantes será el hombre cuya conciencia actúe de este modo, con vigorosas emociones por impulso y la recta razón por director. Acertadamente se han comparado los deseos a un caballo uncido al carro del cuerpo; y como los deseos arraigan en las emociones, si éstas están desgobernadas semejarán al desbocado caballo que pone en peligro la seguridad del carro y amenaza la vida del carretero. A la mente pueden compararse las riendas que retienen o lanzan el caballo según convenga a la marcha. Este símil representa de acabada manera las relaciones entre la emoción, la inteligencia y la acción. La emoción mueve, la inteligencia gobierna y guía, y el Yo emplea entonces su actividad con mayor ventaja para ser dueño y no víctima de las emociones. El incremento de este aspecto de la conciencia, que se manifestará como Buddhi en la sexta subraza y más plenamente en la sexta raza raíz, acelera la evolución de la naturaleza emocional en algunos individuos avanzados de la quinta raza, y suele ocasionar temporáneas tribulaciones y aún angustiosos síntomas, que aumentarán según prosiga la evolución hasta que la naturaleza humana sea fuerte y equilibrada, sabia y generosa; pero entretanto, quienes

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rápidamente evolucionen sobrellevarán largos y agudos sufrimientos en tormentosas y angustiadoras pruebas. Sin embargo, estos sufrimientos entrañan su presente purificación y su futura fortaleza, de modo que la magnitud del resultado corresponda a la agudeza del sufrimiento. En estas potentes naturalezas lucha Buddhi por nacer y sobre ellas caen las congojas del esfuerzo. Después de Buddhi nacerá el Cristo, el niño en quien se unen la Sabiduría y el Amor, que armonizados con la mente superior son el Ego espiritual, el hombre interno, el imperecedero Gobernador. Quien estudie la naturaleza para dirigir el ulterior curso de su evolución, debe medir sus fuerzas y flaquezas, a fin de regular unas y corregir otras. En los desequilibradamente evolucionados, el intelecto y la emoción varían en respectiva proporción inversa, es decir, que las violentas emociones acompañan a la inteligencia débil, y la vigorosa inteligencia a las flacas emociones. En un caso es débil la fuerza directora; en el otro caso es débil la fuerza motora. AI analizar el estudiante su naturaleza debe advertir si está bien desarrollada su inteligencia y si son vigorosas sus emociones. Debe ponerse a prueba para descubrir si repugna mirar las cosas a "la clara luz del intelecto"; y si nota repugnancia hacia lo que se le presente iluminado por esta luz, tenga la seguridad de que el aspecto emocional de su naturaleza prevalece contra el intelectual, porque el hombre bien equilibrado no se resiente ni de la clara luz de la inteligencia directora ni de la vigorosa fuerza de la impelente emoción. Si en el pasado fomentó las emociones en detrimento de la inteligencia, ha de convertir sus esfuerzos a la vigorización del intelecto, y una vez reconocida la distinción entre la inteligencia y la simpatía, refrenará severamente toda prevención contra el frío examen intelectual.

2. DESVIADORA FUERZA DE LA EMOCIÓN Las personas emocionales no se percatan de cómo llenan su ambiente las vibraciones de la emoción y desvían su inteligencia. Ven todas las cosas a través de este ambiente, que las descolora y desfigura de modo que no llegan a la inteligencia tal cual son, sino descoloridas y desfiguradas. El aura que nos rodea habría de ser el diáfano medio por el cual llegasen a nosotros en su verdadera forma y color las cosas del mundo externo; pero cuando el aura vibra por la emoción, no puede servir de tal medio y todo cuanto la atraviesa se refracta y llega a nosotros enteramente distinto de cómo es. Si una persona situada bajo el agua intenta asir un bastón que cerca de ella se le ponga en el aire, alargará desviadamente la mano, pues aunque la lleve hacia donde ve el bastón, estará éste en otra dirección a causa de que los rayos de luz se refractan al penetrar en el agua. Análogamente, cuando del mundo externo nos llega una vibración a través de un aura sobrecargada por la emoción, se alteran sus proporciones y se desvía su posición, resultando erróneos los datos suministrados a la inteligencia, y por tanto forzosamente equivocado el juicio que en ellos fundemos, aunque la inteligencia actúe con toda exactitud. Ni aun el más escrupuloso análisis de nuestra naturaleza nos protegerá enteramente contra esta emocional turbación. El intelecto propende siempre a juzgar favorablemente lo que nos complace y desfavorablemente lo que nos disgusta, a causa de la refracción antes referida. Nuestro deseo de seguir determinadas tendencias ilumina con vivísima luz los argumentos favorables y sume en la sombra los contrarios. Nos parecen unos tan claros y válidos como los otros dudosos y débiles; nuestra mente, que discurre a través de la emoción, se ve tan segura de la verdad, que le parece desviada o pervertida por el prejuicio toda otra mente que no discurra en el mismo sentido. De tan continuo peligro sólo podemos precavernos por medio de cuidadosos y constantes esfuerzos, aunque no escaparemos a él hasta que transcendamos las emociones y en absoluto las dominemos. Para lograr rectitud de juicio nos queda también el medio de estudiar las operaciones de la

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conciencia en los demás y compulsar sus decisiones en circunstancias análogas a las nuestras. Los juicios que nos parecen más aversivos son precisamente los de mayor provecho, porque constituyen un medio emocional muy distinto del nuestro. Podemos comparar las decisiones ajenas con las nuestras, anotando los puntos que más afecten a los otros y menos a nosotros, así como los que pesen más en nosotros que en ellos, a fin de desglosar los elementos emocionales de los intelectuales en el acto del juicio. Y aunque nuestras conclusiones sean erróneas, no dejarán de servirnos de corrección y ejemplo, pues nos ayudan a dominar las emociones y fortalecen el intelecto. Desde luego que estos estudios deben hacerse cuando no hay turbación emotiva, y acopiar los resultados para valemos de ellos cuando cobren violencia las emociones.

 

 

3. MÉTODOS DE REGULAR LAS EMOCIONES En lo referente a la conciencia, el primero y más poderoso método para dominar las emociones es la meditación, a que debemos recurrir antes de que los mundanos contactos agiten las emociones. Restituido el Ego a su cuerpo físico, después del sueño, desde un mundo más sutil que el físico, encuentra en calma su alojamiento y puede posesionarse sosegadamente de sus reposados nervios y cerebro. No es eficaz la meditación en pleno día. cuando ya conturbadas las emociones están en toda su actividad. El período más a propósito es al levantarse, cuando el cuerpo de deseos y la naturaleza emocional disfrutan de mayor tranquilidad que luego de sumidos en el tráfago mundano. De las apacibles horas matinales mana el benéfico flujo que protegerá durante el día, y las apaciguadas y tranquilas emociones serán más susceptibles de regulación. Si cabe en lo posible, bueno será prevenir las contingencias que puedan presentarse en aquel día y trazar la línea de conducta a qué atenemos. Si presentimos que nos hemos de ver en condiciones agitadoras de la emoción, podemos decidir previamente nuestra mental actitud y aun resolver de antemano cómo hemos de obrar. Supuesto que hayamos tomado una resolución, hemos de realizarla en cuanto sobrevenga la contingencia, aunque el arrebato de las emociones nos impulse en dirección contraria. Por ejemplo, si aquel día hemos de visitar a una persona querida, y en el trato de meditación resolvemos a la clara luz de la sosegada inteligencia cuál ha de ser nuestro comportamiento con ella, no hemos de apartarnos de la resolución tomada, aunque luego nos figuremos no haber dado toda su importancia a la entrevista, pues la verdadera importancia se la daremos durante la meditación, y lo mejor es seguir el plan previamente trazado por el pensamiento en calma, a despecho de los emotivos impulsos del momento. Quizás haya algún error de juicio; pero si no lo vemos durante la meditación, menos fácil será verlo entre el tumulto de las emociones. Otro método de dominarlas es pensar lo que se va a decir y poner freno a la lengua. Un antiguo legislador oriental afirma que algo ha vencido el hombre que aprende a refrenar su palabra. Quien nunca suelta palabras duras o imprudentes está muy en camino de regular sus emociones. Dominar la palabra es dominar el carácter. Buen plan es no hablar y contener deliberadamente la palabra hasta saber de fijo lo que se va a decir, estar seguro de que es verdad, que conviene a la persona con quien se habla y que es tal como debe decirse. La verdad ante todo, pues no hay excusa para la mentira, y falso es cuanto se diga bajo la violencia de la emoción, ya si se exagera, ya si se desvirtúa. Demasiado a menudo se olvida la circunspección que debemos a la persona con quien hablamos en el atolondramiento de la emoción o. la vehemencia de impetuosos sentimientos. Si no tenemos en cuenta el punto de vista de la persona con quien hablamos, nos exponemos a dar una idea enteramente torcida de una gran verdad, por lo que es necesaria la simpatía para ver cómo ve él las cosas, pues sólo así podrá servir la verdad de provecho y auxilio, ya que al declararla a otro no tratamos de ayudarnos a nosotros mismos sino a él. Tal vez el concepto de la ley inmutable, infrangible y

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absolutamente imparcial, sea alentador y estimulante para quien habla, mientras que sea cruel y deprimente para quien escucha si está atrasado en su evolución y le perjudique en vez de beneficiarle. La verdad sirve para realzar, no para deprimir; y nosotros abusamos de la verdad al declararla a quien no está dispuesto a recibirla. Conviene acomodarse a las necesidades de cada cual; pero es preciso mucha discreción para proceder prudentemente, sin que el entusiasmo nos mueva a un apostolado prematuro. Muchos jóvenes teósofos hacen más daño que beneficio con su extremado celo de comunicar a los demás los tesoros que en tanta estima tienen. Por último, debemos considerar la forma de la palabra y la necesidad o conveniencia de su expresión. Una verdad capaz de auxiliar puede entorpecer, según su modo de expresión. Áurea regla del buen hablar es no decir nunca mentira ni lo que pueda agraviar. Toda palabra ha de ser verídica, suave y agradable. Esta condición olvidan muy frecuentemente algunas personas ingenuas, que se vanaglorian de su franqueza, cuando en realidad son rudas e indiferentes a los sentimientos de quienes las escuchan. Esto no es caballerosidad ni religión, porque la grosería nada tiene de común con la religión, que hermana perfectamente la verdad con la cortesía. Además, lo inútil y superfluo es dañino, y mucho daño hay en el continuo rebullir de frívolas emociones desparramadas en parloteos y chirigotas. Las gentes que no pueden sellar los labios y andan siempre con la lengua suelta disipan sus energías intelectuales y morales al decir mil necedades que mejor fueran para no dichas. Signo de flaqueza mental es el temor al silencio, y más vale el buen callar que el necio hablar. En el silencio se acrecientan y fortalecen las emociones, al par que se regulan, con lo que aumenta y queda al propio tiempo en sujeción la fuerza motora del carácter. Poderosa es la energía silente, y a menudo produce apaciguadores efectos. Por otra parte, quien aprendió a ser silente debe procurar que el silencio no menoscabe la cortesía ni desanime y desaliente a los demás. Acaso tema alguien que la precaución de pensar antes de hablar entorpezca el intercambio de pensamientos hasta el punto de paralizar la conversación; pero cuantos dominan la palabra saben por experiencia que tras breve práctica no hay intervalo apreciable antes de responder, pues más rápido que luminoso es el movimiento de la mente, y en un instante planea sobre los puntos que ha de considerar. Cierto es que al principio vacilará algún tanto; pero al poco tiempo no tendrá necesidad de detenerse, y la deliberada respuesta saldrá de los labios con demasiada rapidez para causar entorpecimiento. Muchos oradores pueden atestiguar que en el desbordado torrente de un periodo declamatorio, la mente permanece tranquila y compulsa el valor de diversas frases antes de escoger una y desechar la otra; y sin embargo, ninguno de los arrobados oyentes se percata de esta operación mental, ni por asomo se figura que tras el chorro de elocuencia se oculta la selección de la frase. Otro método de dominar las emociones es refrenar las acciones impulsivas. El apresuramiento en la obra es la característica de la mente moderna y. en el exceso de prontitud estriba su vigor. Cuando consideramos con serenidad la vida, vemos que nunca es necesario el apresuramiento, sino que siempre hay tiempo bastante para meditar con prudencia la acción, por rápida que sea. AI sobrevenir un violento impulso emotivo y ceder a él sin consideración alguna, obramos irreflexivamente. Si nos acostumbráramos a pensar antes de obrar en los asuntos de la vida ordinaria, al ocurrir un accidente que demandase rapidez de acción compulsaría la mente las circunstancias del momento. determinando la pronta obra sin precipitaciones ni apresuramientos imprudentes. Alguien preguntará: "¿pero no puedo obedecer a mi intuición?" Suele confundirse la intuición con el impulso, aunque difieren radicalmente en origen y características. El impulso dimana de la naturaleza kámica, de la conciencia operante en el cuerpo astral y es una energía que fluye en respuesta a un estímulo externo, una energía precipitada, irreflexiva, atolondrada y no dirigida por la inteligencia. La intuición dimana del espiritual Ego y es una energía que fluye al encuentro de una demanda, externa, una energía tranquila, robusta, deliberada y

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dirigida por el Ego. Mientras no está del todo equilibrado el carácter, se necesita cachazuda reflexión y dar tiempo al tiempo para distinguir entre el impulso y la intuición. El impulso cede ante la reflexión y la calma. La intuición se intensifica en las mismas condiciones, pues la calma permite que la mente inferior escuche su voz y sienta su imperio. Además, si lo que parece intuición es sugestión procedente de alguna elevada entidad, resonaré más poderosamente en nuestra tranquila meditación sin perder ni un ápice de su fuerza. Cierto es que da gusto abandonarse al impulso atolondrado, y que al principio disgusta refrenarlo; pero los esfuerzos conducentes a la vida superior están llenos de estas renuncias de placer y aceptaciones de dolor, hasta que poco a poco notamos que hay más intenso y puro goce en la serena y reflexiva acción, que en ceder al tumultuoso impulso, y que hemos eliminado una constante fuente de pesar, porque continuamente dimana dolor de nuestro abandono al siempre engañador impulso. Si la acción es buena, el cuidadoso pensamiento fortalecerá en vez de debilitar nuestro propósito, que si con el pensamiento se debilita dará prueba de provenir de la baja y no de la alta fuente. Meditación diaria, reflexionar antes de hablar y no ceder a tos impulsos son los principales métodos de convertir las emociones de peligrosos dueños en útiles sirvientes.

 

 

4. UTILIDAD DE LA EMOCIÓN Sólo puede valerse de la emoción quien la haya dominado y sepa que las emociones no son de él mismo, sino que conmueven los vehículos en que mora y provienen de la interacción entre el Yo y el No-Yo. Su mudable naturaleza denota que pertenecen a los vehículos y que las ponen en actividad los contactos externos a que responde la conciencia interna. Felicidad es el atributo de la conciencia que suscita las emociones, y el placer y el dolor son los movimientos determinados en el vehículo kámico por los contactos del mundo externo y la respuesta que mediante dicho vehículo les da eL Yo en su aspecto de felicidad, así como los pensamientos son las emociones debidas a contactos análogos, cuando responde a ellos el Yo en su aspecto de Conocimiento. A medida que el Yo se conoce a sí mismo y se distingue de sus vehículos, regula más acertadamente sus emociones, y tanto el placer como el dolor son modalidades de Felicidad. Una vez evolucionado, alcanzará el Yo mayor equilibrio bajo las violencias del placer y el dolor, sin que las emociones logren volcar la balanza de la mente. Mientras el placer exalte y el dolor abata, mientras haya estorbos e inconvenientes para el cumplimiento del deber, será el hombre esclavo y no dueño de sus emociones. Cuando sepa gobernarlas podrá sentir los más vivos estremecimientos del placer y los más acerbos aguijones del dolor, sin que la mente se perturbe ni deje de acabar con serena calma su obra. Entonces será provechoso cuando sobrevenga. Del dolor obtendrá fuerza y del placer vitalidad y valor. Todo serán para él fuerzas que le ayuden, en vez de obstáculos que le estorben. La oratoria nos da ejemplo de esta utilidad. El orador de gestos y ademanes violentos, inflamado por el fuego de la pasión, cuyas palabras se atropellan unas a otras y está poseído y arrastrado por la emoción, no avasalla al auditorio; pero sí lo avasalla el orador que, dueño de sus emociones, las utiliza para conmoverlo y escoge deliberadamente sus palabras, aún en lo más vehemente del discurso, con gestos, ademanes y posturas de majestuosa dignidad. No siente las emociones, sino que las hace sentir y se vale de su pasado para modelar el presente. El poder de un orador para servirse de sus emociones estará en proporción del dominio que haya adquirido sobre ellas. Nadie que carezca de emociones podrá ser un gran orador, y su grandeza aumentará según las regule. Mayor efecto se consigue disponiendo cuidadosamente los explosivos y aplicando con acierto la mecha, que amontonándolos sin discreción y prendiéndoles fuego para que estallen al acaso. Mientras alguien está arrebatado por las emociones, se le enturbia la clara visión requerida por c! auxiliador servicio. El valioso auxiliador es el nombre sereno, equilibrado y henchido a la

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vez de simpatía. ¿Qué cirujano seria el que en el punto culminante de una operación se deshiciera en lágrimas? Sin embargo, muchas gentes se afectan de tal modo a la vista de un sufrimiento, que se conmueve todo su ser y agravan el dolor en vez de aliviarlo. Toda emoción levanta violentas vibraciones que se transmiten por contagio. El eficaz auxiliador debe mantenerse firme y sereno, inconmovible y radiante de paz. Quien está en la roca marina puede salvar a un náufrago mucho mejor que si también él estuviese batallando con las olas. Otro empleo de las emociones, cuando ya se dominan completamente, es despertarlas de propósito para infundir en los demás la que mayor beneficio pueda allegarles. Si alguien monta en cólera, la natural respuesta que de otro recibe es también de cólera, porque toda vibración suscita las de su propia índole. pues como todos tenemos cuerpo emocional, cualquier cuerpo que vibre cerca de nosotros tiende a reproducir análogas vibraciones en el nuestro, si hay en él materia apropiada para la vibración. La cólera despierta cólera, el amor engendra amor. la amabilidad provoca amabilidad. Si somos dueños de nuestras emociones, cuando sintamos vibrar la cólera en respuesta a la cólera ajena, refrenaremos al punto este impulso, dejando que las oleadas de cólera se estrellen contra nuestro imperturbable cuerpo emocional. Quien logre mantenerlo tranquilo, mientras el de los demás vibre violentamente junto a él, habrá aprendido del todo la lección del dominio de sí mismo. Entonces estará dispuesto a dar otro paso adelante, a contraponer las vibraciones de una emoción placentera a las de otra siniestra, con lo que no solamente se librará de la cólera, sino que despedirá vibraciones capaces de apaciguar las del colérico. Responde a la cólera con el amor y a la ira con la paciencia. Al principio, esta correspondencia debe ser deliberada, con definido propósito de ejercitarla en las gentes irascibles que se atraviesen en nuestro camino. El intento será desde luego áspero, con sólo la voluntad de amor, pero sin emoción amorosa, hasta que al poco tiempo, el mismo deseo de amor levantaré una débil emoción, y establecido el hábito responderá espontáneamente la bondad a la malicia. La firme y deliberada práctica de responder así a las siniestras vibraciones emotivas que de fuera nos lleguen acostumbraré al cuerpo emocional a la respuesta automática. Todos los grandes Instructores de ética coinciden en la enseñanza de "devolver bien por mal". Y esta enseñanza se funda en el intercambio de vibraciones causadas por el amor y el odio. La devolución del mal lo intensifica y la devolución del bien lo neutraliza. El mejor uso que podemos hacer de nuestras emociones en el diario servicio humano, es enviar a los demás una corriente de amor que estimule en ellos lo bueno y debilite lo malo. Conviene tener en cuenta la correspondencia de las emociones, para aplicarlas a la práctica de la vida y devolver humildad por soberbia, compasión por crueldad, sumisión por arrogancia, suavidad por aspereza y paciencia por ira. Así se forma un carácter que responde a las malas emociones con sus opuestamente buenas y actúa como una bendición en cuanto le rodea, aminorando el mal y fortaleciendo el bien.

 

 

5. VALÍA DE LAS EMOCIONES EN LA EVOLUCIÓN Hemos visto que la emoción es la fuerza motora del hombre, y que para convertirla en auxiliar de la evolución debemos utilizarla para realizar y no para abatir. En su evolución necesita el Ego "puntos que le eleven", como dice La Voz del Silencio. porque la senda ascendente es escarpada, y un objeto atractivo en lo alto de la cuesta, en cuyo logro nos esforcemos, es una ayuda de inestimable valor. A menudo nos rezagamos en el camino y sentimos deseos de no seguir adelante, porque están inertes las aspiraciones y se desvaneció el anhelo de elevación. Entonces podemos llamar a las emociones en nuestro auxilio, entrelazándolas en un objeto de devoción, para adquirir así el necesario ímpetu y la elevadora fuerza que imploramos. Esta modalidad emotiva suele denominarse adoración del héroe, o sea el intenso amor y admiración a otro más noble que nosotros, y quien así es capaz de amar y admirar dispone de

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una de las mayores fuerzas realzantes de la evolución humana. Se ha objetado contra la adoración del héroe, diciendo que entre los vivientes no es posible hallar el ideal perfecto; pero aunque sea incompleto, puede ayudarnos en el aceleramiento de la evolución si despierta en nosotros amor y estímulo. Cierto es que habrá alguna flaqueza en este incompleto ideal y será necesario distinguir entre las cualidades heroicas y las imperfecciones entremezcladas; pero hemos de atender a las heroicas cualidades que estimulan y no a las manchas que afean a quienquiera que no haya trascendido la etapa humana. Reconocer que las flaquezas son del No-Yo y por lo tanto pasajeras, mientras que la nobleza es del perdurable Yo; amar lo grande y prescindir de lo pequeño; tal es el espíritu que conduce al discipulado de los Seres superiores. Si el hombre honra la grandeza y desatiende a la flaqueza del héroe que elija por ideal, hallará beneficio en ello y sobre el héroe caerá el karma de sus deficiencias. Pero se objeta diciendo: si reconocemos la nobleza del lo entre las flaquezas humanas ¿por qué no hacer lo mismo con todos los hombres, en vez de erigir en héroe a quien todavía está sujeto a flaqueza? Porque el héroe nos da por auxilio la inspiración y medida de cuanto podemos obtener, pues no cabe erigir en héroe a un hombre vulgar, sino que la adoración al héroe se despierta cuando el Yo brilla con mayor refulgencia que de ordinario. Un Hombre así es héroe, aunque no súper-humano y sus defectos se parecen a las manchas del sol. Dice un proverbio que "ningún grande hombre lo es para su ayuda de cámara" y los cínicos lo interpretan en el sentido de que el hombre más heroico debe su grandeza a la distancia; pero ¿no sería mejor interpretarlo diciendo que el ayuda de cámara, ocupado en limpiar las botas y anudar la corbata, no sabe discernir las cualidades heroicas, pues nada hay en él capaz de vibrar cu armonía con las notas que en e-I héroe vibran? Porque la capacidad de admirar presupone la de cumplir, y el amor y reverencia hacia e! magnánimo denotan aproximación a él. Despertada de esta suerte la emoción, debemos juzgarnos en cotejo con nuestro ideal, y avergonzamos de pensar o hacer nada que pueda cubrir con sombras de tristeza los ojos del héroe a quien reverenciamos. Su presencia ha de ser para nosotros como una realzante, hasta que mirándonos a la luz de las magnas proezas nos vemos también capaces de intentarlas. Verdad es que la purísima luz del Yo no brilla a través de nadie que huella los fangosos senderos terrenales; pero algunos hay en quienes fulgura con suficiente intensidad para disipar las tinieblas y ayudamos a ver en donde ponemos la planta. Más vale honrarlos y agradecerles el beneficio, regocijarnos y gozamos en ellos, que empequeñecerlos porque no son del todo celestes, porque algunos toques de la flaqueza humana entorpecen todavía sus pies. Benditos quienes en sí tienen la naturaleza del héroe y reconocen por ello su parentesco con él. Les aguarda la puerta abierta en la cumbre, y cuanto más la amen y más le honren más rápidamente se acercarán al vestíbulo. Ningún karma mejor puede tener el hombre, que encontrar al héroe que le acompañe hasta la entrada; ningún karma peor y más triste, que haber visto al héroe en un momento de iluminación y desecharlo cegado por algún vicio dominante.

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CAPITULO VI LA VOLUNTAD

1. LIBERACIÓN DE LA VOLUNTAD Volvamos ahora a considerar el poder humano con que hemos comenzado nuestro estudio: la voluntad. Recordará el estudiante que la voluntad del Yo individualizado (aunque todavía inconsciente) lo arrastraba a la manifestación, no compelido a ella por necesidad externa ni nada que extrañamente se le opusiese, sino porque la suprema Voluntad de que la voluntad del Ego es parte (su voluntad individualizada como centro, pero no desprendida todavía de la circunferencia de materia) late en él como la sangre vital de la madre late en el feto. Surge el Ego a la manifestación con vagas ansias del fecundo estremecimiento de vida velada en la materia, de ejercitar sus fuerzas anhelosas de actividad, de conocer los mundos henchidos de tumultuoso movimiento. Lo que el Logos quiere conscientemente (pues el Logos quiere encarnar en un universo) lo quieren también todos los centros de individualizada vida contenidos en El, aunque, por decirlo así, tanteando a ciegas hacia más plena vida. Es la voluntad de vivir y de conocer, la fluyente voluntad puesta en manifestación. Hemos visto que la voluntad o poder del Yo se invierte en deseo en los planos de materia densa, y que cegada por la materia e incapaz de ver su camino, la impulsan las atracciones y repulsiones que llegan a su periferia. Vimos más adelante cómo se relaciona el deseo con la inteligencia y al interactuar estos dos aspectos engendran las emociones con características de su madre el deseo y de su padre la inteligencia. También hemos estudiado los métodos de regular las emociones, para utilizarlas en beneficio y no en daño de la evolución humana. Vamos ahora a considerar como esta voluntad. la oculta fuerza motora de lii actividad, siquiera de la actividad indisciplinada, se va libertando lentamente hasta lograr el albedrío. Examinemos de momento lo que significamos con la palabra "libertad". Aunque esencial y fundamentalmente libre en su origen. romo potencia del Yo. la voluntad queda libada y limitada en sus intentos de dominar la materia en que el Yo se ha incorporado. La materia domina al Yo y no el Yo a la materia, porque el Yo se identifica con ella, y como por su medio quiere, piensa y obra. le parece que la materia es él e iluso exclama: "¡Soy esto! Pero a pesar de que la materia lo ata y limita, cuando a sí mismo se siente, exclama: "¡Soy libre!" Sin embargo, ci dominio del Yo por la materia es temporáneo, porque la materia cambia, muda. se altera y las invigorizadas fuerzas del Yo permanente en lo transitorio, inconscientemente la modelan, atraen y rechazan de continuo. Vengamos a la etapa de evolución humana en que la memoria es más poderosa que el instintivo apetito del placer y repulsión del dolor, en que la inteligencia gobierna el deseo y la razón prevalece contra el impulso. Va a cosecharse el resultado de una prolongada etapa de evolución, y uno de sus frutos es la libertad. Mientras la voluntad se manifiesta en forma de deseo cuya dirección determinan las atracciones externas, no está libre sino evidentemente sojuzgada. Así como un ser viviente queda movido por una fuerza superior a el en la dirección de dicha fuerza. así también la voluntad queda impelida por el empuje de los objetos a lo largo del sendero que le promete placeres fáciles d" lograr. No actúa como fuerza albédrica del Yo. sino que al contrario. el Yo está compelido por la atracción externa. Ninguna más vivida imagen del Yo bajo estas condiciones puede darse que la ya citada de una antigua Escritura india, que representa el Yo como el desvalido conductor de un vehículo cuyos indómitos caballos son los sentidos que lo arrastran en pos de los objetos de placer. Aunque la voluntad sea la verdadera potencia del Yo mientras se ve arrastrada por estos indómitos caballos está sujeta y no libre. Error es hablar del albedrío de un hombre esclavo de los objetos circundantes. Es siervo y no puede elegir, pues aun cuando supongamos en él la facultad de elegir el sendero de las atracciones que le arrastran, no hay en realidad elección ni

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por pensamiento. Mientras las atracciones y repulsiones tracen el sendero, es locura vana hablar de libertad, y a pesar de que el hombre se figure elegir el objeto apetecible, el sentimiento de libertad es ilusorio porque le arrastran la atracción del objeto y el deseo de placer. Es tan libre como el hierro de moverse atraído por el imán cuya potencia determina el movimiento con que la naturaleza del hierro responde a la atracción. Para mejor comprender lo que significamos por voluntad libre, conviene obviar la dificultad dimanante de la palabra elección". Cuando nos parece que somos libres de elegir ¿equivale esta llamada libertad de elección a voluntad libre? ¿No fuera mejor afirmar que la libertad de acción tan sólo denota que ninguna fuerza externa nos obliga a elegir entre dos alternativas? Pero esto entraña otra pregunta mucho más importante: Porque ser libres de actuar, una vez hecha la elección, difiere mucho de si somos "libres" de elegir o si la elección está determinada por algo extraño. Suele aducirse en prueba del albedrío la facultad que. por ejemplo, tiene el hombre de salir o no dé un aposento, de soltar o no un peso: pero este argumento es ajeno al asunto. Nadie niega la facultad de una persona que no esté cohibida físicamente para salir o no de un aposento ni para soltar o retener un peso. Lo pertinente es saber el por qué de la elección, cuyo análisis nos enseña que está determinada por un motivo, y así arguyen los deterministas diciendo: "Los músculos pueden retener o soltar el peso; pero si debajo hubiese un objeto frágil de mucho valor no lo soltaríais. La elección está determinada por motivos entre los que prevalece el más poderoso". Por lo tanto. la cuestión no está en si somos libres de actuar, sino en si somos libres de querer, y vemos claramente que la voluntad está determinada por el motivo más poderoso, y que mientras tal suceda tendrá razón el determinista. Verdaderamente, el hecho de que la voluntad esté determinada por el motivo más poderoso es el fundamento de toda sociedad organizada, de toda ley. de toda responsabilidad, de toda penalidad, de toda educación. El hombre que no esté así determinado es irresponsable y demente, un ser a quien no cabe demandar ni con quien es posible discutir ni en quien podemos confiar: un ser sin razón ni lógica ni memoria ni atributo alguno de hombre. Las leyes declaran irresponsable al que obra sin motivo determinante, sin razones que le muevan. Se le declara demente y no se le inflinge penalidad legal. Acaso quepa llamar "libre" a la voluntad cuya energía sigue tal o cual dirección y en ella actúa sin motivo ni razón ni sentido; pero esto no es lo que significamos por albedrío, cuyo sereno examen necesita apoyarse en el antecedente de una voluntad determinada por el motivo más poderoso. ¿Acaso significa, pues, albedrío o voluntad libre? A lo sumo no va más allá de una libertad relativa y condicionada, pues el separado Yo es parte del todo, que debe ser mayor y contener a las partes. Esto puede aplicarse también al Yo y los cuerpos que lo envuelven. Nadie negará que los cuerpos están sujetos a la ley, y en la ley y sólo por la ley se mueven en recíproca relación, por virtud de las innumerables fuerzas interactuantes que los contrabalancean variada e indefinidamente en multitud de posibilidades a propósito para darles movimiento libre, no obstante la rigidez de su atadura a la ley. También el Yo está en el reino de la ley, es decir, es la misma ley porque participa de la naturaleza del Ser de todos los seres. Ningún Yo separado puede emanciparse del Yo universal, y por muy libremente que pueda moverse en relación a los demás Yos separados, no puede en modo alguno moverse fuera de la vida que lo anima y es su naturaleza y su ley y en ella vive y se mueve. Las partes no constriñen a las partes; los separados Yos no constriñen a los Yos separados; pero el todo sí constriñe y gobierna a las partes, y el Yo universal constriñe y gobierna a los dos Yos. No obstante, puesto que los Yos son el Yo, la libertad surge de manifiesta dependencia, sin que 'ninguna otra cosa le compela . Esta libertad de una parte respecto a las demás partes y de sujeción al todo se echa de ver claramente en la naturaleza física. Nosotros formamos parte de un mundo que gira en el espacio alrededor de su eje en perpetua dirección a Oriente; pero no advertimos su movimiento

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porque vamos arrastrarlos en él y todo se mueve al propio tiempo y en la misma dirección. Hacia Oriente giramos con nuestro mundo y no podemos mudar de dirección. Sin embargo, relativamente a los demás y a los sitios en que estamos, podemos movernos libremente y mudar nuestras respectivas posiciones. Podemos ir hacia el Occidente de una persona o lugar, aunque de continuo estemos ambos girando hacia Oriente. Tendremos conciencia del movimiento de una parte respecto a otra, por débil y lento que sea, mientras que estaremos enteramente inconscientes del celérrimo giro que arrastra a todas las partes en marcha siempre progresiva hacia Oriente. Y diremos en nuestra ignorancia: He aquí que me he movido hacia Occidente". Pero el supremo Dios podría reírse despectivamente de la ignorancia del pigmeo que habla de la dirección de su movimiento particular en el seno del movimiento universal; si no conociese esta gran verdad a un tiempo falsa y verdadera. Así .veremos de nuevo cómo la suprema Voluntad adelanta indesviablemente por el sendero de la evolución e impele a todos los seres a caminar por él, dejándolos en libertad de recorrerlo a su manera y de proceder según les acomode en su inconsciente actuación, porque todo linaje de obras y todo procedimiento de progreso es necesario para la plenitud de esta Voluntad; todo es útil y tiene adecuado empleo. Por ejemplo, si un hombre se ha formado un noble y generoso carácter, si alimentó elevadas aspiraciones y procuró siempre servir fiel y lealmente a sus semejantes, nacerá en donde las circunstancias clamen por hombres activos, y la suprema Voluntad quedará cumplida por su medio en la nación que de este auxilio necesite y en ella desempeñará el papel de héroe en el drama escrito por el supremo Autor; pero la habilidad para desempeñarlo ha de ser obra propia del hombre. En cambio, si cede a las tentaciones, si se capacita para el mal. emplea siniestramente sus poderes y menosprecia la misericordia, justicia y verdad en el proceder de su vida cotidiana, nacerá en donde la opresión, la crueldad y las matas artes sean necesarias, y también se cumplirá por su medio la suprema Voluntad en una nación que esté sufriendo los resultados kármicos de pretéritos males, y será uno de los cobardes tiranos que cruel y depravadamente oprimen a la nación en donde nacen. También este es el papel escrito por el supremo Autor, y obra del propio hombre la capacidad para desempeñarlo. Así actúan las voluntades menores en el seno de la suprema Voluntad. Puesto que la voluntad está, según vemos, determinada por el motivo y condicionada por los límites de la materia que envuelve al separado Yo y por el Yo universal de croe es parte y cuya Voluntad manifiesta, ¿qué significa el albedrío? Significa indudablemente que la libertad ha de estar determinada desde el interior y la servidumbre desde el exterior. La Voluntad es libre cuando el Yo que quiere actuar toma el motivo de su volición de fuentes internas y no de externas. Verdaderamente ésta es la libertad, porque el gran Yo en cuyo seno se mueve el Yo es uno con él; "Yo soy Aquél". Y el Yo todavía superior en que se mueve el gran Yo es uno con él y también dice: ' Yo soy Aquél". Y así sucesivamente, en cada vez más dilatados términos, ya se trate de sistemas de mundos o de sistemas de universos, de modo que el más ínfimo Yo vuelva su vista hacia dentro y no hacia fuera y reconozca su unidad con el Yo interno, con el Pratyagâtmâ, el Uno, y que por lo tanto es verdaderamente libre. Así, mientras mire hacia fuera, se verá siempre encadenado, aunque sin cesar se amplíen los muros de su cárcel; pero al mirar a su interior se verá perpetuamente libre, porque es Brahmán, el Eterno. Cuando un hombre logra determinarse por sí mismo, puede decirse que es libre en el recto sentido de la palabra libertad, y su albédrica determinación no es servidumbre en el opresor significado de esta palabra. Todo cuanto en mi íntimo Yo me resuelva a hacer, sin que nadie me obligue, llevará el sello distintivo entre la libertad y la esclavitud. ¿Hasta qué punto podemos decir que nuestra voluntad es libre en el sentido que hemos dado a la palabra libertad? Por la mayor parte, pocos pueden reivindicar esta libertad más que en corta medida, pues sin contar la ya mencionada servidumbre de las atracciones y repulsiones, estamos aprisionados entre los canales abiertos por nuestros pasados pensamientos y hábitos (sobre todo por nuestra

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establecida modalidad mental) por las cualidades y defectos traídos de pasadas vidas, por las potencias y flaquezas congénitas, por nuestra educación y ambiente, por las imperativas constricciones de nuestra etapa de evolución, por la herencia física y las tradiciones de país y raza. De aquí que tan sólo nos reste un angosto sendero por donde camine la voluntad que tropieza en un pasado erigido en infranqueable muralla por el presente. En ningún intento y propósito es libre la voluntad. Está en vías de serlo y lo será tan sólo cuando el Yo haya dominado por completo sus vehículos y los utilice para sus propios propósitos, enteramente responsivos a los impulsos del Yo y no como indómito y fogoso animal movido por loa deseos y apetitos personales 108. Cuando el Yo trasciende la ignorancia y vence los hábitos que la señalaron en el pasado, queda libre, y entonces cabrá comprender el significado de la paradoja: "en cuyo servicio está la libertad perfecta", porque echaremos de ver que no existe la separatividad, que no hay voluntad independiente, que por virtud de nuestra divina naturaleza, nuestra voluntad es parte de la voluntad divina, que en el transcurso de nuestra larga evolución nos da la fuerza necesaria para proseguirla, y que al reconocer la Voluntad una adquirimos la libertad. Estas ideas ponen fin a la secular controversia entre los defensores del libre albedrío y los deterministas, pues reconociendo por una parte la razón que éstos llevan, mantienen y justifican el interno sentimiento de todo hombre, que le dice: "Eres libre y no esclavo". Esta idea de la energía espontánea, del poder influyente de la intimidad de nuestro ser, se funda en la misma índole esencial de la conciencia, en el divino y por lo tanto libre Yo.

2. ¿A QUÉ TANTA LUCHA? Al examinar el largo transcurso de la evolución y el lento desarrollo de la voluntad, nos preguntamos inevitablemente: "¿A qué tanta lucha y tanta dificultad? ¿Por qué tantos errores y caídas? ¿Por qué esta larga servidumbre antes de alcanzar la libertad?" Para responder a estas preguntas conviene colocarnos en un término medio, pues preciso es tener en cuenta los límites de la pregunta y no diputar la respuesta por incongruente si no satisface a otra pregunta derivada de la primera. La respuesta a una pregunta puede ser adecuada sin que satisfaga a otras que de ella se deriven. La mayor parte del descontento de muchos estudiantes resulta de su inquieta impaciencia, que les mueve a ocuparse desordenadamente de cuantas preguntas se les ocurren, y exigen una respuesta inmediata que a todas ellas satisfaga. La pertinencia de los medios se aquilata por el. fin a que conducen, y en todos los casos la respuesta ha de juzgarse por su adecuación a la pregunta y no por su incongruencia con otras nacidas, de ella en la mente. Así, la valía de los medios existentes en un universo debe estimarse por el fin a que propende este universo y no como si hubieren de responder a la pregunta de por qué existe dicho universo. Esta otra pregunta tiene también su respuesta, pero no satisfará a la conformidad de los medios con el fin de un universo. Y si el interrogador replica: "Pero ¿por qué hay universo?", no probará esta réplica que sea incongruente nuestra respuesta a la primera pregunta. Así pues, para responder a la de: "¿Por qué tantos errores y caídas en el sendero de la evolución?", hemos de considerar existente el universo como punto de partida y estudiarlo con propósito de inquirir su fin, o al menos uno de los fines a que propende. El por qué propende a este fin es cosa muy distinta, según dejamos dicho, y de muy hondo interés; pero tan sólo por el descubrimiento de este fin podremos juzgar de los medios empleados para lograrlo. El estudio, siquiera sucinto, de la porción del universo en que nos hallamos, nos demuestra que uno de sus fines, sino el único, es el de producir seres vivientes de poderosa inteligencia y

108 Esto sólo se logra cuando la vida del Yo anima la materia de sus vehículos en vez de animar la esencia elemental que propende a descender; esto es, cuando la ley del Espíritu de Vida substituye a la ley de pecado y muerte.

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recia voluntad capaces de tomar parte activa en el desenvolvimiento y guía de las actividades de la naturaleza y cooperar al plan general de evolución. Un más amplio estudio a favor de las potencias internas, que podemos educir, y con auxilio de las antiguas Escrituras, nos enseñará que este nuestro mundo no es el único, sino que forma parte de una serie de mundos y en la evolución de su humanidad recibió el auxilio de hombres superiores, y ha de producir otros hombres del mismo nivel para ayuda de mundos más jóvenes en edades futuras. Por otra parte, nos demuestra dicho estudio la existencia de una vasta jerarquía de seres súper- humanos, guías y directores de la evolución, y que el centro del universo es el trino Logos, dueño y señor de su sistema. También advertiremos que el futuro de un sistema no solamente es una gran jerarquía de poderosas Inteligencias cuyos grados disminuyen de esplendor según descienden, sino igualmente lo es la perfección suprema del Logos que todo lo corona. Y este estudio nos irá descubriendo horizontes de creciente esplendor, universos que tienen sistemas por mundos, y así sucesivamente en siempre más dilatados espacios de ilimitada gloria, henchidos de la vida infinita. Y entonces sobreviene la pregunta: "¿Por qué medios evolucionarán estos potentes Seres que del polvo se alzan a las estrellas y de estas estrellas, polvo de más vastos sistemas, a los astros que son respecto de ellas lo que nuestro sol al fango de la tierra?" Prosiguiendo así el estudio, no encontrará nuestra imaginación otro sendero que el del sufrimiento y prueba que hoy hollamos nosotros, para que por él hayan podido alcanzar estos equilibrados Seres, ya dueños de sí mismos, las alturas de perfección, las cumbres de infalible sabiduría que los capacita par.» constituir la "naturaleza" de un sistema. Porque si existiese un Dios extracósmico de índole distinta a la del Yo que vemos evolucionar en torno nuestro con armonía y certidumbre inquebrantables, un Dios inestable, arbitrario, antojadizo, voluble, mudable, podría suceder que de 'todo este caos surgiese un ser llamado "perfecto", pero seguramente más imperfecto por más limitado, y que desnudo de toda experiencia pretérita carecería de razón y juicio y a lo sumo podría actuar como una máquina en un sistema cuyos prefijados movimientos acompasaría automáticamente. Pero un Dios de esta naturaleza sólo sería apto para un sistema sin que tuviera utilidad ni poder alguno en otro distinto; y la vida, que consiste en la variada adaptación a condiciones mudables, no podría existir en dicho sistema, sin que se desintegrara y desapareciera su centro. Las tribulaciones del sendero por donde hoy caminamos nos predisponen a cuantas contingencias puedan sobrevenir en los futuros universos donde hayamos de actuar, y este resultado bien merece los sufrimientos a que ahora nos expongamos. Tampoco debemos olvidar que estamos en este mundo porque hemos querido educir nuestros poderes mediante las pruebas de la vida en los planos inferiores; que nosotros mismos hemos escogido nuestra suerte sin imposición extraña; que nos vemos aquí por nuestra propia "voluntad de vivir"; que si esta voluntad mudase, aunque no es posible, cesaríamos de vivir y volveríamos al seno de la Paz sin cosechar el fruto cuya simiente vinimos a sembrar.'"Nadie nos obliga".

 

 

3. PODER DE LA VOLUNTAD En todos tiempos ha reconocido el ocultismo este poder como la energía espiritual del hombre, esencialmente una con la que engendra, evoca y sostiene los mundos. Hoy es objeto este poder de vacilantes investigaciones y muchos lo estudian con intento de obtener resultados de otra suerte inasequibles. Las escuelas de la Ciencia Cristiana, Ciencia del Pensamiento y Terapéutica mental apoyan sus conclusiones en el dilatado poder de la voluntad. Las enfermedades, y no tan sólo los desarreglos nerviosos como algunos se figuran, ceden al flujo de la voluntad. Los desórdenes nerviosos ceden más fácilmente, porque el sistema nervioso ha sido modelado para la. expresión de las potencias espirituales en el plano

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físico. Los resultados son más rápidos cuando se actúa primero sobre el sistema simpático, porque está más directamente relacionado con la voluntad en forma de deseo, así como el cerebro-espinal tiene mayor relación con los aspectos de conocimiento y voluntad pura. La reducción de tumores. cánceres, etcétera y la extirpación de sus causas, así como la cura de heridas y fracturas de huesos demandan ordinariamente muchos conocimientos por parte del terapeuta. Decimos "ordinariamente" porque es posible que la voluntad esté guiada desde el plano superior, aunque haya en el físico falta de conocimientos, si el terapeuta es hombre de muy adelantada evolución. Cuando hay conocimientos científicos, el operador comenzará por representarse el órgano enfermo como si estuviese sano, por medio de una imagen formada con materia mental, después formará la misma imagen con materia astral para densificarla; luego se valdrá de sus fuerzas magnéticas para densificarla todavía más en materia etérea; y por último adherirá a esta especie de molde los físicos materiales de gases, líquidos y sólidos, sirviéndose para ello de los que halle utilizables en el cuerpo del enfermo y supliendo las deficiencias con otros externos. Todo este tratamiento ha de estar guiado por la energía volitiva, y la manipulación de la materia depende del conocimiento tanto en el plano físico como en los superiores. Este método carece de ¡os riesgos que acompañan a otros más comúnmente empleados por lo fáciles, que consisten, según dijimos, en actuar sobre el sistema simpático. Algunos métodos divulgados entre las gentes aconsejan concentrar el pensamiento en el plexo solar y "vivir bajo su influencia". El sistema simpático, cuyo centro capital es el plexo solar, gobierna las funciones cardíacas, pulmonares y digestivas; pero. como ya hemos expuesto 109 estas funciones vitales pasaron al dominio del sistema simpático en d transcurso de la evolución, según fue predominando el sistema cerebro-espinal, y así resulta que la restitución de estas funciones al dominio de la voluntad, mediante la concentración del pensamiento, es regresar en vez de progresar, aunque por ello se alcance cierto grado de clarividencia. Este método, conforme dijimos, tiene en la India gran número de partidarios en el sistema llamado del hâtha yoga, que enseña a sojuzgar los movimientos cardiacos, pulmonares y digestivos, hasta el punto de paralizar los latidos, contener la respiración e invertir los movimientos peristálticos del intestino. Pero una vez conseguido esto ¿qué ganancia hay en ello? Haber puesto bajo el dominio de la voluntad un sistema automatizado en el transcurso de la evolución con mucha ventaja para el hombre físico, por lo que en vez de adelantar habremos retrocedido en la senda evolutiva. Este método amenaza con el definitivo fracaso, aunque de momento produce resultados de aparente utilidad. Además, la concentración del pensamiento en un centro del sistema simpático, y sobre lodo en el plexo solar, entraña un grave peligro físico, a menos que el estudiante esté bajo la dirección de su Maestro o sea capaz de transportar a su cerebro físico las instrucciones recibidas de planos superiores. Su concentración mental en el plexo solar puede producir enfermedades de muy perniciosa índole, tales como profunda melancolía, casi imposible de curar, hondo abatimiento y a veces la parálisis. No ha de marchar por este camino el discreto, estudiante que anhele llegar al conocimiento del Yo, porque una vez obtenido este conocimiento, el cuerpo físico es un instrumento dócil a la influencia del Yo. y todo cuanto debemos hacer entretanto es purificarlo y retinarlo de suerte que se ponga en armonía con los vehículos superiores y vibre rítmicamente con ellos. Así será el cerebro más responsivo y por el pensamiento y la meditación (sobre elevadas ideas y no sobre el mismo cerebro) se retinará progresivamente hasta llegar a ser un órgano perfecto. Así adelantamos en el sendero de la evolución mientras que retrocederíamos si actuáramos directamente en los plexos simpáticos. Muchos vinieron en demanda de que se les librara de los sufrimientos derivados de estas prácticas y sólo cupo responderles que se necesitarían muchos años para remediar el mal.

109 Véase Parte I, cap. X, § 1.

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Cierto es que volviendo atrás pueden obtenerse más fáciles resultados; pero mucho mejor es arrostrar las dificultades de una larga ascensión y servirse del instrumento físico desde arriba y no desde abajo. En el tratamiento de las enfermedades por la voluntad, conviene precaver también el peligro de transferir a un vehículo superior la enfermedad eliminada del físico, porque toda dolencia corporal es, con pocas excepciones, el definitivo resultado de un mal ya existente en los planos superiores, por lo que es mucho mejor entonces esperar su resolución, que restituirlo de por fuerza al vehículo sutil en donde se engendró. La enfermedad física es muchas veces la última consecuencia de un mal pensamiento o un mal deseo, y en tales casos mejor conviene la terapéutica física porque no retrollevará la dolencia al vehículo sutil como lo haría la terapéutica mental. El magnetismo curativo no ofrece riesgo, pues corresponde al plano físico y puede emplearlo impunemente toda persona de puros pensamientos y deseos; pero en cuanto la voluntad interviene en el plano físico, hay peligro de que por reacción vuelva el mal a! vehículo de procedencia. Sin embargo, si la cura mental se efectúa por la purificación de los pensamientos y los deseos, influirán éstos luego de purificados en el cuerpo físico sin riesgo alguno, pues el restablecimiento de la armonía física por medio del equilibrio de tos cuerpos astral y mental es un buen método terapéutico, aunque no tan rápido y mucho más difícil que la curación por voluntad. La pureza de mente equivale a la salud del cuerpo, y esta verdad ha movido a muchos al empleo de la terapéutica mental. El hombre de mente pura y equilibrada, no padecerá enfermedades agudas, si bien cabe que haya de pagar alguna deuda kármica o sufrir las discordancias ajenas. Pureza y salud son inseparables; pero cuando un santo enferma, es para apurar los efectos de un mal pensamiento pasado o sufrir las consecuencias de las discordias del mundo, para armonizarlas en sus vehículos y devolverlas en comentes de paz y benevolencia. A muchos admira que los hombres más buenos y puros sufran a la par física y mentalmente; pero sufren por los demás, no por ellos, y son en verdad magos blancos que en el crisol de sus cuerpos doloridos transmutan por espiritual alquimia los viles metales de las humanas pasiones en el oro purísimo del amor y la paz. Aparte de lo referente a los medios de actuar en el cuerpo por la voluntad, preguntan las mentes reflexivas si es lícito servirnos de ella en nuestro natural provecho, pues ¿no degradamos este restablecimiento de la salud corporal? ¿Es bien que la divina potencia convierta en pan las piedras y caiga así en la tentación que resistió Cristo? Sea histórico o místico este pasaje de los Evangelios, no deja de entrañar una verdad espiritual y un ejemplo de obediencia perfecta a la ley oculta. La respuesta de Cristo es de todos modos verdadera: "No con sólo pan vivirá el hombre, mas con toda palabra de Dios". Esta ética parece ser mucho más elevada que la que pone lo divino al servicio del cuerpo físico, pues uno de los peligros de nuestra época está en la adoración del cuerpo, que lo encumbra a un demasiado alto pináculo, como reacción consiguiente al exagerado ascetismo. Al emplear la voluntad en servicio del cuerpo la esclavizamos a él, y al procurar libramos de todo sufrimiento y dolor sofocamos la valiosa virtud de la paciencia, resultando de ello que nos irritamos en cuanto el más leve sufrimiento resiste a la voluntad, cuya superior potencia queda entonces invalidada para gobernar y sostener el cuerpo en los más acerbos sufrimientos. La vacilación en emplear el poder de la voluntad para alivio del cuerpo no nace de la duda respecto al valor terapéutico del pensamiento ni de la verdad de la ley sobre que se funda su acción curativa, sino que nace del temor de que los hombres caigan en la tentación de convertir la voluntad que debe elevarlos a los reinos espirituales, en sierva del cuerpo físico y quedar sin su ayuda en horas de necesidad. Hay una ley oculta que a todo iniciado obliga y le prohíbe emplear sus poderes en provecho propio, pues si tal hiciera perdería el de ayudar a los demás, y fuera insensatez preterir lo menor a lo mayor. La tentación de Cristo encierra un significado mucho más profundo del que generalmente se le atribuye, porque si hubiese empleado sus ocultos poderes para convertir en

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pan las piedras a fin de satisfacer el hambre, en vez de esperar pacientemente el alimento traído por los Seres brillantes, no fuera después capaz de sufrir el místico sacrificio de la Cruz. Profunda verdad oculta encerraba aquel sarcasmo de los sayones al decirle: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvar". No debía servirse en provecho propio, para mitigar sus sufrimientos, de aquellos poderes que habían devuelto la vista a los ciegos y sanado a los leprosos. Quienes no tengan otra mira que su personal salvación, no acepten la divina misión de salvadores del mundo. Al llegar a cierto punto de la evolución será necesario proseguir por una o por otra vía. Si eligen la inferior y ponen sus poderes al servicio del personal provecho y del bienestar del cuerpo, han de renunciar a la altísima misión de emplearlos en redimir a la raza humana. La actividad mental es tan intensa en nuestros días, que como nunca se necesita emplear sus poderes en elevadísimos fines.

 

4. MAGIA BLANCA Y NEGRA Magia es el uso de la voluntad en la guía de las fuerzas de la naturaleza externa, y como su nombre indica es verdaderamente la ciencia magna. La voluntad humana es el poder divino residente en el hombre, y le cabe. por lo tanto, subyugar y dirigir las energías inferiores para obtener los apetecidos resultados. La diferencia entre la magia blanca y la negra estriba en los motivos determinantes de la voluntad. Si propenden a beneficiar, ayudar y bendecir a cuantos estén bajo su influencia. será el hombre mago blanco y los resultados dimanantes del ejercicio de la voluntad en este sentido serán beneficiosos y auxiliadores de la evolución humana. El mago blanco explayará así cada vez más dilatadamente su ánimo e irá apartando las vallas que de sus semejantes le separen, hasta convertirse en un centro de soberano auxilio. Pero cuando los motivos determinantes de la voluntad propenden al beneficio personal, es el hombre mago muy peligroso para la raza, y sus obras entorpecen y demoran la humana evolución. El mago negro contrae más y más su ánimo en sí mismo y se aparta de sus semejantes encerrado en una concha que le aísla de cuanto le rodea y cuyo espesor densifica el siniestro ejercicio de sus poderes. Fuerte es en todo caso la voluntad del mago; pero la del blanco tiene fortaleza de vida, y flexible o rígida, según demande la necesidad, está siempre en armonía con la suprema Voluntad, ley del universo. La voluntad del mago negro tiene la dura fortaleza del hierro, y como siempre se inclina a fines egoístas en contra de la suprema Voluntad, tarde o temprano queda hecha añicos. Tal es el peligro de la magia negra, contra el que precave al estudiante de ocultismo la ley que le prohíbe emplear sus ocultos poderes en provecho propio, pues aunque sólo sea mago negro el que deliberadamente subleva su voluntad contra la suprema Ley, conviene comprender acertadamente la esencia de la magia negra y sofocar el mal apenas apunte. Así como, según dijimos antes, el verdadero mago blanco es el santo que en su ser armoniza las fuerzas discordantes, así también es mago negro quien utiliza en provecho personal los poderes adquiridos por conocimiento y al convertirlos al servicio de su separatividad procura mantener satisfechos sus vehículos, al paso que acrecienta la discordancia del mundo con sus egoístas apetitos.

 

5. PAZ Cuando el Yo mira los vehículos en que mora con indiferencia bastante para que ya no le afecten sus vibraciones y puede servirse de ellos a su arbitrio, porque alcanzada la clarividencia no son obstáculo a su actividad, puesto que eliminada de ellos la vida elemental los anima tan sólo la vida interna, entonces la Paz cobija al hombre y logra el objetivo final de su prolongada lucha. Concentrado el Yo en sí mismo, ya no se identifica con sus vehículos que son para él instrumentos manejados a voluntad. Entonces logra la paz del que es enteramente dueño de sus vehículos y por lo tanto dueño de la vida y la muerte. Es capaz de recibir en

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ellos los tumultos mundanales y transmutarlos en armonía. Es capaz de sentir a través de ellos los sufrimientos ajenos sin sufrimiento propio, porque está lejos y más allá de toda tormenta. Sin embargo, es capaz de sumergirse en la tribulación para librar de ella a otros, sin perder pie de la inconmovible roca de la divinidad que conscientemente reconoce. En verdad es Dueño, y la misma paz de que él goza pueden sentirla de cuando en cuando, temporáneamente al menos, cuantos se esfuerzan en hollar el mismo sendero, aunque todavía no hayan puesto los pies en la inconmovible roca de su divinidad. La unión de la separada voluntad con la única Voluntad, a fin de auxiliar al mundo, es meta de más valioso alcance que cuantos bienes se nos puedan ofrecer. No separarnos de los demás seres, sino unirnos a ellos: no lograr la paz y felicidad para sí solo. sino decir con el bienaventurado Buda: "Jamás querré la paz para mí solo, sino que lucharé siempre y por doquier sufriré y lucharé hasta que todos la logren conmigo". Tal es el coronamiento de la humanidad. Según sintamos que el sufrimiento y la lucha son mucho más eficaces en proporción que suframos el dolor ajeno y no el nuestro, mayormente nos acercaremos a Dios y recorreremos el sendero "estrecho como filo de navaja" en que los grandes Seres nos precedieron.

Entonces comprenderemos que la Voluntad que por él nos guió y en él llegó a la plenitud es todavía bastante fuerte para luchar y sufrir hasta que, acabados el sufrimiento y la lucha para lodos, gocemos todos de la eterna Paz.

PAZ

A

TODOS LOS SERES

 

 

 


 

 

 

 


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