PROEMIO
PÁGINAS
DE UNOS ANALES
PREHISTÓRICOS
La que escribe estas líneas tiene a la vista un
manuscrito arcaico, una colección de hojas de palma
impermeables a la acción del agua, del fuego y
del aire, por un procedimiento específico desconocido.
Hay en la primera página un disco de perfecta blancura,
destacándose sobre un fondo de un negro intenso.
En
la página siguiente aparece el mismo disco, pero
con un punto en el centro. El primero, como sabe el que
se dedica a estos estudios, representa al Kosmos en la
Eternidad, antes de volver a despertar la Energía
aún en reposo, la emanación del Mundo en
sistemas posteriores.
El
punto en el disco, hasta entonces inmaculado, Espacio
y Eternidad en Pralaya, indica la aurora de la diferenciación.
Es
el punto en el Huevo del Mundo, el germen interno de donde
se desarrollará el Universo, el Todo, el Kosmos
infinito y periódico; germen que es latente o activo,
periódicamente y por turnos.
El
único círculo es la Unidad divina de donde
todo procede y a donde todo vuelve: su circunferencia,
símbolo forzosamente limitado, por razón
de la limitación de la mente humana, indica la
PRESENCIA abstracta y siempre incognoscible, y su plano,
el Alma Universal, aunque la dos son una.
El
ser blanca sólo la superficie del disco, y negro
el fondo que lo rodea, muestra claramente que su plano
es el único conocimiento, aunque todavía
opaco y brumoso, que el hombre puede alcanzar. En este
plano se originan las manifestaciones manvantáricas;
porque en esta ALMA es donde dormita durante el Pralaya
el Pensamiento Divino (1), en el cual reposa oculto el
plan de todas las cosmogonías y teogonías
futuras.
Es la VIDA UNA, eterna, invisible, aunque omnipresente;
sin principio ni fin, aunque periódica en sus manifestaciones
regulares (entre cuyos períodos reina el obscuro
misterio del No-Ser); inconsciente, y sin embargo Conciencia
absoluta; incomprensible, y sin embargo, la única
Realidad existente por sí misma; a la verdad, “un
Caos para los sentidos, un Kosmos para la razón”.
Su atributo único y absoluto, que es Ello mismo,
Movimiento eterno e incesante, es llamado esotéricamente
el Gran Aliento (2), que es el movimiento perpetuo del
Universo, en el sentido de Espacio sin límites
y siempre presente. Aquello que permanece inmóvil
no puede ser Divino. Pero de hecho y en realidad, nada
existe en absoluto inmóvil en el Alma Universal.
Casi cinco siglos antes de nuestra era, Leucipo, el preceptor
de Demócrito, sostenía que el Espacio estaba
eternamente lleno de átomos impulsados por movimiento
incesante, que daba origen, en el debido transcurso del
tiempo, y a medida que se agregaban, al movimiento rotatorio
por virtud de colisiones mutuas que producían movimientos
laterales. Epicuro y Lucrecio enseñaron lo mismo,
añadiendo únicamente a la moción
lateral de los átomos, la idea de la afinidad,
que es una enseñanza oculta.
Desde el comienzo de lo que constituye la herencia del
hombre; desde la aparición primera de los arquitectos
del globo en que vive, la Deidad no revelada fue reconocida
y considerada bajo su único aspecto filosófico
-el Movimiento Universal, la vibración del Aliento
creador en la Naturaleza-. El Ocultismo sintetiza así
la Existencia Una: “La Deidad es un fuego misterioso vivo
(o moviente), y los eternos testigos de esta Presencia
invisible, son la Luz, el Calor y la Humedad”, trinidad
esta última que abarca y es causa de todos los
fenómenos de la Naturaleza (3).El movimiento intracósmico
es eterno e incesante; el movimiento cósmico, el
visible o sea aquel que es objeto de la percepción,
es finito y periódico. Como eterna abstracción
es lo Siempre Presente; como manifestación, es
finito, así en la dirección venidera como
en la opuesta, siendo las dos el Alfa y la Omega de las
reconstrucciones sucesivas. El Kosmos -el Nóumeno-
no tiene que ver con las relaciones causales del Mundo
fenomenal. Sólo refiriéndose al Alma intracósmica,
al Kosmos ideal en el inmutable Pensamiento Divino, podemos
decir: “Jamás tuvo principio, ni jamás tendrá
fin”. Por lo que hace a su cuerpo u organización
cósmica, aunque no puede decirse que haya tenido
una primera construcción, o que haya de tener una
última, sin embargo, a cada nuevo Manvántara,
puede considerarse su organización como la primera
y la última de su especie, puesto que evoluciona
cada vez en un plano más elevado.
Se declaró hace tan sólo unos cuantos años
que:
La doctrina esotérica enseña, lo mismo que
el buddhismo y el brahmanismo, y aun la kabala, que la
Esencia una, infinita y desconocida, existe en toda eternidad,
y que es ya pasiva, o ya activa en sucesiones alternadas,
armónicas y regulares. En el poético lenguaje
de Manu, llámase a estas condiciones los Días
y las Noches de Brahmâ. Este último está
“despierto” o “dormido”. Los svâbhâvikas,
o filósofos de la más antigua escuela del
buddhismo, que todavía existe en Nepal, especulan
únicamente sobre la condición activa de
esta “Esencia”, a la cual ellos llaman Svabhâvat,
y consideran como una necedad el teorizar acerca del poder
abstracto e “incognoscible” en su condición pasiva.
De aquí que sean llamados ateos por los teólogos
cristianos y por los sabios modernos; pues ni unos ni
otros son capaces de comprender la lógica profunda
de su filosofía. Los primeros no consentirán
otro Dios más que la personificación de
dos poderes secundarios que han dado forma al Universo
visible, y la cual ha venido a ser el Dios antropomórfico
de los cristianos -el Jehovah masculino, rugiendo entre
truenos y rayos-. A su vez, la ciencia racionalista considera
a buddhistas y svâbhâvikas como los positivistas”
de las edades arcaicas. Si consideramos la filosofía
de estos últimos sólo bajo uno de sus aspectos,
pueden tener razón nuestros materialistas en su
manera de considerarla. Sostienen los buddhistas que no
hay Creador, sino una infinidad de poderes creadores,
que colectivamente forman la eterna substancia, cuya esencia
es inescrutable; y de aquí que no sea objeto de
especulación para ningún filósofo
verdadero. Sócrates rehusaba invariablemente discutir
acerca del misterio del ser universal, y sin embargo a
nadie se le ocurrió acusarle de ateísmo,
excepto a aquellos que deseaban su muerte. Al inaugurarse
un período de actividad -dice la Doctrina Secreta-
tiene lugar una expansión de esta Esencia Divina
de fuera adentro y de dentro afuera, con arreglo a la
ley eterna e inmutable, siendo el último resultado
de la larga cadena de fuerzas cósmicas, puestas
así en movimiento progresivo, el universo fenomenal
y visible. Del mismo modo, cuando sobreviene la condición
pasiva, tiene lugar una contracción de la Esencia
Divina, y la obra previa de la creación es gradual
y progresivamente deshecha. El universo visible se desintegra,
sus materiales se dispersan, y solitarias “tinieblas”
es lo único que incuba una vez más sobre
la faz del “abismo”. Empleando una metáfora de
los libros secretos, que explicará la idea de un
modo más claro, una espiración de la “esencia
desconocida” produce el mundo; y una inhalación
es causa de que desaparezca. Este proceso ha tenido lugar
de toda eternidad, y nuestro Universo presente es solamente
uno de la serie infinita que no ha tenido principio ni
tendrá fin (4).

Este párrafo será explicado, hasta donde
sea posible, en la obra presente. Y si bien tal como se
halla escrito nada contiene de nuevo para el orientalista,
su interpretación esotérica puede contener,
sin embargo, muchas cosas que hasta la fecha han permanecido
por completo desconocidas para los eruditos occidentales.
La primera figura es un disco sencillo O. La segunda representa
en el símbolo arcaico, un disco un punto en el
centro ......, la diferenciación primera en las
manifestaciones periódicas de la Naturaleza eterna,
sin sexo e infinita, “Aditi en AQUELLO” (5) o el Espacio
potencial en el Espacio abstracto. En su tercera etapa,
el punto se transforma en un diámetro ........
Entonces simboliza una Madre-Naturaleza inmaculada y divina,
en el Infinito absoluto, que lo abarca todo. Cuando el
diámetro horizontal se cruza por uno vertical ......,
el símbolo se convierte en la Cruz Mundana. La
humanidad ha alcanzado su Tercera Raza Raíz; éste
es el signo que representa el origen de la vida humana.
Cuando desaparece la circunferencia y queda únicamente
la ....., este signo simboliza que la caída del
hombre en la materia se ha realizado ya, y que comienza
la Cuarta Raza. La Cruz dentro de un círculo simboliza
el Panteísmo puro; la cruz no inscripta, viene
a ser fálica. Tenía los mismos y además
otros significados, que la Tau inscripta en un círculo
........, o que el martillo de Thor, llamado cruz Jaina,
o simplemente Svástica, dentro de un círculo........
Por medio del tercer símbolo -el círculo
dividido en dos por un diámetro horizontal- se
daba a entender la primera manifestación de la
Naturaleza creadora, todavía pasiva, por ser femenina.
La primera percepción vaga que el hombre tiene
de la procreación, es femenina; porque el hombre
conoce a su madre más que a su padre. De aquí
que las deidades femeninas fuesen más sagradas
que las masculinas. La Naturaleza, por tanto, es femenina,
y hasta cierto grado, objetiva y tangible; y el Principio
espiritual que la fecunda está oculto (6). Añadiendo
a la línea horizontal en el círculo una
línea perpendicular, se formó la Tau ......,
la más antigua forma de la letra. Tal fue el símbolo
de la Tercera Raza hasta el día de su caída
simbólica -esto es, la separación de los
sexos efecto de la evolución natural-, cuando la
figura se convirtió en ..... o la vida asexual
modificada o separada-, un símbolo o jeroglífico
doble. Con las subrazas de nuestra Quinta Raza, vino a
ser en simbología el Sacr’, y en hebreo N’cabvah,
de las Razas primeramente formadas (7); se cambió
entonces en el emblema de la vida egipcio ....., y más
tarde aún en el signo de Venus ...... Viene luego
la Svástica (el martillo de Thor, en la actualidad
la Cruz Hermética) separada por completo de su
círculo, con lo que viene a ser puramente fálica.
El símbolo esotérico del Kâli Yuga
es la estrella de cinco puntas invertida, con sus dos
puntas (cuernos) mirando hacia arriba, así ......;
signo de la hechicería humana, posición
que todo ocultista reconocerá como de la “mano
izquierda”, y empleada en la magia ceremonial.
Es de esperar, que gracias a la lectura de esta obra,
se modifiquen las ideas erróneas que en general
tiene el público acerca del Panteísmo. Es
falso e injusto considerar como ateos a los ocultistas,
buddhistas y advaitis. Aunque no sean todos ellos filósofos,
son por lo menos lógicos, estando fundados sus
argumentos y objeciones en el raciocinio escrito. A la
verdad, si el Parabrahman de los hindúes se tomase
como representante de las deidades ocultas e innominadas
de otras naciones, se verá que este Principio absoluto,
es el prototipo del cual todas las demás han sido
copiadas. Parabrahman no es “Dios” porque no es un Dios.
“Es lo supremo y lo no supremo (parâvara)” (8).
Es lo supremo como causa, y lo supremo como efecto. Parabrahman
es simplemente, como realidad sin par, el Kosmos que todo
lo abarca -o más bien el Espacio Cósmico
infinito- en el sentido espiritual más elevado,
por supuesto. Siendo Brahman (neutro) la Raíz suprema
inmutable, pura, libre, que jamás declina, “la
verdadera Existencia Una, Paramârthika”, y el absoluto
Chit y Chaitanya (Inteligencia, Conciencia), no puede
conocer, “porque AQUELLO no puede tener objeto de conocimiento”.
¿Puede llamarse a la llama la Esencia del Fuego?
Esta esencia es “la Vida y la Luz del Universo; el fuego
y la llama visibles son la destrucción, la muerte
y el mal”. “El Fuego y la Llama destruyen el cuerpo de
un Arhat; su esencia le hace inmortal” (9). “El conocimiento
del Espíritu absoluto, al modo que la refulgencia
del sol o que el calor del fuego, no es otra cosa más
que la misma Esencia absoluta”, dice Sankarâchârya.
Es “el Espíritu del Fuego”, no el Fuego mismo;
por tanto, “los atributos de este último, Calor
o Llama no son atributos del Espíritu, sino de
aquello de que este Espíritu es causa inconsciente”.
¿No es la sentencia anterior la verdadera clave
de la filosofía de los últimos Rosacruces?
Parabrahman es, en resumen, la agregación colectiva
del Kosmos en su infinidad y eternidad, el “AQUELLO” y
el “ESTO”, a quien no pueden aplicarse agregados distributivos
(10). En el principio “ESTO” era el Mismo, uno solamente”
(11); el gran Sankârachârya explica que “ESTO”
se refiere al Universo (Jagat); y que las palabras “en
el principio” significan antes de la reproducción
del Universo fenomenal.

Por lo tanto, cuando los Panteístas se hacen eco
de los Upanishads, que declaran, lo mismo que la Doctrina
Secreta, que “Esto” no puede crear, no niegan la existencia
de un Creador, o más bien de un conjunto colectivo
de creadores; lo que únicamente, es rehusar, con
mucha lógica, el atribuir la “creación”,
y especialmente la formación, cosas que son finitas,
a un Principio Infinito. Para ellos, Parabrahman es una
Causa pasiva, porque es absoluta; es el Muhta incondicionado;
y lo único que reniega a esta causa absoluta, es
la Omnisciencia y la Omnipotencia limitadas, porque estos
son también atributos, reflejados en las percepciones
del hombre; y porque, siendo Parabrahman el TODO Supremo,
el siempre invisible Espíritu y Alma de la Naturaleza,
inmutable y eterna, no puede tener atributos; pues lo
Absoluto excluye naturalmente la posibilidad de conexión
con una idea cualquiera finita o condicionada. Y si los
vedantinos asignan atributos únicamente a su emanación,
llamándolo ISHV ARA en unión con Màyâ,
y Avidyâ (Agnosticismo y falta de ciencia, más
bien que ignorancia), es difícil encontrar ateísmo
alguno en esta idea (12). Puesto que no pueden existir
ni dos Infinitos ni dos Absolutos en un Universo, que
se supone sin límites, apenas puede concebirse
a esta Existencia, que lo es por sí misma, creando
personalmente. Para los sentidos y percepciones de los
seres finitos. AQUELLO es No-Ser, en el sentido de que
es la Seidad Una; porque en este TODO yace oculta su coeterna
y coeva emanación o radiación inherente,
la cual, al convertirse periódicamente en Brahmâ
(la Potencia masculino-femenina), se extiende en el Universo
manifestado. “Nârâyana moviéndose sobre
las Aguas (abstractas) del Espacio”, se transforma en
las Aguas de substancia concreta, movidas por él,
que viene a ser ahora el Verbo o Logos manifestado.
Los brahmanes ortodoxos, aquellos que mayor oposición
hacen a los panteístas y a los advaitas, llamándoles
ateos, se ven obligados, si Manu tiene alguna autoridad
en la materia, a aceptar la muerte de Brahmâ, el
Creador, a la terminación de cada Siglo de esta
deidad (100 años Divinos, período que para
expresarlo según nuestros años, requiere
quince cifras).
Sin
embargo, ningún filósofo entre ellos considerará
esta “muerte” en otro sentido que el de una desaparición
temporal del plano manifestado de la existencia, o como
un reposo periódico.
Los ocultistas están, por lo tanto, conformes con
los filósofos vedantinos advaitas, en lo referente
al principio mencionado.
Demuestran aquéllos la imposibilidad de aceptar,
en el terreno filosófico, la idea del TODO absoluto,
creando, ni aun desenvolviendo el Huevo de Oro, en el
cual se dice que penetra para transformarse en Brahmâ,
el Creador, quien se despliega más tarde en los
Dioses y en todo el Universo visible.
Dicen los ocultistas que la Unidad absoluta no puede pasar
a la Infinidad, porque la Infinidad presupone la extensión
ilimitada de algo, y la duración de aquel algo;
y el Uno Todo -como el Espacio, el cual es su única
representación mental y física en esta Tierra,
o plano nuestro de existencia- no es ni sujeto ni objeto
de percepción. Si pudiera suponerse al Todo eterno
e infinito, a la Unidad omnipresente, en vez de ser en
la Eternidad, transformándose, por medio de manifestaciones
periódicas, en un Universo múltiple o en
una múltiple Personalidad, aquella Unidad dejaría
de ser una La idea de Locke, de que el “espacio puro no
es capaz ni de resistencia ni movimiento”, no es correcta.
El
Espacio no es ni un “vacío sin límites”
ni una “plenitud condicionada”, sino ambas cosas. Siendo
(13) (en el plano de la abstracción absoluta) la
Deidad siempre ignota, que es un vacío sólo
para mentes finitas, y en el plano de la percepción
mayávica, el Plenum; el contenedor absoluto de
todo lo que es, sea manifestado o no manifestado, es,
por lo tanto, aquel TODO ABSOLUTO.
No
existe diferencia alguna entre “En Él vivimos,
nos movemos y tenemos nuestra existencia”, del Apóstol
cristiano, y las palabras del Rishi indo: “El Universo
vive en Brahmâ, procede de él y volverá
a él”; porque Brahman (neutro), el no manifestado,
es aquel Universo in abscondito; y Brahmâ, el manifestado,
es el Logos, macho-hembra (14) en los dogmas simbólicos
ortodoxos; siendo el Dios del Apóstol Iniciado
y el del Rishi, a un mismo tiempo el Espacio Invisible
y el Visible.
Al
Espacio se le llama en el simbolismo esotérico
“El Eterno Madre-Padre de Siete Pieles”.
Se
halla constituido, desde su superficie no diferenciada,
hasta la diferenciada, por siete capas.

“¿Qué es lo que fue, es y será, ya
haya Universo o no, ya existan dioses o no existan?” -pregunta
el Catecismo esotérico Senzar-.
Y
la contestación es: “El Espacio”.
Lo que se rechaza no es el Dios desconocido Uno y siempre
presente en la Naturaleza, o la Naturaleza in abscondito,
sino el “Dios” del dogma humano, y su “Verbo” humanizado.
En
su presunción infinita y en su orgullo y vanidad
inherentes, el hombre le ha dado forma por sí mismo
con mano sacrílega, haciendo uso de los materiales
que ha encontrado en su propia y mezquina fábrica
cerebral, y lo ha impuesto a sus semejantes como revelación
directa del uno y no revelado ESPACIO (15).
El ocultista acepta la revelación como procedente
de Seres divinos, si bien finitos, las Vidas manifestadas;
pero jamás de la Vida Una no manifestable; sí
de aquellas Entidades llamadas Hombre Primordial, Dhyâni-Buddhas
o Dhyân Chohans, los Rishi-Prajâpati de los
indos, los Elohim o Hijos de Dios de los judíos,
los Espíritus Planetarios de todas las naciones,
los cuales han venido a ser Dioses para los hombres.
El
ocultista considera también a Âdi-Shakti
-la emanación directa de Mûlaprakriti, la
eterna RAÍZ de AQUELLO, y el aspecto femenino de
la Causa Creadora, Brahmâ, en su forma âkâshica
del Alma Universal-, como Mâyâ, filosóficamente,
y causa de la Mâyâ humana. Pero esta manera
de ver no le impide creer en su existencia por todo el
tiempo que dura, esto es, durante un Mahâmanvantara;
ni aplicar el Âakâsha, la radiación
de Mûlaprakriti (16), a fines prácticos,
por hallarse relacionada esta Alma del Mundo con todos
los fenómenos naturales conocidos o desconocidos
por la ciencia.
Las religiones más antiguas del mundo -exotéricamente,
porque la raíz o fundamento esotérico es
uno- son la indostánica, la mazdeísta y
la egipcia. Viene luego la caldea, producto de aquéllas,
enteramente perdida para el mundo hoy día, excepto
en su desfigurado sabeísmo tal como al presente
lo interpretan los arqueólogos.
Después,
pasando por cierto número de religiones de que
se hablará más adelante, viene la judaica,
que esotéricamente sigue la línea del magismo
babilónico, como en la Kabalah; y exotéricamente
es, como en el Génesis y el Pentateuco, una colección
de leyendas alegóricas. Leídos a la luz
del Zohar, los cuatro primeros capítulos del Génesis
son los fragmentos de una página altamente filosófica
de cosmogonía. dejados en su disfraz simbólico,
son un cuento de niños, una horrible espina clavada
en el costado de la ciencia y de la lógica, un
efecto evidente de Karma.
El
haberlos dejado servir de prólogo al cristianismo,
fue un cruel desquite por parte de los rabinos, los cuales
conocían mejor lo que significaba su Pentateuco.
Fue una protesta silenciosa contra su despojo, y a la
verdad, los judíos llevan hoy la ventaja a sus
perseguidores tradicionales.
Las
creencias exotéricas anteriormente mencionadas
serán explicadas a la luz de la doctrina universal,
a medida que avancemos.
El Catecismo Oculto contiene las siguientes preguntas
y respuestas:
¿Qué es aquello que siempre es? - El Espacio,
el eterno Anupâdaka (que no tiene padres).
¿Qué es aquello que siempre fue? - El Germen
en la Raíz.
¿Qué es aquello que está siempre
viniendo y yendo? - El Gran Aliento.
Entonces, ¿existen tres Eternos? - No; los tres
son uno.- Lo que siempre es, es uno; lo que siempre fue,
es uno; lo que está siempre siendo y viniendo a
ser, es también uno; y éste es el Espacio.
Explica ¡oh Lanú! (discípulo). - El
Uno es un Círculo no interrumpido (Anillo) sin
circunferencia alguna, pues no está en ninguna
parte y está en todas; el Uno es el Plano sin límites
del Círculo, que manifiesta un Diámetro
solamente durante los períodos manvantáricos;
el Uno es el Punto indivisible no encontrado en parte
alguna, y percibido en todas partes durante aquellos períodos;
es la Vertical y la Horizontal, el Padre y la Madre, la
cúspide y la base del Padre, las dos extremidades
de la Madre, que no llegan en realidad a parte alguna,
porque el Uno es el Anillo, así como también
los Anillos que están dentro de aquel Anillo. Es
Luz en las Tinieblas y Tinieblas en la Luz: el “Aliento
que es eterno”. Procede de fuera adentro, cuando está
en todas partes, y de dentro afuera, cuando no está
en ninguna parte (o sea Mâyâ (17), uno de
los Centros) (18). Se extiende y se contrae (espiración
e inspiración). Cuando se extiende, la Madre se
difunde y esparce; cuando se contrae, la Madre retrocede
y se repliega. Esto produce los períodos de Evolución
y de Disolución, Manvántara y Pralaya. El
Germen es invisible e ígneo; la Raíz (el
Plano del Círculo) es fría; pero durante
la Evolución y el Manvántara, su vestidura
es fría y radiante. El Aliento caliente es el Padre
que devora la generación de los Elementos de múltiple
faz (heterogéneos), y deja los de una sola faz
(homogéneos). El Aliento frío es la Madre
que los concibe, los forma, los da a luz y los recibe
de nuevo en su seno para volverlos a formar otra vez en
la Aurora (del Día de Brahmâ, o Manvántara).
Para que la generalidad de los lectores comprendan con
mayor claridad, debe decirse que la Ciencia Oculta reconoce
siete Elementos Cósmicos, cuatro de los cuales
son enteramente físicos, y el quinto (el Éter)
semimaterial, el cual llegará a ser visible en
el aire hacia el final de nuestra Cuarta Ronda, para dominar
por completo sobre los demás durante toda la Quinta.
Los dos restantes se hallan todavía absolutamente
fuera del alcance de la percepción humana. Aparecerán,
sin embargo, como presentimiento durante las Razas Sexta
y Séptima de esta Ronda; y serán conocidos
del todo en las Rondas Sexta y Séptima respectivamente
(19). Estos siete Elementos, con sus innumerables subelementos,
que son mucho más numerosos que los conocidos por
la ciencia, son simplemente, modificaciones condicionales
y aspectos del Elemento Uno y único. Este último
no es el Éter (20), ni siquiera el Âkâsha,
sino el origen de estos. El Quinto Elemento, hoy día
invocado con completa libertad por la ciencia, no es el
Éter supuesto por Sir Isaac Newton, aunque él
le llama por este nombre, habiéndolo asociado probablemente
en su mente con el AEther, el “Padre-Madre” de la antigüedad.
como Newton intuitivamente dice: “La Naturaleza es un
operador perpetuo que actúa en forma circular,
engendrando fluidos de sólidos, cosas fijas de
cosas volátiles y volátiles de fijas; las
sutiles de las groseras y las groseras de las sutiles...
Así, quizás, pueden todas las cosas haberse
originado del Éter” (21).
Debe tener presente el lector que las Estancias tratan
únicamente de la cosmogonía de nuestro sistema
planetario, y de lo que es visible alrededor suyo, después
de un Pralaya Solar. Las enseñanzas secretas referentes
a la evolución del Kosmos Universal no se pueden
dar, pues no serían comprendidas ni aun por las
inteligencias superiores de esta época; y al parecer
hay muy pocos Iniciados, aun entre los más grandes,
a quienes sea permitido especular acerca de este punto.
Además, dicen los Maestros terminantemente, que
ni siquiera los más elevados Dhyâni-Chohans
han penetrado jamás los misterios más allá
de los límites que separan las miríadas
de sistemas solares del Sol Central, así llamado.
Por lo tanto, lo que se publica se refiere solamente a
nuestro Cosmos visible, después de una Noche de
Brahmâ.
Antes que el lector pase a considerar las Estancias del
Libro de Dzyan, que constituyen la base de la presente
obra, es absolutamente necesario que conozca los pocos
conceptos fundamentales que sirven de asiento, y que compenetran
todo el sistema a que su atención va a ser dirigida.
Estas ideas fundamentales son pocas en número,
pero de su clara percepción depende la inteligencia
de todo lo que sigue; por lo tanto, no es necesario encarecer
al lector lo que importa familiarizarse con ellas desde
el principio, antes de comenzar la lectura de la obra.

La Doctrina Secreta establece tres proposiciones fundamentales:
I. Un PRINCIPIO Omnipotente, Eterno, Sin Límites
e Inmutable, sobre el cual toda especulación es
imposible, porque trasciende el poder de la concepción
humana, y sólo podría ser empequeñecido
por cualquiera expresión o comparación de
la humana inteligencia. Está fuera del alcance
del pensamiento, y según las palabras del Mândûkya
es “inconcebible e inefable”.
Para que la generalidad de los lectores perciba más
claramente estas ideas, debe comenzar con el postulado
de que hay Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado
y condicionado. Esta Causa Infinita y Eterna, obscuramente
formulada en lo “Inconsciente” y en lo “Incognoscible”
de la filosofía europea corriente, es la Raíz,
sin Raíz de “todo cuanto fue, es o ha de ser”.
Hállase, por de contado, desprovista de toda clase
de atributos, y permanece esencialmente sin ninguna relación
con el Ser manifestado y finito. Es la “Seidad” (22),
más bien que Ser, Sat en sánscrito, y está
fuera del alcance de todo pensamiento o especulación.
Esta Seidad se simboliza en la Doctrina Secreta bajo dos
aspectos. Por una parte, el Espacio Abstracto absoluto,
que representa la mera subjetividad, lo que ninguna mente
humana puede excluir de concepto alguno, ni concebir en
sí mismo. Por otra parte, el Movimiento abstracto
absoluto, que representa la Conciencia Incondicionada.
Los mismos pensadores occidentales han hecho ver que la
conciencia es inconcebible para nosotros sin el cambio,
y lo que mejor simboliza el cambio es el movimiento, su
característica esencial. Este último aspecto
de la Realidad Una se simboliza también por el
término el Gran Aliento, símbolo suficientemente
gráfico para necesitar otra explicación.
Así pues, el primer axioma fundamental de la Doctrina
Secreta es esta metafísica Una y Absoluta SEIDAD,
simbolizada por la inteligencia finita en la Trinidad
teológica.
Pueden, sin embargo, servir de auxilio al estudiante algunas
explicaciones más, que añadiremos aquí.
Herbert Spencer ha modificado últimamente su Agnosticismo,
de tal modo, que asegura que la naturaleza de la “Primera
Causa” (23), que el ocultista deriva con más lógica
de la Causa sin Causa, lo “Eterno” y lo “Incognoscible”,
puede ser esencialmente la misma que la de la conciencia
que reside dentro de nosotros; en resumen: que la Realidad
impersonal que compenetra el Kosmos, es el puro nóumeno
del pensamiento. Este adelanto de su parte le lleva muy
cerca del principio esotérico y vedantino (24).
Parabrahman, la Realidad Una, lo absoluto, es el campo
de la Conciencia Absoluta; esto es, aquella Esencia que
está fuera de toda relación con la existencia
condicionada, y de la cual, la existencia consciente es
un símbolo condicionado. Pero en cuanto salimos,
en nuestro pensamiento de ésta, para nosotros Absoluta
Negación, surge el dualismo en el contraste de
Espíritu (o Conciencia), y Materia, Sujeto y Objeto.
El Espíritu (o Conciencia) y la Materia, sin embargo,
deben ser considerados, no como realidades independientes,
sino como los dos símbolos o aspectos de lo Absoluto,
Parabrahman, que constituyen la base del Ser condicionado,
ya sea subjetivo, ya objetivo.
Considerando esta tríada metafísica como
la Raíz de la cual procede toda manifestación,
el gran Aliento toma el carácter de Ideación
precósmica. Él es la fuente y origen de
la fuerza y de toda conciencia individual, y provee de
inteligencia directora al vasto plan de la Evolución
cósmica. Por otra parte, la Substancia-Raíz
precósmica (Mûlaprakriti) es el aspecto de
lo absoluto que sirve de fundamento a todos los planos
objetivos de la naturaleza.
Así como la Ideación Precósmica es
la raíz de toda conciencia individual, así
también la Substancia Precósmica es el substrátum
de la Materia en sus varios grados de diferenciación.
Por lo dicho se verá con claridad que el contraste
de estos dos aspectos de lo Absoluto es esencial para
la existencia del Universo Manifestado. Separada de la
Substancia cósmica, la Ideación Cósmica
no podría manifestarse como conciencia individual;
pues sólo por medio de un vehículo (upâdhi)
de materia, surge esta conciencia como “Yo soy Yo”; siendo
necesaria una base física para enfocar un Rayo
de la Mente Universal a cierto grado de complejidad. A
su vez, separada de la Ideación Cósmica,
la Substancia Cósmica permanecería como
abstracción vacía, y ninguna manifestación
de Conciencia podría seguirse.
El Universo Manifestado, por lo tanto, está informado
por la dualidad, la cual viene a ser la esencia misma
de su Ex-istencia como manifestación. Pero así
como los polos opuestos de Sujeto y Objeto, de Espíritu
y Materia, son tan sólo aspectos de la Unidad Una,
en la cual están sintetizados, así también
en el Universo Manifestado existe “algo” que une el Espíritu
a la Materia, el Sujeto al Objeto.
Este algo, desconocido al presente para la especulación
occidental, es llamado Fohat por los ocultitstas. Es el
“puente” por el cual las Ideas que existen en el Pensamiento
divino, pasan a imprimirse sobre la Substancia Cósmica,
como Leyes de la Naturaleza. Fohat es así la energía
dinámica de la Ideación Cósmica;
o considerado bajo su otro aspecto, es el medio inteligente,
el poder directivo de toda manifestación, el Pensamiento
divino transmitido y hecho manifiesto por medio de los
Dhyân Chohans (25), los Arquitectos del Mundo visible.
Así, del Espíritu o Ideación Cósmica,
viene nuestra Conciencia; de la Substancia Cósmica
los diversos Vehículos en que esta Conciencia se
individualiza y llega al yo, a la conciencia de sí
mismo, o conciencia reflexiva; mientras que Fohat, en
sus manifestaciones varias, es el eslabón misterioso
que une la Mente a la Materia, el principio vivificador
que electriza cada átomo para darle vida.

El siguiente resumen ofrecerá al lector una idea
más clara:
1. Lo ABSOLUTO: el Parabrahman de los vedantinos o la
Realidad Una, Sat, que es, como dice Hegel, al mismo tiempo,
Absoluto Ser y No-Ser.
2. El Primer Logos: el Logos impersonal, y en filosofía,
no manifestado, el precursor del Manifestado. Ésta
es la “Primera Causa”, lo “Inconsciente” de los panteístas
europeos.
3. El Segundo Logos: Espíritu-Materia, Vida; el
“Espíritu del Universo”, Purusha y Prakriti.
4. El Tercer Logos: la Ideación Cósmica,
Mahat o Inteligencia, el Alma Universal del Mundo; el
Nóumeno Cósmico de la Materia, la base de
las operaciones inteligentes de la Naturaleza, llamado
también Mahâ-Buddhi.
La REALIDAD UNA; sus aspectos duales en el Universo condicionado.
Además, la Doctrina Secreta afirma:

II. La Eternidad del Universo in toto, como plano sin
límites; periódicamente “escenario de Universos
innumerables, manifestándose y desapareciendo incesantemente”,
llamados “las Estrellas que se manifiestan”, y las “Chispas
de la Eternidad”. “La Eternidad del Peregrino” (26) es
como un abrir y cerrar de ojos de la Existencia por Sí
Misma”, según dice el Libro de Dzyan. “La aparición
y desaparición de Mundos, es como el flujo y el
reflujo regular de las mareas”.
Esta segunda aserción de la Doctrina Secreta es
la universalidad absoluta de aquella ley de periodicidad,
de flujo y reflujo, de decadencia y crecimiento, que la
ciencia física ha observado y consignado en todas
las esferas de la Naturaleza. Alternativas tales como
Día y Noche, Vida y Muerte, Sueño y Vigilia,
son hechos tan comunes, tan perfectamente universales
y sin excepción, que será fácil comprender
cómo vemos en ellas una de las Leyes absolutamente
fundamentales del Universo.
Enseña también la Doctrina Secreta:
III. La identidad fundamental de todas las Almas con el
Alma Suprema Universal, siendo esta última un aspecto
de la Raíz Desconocida; y la peregrinación
obligatoria para todas las Almas, destellos suyos, a través
del Ciclo de Encarnación, o de Necesidad, conforme
a la Ley cíclica y Kármica, durante todo
el término de aquél. En otras palabras:
ningún Buddhi puramente espiritual (Alma Divina)
puede tener una existencia consciente independiente, antes
que la chispa que brotó de la Esencia pura del
Principio Sexto Universal, o sea el ALMA SUPREMA, haya
pasado por todas las formas elementales pertenecientes
al mundo fenomenal de aquel Manvántara, y adquirido
la individualidad, primeramente por impulso natural, y
después por los esfuerzos propios conscientemente
dirigidos y regulados por su Karma, ascendiendo así
por todos los grados de inteligencia desde el Manas inferior
hasta el superior; desde el mineral y la planta al Arcángel
más sano (Dhyâni-Buddha). La Doctrina fundamental
de la Filosofía Esotérica no admite en el
hombre ni privilegios, ni dones especiales, salvo aquellos
ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito
personales a través de una larga serie de metempsicosis
y reencarnaciones. Por esto dicen los indos que el Universo
es Brahman y Brahmâ; porque Brahman está
en todos los átomos del Universo, siendo los seis
principios de la naturaleza la expresión, o los
aspectos diversamente diferenciados, del Séptimo
y Uno, única Realidad en el Universo, sea cósmico
o microcósmico; y también porque las permutaciones
psíquicas, espirituales y físicas del Sexto
(Brahmâ, el vehículo de Brahman) en el plano
de la manifestación y de la forma, se consideran
por antifrasis metafísica, como ilusorias y mayávicas.
Pues aunque la raíz de todos los átomos
individualmente, y de todas las formas colectivamente,
es este Séptimo Principio o la Realidad Una, sin
embargo, en su apariencia manifestada, fenomenal y temporal,
todo ello es tan sólo una ilusión pasajera
de nuestros sentidos.
En su modo de ser absoluto, el Principio Uno bajo sus
dos aspectos, Parabrahman y Mûlaprakriti, carece
de sexo, es incondicionado y eterno. Su emanación
manvantárica, periódica, o irradiación
primaria, es también Una, andrógina, y en
su aspecto fenomenal, finita. Cuando la irradiación
irradia a su vez, todas sus irradiaciones son también
andróginas, convirtiéndose en los principios
masculino y femenino en sus aspectos inferiores. Después
de un Pralaya, ya sea el Mayor, ya el Menor -este último
dejando a los mundos en statu quo (27)- lo primero que
despierta a la vida activa es el plástico Âkâsha,
el Padre-Madre, el Espíritu y el Alma de Éter,
o sea el Plano del Círculo. El Espacio es llamado
la Madre, antes de su actividad cósmica, y el Padre-Madre
en la primera etapa de su despertar. En la Kabalah es
también Padre-Madre-Hijo. Pero mientras en la doctrina
oriental, estos constituyen el Séptimo Principio
del Universo Manifestado, o su Atma-Buddhi-Manas (Espíritu-Alma-Inteligencia),
ramificándose y diviéndose la Tríada
en siete Principios cósmicos y en siete principios
humanos; en la Kabalah occidental de los místicos
cristianos, se considera la Tríada o Trinidad,
y entre sus ocultistas, el Jehovah macho-hembra, Jah-Havah.
En esto estriba toda la diferencia entre las Trinidades
esotérica y cristiana. Los místicos y los
filósofos, los panteístas orientales y occidentales,
sintetizan su Tríada pregenética en la abstracción
divina pura. El ortodoxo, la antropomorfiza. Hiranyagarbha,
Hari Sansâra (28), las tres Hipóstasis del
espíritu que se manifiesta (el “Espíritu
del Espíritu Supremo”, con cuyo título saluda
Prithivi, la Tierra, a Vishnu en su Avatâra primero),
son las cuaidades abstractas puramente metafísicas
de la Formación, la Conservación y la Destrucción,
y son las tres divinas Avasthâs (Hipóstasis)
de lo que “no perece con las cosas creadas”, Achyuta,
nombre de Vishnu; mientras que el cristiano ortodoxo escinde
su Deidad creadora personal en los tres personajes de
la Trinidad, y no admite ninguna Deidad superior. Esta
última es, en Ocultismo, el Triángulo abstracto;
para el ortodoxo, es el Cubo perfecto. El dios creador
o los dioses reunidos, son considerados por el filósofo
oriental como Bhrântidarshanatah, “falsas apariencias”,
algo “concebido, por razón de apariencias erróneas,
como una forma material”, y que se explica como procedente
del concepto ilusorio del Alma humana personal y egotista
(el Quinto Principio inferior). La traducción corregida
que aparece en las notas de Fitzedward Hall, a la versión
de Wilson del Vishnu Purâna, lo expresa de un modo
feliz: “Brahma en su totalidad, tiene esencialmente el
aspecto de Prakriti, así deplegado como sin desplegar
(Mûlaprakriti), y también el aspecto del
Espíritu y el aspecto del tiempo. El Espíritu,
¡oh tú, dos veces nacido!, es el aspecto
principal del Brahma Supremo (29). El aspecto siguiente
es doble: Prakriti, a la vez desplegado y sin desplegar;
y el último es el Tiempo”. A Cronos se le presenta
también en la teogonía órfica como
siendo un Dios o agente engendrado.

En esta etapa del despertar del Universo, el simbolismo
sagrado lo representa como un Círculo perfecto
con el Punto (Raíz) en el centro. Éste era
un signo universal, y por lo tanto lo encontramos también
en la Kabalah. Sin embargo, la Kabalah occidental, en
la actualidad en manos de los místicos cristianos,
lo ignora por completo, a pesar de hallarse claramente
presentado en el Zohar. Estos sectarios comienzan por
el fin, y presentan como símbolos del Kosmos pregenético
el signo ....., llamándolo “La Unión de
la Rosa y de la Cruz”, ¡el gran misterio de la generación
oculta, de donde procede el nombre Rosacruz (Rosa Cruz)!
Esto puede deducirse de uno de los más importantes
y mejor conocidos de sus símbolos, el cual, hasta
la fecha, jamás ha sido comprendido ni aun por
los místicos modernos. Éste es el Pelícano
rasgando su seno para alimentar a sus siete hijos; el
verdadero credo de los Hermanos de la Rosa-Cruz, y una
emanación directa de la Doctrina Secreta del Oriente.
Brahman (neutro) es llamado Kâlahamsa, que significa,
según lo explican los orientalistas occidentales,
el Cisne Eterno (u oca), y lo mismo es Brahmâ, el
Creador. Así se da lugar a un grande error. A Brahman
(neutro), debe hacerse referencia como Hamsa-vâhana
(el que usa el Cisne como Vehículo), y no a Brahmâ,
el Creador, que es el verdadero Kâlahamsa; mientras
que Brahman (neutro), es Hamsa y A-hamsa, como se explicará
en los Comentarios. Téngase presente que los términos
Brahmâ y Parabrahman no se emplean aquí porque
pertenezcan a nuestra nomenclatura esotérica, sino
sencillamente por ser más familiares a los estudiantes
de Occidente. Ambos son los perfectos equivalentes de
nuestros términos de una, tres y siete vocales,
que corresponde al TODO UNO, y al Uno “Todo en Todo”.
Tales son los conceptos fundamentales en que se apoya
la Doctrina Secreta.
No sería este lugar a propósito para hacer
una defensa, ni para dar pruebas de su valor racional
inherente; ni puedo tampoco detenerme a demostrar cómo
se hallan de hecho contenidos en todos los sistemas de
filosofía dignos de este nombre, si bien a menudo
bajo un disfraz engañoso.
Cuando el lector los haya comprendido claramente, y haya
visto la luz que arrojan sobre todos los problemas de
la vida, no necesitará mayor justificación
a sus ojos, puesto que su verdad será tan evidente
para él como la luz del sol. Paso, por tanto, al
asunto objeto de las Estancias tal como se dan en este
volumen, comenzando por presentarlas en una relación
escueta, con la idea de facilitar el trabajo del estudiante,
al poner ante su vista, en pocas palabras, el concepto
general explicado en ellas.
La historia de la Evolución Cósmica, tal
como se halla expuesta en las Estancias, es, por decirlo
así, la abstracta fórmula algebraica de
esta evolución. Por lo tanto, el lector no debe
concebir la esperanza de encontrar en ellas la explicación
de todas las etapas y transformaciones que tienen lugar
entre los comienzos de la Evolución Universal y
nuestro presente estado. Sería imposible dar tal
explicación, que sería incomprensible a
quienes ni siquiera pueden hacerse cargo de la naturaleza
del plano de existencia inmediato, al que, por el momento,
se halla limitada su conciencia.
Las Estancias dan, por lo tanto, una fórmula abstracta,
que puede aplicarse mutatis mutandis a toda evolución:
a la de nuestra tierra diminuta; a la de la Cadena de
Planetas de que esta tierra forma parte; a la del Universo
Solar a que pertenece esta Cadena; y así, en escala
ascendente, hasta que la mente vacila y queda exhausta
por el esfuerzo realizado.
Las siete Estancias que en este volumen se dan, representan
los siete términos de esta fórmula abstracta.
Se refieren y describen las siete grandes etapas del proceso
evolutivo, de que tratan los Purânas como las “Siete
Creaciones”, y la Biblia como los “días” de la
Creación.
La Estancia I describe el estado del TODO UNO durante
el Pralaya, antes el primer movimiento del despertar de
la Manifestación.

Basta pensar un momento para comprender que tal estado
sólo puede expresarse simbólicamente; pues
es imposible describirlo. Y ni aun puede ser simbolizado
sino por medio de negaciones; porque siendo el estado
de lo Absoluto per se, no puede tener ninguno de aquellos
atributos específicos que nos sirven para describir
los objetos en términos positivos. De aquí
que sólo puede sugerirse tal estado por medio de
la negación de todos aquellos atributos más
abstractos que los hombres sienten, más bien que
conciben, como el límite más remoto a que
puede llegar su poder de concepción.
La Estancia II describe una etapa que para una inteligencia
occidental viene a ser casi tan idéntica al estado
referido en la primera Estancia, que el explicar la idea
de su diferencia requeriría por sí sola
un tratado. Por tanto, debe quedar a la intuición
y a las facultades más elevadas del lector, el
penetrar hasta donde sea posible la significación
de las frases alegóricas de que se hace uso. En
verdad, hay que tener presente que todas estas Estancias
hablan más a las facultades íntimas que
a la inteligencia ordinaria del cerebro físico.
La Estancia III describe el despertar del Universo a la
vida después del Pralaya. Refiere cómo surgen
las Mónadas de su estado de absorción en
el seno del Uno; cuya etapa es la primera y superior en
la formación de los Mundos. El término Mónada
puede aplicarse lo mismo al más vasto Sistema Solar,
que al átomo más diminuto.
La Estancia IV presenta la diferenciación del “Germen”
del Universo en la Jerarquía Septenaria de Poderes
Divinos conscientes, que son las manifestaciones activas
de la Suprema Energía Una. Ellos son los constructores
y modeladores, y en último término los creadores
de todo el Universo manifestado, en el único sentido
en que el nombre de “Creador” es inteligible; dan forma
al Universo y le dirigen; son los Seres inteligentes que
ajustan y vigilan la evolución, encarnando en sí
mismos aquellas manifestaciones de la Ley Una, que conocemos
como “Leyes de la Naturaleza”.
Genéricamente son conocidos con el nombre de Dhyân
Chohans, si bien cada uno de los diversos grupos tiene
su propia denominación en la Doctrina Secreta.
Esta etapa de la evolución es llamada en la mitología
india la “Creación de los Dioses”.
La Estancia V describe el proceso de la formación
del mundo. En primer lugar, Materia Cósmica difusa;
después el “Torbellino Ígneo”, la primera
etapa de la formación de una nebulosa. Esta nebulosa
se condensa y, después de pasar por varias transformaciones,
forma un Universo Solar, una Cadena Planetaria o un solo
Planeta, según los casos.
La Estancia VI indica las etapas subsiguientes de la formación
de un “Mundo”, mostrando la evolución de este Mundo
hasta su cuarto gran período, que corresponde al
período en que vivimos actualmente.
La Estancia VII continúa la historia, trazando
el descenso de la vida hasta la apariencia del hombre;
y así termina el libro primero de LA DOCTRINA SECRETA.
El desarrollo del “Hombre” desde su primera aparición
sobre esta tierra en la Ronda actual, hasta el estado
en que hoy se encuentra, constituirá el asunto
de los libros tercero y cuarto.
Las Estancias que forman la tesis de todas las secciones
de esta obra, se presentan traducidas en lenguaje moderno;
pues hubiera sido por demás inútil el hacer
el asunto más dificultoso con la introducción
de la fraseología arcaica del original, cuyo estilo
y palabras son enigmáticos. Se intercalan extractos
de las traducciones china, tibetana y sánscrita
de los Comentarios y Glosas originales de Senzar sobre
el Libro de Dzyan, siendo ésta la primera vez que
dichas traducciones se vierten a un lenguaje europeo.
Es casi innecesario decir que tan sólo son aquí
citadas porciones de las siete Estancias. Si se publicasen
completas, serían incomprensibles para todos, excepción
hecha de unos cuantos elevados ocultistas. Tampoco hay
necesidad de asegurar aquí al lector que la escritora,
o más bien la humilde reproductora de estas líneas,
no entiende mejor que la mayor parte de los profanos aquellas
porciones suprimidas.
Con objeto de facilitar la lectura y de evitar referencias
demasiado frecuentes a notas puestas al pie, se ha considerado
más cómodo reunir textos y glosas, usando
los nombres propios sánscritos y tibetanos, cuando
no pudiesen evitarse, con preferencia a los originales;
con tanta mayor razón, los últimos tan sólo
entre los Maestros y sus Chelas (o discípulos).
Si hubiera de traducirse al español el versículo
primero empleando únicamente los sustantivos y
términos técnicos que constan en una de
las versiones tibetana y senzar, diría como sigue:
Tho-ag en Zhi-gyu durmió siete Khorlo. Zodmanas
zhiba. Todo Nyug seno. Konch-hog no; Thyan-Kam no; Lha-Chohan
no; Tenbrel Chugnyi no; Dharmakâya cesó;
Tgenchang no había llegado a ser; Barnang y Ssa
en Ngovonyidj; solamente Tho-og Yinsin en la noche de
Sun-chan y Yong-grub (Paranishpanna), etc.
Todo esto sonaría como un completo Abracadabra.
Como esta obra se ha escrito para instrucción de
los estudiantes de Ocultismo y no en beneficio de los
filólogos, evitaremos términos extranjeros
semejantes, siempre que sea posible. Únicamente
se dejan los términos intraducibles, que no se
comprendan sin una explicación; pero todos ellos
se darán en su forma sánscrita. No hay para
qué recordar al lector que estos son, en casi todos
los casos, los últimos desarrollos de este lenguaje,
y pertenecen a la Quinta Raza Raíz. El sánscrito,
tal como ahora se conoce, no fue hablado por los atlantes;
y la mayor parte de los términos filosóficos
empleados en los sistemas de la India, posteriores al
período del Mahâbhârata, no se encuentran
en los Vedas ni en las Estancias originales, sino tan
sólo sus equivalentes. Al lector que no sea teósofo,
se le invita, una vez más, a considerar todo lo
que sigue como un cuento de hadas, si así le parece;
todo lo más, como una especulación de soñadores,
aún no demostrada; y en el peor de los casos, como
una de tantas hipótesis científicas, pasadas,
presentes y futuras, algunas de las cuales ya han muerto,
mientras otras todavía están en pie. No
es ella, en sentido alguno, menos científica que
muchas de las llamadas teorías científicas;
pero en todo caso es más filosófica y más
probable.
En vista de los muchos comentarios y explicaciones que
se necesitan, las referencias a las notas se señalan
de la manera acostumbrada; al paso que las sentencias
que tienen que ser comentadas, se marcan con letras. Se
añaden algunas materias en los capítulos
que tratan del simbolismo, los cuales contienen a menudo
mayor instrucción que los Comentarios.
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