Título: Magia Blanca
Autor: Quintín García Muñoz
Primera Edición: 2005 en WWW.EIMPRESION.COM
ISBN: 84-609-4908-7
Depósito Legal: Z-353-05
Uno de los actos mágicos por excelencia es la creación literaria. A partir de datos y experiencias, el escritor se expresa a través de los personajes y sueña para que esos diminutos seres sean felices. Vierte todas sus ilusiones y esperanzas en esas pequeñas partículas que viven en su mente.
Parece ser que los grandes escritores van más allá y son capaces de penetrar en esa creación mental.
No difiere mucho de la creación literaria, la concepción y teoría expuesta en algunos lugares de la novela. El Divino Soñador o Ente que es responsable del Planeta Tierra moldea los acontecimientos de acuerdo a sus necesidades. Para ello necesita creadores mentales, que en pequeños grupos cumplen su minúscula parte del Plan, que dicho sea de paso está accesible como una masa de energía para todo aquel que sea capaz de captarlo.
Se dice que una de las obras mágicas más importantes, la realiza el Alma cuando encarna en un hombre. Continuamente le somete a sueños e ideales, hasta que al final el ser humano, simplemente cansado de vivir la misma vida, se decanta hacia un universo que le parece más atractivo y fascinante. El mundo mental.
Desde nuestra posición es dificil imaginar cómo puede funcionar la creación mágica. De qué manera unos humanos son llamados libremente, y nunca sometidos, a trabajar en un mismo proyecto. Como individuos, van haciendo lo que ellos creen oportuno, pero al final, esas voluntades se ven encauzadas por una Voluntad Mayor que colabora con ellos, más que forzarles.
Por ello, esta novela se titula Magia Blanca. Porque todo aquel tipo de engaño y expoliación de los recursos individuales para el beneficio de un individuo determinado, cae bajo otro nombre.
La nota fundamental de la magia blanca es la libertad. Todo aquel acto que promueva la esclavitud del individuo, no merece tal nombre, y hay que estar muy atentos, pues no es tan sencillo como decidir entre el dia y la noche. Existen caminos aparentemente libres, y que por supuesto todas las personas tienen derecho a elegir, pero que al final nos hacen más esclavos.
Gracias a ser anónimo con el que me crucé en el tren de la vida y aportó una prueba valiosa de telepatía.
Muy especialmente mi gratitud a Ingrid, una persona capaz de captar imágenes y sentimientos a más de diez mil kilómetros.
A Cristina Penelas, por su valiosa aportacion sobre las hadas;
A Arturo y Fernando por su colaboración.
Un ser humano no es por sí mismo, ni está solo en el mundo.
El Ángel Solar se recoge en sí mismo, no disipa su fuerza, sino que en profunda meditación se comunica con su reflejo.
Regla uno. Tratado sobre Magia Blanca (Alice A. Bailey)
Atardecía y los últimos rayos de sol se filtraban por el tragaluz de la buhardilla. Un hombre de complexión mediana, con los ojos entornados, contemplaba los espacios iluminados de su mente. Permanecía intensamente expectante y visualizando sobre un horizonte lejano, el loto donde residía el Alma.Atrás habían quedado infinidad de batallas perdidas, instantes de oscuridad, momentos de duda, destellos de iluminación, antiguos libros, miedos nocturnos, temores diurnos, complejos de inferioridad y culpabilidad, angustioso sentido de separación de la humanidad, sometimiento a las pasiones y una infinidad de momentos de desasosiego. Sin embargo una frase le había dado fuerza para superar los descalabros: “Un pensamiento genera una acción; una acción, una costumbre; una costumbre un carácter; un carácter una vida.”
Cuando más hundido se encontraba en los laberintos del “Deseo” y de la desesperación, aquel orden secuencial de letras le transmitió ánimos y le infundió la esperanza de que algún día escaparía de la esclavitud de las pasiones.
Esos acontecimientos pertenecían ya a un lejano pasado. Ahora, en ese preciso momento su Ángel Solar le estaba comunicando el propósito de su próximo trabajo. Se sintió sorprendido por las imágenes que con certeza surgían de su alma, y no de algún pensamiento errante y vagabundo abandonado en el espacio de la Mente Universal por un humano soñador.
Alejandro
La autovía hacia la playa estaba tranquila en aquella mañana de verano y una brisa aromática y fresca penetraba por la ventanilla del conductor.
Hacía ya varios años que Alex intentaba sacar el sonido mágico de su guitarra eléctrica y, aunque había pasado por varios grupos y compuesto cerca de veinte canciones, en su mente siempre permanecía el sueño por descubrir la llave que le abriese de par en par el misterio de la música.
Desde luego no era el primero que lo intentaba, pero la Vida, que se renueva a sí misma a través de las jóvenes generaciones, fijaba sus objetivos en seres como Alejandro.
Ni siquiera se conocía a sí mismo. La educación impartida en los colegios por los que había pasado, lejos de promover el autoanálisis y el autoconocimiento, simplemente se había orientado a fabricar autómatas que sirviesen a la superpoblada civilización. Palabras como religión o Dios estaban excluidas de su vocabulario, y la duda así como la música se erigían como los únicos pilares sobre los que se asentaba su existencia, tan ajetreada hasta ese instante.
Eran aproximadamente las nueve de la mañana y su hermano le había dejado el cedé de Iron Maiden Fear of the dark. Lo había escuchado en muchas ocasiones, pero precisamente en esos momentos de sosiego y tranquilidad deseaba recordarlo.
III
Guillermo
Guillermo, de metro noventa y cien quilos de peso, estaba delante de su jefe, tenía apretados los puños, la mandíbula tensa y los músculos de sus hercúleos brazos a punto de convertirse en energía cinética mediante un par de guantazos. Se estaba acalorando por momentos.
-¡Vamos a ver! – espetó el empresario energúmeno. -Te he dicho varias veces que los tubos de escape tienen que durar entre doce y dieciocho meses. Sabes perfectamente que deben aguantar estrictamente el tiempo justo que se indique en la garantía. Me imagino que, siendo ingeniero – recalcó con inquina-, habrás deducido que si los materiales no se desgastan, no se pueden fabricar otros.
Guillermo estuvo a punto de explotar, pero se contuvo y simplemente gritó:
-¡Que te zurzan capullo!- se dio media vuelta hacia la salida y agarrando la puerta con sus enormes manos, la cerró con tal fuerza que faltó muy poco para tirar el tabique de la oficina. Subió a su “cuatro por cuatro”, estiró la mano todavía temblorosa, cogió la primera cinta que encontró en la guantera y la introdujo en el reproductor.
En ese preciso momento eran las nueve de la mañana y en su Suzuki Samurai las ondas transmitían los claros acordes del álbum Fear of the dark.
IV
Kwan
Kwan ejercía de profesora de canto en el Conservatorio de Música de Madrid con la esperanza de que el ansia de pertenecer a un grupo musical se desvaneciera. No era así; muy al contrario, empezaba a preferir estar muerta que continuar ahogándose lentamente en aquel ambiente. Por las noches se despertaba sudorosa y sobresaltada pensando en que todavía le restaban cuarenta años de trabajo impartiendo clases.
¡Si al menos viviesen sus padres, su hermano, si estuviese en Hong Kong…! Ahora se encontraba sola en el mundo, y sus amigos se habían disipado por los cuatro puntos cardinales obligados por las circunstancias. Apenas pudo desayunar debido a que tenía tenso el plexo solar y ello no le permitía comer nada. Subió a su lujoso Alfa Romeo y cuando apenas había avanzado cien metros hacia el Conservatorio, dio media vuelta, puso rumbo hacia ninguna parte y, deseando refugiarse en una época más amigable, introdujo el cedé de Iron Maiden Fear of the dark que le había regalado su padre. Exactamente eran las nueve de la mañana. Subió por La Castellana, avistó Torre Picasso e instintivamente, en su ansia por salir de la angustiosa ciudad, se desvió a mano derecha en dirección Zaragoza-Barcelona. Una hora después regresó a casa en Tres Cantos, pero, la ruta que inconscientemente había trazado, no era casual.
Sus facciones orientales, su pálido cutis y su delicado cuerpo eran el estuche de una voz que, sin dejar de ser cálida, producía los más altos tonos imaginados.
Las lágrimas se deslizaron cosquilleantes, y solamente las guitarras dobladas de “Afraid to shoot Strangers” fueron capaces de convertirlas en néctar que se posó en su corazón.
V
JOHN
La vida de John había sido la de un ciudadano más. Había ido a un colegio de monjas, estudiado unos años en el instituto, jugado al fútbol, era aficionado a la música rock, trabajaba como funcionario de segunda categoría del Gobierno Inglés, casado y tenía dos niñas. Se había divorciado y ahora vivía solo. La causa de la separación matrimonial había sido el abandono por su parte de todo contacto sexual, cuyo origen no procedía de un voto de castidad o de alguna disfunción física. Sencillamente sus cualidades creativas habían ascendido del centro sacro al centro laringeo finalizando una etapa más en el desarrollo de un creador. Todavía le esperaba un paso muy duro. El de alcanzar el reino espiritual, y eso significaba que abandonaría el cuerpo físico y ya nunca regresaría. En ese intervalo un ser humano es decir , una mente pensante con un corazón amoroso, no tenía algo a lo que asirse abajo, y tampoco era tan puro como para vivir en un plano de conciencia donde habitaban muchos ex hombres. Ese momento era de una soledad terrible. Pero bueno, esto es avanzar mucho más allá del estado de conciencia en el que se encontraba ahora.
En su interior había sido puro fuego, indomable en el deporte, apasionado en el amor, ávido de conocimientos. Ello había dado paso a una tranquilidad casi inquebrantable causada por algunos gramos de sabiduría que, como pepitas de oro, se habían transmutado en el fondo de su ser.
Como uno más caminaba por un pequeño parque cerca del Támesis, justo enfrente del Parlamento y de la zona turística. En un kiosco estaba anunciado el próximo concierto de Iron Maiden, y del lago apacible y remansado de su mente surgieron suave y armoniosamente algunas melodías que pertenecían a Fear of the dark. Eran aproximadamente las ocho de la mañana.
La forma mental, transmitida la tarde anterior por su Ángel Solar, aparecía con gran nitidez en su mente. No sabía ni quería saber qué personas en concreto realizarían el plan. Los seres humanos eran libres de decidir por sí mismos y ningún mago blanco debía infringir el libre albedrío. Su obligación era construir un anteproyecto o molde. Ahí terminaba su trabajo.
De aquel inglés apacible y sosegado surgió una sonrisa agradable, sus ojos permanecieron perdidos en la lontananza y su mente visualizó un futuro acontecimiento que no tardaría mucho en llegar.
VI
Desde su mesa se divisaba el Támesis y prácticamente todo Londres. Su vida había sido excesivamente ajetreada y dinámica. Dominaba el mundo del rock como si se tratase de la palma de su mano, aunque ya intuía que ese Imperio se estaba desmoronando, al menos tal y como se había conocido hasta entonces. La nueva tecnología permitía a cualquier aficionado realizar unas maquetas impresionantes, y a no tardar mucho llegarían los días en los que serían de la misma calidad que las realizadas en los estudios de grabación. Cuando algún proyecto no le salía como cabía esperar se refugiaba en su mundo y regresaba a la Isla de Wight, al Mayo del 68, a Kennedy, o la llegada del hombre a la Luna, a la época en que Pink Floyd crearon “Astronomy Domine” o “Interstellar Overdrive”.
En ocasiones, disfrazado con su camisa blanca y corbata azul marino, en plena ensoñación, veía a su novia con el típico atuendo hippy de la época. Un precioso vestido de flores de todos los colores y tamaños así como unas guirnaldas ornamentando su largo y rizado cabello.
Se le estaba ocurriendo que este verano podría ser especial, y aunque fuese de su propio bolsillo y con la colaboración de unos amigos podrían patrocinar un festival sólo para nuevos y desconocidos valores. Hasta le surgía claramente que podría ser en Cambrigde, la ciudad donde nació Pink Floyd . Estaba cansado del calcular los posibles beneficios y en cierto modo se sentía asqueado. Comprendía que la pequeña lucecita que había iluminado su vida estaba apagándose, y eso era grave.
Siempre se había carcajeado estruendosamente de las inclinaciones religiosas a las que habían llegado algunos componentes de los grupos musicales, y de hecho prefería morirse y arder en el infierno antes que someterse a la fe en un dios que se reía de los mortales, sometidos en muchas ocasiones al yugo de las miserias y de las enfermedades. En contradicción con ese complejo de pensamientos, también deseaba hacer el bien por el bien, y la única forma digna que se le ocurría era ayudar a los más valiosos de entre los jóvenes grupos.
En sus manos tenía el cartel publicitario del concierto de Iron Maiden, y de una estantería de veinte metros de larga, en la que se apilaban por orden alfabético infinidad de cedés de numerosos grupos musicales, extrajo al azar uno de la mencionada banda.
En breves minutos Fear of the Dark estaba inundando aquella esplendorosa sala y las saetas del reloj marcaban las ocho de la mañana. Se recostó sobre un sillón elegante, cómodo y de piel negra; miró al otro lado del majestuoso río y añoró un sencillo paseo por el pequeño parque que tenuemente se dibujaba en la orilla opuesta. ¡Hacía tanto tiempo que no pasaba su mano por el tronco de un árbol, o se tumbaba en la hierba para disfrutar de los cálidos rayos de sol!
Nítidamente imaginó el festival y supo que se llevaría a cabo. No podía perfilar los detalles del mismo. Simplemente tuvo la aplastante certeza de que ocurriría.
VII
Violeta
Los dorados reflejos del atardecer envolvían las antiguas murallas de la ciudad de Ávila y sus calles empedradas así como sus antiguos palacios, vástagos de una época de esplendor, se difuminaban entre las sombras.
Violeta con su corazón inflamado, subió la cuesta hacia la muralla quedando a su espalda el sagrado convento y se dirigió a la Capilla de Santa Teresa de Jesús, donde se reclinó y acurrucó en un banco de aquel pequeño santuario.
Se dice que el cuerpo humano tiene lugares por donde fluye la energía, centros permanentes y eternos en comparación con las efímeras células. De la misma forma aquella zona de España había sido tierra de místicos, y con toda seguridad continuaba produciendo almas que deseaban volar hacia el mundo interno de la armonía y belleza como era el caso de esa culta universitaria.
Entre oración y oración su imaginación volaba a Londres donde pasaría dos meses en un colegio mayor. Ya podía sentir la humedad del Támesis, los frondosos árboles de Hyde Park, los radiantes y rojos autobuses de Oxford Street tal y como lo recordaba cuando viajó de niña en compañía de sus padres y hermana.
En esta ocasión todo sería diferente puesto que con sus diecinueve años y primero de Filología Inglesa, la vida hervía en sus venas.
VIII
Arthur
Arthur, uno de los mejores remeros de Cambridge, moreno, de ojos castaños, y brillante en sus estudios de historia era perseguido por las jovencitas de la universidad, y precisamente por ello, solo le apetecía estar con sus compañeros. Al principio se había fijado en la belleza de las muchachas, pero progresivamente fue descartando una a una. En el fondo le codiciaban como si fuera un trofeo a conseguir, y más sabiendo que era hijo de una familia noble inglesa.
Si de algo tenía ganas era del anonimato, que nadie supiese quiénes eran sus padres y su familia. Muy pocos le llamaban por su nombre; él simplemente era “el chaval de los Collins”, sobre el que habían cargado como si de un burro se tratara el pesado fardo de la continuidad del apellido familiar.
Se había aislado de esa presión gracias a su afición por las novelas de Los Caballeros de la Tabla Redonda y su estancia en ese mundo imaginario, donde se consideraba a sí mismo, un extraordinario guerrero y caballero de la Edad Media.
Soñaba con una hermosa doncella, alta, morena, de ojos oscuros, no como las damiselas que con sus cabellos dorados, piel excesivamente clara y ojos azules pululaban por doquier.
Sus momentos más importantes y que llegaban casi al éxtasis, transcurrían encima de la ligera embarcación, cuando en una especie de comunión con sus compañeros miraba hacia el frente intentando remar lo más correctamente posible.
En el fondo era realmente de una voluntad de hierro, pues de lo contrario ya haría años que pertenecería al reino de los muertos vivientes, alienados por las drogas y el alcohol.
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