ParqueMerced,

la octava selección de cuento y poesía que realiza MAGO Editores. Narradores y poetas jovenes, poco conocidos en el ámbito literario, se reunen en este libro para dar muestras de qué es lo que escriben hoy aquellos escritores que están en formación. Un buen lugar para reconocer nueva literatura. Y de la buena.

 

 

 

MAGO EDITORES (CHILE)

 

 

 

 

Agradecemos a Mago Editores (Chile), su constante preocupación y promoción de autores ajenos al gran público, pero que, con toda seguridad, muestran en algunas de sus narraciones enorme frescura y vigor.

Ingrid y John

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

Hijos de la Mente

 

 

 

 

Ingrid y John apenas permanecieron unos minutos en el jardín y se esfumaron. Era la primera vez que desaparecían de una forma tan rápida. Justo en el mismo instante, cerca del pino que regaló Ingrid a John, aparecieron jugando Piernitas Largas y Rodillitas Delgadas. Es decir, ellos mismos cuando eran sólo unos niños.
Muy cerca de los pequeños estaba la entrada a una cueva mágica de la que nadie sabía nada pues era otro más de sus múltiples secretos. La puerta se abrió. Piernitas, la bella niña de ojos de océano tomó la mano de Rodillitas y ascendieron por una escalera. Dentro de la cueva, sus ángeles guardianes se admiraban y preguntaban por el origen de tanto valor y arrojo como hacían gala en sus incursiones por mundos desconocidos. Los niños sí que lo sabían, o mejor dicho lo presentían. Intuían que sus ángeles de la guarda siempre les acompañaban, especialmente en momentos como éste en el que permanecían envueltos por la oscuridad y donde únicamente percibían un tenue rayo de luz que indicaba el final del túnel.
En algún momento, cuando los niños tenían miedo, John les calmaba posando su mano sobre el hombro. Se podía afirmar que caminaban juntos cuatro seres.
Todos, también Linnssss el pájaro de fuego azul transparente, salieron del interminable pasadizo y se encontraron de bruces con la imponente catarata del jardín de la montaña. Los dos niños quedaron con la boca abierta, pues era la primera vez que utilizaban ese camino y se sorprendieron por la enorme nube blanca que despedía el agua al estrellarse sobre el lago esmeralda. La neblina ascendía hasta una altura increíble formando un gigantesco arco iris.
Fue entonces cuando Rodillitas comenzó a comprender el valor de su amada Piernitas. Ya había ocurrido la anécdota del caballo en que la valiente niña se había mostrado con un inmenso corazón.

El acontecimiento del caballo es uno de los pasajes más hermosos e importantes que pueden existir en el capítulo de la telepatía y merece un rápido recuerdo:
Los creadores mentales permanecían en sus respectivos ordenadores separados físicamente por doce mil kilómetros y juntos componían las hermosas historias de Ingrid y John, así como de Piernitas y Rodillitas. El niño y la niña decidieron hacer una carrera con sus caballos, pero Piernitas Delgadas fue la más rápida y en breves instantes había montado en el caballo y desaparecido en la espesura del bosque.
El niño, al ver que su amiga del alma se iba a galope, se sintió perdido en la mente del narrador. Y la narradora apenas tardó unas décimas de segundo en percibir aquel sentimiento de abandono, regresar con su creación mental, la niña, y prometerle al niño que nunca le abandonaría. En una décima de segundo quedó demostrado claramente cómo el cuento dio un giro debido a la captación mental de la vidente de lo que ocurría en el cerebro de su compañero de creaciones mentales. Y en lugar de proseguir la historia con una persecución a caballo como se había imaginado el narrador, terminó en que la niña volvió a donde estaba el niño casi llorando y decirle que siempre le cuidaría.
Es difícil describir los movimientos de dos mentes en una décima de segundo, pero creemos que es muy importante intentar reflejar algo tan peculiar.

Rodillitas, justo al salir de la cueva, parecía un poco más alto que de costumbre y con infinito cariño tomó las manos de la niña y la abrazó. La altura de ambos era diferente. El hombrecito, que apenas llegaba a la barbilla de Piernitas Largas, sintió el cálido latido del corazón de la niña y dejó caer una lágrima. Linnss y los devitas les observaron sobrecogidos por el amor que se profesaban.
-¡A que no me coges! -gritó el niño lanzándose a correr entre las inmensas praderas salpicadas por miles de amapolas.
-¡A que sí! -respondió la niña mientras se reía, pues sabía perfectamente que con sus largas piernas y su mayor altura le daría alcance indefectiblemente.
El niño corría y corría ¡Apenas sobresalía su linda cabecita de las altas hierbas! Aguantó sin ser alcanzado más tiempo del previsto, pero justamente cuando finalizaba la llanura y se iniciaban las primeras rampas de la montaña no resistió más y la veloz Piernitas le atrapó. Rodillitas intentó, con enorme esfuerzo, zafarse de las manos de la niña y cayeron rodando hasta quedar tumbados sobre las altas hierbas. Les alcanzaron los devitas que marchaban detrás de ellos contagiados por la alegría de los pequeños. Linnss y alguien más les vigilaba desde la montaña y los niños se quedaron tumbados contemplando el cielo. Observaron una nube blanca y esponjosa que flotaba en aquel bello espacio. Cerca de ellos un águila también les vigilaba atentamente.
En unos instantes todos los devitas o pequeños seres etéreos de la Naturaleza saltaron encima de los niños.
-Menos mal que no pesan -dijo riéndose el pequeño.
-¡Linnsss! Ven por favor. Se me ha ocurrido una gran idea -gritó de repente Rodillitas Delgadas.
-¡Uff! -exclamó el ave -¡Seguro que quieren ir muy lejos! ¡Ahora que estoy tan a gusto tumbado junto en el prado!
Pero Linnssss no lo expresaba en serio. Su verdadera esencia era volar. Tras unos segundos el ave conocida también con el nombre de "El abrazo eterno", pues nacía cuando los creadores mentales a través de Ingrid y John fusionaban sus pensamientos, adoptó una forma blanquecina e inclinó su cuello para que los niños se subieran.
Lo primero que hizo Piernitas Largas fue acariciar las suaves y blancas plúmulas del ave.
-Llévanos a algún lugar, por favor – le rogaron los niños.
Linnsss sonrió.
-Abrazaos con fuerza a mi cuello -escucharon en sus mentes.
Y "El abrazo eterno” descendió lentamente por las interminables laderas de Los Andes hacia el Océano Pacífico. Soplaba una brisa cálida que hacía que los niños se sintiesen vivos y alegres.
-¿Donde nos llevas? -preguntó impacientemente la mujercita.
-Es un secreto – contestó el ave de materia mental.
Linnsss sobrevoló vertiginosamente las interminables aguas azules y aminoró la velocidad cuando divisó a lo lejos un pequeñito velero.
-¡Qué hermoso! -exclamó la niña.
Linnsss lloró al ver quien pilotaba la nave. Y también lloraron los creadores de historias que permanecían en el plano físico, sumergidos en aquel mundo de belleza inmarcesible.
Los niños se enamoraron del velero azul marino con las enormes velas desplegadas e hinchadas por el viento. Se acercaron y las tocaron con enorme delicadeza.
-¿De quién es? -preguntó Piernitas Largas a Linnsss.
-¿Acaso no lo sabes ya? -respondió con inmenso cariño.
-No -contestó la niña.
-Sí, sí que lo sabes. Solamente tienes que escuchar tu corazón.
-No sé qué significan esas palabras.
-A veces –prosiguió el ave- cuando permanecemos en silencio nos llega algún pensamiento que nos colma de gozo. Creemos que no es real, sin embargo nos deja un poso de alegría tan grande, que llegamos a expresar ¡Qué importancia tiene todo lo demás cuando nos sentimos colmados y felices! Tú, al contemplar a la bella dama, has sentido algo importante y misterioso.
-¡Es verdad! ¡He sentido como si la conociese de siempre!
-A eso me refiero -añadió Linnsss
Los tres dejaron de observar el barco y continuaron su vuelo hasta llegar a la costa, donde las olas del mar rompían contra enormes piedras volcánicas. Parecían a punto de desintegrarse, pero eran las olas las que se deshacían en mil flores blancas.
Cuando llegaron al puerto, observaron a la mujer que bajaba del velero y caminaba por un estrecho andador cubierto de pequeñas baldosas azules y blancas. El zigzagueante paseo se encaramaba hasta un pequeño promontorio en el que se adivinaba una terraza.
Piernitas apenas podía creer el inmenso parecido que ella misma tenía con aquella esbelta dama. Creía que su corazón estallaría de emoción. El cabello de la hermosa joven era un poco más castaño y los ojos eran enormes y más oscuros que los suyos. La piel de los brazos era tersa y blanquecina. La mirada de la navegante parecía buscar con inmenso anhelo lo que había más allá de la alta y lejana balaustrada. Estaba excesivamente nerviosa. Piernitas delgadas creía sentir perfectamente lo que pasaba por la cabeza de la dama de blanco y azul. La niña no pudo resistir tocarla y acariciarla. En aquel preciso instante la mujer miró hacia donde la etérea Piernitas Delgadas se encontraba, pero no pudo distinguir nada con los ojos físicos. Y los ojos espirituales estaban excesivamente anhelantes para ver algo distinto a lo que podría haber visto.
La niña intentó estirar el vaporoso traje azul y blanco, de la dama, pero ella estaba completamente obsesionada con finalizar la ascensión. Los tres observaron cómo casi desfallece cuando encontró al artista que pintaba el retrato de la dama de azul.
Ahora el sorprendido fue Rodillitas. Comprendió que él mismo era el pintor. Los niños estaban contemplando su propio futuro.
En ese preciso instante podríamos distinguir perfectamente, amable lector, tres niveles de conciencia: Los dos creadores mentales que permanecían en sus ordenadores escribiendo la historia y que a la vez eran los observadores silenciosos; los tres viajeros invisibles, Piernitas, Rodillitas y Linnsss; y los dos enamorados, el pintor y la navegante.
Los dos niveles superiores contemplaron la mística y exaltada mirada de ella al ver su propio rostro reflejado en el cuadro. Sintieron la timidez del artista, sin valor suficiente para apartar su mirada del lienzo y girar la cabeza, temiendo que no fuese su amada la que permanecía detrás de él y a quien siempre había anhelado encontrar.
Nunca, hasta entonces, había subido nadie por las escaleras que se pareciese al rostro reflejado en la pintura. Nadie de las grandes oleadas de turistas que habían arribado a aquella isla tenía el más mínimo parecido al retrato extraído de su mente. Y si bien era verdad que se había llevado enormes decepciones, nunca había perdido la esperanza de que algún día aparecería una mujer con el mismo rostro que pintaba una y otra vez sobre distintos lienzos.

Y ahora… que su alma le decía que sí, que su soñada dama le había encontrado... no se atrevía a tornar la vista, hasta que percibió el maravilloso aroma de su ser...
-¿Quién eres? -preguntó por fin el pintor, pero sin mirar hacia atrás.
La navegante estaba temblorosa; las piernas apenas sostenían su delicado cuerpo mientras observaba su propio rostro plasmado hasta el más mínimo detalle en el lienzo. Tanta había sido la necesidad de responder a la llamada de su alma, que a pesar de ser tímida, a pesar de todas sus dudas, a pesar de tan demoledores sufrimientos, se había hecho más fuerte y se había atrevido a viajar sola a lo largo de todo el mundo. Y allí estaba. Por fin tenía delante el objeto de sus más profundos anhelos.

-Soy el agua que calmará tu sed. Soy la luz que colmará tu oscuridad. Soy la compañera que caminará junto a ti hasta que la Eternidad Mayor absorba la eternidad menor. Soy la luz de nuestro retorno al Padre. Soy el inicio de tu voluntad - susurró la joven, sin pensar, pues fue El Padre en los Cielos quien se expresó en aquel instante de plenitud absoluta, si bien mutable-contestó la dama de blanco y azul.

Entonces, el pintor se volvió y al verla cayó la primera de las muchas lágrimas que deparaba el maravilloso encuentro. Dijo poco más, pues solamente fueron los ojos, de la misma naturaleza que los de ella, los que hablaron y los que expresaron el profundo amor abstracto y eterno que residía en su corazón.
-Sin duda, eres tú -dijo el pintor a la navegante.
-Sí.
Como si fuese lo más natural del mundo, el joven alzó sus manos casi a la vez que ella y se abrazaron durante cinco largos, inolvidables y eternos minutos.
Linnsss, Piernitas Largas y Rodillitas Delgadas permanecían sobrecogidos ante la escena de su futuro que acababan de contemplar.
-Y ¿ahora que? -dijo el impaciente de Rodillitas
-¡SHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡Silencio!- le rogó Piernitas.
Luego, el pintor colocó el pincel en la mano de la navegante.
-¡Termina el cuadro por favor! -pidió a la joven.

Ella, llevada por su alma, tomó el pincel y como si lo hubiese hecho siempre dibujó una lágrima parecida a una perla transparente. La dama sentía la mano del pintor en sus dedos, pero realmente él no hacia nada sino dejar que el alma de ambos se expresase. El alma se manifestaba a través de sus ojos y todo movimiento estaba ahí. Era un baile infinito, un cantar maravilloso, un vuelo jamás pensado ni soñado. Solo era el resultado de que dos humanos habían unido sus almas hacía mucho tiempo ya, y el éxtasis se hacía sentir y fluía en forma diamantina hacia los demás.

El pintor permanecía justo detrás de la navegante abrazándola con inmenso cariño. Ambos miraron al mar. Ella le dio la mano a él. Los dos se elevaron y flotaron ingrávidos en el espacio. Eran dos haces de luz que dibujaban interminables espirales entrelazadas. Apenas podían observarse sus movimientos, solo los intuía la mente. Se separaban y se reunían, mezclando sus luces. Convertidos en imágenes de materia luminosa sobrevolaron el océano y ahora sí que pudieron ver las otras luces: las de Piernitas Largas, de Rodillitas Delgadas y Linnsss que les seguían.

 

LINNSSS en el espacio aparentemente vacio (Lienzo de Maria Eliana Aguilera Hormazabal)

 

 

Volaron cual lluvia de estrellas y arribaron a un lugar desconocido para ellos y sin embargo muy conocido para los que les observaban. La dama de azul y blanco y el pintor se sentaron sobre la hierba del jardín de la montaña. Soñaron que estaban en la profundidad del corazón del Logos, en su paraíso, bajo un árbol frondoso rodeado de miles de flores, de devitas o angelitos revoloteando. Percibieron el aroma del maravilloso reino vegetal y fueron inmensamente felices. Desde ese lugar, podían respirar y adentrarse en las inmensas montañas, ver el lago que les rodeaba, el fuego interno en las cavernas de la Tierra y divisar el jardín de invierno de sus desconocidos y a la vez queridos padres, Ingrid y John. Sus propias almas eran la abstracción de la pureza, la humildad y el amor, así como todo lo que cada uno de los Reinos de la Tierra y del Universo podían haberles enseñado: la frescura y el aroma de las plantas; la humildad de los animales; la rigidez y calor de las grandes montaña sobre las que relucía la nieve eterna, maestra de maestros; el resplandor del amanecer; la luz cambiante del cielo; la maravilla de la tierra húmeda. Todo eso y mucho más era la esencia de aquellos seres.
El Amor que es eterno venía, les envolvía desde el Corazón del bendito Sanat Kumara y acrecentaba la conciencia de sus creadores, su aroma, su forma, su naturaleza, incluso su adn y sus vidas enteras.
Únicamente se miraban y se tocaban con la punta de los dedos. Era un lenguaje sagrado. La energía verdadera les cubría con su manto y ahora debían esparcir todo aquello en sus puntos de expansión.
Se elevaron sin saber y llegaron hasta sus cuerpos, el de los creadores, que permanecían allí abajo, en su jardín en aquel momento de contemplación y entraron en ellos. Y ya era todo nuevo: los devitas, Linnsss, los niños.
Los guías ya sabían que por fin habían comprendido su magia, su amor y su esencia. Eso eran ellos y eso se expresaba en sus construcciones mentales.

De nuevo aparecieron en el jardín de invierno Ingrid y John. El pintor y la navegante se vieron atraídos como un remolino hacía el corazón de sus creadores.
Piernitas, Rodillitas y Linnsss que contemplaron aquel maravilloso espectáculo de unificación y síntesis, símbolo de la fusión del alma eterna y la personalidad efímera, abrieron la puerta del jardín de invierno, salieron y caminaron por el sendero que llegaba hasta su rincón amado, donde jugaban a casitas y cocinitas.

 


Rodillitas Delgadas tomó la mano del niño y le condujo hasta el columpio. Entretenidos en sus juegos infantiles se olvidaron de aquellos maravillosos acontecimientos. Ya no recordaban si lo habían hablado o si lo habían soñado, pero un día sabrían que ellos eran también hijos de los Señores del Jardín, formas etéreas de seres humanos, quienes a su vez permanecían envueltos en el manto azul y rosa de un Maestro que hacía muchos años les había regalado el maravilloso don de la unión y la vida.


Hijos de la Mente
Autores:
María Eliana Aguilera Hormazábal
Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

Revista Alcorac

 

 

 

 

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